La Casa Salazar se empezó a construir en el primer tercio del siglo XVII. Fue adquirida en el siglo XIX para servir como sede de los obispos de la Diócesis de Tenerife y sus oficinas. Destaca por su remate central y gárgolas con formas de animales, y su fachada barroca es considerada uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil canaria.