Este poema describe un diálogo entre el poeta y el río Molinucos, en el que el río le cuenta milagros y leyendas de tiempos pasados a través de sus aguas, salpicándolo con espumas llenas de misterio. A pesar de sentirse pequeño e insignificante frente a la grandeza del río, el poeta se acerca y lo salpica, reconociendo su propia pequeñez frente a la naturaleza.