El documento es un monólogo de una marioneta que reflexiona sobre la vida, la felicidad, el amor y la muerte. Aprendió que la verdadera felicidad está en el camino y no en la cima, y que debemos aprovechar cada día para expresar nuestro afecto a los demás. Concluye diciendo que hoy puede ser el último día para ver a los seres queridos.
4. Se despide un Genio
Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres... He aprendido que
todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la
verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido
que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño por vez
primera el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre. He
aprendido que un hombre únicamente tiene derecho de mirar otro
hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse. Son tantas
cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente de mucho
no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esta maleta,
infelizmente me estaré muriendo...
Gabriel García Márquez: La Marioneta, Si por un instante Dios se
olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de
vida…
5. Ha muerto un grande de la literatura en español.
Para muchos, el más grande.
15. Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el
coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era
entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava
construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se
precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes
como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que
muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había
que señalarlas con el dedo.
– Cien años de soledad (1967)
16. El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la
mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había
soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una
llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al
despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.
«Siempre soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero, su madre,
evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato.
«La semana anterior había soñado que iba solo en un avión de papel
de estaño que volaba sin tropezar por entre los almendros», me dijo.
– Cronica de una muerte anunciada (1981)
17. El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había más de
una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en
el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la
olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo
de café revueltas con óxido de lata.
Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la
hornilla de barro cocido en una actitud confiada e inocente
expectativa, el coronel experimentó la sensación de que nacían
hongos y lirios venenosos en sus tripas. Era octubre.
– El coronel no tiene quien le escriba (1961)
18. Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa. Había
llegado a Barranquilla esa mañana desde el pueblo distante donde
vivía la familia y no tenía la menor idea de cómo encontrarme.
Preguntando por aquí y por allá entre los conocidos, le indicaron
que me buscara en la librería Mundo o en los cafés vecinos, donde
iba dos veces al día a conversar con mis amigos escritores. El que
se lo dijo le advirtió: «Vaya con cuidado porque son locos de
remate». Llego a las doce en punto. Se abrió paso con su andar
ligero por entre las mesas de libros en exhibición, se me plantó
enfrente, mirándome a los ojos con la sonrisa picara de sus días
mejores, y antes que yo pudiera reaccionar, me dijo: «Soy tu
madre».
– Vivir para contarla (2002)
19. El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor
loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la
dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos
clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa
ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no
creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto
de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás. Era algo
menor que yo, y no sabía de ella desde hacía tantos años que bien
podía haber muerto. Pero al primer timbrazo reconocí la voz en el
teléfono, y le disparé sin preámbulos:
-Hoy sí.
– Memorias de mis putas tristes (2004)
20. Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba
siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal
Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras,
adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para
él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El
refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra,
fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se
había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un
sahumerio de cianuro de oro.
– El amor en los tiempos del cólera (1985)
21. El 22 de febrero se nos anunció que regresaríamos a Colombia.
Teníamos ocho meses de estar en Mobile, Alabama, Estados
Unidos, donde el A.R.C. "Caldas" fue sometido a reparaciones
electrónicas y de sus armamentos. Mientras reparaban el buque, los
miembros de la tripulación recibíamos una instrucción especial. En
los días de franquicia hacíamos lo que hacen todos los marineros en
tierra: íbamos al cine con la novia y nos reuníamos después en "Joe
Palooka", una taberna del puerto, donde tomábamos whisky y
armábamos tina bronca de vez en cuando.
– Relato de un náufrago (1955)
22. Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los
balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas
de alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo
estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad
despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna brisa de
muerto grande y de podrida grandeza. Sólo entonces nos atrevimos
a entrar sin embestir los carcomidos muros de piedra fortificada,
como querían los más resueltos, ni desquiciar con yuntas de bueyes
la entrada principal, como otros proponían...
– El otoño del patriarca (1975)
23. El padre Ángel se incorporó con un esfuerzo solemne. Se frotó los
párpados con los huesos de las manos, apartó el mosquitero de
punto y permaneció sentado en la estera pelada, pensativo un
instante, el tiempo indispensable para darse cuenta de que estaba
vivo, y para recordar la fecha y su correspondencia con el santoral.
«Martes cuatro de octubre», pensó: y dijo en voz baja: «San
Francisco de Asís.»
– La mala hora (1962)
24. Por primera vez he visto un cadáver. Es miércoles, pero siento como
si fuera domingo porque no he ido a la escuela y me han puesto este
vestido de pana verde que me aprieta en alguna parte. De la mano
de mamá, siguiendo a mi abuelo que tantea con el bastón a cada
paso para no tropezar con las cosas (no ve bien en la penumbra, y
cojea), he pasado frente al espejo de la sala y me he visto de cuerpo
entero, vestido de verde y con este blanco lazo almidonado que me
aprieta a un lado del cuello. Me he visto en la redonda luna
manchada y he pensado: Ése soy yo, como si hoy fuera domingo.
– La hojarasca (1955)
25.
26. "Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría
todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría màs, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demàs se detienen, despertaría cuando los demàs duermen.
Escucharía cuando los demàs hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi
cuerpo sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de
Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat seria la serenata que les ofrecería a la luna.
Regaría con mis làgrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos...
Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero.
Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.
A los hombres les probaría cuàn equivocados estàn al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que
envejecen cuando dejan de enamorarse! A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos
les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la
montaña, sin saber que la verdadera felicidad està en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene
atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas
cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habràn de servir, porque cuando me guarden
dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo...
...El mañana no le està asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no
esperes màs, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentaràs el día que no tomaste tiempo para una
sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca
de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y tràtalos bien, toma tiempo para decirles "lo siento", "perdóname",
"por favor", "gracias" y todas las palabras de amor que conoces.“
- Gabriel Garcia Marquez
27. fin
cast Hasta siempre, Gabriel García Márquez
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