1. TITULO: La lectura nos abre las puertas del
mundo quete atravas a imaginar
AUTOR: Johana Lizeth Avalos Sanchez
2. Nombre del proyecto: ENTREMOS
POR LA PERTA PRINCIPAL:
Titulo de la antologia: La lectura nos
abre las puertas del mundo quete
atravas a imaginar
Autor: Johana Lizeth Avalos Sanchez
Escuela: Escuela Secundaria Tecnica
No 36
Asignatura: Español
Grado: 3 Grupo "A"
La lectura nos abre las pertas del
3. mundo que te atrevas a imaginar en
esta antologia beremos las leyendas,
cuentos de terror, poemas y fabulas los
textos estan organizadosnpor el tema
las leyendas son las primeras qe en
contraremos depues los centos de
terror etc. Esta antologia fue hecha
para ti estimado lector, con el
proposito de que adquieras
conocimientos y estimules t
imaginacion ya qe a travez de la lectra
podemos recrearnos, informarnos y
conocer las ideas de muchas
generaciones de los seres hmanos
recuerda qe el fomento a la lectura es
una de los permisos basicos de
"aprender para aprender" beno ya no
4. te interrumpo mas, te deseo un ben
viaje a travez de la lectura.
Indice
leyendas.........................................................................
....... 2 a 5
Dulce o
tr uco..............................................................................
. 2
El cer ro del
muer to..................................................................... 3
El monge en el panteon de
belen............................................. 4
Mi esposa
br uja........................................................................... 5
Mujer de
blanco...........................................................................
6
Cuentos de
5. ter ror................................................................ 8 a 12
En la
casa...............................................................................
..... 9
No quiero ir al
hospital............................................................. 10
ter ror en la
oscridad................................................................. 11
Una noche de luna
llena............................................................12
Poemas..........................................................................
... 14 a 18
A una
rosa...............................................................................
...14
De tente
sombra.......................................................................
15
Esta tar de mi
bien.................................................................... 16
La sentencia del
justo............................................................. 17
Ver de
embelesco.....................................................................
6. 18
Fabulas..........................................................................
.... 20 a 24
El a guila y la
zor ra..................................................................... 20
El pastorcito
mentiroso............................................................ 21
La cigar ra y la
or miga............................................................... 22
La liebre y la
tor tuga................................................................ 23
Los ratones poniendo el cascabel al
gato............................ 24
Dulce o tr uco.
En esta época los niños lo dicen para que les des sus
dulces. La leyenda cuenta que en la noche de Halloween
los espíritus podían vagar por toda la tier ra sin
restricción alguna, pero no solo ellos, también entes
podrían hacer lo mismo esa misma noche. Entre estos,
se encontraba uno muy malo que se llamaba “Jack
O’Lanter n” (esto dio origen a las calabacitas
7. iluminadas). Este visitaba los habitantes de cada casa y
decía “Tr uco o trato”. La leyenda nos dice que aceptar el
trato era la mejor opción, esta sin impor tar lo que fuera,
y si te ne gabas el usaría sus podres para hacer un tr uco,
y así maldecir la casa y todos sus habitantes. Para
prote ger se de Jack O’Lanter n, los habitantes empezaron
a fabricar calabacitas con rostros hor ribles para
ahuyentar a este espíritu malvado
El cer ro del muer to
Como cada noche el viento tiene algo que contar
mientras transpor ta miles de almas caídas en batalla
que no dejan dor mir sola a la ciudad vigilándola cada
vez que la oscuridad dice presente. Provenientes del
cer ro en realidad una montaña de 2400 metros de altura
en la cier ra madre occidental ubicada al poniente de
Aguascalientes estas apariciones cuentan la historia de
la pelea entre los pueblos fundadoras de la re gión, los
chichimecas los chalcas y los nahuatlacas el relato que
comienza con promesas de tier ra nar ra como después de
una reunión para acor dar la ocupación de la zona el
sacer dote líder de los chichimecas desapareció al tomar
un baño en el charco la cantera, levantando las
sospechas de un posible asesinato por los chalcas con
lo que comienza una sor presiva guer ra en la cual los
nahuatlacas decidieron solo mirar, la historia detalla
como el primer día de la batalla al zumbido de las
flechas iniciales al horizonte de aquel rojizo cer ro el
sacer dote que estaba per dido reapareció tratando de
8. detener la pelea sin resultados y por lo cual obtuvo una
flecha clavada al corazón que ahogo sus palabras y dio
inicio a su ver dadera muer te lue go de una lar ga
caminata en la que re gó su sangre los caminos de esas
tier ras lo cual dio ese par ticular color que durante los
ocasos atrae las miradas de la ciudad, se cuenta que al
lle gar a la punta del cer ro cayo muer to junto con todo su
pueblo incapaces de resistir la batalla, todos los
cuer pos fueron enter rados juntos a este sitio conocido
como el cer ro del muer to de este se platica que
continúan bajando las almas a vigilar sus calles y sus
extensos túneles que por debajo de la ciudad se
esconden relatos e historias que esperan ser rebelados.
Liber tad por un beso
La soberanía de Aguascalientes puede expresar su
existencia solo a par tir de un histórico beso, cuentan
que lue go de sopor tar la tiranía de Zacatecas desde
1791 y por mandato español los habitantes de
Aguascalientes buscaban independizar se y la
opor tunidad perfecta lle go con la vista del general Santa
Ana a la ciudad de 1835 infor mado de una sublevación
del estado del Zacatecano el general se tras lado a la
zona de Aguascalientes para preparar su respuesta y fue
recibido con los brazos abier tos del pueblo en especial
por la familia García Rojas compuesta por Luisa
Fer nández y su esposo Pedro, nombrado primer
gober nador años después de esta visita y de que se
concretara la independencia atendido como soberano el
militar fue homenajeado con una cena por la pareja la
cual entre alabos infor mo sobre las demandas de
soberanía de su gente, relatan que al quedar Luisa y el
general solos durante la cena ella le pidió su apoyo a
9. cambio de cualquier sacrificio. Santa Ana respondió con
la petición de un beso de la dama lue go se acerco a su
boca de la señora García y fue así como se logra el
primer paso a la autonomía del estado.
El monje en el ponteon de belen
En el año de 1996 el panteón de Belen abrió sus puer tas
al público para que se pudiera conocer una de las obras
mas celebres de nuestros ancestros, pero jamás
ima ginaron que este cementerio no estaba solo tenia
huéspedes esperándolos.
Hace 6 años unos novios se tomaron fotos como a las 5
de la tar de y su papa de la novia estaba a un lado
filmando y al otro lado el fotóg rafo y vieron como un
monje paso al fondo de donde estaban los novios y lue go
desapareció, esto fue un misterioso hallazgo.
Era un monje muy extraño que al caminar de costado
únicamente se aprecia que en su mano izquier da trae un
cr ucifijo blanco que se ha podido demostrar que existió
aproximadamente hace unos 300 años y poca gente sabe
que cuando se capto este fenómeno nada mas en una
cámara apareció.
10. Pasaron los años y los visitantes acudían diariamente a
ver la zona de la aparición todo parecia que había sido
una gran mentira.
Cor ría el año 2002 cuando nueva mente este misterioso
monje se dejaría ver, ahora ante los ojos del ser humano
por la tar de ante la mirada de cientos de per sonas pero
que solo unos cuantos pudieron ver.
Mi esposa br uja
Un señor se enamoro de una her mosa y sensual mujer,
con la cual se caso, se cor ría el r umor de que su esposa
era br uja el señor lleno de intriga quería comprobar si
esto era cier to ya que por las noches su esposa se
levantaba en plena madr ugada.
Un día va con una tarotista para pre guntar le que podría
hacer, la br uja le dice que cuando siga a su esposa, y se
deshaga del cuer po de mujer, tiene que colocar le sal a
su cuer po.
El esposo decidido la sigue una noche a un lugar aislado
de la ciudad, en un árbol her moso grande se transfor mo
en animal dejando su cuer po de mujer en el lugar, el
esposo espero a que se alejara la br uja para echar le sal.
Cuando la mujer re gresa e intenta re gresar a su cuer po
11. de mujer se retuerce de dolor y muere en el lugar. El
árbol her moso y grande se transfor mo en un árbol
g rande y espantoso que al solo mirar lo causaba ter ror.
“se dice que por las noches se escuchan los gritos
espeluznantes de la br uja”.
Hace ya unos años una mujer llamada Ema
acostumbraba a llevar le lonche a su exigente marido que
tr abajaba como velador en una de las empresas del
cor redor industrial. Una noche Ema caminaba por la
car retera del cor redor industrial con el lonche de su
marido en mano ya que era un poco tar de un descuido de
Ema al cr uzar sin precaución la hace protagonista de
esta leyenda.
Desde entonces una mujer vestida de blanco se hace
presente en este lugar, se gún los conductores que por
hay transitan comenta que Ema les pide que la lleven, la
sor presa de ellos al ignorar su petición es que de
manera inexplicable se encuentra dentro del auto.
Cuenta un conductor que el iba en la car retera cuando a
lo lejos vio una silueta blanca y cuando se acerco vio
que era una mujer que le hacía la parada entonces, él se
bajo del auto y no vio nada y dio la vuelta por que le
entro escalofrió y al voltear por el retrovisor vio que ahí
12. estaba de nuevo la mujer de blanco.
El coche
Erámos un gr upo de siete chicas, nos reuníamos los
fines de semana, algunas tar des entre semana y
pasábamos los veranos juntas. Una de nosotras
tr abajaba en una cer vecería por lo que era allí donde
nos reuníamos. Esta chica tenía muchos problemas en
casa, un padre alcóholico, una madre que no le hacía ni
puñetero caso...... Salimos ella y yo de marcha solas un
par de veces y una de esas veces cuando la dejaba a las
siete de la mañana en la puer ta de su casa, su padre
entr aba también con una tajada como un piano. Ella me
dijo: Si yo faltará el se moriría............(Era ella la única
de la familia que se preocupaba de recoger le de los
bares cuando ya no podía más y se encontraba tirado).
El caso es que no la ví en unos días..... una tar de de
verano me pre guntaron hacía cuanto que no la veía y me
dijeron que había tenido un accidente. Yo -ingenua de
mí- me fuí a su casa pensando en un piñe de moto y en ir
a ver la al hospital cuando me enteré de que había
sufrido una bajada de tensión y se había ahogado en una
piscina por que nadie se había dado cuenta a tiempo.....
No sé que me pasó que mientras el resto de la gente se
hundió a mi alrededor, yo saqué fuerzas no sé de donde,
y primero reconocí el cadaver (que no me asustó ni
13. impresionó lo más mínimo, cuando yo siempre había
pensado que pasaría lo contrario si tuviese que ver me
en esas circunstancias) y además aún tuve fuerzas para
ar re glar todo el papeleo del entier ro y or ganizar la par te
"social" del macabro acto que es enter rar a la gente que
quieres. Todo aquella marabunta pasó, el dolor se
a gudizó confor me se fue calmando el ambiente y
pasarón los días y yo......... me sentí de pronto fatal (una
reacción tar día pero no por eso menos traumática). Los
meses siguientes me pasó que más de una vez yendo en
mi coche sentí un escalofrío recor rer me el cuer po y
notaba una presencia en el asiento trasero que me hacía
mirar por el retrovisor para comprobar que ella no
estaba allí... siempre coincidía aquella sensación de
miedo y frío con una canción que nos gustaba mucho y
que yo aún ponía con asiduidad. Una vez fue tanto el
miedo y el feeling que aquella "presencia" que tuve que
aparcar en la cuneta y mirar hacia atrás acojonada para
convencer me de que no había nadie...... Al cabo de los
meses tuve que vender el coche, por que me daba pánico
tener un accidente al ir a buscar la en la par te trasera
cuando notaba su presencia allí, (si no lo has sentido no
lo entenderás y creerás que el subconsciente me
traicionó) pero aquella sensación era tan fuer te y real
que una y mil vidas que yo viva juraré que ella estába
allí. Cambié de coche como digo y aquel miedo cesó de
repente y los escalofríos también. Ah se me olvidaba!
Justo un año después murió su padre.... como ella
predijo. Recientemente viendo "El sexto sentido" he
llorado, de rabia, de dolor, y de nuevo de miedo, por que
he pensado que a lo peor mi amiga no sabía que estába
muer ta y se guía montándose en mi coche para que la
llevase de marcha.......
14. En la casa
Octavio tenía el deber diario de juntar leña para el
hogar. Por la tar de, después de lle gar de la escuela,
par tía r umbo al monte con un machete pequeño en la
cintura, un bolso para la botella de agua, una soga para
amar rar la leña, y la resor tera (tirachinas) colgada en el
cuello.
El muchacho siempre demoraba más de lo necesario,
pues se entretenía cazando pájaros con la resor tera,
nadando en el río, o tallando su nombre en los troncos
de los árboles.
Salía del monte al anochecer y, siguiendo un sendero
que atravesaba el campo, car gaba el atado de leña (que
siempre era pequeño) hasta su solitario hogar mientras
silbaba despreocupado. No lo inquietaba la noche que se
le venía encima, conocía muy bien el camino. Pero un
anochecer, cuando re gresaba más distraído que de
costumbre, al escudriñar en las tinieblas que iban
avanzando, no reconoció el paisaje.
Al girar buscando orientar se , divisó de pronto el
contor no de una casa que resaltaba en medio del campo,
y sintió que nuevamente se orientaba, mas ense guida
experimento una marcada inquietud: estaba frente a una
15. casa abandonada que todos creían embr ujada, y que por
eso evitaban cr uzar cerca, sobre todo de noche.
Se escuchó un rechinar, la puer ta se abrió
completamente, y Octavio fue testigo de una luz que fue
creciendo e iluminando el abandonado interior de la
vivienda. Sor presivamente, una anciana encor vada cr uzó
rengueando frente a la puer ta y giró la cabeza hacia
Octavio.
El pobre muchacho, hor rorizado, ar rojó el atado de leña
y se echó a cor rer en dirección contraria.
Ahora la oscuridad se había cer rado tanto que no veía
dónde pisaba, y mucho menos hacia dónde iba, pero el
ter ror lo hizo se guir cor riendo. Después se detuvo para
orientar se nuevamente, mas en aquella oscuridad era
imposible, sin embar go vio una luz, y al obser var la
distinguió que era su casa.
Entró cor riendo, la puer ta estaba completamente
abier ta.
En un rincón de la habitación estaba su madre, sentada
en una silla. Volteó lentamente hacia él y le pre guntó: -
¿Por qué vienes cor riendo?
- Por que… vi una cosa… en la casa… - le contestó
Octavio con la voz entrecor tada, por la agitación y el
ter ror.
- Bueno, descansa, toma aire y después me cuentas -
dijo la mujer. Se levantó y, rengueando, fue a cer rar la
puer ta, y cuando lo hizo todo el interior de la casa
abandonada quedó oscuro, y Octavio gritó de ter ror.
16. No quiero ir al hospital
Lorenzo estaba en su cama y apenas podía respirar.
Anabel, su esposa, se encontraba sentada a su lado y
trataba de calmar lo: él estaba sufriendo un fuer te
ataque de asma. Era de noche y unas nubes de
lluvia cubrían la luna, que apenas podía asomar se por
unos instantes, y apenas lo hacía, el viento ar rojaba
nubes delante de ella, y las tinieblas volvían a cer rar se.
Lorenzo, moviendo una mano, le indicó a Anabel que se
acercara más; ella acercó su oído a la boca de él. - No
quiero ir al hospital - susur ró Lorenzo.
- Vas a tener que ir, este ataque es muy fuer te - dijo ella
-. Sé que le tienes ter ror a los hospitales, pero esta vez
vas a ir.
Cuando él movió su mano una vez más para que su
esposa se acercara y así decir le algo, ésta no lo vio,
por que había volteado la cabeza al escuchar que
golpeaban la puer ta.
- Deben ser los de la ambulancia - le infor mó Anabel, y
salió a atender los.
Unos minutos después ya iban r umbo al hospital. La
ambulancia atravesó r uidosamente la tranquila noche de
la ciudad. Lle garon a destino, bajaron la camilla y
entraron al edificio, que por ser de noche tenía poca
actividad en sus cor redores.
17. Ya instalado en una habitación, con una máscara de
oxígeno en la cara, Lorenzo, asustado, recor ría la
habitación con la vista, y al mirar a su esposa, le rogaba
con la mirada que lo sacaran de allí; ella lo tomaba de la
mano y le decía que se quedara tranquilo.
Cuando el asma lo soltó, ense guida quiso volver a su
casa, pero un doctor insistió en que se quedara una
horas más. Si a la mañana se guía bien podía ir se. La
que sí se marchó fue Anabel; como él no estaba mal no
dejaron que se quedara.
Aunque al retirar se una enfer mera apagó la luz de la
habitación, Lorenzo se levantó para encender la: no
pensaba pasar lo que quedaba de la noche a oscuras en
un cuar to de hospital; pero aquella luz solamente sir vió
para ater rorizar lo más, pues gracias a ella, cuando
estaba acostado y recor ría nuevamente la habitación
con la mirada, se topó con la hor renda cara de un
monstr uo que lo espiaba desde la ventana. El monstr uo
no tenía cabello, en lugar de él exhibía unas costras
rojizas, sus ojos eran pequeños y completamente
ne g ros, por nariz tenía un hueco, y su boca de labios
rojos y delgados sonreía con infinita malicia.
En un pestañear el monstr uo estaba al lado de la cama,
le tapó la boca y la nariz con la mano y comenzó a
asfixiar lo. Lorenzo tenía los miembros paralizados por
un ter ror incontrolable. Sentía que la ar r ugada mano que
no lo dejaba respirar estaba helada; el monstr uo se guía
sonriendo malignamente.
Lorenzo abrió los ojos desmesuradamente, todo su ser
reclamaba aire, su tor so se agitaba, y cuando sus
18. miembros reaccionaron pataleó y afer ró la sábana con
las manos; pero ya era demasiado tar de, y lo invadió la
oscuridad: murió en el lugar que más temía.
La causa oficial de su muer te: un nuevo ataque de asma
combinado con un accidente; la máscara de oxígeno
falló y trágicamente ayudó a asfixiar lo. Le dijeron a
Anabel que se guramente él estaba dor mido cuando
sucedió.
Ter ror a la oscuridad
Ignacio tor res es un niño tapatío, desde que nació tuvo
un miedo espantoso a la oscuridad, todos los días al
dor mir los padres de Ignacio, encendían las luces de la
casa por el miedo de su hijo, pero desg raciadamente
cuando Luis cumplió 2 años falleció, los padres lo
enter raron en el panteon de belen ubicado en
Guadalajara, Jalisco.
Al día siguiente cuando los padres visitaron a su hijo
fallecido se dieron cuenta que la cripta estaba abier ta,
confor me pasaban los días este acontecimiento se guía
pasando, los padres contrataron un investigador para
saber el motivo por el cual se abría la cripta, el
investigador comprobó que la cripta se abría por sí sola,
se lo comprobó a los padres con un video, los padres no
querían aceptar lo, pero al final lo hicieron, se dieron
19. cuenta que el niño aun después de muer te, le se guía
temiendo a la obscuridad, desde ese momento todos los
días le llevaban velas para alumbrar su cripta.
“el miedo per siste después de la muer te”
Una noche de luna llena
Como hacía mucho calor, un calor agobiante, estuvimos
bañándonos en el ar royo hasta que bajó el sol.
La luna llena salió cuando todavía estaba claro, y
despar ramó su luz tenue por todo el campo, y llenó de
reflejos la superficie ondulante del ar royo.
Sebastián, Pedro y yo, tomamos el sendero que va r umbo
al caserío; delante de nosotros iban nuestros tres
per ros, que como siempre andaban molestando a las
per dices que se ocultan entre los pastos, haciéndolas
volar de pronto y cor riéndolas inútilmente, para
ense guida volver con la lengua de afuera.
Íbamos conver sando, pero al pasar frente a la solitaria
casa del viejo Fagundes hicimos silencio, por que aquel
antisocial solía cor rer a la gente que pasaba por allí de
noche. Cuando nos alejamos un poco intentamos
retomar la conver sación, mas la actitud de los per ros
llamó nuestra atención.
- ¿Qué estarán rastreando? - pre guntó Pedro.
- No es rastro de per diz - obser vó Sebastián.
20. - Per diz no es, no - afir mé -, apenas mueven la cola, y
están como inse guros.
Los tres rastreaban lo mismo, levantaban la cabeza y
miraban hacia un bosquecillo que debíamos cr uzar para
lle gar al camino. Más cerca de la arboleda se
detuvieron, y olfateando el aire comenzaron a gr uñir.
Nosotros paramos también y nos miramos. Nunca
habíamos visto aquella actitud en los per ros; parecían
temer le a algo que estaba allí, oculto entre las sombras
y el follaje.
En ese momento (lo conver samos después), ninguno
sintió miedo, pues confiábamos que si lo que andaba allí
se abalanzaba hacia nosotros, los per ros nos iban a
defender, por que la situación sería otra, además los tres
andábamos con cuchillo (algo que es nor mal en la gente
de campo). Mas nuestra confianza no era tanta como
para atravesar aquellas sombras sin saber lo que había
allí. Por eso decidimos rodear la arboleda. Al poner nos
en marcha, eché una última mirada, y entre unos troncos
vi pasar una silueta alta que parecía la de un hombre, lo
que no era humano era su cabeza, que al tener hocico
lar go parecía la de un per ro, o la de un lobo. Vi que le
brillaron los ojos al mirar hacia mí, se ocultó detrás de
un tronco y después me espió.
De ver una silueta nor mal el susto no hubiera sido tanto,
pero al ver aquello un espantoso escalofrío trepó por mi
espalda, y no sé cómo no grité. Sin poder hablar por el
ter ror que experimentaba, se guí caminando mientras
miraba sobre mi hombro.
21. Después, bajo las luces del caserío les conté a mis
amigos lo que había visto.
Temprano por la mañana, ar mados con escopetas,
volvimos al lugar e investigamos la arboleda.
Encontramos unas huellas que parecían ser de una
per sona descalza, pero la marca de los dedos eran
extrañas. Hicimos que los per ros las rastrearan, y tras
olfatear un poco quedaron mirando hacia la casa del
viejo Fagundes
La Sentencia del Justo
Fir ma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuer te!
¿Quién creerá que fir mando ajena muer te
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor cie go no advier te
Que car ga sobre sí la infausta suer te,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no fir méis, mirad si son violencias
22. Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena fir méis vuestras sentencias.....
A una Rosa
Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Ma gisterio pur púreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la her mosura.
Ama go de la humana ar quitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna ale gre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y lue go desmayada y encogida.
23. De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muer te y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.
DETENTE SOMBRA
Detente, sombra de mi bien esquivo,
ima gen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien ale gre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sir ve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de bur lar me lue go fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas bur lado el lazo estrecho
24. que tu for ma fantástica ceñía,
poco impor ta bur lar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
ESTA TARDE MI BIEN
Esta tar de, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te per suadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor ver tía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te ator menten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
25. mi corazón deshecho entre tus manos.
VERDE EMBELESO
Ver de embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despier tos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito ver dor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con ver des vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuer da en la for tuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
26. El águila y la zorra
Un águila y una zorra que eran muy amigas decidieron vivir
juntas con la idea de que eso reforzaría su amistad. Entonces el
águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus huevos,
mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la
tierra al pie del mismo árbol.
Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que
estaba hambrienta cayó sobre las zarzas, se llevó a los
zorruelos, y entonces ella y sus crías se regozijaron con un
banquete.
Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber
de la muerte de sus pequeños;
¿ Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar,
perseguir a uno que vuela ? Tuvo que conformarse con el usual
consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a su
ahora enemiga.
Mas no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago
de su traición contra la amistad. Se encontraban en el campo
unos pastores sacrificando una cabra; cayó el águila sobre ella y
se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en
su nido. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas,
ardiendo también sus pequeños aguiluchos, que por pequeños
aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo. Corrió
entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los
aguiluchos ante los ojos de su enemiga.
Nunca traiciones la amistad sincera, pues si lo hicieras, tarde o
temprano del cielo llegará el castigo.
El pastor mentiroso
Apacentando un joven su ganado, gritó desde la cima de
un collado: “¡Favor! que viene el lobo, labradores”.
Éstos, abandonando sus labores, acuden prontamente, y
hallan que es una chanza solamente. Vuelve a clamar, y
27. temen la desgracia; se gunda vez la bur la. ¡Linda gracia!
Pero ¿qué sucedió la vez tercera? que vino en realidad la
hambrienta fiera. Entonces el zagal se desgañita, y por
más que patea, llora y grita, no se mueve la gente,
escar mentada; y el lobo se devora la manada.
¡ Cuántas veces resulta de un engaño contra el
engañador el mayor daño!
La cigar ra y la hor miga
El invier no sería lar go y frío. Nadie sabía mejor que la
hor miga lo mucho que se había afanado durante todo el
otoño, acar reando arena y trozos de ra-mitas de aquí y
de allá. Había excavado dos dor mitorios y una cocina
flamantes, para que le sir vieran de casa y, desde lue go,
almacenado suficiente alimento para que le durase
hasta la primavera. Era, probablemente, el trabajador
más activo de los once hor migueros que constituían la
vecindad.
Se dedicaba aún con ahínco a esa tarea cuando, en las
últimas horas de una tar de de otoño, una aterida
cigar ra, que parecía morir se de hambre, se acercó
renqueando y pidió un bocado. Estaba tan flaca y débil
que, desde hacía varios días, sólo podía dar saltos de un
par de centímetros. La hor miga a duras penas logró oír
su trémula voz.
—¡Habla! —dijo la hor miga—. ¿No ves que estoy
ocupada? Hoy sólo he trabajado quince horas y no tengo
tiempo que per der.
Escupió sobre sus patas delanteras, se las restre gó y
alzó un grano de trigo que pesaba el doble que ella.
Lue go, mientras la cigar ra se recostaba débilmente
contra una hoja seca, la hor miga se fue de prisa con su
28. car ga. Pero volvió en un abrir y cer rar de ojos.
—¿Qué dijiste? —pre guntó nuevamente, tirando de otra
car ga—. Habla más fuer te.
—Dije que... ¡Dame cualquier cosa que te sobre! —rogó la
cigar ra—. Un bocado de trigo, un poquito de cebada. Me
muero de hambre.
Esta voz la hor miga cesó en su tarea y, descansando por
un momento, se secó el sudor que le caía de la frente.
—¿Qué hiciste durante todo el verano, mientras ye
tr abajaba? —pre guntó.
—Oh... No vayas a creer ni por un momento que estuve
ociosa —dijo la cigar ra, tosiendo—. Estuve cantando sin
cesar. ¡Todos los días!
La hor miga se lanzó como una flecha hacia otro grano de
trigo y se lo car gó al hombro.
—Conque cantaste todo el verano —repitió—. ¿Sabes qué
puedes hacer?
Los consumidos ojos de la cigar ra se iluminaron.
—No —dijo con aire esperanzado—. ¿Qué?
—Por lo que a mí se refiere, puedes bailar todo el
invier no —replicó la hor miga.
Y se fue hacia el hor miguero más próximo..., a llevar
otra car ga.
La tor tuga y La liebre.
Cier to día una liebre se bur laba de las cor tas patas y
lentitud al caminar de una tor tuga. Pero ésta, riéndose,
le replicó:
-Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganaría
en una competencia.
29. Y la liebre, totalmente se gura de que aquello era
imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zor ra que
señalara el camino y la meta.
LLe gado el día de la car rera, ar rancaron ambas al mismo
tiempo. La tor tuga nunca dejó de caminar y a su lento
paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta.
En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar
en el camino, se quedó dor mida. Cuando desper tó, y
moviéndose lo más veloz que pudo, vió como la tor tuga
había lle gado de primera al final y obtenido la victoria.
Con se guridad, constancia y paciencia, aunque a veces
parezcamos lentos, obtendremos siempre el éxito.
Los ratones poniendo el cascabel al gato.
Un hábil gato hacía tal matanza de ratones, que apenas
veía uno, era cena ser vida. Los pocos que quedaban, sin
valor para salir de
su agujero, se confor maban con su hambre. Para ellos,
ese no era un gato, era un diablo car nicero. Una noche
en que el gato par tió a los tejados en busca de su amor,
los ratones hicieron una junta sobre su problema más
ur gente.
Desde el principio, el ratón más anciano, sabio y
pr udente, sostuvo que de alguna manera, tar de o
temprano, había que idear un medio de modo que
siempre avisara la presencia del gato y pudieran ellos
esconder se a tiempo. Efectivamente, ese era el remedio
y no había otro. Todos fueron de la misma opinión, y
nada les pareció más indicado.
Uno de los asistentes propuso poner le un cascabel al
cuello del gato, lo que les entusiasmó muchísimo y
30. decían sería una excelente solución.Sólo se presentó
una dificultad: quién le ponía el cascabel al gato.
-- ¡Yo no, no soy tonto, no voy!
-- ¡Ah, yo no sé cómo hacer lo!
En fin, ter minó la reunión sin adoptar ningún acuer do.
Nunca busques soluciones imposibles de realizar.