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Índice
Leyendas de la costa
. LOS GIGANTES DE SANTA ELENA
. LAS PIEDRAS
.LA DIOSA DE UMIÑA
.EL TINTIN
.LA TUNDA SE CONVIERTE EN .GALLINA
.LA TUNDA
.LA DAMA TAPADA
.LOS AMANTES DE SUMPA
.LA LLORONA
LEYENDA DE LA SIERRA
.BRUJAS SOBRE IBARRA
.LAS VELAS DEL AMADOR
.UN SANTO ARISTOCRARAS Y SIN ZAPATOS
.QUIMERA Y EL TESORO DEL INCA
LA LEYENDA DE GUAMBONA
EL TAITA IMBABURA Y LA MAMA COTACACHI
LEYENDA DE GALAPAGOS
.LOS EUROPEOS Y LOS .FLOREANO
.LA TORTUGA GALAPAGOS
.ISLA DE FANTASIA
.EL PIRATA LEWIS
.ISLA CRUZ
LEYENDA DEL ORIENTE
.LA BOA Y EL TIGRE
.SANGRE DE DRAGO
.EL MISTERIO DE LA BOCANA DEL RIO MISAHUALLI
.EL CHIUTA Y EL SUMACO
.EL ÁRBOL DE LA ABUNDANCIA
.EL PODEROSO RAYO
.EL DELFIN ROSADO
LOS GIGANTES DE SANTA ELENA
Cierta mañana los habitantes de Simpa
fueron sorprendidos en alta mar por unas
balsas monstruosas, que dejaron
LEYENDAS
DE LAS
COSTAS
desembarcar a tripulantes a quienes el agua les llegaba a la
cintura y el mas corpulento de los Sum peños les llegaba a la
rodilla.Cuentan que eran tan grandes que un ojo era del
tamaño de un plato pequeño, los dedos del pie cada uno era
del grueso de un mangle mediano del sector, tenían cabellera
larga, hasta la cintura, pero como contrario, no tenían ni un
pelo en la cara, unos traían traje de pieles, otros la
mayoríatraían trajes paradisiacos.Se tendieron en la playa a
descansar, agotados, se durmieron, cuando despertaron se
dispusieron a preparar el desayuno para lo que recogieron
leña para avisar el fuego, leña que fue tomada de las palmas y
arboles que estaban sembrados a orilla del mar, en un
santiamén armaron la fogata, a continuación fueron en busca
de un atado de gallinas que encontraron mas adelante y se las
engulleron de un bocado, se notaba que tenían hambre
atrasada.
Recordemos que la Puntilla de Santa Elena, la misma que bien
llevaría el nombre de Cabo, es el punto mas saliente de la
costa Ecuatoriana,
Los gigantes decidieron construir ahí sus habitaciones, con
rocas que era lo que abundaba en el territorio, formaron una
especie de fortaleza, que estaba destinada a albergarlos.Un día
se adentraron tierra, y cayeron sobre el tirano que gobernaba
a los Sum peños, lo encerraron y murió preso, más el pueblo
no pudo alegrarse de su muerte, pues caer en manos de los
nuevos tiranos resulto peor.
Estos gigantes, acabaron con el rebaño, destruyeron sembríos
completos, hasta ahuyentaron a los peces del agua, como el
agua de los pozos de los Simpemos, no les dieran abasto,
labraron en las peñas profundas cisternas, donde reposan
hasta hoy gran cantidad de agua cristalina y pura que invita a
saciar la sed ahí.
Imaginan lo espectacular que resulto que estos gigantes
enamoraran a las pequeñas Supeditas…..
Los Simpemos cansados de que estos gigantes terminaran con
todo a su paso, incluidas sus mujeres, decidieron un día
enfrentarlos, mas cuando los gigantes percibieron el hecho se
armaron con ramas de los árboles y procedieron a
perseguirlos, los Simpemos se rindieron, no era para menos
se imaginan ser perseguidas por un grupo de gente que nos
doble o triplique en tamaño y grosor.
Desde entonces los gigantes precavidos, decidieron acabar
con todo Sompeso que en broma o en serio intentara
revelarse ante ellos, pero cuenta la historia que un día del
cielo se oyó un trueno, era Pachamanca, quien de un solo
sablazo termino con todos los gigantes, luego una bocanada
de fuego quemo todo, y tan solo quedaron unos cuantos
huesos y calaveras que el fuego dejo,enterrados bajo tierra.Así
los Simpemos volvieron a respirar a pulmónlleno, y no es sino
hasta nuestra época en que ya no se pone en duda la
existencia de los Gigantes, debido al sin número de
excavaciones y hallazgos que se han hecho en todo la
Provincia.
LA LEYENDA DE LA PIEDRA
Peñas arriba después de cruzar los tres ríos, que le
dieron nombre al pueblo, en las laderas cubiertas de
cafetales, briñones y bosques, se encuentran varias
piedras de gran tamaño, superpuestas unas sobre otras
como travesuras de gigante. Las irregularidades de las
rocas forman una cueva, donde la imaginación popular
se ha entretenido en crear seres fantásticos con
extraños poderes. Además, se tejió una hermosa
leyenda de amor entre una bella mujer descendiente
de españoles, y un indio de sangre real, pues era hijo de
caciques.
Hablamos de la Piedra del Encanto en el Cerro de La
Carpintera, Tres Ríos o La Unión. Pero no es una
piedra, sino varias -como ya anotamos- las que forman
el conjunto, que hoy día se encuentra al final de un
trillo enmontado, y más o menos a la mitad de La
Carpintera. Arboles de regular tamaño sombrean el
lugar por donde se desliza, pequeño y claro, un yurro o
riachuelo.
La leyenda romántica está asociada con los indígenas,
que Tres Ríos fue tierra de indios. Y cuando las
circunstancias la despoblaron, el Gobernador español
de turno se encargó de volver a plantar la piel aborigen
trasplantada desde Tala manca. Se dice que si usted
visita la piedra y se sienta por allí a descansar, de
inmediato desfila por su mente la vieja historia. Cuenta
esta narración que don Pánfilo Aguilar, viejo Cartago,
su señora y sus tres hijos, rumbearon a Tres Ríos en
busca de mejores tierras. Eran los tiempos heroicos de
la colonia.
En las cercanías del Tiribi construyó don Pánfilo su
rancho y poco a poco crecieron las sementeras y
aumentó el hato. Los hijos fueron hombres
trabajadores y valerosos y la muchacha -que eran dos
varones y una mujer-la más bella criatura” que ojos
humanos vieron”. Los viajes domingueros de don
Pánfilo y familia a Cartago, por la ruta de Coris, sólo
servían para que los otros metropolitanos se
extasiaran con aquel ángel de los Tres Ríos; y vestida
de ángel, precisamente, salió en una semana santa la
niña Catalina, que este era el nombre de la muchacha.
Pero a pesar de que más de un mancebo Cartago puso
en ella sus ojos y el fuego de su corazón, los latidos en
el pecho de la Aguilar andaban por otros rumbos, ya
que era íntima amiga de Sebe y Me queche, los hijos de
un cacique que habitaba por los predios cercanos a La
Carpintera, Elativa.
Poco a poco se estrechó la amistad entre Catalina y Me
queche, especialmente cuando el joven indio aprendió
todos los secretos de los grandes de su tribu y Catalina
veía en él al héroe de sus sueños. Pero esta amistad,
que terminó en un gran amor, fue motivo de alarma
para la familia del viejo español. Hubo consejo de
familia y finalmente se adoptó una decisión: trasladar a
Catalina a Cartago, para alejarla del indígena. Ante esta
situación, una voz le dijo al muchacho: “Roba a tu
amada”. Así lo hizo, con la complacencia de Catalina.
Cuando los Aguilar se dieron cuenta de la desaparición
de su hija, movieron cielo y tierra para encontrarla.
“Tal vez esté en la cueva de la montaña”, arguyó un
muchacho. Y todos se fueron hacia una enorme cueva
que había en La Carpintera. Pero resultó que en vez de
la cueva encontraron las piedras de que hablábamos al
comienzo de esta nota. Solamente se veía una cueva
muy pequeña y una hendidura. “Todas las esperanzas
de encontrar a Me queche y Catalina se desvanecieron
y aseguran los enamorados que visitan la piedra en
noches de luna llena, que sobre ella se ve a una joven
de cabellos rubios que acaricia a un joven moreno,
desnudo hasta la cintura y adornado con sus armas de
caza”. Tal la leyenda.
Fuente: “La leyenda de la piedra del encanto”. La Nación,
9 de enero de 1975, p. 14. c. (Suplemento Gentes y
Paisajes).
LA DIOSA UMIÑA
Los Mantas fueron politeístas. Cieza de León
atestigua una gran religiosidad. Hacían sacrificios
humanos y quemaban incienso en sus templos. Tenían
una diosa con poderes curativos, era una esmeralda del
tamaño de un huevo de avestruz a la que llamaban
"Umiña".
La Diosa Umiña era ídolo era una piedra de fina
esmeralda, cuyo valor podía exceder a todos los
tesoros juntos de muchos templos. Su adoración se la
realizaba en el templo construido en la isla de La Plata,
hasta donde llegaban enfermos de todas partes. Luego
que el gran sacerdote recibía la ofrenda (oro, plata y
piedras preciosas) hacía sus deprecaciones postrado
en tierra, y después de tomar con un paño blanco y
limpio a la Umiña, frotaba con el mismo paño la cabeza
del enfermo. Muchos enfermos sanaron. Tanta fama
alcanzó en la época prehispánica que incluso desde
Centroamérica llegaban enfermos en busaca de
sanación.Pero con la llegada de los españoles, que
siempre buscaron la piedra para robarla, los indios la
escondieron de manera que ese tesoro no se lo ha
podido encontrar.
EL TINTIN
El TINTIN es un personaje mítico propio de la zona montubia
del Ecuador.
Al parecer el Tintín es un hijo del dios Puna de la fecundidad
llamado Tin.
A este personaje se lo conoce como un enano, con gran
cabeza, pies vueltos hacía atrás y el miembro viril sumamente
desarrollado.
Además de su descripción usa un sombrero que llega un poco
más abajo de las orejas y produce un silbido lúgubre.
Se dice que Tintín persigue y asecha a las mujeres casadas,
preferentemente pelonas y cejonas para poseerlas
carnalmente, claro, luego de sumirlas en un trance hipnótico
cuando se les aparece.
La gente del lugar cree que cuando él se enamora de una
mujer sale por las noches de los huecos donde vive, llevando
una piedra como imán en un mate, la cual coloca debajo de las
escaleras para que todos los habitantes de la casa duerman
para así disfrutar de su mujer dormida;
Según el mito, una vez dormidas y tiernamente asechadas, él
se las lleva al monte y ahí las posee sexualmente, con la
cabeza para abajo y las nalgas para arriba.
Las mujeres que han sido víctimas del Tintín no recuerdan
nada, solamente amanecen con moretones y dolor en el
cuerpo.
Para mala suerte de aquel esposo que en alguna ocasión
descubre al Tintín de forma infraganti con su esposa raptada y
se atreve a insultarlo, ella muere en el acto.
El deseo de este curioso personaje es que las mujeres casadas
solo puedan quedar embarazadas de él, y cuando así sucede,
ellas dan a luz por lo general niños de apariencia normal, pero
sin esqueleto, por lo que pronto fallecen.
Según los lugareños, aquellos niños son enterrados o
abandonados en los cardos y luego se los quema, o
simplemente se los amarra a los palos más altos de las
barandas para atraer la buena suerte en las labores de la
pesca, que es una actividad común en el lugar.
Los hijos del Tintín que sobreviven y tuvieron algo de suerte
para poseer esqueleto, con el pasar de los años se vuelven
seductores natos de mujeres, a las que consiguen y embaucan
con mil artimañas.
LA TUNDA SE CONVIERTE EN GALLINA
En “Juyungo” se cuenta que un
muchachito esmeraldeño fue
enviado a eso de las cinco de la
tarde, hora de oración, a
recoger a unas cuantas
gallinas que andaban
desperdigadas por los
contornos. De pronto una
linda gallina blanca atrajo la
atención del chicuelo. “Cho,
cho, jurón, jurón” gritaba, corriendo detrás de ella pero
esta era una experta y lo fue llevando hacia el monte.
Cuando quiso regresar ya era tarde, estaba perdido.
Era la temible “Tunda” que se había convertido en
gallina.
Pero la Tunda teme a los perros y el solo ladrido de
uno de ellos la hace desaparecer; por eso los parientes
de la víctima corrieron por los montes con una
verdadera jauría, hasta encontrarlo al tercer día, casi
muerto del susto e indigesto de tanto camarón. ¡Qué
mala es la Tunda!
Dicen que la tunda no es negra, si no negrisísisima
como una noche sin
luna ni estrellas como una casa sin puertas ni
ventanas. La Tunda no tiene bemba, sino bembísima,
quiere decir una bemba así y asá. En vez de pierna
derecha, maneja una pata de molinillo, que suena ¡tun!
Cuando camina por el monte. Más cuando ella se ríe, se
ilumina la noche y llueve cocos recién pelados. Vuelan
mariposas blancas. Entonces, la gente que ya sabe, se
da cuenta que la Tunda anda por allí. Y al más pesado
se le aparecen en el camino meneando sus caderas.
A uno de la comunidad se le apareció, no una mujer
sino como perico, que cuando él más caminaba
el Perico se iba más lejos. Tanto que le hizo caminar
toda la noche y no lo pudo cazar. Tuvo que amanecer
en el monte, cruzando por espinales u matorrales, pero
él no se hizo daño porque sentía que alguien le cargaba
para pasar las espinas.
La comunidad se preocupó de si desaparición y fueron
a buscarle con la madrina, bombo, cununo, guasa.
Cuando lo encontraron, tuvieron que echarle agua
bendita, porque gritaba, tenía los ojos que se le querían
salir y el cuerpo gelatinoso, pues había comido el tapao
de camarón hecho por ella. Y esa era la forma de
embobar a sus víctimas.Así, cuando ya cumplía
sus propósitos los abandonaba e iba por otro.
LA TUNDA
Una mujer fea, que tiene un pie de molinillo o de raíz de un
árbol y el otro como el
De un bebé se lleva a los bebés sin bautismo y a los
desobedientes.
Este es un mito propio de los departamentos que poseen costa
en el Océano Pacífico. Cuentan los que saben que este
personaje mítico es una mujer fea, que tiene un pie de
molinillo o de tingui-tingui (raíz de un árbol) y el otro como el
de un bebé. Se lleva a los moritos (bebés sin bautismo), a los
niños desobedientes, a los maridos trasnochadores e infieles y
a jóvenes hombres o mujeres, a los confines del monte para
convertirlos en sus amantes.
"La Tunda" engaña a sus víctimas tomando la apariencia de
sus madres u otro ser querido para que la sigan al monte; ya
en sus dominios, los alimenta con camarones y cangrejos. Con
sus malos olores emboba a sus víctimas, y les saca la sangre.
Los “entundados” aprenden ha amar a dicha mujer y rechazan
a los humanos. Para poder rescatarlos de "La Tunda", es
necesario formar una comisión con el padrino y la madrina
del “entundado”, un sacerdote, amigos y otros familiares.
Todos ellos se internan en el monte tocando tambores
(cununos y bombos), quemando pólvora, disparando
escopetas, rezando las oraciones y diciendo palabras soeces
para que ella desaparezca.
Algunos dicen que "La Tunda" es negra y que huele muy mal,
es un ser que experimenta sentimientos humanos, se
enamora, se queja y odia, especialmente a los niños. A pesar
de sus sentimientos y acciones humanas, "La Tunda" tiene
poderes sobrehumanos, pues es ella quien produce la
conjugación de sol y lluvia, y cuando esto pasa la gente del
Pacífico dice que: “la Tunda está pariendo”.
Se dice que en una zona rural del municipio de Buenaventura,
existe la Mantuda, la mamá de la Tunda. Una vez en una fiesta,
se organizó un concurso de baile y "La Tunda" componía una
de las parejas finalistas, pero alguien la descubrió al mirar la
pata de molinillo y gritó “¡vela Tunda, esa es la Tunda!” y esta
salió corriendo.
LA DAMA TAPADA
Esta historia es parte
de la creencia
popular ecuatoriana,
paso en guayaquil.
Según la tradición,
este ocurrió cerca del
año 1700, y varias
personas murieron a
causa de la Dama.
Se dice que en Guayaquil, la Dama Tapada,
se aparecía en horas cercanas a la media
noche a personas que frecuentaban
callejones no muy concurridos. Según las
historias relatadas por muchas personas
acerca de estos acontecimientos, una
joven se les aparecía, vistiendo un
elegante vestido de la época, con
sombrilla, pero algo muy particular en ella
era que llevaba su rostro tapado con un
velo, el cual no permitía que las víctimas la
reconocieran.
Despedía a su entorno una fragancia
agradable, y casi todos los que la veían
quedaban impactados al verla. Hacía
señales para que la siguiesen y, en trance,
las víctimas accedían a la causa pero ella
no permitía que se les acercara lo
suficiente.
Los alejaba del centro urbano y en lugares
remotos empezaba a detenerse.
Cuando las víctimas se le acercaban a
descubrirle el rostro un olor nauseabundo
contaminaba el ambiente, y al ver su
rostro apreciaban un cadáver aún en
proceso de putrefacción. Sus ojos parecían
destellantes bolas de fuego.
La mayoría de las víctimas morían,
algunos por el susto y otros por la
pestilente fragancia que emanaba el
espectro.
Muy pocos sobrevivían y en la cultura
popular los llamaban tunantes.
LOS AMANTES DE SUMPA
Con este nombre, se reconoce a un particular
entierro de una pareja perteneciente a la
cultura Las Vegas, de aproximadamente
entre 5.000 y 6.000 años a. C, descubierto en
un cementerio cercano a la población de
Santa Elena, en la península del mismo
nombre.
Se trata de un entierro doble de un hombre y
una mujer de aproximadamente 20 y 25 años
de edad, que fueron
sepultados cuidadosamente juntos. El
hombre con su mano derecha sobre la cintura
de la mujer y con la pierna derecha sobre la
pelvis de ella. La mujer, por su parte, se
encuentra en posición flexionada, con un
brazo sobre su cabeza.
Aspecto poco común de este “entierro” son 6
piedras grandes que fueron colocadas encima
de los cadáveres de la pareja.
LA LLORONA
A principio de los años 1500, la Llorona era la chica más
bonita en un pequeño pueblo de Texas. Todo hombre en
aquel lugar deseaba contraerla en matrimonio, pero hubo
uno que siempre ella quiso. Este afortunado caballero,
entonces, se hizo amigo de la familia de ella, y así la cortejó
durante años, hasta que decidieron casarse. Al tercer año
del matrimonio tuvieron su primer hijo, seguido por dos
más.
Apenas un día antes del cumpleaños del hijo mayor, el
esposo salió de casa, diciendo ir ‘’a comprar un regalo’’.
Pero este nunca llegó.
Despidiéndose de su esposa e hijos dejó el pueblo para
siempre. Para jamás ser visto de nuevo. Algunos dicen que
se casó con una muchacha más joven, otros corrían
rumores que había sido asesinado, pero nunca se supo la
razón por la cual abandonó a su familia.
Los años pasaron, y eventualmente, La Llorona aceptó la
realidad de su abandono. Luego de olvidarse del ingrato
entregó su corazón a un rico hacendado de la zona. Ella le
pidió casarse con él. Pero este se rehusó debido a los tres
hijos que tenía.
Enojada por su respuesta, corrió hasta su casa, le dijo a sus
pequeños que irían al río a darse un baño. Los chicos
obedecieron y fueron adentrándose en la parte menos
profunda del río Grande. Pero su madre tenía otros planes.
Les dijo que eran suficientemente mayores para estar en la
parte honda del río. Allí, ella pretendía lavar sus cabellos,
pero de repente comenzó a presionar sus cabezas, y a
empujar sus menudos cuerpos dentro del agua
firmemente, sin parar, hasta encontrar a los tres pequeños
totalmente ahogados.
Después de observar los cadáveres de sus preciados hijos
se dirigió hacia la casa de su amado, y le explicó lo
ocurrido. El hombre, sin creerlo declaró que jamás se
casaría con tal asesina, y la ordenó que se marchara de su
casa en ese momento.
Al tiempo se dio cuenta del tan grave mal que le había
causado a su familia; y desamparada, corrió al río. Allí
permaneció, llorando insaciablemente, sin comer o
conseguir dormir, hasta que finalmente murió.
Su alma condenada vaga ahora por los ríos, llorando
desesperadamente, en busca de sus hijos perdidos.
LEYENDAS
DE LA
SIERRA
BRUJAS SOBRE IBARRA
(Leyenda imbabureña)
Eran muchas las noches que los vecinos decían sentir y oir algo
volando sobre la “Ciudad Blanca”.
Los mayores aseguraban que se trataba de las Brujas de Mira,
Pimampiro y Urcuquí, quienes a diferencia de sus parientas europeas,
vestían de un prístino blanco y volaban extendiendo sus propios
brazos por lo cual rasgaban el viento produciendo un sonido ya
conocido.
No faltó quien descubriera que una de las maneras de combatirlas era
tendiéndose al suelo en forma de cruz. El efecto era instantáneo y caían
al suelo de forma inmediata destruyéndose completamente. Sin
embargo para aquel que quisiera encontrar la identidad de las
voladoras no tenía más que pedirles una nueva visita para el día
siguiente y que les recibiría con sal. Engaños de uno y otro lado
generaron estrategias de protección, cada bando buscando la
supremacía sobre el otro.
Aquellos burlones eran convertidos en gallos o mulas. Cuenta la
leyenda que esto fue lo que le pasó al incrédulo doctor Rafael Miranda,
quien desapareció un buen día sin dejar rastro y pese a la intensa
búsqueda de amigos y parientes no pudo ser encontrado.
Un buen tiempo pasó cuando un amigo del médico desaparecido creyó
verlo en persona, portando un azadón en la mano y fuera de toda la
etiqueta de vestido que su condición de profesional le imponía. Su
imagen y actitud, contó luego, era muy similar al de un gallo
escarbando la tierra.
LAS VELAS DEL AMADOR
Don Juan Tenorio había llorado sobre la
tumba de Doña Inés. Al final, acaso,
había entendido que el Amor era una
expiación. Por eso, en la escena del
teatro se develaba una estatua. En
medio de las sombras Doña Inés sale de
su tumba y exclama: "Don Juan mi mano
asegura/esta mano que a la
altura/tendió tu contrito afán/y Dios
perdona a Don Juan/al pie de la
sepultura".
Cuando el relato de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, cruzó el
mar desde España, el actor llegó tan maltrecho que se lo confundió
con cualquier personaje entregado a los lances amorosos. Y había
una diferencia: los donjuanes de América no sufrían por amor.
Sin embargo el personaje se había convertido en sinónimo de
buscador de aventuras amatorias y por eso no fue casual que en
San Miguelito, en Tungurahua, el cazador de fragancias del pueblo
sea conocido como Don Tenorio, olvidándose el de Juan, porque
hasta el nombre no había podido desembarcar de España.
Este mozuelo llevaba una máxima: la empresa amatoria más ardua
lo catapultaría a ser la admiración de todas las muchachas del
pueblo. Por este motivo eligió a una hija de María, como se conocía
a las doncellas que estaban con la profesión de beatas en el cuello.
La joven llegaba temprano a la iglesia envuelta en una chalina
negra y su cara cubierta de un velo casi imperceptible, aunque se
podía intuir su cabellera larga.
Don Tenorio la esperó con paciencia. Sabía que no hay diligencia
mejor que la realizada con cautela. La damisela declinó, al inició, la
invitación pero ante los ruegos aceptó encontrarse en las primeras
sombras de la tarde. Los jóvenes parecieron entenderse con las
miradas. La mujer lo condujo hasta una casa apartada. Al cerrar la
puerta una habitación mínima se develó ante la insistencia de un
escaso fuego producido por siete velas.
Las siluetas se proyectaron en las paredes ásperas con olor a
tierra. Las sombras parecían disiparse y cuando Don Tenorio se
acercó el leve resplandor se consumió. Las palabras se quedaron
flotando en el aire. El joven llamó tiernamente a su futura amada
pero no obtuvo respuesta. Después a tientas intentó localizar una
cerilla pero fue inútil. Palpó la pared y tampoco encontró la salida.
Fue allí que comenzaron los fatigosos gritos envueltos en un eco
bronco, en medio de una estancia oscura. Su cuerpo cayó al suelo
sólo para comprobar que la tierra era más húmeda que antes.
Para el tercer día Don Tenorio tenia la garganta lacerada y sus
leves quejidos eran cada vez más distantes. Pero no dio tregua y
siguió gritando mientras sus manos arañaban la pared, con rastros
de sangre.
Ese día el sepulturero del pueblo llegó mas temprano y escucho
unas voces que salían de una tumba. Antes de que el aliento se le
termine llego hasta la casa del teniente político con la inesperada
noticia y la cara desencajada como un mal agüero. Cuando los dos
hombres se dirigieron al cementerio ya les acompañaba una
muchedumbre ansiosa por escuchar las voces que salían del
cementerio.
El panteonero, junto con algunos vecinos, cavó rápidamente la fosa
y en medio de terrones negruzcos apareció la cabeza de Don
Tenorio, con los ojos lastimados por la luz. Fue sacado al vilo y
antes que pudiera decir nada se arrodilló delante de medio pueblo
y pidió perdón por su único delito: burlador de mujeres.
Los viejos de San Miguelito aun no se ponen de acuerdo en las
versiones del hecho. Hay quienes aseguran que Don Tenorio entró
en un convento; otros dicen que un alma del otro mundo se
enamoró del mozuelo. Más, en los textos de Zorrilla se puede
encontrar una alegoría de lo sucedido en San Miguelito y es
cuando la sombra de Doña Inés exclama.
UN SANTO ARISTÓCRATA Y SIN ZAPATOS
En el Año 1910, los vecinos de San Roque se sorprendían
de ver caminando por sus calles a un caballero alto,
distinguido de ojos azules y barba rubia que solía vestir
humildemente y caminar descalzo. Durante muchos años
ocupó una tiendita oscura y húmeda que quedaba en la
calle Roca fuerte, frente a la iglesia del barrio.
En aquel cuarto tan austero, este singular personaje montó
una zapatería con una mesa y unas pocas hormas, planchas
de machacar, suelas y otros artículos necesarios para
ejercer el oficio de zapatero remendón. Dos muchachitos
sanroqueños ayudaban al extraño zapatero y además de
aprender el oficio, ganaban un peso diario más comida, una
remuneración que era casi una fortuna para aquella época
en que se compraba un huevo por un calé y una gallina
ponedora por seis reales.
Toda bondad y gentileza era el "zapatero descalzo" como lo
empezó a llamar la barriada. Cobraba muy barato y cuando
el cliente era pobre, no le cobraba nada. Fue por eso que la
gente le comenzó a conocer después como "El Santo
Descalzo".
Los vecinos de Quito veían con ojos incrédulos como todos
los domingos el zapatero dejaba su taller a las ocho de la
mañana vestido con chaqueta, chaleco de fantasía, camisa
con botones de perlas, gemelos de oro en los puños y un
bastón con empuñadura de marfil y plata. Pero tanta
elegancia contrastaba con sus pies siempre descalzos.
Parecía que llegaba al éxtasis. Oía la santa misa con gran
devoción y en muchas ocasiones lo vieron llorar.
Llegado a su taller se encerraba y el lunes, como todos los
días, abría su taller a las seis de la mañana, caminaba a la
tienda realizaba las compras de la semana. Comía
humildemente, pero a sus operarios siempre les brindó
pastas, dulces y finas conservas.
Con los pies desnudos bajaba por la Rocafuerte hasta llegar
al Arco de la Reina, en el hospital San Juan de Dios, luego
tomaba la García Moreno o calle de las Siete Cruces para
llegar a la iglesia del Carmen Alto en donde entraba luego
de rezar un Ave María y un Padre Nuestro. Después, se
dirigía a la iglesia de la Compañía para asistir a la misa de
nueve. Allí tomaba su reclinatorio forrado de terciopelo
rojo y escuchaba todo el servicio religioso de rodillas.
Más allá de la Leyenda:
Con el tiempo se desveló el misterio del "Santo Descalzo".
Incluso se descubrió su verdadero nombre, se trataba nada
menos que de Miguel Araque Dávalos, hijo de una de las
familias aristocráticas y de dinero de la ciudad de
Riobamba. Muchas suposiciones trataban de explicar
porqué una persona de tan alta alcurnia se comportaba de
forma tan humilde con toda la gente y aún más con los
pobres
La razón hay que buscarla en los misterios del amor. Don
Miguel se había enamorado de una mujer de mala
reputación y poco decente y aunque trató de olvidarla, no
pudo. Para tratar de apagar las brasas de la pasión, decidió
abandonar su Riobamba natal para venir a Quito donde
trató de enamorarse de otra mujeres aunque nunca lo
logró. Un día leyó sobre el milagro de La Dolorosa del
colegio San Gabriel sucedido un 20 de abril de 1906 y
desde ahí se encomendó a la Madre Dios y a cambio de que
le hiciera olvidar a la mujer que le robó el corazón, Miguel
se comprometió a caminar descalzo durante un año y
trabajar durante ese mismo tiempo como un humilde
zapatero.
A la final, logró conseguir a la mujer pero porque esta se
fue con un gringo que había venido a trabajar en el
ferrocarril. Miguel ya no sufrió más y dicen que se curó por
obra de la Dolorosa y así ha vivido en el recuerdo de los
quiteños como el "Santo Descalzo".
QUIMERA Y EL TESORO DEL INCA
Esta historia tiene mucho de leyenda, y de magia
también. Llanganates o Llanganati es el nombre de un
extenso espacio en la serranía del Ecuador, mitad
páramo mitad selva, sobre los cuatro mil metros de
altura, donde la historia y decenas de exploradores
aseguran que está escondido el tesoro de Atahualpa, el
último emperador Inca.
No existe un mapa que alcance a detallar su geografía
con exactitud, lo que sí sabemos es que está formado
por decenas de montes y pantanos, uno sobre otro,
como la jungla, pero una muy fría. Además,
normalmente, una espesa neblina oculta su magnitud,
tiene aguaceros que duran semanas enteras, y si
alguien decide explorar aquel espacio, lo primero que
debe saber es que por más experiencia de aventurero y
expedicionario que tenga, andar por los Llanganatis se
puede convertir en una pesadilla.
La única vez que estuve ahí, fue hace un par de años, y
solamente en las afueras. Desde muy pequeño, la
reputación de este páramo estuvo presente entre mis
conocidos como un lugar agresivo, peligroso, y lleno de
misterios.
En julio del 2011, junto a dos amigos bordeamos la
entrada norte de los Llanganatis en la comodidad de un
carro. No pude dejar de sorprenderme con su
extensión, su humedad, su neblina, y su repentino
descenso hacia la Amazonía. Supuestamente, en este
declive se encuentran ocultas miles de joyas incas,
fundidas en oro con piedras preciosas, en formas de
soles, jaguares, dioses, y por consiguiente, demonios.
Alhajas más valiosas por su historia que por su peso.
“Los porteadores de Píllaro nos dijeron que ahí han
visto extraterrestres” me chismoseó ayer Mateo, un
primo de treinta y-no-sé-cuántos- años que vivió la
inmersión a esos páramos durante noviembre del
2011. Y como su recado, en el mundo tienen que haber
miles.
El día que rodeé a los Llangantis, sin embargo, aún no
había leído la entrevista que Ileana Matamoros hace a
Andrés Fernández Salvador en la revista Dinero
publicada de octubre del año pasado. Mientras
devoraba esta valiosa obra periodística descubrí que la
reputación de aquel sitio no era una simple quimera
fantasiosa. Sino que decenas de hombres, en su
mayoría extranjeros (gringos, suecos, alemanes, etc.),
habían dedicado sino sus vidas enteras, parte de ellas a
la búsqueda del tesoro de Atahualpa.
Andrés cuenta sus múltiples inmersiones a los
Llanganatis durante sesenta y un años de su vida, y a
pesar que en la actualidad supera los ochenta años,
asegura que si tuviera la oportunidad de entrar una vez
más, encontraría la fortuna, la cuál, supuestamente se
encuentra dentro de un socavón gigante.
Ahí empezó a entrarme este misterio, más que por el
tesoro, por las historias que han transcurrido
motivadas en la búsqueda. Luego leí “Llanganati” de
Jorge Anhalzer, donde el expedicionario ecuatoriano
narra la historia de manera muy detallada, y como un
efecto consiguiente, no pude evitar morirme de las
ganas de aventurarme en sus páramos durante una
semana o más, con el objetivo de vivir aquel misterio.
Lamentablemente, por falta de tiempo y de recursos,
pero más tiempo que nada, esa expedición queda
pendiente. Al realizarla, sin embargo, esperaré poder
contar la experiencia y publicar algunas fotos en este
medio. Por ahora, el objetivo de este post y los
consiguientes será contar la historia del tesoro de
Atahualpa , y tal vez contagiar la sensación de fantasía
y realidad que esto conlleva, o que al menos, me
produjo a mí.
Las tres piedras
EL TAITA IMBABURA Y LA MAMA
COTACACHI
Ni de Otavalo, ni de Cotacachi, se puede hablar con el
gran volcán. Para observarlo en el rostro, en los ojos,
hace falta acercarse a su lado sur: solo de ahí se puede
admirar su belleza. El Cotacachi es en realidad una
mujer, bastante joven y muy linda llamada “Mama
Chavica” o “María Isabela de las Nieves”.
La leyenda cuenta que hace mucho tiempo, donde hoy
se ve la laguna de Cuicocha, existía una montaña
mucho más grande que el mismo Chimborazo. Esta
tenía la forma de una mujer muy vieja, así que los otros
volcanes ni siquiera se fijaban en ella. La gran montaña
sufría mucho por esto, así que un día decidió morir
para renacer más joven.
Se unción en las entrañas de la tierra y cerca del lugar,
surgió en forma de nuevo volcán: la espléndida
Cotacachi a 4939 metros. Pero la mala suerte en
asuntos sentimentales no abandonó a la nueva
montaña. El primer cerro que se dio cuenta y apreció la
belleza del volcán fue el viejo Pichincha, el Rucu
Pichincha.
De su amor nació el Guagua Pichincha, que
originalmente vivía junto a la madre. Cuando la mama
Cotacachi se dio cuenta que cerca de ella había otro
cerro, el Imbabura, mucho mas joven y lindo que su
esposo, decidió quedarse con él, sin hacer caso a que se
dijera que era un mujeriego. De hecho era cierto que el
Imbabura sabía hacer el amor con muchas otras
montañas, pero como esto lo hacía envejecer
rápidamente, pronto decidió quedarse con la mama
Cotacachi. Cuando de noche el Imbabura visitaba la
mama, ella se despertaba cubierta de nieve, y hasta hoy
sigue siendo así. La nueva pareja tuvo un hijo, el
Yanahurco (cerro negro), que lastimosamente muRío
joven, así que hoy se ve velado y llorado por tres
montañas llamadas las viudas.
La traición de la mama Cotacachi no quedó sin castigo.
Su viejo esposo, el Rucu Pichincha no toleró ser
abandonado así y buscó su venganza. Una noche se
acercó a la mama y le quitó su primer hijo, el Guagua
Pichincha, llevándoselo y poniéndolo cerca de sí, pero
de manera que la mama pudiera verlo y sufrir de su
lejanía. La mama se puso a llorar y hasta ahora no
acaba. Quien visita la laguna de Cuicocha, nacida del
dolor del volcán puede notar el torrente de lágrimas,
llamado Chumaví, que baja del rostro del Cotacachi.
Hace tiempo, el taita Imbabura solía visitar más
frecuentemente a la mama Cotacachi que hoy; había a
menudo nieve y los indígenas habían aprendido a
aprovechar este recurso. Los hieleros de Cotacachi en
las décadas entre 1960 y 1980 subían al volcán con las
alpargatas y sin ninguna protección contra el sol y el
frío buscando los yacimientos de nieve.
LEYENDA DE LA TORTUGA GALÁPAGOS
Escrito por
maria.ruiz
on Noviembre 19,
2012 en 3:01 am -
Cuentan que hace
mucho tiempo una
tortuga y un
cangrejo gigante
peleaban por un
caparazón. La tortuga era noble y el cangrejo era muy
ambicioso, ventajoso y maloso.
El cangrejo le decía que él necesitaba muchísimo más
el caparazón que ella, en cambio la tortuga le decía que
tenía que ocultarse de los depredadores o moriría.
El Dios de los animales los oyó discutir y les dijo:
-Tú cangrejo, te doy tenazas para poderte defender, tu
casita para que siempre la traigas contigo y serás
pequeño para que te puedas ocultar junto con ella. A ti
tortuga te entrego el caparazón para que te protejas de
todos los depredadores
ISLA DE LA FANTASIA
Para disfrutar a pleno la visita a Galápagos hay que estar dispuesto
a caminar mucho y, sobre todo, navegar entre isla e isla en
pequeños lanchones. En ocasiones, esas travesías pueden
demandar una o dos horas que no siempre garantizan comodidad a
quienes se aventuran. Como sea: vale la pena. Es recomendable
elegir in situ las excursiones. Alrededor del muelle principal de
Puerto Ayora está repleto de agencias que ofrecen tours en los que
se puede acordar según los intereses y el tiempo disponible.
También es preciso estar atento a aprovechar el clima cambiante
que suele primar en el archipiélago.
Rodeadas de leyendas, las islas Galápagos fueron descubiertas por
el obispo Tomás de Berlanga en 1535. En una carta al rey Carlos I,
el prelado resume al describir lo visto: Muchos lobos marinos,
tortugas, iguanas, galápagos, muchas aves de las de España, pero
tan bobas que no sabían huir, e muchas tomaban a manos lo mas
della está lleno de piedras muy grandes, que parece quen algun
tiempo llovió Dios piedras.
Aquí, la naturaleza ordena, según los ciclos de las especies, la
agenda de interés de los visitantes. La población, por otra parte, es
en general amable y bien dispuesta a guiar los recorridos.
En Isabela, la más grande de las Galápagos -hay que navegar dos
horas para llegar desde Ayora-, los paisajes costeros repletos de
manglares son incomparables, tanto como la imperdible experiencia
de practicar snorkel para ver peces de colores increíbles,
mantarrayas, y pequeños y pacíficos tiburones. También se pueden
escuchar las tristes historias alrededor de la vieja prisión que allí
funcionaba a mediados del siglo pasado, donde peligrosos internos
eran obligados a realizar trabajos forzados, entre ellos la
construcción de un muro de piedras que formaría los límites de la
propia cárcel.
Otras dos recomendaciones para visitar: Floreana (ver recuadro),
habitada por leyendas de piratas que cazaban tortugas y ballenas, y
Fernandina, la isla más remota hacia el Oeste, con playas de arena
negra y reciente actividad volcánica.
En Santa Cruz se concentra el mayor desarrollo turístico con una
amplia y diversa oferta, desde hoteles cinco estrellas hasta
económicas habitaciones en casas de familia, pasando por la
posibilidad de hacer noche en alguno de los cruceros que suelen
atracar cerca del muelle principal
EL PIRATA LEWIS
De tiempo en tiempo el abandonaba la isla nadie sabia
con que propósito lo hacia y luego regresaba para
continuar con su vida tranquila y monótona.
Por esos azares de la vida el se hizo gran amigo de
Manuel Cobos y como sentía que su fin estaba próximo
el decidió revelarle el secreto de sus viajes.
El pirata Lewis tenía enterrado en algunas de las islas
del archipiélago producto de lo que se cree era un
asaltante de barcos y cuando tenía apuros económicos
visitaba en una destartalada chalupa la isla donde tenía
su tesoro mal habido de sus robos en el pasado y volvía
con lo suficiente para solventar sus gastos por algún
tiempo.
Para el efecto tomaron entonces una embarcación de
pesca y acompañado de cuatro marinos se hicieron al
mar. Las cosas en la embarcación parecían llevarse con
normalidad pero aproximadamente a la mitad del
trayecto el pirata Lewis comenzó a actuar de una
manera desquiciada el se había puesto totalmente
descontrolado, amenazaba con hundir el barco para
que todos mueran, estaba hablando cosas sin sentido
gritaba y saltaba sin control y la tripulación le temía
por todo lo que estaba haciendo.
Al ver las cosas inexplicables el Sr. Cobos ordeno
inmediatamente regresar a San Cristóbal mientras que
el pirata seguía todo el trayecto de regreso delirando
con sus locuras y cuando desembarcaron en la isla los
cuatro marinos huyeron despavorida mente para
ponerse a salvo de lo que pudiera hacer.
Una vez los tripulantes huyeron el se calmó y le explico
al Sr. Cobos por que tuvo que actuar de esa manera y
fue por que descubrio que la tripulación planeaba
acabar con ellos dos una vez que el tesoro fuera
desenterrado de su sitio.
El Sr. Cobos tuvo que aceptar la decisión del pirata de
actuar así luego de un tiempo el pirata se fue el solo
donde estaba el tesoro pero le dijo que si volvería pero
nunca más se volvió a saber de el aunque algunos dicen
que el si llego donde estaba el tesoro pero que murió
enterrado con el por el mal estado en el que se
encontraban las islas por las tormentas y lluvias de esa
época
LEYENDA DE LA ISLA CRUZ
Don Panchito Andino, un
viejecito muy simpático que
vivió en el barrio de La Tola,
fue un verdadero tesoro de
tradiciones, leyendas y otros
temas quiteños muy
curiosos.
A sus ochenta y cinco años,
conservaba su memoria fresca y relataba con los más
pequeños detalles de acontecimientos muy antiguos. A
las diez de la mañana, Don Panchito acostumbraba
sentarse en un rincón del patio de su casa, para recibir el
sol mientras acariciaba al último de sus nietos, un
travieso pimpollo de tres años de edad.
Era el momento más oportuno para charlar con él, sobre
todo si esta charla se la iniciaba con un buen cigarrillo.
El viejecito entonces, torcía sus barbas blancas, avivaba
su mirada algo caída por el peso de los años, cogía su
bastón entre sus gruesas manos y empezaba a conversar.
“Dicen que a usted le agrada saber tantas cosas que han
pasado en Quito, pues yo sé muchas, porque cuando
muchacho era muy metido en los conventos.
Me gustaba acolitar las misas, y los padrecitos de Santo
Domingo, para qué quejarme, me trataban muy bien.
Ah! no me olvido de ese rico dulce de higos que me daban
los días de fiesta, y el dulce de toronjas; pero en una
escudilla grande, con un pansote y casi medio queso!
Y haber tenido que vivir para ver lo de este mísero
tiempo! No! No!
Bueno; por eso sé muchas historias verídicas que
sucedieron aún mucho antes de que yo sea niño. Pero voy
a empezar por la leyenda de la cruz de piedra de la
Catedral. Óigame muchacho. “
LA BOA Y EL TIGRE. (ORIENTE)
Por el camino que lleva a Misahuallí, a 6 Km. de Puerto Napo,
en la comunidad de Latas vivía una familia indígena dedicada
a lavar oro en las orillas del río Napo. Un día la madre lavaba
ropa de la familia, mientras la hija más pequeña jugaba
tranquilamente en la playa: tan concentrada estaba la señora
en su duro trabajo, que no se percató que la niña se acercaba
peligrosamente al agua, justo en el lugar donde el río era más
profundo. Una súbita corazonada la obligó a levantar su
cabeza, pero ya era demasiado tarde; la nińa era arrastrada
por la fuerte correntada y sólo su cabecita aparecía por
momentos en las crestas de las agitadas aguas.
La mujer transida de dolor y desesperación, hincando sus
rodillas en la arena implora a gritos... yaya Dios! .... yaya Dios!
Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa, la tierna nińa
retorna en la boca de una inmensa boa de casi 14 metros de
largo, que la deposita sana y salva en la mismísima playa; la
mujer abrazando a la niña llora y sonríe agradecida. Desde
aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro más de la
familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo
cotidiano, el gigantesco reptil se encargaba del cuidado de los
niños.
Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva
en busca de guatusas para la cena, la boa no llegó a vigilar a
los niños como solía hacerlo todos los días. Este descuido fue
aprovechado por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo
presente con intenciones malignas.
Los muchachos desesperados gritaron a todo pulmón
“!yacuman amarul! (boa del agua), el gigantesco reptil al oír
las voces de los niños salió del río y deslizándose velozmente
entró a la casa; se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre
que trataba de entrar sigilosamente en el hogar de sus
amigos; la lucha que se desató fue a muerte; la boa se enroscó
en el cuerpo de felino, pese a las dentelladas del sanguinario
animal; los anillos constrictores del reptil se cerraron con
fuerza, mientras el tigre la mordía justo en la parte de la
cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos
animales quedaron muertos en la entrada de la casa.
Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con
dolor los restos de su boa amiga y ceremoniosamente la
velaron durante dos días, para luego enterrarla con todos los
honores y ritos que se acostumbraban utilizar para con los
seres queridos.
SANGRE DE DRAGO
Cuenta la leyenda que,
hace muchísimos años,
desembarcó en la costa
norte de Achinech
(Tenerife), exactamente
en la playa que lleva
actualmente el nombre de "San Marcos" (Icod de
los Vinos), un mercader con ansias de tomar
esclavas para un harén.
Cuando llegó a la la costa se fijó en unas jóvenes
muchachas que se divertían bañándose en
aquélla cálida tarde de verano. El mercader se
frotó las manos pues vió que estaban solas y
serían presa fácil.
A escondidas remó hasta la costa y se lanzó a
perseguirlas. Logró alcanzar a una y pensó en lo
fácil que le había resultado.
La chica planeó rápidamente su huída y, en lugar
de tratar de luchar para huir, le ofreció sabrosos y
jugosos frutos de la isla. Tan complacido se sintió
el confiado mercader, que se sentó a comer todo
cuanto le ofrecía la jóven y no se dió cuenta que,
la astuta muchacha, aprovechó para saltar al otro
lado de un barranco y huir para esconderse en la
espesa maleza que, por esa época, poblaba la
zona norte de la isla.
La jóven trepó entre las tupidas ramas del Drago
de Icod y se acurrucó en silencio. El mercader
llegó pronto, de muy mal humor, hasta la zona
donde creyó verla huir. Con su espada cortaba la
maleza para poder atravezarla pero no daba con
la chica. De pronto se topó ante un árbol
desconocido para él y pensó que era una especie
de "monstruo" prehistórico. Aterrado, pues nunca
había visto un árbol así, pensó que tal vez
estuviese escondida, la muchacha, entre sus
"brazos" (sus ramas) y, sin pensarlo lanzó sobre
su tronco su afilada arma.
Su espada se clavó con facilidad, pues su tronco
es muy tierno, y sus ojos se aterraron al ver salir
un líquido rojo y denso como la sangre. Ante tal
visión el hombre, aterrado, pensó que tal vez el
monstruo despertaría y lo perseguiría por lo que
decidió huir lo más rápido que sus piernas
pudiesen. Subió en su embarcación y se perdió
mar adentro.
EL MISTERIO DE LA BOCANA DEL
RIO MISAHUALLI
Cuando recién se iniciaba la
colonización del Oriente ecuatoriano,
aguas arriba de la bocana del río
Misahuallí y en un fresco claro de la
selva, asentó su campamento un
hombre blanco, que se dedicaba a la
explotación del árbol de caucho en la
cuenca del río Aguarico. Así pasaron los
meses y un nuevo colono llegó al lugar acompańado de
su hermosísima hija, la que inmediatamente causó
estragos en el corazón del cauchero. La playa, las aves y
las flores, propiciaron el florecimiento del amor, y el
romance sonreía en los recodos del río.
Como vivían en plena selva y ante la ausencia de una
autoridad que legalizara la relación de la pareja, ésta
decidió unir sus cuerpos y sus destinos a la sombra de
los frondosos y florecidos árboles de guaba. Pero como
el amor no produce para vivir, el cauchero tuvo que
viajar una vez más al Aguarico para recoger la balata
recolectada por sus trabajadores y llevarla a los
mercados de Iquitos.
La bella chica con el recuerdo de su amado en la
hermosa sonrisa de sus labios, recorría la extensa
playa solitaria cuando la bańaba el suave sol de la
mańana, era ésta una costumbre que le había impuesto
el amor. Mas el tiempo pasaba inmisericorde y al final
de su paso el cauchero jamás volvió.
La bellísima mujer presa de una indescriptible pena,
desapareció un aciago día como si se la hubiera
tragado la tierra. Sus familiares y amigos la buscaron
afanosamente por doquier, pero todo fue en vano; las
lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su
ausencia.
Los ańos pasaron dándole espacio a la historia y una
mańana brumosa y fría, unos indígenas que pescaban
por el sector, vieron a una hermosísima mujer parada
en la piedra grande de la margen izquierda del río; se
acercaron a ella y cuando le preguntaron donde vivía
solo seńalo el agua, y lanzándose al torrente sin
salpicar una gota ni producir una onda en la superficie
se sumergió.
Los ancianos al escuchar lo ocurrido, aseguraron que la
dama era el espíritu de aquella mujer que desapareció
sin dejar rastros.
En esa enorme piedra rojiza de estructura volcánica
asentada en el recodo del río Misahuallí, se escucha con
frecuencia en las mańanas, una dulce voz de mujer que
canta a su amor perdido. Algunas veces ella se aparece
a los que pescan en el río, pero quien acude al lugar con
intención expresa de encontrarse con ella, nunca
logran su objetivo.
EL CHIUTA Y EL SUMACO
Cuando el ińachic yaya (padre creador),
castigó el pecado de las personas con el gran
diluvio universal, los cielos descargaron
torrentes de agua que empezaron a inundar
la selva. La gente desesperada no sabía que
hacer todas las que vivían en las zonas bajas
empezaron a morir ahogadas, muchos
subieron al volcán Sumaco por ser la
elevación más alta de la zona y unos pocos
se fueron hacia el Chiuta, que es un cerrito pequeño que
queda en la comunidad de el Calvario. Los que estaban en el
Sumaco, se reían de aquellos que estaban en la cumbre del
Chiuta. Son unos tontos decían unos, con toda seguridad los
vamos a ver ahogarse decían otros.
Pero la risa les duró poco, pues el nivel de las aguas a medida
que llovía subía inexorablemente, y cosa rara; ĄOh milagro! El
Chiuta también crecía. No pasaron muchos días y desapareció
el Sumaco, con todos los indígenas que estaban subidos en un
gesto desesperado en las copas de los árboles. El Chiuta en
cambio, se había convertido en un monte muy alto, tan alto
que su cumbre sobresalía de las aguas.
Cuando por fin cesó de llover y las aguas empezaron a bajar su
nivel, el Chiuta a la par que ellas se iba haciendo cada vez más
pequeño, hasta que al final llegó a su tamaño normal, que es
como lo conocemos actualmente. Del castigo de yaya Dios
(papá Dios), solo se salvaron los indígenas que estuvieron en
la cumbre del Chiuta.
Se dice que en las noches cuando llueve torrencialmente, se
escucha los lamentos de los indígenas que se ahogaron en el
Sumaco y las voces de alegría de los que estuvieron en el
Chiuta, un cerro donde habitan los espíritus y al que muy
pocos se atreven a subir.
EL ARBOL DE LA ABUNDANCIA
Hace muchos, pero muchísimos años,
los gemelos indígenas Cuillor y Ducero
fueron de visita al tambo de su amigo
Mangla para solicitarle comida. La
Amazonía estaba soportando una
prolongada ausencia de lluvias y las
chacras en su mayoría se habían
arruinado. Cuando llegaron donde Mangla, éste les
brindó chicha de yuca y también de chonta, durante el
tiempo que duró la conversación entre ellos, los
gemelos se dieron cuenta que en una esquina de la casa
había unas escamas de pescado, que por su tamaño
hacían presumir cuán grande había sido el pez al que
se las habían quitado; indagaron a su amigo el lugar
donde el pescaba y Mangla les indicó que en una cocha
cercana (poza, laguna) y los invitó a que participen
ishInca (trampa de canuto en forma de embudo) en
mano, en esta actividad.
Cuando llegaron a la cocha, a pesar de que estuvieron
varias horas tratando de capturar una pieza, no
lograron nada; Cuillor y ducero, agarraron a su amigo y
bajo amenaza de propinarle una descomunal paliza
´por mentiroso, lograron que les declare la verdad.
Arrepentido de su embuste Mangla les contó que por la
cordillera de los Guacamayos, crecía un árbol tan
grueso y gigantesco, que en su copa albergaba una gran
laguna poblada de una gran variedad de peces, aves y
animales. Los hermanos siguieron presionando a su
amigo, para que los lleve hasta el lugar exacto donde
crecía el maravilloso árbol.
Una vez que se pusieron de acuerdo, Mangla y los
gemelos iniciaron la larga marcha. Avanzaron por
senderos de animales, sortearon pantanos y se toparon
con una impresionante boa de 15 metros de longitud
que se encontraba dormida, tratando de digerir el
venado adulto que le había servido de alimento.
Manchones de caña guadua, pintaban de amarillo y
verde el paisaje ante sus ojos, el frío se fue haciendo
gradualmente más intenso, de tal forma que les calaba
los huesos y por fin en un extenso claro de la selva,
llegaron al sitio donde se erguía el descomunal árbol.
Los gemelos y su amigo ayunaron durante tres días con
sus respectivas noches, con el propósito de descubrir la
forma de derribar las varias veces milenario árbol.
Tomaron una porción de la alucinante ayahuasca
(planta alucinógena) y nada malo vieron en su viaje
hacia las fronteras de lo misterioso y sobrenatural.
Cuando salieron del trance en que los sumió la
ayahuasca, pidieron ayuda a los animales y los insectos
para que los ayudaran a derribar el portentoso árbol:
guatusas, ardillas, pájaros carpinteros, comejenes,
abejorros, etc. trabajaron hasta el agotamiento, en
largas jornadas de sol a sol; los turnos eran seguidos y
sin períodos de descanso y al final, el tronco fue
limpiamente cortado pero el gigantesco árbol no caía.
Un hermoso halcón que por allí pasaba se acercó a uno
de los gemelos y le dijo al oído que el misterio no
estaba abajo en el tronco, sino arriba en la copa; luego
de que pasó esta información el halcón se alejó
raudamente lanzando al aire su grito de combate y
dejando tras de sí una estela dorada. El gemelo ante
esta revelación tomó una pócima de hojas y raíces y
acompañándola de unas cuantas palabras mágicas
quedó convertido en ardilla. Ágilmente trepó hasta la
copa del gigantesco árbol y quedó gratamente
sorprendido, ante la vista de una enorme y hermosa
laguna, de agua pura y cristalina con islotes llenos de
animales y aves.
En el centro de la laguna y del islote más grande, un
colosal bejuco subía verticalmente hacia el infinito; él
era la razón por la que el árbol no caía.
Inmediatamente la ardilla se lanzó al agua y nadando
ágil y rápidamente llegó hasta el islote donde estaba el
bejuco y con un gran esfuerzo lo cortó con sus afilados
dientes.
El milenario árbol haciendo un ruido monstruoso cayó
derribado al suelo, el agua de la gran laguna se
esparció por doquier y los peces nadaron en los
arroyos que se formaron buscando un cause
permanente. Todas las especies de animales y aves que
poblaban la laguna se refugiaron en la selva y el
torrente de agua llegó hasta los ríos, volviéndolos más
anchos y navegables. Los únicos que no pudieron
disfrutar de esta nueva abundancia, fueron los gemelos
Cuillor, Ducero y su amigo Mangla, pues murieron
aplastados por unas enormes rocas negras que
saltaron del fondo de la laguna, en el momento en que
el gigantesco árbol al ser derribado impactó contra la
tierra.
EL PODEROSO RAYO
A unos cuantos kilómetros de Hillu
yacu (río Hollín) vivía la familia
siquihua; el jefe era un diestro cazador
y un hábil pescador, esto hacía que la
despensa de la casa estuviera siempre
llena, pero como hasta la abundancia
molesta a cierta gente, en una ocasión
su mujer empezó a quejarse de un
fuerte dolor en los brazos, por la dura labor de ahumar
la carne de monte y los pescados. Por esta razón
siquihua tuvo que dejar la cacería y la pesca, que no
sólo eran su mejor entretenimiento, sino también la
forma de mantener a su familia. Pasado algún tiempo y
cuando la comida empezó a escasear, salió a cazar al
monte y no consiguió atrapar ningún animal, fue a
pescar y el río le negó los peces. Era como si hubiera
perdido el toque de gran cazador y hábil pescador y así
pasaron los días y su mala suerte se acentuaba. Su
familia dejó de hablarle y su esposa le dijo que era un
inútil y que lo detestaba.
Siquihua como todo indígena cuando se encuentra en
problemas, acudió en busca de ayuda donde el brujo de
la comarca, quien le recomendó un estricto ayuno y le
prohibió la sal, el ají y el vinillo. Siquihua así lo hizo,
cumplió al pie de la letra las recomendaciones del
sabio anciano y una noche de luna salió a pescar al rio
Hillu Yacu, en donde estuvo por horas lanzando su
atarraya, sin lograr pescar nada, probó con el anzuelo y
el resultado fue el mismo, trató con el huami (embudo
de carrizo) y tampoco tuvo suerte. En eso la lluvia, los
truenos y los relámpagos pusieron dramatismo a su
desesperado accionar y Siquihua tuvo que refugiarse
tras una gran roca para esperar que pasara el fuerte
temporal; estaba meditando en su mala suerte actual,
cuando a lo lejos divisó la figura de un gigante que
resplandecía al mismo ritmo que la tormenta eléctrica
y lanzaba una gigantesca red primero hacia un lado y
luego hacia el otro lado del río; en cada movimiento
que hacía, los fenómenos atmosféricos tomaban mucho
más fuerza y consistencia.
Cuando aquel impresionante gigante estuvo casi sobre
la roca que le servía de refugio a Siquihua, lanzó la red
en varios sitios del río, recogiendo una abundante
cantidad de hojas, las mismas que depositadas en la
playa, se convertían en grandes y apetitosos peces:
había de todo, jandias, bocachicos, bagres, etc. Siquihua
trató de apoderarse de uno de los peces, pero el
gigante al darse cuenta de su presencia, con un
vozarrón de trueno que lo llenó de miedo le dijo: “no te
atrevas a coger lo que no te pertenece; pide y yo te
daré lo que desees; pues soy el dueño, amo y señor de
los ríos”. Por favor amigo le suplicó Siquihua, mi mujer
y mis hijos se mueren de hambre, sólo te pido que me
des mucha suerte para pescar como tú lo haces.
El gigante suavizando un poco su voz de trueno le
contestó: “mi nombre es Rayu Apaya (Poderoso Rayo)
y desde el día de hoy cada vez que vengas al río
invócame y vendré en tu ayuda. Con mi protección
cogerás muchos peces y tu familia no pasará hambre;
ahora acompáñame río arriba”. Siquihua siguió al
centellante gigante y llegaron a una cocha profunda,
donde rayu lanzó su red; una enorme y pesada boa fue
atrapada y depositada en la playa. Rayu le aplastó la
cabeza con sus dedos, tan fuertes como una enorme
prensa y le pidió a Siquihua que recogiera piedras
negras y las colocara alrededor de la boa. Cuando el
círculo de las piedras se hubo cerrado, el gigante las
apuntó con su dedo y musitó unas extrañas palabras,
de su dedo salió una fuerte descarga eléctrica y las
piedras golpeando entre sí produjeron chispas que se
convirtieron en llamas, prendiendo a los leños puestos
alrededor, de esta manera pronto la boa estuvo asada.
La comida estuvo deliciosa, todo lo que sobró Siquihua
lo envolvió en ñachi pangas (hojas para maitos) y
despidiéndose de su gigantesco amigo llevó todo ese
alimento para su familia. Mas cuando cansado pero
feliz llegó a su casa, su mujer lo llenó de insultos y no
quiso recibirlo; de nada sirvieron regalos ni
explicaciones; lleno de ira Siquihua se acordó de su
gigante amigo y lo invocó: Rayu, Rayu, Rayu. De pronto
un gigantesco rayo cayó en su casa y acabó con la vida
de la mala mujer.
Desde aquel acontecimiento, en las noches de truenos y
rayos, Siquihua desaparecía misteriosamente y no
regresaba sino hasta el amanecer, con un cargamento
de grandes pescados, que siempre repartía entre los
más necesitados. Siquihua es famoso por su
generosidad y tanto en su comunidad como en los
alrededores la gente lo llamaba Aycha yaya (padre
pescador).
LEYENDA DEL DELFÍN ROSADO DEL
AMAZONAS
Cuando el sol se esconde, la selva empieza a verse en contraluz y es
difícil
divisar con claridad cualquier cosa, en el agua del río algo empieza
amoverse. Emerge y se sumerge.
En el río Amazonas que pasa por la selva colombiana vamos a
encontrar a su
habitante más característico denominado por los indígenas bote o el
delfín rosado. Este es el delfín de agua dulce más grande del mundo.
Alcanza Longitudes de hasta 2.80 m y pesos de 180 kg. Su color rosado
está determinado genéticamente, pero su intensidad depende de la
actividad física del animal.
De acuerdo con la leyenda, el delfín rosado fue un joven guerrero
indígena.
Pero uno de los dioses le envidió sus atributos masculinos y decidió
transformarlo el delfín y con esto condenarlo a vivir en los ríos y lagos
de la Amazonia.
En junio, mes de fiestas, danzas, fuegos y música, cuando los indígenas
celebran los natalicios de sus santos y los hombres están ocupados

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  • 1. Índice Leyendas de la costa . LOS GIGANTES DE SANTA ELENA . LAS PIEDRAS .LA DIOSA DE UMIÑA .EL TINTIN .LA TUNDA SE CONVIERTE EN .GALLINA .LA TUNDA .LA DAMA TAPADA .LOS AMANTES DE SUMPA .LA LLORONA LEYENDA DE LA SIERRA .BRUJAS SOBRE IBARRA .LAS VELAS DEL AMADOR .UN SANTO ARISTOCRARAS Y SIN ZAPATOS .QUIMERA Y EL TESORO DEL INCA LA LEYENDA DE GUAMBONA EL TAITA IMBABURA Y LA MAMA COTACACHI
  • 2. LEYENDA DE GALAPAGOS .LOS EUROPEOS Y LOS .FLOREANO .LA TORTUGA GALAPAGOS .ISLA DE FANTASIA .EL PIRATA LEWIS .ISLA CRUZ LEYENDA DEL ORIENTE .LA BOA Y EL TIGRE .SANGRE DE DRAGO .EL MISTERIO DE LA BOCANA DEL RIO MISAHUALLI .EL CHIUTA Y EL SUMACO .EL ÁRBOL DE LA ABUNDANCIA .EL PODEROSO RAYO .EL DELFIN ROSADO
  • 3. LOS GIGANTES DE SANTA ELENA Cierta mañana los habitantes de Simpa fueron sorprendidos en alta mar por unas balsas monstruosas, que dejaron LEYENDAS DE LAS COSTAS
  • 4. desembarcar a tripulantes a quienes el agua les llegaba a la cintura y el mas corpulento de los Sum peños les llegaba a la rodilla.Cuentan que eran tan grandes que un ojo era del tamaño de un plato pequeño, los dedos del pie cada uno era del grueso de un mangle mediano del sector, tenían cabellera larga, hasta la cintura, pero como contrario, no tenían ni un pelo en la cara, unos traían traje de pieles, otros la mayoríatraían trajes paradisiacos.Se tendieron en la playa a descansar, agotados, se durmieron, cuando despertaron se dispusieron a preparar el desayuno para lo que recogieron leña para avisar el fuego, leña que fue tomada de las palmas y arboles que estaban sembrados a orilla del mar, en un santiamén armaron la fogata, a continuación fueron en busca de un atado de gallinas que encontraron mas adelante y se las engulleron de un bocado, se notaba que tenían hambre atrasada. Recordemos que la Puntilla de Santa Elena, la misma que bien llevaría el nombre de Cabo, es el punto mas saliente de la costa Ecuatoriana, Los gigantes decidieron construir ahí sus habitaciones, con rocas que era lo que abundaba en el territorio, formaron una especie de fortaleza, que estaba destinada a albergarlos.Un día se adentraron tierra, y cayeron sobre el tirano que gobernaba a los Sum peños, lo encerraron y murió preso, más el pueblo no pudo alegrarse de su muerte, pues caer en manos de los nuevos tiranos resulto peor. Estos gigantes, acabaron con el rebaño, destruyeron sembríos completos, hasta ahuyentaron a los peces del agua, como el agua de los pozos de los Simpemos, no les dieran abasto, labraron en las peñas profundas cisternas, donde reposan hasta hoy gran cantidad de agua cristalina y pura que invita a saciar la sed ahí. Imaginan lo espectacular que resulto que estos gigantes enamoraran a las pequeñas Supeditas….. Los Simpemos cansados de que estos gigantes terminaran con todo a su paso, incluidas sus mujeres, decidieron un día enfrentarlos, mas cuando los gigantes percibieron el hecho se
  • 5. armaron con ramas de los árboles y procedieron a perseguirlos, los Simpemos se rindieron, no era para menos se imaginan ser perseguidas por un grupo de gente que nos doble o triplique en tamaño y grosor. Desde entonces los gigantes precavidos, decidieron acabar con todo Sompeso que en broma o en serio intentara revelarse ante ellos, pero cuenta la historia que un día del cielo se oyó un trueno, era Pachamanca, quien de un solo sablazo termino con todos los gigantes, luego una bocanada de fuego quemo todo, y tan solo quedaron unos cuantos huesos y calaveras que el fuego dejo,enterrados bajo tierra.Así los Simpemos volvieron a respirar a pulmónlleno, y no es sino hasta nuestra época en que ya no se pone en duda la existencia de los Gigantes, debido al sin número de excavaciones y hallazgos que se han hecho en todo la Provincia. LA LEYENDA DE LA PIEDRA
  • 6. Peñas arriba después de cruzar los tres ríos, que le dieron nombre al pueblo, en las laderas cubiertas de cafetales, briñones y bosques, se encuentran varias piedras de gran tamaño, superpuestas unas sobre otras como travesuras de gigante. Las irregularidades de las rocas forman una cueva, donde la imaginación popular se ha entretenido en crear seres fantásticos con extraños poderes. Además, se tejió una hermosa leyenda de amor entre una bella mujer descendiente de españoles, y un indio de sangre real, pues era hijo de caciques. Hablamos de la Piedra del Encanto en el Cerro de La Carpintera, Tres Ríos o La Unión. Pero no es una piedra, sino varias -como ya anotamos- las que forman el conjunto, que hoy día se encuentra al final de un trillo enmontado, y más o menos a la mitad de La Carpintera. Arboles de regular tamaño sombrean el lugar por donde se desliza, pequeño y claro, un yurro o riachuelo. La leyenda romántica está asociada con los indígenas, que Tres Ríos fue tierra de indios. Y cuando las circunstancias la despoblaron, el Gobernador español
  • 7. de turno se encargó de volver a plantar la piel aborigen trasplantada desde Tala manca. Se dice que si usted visita la piedra y se sienta por allí a descansar, de inmediato desfila por su mente la vieja historia. Cuenta esta narración que don Pánfilo Aguilar, viejo Cartago, su señora y sus tres hijos, rumbearon a Tres Ríos en busca de mejores tierras. Eran los tiempos heroicos de la colonia. En las cercanías del Tiribi construyó don Pánfilo su rancho y poco a poco crecieron las sementeras y aumentó el hato. Los hijos fueron hombres trabajadores y valerosos y la muchacha -que eran dos varones y una mujer-la más bella criatura” que ojos humanos vieron”. Los viajes domingueros de don Pánfilo y familia a Cartago, por la ruta de Coris, sólo servían para que los otros metropolitanos se extasiaran con aquel ángel de los Tres Ríos; y vestida de ángel, precisamente, salió en una semana santa la niña Catalina, que este era el nombre de la muchacha. Pero a pesar de que más de un mancebo Cartago puso en ella sus ojos y el fuego de su corazón, los latidos en el pecho de la Aguilar andaban por otros rumbos, ya que era íntima amiga de Sebe y Me queche, los hijos de un cacique que habitaba por los predios cercanos a La Carpintera, Elativa. Poco a poco se estrechó la amistad entre Catalina y Me queche, especialmente cuando el joven indio aprendió todos los secretos de los grandes de su tribu y Catalina veía en él al héroe de sus sueños. Pero esta amistad, que terminó en un gran amor, fue motivo de alarma para la familia del viejo español. Hubo consejo de
  • 8. familia y finalmente se adoptó una decisión: trasladar a Catalina a Cartago, para alejarla del indígena. Ante esta situación, una voz le dijo al muchacho: “Roba a tu amada”. Así lo hizo, con la complacencia de Catalina. Cuando los Aguilar se dieron cuenta de la desaparición de su hija, movieron cielo y tierra para encontrarla. “Tal vez esté en la cueva de la montaña”, arguyó un muchacho. Y todos se fueron hacia una enorme cueva que había en La Carpintera. Pero resultó que en vez de la cueva encontraron las piedras de que hablábamos al comienzo de esta nota. Solamente se veía una cueva muy pequeña y una hendidura. “Todas las esperanzas de encontrar a Me queche y Catalina se desvanecieron y aseguran los enamorados que visitan la piedra en noches de luna llena, que sobre ella se ve a una joven de cabellos rubios que acaricia a un joven moreno, desnudo hasta la cintura y adornado con sus armas de caza”. Tal la leyenda. Fuente: “La leyenda de la piedra del encanto”. La Nación, 9 de enero de 1975, p. 14. c. (Suplemento Gentes y Paisajes). LA DIOSA UMIÑA
  • 9. Los Mantas fueron politeístas. Cieza de León atestigua una gran religiosidad. Hacían sacrificios humanos y quemaban incienso en sus templos. Tenían una diosa con poderes curativos, era una esmeralda del tamaño de un huevo de avestruz a la que llamaban "Umiña". La Diosa Umiña era ídolo era una piedra de fina esmeralda, cuyo valor podía exceder a todos los tesoros juntos de muchos templos. Su adoración se la realizaba en el templo construido en la isla de La Plata, hasta donde llegaban enfermos de todas partes. Luego que el gran sacerdote recibía la ofrenda (oro, plata y piedras preciosas) hacía sus deprecaciones postrado en tierra, y después de tomar con un paño blanco y limpio a la Umiña, frotaba con el mismo paño la cabeza del enfermo. Muchos enfermos sanaron. Tanta fama alcanzó en la época prehispánica que incluso desde Centroamérica llegaban enfermos en busaca de sanación.Pero con la llegada de los españoles, que siempre buscaron la piedra para robarla, los indios la escondieron de manera que ese tesoro no se lo ha podido encontrar. EL TINTIN
  • 10. El TINTIN es un personaje mítico propio de la zona montubia del Ecuador. Al parecer el Tintín es un hijo del dios Puna de la fecundidad llamado Tin. A este personaje se lo conoce como un enano, con gran cabeza, pies vueltos hacía atrás y el miembro viril sumamente desarrollado. Además de su descripción usa un sombrero que llega un poco más abajo de las orejas y produce un silbido lúgubre. Se dice que Tintín persigue y asecha a las mujeres casadas, preferentemente pelonas y cejonas para poseerlas carnalmente, claro, luego de sumirlas en un trance hipnótico cuando se les aparece. La gente del lugar cree que cuando él se enamora de una mujer sale por las noches de los huecos donde vive, llevando una piedra como imán en un mate, la cual coloca debajo de las escaleras para que todos los habitantes de la casa duerman para así disfrutar de su mujer dormida;
  • 11. Según el mito, una vez dormidas y tiernamente asechadas, él se las lleva al monte y ahí las posee sexualmente, con la cabeza para abajo y las nalgas para arriba. Las mujeres que han sido víctimas del Tintín no recuerdan nada, solamente amanecen con moretones y dolor en el cuerpo. Para mala suerte de aquel esposo que en alguna ocasión descubre al Tintín de forma infraganti con su esposa raptada y se atreve a insultarlo, ella muere en el acto. El deseo de este curioso personaje es que las mujeres casadas solo puedan quedar embarazadas de él, y cuando así sucede, ellas dan a luz por lo general niños de apariencia normal, pero sin esqueleto, por lo que pronto fallecen. Según los lugareños, aquellos niños son enterrados o abandonados en los cardos y luego se los quema, o simplemente se los amarra a los palos más altos de las barandas para atraer la buena suerte en las labores de la pesca, que es una actividad común en el lugar. Los hijos del Tintín que sobreviven y tuvieron algo de suerte para poseer esqueleto, con el pasar de los años se vuelven seductores natos de mujeres, a las que consiguen y embaucan con mil artimañas.
  • 12. LA TUNDA SE CONVIERTE EN GALLINA En “Juyungo” se cuenta que un muchachito esmeraldeño fue enviado a eso de las cinco de la tarde, hora de oración, a recoger a unas cuantas gallinas que andaban desperdigadas por los contornos. De pronto una linda gallina blanca atrajo la atención del chicuelo. “Cho, cho, jurón, jurón” gritaba, corriendo detrás de ella pero esta era una experta y lo fue llevando hacia el monte. Cuando quiso regresar ya era tarde, estaba perdido. Era la temible “Tunda” que se había convertido en gallina. Pero la Tunda teme a los perros y el solo ladrido de uno de ellos la hace desaparecer; por eso los parientes de la víctima corrieron por los montes con una verdadera jauría, hasta encontrarlo al tercer día, casi muerto del susto e indigesto de tanto camarón. ¡Qué mala es la Tunda! Dicen que la tunda no es negra, si no negrisísisima como una noche sin luna ni estrellas como una casa sin puertas ni ventanas. La Tunda no tiene bemba, sino bembísima, quiere decir una bemba así y asá. En vez de pierna derecha, maneja una pata de molinillo, que suena ¡tun!
  • 13. Cuando camina por el monte. Más cuando ella se ríe, se ilumina la noche y llueve cocos recién pelados. Vuelan mariposas blancas. Entonces, la gente que ya sabe, se da cuenta que la Tunda anda por allí. Y al más pesado se le aparecen en el camino meneando sus caderas. A uno de la comunidad se le apareció, no una mujer sino como perico, que cuando él más caminaba el Perico se iba más lejos. Tanto que le hizo caminar toda la noche y no lo pudo cazar. Tuvo que amanecer en el monte, cruzando por espinales u matorrales, pero él no se hizo daño porque sentía que alguien le cargaba para pasar las espinas. La comunidad se preocupó de si desaparición y fueron a buscarle con la madrina, bombo, cununo, guasa. Cuando lo encontraron, tuvieron que echarle agua bendita, porque gritaba, tenía los ojos que se le querían salir y el cuerpo gelatinoso, pues había comido el tapao de camarón hecho por ella. Y esa era la forma de embobar a sus víctimas.Así, cuando ya cumplía sus propósitos los abandonaba e iba por otro.
  • 14. LA TUNDA Una mujer fea, que tiene un pie de molinillo o de raíz de un árbol y el otro como el De un bebé se lleva a los bebés sin bautismo y a los desobedientes. Este es un mito propio de los departamentos que poseen costa en el Océano Pacífico. Cuentan los que saben que este personaje mítico es una mujer fea, que tiene un pie de molinillo o de tingui-tingui (raíz de un árbol) y el otro como el de un bebé. Se lleva a los moritos (bebés sin bautismo), a los niños desobedientes, a los maridos trasnochadores e infieles y a jóvenes hombres o mujeres, a los confines del monte para convertirlos en sus amantes. "La Tunda" engaña a sus víctimas tomando la apariencia de sus madres u otro ser querido para que la sigan al monte; ya en sus dominios, los alimenta con camarones y cangrejos. Con sus malos olores emboba a sus víctimas, y les saca la sangre. Los “entundados” aprenden ha amar a dicha mujer y rechazan
  • 15. a los humanos. Para poder rescatarlos de "La Tunda", es necesario formar una comisión con el padrino y la madrina del “entundado”, un sacerdote, amigos y otros familiares. Todos ellos se internan en el monte tocando tambores (cununos y bombos), quemando pólvora, disparando escopetas, rezando las oraciones y diciendo palabras soeces para que ella desaparezca. Algunos dicen que "La Tunda" es negra y que huele muy mal, es un ser que experimenta sentimientos humanos, se enamora, se queja y odia, especialmente a los niños. A pesar de sus sentimientos y acciones humanas, "La Tunda" tiene poderes sobrehumanos, pues es ella quien produce la conjugación de sol y lluvia, y cuando esto pasa la gente del Pacífico dice que: “la Tunda está pariendo”. Se dice que en una zona rural del municipio de Buenaventura, existe la Mantuda, la mamá de la Tunda. Una vez en una fiesta, se organizó un concurso de baile y "La Tunda" componía una de las parejas finalistas, pero alguien la descubrió al mirar la pata de molinillo y gritó “¡vela Tunda, esa es la Tunda!” y esta salió corriendo.
  • 16. LA DAMA TAPADA Esta historia es parte de la creencia popular ecuatoriana, paso en guayaquil. Según la tradición, este ocurrió cerca del año 1700, y varias personas murieron a causa de la Dama. Se dice que en Guayaquil, la Dama Tapada, se aparecía en horas cercanas a la media noche a personas que frecuentaban callejones no muy concurridos. Según las historias relatadas por muchas personas acerca de estos acontecimientos, una joven se les aparecía, vistiendo un elegante vestido de la época, con sombrilla, pero algo muy particular en ella era que llevaba su rostro tapado con un velo, el cual no permitía que las víctimas la reconocieran. Despedía a su entorno una fragancia agradable, y casi todos los que la veían quedaban impactados al verla. Hacía
  • 17. señales para que la siguiesen y, en trance, las víctimas accedían a la causa pero ella no permitía que se les acercara lo suficiente. Los alejaba del centro urbano y en lugares remotos empezaba a detenerse. Cuando las víctimas se le acercaban a descubrirle el rostro un olor nauseabundo contaminaba el ambiente, y al ver su rostro apreciaban un cadáver aún en proceso de putrefacción. Sus ojos parecían destellantes bolas de fuego. La mayoría de las víctimas morían, algunos por el susto y otros por la pestilente fragancia que emanaba el espectro. Muy pocos sobrevivían y en la cultura popular los llamaban tunantes. LOS AMANTES DE SUMPA
  • 18. Con este nombre, se reconoce a un particular entierro de una pareja perteneciente a la cultura Las Vegas, de aproximadamente entre 5.000 y 6.000 años a. C, descubierto en un cementerio cercano a la población de Santa Elena, en la península del mismo nombre. Se trata de un entierro doble de un hombre y una mujer de aproximadamente 20 y 25 años de edad, que fueron sepultados cuidadosamente juntos. El hombre con su mano derecha sobre la cintura de la mujer y con la pierna derecha sobre la pelvis de ella. La mujer, por su parte, se encuentra en posición flexionada, con un brazo sobre su cabeza. Aspecto poco común de este “entierro” son 6 piedras grandes que fueron colocadas encima de los cadáveres de la pareja. LA LLORONA
  • 19. A principio de los años 1500, la Llorona era la chica más bonita en un pequeño pueblo de Texas. Todo hombre en aquel lugar deseaba contraerla en matrimonio, pero hubo uno que siempre ella quiso. Este afortunado caballero, entonces, se hizo amigo de la familia de ella, y así la cortejó durante años, hasta que decidieron casarse. Al tercer año del matrimonio tuvieron su primer hijo, seguido por dos más. Apenas un día antes del cumpleaños del hijo mayor, el esposo salió de casa, diciendo ir ‘’a comprar un regalo’’. Pero este nunca llegó. Despidiéndose de su esposa e hijos dejó el pueblo para siempre. Para jamás ser visto de nuevo. Algunos dicen que se casó con una muchacha más joven, otros corrían rumores que había sido asesinado, pero nunca se supo la razón por la cual abandonó a su familia. Los años pasaron, y eventualmente, La Llorona aceptó la realidad de su abandono. Luego de olvidarse del ingrato entregó su corazón a un rico hacendado de la zona. Ella le pidió casarse con él. Pero este se rehusó debido a los tres hijos que tenía. Enojada por su respuesta, corrió hasta su casa, le dijo a sus pequeños que irían al río a darse un baño. Los chicos
  • 20. obedecieron y fueron adentrándose en la parte menos profunda del río Grande. Pero su madre tenía otros planes. Les dijo que eran suficientemente mayores para estar en la parte honda del río. Allí, ella pretendía lavar sus cabellos, pero de repente comenzó a presionar sus cabezas, y a empujar sus menudos cuerpos dentro del agua firmemente, sin parar, hasta encontrar a los tres pequeños totalmente ahogados. Después de observar los cadáveres de sus preciados hijos se dirigió hacia la casa de su amado, y le explicó lo ocurrido. El hombre, sin creerlo declaró que jamás se casaría con tal asesina, y la ordenó que se marchara de su casa en ese momento. Al tiempo se dio cuenta del tan grave mal que le había causado a su familia; y desamparada, corrió al río. Allí permaneció, llorando insaciablemente, sin comer o conseguir dormir, hasta que finalmente murió. Su alma condenada vaga ahora por los ríos, llorando desesperadamente, en busca de sus hijos perdidos.
  • 22. (Leyenda imbabureña) Eran muchas las noches que los vecinos decían sentir y oir algo volando sobre la “Ciudad Blanca”. Los mayores aseguraban que se trataba de las Brujas de Mira, Pimampiro y Urcuquí, quienes a diferencia de sus parientas europeas, vestían de un prístino blanco y volaban extendiendo sus propios brazos por lo cual rasgaban el viento produciendo un sonido ya conocido. No faltó quien descubriera que una de las maneras de combatirlas era tendiéndose al suelo en forma de cruz. El efecto era instantáneo y caían al suelo de forma inmediata destruyéndose completamente. Sin embargo para aquel que quisiera encontrar la identidad de las voladoras no tenía más que pedirles una nueva visita para el día siguiente y que les recibiría con sal. Engaños de uno y otro lado generaron estrategias de protección, cada bando buscando la supremacía sobre el otro. Aquellos burlones eran convertidos en gallos o mulas. Cuenta la leyenda que esto fue lo que le pasó al incrédulo doctor Rafael Miranda, quien desapareció un buen día sin dejar rastro y pese a la intensa búsqueda de amigos y parientes no pudo ser encontrado. Un buen tiempo pasó cuando un amigo del médico desaparecido creyó verlo en persona, portando un azadón en la mano y fuera de toda la etiqueta de vestido que su condición de profesional le imponía. Su imagen y actitud, contó luego, era muy similar al de un gallo escarbando la tierra.
  • 23. LAS VELAS DEL AMADOR Don Juan Tenorio había llorado sobre la tumba de Doña Inés. Al final, acaso, había entendido que el Amor era una expiación. Por eso, en la escena del teatro se develaba una estatua. En medio de las sombras Doña Inés sale de su tumba y exclama: "Don Juan mi mano asegura/esta mano que a la altura/tendió tu contrito afán/y Dios perdona a Don Juan/al pie de la sepultura". Cuando el relato de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, cruzó el mar desde España, el actor llegó tan maltrecho que se lo confundió con cualquier personaje entregado a los lances amorosos. Y había una diferencia: los donjuanes de América no sufrían por amor. Sin embargo el personaje se había convertido en sinónimo de buscador de aventuras amatorias y por eso no fue casual que en San Miguelito, en Tungurahua, el cazador de fragancias del pueblo sea conocido como Don Tenorio, olvidándose el de Juan, porque hasta el nombre no había podido desembarcar de España. Este mozuelo llevaba una máxima: la empresa amatoria más ardua lo catapultaría a ser la admiración de todas las muchachas del pueblo. Por este motivo eligió a una hija de María, como se conocía a las doncellas que estaban con la profesión de beatas en el cuello. La joven llegaba temprano a la iglesia envuelta en una chalina negra y su cara cubierta de un velo casi imperceptible, aunque se podía intuir su cabellera larga. Don Tenorio la esperó con paciencia. Sabía que no hay diligencia mejor que la realizada con cautela. La damisela declinó, al inició, la invitación pero ante los ruegos aceptó encontrarse en las primeras sombras de la tarde. Los jóvenes parecieron entenderse con las miradas. La mujer lo condujo hasta una casa apartada. Al cerrar la puerta una habitación mínima se develó ante la insistencia de un escaso fuego producido por siete velas.
  • 24. Las siluetas se proyectaron en las paredes ásperas con olor a tierra. Las sombras parecían disiparse y cuando Don Tenorio se acercó el leve resplandor se consumió. Las palabras se quedaron flotando en el aire. El joven llamó tiernamente a su futura amada pero no obtuvo respuesta. Después a tientas intentó localizar una cerilla pero fue inútil. Palpó la pared y tampoco encontró la salida. Fue allí que comenzaron los fatigosos gritos envueltos en un eco bronco, en medio de una estancia oscura. Su cuerpo cayó al suelo sólo para comprobar que la tierra era más húmeda que antes. Para el tercer día Don Tenorio tenia la garganta lacerada y sus leves quejidos eran cada vez más distantes. Pero no dio tregua y siguió gritando mientras sus manos arañaban la pared, con rastros de sangre. Ese día el sepulturero del pueblo llegó mas temprano y escucho unas voces que salían de una tumba. Antes de que el aliento se le termine llego hasta la casa del teniente político con la inesperada noticia y la cara desencajada como un mal agüero. Cuando los dos hombres se dirigieron al cementerio ya les acompañaba una muchedumbre ansiosa por escuchar las voces que salían del cementerio. El panteonero, junto con algunos vecinos, cavó rápidamente la fosa y en medio de terrones negruzcos apareció la cabeza de Don Tenorio, con los ojos lastimados por la luz. Fue sacado al vilo y antes que pudiera decir nada se arrodilló delante de medio pueblo y pidió perdón por su único delito: burlador de mujeres. Los viejos de San Miguelito aun no se ponen de acuerdo en las versiones del hecho. Hay quienes aseguran que Don Tenorio entró en un convento; otros dicen que un alma del otro mundo se enamoró del mozuelo. Más, en los textos de Zorrilla se puede encontrar una alegoría de lo sucedido en San Miguelito y es cuando la sombra de Doña Inés exclama.
  • 25. UN SANTO ARISTÓCRATA Y SIN ZAPATOS En el Año 1910, los vecinos de San Roque se sorprendían de ver caminando por sus calles a un caballero alto, distinguido de ojos azules y barba rubia que solía vestir humildemente y caminar descalzo. Durante muchos años ocupó una tiendita oscura y húmeda que quedaba en la calle Roca fuerte, frente a la iglesia del barrio. En aquel cuarto tan austero, este singular personaje montó una zapatería con una mesa y unas pocas hormas, planchas de machacar, suelas y otros artículos necesarios para ejercer el oficio de zapatero remendón. Dos muchachitos sanroqueños ayudaban al extraño zapatero y además de aprender el oficio, ganaban un peso diario más comida, una remuneración que era casi una fortuna para aquella época en que se compraba un huevo por un calé y una gallina ponedora por seis reales. Toda bondad y gentileza era el "zapatero descalzo" como lo empezó a llamar la barriada. Cobraba muy barato y cuando el cliente era pobre, no le cobraba nada. Fue por eso que la gente le comenzó a conocer después como "El Santo Descalzo". Los vecinos de Quito veían con ojos incrédulos como todos
  • 26. los domingos el zapatero dejaba su taller a las ocho de la mañana vestido con chaqueta, chaleco de fantasía, camisa con botones de perlas, gemelos de oro en los puños y un bastón con empuñadura de marfil y plata. Pero tanta elegancia contrastaba con sus pies siempre descalzos. Parecía que llegaba al éxtasis. Oía la santa misa con gran devoción y en muchas ocasiones lo vieron llorar. Llegado a su taller se encerraba y el lunes, como todos los días, abría su taller a las seis de la mañana, caminaba a la tienda realizaba las compras de la semana. Comía humildemente, pero a sus operarios siempre les brindó pastas, dulces y finas conservas. Con los pies desnudos bajaba por la Rocafuerte hasta llegar al Arco de la Reina, en el hospital San Juan de Dios, luego tomaba la García Moreno o calle de las Siete Cruces para llegar a la iglesia del Carmen Alto en donde entraba luego de rezar un Ave María y un Padre Nuestro. Después, se dirigía a la iglesia de la Compañía para asistir a la misa de nueve. Allí tomaba su reclinatorio forrado de terciopelo rojo y escuchaba todo el servicio religioso de rodillas. Más allá de la Leyenda: Con el tiempo se desveló el misterio del "Santo Descalzo". Incluso se descubrió su verdadero nombre, se trataba nada menos que de Miguel Araque Dávalos, hijo de una de las familias aristocráticas y de dinero de la ciudad de Riobamba. Muchas suposiciones trataban de explicar porqué una persona de tan alta alcurnia se comportaba de forma tan humilde con toda la gente y aún más con los pobres La razón hay que buscarla en los misterios del amor. Don Miguel se había enamorado de una mujer de mala
  • 27. reputación y poco decente y aunque trató de olvidarla, no pudo. Para tratar de apagar las brasas de la pasión, decidió abandonar su Riobamba natal para venir a Quito donde trató de enamorarse de otra mujeres aunque nunca lo logró. Un día leyó sobre el milagro de La Dolorosa del colegio San Gabriel sucedido un 20 de abril de 1906 y desde ahí se encomendó a la Madre Dios y a cambio de que le hiciera olvidar a la mujer que le robó el corazón, Miguel se comprometió a caminar descalzo durante un año y trabajar durante ese mismo tiempo como un humilde zapatero. A la final, logró conseguir a la mujer pero porque esta se fue con un gringo que había venido a trabajar en el ferrocarril. Miguel ya no sufrió más y dicen que se curó por obra de la Dolorosa y así ha vivido en el recuerdo de los quiteños como el "Santo Descalzo".
  • 28. QUIMERA Y EL TESORO DEL INCA Esta historia tiene mucho de leyenda, y de magia también. Llanganates o Llanganati es el nombre de un extenso espacio en la serranía del Ecuador, mitad páramo mitad selva, sobre los cuatro mil metros de altura, donde la historia y decenas de exploradores aseguran que está escondido el tesoro de Atahualpa, el último emperador Inca. No existe un mapa que alcance a detallar su geografía con exactitud, lo que sí sabemos es que está formado por decenas de montes y pantanos, uno sobre otro, como la jungla, pero una muy fría. Además, normalmente, una espesa neblina oculta su magnitud, tiene aguaceros que duran semanas enteras, y si alguien decide explorar aquel espacio, lo primero que debe saber es que por más experiencia de aventurero y expedicionario que tenga, andar por los Llanganatis se puede convertir en una pesadilla. La única vez que estuve ahí, fue hace un par de años, y solamente en las afueras. Desde muy pequeño, la reputación de este páramo estuvo presente entre mis
  • 29. conocidos como un lugar agresivo, peligroso, y lleno de misterios. En julio del 2011, junto a dos amigos bordeamos la entrada norte de los Llanganatis en la comodidad de un carro. No pude dejar de sorprenderme con su extensión, su humedad, su neblina, y su repentino descenso hacia la Amazonía. Supuestamente, en este declive se encuentran ocultas miles de joyas incas, fundidas en oro con piedras preciosas, en formas de soles, jaguares, dioses, y por consiguiente, demonios. Alhajas más valiosas por su historia que por su peso. “Los porteadores de Píllaro nos dijeron que ahí han visto extraterrestres” me chismoseó ayer Mateo, un primo de treinta y-no-sé-cuántos- años que vivió la inmersión a esos páramos durante noviembre del 2011. Y como su recado, en el mundo tienen que haber miles. El día que rodeé a los Llangantis, sin embargo, aún no había leído la entrevista que Ileana Matamoros hace a Andrés Fernández Salvador en la revista Dinero publicada de octubre del año pasado. Mientras devoraba esta valiosa obra periodística descubrí que la reputación de aquel sitio no era una simple quimera fantasiosa. Sino que decenas de hombres, en su mayoría extranjeros (gringos, suecos, alemanes, etc.), habían dedicado sino sus vidas enteras, parte de ellas a la búsqueda del tesoro de Atahualpa. Andrés cuenta sus múltiples inmersiones a los Llanganatis durante sesenta y un años de su vida, y a pesar que en la actualidad supera los ochenta años,
  • 30. asegura que si tuviera la oportunidad de entrar una vez más, encontraría la fortuna, la cuál, supuestamente se encuentra dentro de un socavón gigante. Ahí empezó a entrarme este misterio, más que por el tesoro, por las historias que han transcurrido motivadas en la búsqueda. Luego leí “Llanganati” de Jorge Anhalzer, donde el expedicionario ecuatoriano narra la historia de manera muy detallada, y como un efecto consiguiente, no pude evitar morirme de las ganas de aventurarme en sus páramos durante una semana o más, con el objetivo de vivir aquel misterio. Lamentablemente, por falta de tiempo y de recursos, pero más tiempo que nada, esa expedición queda pendiente. Al realizarla, sin embargo, esperaré poder contar la experiencia y publicar algunas fotos en este medio. Por ahora, el objetivo de este post y los consiguientes será contar la historia del tesoro de Atahualpa , y tal vez contagiar la sensación de fantasía y realidad que esto conlleva, o que al menos, me produjo a mí. Las tres piedras
  • 31. EL TAITA IMBABURA Y LA MAMA COTACACHI Ni de Otavalo, ni de Cotacachi, se puede hablar con el gran volcán. Para observarlo en el rostro, en los ojos, hace falta acercarse a su lado sur: solo de ahí se puede admirar su belleza. El Cotacachi es en realidad una mujer, bastante joven y muy linda llamada “Mama Chavica” o “María Isabela de las Nieves”. La leyenda cuenta que hace mucho tiempo, donde hoy se ve la laguna de Cuicocha, existía una montaña mucho más grande que el mismo Chimborazo. Esta tenía la forma de una mujer muy vieja, así que los otros volcanes ni siquiera se fijaban en ella. La gran montaña sufría mucho por esto, así que un día decidió morir para renacer más joven. Se unción en las entrañas de la tierra y cerca del lugar, surgió en forma de nuevo volcán: la espléndida Cotacachi a 4939 metros. Pero la mala suerte en asuntos sentimentales no abandonó a la nueva montaña. El primer cerro que se dio cuenta y apreció la belleza del volcán fue el viejo Pichincha, el Rucu Pichincha.
  • 32. De su amor nació el Guagua Pichincha, que originalmente vivía junto a la madre. Cuando la mama Cotacachi se dio cuenta que cerca de ella había otro cerro, el Imbabura, mucho mas joven y lindo que su esposo, decidió quedarse con él, sin hacer caso a que se dijera que era un mujeriego. De hecho era cierto que el Imbabura sabía hacer el amor con muchas otras montañas, pero como esto lo hacía envejecer rápidamente, pronto decidió quedarse con la mama Cotacachi. Cuando de noche el Imbabura visitaba la mama, ella se despertaba cubierta de nieve, y hasta hoy sigue siendo así. La nueva pareja tuvo un hijo, el Yanahurco (cerro negro), que lastimosamente muRío joven, así que hoy se ve velado y llorado por tres montañas llamadas las viudas. La traición de la mama Cotacachi no quedó sin castigo. Su viejo esposo, el Rucu Pichincha no toleró ser abandonado así y buscó su venganza. Una noche se acercó a la mama y le quitó su primer hijo, el Guagua Pichincha, llevándoselo y poniéndolo cerca de sí, pero de manera que la mama pudiera verlo y sufrir de su lejanía. La mama se puso a llorar y hasta ahora no acaba. Quien visita la laguna de Cuicocha, nacida del dolor del volcán puede notar el torrente de lágrimas, llamado Chumaví, que baja del rostro del Cotacachi. Hace tiempo, el taita Imbabura solía visitar más frecuentemente a la mama Cotacachi que hoy; había a menudo nieve y los indígenas habían aprendido a aprovechar este recurso. Los hieleros de Cotacachi en las décadas entre 1960 y 1980 subían al volcán con las alpargatas y sin ninguna protección contra el sol y el frío buscando los yacimientos de nieve.
  • 33. LEYENDA DE LA TORTUGA GALÁPAGOS
  • 34. Escrito por maria.ruiz on Noviembre 19, 2012 en 3:01 am - Cuentan que hace mucho tiempo una tortuga y un cangrejo gigante peleaban por un caparazón. La tortuga era noble y el cangrejo era muy ambicioso, ventajoso y maloso. El cangrejo le decía que él necesitaba muchísimo más el caparazón que ella, en cambio la tortuga le decía que tenía que ocultarse de los depredadores o moriría. El Dios de los animales los oyó discutir y les dijo: -Tú cangrejo, te doy tenazas para poderte defender, tu casita para que siempre la traigas contigo y serás pequeño para que te puedas ocultar junto con ella. A ti tortuga te entrego el caparazón para que te protejas de todos los depredadores ISLA DE LA FANTASIA
  • 35. Para disfrutar a pleno la visita a Galápagos hay que estar dispuesto a caminar mucho y, sobre todo, navegar entre isla e isla en pequeños lanchones. En ocasiones, esas travesías pueden demandar una o dos horas que no siempre garantizan comodidad a quienes se aventuran. Como sea: vale la pena. Es recomendable elegir in situ las excursiones. Alrededor del muelle principal de Puerto Ayora está repleto de agencias que ofrecen tours en los que se puede acordar según los intereses y el tiempo disponible. También es preciso estar atento a aprovechar el clima cambiante que suele primar en el archipiélago. Rodeadas de leyendas, las islas Galápagos fueron descubiertas por el obispo Tomás de Berlanga en 1535. En una carta al rey Carlos I, el prelado resume al describir lo visto: Muchos lobos marinos, tortugas, iguanas, galápagos, muchas aves de las de España, pero tan bobas que no sabían huir, e muchas tomaban a manos lo mas della está lleno de piedras muy grandes, que parece quen algun tiempo llovió Dios piedras. Aquí, la naturaleza ordena, según los ciclos de las especies, la agenda de interés de los visitantes. La población, por otra parte, es en general amable y bien dispuesta a guiar los recorridos. En Isabela, la más grande de las Galápagos -hay que navegar dos horas para llegar desde Ayora-, los paisajes costeros repletos de manglares son incomparables, tanto como la imperdible experiencia de practicar snorkel para ver peces de colores increíbles, mantarrayas, y pequeños y pacíficos tiburones. También se pueden
  • 36. escuchar las tristes historias alrededor de la vieja prisión que allí funcionaba a mediados del siglo pasado, donde peligrosos internos eran obligados a realizar trabajos forzados, entre ellos la construcción de un muro de piedras que formaría los límites de la propia cárcel. Otras dos recomendaciones para visitar: Floreana (ver recuadro), habitada por leyendas de piratas que cazaban tortugas y ballenas, y Fernandina, la isla más remota hacia el Oeste, con playas de arena negra y reciente actividad volcánica. En Santa Cruz se concentra el mayor desarrollo turístico con una amplia y diversa oferta, desde hoteles cinco estrellas hasta económicas habitaciones en casas de familia, pasando por la posibilidad de hacer noche en alguno de los cruceros que suelen atracar cerca del muelle principal
  • 37. EL PIRATA LEWIS De tiempo en tiempo el abandonaba la isla nadie sabia con que propósito lo hacia y luego regresaba para continuar con su vida tranquila y monótona. Por esos azares de la vida el se hizo gran amigo de Manuel Cobos y como sentía que su fin estaba próximo el decidió revelarle el secreto de sus viajes. El pirata Lewis tenía enterrado en algunas de las islas del archipiélago producto de lo que se cree era un asaltante de barcos y cuando tenía apuros económicos visitaba en una destartalada chalupa la isla donde tenía su tesoro mal habido de sus robos en el pasado y volvía con lo suficiente para solventar sus gastos por algún tiempo. Para el efecto tomaron entonces una embarcación de pesca y acompañado de cuatro marinos se hicieron al mar. Las cosas en la embarcación parecían llevarse con normalidad pero aproximadamente a la mitad del trayecto el pirata Lewis comenzó a actuar de una manera desquiciada el se había puesto totalmente descontrolado, amenazaba con hundir el barco para que todos mueran, estaba hablando cosas sin sentido
  • 38. gritaba y saltaba sin control y la tripulación le temía por todo lo que estaba haciendo. Al ver las cosas inexplicables el Sr. Cobos ordeno inmediatamente regresar a San Cristóbal mientras que el pirata seguía todo el trayecto de regreso delirando con sus locuras y cuando desembarcaron en la isla los cuatro marinos huyeron despavorida mente para ponerse a salvo de lo que pudiera hacer. Una vez los tripulantes huyeron el se calmó y le explico al Sr. Cobos por que tuvo que actuar de esa manera y fue por que descubrio que la tripulación planeaba acabar con ellos dos una vez que el tesoro fuera desenterrado de su sitio. El Sr. Cobos tuvo que aceptar la decisión del pirata de actuar así luego de un tiempo el pirata se fue el solo donde estaba el tesoro pero le dijo que si volvería pero nunca más se volvió a saber de el aunque algunos dicen que el si llego donde estaba el tesoro pero que murió enterrado con el por el mal estado en el que se encontraban las islas por las tormentas y lluvias de esa época LEYENDA DE LA ISLA CRUZ
  • 39. Don Panchito Andino, un viejecito muy simpático que vivió en el barrio de La Tola, fue un verdadero tesoro de tradiciones, leyendas y otros temas quiteños muy curiosos. A sus ochenta y cinco años, conservaba su memoria fresca y relataba con los más pequeños detalles de acontecimientos muy antiguos. A las diez de la mañana, Don Panchito acostumbraba sentarse en un rincón del patio de su casa, para recibir el sol mientras acariciaba al último de sus nietos, un travieso pimpollo de tres años de edad. Era el momento más oportuno para charlar con él, sobre todo si esta charla se la iniciaba con un buen cigarrillo. El viejecito entonces, torcía sus barbas blancas, avivaba su mirada algo caída por el peso de los años, cogía su bastón entre sus gruesas manos y empezaba a conversar. “Dicen que a usted le agrada saber tantas cosas que han pasado en Quito, pues yo sé muchas, porque cuando muchacho era muy metido en los conventos. Me gustaba acolitar las misas, y los padrecitos de Santo Domingo, para qué quejarme, me trataban muy bien. Ah! no me olvido de ese rico dulce de higos que me daban los días de fiesta, y el dulce de toronjas; pero en una escudilla grande, con un pansote y casi medio queso!
  • 40. Y haber tenido que vivir para ver lo de este mísero tiempo! No! No! Bueno; por eso sé muchas historias verídicas que sucedieron aún mucho antes de que yo sea niño. Pero voy a empezar por la leyenda de la cruz de piedra de la Catedral. Óigame muchacho. “
  • 41. LA BOA Y EL TIGRE. (ORIENTE) Por el camino que lleva a Misahuallí, a 6 Km. de Puerto Napo, en la comunidad de Latas vivía una familia indígena dedicada a lavar oro en las orillas del río Napo. Un día la madre lavaba ropa de la familia, mientras la hija más pequeña jugaba tranquilamente en la playa: tan concentrada estaba la señora en su duro trabajo, que no se percató que la niña se acercaba peligrosamente al agua, justo en el lugar donde el río era más profundo. Una súbita corazonada la obligó a levantar su cabeza, pero ya era demasiado tarde; la nińa era arrastrada por la fuerte correntada y sólo su cabecita aparecía por momentos en las crestas de las agitadas aguas. La mujer transida de dolor y desesperación, hincando sus rodillas en la arena implora a gritos... yaya Dios! .... yaya Dios! Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa, la tierna nińa retorna en la boca de una inmensa boa de casi 14 metros de largo, que la deposita sana y salva en la mismísima playa; la mujer abrazando a la niña llora y sonríe agradecida. Desde aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro más de la familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo cotidiano, el gigantesco reptil se encargaba del cuidado de los niños.
  • 42. Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva en busca de guatusas para la cena, la boa no llegó a vigilar a los niños como solía hacerlo todos los días. Este descuido fue aprovechado por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo presente con intenciones malignas. Los muchachos desesperados gritaron a todo pulmón “!yacuman amarul! (boa del agua), el gigantesco reptil al oír las voces de los niños salió del río y deslizándose velozmente entró a la casa; se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre que trataba de entrar sigilosamente en el hogar de sus amigos; la lucha que se desató fue a muerte; la boa se enroscó en el cuerpo de felino, pese a las dentelladas del sanguinario animal; los anillos constrictores del reptil se cerraron con fuerza, mientras el tigre la mordía justo en la parte de la cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos animales quedaron muertos en la entrada de la casa. Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con dolor los restos de su boa amiga y ceremoniosamente la velaron durante dos días, para luego enterrarla con todos los honores y ritos que se acostumbraban utilizar para con los seres queridos.
  • 43. SANGRE DE DRAGO Cuenta la leyenda que, hace muchísimos años, desembarcó en la costa norte de Achinech (Tenerife), exactamente en la playa que lleva actualmente el nombre de "San Marcos" (Icod de los Vinos), un mercader con ansias de tomar esclavas para un harén. Cuando llegó a la la costa se fijó en unas jóvenes muchachas que se divertían bañándose en aquélla cálida tarde de verano. El mercader se frotó las manos pues vió que estaban solas y serían presa fácil. A escondidas remó hasta la costa y se lanzó a perseguirlas. Logró alcanzar a una y pensó en lo fácil que le había resultado. La chica planeó rápidamente su huída y, en lugar de tratar de luchar para huir, le ofreció sabrosos y jugosos frutos de la isla. Tan complacido se sintió el confiado mercader, que se sentó a comer todo cuanto le ofrecía la jóven y no se dió cuenta que, la astuta muchacha, aprovechó para saltar al otro lado de un barranco y huir para esconderse en la espesa maleza que, por esa época, poblaba la zona norte de la isla.
  • 44. La jóven trepó entre las tupidas ramas del Drago de Icod y se acurrucó en silencio. El mercader llegó pronto, de muy mal humor, hasta la zona donde creyó verla huir. Con su espada cortaba la maleza para poder atravezarla pero no daba con la chica. De pronto se topó ante un árbol desconocido para él y pensó que era una especie de "monstruo" prehistórico. Aterrado, pues nunca había visto un árbol así, pensó que tal vez estuviese escondida, la muchacha, entre sus "brazos" (sus ramas) y, sin pensarlo lanzó sobre su tronco su afilada arma. Su espada se clavó con facilidad, pues su tronco es muy tierno, y sus ojos se aterraron al ver salir un líquido rojo y denso como la sangre. Ante tal visión el hombre, aterrado, pensó que tal vez el monstruo despertaría y lo perseguiría por lo que decidió huir lo más rápido que sus piernas pudiesen. Subió en su embarcación y se perdió mar adentro.
  • 45. EL MISTERIO DE LA BOCANA DEL RIO MISAHUALLI Cuando recién se iniciaba la colonización del Oriente ecuatoriano, aguas arriba de la bocana del río Misahuallí y en un fresco claro de la selva, asentó su campamento un hombre blanco, que se dedicaba a la explotación del árbol de caucho en la cuenca del río Aguarico. Así pasaron los meses y un nuevo colono llegó al lugar acompańado de su hermosísima hija, la que inmediatamente causó estragos en el corazón del cauchero. La playa, las aves y las flores, propiciaron el florecimiento del amor, y el romance sonreía en los recodos del río. Como vivían en plena selva y ante la ausencia de una autoridad que legalizara la relación de la pareja, ésta decidió unir sus cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y florecidos árboles de guaba. Pero como el amor no produce para vivir, el cauchero tuvo que viajar una vez más al Aguarico para recoger la balata recolectada por sus trabajadores y llevarla a los mercados de Iquitos. La bella chica con el recuerdo de su amado en la hermosa sonrisa de sus labios, recorría la extensa playa solitaria cuando la bańaba el suave sol de la mańana, era ésta una costumbre que le había impuesto el amor. Mas el tiempo pasaba inmisericorde y al final de su paso el cauchero jamás volvió.
  • 46. La bellísima mujer presa de una indescriptible pena, desapareció un aciago día como si se la hubiera tragado la tierra. Sus familiares y amigos la buscaron afanosamente por doquier, pero todo fue en vano; las lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su ausencia. Los ańos pasaron dándole espacio a la historia y una mańana brumosa y fría, unos indígenas que pescaban por el sector, vieron a una hermosísima mujer parada en la piedra grande de la margen izquierda del río; se acercaron a ella y cuando le preguntaron donde vivía solo seńalo el agua, y lanzándose al torrente sin salpicar una gota ni producir una onda en la superficie se sumergió. Los ancianos al escuchar lo ocurrido, aseguraron que la dama era el espíritu de aquella mujer que desapareció sin dejar rastros. En esa enorme piedra rojiza de estructura volcánica asentada en el recodo del río Misahuallí, se escucha con frecuencia en las mańanas, una dulce voz de mujer que canta a su amor perdido. Algunas veces ella se aparece a los que pescan en el río, pero quien acude al lugar con intención expresa de encontrarse con ella, nunca logran su objetivo.
  • 47. EL CHIUTA Y EL SUMACO Cuando el ińachic yaya (padre creador), castigó el pecado de las personas con el gran diluvio universal, los cielos descargaron torrentes de agua que empezaron a inundar la selva. La gente desesperada no sabía que hacer todas las que vivían en las zonas bajas empezaron a morir ahogadas, muchos subieron al volcán Sumaco por ser la elevación más alta de la zona y unos pocos se fueron hacia el Chiuta, que es un cerrito pequeño que queda en la comunidad de el Calvario. Los que estaban en el Sumaco, se reían de aquellos que estaban en la cumbre del Chiuta. Son unos tontos decían unos, con toda seguridad los vamos a ver ahogarse decían otros. Pero la risa les duró poco, pues el nivel de las aguas a medida que llovía subía inexorablemente, y cosa rara; ĄOh milagro! El Chiuta también crecía. No pasaron muchos días y desapareció el Sumaco, con todos los indígenas que estaban subidos en un gesto desesperado en las copas de los árboles. El Chiuta en cambio, se había convertido en un monte muy alto, tan alto que su cumbre sobresalía de las aguas. Cuando por fin cesó de llover y las aguas empezaron a bajar su nivel, el Chiuta a la par que ellas se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que al final llegó a su tamaño normal, que es como lo conocemos actualmente. Del castigo de yaya Dios (papá Dios), solo se salvaron los indígenas que estuvieron en la cumbre del Chiuta. Se dice que en las noches cuando llueve torrencialmente, se escucha los lamentos de los indígenas que se ahogaron en el Sumaco y las voces de alegría de los que estuvieron en el Chiuta, un cerro donde habitan los espíritus y al que muy pocos se atreven a subir.
  • 48. EL ARBOL DE LA ABUNDANCIA Hace muchos, pero muchísimos años, los gemelos indígenas Cuillor y Ducero fueron de visita al tambo de su amigo Mangla para solicitarle comida. La Amazonía estaba soportando una prolongada ausencia de lluvias y las chacras en su mayoría se habían arruinado. Cuando llegaron donde Mangla, éste les brindó chicha de yuca y también de chonta, durante el tiempo que duró la conversación entre ellos, los gemelos se dieron cuenta que en una esquina de la casa había unas escamas de pescado, que por su tamaño hacían presumir cuán grande había sido el pez al que se las habían quitado; indagaron a su amigo el lugar donde el pescaba y Mangla les indicó que en una cocha cercana (poza, laguna) y los invitó a que participen ishInca (trampa de canuto en forma de embudo) en mano, en esta actividad. Cuando llegaron a la cocha, a pesar de que estuvieron varias horas tratando de capturar una pieza, no lograron nada; Cuillor y ducero, agarraron a su amigo y bajo amenaza de propinarle una descomunal paliza ´por mentiroso, lograron que les declare la verdad. Arrepentido de su embuste Mangla les contó que por la cordillera de los Guacamayos, crecía un árbol tan grueso y gigantesco, que en su copa albergaba una gran
  • 49. laguna poblada de una gran variedad de peces, aves y animales. Los hermanos siguieron presionando a su amigo, para que los lleve hasta el lugar exacto donde crecía el maravilloso árbol. Una vez que se pusieron de acuerdo, Mangla y los gemelos iniciaron la larga marcha. Avanzaron por senderos de animales, sortearon pantanos y se toparon con una impresionante boa de 15 metros de longitud que se encontraba dormida, tratando de digerir el venado adulto que le había servido de alimento. Manchones de caña guadua, pintaban de amarillo y verde el paisaje ante sus ojos, el frío se fue haciendo gradualmente más intenso, de tal forma que les calaba los huesos y por fin en un extenso claro de la selva, llegaron al sitio donde se erguía el descomunal árbol. Los gemelos y su amigo ayunaron durante tres días con sus respectivas noches, con el propósito de descubrir la forma de derribar las varias veces milenario árbol. Tomaron una porción de la alucinante ayahuasca (planta alucinógena) y nada malo vieron en su viaje hacia las fronteras de lo misterioso y sobrenatural. Cuando salieron del trance en que los sumió la ayahuasca, pidieron ayuda a los animales y los insectos para que los ayudaran a derribar el portentoso árbol: guatusas, ardillas, pájaros carpinteros, comejenes, abejorros, etc. trabajaron hasta el agotamiento, en
  • 50. largas jornadas de sol a sol; los turnos eran seguidos y sin períodos de descanso y al final, el tronco fue limpiamente cortado pero el gigantesco árbol no caía. Un hermoso halcón que por allí pasaba se acercó a uno de los gemelos y le dijo al oído que el misterio no estaba abajo en el tronco, sino arriba en la copa; luego de que pasó esta información el halcón se alejó raudamente lanzando al aire su grito de combate y dejando tras de sí una estela dorada. El gemelo ante esta revelación tomó una pócima de hojas y raíces y acompañándola de unas cuantas palabras mágicas quedó convertido en ardilla. Ágilmente trepó hasta la copa del gigantesco árbol y quedó gratamente sorprendido, ante la vista de una enorme y hermosa laguna, de agua pura y cristalina con islotes llenos de animales y aves. En el centro de la laguna y del islote más grande, un colosal bejuco subía verticalmente hacia el infinito; él era la razón por la que el árbol no caía. Inmediatamente la ardilla se lanzó al agua y nadando ágil y rápidamente llegó hasta el islote donde estaba el bejuco y con un gran esfuerzo lo cortó con sus afilados dientes. El milenario árbol haciendo un ruido monstruoso cayó derribado al suelo, el agua de la gran laguna se
  • 51. esparció por doquier y los peces nadaron en los arroyos que se formaron buscando un cause permanente. Todas las especies de animales y aves que poblaban la laguna se refugiaron en la selva y el torrente de agua llegó hasta los ríos, volviéndolos más anchos y navegables. Los únicos que no pudieron disfrutar de esta nueva abundancia, fueron los gemelos Cuillor, Ducero y su amigo Mangla, pues murieron aplastados por unas enormes rocas negras que saltaron del fondo de la laguna, en el momento en que el gigantesco árbol al ser derribado impactó contra la tierra.
  • 52. EL PODEROSO RAYO A unos cuantos kilómetros de Hillu yacu (río Hollín) vivía la familia siquihua; el jefe era un diestro cazador y un hábil pescador, esto hacía que la despensa de la casa estuviera siempre llena, pero como hasta la abundancia molesta a cierta gente, en una ocasión su mujer empezó a quejarse de un fuerte dolor en los brazos, por la dura labor de ahumar la carne de monte y los pescados. Por esta razón siquihua tuvo que dejar la cacería y la pesca, que no sólo eran su mejor entretenimiento, sino también la forma de mantener a su familia. Pasado algún tiempo y cuando la comida empezó a escasear, salió a cazar al monte y no consiguió atrapar ningún animal, fue a pescar y el río le negó los peces. Era como si hubiera perdido el toque de gran cazador y hábil pescador y así pasaron los días y su mala suerte se acentuaba. Su familia dejó de hablarle y su esposa le dijo que era un inútil y que lo detestaba. Siquihua como todo indígena cuando se encuentra en problemas, acudió en busca de ayuda donde el brujo de la comarca, quien le recomendó un estricto ayuno y le prohibió la sal, el ají y el vinillo. Siquihua así lo hizo, cumplió al pie de la letra las recomendaciones del sabio anciano y una noche de luna salió a pescar al rio Hillu Yacu, en donde estuvo por horas lanzando su atarraya, sin lograr pescar nada, probó con el anzuelo y el resultado fue el mismo, trató con el huami (embudo
  • 53. de carrizo) y tampoco tuvo suerte. En eso la lluvia, los truenos y los relámpagos pusieron dramatismo a su desesperado accionar y Siquihua tuvo que refugiarse tras una gran roca para esperar que pasara el fuerte temporal; estaba meditando en su mala suerte actual, cuando a lo lejos divisó la figura de un gigante que resplandecía al mismo ritmo que la tormenta eléctrica y lanzaba una gigantesca red primero hacia un lado y luego hacia el otro lado del río; en cada movimiento que hacía, los fenómenos atmosféricos tomaban mucho más fuerza y consistencia. Cuando aquel impresionante gigante estuvo casi sobre la roca que le servía de refugio a Siquihua, lanzó la red en varios sitios del río, recogiendo una abundante cantidad de hojas, las mismas que depositadas en la playa, se convertían en grandes y apetitosos peces: había de todo, jandias, bocachicos, bagres, etc. Siquihua trató de apoderarse de uno de los peces, pero el gigante al darse cuenta de su presencia, con un vozarrón de trueno que lo llenó de miedo le dijo: “no te atrevas a coger lo que no te pertenece; pide y yo te daré lo que desees; pues soy el dueño, amo y señor de los ríos”. Por favor amigo le suplicó Siquihua, mi mujer y mis hijos se mueren de hambre, sólo te pido que me des mucha suerte para pescar como tú lo haces. El gigante suavizando un poco su voz de trueno le contestó: “mi nombre es Rayu Apaya (Poderoso Rayo) y desde el día de hoy cada vez que vengas al río invócame y vendré en tu ayuda. Con mi protección cogerás muchos peces y tu familia no pasará hambre; ahora acompáñame río arriba”. Siquihua siguió al
  • 54. centellante gigante y llegaron a una cocha profunda, donde rayu lanzó su red; una enorme y pesada boa fue atrapada y depositada en la playa. Rayu le aplastó la cabeza con sus dedos, tan fuertes como una enorme prensa y le pidió a Siquihua que recogiera piedras negras y las colocara alrededor de la boa. Cuando el círculo de las piedras se hubo cerrado, el gigante las apuntó con su dedo y musitó unas extrañas palabras, de su dedo salió una fuerte descarga eléctrica y las piedras golpeando entre sí produjeron chispas que se convirtieron en llamas, prendiendo a los leños puestos alrededor, de esta manera pronto la boa estuvo asada. La comida estuvo deliciosa, todo lo que sobró Siquihua lo envolvió en ñachi pangas (hojas para maitos) y despidiéndose de su gigantesco amigo llevó todo ese alimento para su familia. Mas cuando cansado pero feliz llegó a su casa, su mujer lo llenó de insultos y no quiso recibirlo; de nada sirvieron regalos ni explicaciones; lleno de ira Siquihua se acordó de su gigante amigo y lo invocó: Rayu, Rayu, Rayu. De pronto un gigantesco rayo cayó en su casa y acabó con la vida de la mala mujer. Desde aquel acontecimiento, en las noches de truenos y rayos, Siquihua desaparecía misteriosamente y no regresaba sino hasta el amanecer, con un cargamento de grandes pescados, que siempre repartía entre los más necesitados. Siquihua es famoso por su generosidad y tanto en su comunidad como en los alrededores la gente lo llamaba Aycha yaya (padre pescador).
  • 55. LEYENDA DEL DELFÍN ROSADO DEL AMAZONAS Cuando el sol se esconde, la selva empieza a verse en contraluz y es difícil divisar con claridad cualquier cosa, en el agua del río algo empieza amoverse. Emerge y se sumerge. En el río Amazonas que pasa por la selva colombiana vamos a encontrar a su habitante más característico denominado por los indígenas bote o el delfín rosado. Este es el delfín de agua dulce más grande del mundo. Alcanza Longitudes de hasta 2.80 m y pesos de 180 kg. Su color rosado está determinado genéticamente, pero su intensidad depende de la actividad física del animal. De acuerdo con la leyenda, el delfín rosado fue un joven guerrero indígena. Pero uno de los dioses le envidió sus atributos masculinos y decidió transformarlo el delfín y con esto condenarlo a vivir en los ríos y lagos de la Amazonia. En junio, mes de fiestas, danzas, fuegos y música, cuando los indígenas celebran los natalicios de sus santos y los hombres están ocupados