cortes de luz abril 2024 en la provincia de tungurahua
Pablo Neruda, poeta chileno
1. PABLO NERUDA
Neruda nació en 1904 en Parral, una
pequeña ciudad de clima lluvioso
situada al sur de Chile. Se llamaba
Ricardo Eliecer Neftalí Reyes
Basoalto, pero cambió su nombre
literario por el de Pablo Neruda en
homenaje al escritor Jan Neruda.
2. PABLO NERUDA
Neruda transitó a lo largo de su vida
poética por el desarraigo e imágenes
de una tierra alejada del paraíso en
Residencia en la Tierra (1935), por la
épica del Canto General (1950), la
vertiente política en Las uvas del
viento (1954), la visión intimista y
paródica de Estravagario (1958)
3. PABLO NERUDA
Su primer libro importante fue
Crepusculario en 1923, con una
estética modernista. Al año
siguiente publica uno de sus
libros más célebres, Veinte
poemas de amor y una canción
desesperada, donde explora el
amor y el erotismo.
4. PABLO NERUDA
Un viaje a Oriente como cónsul
honorario en Birmania, en Ceilán e
Indonesia marcó su vida. Permaneció
varios años en esas tierras donde su
lengua natal se veía aislada en un
territorio extraño. La sensación de
extrañeza ante un mundo
completamente distinto adopta
5. PABLO NERUDA
en el lenguaje una disociación de
imágenes, la falta de conexión y una
visión de pesadilla que destruyen la
convención habitual del verso. En las
cartas que escribe a sus amigos
muestra su deseo de crear una poesía
distinta. La literatura se convierte en
un laboratorio.
6. PABLO NERUDA
Su poesía se preocupa ahora por las
ideas esenciales, que se impregnan de
las contradicciones de la vida. En
1931 publica una primera edición en
Chile, de cien ejemplares, que se
amplía con nuevos poemas en 1935,
un libro que entusiasmó a sus amigos
García Lorca y Miguel Hernández.
7. PABLO NERUDA
Ciclo de las Residencias. Poemas
escritos a lo largo de dos épocas.
Influenciado por las vanguardias,
desarrolla una escritura automática.
Refleja un cambio estético y temático
en el concepto de poesía. Frente a la
experiencia sentimental aquí se
muestra la desintegración de la vida.
8. PABLO NERUDA
El poema pasa a ser un soliloquio por
parte de un poeta convertido en un
ser visionario. Surgen las
enumeraciones, los textos son
extensos. Neruda desarrolla en los
poemas una suerte de prosaísmo, con
una fuerza antílirica. El poema crece
de un modo discursivo a partir de una
idea inicial.
9. PABLO NERUDA
“Poesía impura como un traje, con
arrugas. Quien huye del mal gusto cae
en el hielo.” Se enfrenta al concepto
de poesía pura que proclamaba Juan
Ramón Jiménez. Ante los
acontecimientos de la historia del
mundo Neruda adopta un cambio
estético y temático.
10. PABLO NERUDA
Los poemas de Residencia en la Tierra
se escriben en las periferias de la
sociedad moderna, en Rangún,
Colombo, Batavia, Singapur. En una
carta a un amigo escribe Neruda:
“Ahora, preparémonos al horror de
estas colonias de abandono, tomemos
el primer whisky con soda…
11. PABLO NERUDA
beber con ferocidad, el calor, las olas,
fiebres. Enfermos y alcohólicos por
todas partes”. Neruda recordaría
también en sus Memorias en 1962:
“La verdadera soledad la conocí en
aquellos días y años de Wellawatha…
Entre los ingleses vestidos de
smoking todas las noches y los
hindúes
12. PABLO NERUDA
inalcanzables en su fabulosa
inmensidad, yo no podía elegir
sino la soledad y de ese modo
aquella época ha sido la más
solitaria de mi vida. En cartas
escritas a su amigo argentino
Victor Eandi explica sus
dificultades para comunicarse:
13. PABLO NERUDA
“Sufro una verdadera angustia
por decir algo, aún solo conmigo
mismo, como si ninguna palabra
me representara, sufriendo
enormemente por ello. Hallo
banales todas mi frases,
desprovistas de mi propio ser”.
14. BARCAROLA
Si solamente me tocaras el corazón/
si solamente pusieras tu boca en mi
corazón,/ tu fina boca, tus dientes,/ si
pusieras tu lengua como una flecha
roja/ allí donde mi corazón
polvoriento golpea,/ si soplaras en mi
corazón, cerca del mar, llorando,/
sonaría con un ruido oscuro,
15. BARCAROLA
con sonido de ruedas de tren con
sueño,/ como aguas vacilantes,/
como el otoño en hojas,/ como
sangre/ con un ruido de llamas
húmedas quemando el cielo,/
sonando como sueños o ramas o
lluvias,/ o bocinas de puerto triste,/ si
tu soplaras en mi corazón, cerca del
16. BARCAROLA
mar,/ como un fantasma blanco,/ al
borde de la espuma,/ en mitad del
viento,/ como un fantasma
desencadenado, a la orilla del mar,/
llorando, como ausencia extendida,
como campana súbita./ El mar
reparte el sonido del corazón,/
lloviendo
17. BARCAROLA
atardeciendo, en una costa sola:/ la
noche cae sin duda,/ y su lúgubre azul
de estandarte en naufragio/ se puebla
de planetas de plata enronquecida.
Y suena el corazón como un caracol
agrio,/ llama, oh mar, oh lamento, oh
derretido espanto,/ esparcido en
desgracias y olas desvencijadas:/
18. BARCAROLA
de lo sonoro el mar acusa/ sus
sombras recostadas, sus amapolas
verdes./
Si existieras de pronto, en una costa
lúgubre,/ rodeada por el día muerto,/
frente a una nueva noche,/ llena de
olas,/ y soplaras en mi corazón de
miedo frío, /soplaras en la sangre
19. BARCAROLA
sola de mi corazón,/ soplaras en su
movimiento de paloma con llamas,/
sonarían sus negras sílabas de
sangre,/ crecerían sus incesantes
aguas rojas,/ y sonaría, sonaría a
sombras,/ sonaría como la muerte,/
llamaría como un tubo lleno de viento
o llanto,/ o una botella echando
espanto a borbotones
20. BARCAROLA
Así es y los relámpagos cubrirían
tus trenzas/ y la lluvia entraría
por tus ojos abiertos/ a preparar
el llanto que sordamente
encierras/ y las alas negras del
mar girarían en torno/ de ti, con
grandes garras y graznidos, y
vuelos./
21. BARCAROLA
¿Quieres ser el fantasma que sople,
solitario,/ cerca del mar estéril, triste
instrumento?/ Si solamente llamaras,/
su prolongado son, su maléfico pito,/
su orden de olas heridas,/ alguien
vendría acaso,/ alguien vendría,/
desde las cimas de las islas, desde el
fondo rojo del mar,/ alguien vendría
22. BARCAROLA
alguien vendría. / Alguien
vendría, sopla con furia,/ que
suene como sirena de barco
roto,/ como lamento,/ como un
relincho en medio de la espuma
y la sangre,/ como un agua feroz
mordiéndose y sonando./
23. BARCAROLA
En la estación marina/ su
caracol de sombra circula como
un grito,/ los pájaros del mar lo
desestiman y huyen,/ sus listas
de sonido, sus lúgubres
barrotes/ se levantan a orillas
del océano solo.
24. WALKING AROUND
Sucede que me canso de ser hombre./
Sucede que entro en las sastrerías y en
los cines/ marchito, impenetrable,
como un cisne de fieltro/ navegando
en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace
llorar a gritos./ Sólo quiero un
descanso de piedras o de lana,/ sólo
25. WALKING AROUND
quiero un descanso de piedras o de
lana,/ sólo quiero no ver
establecimientos ni jardines,/ ni
mercaderías ni anteojos ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y
mis uñas/ y mi pelo y mi sombra./
Sucede que me canso de ser hombre.
26. WALKING AROUND
Sin embargo sería delicioso/ asustar a
un notario con un lirio cortado/ o dar
muerte a una monja con un golpe de
oreja./ Sería bello/ ir por las calles
con un cuchillo verde/ y dando gritos
hasta morir de frío.
Son los pies y los relojes y los dedos/
y una locomotora de jabón
27. WALKING AROUND
moribundo/ y un agrio cielo de metal
mojado/ y un amarillo río de
sonrisas./
Todo llega a la punta de dedos como
flores,/ a uñas como relámpagos, a
sillones marchitos,/ todo llega a la
tinta de la muerte/ y a la boca violeta
de los timbres.
28. WALKING AROUND
Lloremos la defunción de la tierra y el
fuego,/ las espadas, las uvas,/ los
sexos con sus duros dominios de
raíces,/ las naves del alcohol
navegando entre naves/ y el perfume
que baila de noche, de rodillas/
arrastrando un planeta de rosas
perforadas.
29. WALKING AROUND
con un traje de perro y una
mancha en la frente/ caigamos a
la profundidad de los papeles,/ a
la ira de las palabras
encadenadas,/ a manifestaciones
tenazmente difuntas,/ a sistemas
envueltos en amarillas hojas.
30. WALKING AROUND
Rodad conmigo a las
oficinas, al incierto/ olor de
ministerios y tumbas y
estampillas./ Venid conmigo
al día blanco que se muere/
dando gritos de novia
asesinada.
31. TANGO DEL VIUDO
Oh Maligna, ya habrás hallado la
carta, ya habrás llorado de furia/ y
habrás insultado el recuerdo de mi
madre/ llamándola perra podrida y
madre de perros,/ ya habrás bebido
sola, solitaria, el té del atardecer/ y
mirando mis viejos zapatos vacíos
para siempre/ y ya no podrás
32. TANGO DEL VUDO
recordar mis enfermedades, mis
sueños nocturnos, mis comidas,/ sin
maldecirme en voz alta como si
estuviera allí aún,/ quejándome del
trópico, de los coolíes coringhis/ de
las venenosas fiebres que me hicieron
tanto daño/ y de los espantosos
ingleses que odio todavía.
33. TANGO DEL VIUDO
Maligna, la verdad, que noche tan
grande, que tierra tan sola./ He
llegado otra vez a los dormitorios
solitarios,/ a almorzar en los
restaurantes comida fría y otra vez/
tiro al suelo los pantalones y camisas,/
no hay perchas en mi habitación, ni
retratos de nadie en las paredes.
34. TANGO DEL VIUDO
Cuánta sombra de la que hay en
mi alma daría por recobrarte/ y
que amenazadores me parecen
los nombres de los meses/ y la
palabra invierno qué sonido de
tambor lúgubre tiene.
35. TANGO DEL VIUDO
Enterrado junto al cocotero hallarás
más tarde/ el cuchillo que escondí allí
por temor de que me mataras/ y
ahora repentinamente quisiera oler su
acero de cocina/ acostumbrado al
peso de tu mano y al brillo de tu pie:/
bajo la humedad de la tierra, entre las
sordas raíces,/ de los lengüajes
36. TANGO DEL VIUDO
humanos el pobre sólo
sabría tu nombre/ y la
espesa tierra no
comprende tu nombre,/
hecho de impenetrables
substancias divinas.
37. TANGO DEL VIUDO
Así como me aflige pensar en el claro
día de tus piernas/ recostadas como
detenidas y duras aguas solares/ y la
golondrina que durmiendo y volando
vive en tus ojos/ y el perro de furia
que asilas en el corazón,/ así también
veo las muertes que están entre
nosotros desde ahora y respiro en el
38. TANGO DEL VIUDO
aire la ceniza y lo destruido,/ el largo,
solitario espacio que me rodea para
siempre.
Daría este viento del mar gigante por
tu brusca respiración/ oída en largas
noches sin mezcla de olvido/
uniéndose a la atmósfera como el
látigo a la piel del caballo.
39. TANGO DEL VIUDO
Y por oírte orinar, en la
oscuridad, en el fondo de la
casa,/ como vertiendo una miel
delgada, trémula, argentina,
obstinada,/ cuántas veces
entregaría este coro de sombras
que poseo,
40. TANGO DEL VIUDO
y el ruido de espadas inútiles
que se oye en mi alma/ y la
paloma de sangre que está
solitaria en mi frente/ llamando
cosas desaparecidas, seres
desaparecidos,/ sustancias
extrañamente inseparables y
perdidas.
41. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
Si pudiera llorar de miedo en una casa
sola,/ si pudiera sacarme los ojos y
comérmelos,/ lo haría por tu voz de
naranjo enlutado/ y por tu poesía que
sale dando gritos.
Porque por ti pintan de azul los
hospitales/ y crecen las escuelas y los
barrios marítimos/ y se pueblan de
42. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
de plumas los ángeles heridos/ y se
cubren de escamas los pescados
nupciales/ y van volando al cielo los
erizos,/ por ti las sastrerías con sus
negras membranas/ se llenan de
cucharas y de sangre/ y tragan cintas
rotas y se matan a besos/ y se visten
de blanco.
43. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
Cuando vuelas vestido de durazno/
cuando ríes con risa de arroz
huracanado,/ cuando para cantar
sacudes las arterias y los dientes/ la
garganta y los dedos,/ me moriría por
lo dulce que eres,/ me moriría por los
lagos rojos/ en donde en medio del
otoño vives/ con un cordel caído
44. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
y un dios ensangrentado,/ me moriría
por los cementerios/ que como
cenicientos ríos pasan/ con agua y
tumbas,/ de noche, entre campanas
ahogadas:/ ríos espesos como
dormitorios/ de soldados enfermos,
que de súbito crecen/ hacia la muerte
en ríos con números de mármol/
45. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
y coronas podridas y aceites
funerales:/ me moriría por verte de
noche/ mirar pasar las cruces
anegadas,/ de pie llorando,/ porque
ante el río de la muerte lloras/
abandonadamente, heridamente,/
lloras llorando, con los ojos llenos/ de
lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.
46. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
Si pudiera de noche, perdidamente
solo,/ acumular olvido y sombra y
humo/ sobre ferrocarriles y vapores,/
con un embudo negro,/ mordiendo
las cenizas,/ lo haría por el árbol en
que creces,/ por los nidos de aguas
doradas que reúnes/ y por la
enredadera que te cubre los huesos/
47. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
comunicándote el secreto de la noche.
Ciudades con olor a cebolla mojada/
esperan que tú pases cantando
roncamente/ y silenciosos barcos de
esperma te persiguen/ y golondrinas
verdes hacen nido en tu pelo,/
además caracoles y semanas,/
48. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
mástiles enrollados y
cerezas/ definitivamente
circulan cuando asoman/
tu pálida cabeza de
quince ojos/ y tu boca de
sangre sumergida.
49. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
Si pudiera llenar de hollín las
alcaldías/ y, sollozando, derribar
relojes,/ sería para ver cuando a tu
casa/ llega el verano con los labios
rotos,/ llegan muchas personas de
traje agonizante,/ llegan regiones de
triste esplendor,/ llegan arados
muertos y amapolas,/ llegan
50. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
enterradores y jinetes,/ llegan planetas
y mapas con sangre,/ llegan buzos
cubiertos de ceniza/llegan
enmascarados arrastrando doncellas/
atravesadas por grandes cuchillos,/
llegan raíces, venas, hospitales/
manantiales/ hormigas,/ llega la
noche con la cama en donde
51. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
muere entre las arañas un húsar
solitario,/ llega una rosa de odio y
alfileres,/ llega una embarcación
amarillenta,/ llega un día de viento
con un niño/ llego yo con Oliverio,
Norah,/ Vicente Aleixandre, Delia,/
Maruca, Malva Marin, María Luisa y
Larco, /la Rubia, Rafael, Ugarte/
52. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
Cotapos, Rafael Alberti,/ Carlos,
Bebé, Manolo Altolaguirre,/
Molinari/ Rosales, Concha Méndez/ y
otros que se me olvidan.
Ven a que te corone, joven de la
salud/ y de la mariposa, joven puro/
como un negro relámpago/
perpetuamente libre/ y conversando
entre nosotros,/ ahora cuando no
53. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
queda nadie entre las rocas/ hablemos
sencillamente como eres tú/ y soy yo:
¿para qué sirven los versos si no es
para el rocío?
¿Para qué sirven los versos si no es
para esa noche/ en que un puñal
amargo nos averigua, para ese día/
para ese crepúsculo, para ese rincón
54. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
roto/ donde el golpeado corazón del
hombre se dispone a morir?
Sobre todo de noche,/ de noche hay
muchas estrellas,/ todas dentro de un
río,/ como una cinta junto a las
ventanas/ de las casas llenas de
pobres gentes.
55. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
Alguien se les ha muerto, tal vez/ han
perdido sus colocaciones en las
oficinas,/ en los hospitales, en los
ascensores,/ en las minas,/ sufren los
seres tercamente heridos/ y hay
propósito y llanto en todas partes:/
mientras las estrellas corren dentro de
un río interminable/ hay mucho
56. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
llanto en las ventanas,/ los umbrales
están gastados por el llanto,/ las
alcobas están mojadas por el llanto,/
que llega en forma de ola a morder las
alfombras.
Federico/ tú ves el mundo, las calles,/
el vinagre,/ las despedidas en las
estaciones/ cuando el humo levanta
57. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
sus ruedas decisivas/ hacia donde no
hay nada sino algunas/ separaciones,
piedras, vías férreas.
Hay tantas gentes haciendo
preguntas/ por todas partes./ Hay el
cielo sangriento y el iracundo/ y el
desanimado/ y el miserable, el árbol
de las uñas,/ el bandolero con la
58. ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
con la envidia a cuestas.
Así es la vida Federico, aquí tienes/
las cosas que te puede ofrecer mi
amistad/ de melancólico varón
varonil./ Ya sabes por ti mismo
muchas cosas/ y otras irás sabiendo
lentamente.
59. PAUL CELAN
El escritor Paul Celan nació en
Czernovitz, entonces Rumania, hoy
Ucrania en 1920. Czernovitz era
entonces una suerte de capital de
Europa, un lugar con más librerías
que panaderías. Pertenecía a la
minoría germanoparlante de la región
de Bukovina, un lugar que tenía
60. PAUL CELAN.
gran diversidad cultural y lingüística.
Hasta 1918 la zona formaba parte del
imperio austrohúngaro y en el
transcurso de la segunda guerra
mundial fue ocupada primero por
tropas rusas y luego alemanas. Sus
padres, judíos, fueron asesinados en
un campo de concentración.
61. PAUL CELAN.
Celan fue internado en otro campo,
donde permaneció 18 meses. Con la
muerte de sus padres se produce un
cambio decisivo en su poesía. En
1947 Celan llega a Viena y contacta
con una revista literaria. Frecuenta el
café Raimon. A partir de 1948 reside
en París. Allí estudia en La Sorbona.
62. PAUL CELAN.
Ejerce labores de profesor y
traductor. En 1948 publica su primer
libro La ceniza de las urnas. Reside en
una humilde habitación de hotel
durante cinco años. Asiste a las
veladas y conciertos con música de
jazz. En 1952 publica Amapola y
memoria. Su poesía nace de una
63. PAUL CELAN.
profunda sensación de pérdida. En
sus poemas se expresa con crudeza la
dificultad de comunicación entre los
seres humanos. Celan comparaba el
poema con un mensaje arrojado al
mar, que permite un diálogo difícil.
Celan fue criticado por escribir en
alemán, el idioma del verdugo.
64. PAUL CELAN
“Cuervos en lo alto/ escucharán
pronto venir a las estrellas,
estrellas que caen/ y son
tragadas por las tinieblas./ Una
estrella brillará, una amarilla, y
será la invención de las
tinieblas.”
65. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE.
El poema Fuga de muerte se titulaba
en rumano “Tangoul Mortii”: Tango
de muerte. Las SS utilizaban durante
las ejecuciones una melodía basada en
un tango de Eduardo Bianco titulado
Plegaria, que aquel interpretó con su
orquesta ante Hitler en Berlín, donde
fue grabado en 1939.
67. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
En los campos los músicos
eran los propios violinistas
judíos, los que acompañaban
con la siniestra melodía a las
víctimas, para ser, al término
de las ejecuciones,
aniquilados a su vez.
68. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
El texto se estructura en torno a una
serie de paralelismos, ya desde el
comienzo “negra leche” que abre el
inicio de las cuatro unidades estróficas
que componen el poema. Es un ritmo
reiterado, a modo de un martilleo
constante. Con el paso del tiempo se
ha convertido en uno de
69. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
de los textos que han dejado un
testimonio más hondo sobre lo
acontecido en los campos de
concentración. Desde la sombra surge
la luz a través del humo, las cenizas,
los sepultados en el aire, triste
metáfora de los crematorios.
70. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
Negra leche del alba la bebemos
al atardecer/ la bebemos a
mediodía y en la mañana y en la
noche/ bebemos y bebemos/
cavamos una tumba en el aire no
se yace estrechamente en él./
71. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
Un hombre habita en la casa
juega con las serpientes escribe,/
escribe al oscurecer a Alemania
tus cabellos de oro Margarete/
lo escribe y sale de la casa/ y
brillan las estrellas silba a sus
mastines,/ silba a sus judíos,
72. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
hace cavar una tumba en la
tierra,/ ordena tocad para la
danza./ Negra leche del alba te
bebemos de noche,/ te bebemos
en la mañana y al mediodía te
bebemos al atardecer/ bebemos
y bebemos. / Un hombre habita,
73. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
un hombre habita en la casa,
juega con las serpientes escribe/
escribe al oscurecer en Alemania
tus cabellos de oro Margarete,/
tus cabellos de ceniza Sulamita,/
cavamos una tumba en el aire,
allí no hay estrechez.
74. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
Grita, cavad unos la tierra más
profunda y los otros cantad,
sonad,/ empuña el hierro en la
cintura, lo blande sus ojos, son
azules,/ cavad unos más hondo
con las palas y los otros tocad
para la danza.
75. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
Negra leche del alba te bebemos de
noche,/ te bebemos al mediodía y la
mañana y al atardecer,/ bebemos y
bebemos,/ un hombre habita en la
casa tus cabellos de oro Margarete,/
tus cabellos de ceniza Sulamita, él
juega con las serpientes.
76. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
Grita, sonad más dulcemente, la
muerte, la muerte es un maestro
venido de Alemania,/ grita sonad con
más tristeza sombríos violines y
subiréis como humo en el aire/ y
tendréis una tumba en las nubes, allí
no hay estrechez.
77. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
Negra leche del alba te bebemos de
noche/ te bebemos a mediodía la
muerte es un maestro venido de
Alemania/ te bebemos en la tarde y la
mañana bebemos y bebemos/ la
muerte es un maestro venido de
Alemania sus ojos son azules/ te hiere
con una bala de plomo con precisión
78. PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE
Te hiere,/ un hombre habita en la
casa tus cabellos de oro Margarete,/
azuza contra nosotros sus mastines,
nos sepulta en el aire,/ juega con las
serpientes y sueña, la muerte es un
maestro de Alemania
Tus cabellos de oro Margarete
Tus cabellos de ceniza Sulamita.
79. RAINER MARÍA RILKE
Rilke nació en Praga en 1875, ciudad
que entonces pertenecía al Imperio
Austrohúngaro. Fue un viajero que no
encontró arraigo en un lugar
concreto, era una especie de solitario
profesional. Estudió en Praga,
Munich y Berlín. Vivió en París de
1902 a 1914 y durante dos años fue
81. RAINER MARÍA RILKE
secretario del escultor Rodin. Viajó
por Rusia, Egipto, Italia,
Escandinavia, Holanda y España, en
ocasiones acompañado de su amiga
Lou Andreas Salomé. Rilke
comprendía la labor del poeta como la
de un alquimista o profeta, que a
través de la palabra, procura
82. RAINER MARÍA RILKE
retratar con hondura la realidad que le
rodea. Su escritura se impregna de
pensamientos filosóficos. Sus obras
mayores son Las Elegías de Duino
(1912-1922). Describe la desaparición
del mundo sagrado en el mundo
moderno mediante una
contemplación atenta del entorno.
83. RAINER MARÍA RILKE
En los sonetos a Orfeo explora
la alucinación poética mediante
el mito de Orfeo. Los sonetos
captan la soledad de los
habitantes de las ciudades a
través de un universo compuesto
por ángeles, locos y ciegos.
84. RAINER MARÍA RILKE
Sus obras más importantes en prosa
fueron las Cartas a un joven poeta y
los cuadernos de Malte Lauren
Brigge. Rilke hablaba varios idiomas,
entre ellos el francés, el alemán, el
ruso, el danés y escribió obras en esos
idiomas. Fue una especie de escritor
universal.
85. RAINER MARÍA RILKE
Nunca trabajó en oficios remunerados
sino que tuvo varios mecenas que
alabaron su talento como escritor y
rapsoda. Sus temas principales son
existenciales, el análisis del hombre en
sus circunstancias y contradicciones,
la trascendencia, la fragilidad. Rilke
creaba palabras nuevas, que dificultan
86. RAINER MARÍA RILKE
a veces la comprensión de su obra. El
tratamiento de la naturaleza humana
sorprende por su profundidad.
Estuvo casado y tuvo una hija pero su
esposa, discípula de Rodin, le
abandonó, no por infidelidad, sino
para que pudiera dedicarse a tiempo
completo para viajar y escribir.
87. ELEGÍAS DE DUINO
El nombre proviene del lugar donde
Rilke compuso los primeros
fragmentos en enero de 1912 y planeó
el ciclo de poemas. Era el castillo
propiedad de los príncipes Thurn und
taxis en Duino. La idea surgió de una
experiencia de trance en enero de
1912. En febrero compuso la primera
88. ELEGÍAS DE DUINO
y la segunda. El conjunto se
completaría diez años después, en
febrero de 1922, en el pequeño
castillo medieval de Muzot sûr Sierre,
en el Valais Suizo, que otro mecenas,
Werner Reinhart le dispuso para que
pudiera inspirarse. Parte de la sexta
elegía fue escrita en Ronda (Málaga)
89. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
¿Quién, si gritara yo, me escucharía/
en los celestes coros? Y si un ángel/
inopinadamente me ciñera/ contra su
corazón, la fuerza de su ser/ me
borraría; porque la belleza no es/ sino
el nacimiento de lo terrible; un algo/
que nosotros podemos admirar y
soportar/ tan solo en la medida en
90. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
en que se atreve,/ desdeñoso, a existir
sin destruirnos./ Todo ángel es
terrible. Así yo, ahora/ sepulto, como
oscuros sollozos en mi pecho/ mi
grito de socorro. ¿A quién podremos
recurrir?/ Ni a los hombres ni los
ángeles./ ¡Ay! Incluso las bestias,
astutas, se percatan/ de que es torpe
91. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
e inseguro, nuestro paso/ que tropieza
en un mundo interpretado./ Quizá, tal
vez, podrían socorrernos/ el árbol
ese, que, en la solitaria/ ladera,
contemplamos diariamente;/ el
camino de ayer o la remisa/ lealtad de
una costumbre que, amoldada/ a
nosotros, prosigue a nuestro lado.
92. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
¡Oh!, y la noche, la noche cuando el
viento colmado de universo/ nos
lacera el rostro… ¿A quién no le
queda ella, la anhelada,/ que
desengaña con suavidad mientras
fatigosamente se cierne/ sobre el
corazón solitario? ¿Será más ligera
para los amantes?
93. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
¡Ay!, ellos sólo se ocultan su destino el
uno al otro./ ¿Aún no lo sabías?
Arroja el vacío de tus brazos/ hacia
los espacios que respiramos y así los
pájaros quizá/ sientan más grande el
aire con un vuelo más íntimo./
Si es cierto que las primaveras te
necesitaban. Algunas estrellas/
94. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
requirieron que tú las contemplases.
Una ola/ se alzó a ti desde el pasado,
o cuando/ pasando por delante de
una ventana abierta/ la notas de un
violín se te entregaron. Todo eso era
un orden./ Pero, ¿pudiste cumplirla?
No estabas siempre/ distraído, a la
espera, como si todo te anunciara una
95. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
amante? (¿Dónde podrías esconderla/
si los grandes y extraños
pensamientos entran y salen de ti/ y a
menudo se quedan por la noche?)/
Mas si la nostalgia te invade, canta a
las que amaron;/ su famoso
sentimiento aún está lejos de ser
inmortal./ Canta a las abandonadas,
96. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
A ésas, que casi con envidia,/ crees
más apasionadas que las otras amantes
satisfechas./ Vuelve siempre a
empezar aquel elogio inalcanzable;/
piensa que el héroe permanece, que la
muerte misma/ no fue sino un
pretexto para ser: su nacimiento
último./ Pero a las amantes la
97. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
la naturaleza agotada las reabsorbe/
en su seno, como si no tuviera ya la
fuerza necesaria/ para crearla por
segunda vez. ¿Has recordado lo
bastante/ el amor de Gaspara Stampa,
para que una muchacha cualquiera,/ a
quién su amante abandonó, ante la
exaltación de su ejemplo,/
98. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
pudiese exclamar.: ¡Ay, si yo fuese
como ella!/ ¿No deberían estos
dolores, los más viejos, volvérsenos al
fin/ fecundos? ¿No es tiempo ya de
liberarnos, amando, del amante,/ de
resistirle, estremecidos, como la flecha
resiste en el arco/ para, concentrada
en el salto, superarse a sí misma?
99. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
pues no hay permanencia en parte
alguna./
Voces, voces, escucha, corazón mío,
como solo los santos/ alguna vez lo
hicieron, la llamada gigante/ que los
alzó del suelo, mientras ellos,
absortos/ e impasibles, seguían de
rodillas,/ así es como escuchaban.
100. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
No es, ni de lejos, que tú pudieras
soportar/ la voz de Dios. Pero
escucha la brisa,/ el mensaje incesante
que surge del silencio./ Ahora hasta ti
llega el rumor de aquellos muertos
jóvenes./ Dondequiera que entrases,
en las iglesias de Nápoles y Roma,/
¿no te hablaba con calma de su sino?
101. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
O aparecía ante ti una inscripción
sublime,/ como hace poco aquella
lápida en Santa María Formosa./
¿Qué quieren de mí? Debo apartar
con suavidad/ esa apariencia de
injusticia que un poco a veces/
estorba el puro movimiento de sus
espíritus.
102. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
Es extraño sin duda no habitar ya la
tierra,/ dejar de practicar unas
costumbres apenas aprendidas,/ no
poder darles la significación de un
porvenir humano/ ni a las rosas ni a
las otras cosas, que eran de suyo una
promesa;/ lo que uno era en una
manos infinitamente angustiadas,/
103. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
no serlo ya e incluso el propio
nombre/ dejarlo abandonado como
un juguete roto./ Extraño no seguir
deseando los deseos. Extraño/ ver
todo aquello que se relacionaba/
flotando suelto en el espacio. Y estar
muerto es un trabajo penoso,/ es
recobrarse plenamente, hasta llegar
104. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
a sentir poco a poco/ la eternidad. –
Pero los vivos, todos caen,/ en el
error de distinguir con demasiada
fuerza./ Los ángeles, (se dice), a
menudo no saben si se mueven/ entre
los vivos o los muertos. El eterno
fluir/ arrastra consigo todas las
edades, a través de ambos reinos,
105. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
y en los dos, acallándolas, su rumor
las domina.
A fin de cuentas ya no nos necesitan
los prematuramente arrebatados,/
uno va perdiendo suavemente el
hábito de lo terrenal, como el niño/
que ya no muestra apego por el pecho
materno. Pero nosotros
106. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
que necesitamos/ de tan grandes
misterios, para quienes, a menudo,
brota de la tristeza/ un progreso feliz,
¿podríamos ser sin ellos?/ No en
vano la leyenda nos dice como antaño,
en el llanto por Linos,/ la música
primera osó penetrar la pétrea rigidez;
entonces, en el espacio aterrorizado,
107. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA I
que un adolescente casi
divino/ abandonó de pronto
para siempre, el vacío se
llenó de aquella vibración/
que ahora nos arrebata, nos
consuela y ayuda.
109. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA V
¿Quiénes son, dime esos titiriteros/
aún más borrosos que nosotros
mismos,/ a quienes desde edad
temprana urge y retuerce/ sin cesar -
¿para quién, por el amor de quién?-/
una voluntad nunca satisfecha?/ Ésta
los descoyunta, los dobla, los enlaza,
los despide y los vuelve a recoger.
110. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA V
Dan a través del aire –oleaginoso,/
resbaladizo-, en la raída alfombra,/
desgastada/ por su eterno saltar; en
esta alfombra/ -tan perdida en el
cosmos-,/ que colocan, a modo de
parche, sobre el suelo/ - como si el
cielo gris del arrabal/ hubiese
desgarrado allí la tierra.
111. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA V
Mas, apenas caído, se yerguen y
dibujan/ esa gran inicial de la
existencia./ Y el empellón de siempre,
repetido,/ derriba, una vez más, y
como en juego,/ aún a los más
robustos,/ con la facilidad que
Augusto el Fuerte/ arrojaba los platos
de estaño de su mesa.
112. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA V
Y en torno de este centro florece y se
deshoja/ lentamente la rosa de los
espectadores.
Contemplad a este marchito/ y
rugoso ejemplar de pesada andadura:
ya tan viejo, que sólo toca el tambor,
envuelto/ en su inmensa epidermis/
estirada/ como si ayer hubiese
113. RAINER MARÍA RILKE.
ELEGÍA V
y ved también al joven –que se diría
hijo de una monja/ y una nuca-, tenso
y vigoroso,/ rebosante de músculos y
simplicidad.
¡Oh, vosotros,/ a los que un dolor
todavía pequeño/ os recibió una vez
como juguete, en una de esas largas
convalecencias!
114. EUGENIO MONTALE
Eugenio Montale nació en Génova en
1896. Su infancia discurrió entre
Génova y una casa familiar en la costa
de Liguria, experiencia que influyó en
su percepción del paisaje y la
naturaleza. Asistió a clases de canto y
tenía unas notables condiciones
musicales que traslada a sus poemas.
115. EUGENIO MONTALE
Participó en la primera Guerra
Mundial como oficial de infantería.
Desde 1929 a 1939 dirigió una
prestigiosa institución cultural en
Florencia, llamada el Gabinete
Vieusseux, hasta que fue despedido
por su negativa a colaborar con el
fascismo. Desde 1947 trabajó para
116. EUGENIO MONTALE
el diario Il corriere della Sera, donde
escribe críticas musicales y crónicas de
viajes. Recibió el Premio Nobel de
Literatura en 1967. Ejerció también
labores de traductor al italiano de
autores como Cervantes, Shakespeare,
Eliot, Jorge Guillén o William
Faulkner.
117. EUGENIO MONTALE
En 1925 dio a conocer su libro más
famoso, Ossi di seppia, que ha sido
destacado como una obra
emblemática del llamado hermetismo
italiano. El hueso de la sepia es
símbolo de la desnudez del lenguaje,
representa a la aridez del paisaje. El
poema se desprende de elementos
118. EUGENIO MONTALE
superfluos para captar lo esencial. Su
literatura en este libro recoge el
paisaje de su niñez y traslada también
una sensación de soledad incorporada
a partir de los elementos del paisaje. A
esa obra siguieron títulos como Le
occasioni (1939), Finisterre (1943) o la
Bufera (1956).
119. EUGENIO MONTALE.
LA CASA DE LOS ADUANEROS
Tú no recuerdas la casa de los
aduaneros/ sobre el barranco a
pico en la escollera./ Desolada
te espera desde la noche/ que en
ella entró el enjambre de tus
pensamientos/ e inquieto se
detuvo.
120. EUGENIO MONTALE.
LA CASA DE LOS ADUANEROS
El viento bate hace años los viejos
muros/ y no es alegre ya el sonido de
tu risa,/ la brújula se mueve
enloquecida al acaso/ y el azar de los
dados ya no es más favorable./ Tú no
recuerdas; otro tiempo distrae/ tu
memoria; un hilo se devana.
121. EUGENIO MONTALE.
LA CASA DE LOS ADUANEROS
Aún sostengo un extremo; mas
se aleja/ la casa y sobre el techo
la veleta/ ennegrecida gira sin
piedad./ Tengo un extremo;
pero tú estás sola,/ ni respiras
aquí en la oscuridad.
122. EUGENIO MONTALE.
LA CASA DE LOS ADUANEROS
¡Oh, el horizonte en fuga, donde se
enciende,/ rara la luz del petrolero!/
¿El paso es éste? (Nuevamente el
oleaje/ pulula sobre el barranco que
se parte…)/ Tú no recuerdas ya la
casa de esta/ noche mía. Y no sé
quién se va ni quién se queda.
123. EUGENIO MONTALE.
NO NOS PIDAS LA PALABRA.
No nos pidas la palabra que
escudriñe por cada lado/
nuestro informe ánimo y con
letras de fuego/ lo declare y
resplandezca como un azafrán/
perdido en medio de un prado
polvoriento.
124. EUGENIO MONTALE.
NO NOS PIDAS LA PALABRA
¡Ah el hombre que seguro
marcha,/ amigo de los
demás y de sí mismo/ y no
cuida su sombra que la
canícula/ imprime sobre un
desconchado muro!
125. EUGENIO MONTALE.
NO NOS PIDAS LA PALABRA
No nos exijas la fórmula que
pueda abrirte mundos,/
pero sí alguna sílaba seca y
torcida como una rama./
Sólo eso podemos hoy
decirte,/ lo que no somos y
lo que no queremos.
126. T. S. ELLIOT
Con The Waste Land Elliot pretendía
mostrar la visión del yo moderno de
un modo fragmentado, en el intervalo
de las dos guerras mundiales, en una
época convulsa, llena de tensiones. A
partir del borrador inicial su amigo
Ezra Pound llevó a cabo una labor de
eliminación de elementos superfluos.
127. T. S. ELLIOT
El poema comienza con una parodia
de Geoffrey Chaucer, autor de los
cuentos de Canterbury. “Abril es el
mes más cruel”. Aparecen versos
líricos, elevados, mezclados con
conversaciones de carácter trivial y
citas que remiten a autores clásicos. Se
mezclan en ocasiones textos orientales
128. T. S. ELLIOT
en lengua sanscrita, con tratados
específicos de ornitología y viajes al
Océano Antártico. No existe un deseo
expreso de buscar una estructura sino
que la lectura avanza en un collage de
incoherencias que reivindica las
contradicciones de una época bélica.
129. T. S. ELLIOT
La Tierra Baldía se editó en octubre
de 1922 en el primer número de una
revista llamada Criterion, que
publicaba el propio Elliot. Añadió un
conjunto de notas para facilitar la
lectura y evitar las acusaciones de
plagio. Elliot aspira a buscar una
sucesión de acontecimientos que
130. T. S. ELLIOT
provoquen una emoción en el lector
con alusiones a culturas remotas y
distantes en el tiempo. Pound recortó
párrafos, en especial las caricaturas de
autores anteriores y eliminó partes
que le resultaban excesivamente
dramáticas. El poema era el reflejo del
malestar de una época.
131. T. S. ELLIOT
Elliot admiraba a Dante, un escritor
que buscó también la salvación a
través de su obra. Dante vivó su exilio
y Elliot, nacido en América, se hizo
súbdito británico y profesó la iglesia
anglicana. Los críticos acusaron a su
obra de ser “ un verdadero cuadro de
la chatarrería de la mente intelectual”.
132. T. S. ELLIOT
Su matrimonio a la edad de 68
años con su secretaria de 30
ofendió a algunos de sus amigos,
ya que Elliot siempre hizo gala
de un decoro en su vida social y
dentro de las convenciones de la
época.
133. T. S. ELLIOT
Ezra Pound fue el mentor de Elliot,
su guía en el mundo poético de la
época. Le ayudo a desarrollar su
talento poético a pesar de que ambos
tenían personalidades muy distintas.
Pound sufrió episodios de locura e
imaginaba conspiraciones por
doquier, mantenía polémicas con
134. T. S. ELLIOT
otros escritores. En cambio
Elliot vivió una vida más
cómoda como funcionario
de un banco y se relacionó
de un modo respetuoso con
su entorno.
135. T. S. ELLIOT
Mientras Elliot recibía en 1948 el
premio Nobel de Literatura por
parte del rey de Suecia y la
Orden de Mérito del rey Jorge
VI, su amigo Pound estaba
ingresado en el St. Elisabeth
Hospital de Washington para
dementes criminales.
136. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
Abril es el mes más cruel, criando/
lilas de la tierra muerta, mezclando/
memoria y deseo, removiendo/
turbias raíces con lluvia de
primavera./ El invierno nos mantenía
calientes, cubriendo/ tierra con nieve
olvidadiza, nutriendo/ un poco de
vida con tubérculos secos.
137. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
El verano nos sorprendió,
llegando por encima del
Starnbergersee/ con un
chaparrón; nos detuvimos en la
columnata,/ y seguimos a la luz
del sol, hasta el Hofgarten,/ y
tomamos café y hablamos un
buen rato.
138. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
Y cuando éramos niños, estando con
el archiduque,/ mi primo, me sacó en
un trineo,/ y tuve miedo. Él dijo,
Marie,/ Marie, agárrate fuerte. Y allá
que bajamos./ En las montañas, una
se siente libre./ Yo leo, buena parte de
la noche, y en invierno me voy al sur.
139. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
¿Cuáles son las raíces que se aferran,
qué ramas crecen/ de esta pétrea
basura? Hijo de hombre,/ no lo
puedes decir, ni adivinar, pues
conoces solo/ un montón de
imágenes rotas, en que da el sol/ y el
árbol muerto no da cobijo ni el grillo
da alivio,/ ni la piedra seca da ruido
140. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
de agua. Sólo/ hay sombra bajo esta
roca roja,/ (entra bajo la sombra de
esta roca roja),/ y te enseñaré algo
diferente, tanto/ de tu sombra por la
mañana caminando detrás de ti/
como de tu sombra por la tarde
subiendo a tu encuentro;/ te enseñaré
el miedo en un puñado de polvo.
141. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
“Me diste jacintos por primera
vez hace un año;/ me llamaron
la chica de los jacintos.” –Pero
cuando volvimos, tarde, del
jardín de los jacintos,/ tus
brazos llenos y tu pelo mojado,
142. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
no podía/ hablar y me
fallaban los ojos, no
estaba ni/ vivo ni
muerto, ni sabía nada,/
mirando en el corazón de
la luz, el silencio.
143. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
Madame Sosostris, famosa vidente,/
tenía un fuerte resfriado, sin
embargo/ es conocida como la mujer
más sabia de Europa,/ con una
perversa baraja. Aquí, dijo,/ está su
carta, el Marinero Fenicio ahogado/
(perlas son estos que fueron son sus
ojos. ¡Mirad!)
144. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
Aquí está Belladonna, la Señora de las
Piedras,/ la dama de las situaciones./
Aquí está el Hombre de los tres
Bastos, y aquí la Rueda/ y aquí el
mercader tuerto y esta carta,/ que está
en blanco, es algo que lleva él a la
espalda,/ que me está prohibido ver.
145. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
No encuentro/ al hombre ahorcado.
Tema la muerte por agua./ Veo
multitudes de gente, dando vueltas en
un círculo./ Gracias. Si ve a mi
querida Mrs. Equitone/ dígale que yo
misma le llevaré el horóscopo,/ en
estos tiempos hay que tener mucho
cuidado.
146. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
Ciudad irreal/ bajo la niebla parda de
un amanecer de invierno,/ una
multitud fluía por el Puente de
Londres, tantos,/ no creí que la
muerte hubiera deshecho a tantos. Se
exhalaban suspiros, breves y poco
frecuentes/ y cada cual llevaba los
ojos fijos ante los pies./ Fluían
147. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
cuesta arriba y bajando King William
Street,/a donde Santa María
Woolnoth daba las horas// con un
sonido muerto en la campanada final
de las nueve./ Allí vi a uno que
conocía y le paré, gritando:
“¡Stetson!/ ¡Tú, que estabas conmigo
en las naves en Mylae!
148. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
Ese cadáver que plantaste el año
pasado en tu jardín,/ ¿ha empezado a
retoñar? ¿Florecerá este año?/ O la
escarcha repentina le ha estropeado el
lecho?/ ¡Ah, mantén lejos de aquí al
perro, que es amigo del hombre/ o
volverá a desenterrarlo con las uñas!/
¡Tú! Hypocrite lecteur! –mom semblabe, -
mon frère!”
149. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
El pabellón del río está roto; los
últimos dedos de las hojas/ se aferran
y hunden en la mojada orilla. El
viento/ cruza la tierra parda, sin ser
oído. Las ninfas se han marchado./
Dulce Támesis, corre suavemente,
hasta que se acabe mi canto./ El río
no lleva botellas vacías, papeles de
150. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
de bocadillos,/ pañuelos de seda, cajas
de cartón, colillas/ ni otros
testimonios de noche de verano./ Las
ninfas se han marchado/ y sus
amigos, los ociosos herederos de
consejeros de la City;/ se han
marchado, sin dejar señas./ Junto a las
aguas del Leman me senté a llorar…
151. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
Dulce Támesis, corre suavemente,
hasta que acabe mi canto./ Dulce
Támesis, corre suavemente, pues no
hablo alto ni largo./ ¡Pero a mi
espalda en fría ráfaga escucho/ el
entrechocar de los huesos, y el risoteo
extendido de oreja a oreja!
152. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
Una rata se deslizó suavemente entre
la vegetación/ arrastrando su panza
fangosa por la orilla/ mientras yo
pescaba en el turbio canal/ un
atardecer de invierno por detrás de los
gasómetros/ meditando sobre la ruina
de mi hermano el rey/ y sobre la
muerte de mi padre el rey antes que él.
153. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
Blancos cuerpos desnudos en el
húmedo terreno bajo/ y huesos
dispersos en una seca buhardilla
baja,/ entrechocados por la pata de la
rata, año tras año./ Pero a mi espalda
de vez en cuando oigo/ el ruido de
bocinas y motores, que ha de llevar/ a
Sweeney hacia Mrs. Porter
154. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
En la primavera/Ah, la luna brillaba
clara sobre Mrs. Porter/ y sobre su
hija./ Se lavan en agua de Seltz los
pies./ Et O ces voix d´enfants,
chantant dans la coupole!
Ciudad irreal/ bajo la niebla parda de
un mediodía de invierno/ el Sr.
Eugénides, el mercader de Esmirna
155. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
Sin afeitar, con un bolsillo lleno
de grosellas/ a entregar en
Londres: documentos a la vista/
me invitó en francés demótico/
a almorzar en el Hotel de
Cannon Street/ seguido de un
fin de semana en el Metropole.
156. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
a la hora violeta, cuando los ojos y la
espalda/ se vuelven hacia arriba desde
el escritorio, cuando el motor humano
espera/ como un taxi que palpita
esperando/ yo Tiresias, aunque ciego,
palpitando entre dos vidas,/ anciano
con arrugados pechos femeninos,
veo/ a la hora violeta, a la hora del
157. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
del atardecer que se esfuerza/ por
volver a casa y lleva al marinero de
regreso al hogar./ La mecanógrafa en
su casa a la hora del té, recoge lo del
desayuno, enciende/ la estufa y saca
comida en lata./ Fuera de la ventana
están tendidas peligrosamente/ sus
combinaciones a secar tocadas por
158. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
los últimos rayos del sol,/ sobre el
diván se amontonan (de noche es su
cama)/ medias, pantuflas, fajas y
cubrecorsés./ Yo, Tiresias, anciano de
arrugados pechos,/ percibí la escena y
predije lo demás…/ Yo también
aguardé al visitante esperando.
159. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
El, el joven forunculoso, llega,/
empleado en una pequeña
agencia,/ con una sola mirada
atrevida,/ uno de los modestos
en que la seguridad se asienta/
como una chistera en el
millonario de Bradford./
160. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
El momento es ahora propicio, según
supone,/ la cena ha terminado, ella ha
está aburrida y cansada,/ se esfuerza
por hacerla entrar en caricias/ que
aún no son reprochadas, aunque no
deseadas./ Sofocado y decidido, la
ataca de una vez,/ manos
exploradoras no encuentran defensa:
161. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
su vanidad no requiere respuesta/ y
da la bienvenida a la indiferencia./ (Y
yo Tiresias he sufrido por adelantado
todo/ lo realizado en este mismo
diván o cama:/ yo que estuve sentado
junto a Tebas al pie del muro/ y
caminé entre los más bajos muertos)/
Él otorga un protector beso final/ y
162. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
y sale a tientas, encontrando las
escaleras sin luz…/ Ella se
vuelve a mirarse un momento en
el espejo,/ sin darse cuenta de
que se fue su amante:/ su
cerebro deja paso a un
pensamiento a medio formar:/
163. T. S. ELLIOT. LA TIERRA BALDÍA.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
cuando hermosa mujer
desciende a la locura/ y da
vueltas otra vez a su barco,
sola,/ se alisa el pelo con
mano automática/ y pone
un disco en el gramófono.
164. OSSIP MALDELSTAM
Nació en Varsovia en 1891. Estudió
filología en la Universidad de San
Petersburgo y luego se trasladó a
Heidelberg para ampliar
conocimientos. Pertenece a la
generación de ilustres escritores rusos
compuesta por Boris Pasternak, Ana
Ajmatova y Marina Tsvietaieva.
165. OSSIP MALDELSTAM
Participó en la creación del
movimiento acmeísta, el más
destacado de la cultura rusa de
las vanguardias junto al
futurismo. Además de teórico
destacó como crítico literario
con obras como Coloquio sobre
Dante de 1933.
166. OSSIP MALDELSTAM
En 1933 fue condenado a cuatro años
de destierro en la localidad de
Voronezh por escribir un poema
contra Stalin y su núcleo de
colaboradores. Cinco años después
fue procesado nuevamente y
condenado a trabajos forzados.
167. OSSIP MALDELSTAM
Falleció en 1938 en un campo de
trabajo. A su muerte su obra fue
silenciada y relegada al olvido por
parte del régimen de Stalin, pero a
partir de 1960 se inició la
recuperación de su legado. Su obra
más representativa es Cuadernos de
Voronezh (1935-1937).
168. MANDELSTAM. TRISTIA
Estudié la ciencia de la despedida/ en
las quejas de la noche. Rumian los
bueyes y la espera se alarga,/ la última
hora de las vigilias./Sigo el rito de esta
noche del gallo/ cuando tras llevar
una carga/ los ojos llorosos a lo lejos
miraron/ y lágrimas de mujer se
mezclaron con el canto de las musas.
169. OSIP MANDELSTAM
CRÍTICA A STALIN
Vivimos sin sentir el país bajo
nuestros pies,/ nuestras voces a diez
pasos no se oyen./ Y cuando osamos
hablar a medias,/ al montañés del
Kremlin siempre evocamos./ Sus
gordos dedos son sebosos gusanos/ y
sus seguras palabras, pesadas pesas./
De sus bigotes se ríen las cucarachas/
170. OSIP MANDELSTAM
CRÍTICA A STALIN
y relucen las cañas de sus botas./
Una taifa de pescozudos jefes le
rodea,/ con los hombrecillos
juega a los favores./ Uno silba,
otro maúlla, un tercero gime./ Y
sólo él parlotea y a todos, a
golpes,/
171. OSIP MANDELSTAM
CRÍTICA A STALIN
un decreto tras otro, como
herraduras, clava:/ en la
ingle, en la frente, en la ceja,
en el ojo./ Y cada ejecución
es una dicha/ para el recio
pecho del oseta.
172. GEORG TRAKL
Georg Trakl nació en Salzburgo
en 1897 y falleció en Cracovia en
1914. Fue uno de los primeros
poetas expresionistas y elaboró
una escritura poética de gran
originalidad.
173. GEORG TRAKL
Vivió atormentado por los
remordimientos que le
causó la relación amorosa
con su hermana. Padeció los
trastornos causados por el
alcohol y la cocaína.
174. GEORG TRAKL
Trakl era el cuarto hijo de los seis del
comerciante de ferretería Tobías Trakl
y su esposa María Halick. En 1908 fue
admitido para estudiar farmacia en la
Universidad de Viena. Escribe sus
primeros poemas animado por la
lectura de Rimbaud. A partir de 1911
comienza a trabajar en la farmacia
175. GEORG TRAKL
El Ángel Blanco. Vive periodos de
miseria económica debido a su
alcoholismo y frecuenta los ambientes
literarios de la ciudad. Comienza a
publicar poemas en la revista Der
Brener. En 1913 la editorial Albert
Langen rechazó la publicación de sus
poesías, aunque su literatura atrajo la
176. GEORG TRAKL
atención de Kurt Wolf, el editor
de Kafka. Takl le envió un
manuscrito, aunque no se llegó a
un acuerdo ya que el editor
solicitó a una tercera persona,
Franz Werfel, que eligiera
algunos poemas, no todos.
177. GEORG TRAKL
En 1914 comienza la Guerra contra
Rusia y se alista como sanitario en un
hospital de campaña en la retirada de
Grodek. Siente una gran impotencia y
se complica su depresión al atender de
un centenar de heridos que le
reclaman su ayuda para morir.
178. GEORG TRAKL
DE PROFUNDIS
Hay un campo de rastrojos donde cae
una lluvia negra./ Hay un árbol pardo
que esta allí solo./ Hay un viento
silbante girando entre chozas vacías./
¡Que triste es esta tarde!
A la vera del caserío/ recoge aún la
dulce huérfana escasas espigas./ Sus
ojos redondos y dorados pacen en el
179. GEORG TRAKL
DE PROFUNDIS
crepúsculo/ y su seno anhela al
esposo celeste./
De vuelta al hogar/ encontraron los
pastores el dulce cuerpo/ podrido en
el espino.
Una sombra soy lejos de oscuras
aldeas./ Silencio de Dios/ bebí en la
180. GEORG TRAKL
DE PROFUNDIS
fuente del bosque./
Frío metal huella mi frente./ Arañas
buscan mi corazón./ Hay una luz que
se apaga en mi boca.
De noche me encontré en un brezal,/
erizado de costra y polvo de estrellas,/
en los avellanos/ sonaron de nuevo
ángeles cristalinos.
181. GEORG TRAKL
SALMO
Hay una luz que el viento ha
apagado./ Hay una venta en el campo
que en la siesta un borracho
abandona./ Hay una viña abrasada y
negra con agujeros llenos de arañas./
Hay un cuarto que han blanqueado
con leche./ El demente ha muerto.
Hay una isla del mar del sur/ para
182. GEORG TRAKL
SALMO
adorar al dios del sol. Baten los
tambores./ Los hombres ejecutan
danzas guerreras./ Las mujeres
contonean las caderas entre
enredaderas y flores de fuego,/
cuando la mar canta. Oh nuestro
paraíso perdido./ Las ninfas han
abandonado los bosques de oro./
Sepultan al extranjero. Entonces
183. GEORG TRAKL
SALMO
comienza una lluvia flameante/ El
hijo de Pan aparece en la figura de un
peón caminero,/ que, dormido en el
asfalto abrasante olvida el mediodía./
Hay niñas en un patio con vestiditos
de una pobreza que desgarra el
corazón./
Hay salas llenas de acordes y sonatas./
184. GEORG TRAKL
SALMO
Hay sombras que se abrazan ante un
espejo ciego./ En las ventanas del
hospital se calientan los
convalecientes./ Un barco blanco
remonta el canal cargado de
epidemias sangrientas.
El jardín en la tarde. Sobre el claustro
revolotean los murciélagos./ Hay un
185. GEORG TRAKL
SALMO
bote vacío que, al atardecer, baja
a la deriva por el negro canal./
En la lobreguez del asilo se
derrumban sombras humanas./
De habitaciones crepusculares
salen ángeles con alas
manchadas de barro./
186. GEORG TRAKL
SALMO
La plaza de la iglesia es
sombría y silenciosa como
en los días de infancia./
Sobre suelas de plata se
deslizan vidas anteriores/ y
las sombras de los
condenados
187. GEORG TRAKL
SALMO
descienden a las aguas
suspirantes./ En su tumba
juega el mago blanco con
sus serpientes./ Silenciosos
sobre el calvario se abren los
ojos de Dios.
188. PRIMAVERA DEL ALMA
Grito súbito en sueños; el viento huye
por oscuros callejones,/ azul
primaveral hace señas a través de
enramadas que ceden,/ rocío
nocturno purpúreo y en torno se
apagan las estrellas./ Verdeante
oscurece el río, plateadas las viejas
avenidas/ y las torres de la ciudad.
189. PRIMAVERA DEL ALMA
Oh, suave embriaguez en deslizante/
canoa y las oscuras llamas del mirlo/
en el jardín infantil. Ya clarea en el
campo rosado/ Solemnes murmuran
las aguas./ Oh, las húmedas sombras
del prado,/ el animal avanza, una
rama de brotes florales verdeantes/
roza su frente de cristal; relumbra
190. PRIMAVERA DEL ALMA
la barquilla del columpio./
Apagado llega el son del sol
en las nubes rosadas, junto a
la colina./ Inmenso es el
silencio del abetal, primeras
sombras del río.
191. EL SUEÑO DE LA MALDAD
Al disiparse los sones de
campanillas de muerte/ un
amante despierta en negros
aposentos/ la mejilla pegada a
las estrellas/ que resplandecen
en la ventana. En el río brillan
las velas, mástiles y cuerdas.
192. EL SUEÑO DE LA MALDAD
Un fraile, una preñada, entre la
gente./ Rasguean guitarras,
lucen batas rojas./ Las castañas
se pudren en dorado/ esplendor
húmedo y tórrido, y es negro/ el
triste brillo de las iglesias.
193. EL SUEÑO DE LA MALDAD
De pálidas máscaras nos sale al paso/
espíritu del mal y hay sitios/ que se
oscurecen siniestros;/ anochece y en
islas hay susurros./ Sombrío mensaje
de vuelo de aves,/ leen los leprosos,
quizá ya en la noche/ pútrida cohorte
y en el parque acuden/ a verse
temblorosos los hermanos.
194. GEORG TRAKL. GRODEK
Por la noche resuenan los bosques
otoñales/ de las armas de muerte; las
planicies doradas/ y los lagos azules
por cuyos horizontes/ rueda el sol,
más siniestro y ya abraza la noche/ a
los guerreros que agonizan, la silvestre
quejumbre/ de sus bocas quebradas.
Se acumula callada a los pies del sauce
195. GEORG TRAKL. GRODEK
-las nubes escarlatas donde mora/
aquel dios furibundo-/ esa sangre
vertida, tan lunar su frescura./ En
negra podredumbre desembocan las
sendas./ Bajo el áureo follaje de la
noche estrellada,/ la sombra de la
hermana tambalea/ por silentes
florestas y saluda/ a los héroes
196. GEORG TRAKL. GRODEK
muertos, sus cabezas sangrantes./
¡Cuán dulce nace entre cañaverales/
aquel trinar oscuro de las faltas de
otoño!/ ¡Oh soberbia tristeza, y
vosotros, altares de bronce!/ Hoy
aviva un dolor gigantesco las igníferas
llamas/ de nuestro espíritu: nuestros
nietos nonatos.
197. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
El poeta senegalés Leopold
Sédar Senghor nació en Joal
el 9 de octubre de 1906, de
padre de la etnia perere y
madre de la etnia peul. Vivió
su infancia en la naturaleza y
luego estudió en París.
198. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
Senghor fue el primer profesor de
raza negra que impartió clases de
lengua francesa en Francia, en las
universidades de Tours y París, entre
1935 y 1945. En ese periodo de
tiempo tuvo la oportunidad de
conocer a autores como Aimé
Cesaire.
199. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
En 1939 accedió al ejército francés y
fue apresado y encarcelado por los
nazis. Pasó un par de años en campos
de concentración hasta que finalmente
fue liberado. En 1945 fundó el bloque
democrático senegalés.
Posteriormente se convirtió en un
portavoz respetado para el continente
200. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
africano y el Tercer Mundo. Tras
la independencia de Senegal en
1960 fue nombrado presidente.
Favoreció la implantación del
estudio en latín y griego en la
enseñanza de su país. Fundó la
Escuela Superior de Artes de
Dakar.
201. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
Su poesía tiene un marcado carácter
simbólico, que pretender reflejar las
tradiciones. Entre sus libros cabe
destacar Cantos de sombra de 1945,
que integra algunos poemas escritos
tras su apresamiento en la Charité sur
Loir, evocando el paisaje africano. Fue
nombrado Doctor Honoris Causa
202. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
por 37 universidades. Otras
obras suyas son Etiópicas
(1956), Nocturnas ( 1961)
Letras de invierno (1973),
Elegías Mayores (1979) y
Obra poética (1990)
203. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
Querido hermano blanco,/
cuando yo nací, era negro,/
cuando crecí, era negro,/
cuando estoy al sol, soy
negro/ cuando estoy
enfermo soy negro,/ cuando
muera seré negro.
204. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
En tanto que tú, hombre blanco/
cuando tú naciste, eras rosa,/ cuando
creciste, eras blanco,/ cuando te
pones al sol, eres rojo,/ cuando tienes
frío, eres azul,/ cuando tienes miedo,
te pones verde,/ cuando estás
enfermo, eres amarillo,/ cuando
mueras serás gris.
206. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
PLEGARIA A LAS MÁSCARAS
¡Máscaras! ¡Oh Máscaras!/ Máscara
negra, máscara roja, máscaras
blanquinegras./ Máscaras de todo
horizonte de donde sopla el Espíritu./
Os saludo en el silencio/ y no a ti el
último, antepasado de cabeza de
león./ Guardáis este lugar prohibido a
toda sonrisa de mujer, a toda sonrisa
207. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
PLEGARIA A LAS MÁSCARAS
que se marchita./ Destiláis ese aire de
eternidad en el que respiro el aire de
mis padres./ Máscaras de rostros sin
máscara, despojados de todo hoyuelo
y de toda arruga/ que habéis
compuesto este retrato, este rostro
mío inclinado sobre el altar de blanco
papel/ a vuestra imagen, escuchadme.
208. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
PLEGARIA A LAS MÁSCARAS
Ya se muere el África de los
imperios,/ es la agonía de una
princesa deplorable/ y también
Europa, a las que nos une el cordón
umbilical./ Fijad vuestros ojos
inmutables en vuestros hijos
dominados/ que dan su vida como el
pobre su última ropa/ que
respondamos con nuestra
209. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
PLEGARIA A LAS MÁSCARAS
presencia al renacer del mundo,/
como es necesaria la levadura a la
harina blanca./ ¿Pues quién enseñaría
el ritmo de las máquinas y de los
cañones al mundo desaparecido?/
¿Quién daría el grito de alegría para
despertar a muertos y huérfanos al
amanecer?
210. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
PLEGARIA A LAS MÁSCARAS
Decid, ¿quién devolvería el recuerdo
de la vida al hombre de esperanzas
rotas?/ Nos llaman los hombres del
algodón, del café, del aceite./ Nos
llaman los hombres de la muerte./
Somos los hombres de la danza, cuyos
pies recobran fuerza al golpear el duro
suelo.
211. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
IN MEMORIAM
Es Domingo./ Temo la masa de mis
semejantes con rostro de piedra./
Desde mi torre de cristal donde
habitan las migrañas, los antepasados
impacientes/ contemplo tejados y
colinas en la bruma/ en la quietud –
las chimeneas están sobrias y
desnudas./ A sus pies duermen mis
212. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
IN MEMORIAM
muertos, todos mi sueños reducidos a
polvo./ Todos mi sueños, la sangre
gratuita derramada a lo largo de las
calles, mezclada con la sangre de las
carnicerías./ Y ahora, desde este
observatorio casi de arrabal/
contemplo mis sueños distraídos a lo
largo de las calles, tendidos al pie de
213. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
IN MEMORIAM
de las colinas/ como los caudillos de
mi raza a orillas del Gambia y del
Saloum,/ ahora del Sena, al pie de las
colinas./ ¡Dejadme pensar en mis
muertos!/ Ayer fue el día de los
Santos, el aniversario solemne del sol/
y ningún recuerdo en ningún
cementerio./
214. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
IN MEMORIAM
Oh muertos que nunca quisisteis
morir, que siempre supisteis resistir a
la Muerte./ Hasta en Sine y hasta en
Sena y en mis venas frágiles, mi sangre
irreductible./ Proteged mis sueños
como a vuestros hijos, emigrantes de
piernas delgadas.
215. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
IN MEMORIAM
¡Oh muertos! Defended los
tejados de París en la bruma
dominical/ los tejados que
protegen a mis muertos./ Que
de mi torre arriesgadamente
segura, baje a la calle/ con mis
hermanos de ojos azules/ de
manos duras.
216. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
NOCHE DE SINE
Mujer, pon sobre mi frente tus manos
balsámicas, tus manos más suaves que
el armiño./ Allá arriba las palmeras
balanceadas que susurran en la alta
brisa nocturna./ Apenas. Ni siquiera
la canción de cuna./ Que nos arrulle
el silencio ritmado./ Escuchemos su
canto, escuchemos latir nuestra sangre
217. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
NOCHE DE SINE
sombría, escuchemos/ latir el pulso
profundo de África en la bruma de los
pueblos lejanos./Ya está declinando la
luna cansada hacia su lecho de mar en
calma./Ya se están apagando las
carcajadas, los narradores de cuentos
ellos mismos/Balancean ya la cabeza
como el niño en la espalda de la
madre.
218. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
NOCHE DE SINE
Ya se están agotando los pies de los
danzarines y la lengua de los coros
alternados./ Es la hora de las estrellas
y de la noche que sueña/ reclinada en
esta colina de nubes, envuelta en su
largo taparrabo de leche./ Las
techumbres de las chozas brillan con
ternura. ¿Qué dicen, tan confidencia
219. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
NOCHE DE SINE
a las estrellas?/ Dentro, el hogar se
apaga en la intimidad de perfumes
agrios y dulces./
Mujer, enciende la lámpara de clara
manteca, que charlen a su alrededor
los antepasados como los padres, los
niños duermen./ Escuchemos la voz
de los Ancianos de Elisa. Exiliados
220. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
NOCHE DE SINE
como nosotros./ No quisieron morir,
ni que se perdiera por las arenas su
torrente seminal./ Quiero escuchar,
en la choza ahumada visitada por un
reflejo de almas propicias./ Mi cabeza
sobre tu seno ardiente como un dang,
al salir humeante del fuego.
221. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
NOCHE DE SINE
Quiero aspirar el perfume
de nuestros Muertos,
recoger y repetir su voz viva,
aprender a/ vivir antes de
bajar, más allá que el
buceador, a las elevadas
profundidades del sueño.
222. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG. IX
En la espera de este día –el Somne, el
Sena, el Rin y los salvajes ríos eslavos
están ya rojos bajo la espada del
Arcángel/ y mi corazón va
desfalleciendo con el olor vinoso de la
sangre pero tengo consignas y el
deber de aguantar/ que al menos me
consuele, cada noche, el humor
223. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG. IX
viajero de mi doble./ Toko Wally, tío
mío. ¿Te acuerdas de las noches de
antaño cuando reclinaba pesadamente
mi cabeza en tu espalda de
paciencia?/ ¿O cuando cogiéndome
de la mano me guiabas por tinieblas y
señales?/ Los campos son flores de
luciérnagas; las estrellas se posan
224. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG. IX
sobre las hierbas, sobre los árboles,/
alrededor el silencio./ Sólo susurran
los perfumes de la selva, colmenas de
abejas rubias que dominan la frágil
vibración de los grillos./ Y el tantán
velado, respiración de la noche a lo
lejos./ Tú, Toko Wally, escuchas lo
inaudible/ y me explicas los misterios
225. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG. IX
que dicen los Antepasados en la
serenidad marina de las
constelaciones,/ el toro, el Escorpión,
el Leopardo, el Elefante, los Peces
familiares/ y la Pompa láctea de los
Espíritus a través de la marisma
celeste interminable./ Pero he aquí la
inteligencia de la diosa Luna y que los
226. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG. IX
velos de las tinieblas ya están
cayendo./ Noche de África, mi noche
negra, mística y clara, negra y
brillante./ Reposas de acuerdo con la
tierra, eres la Tierra y las colinas
armoniosas./ ¡Oh, Belleza Clásica que
no eres ángulo sino línea elástica,
elegante, esbelta!/
227. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG. IX
¡Oh rostro clásico! Desde la frente
combada bajo la selva de perfumes y
los grandes ojos oblicuos hasta la baya
graciosa del mentón/ y el ímpetu
fogoso de las colinas gemelas. ¡Oh,
curvas suaves, oh cara armoniosa!/
¡Oh, leona mía, mi Belleza negra, mi
Noche negra, mi Negra, mi desnuda!
228. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG. IX
¡Ah! Cuántas veces hiciste latir mi
corazón como el leopardo indómito
en su estrecha jaula./ Noche que me
libras de las razones de los salones de
los sofismas, de las piruetas de los
pretextos, de los odios calculados, de
las matanzas humanizadas./
229. LÉOPOLD SÉDHAR SENGHOR
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG. IX
Noche que fundes todas mis
contradicciones, todas las
contradicciones en la unidad primera
de tu negritud/ Recibe al niño
eternamente niño, al que doce años de
vagabundeo no han envejecido./ Sólo
traigo de Europa a esta niña amiga, la
claridad de sus ojos entre las brumas.
230. DEREK WALCOT
Derek Walcot nació en Castries, en la
isla de Santa Lucía, antigua colonia
británica en las pequeñas Antillas. Era
hijo de un pintor británico que falleció
cuando él tenía un año. Era nieto de
esclavos y su familia profesaba la
religión protestante en medio de una
comunidad católica.
231. DEREK WALCOT
En 1981 comenzó a trabajar
como profesor en la Universidad
de Harvard. Está considerado
como uno de los mejores
escritores del llamado Caribe
anglófono. Recibió el premio
Nobel de Literatura en 1992.
232. DEREK WALCOT
Ha escrito numerosas obras de
teatro y colecciones de poemas.
Entre esas composiciones
destaca Omeros, un gran poema
épico, una traslación del
argumento de la Iliada al Caribe.
233. EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR
El tiempo vendrá/ cuando con
gran alegría,/ tu saludarás al tú
mismo que llega/ a tu puerta, en
tu espejo/ y cada uno sonreirá a
la bienvenida del otro/ y dirá,
siéntate aquí, come./ Seguirás
amando al extraño que fue tú
mismo./
234. EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR
Ofrece vino. Ofrece pan.
Devuelve tu amor./ a ti
mismo, al extrañó que te
amó/ toda tu vida, a quien
no has conocido/ para
conocer a otro corazón,/
que te conoce de memoria./
235. EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR
Recoge las cartas del
escritorio,/ las fotografías,
las desesperadas líneas,
despega tu imagen del
espejo./ Siéntate. Celebra tu
vida.
236. EN LOS OTROS OCHENTA, CIEN
VERANOS QUE MARCHARON
En los otros ochenta, cien veranos
que marcharon/ como la luz de un
paraíso doméstico, la idea del cielo/
de un hedonista era el aparador de
una cocina francesa,/ manzanas y
garrafas de arcilla de Chardin a los
impresionistas./ El ojo era la única
verdad y aquello que atraviesa/
237. EN LOS OTROS OCHENTA,
CIEN VERANOS QUE MARCHARON
la retina se desvanece al amanecer; la
profundidad de nature norte/ era que
la propia muerte es solo otra
superficie,/ como el lienzo, pues
pintar no puede capturar el
pensamiento./ Cien veranos que se
fueron, con el acordeón que hace
olas,/ faldas, almohadillas, grupos en
238. EN LOS OTROS OCHENTA, CIEN VERANOS
QUE MARCHARON
botes, golpes blancos como zinc en el
agua,/ muchachas cuyas mejillas
ruborizadas no sobrevivieron a sus
rosas./ Entonces, como tubos
desecados, los soldados retorcidos/ se
amontonaron en el Somme y
Verdún./ Y los muertos/ menos
reales que una explosión fatal de
239. EN LOS OTROS OCHENTA, CIEN VERANOS
QUE MARCHARON
de crisantemos,/ idéntico
carmesí para la naturaleza
muerta y la matanza/ de jóvenes.
Tenían razón –todo le vale-/ al
pintor con su caballete puesto
como un fusil en los hombros.