Adela fue al bosque a buscar setas para su abuelita pero se dejó engañar por las setas de colores brillantes y gran tamaño, las cuales resultaron ser venenosas. Su abuelita le advirtió que no debía juzgar solo por las apariencias, ya que las setas arrugadas que había dejado eran las comestibles. Adela aprendió que a veces lo que luce bonito puede ocultar peligros y no se debe juzgar solo por lo externo.