El documento analiza los orígenes de la violencia en la sociedad colombiana a través del estudio de la conquista española en el siglo XV. Resalta 3 puntos clave: 1) La sed de oro de los conquistadores los llevó a cometer actos brutales de violencia contra los indígenas con el fin de saquear sus riquezas. 2) Esta violencia se enraizó en la sociedad a través de generaciones, replicando el ejemplo de los padres. 3) Para eliminar la violencia se requiere una reforma educativa basada en la

1. Ensayo.
CLAVES PARA DESCUBRIR EL ORIGEN DE UN GEN
VIOLENTO EN NUESTRA SOCIEDAD
Una mirada a los antecedentes se convierte en la prueba reina de los
comportamientos o características de las personas, instituciones o sociedades que en
el devenir de los días suceden a otras. En nuestro caso colombiano, aunque no vivimos
en batallas constantes con países hermanos, sí padecemos una violencia que azota
incluso las relaciones más íntimas entre nosotros mismos. Nuestro caso está en la
lente de los estudiosos del mundo, de eso que llaman la pandemia de la violencia. Ya
alguna vez el historiador inglés Eric Hobsbawn retrató el país colombiano en forma
pintoresca, refiriéndose a la violencia que vivió el país en los años cincuenta, en los
siguientes términos:” la presencia de hombres armados forma parte natural del paisaje
colombiano, como las colinas y los ríos”, palabras que, de no conocer su intención, lo
acusaríamos de cándido frente a su modo de observar, y de ingenuo respecto del
conocimiento de nuestra historia.
Obviamente, el inglés sabía de lo que estaba hablando y más aún, sabía que con sus
palabras sembraría la reflexión y no la animadversión contra él y contra su pueblo. No
afirmó que además estábamos armados interiormente (de pensamiento); no lo hizo,
pero se insinúa y es cierto. Nuestro país padece el peor de los males, representado en
una violencia que nos carcome; que nos llegó en no sabemos cuantas marejadas a
través de nuestra historia, y que a pesar de este conocimiento, se ha hecho muy poco
por corregir el mal que nos azota y lo que es peor aún se procura por todos los medios
__de los dueños y de los que los manejan__ perpetuarlo.
Entonces, ¿cómo descubrir el origen de ese gen violento que afecta a nuestra
sociedad? Basta con dar una mirada escrutadora al capítulo IV de”La Fabulosa vida de
don Sebastián de Belalcázar”, del Dr. Hernán Palacio Jaramillo.
El comentario evocador de una vieja amistad, pese al infortunio…es muestra más que
fehaciente de las infaustas aventuras de Belalcázar no sólo por ser un desconocido en
las nuevas tierras, sino que además, era feroz y hasta mortal el enfrentamiento
motivado por envidias, trapisondas y maledicencias entre los mismos conquistadores.
El elemento indígena, aunque luego se vio obligado a defenderse, en un principio no

2. fue más que objeto pasivo de despiadada carnicería y salvajismo atroz. “Francisco
Lozano es mi sombra…”
Cada puerto, cada aldea, cada llegada podía ser la última; más porque a cada paso
pedían la cabeza del conquistador a causa de los celos generalizados, desde el rey
hasta el último peón de la conquista. Y como ironía a las palabras emitidas por
Belalcázar, la esposa de don Juan de Escalante, le suelta la siguiente perla, en una
pregunta aparentemente ingenua: “¿Por qué tan pesimista?
Cada paso era violencia generalizada, violencia que se iba anquilosando no sólo en
nuestro suelo, sino lo que es peor aún, en nuestra sangre: “Los recientes sucesos…”
Y cuando caminamos sobre campo minado, se llegan a adormecer tanto los sentidos
por el temor o por la abulia de ver que nada sucede todavía, ante lo cual preferimos
acabar de una vez: “Los días que me quedan…”
Tal vez lo único que podía devolver a aquellos hombres violentos a estados oníricos era
el impresionante paisaje y todo el tropicalismo que sólo invitaba a vivir una paz que
ellos mismos habían destruido y que aún en nuestros días nos llega a cuentagotas por
los vendedores de ilusiones: “Ojalá la brisa…”
El motor que impulsaba a los conquistadores era la sed de oro y de poder, rarísimas
excepciones su crecimiento espiritual, costara lo que costara. Una época donde los
hombres de 25 años de edad ya eran muy adultos, uno de 50 o 60 años era muy viejo
y uno de 90 era una rareza por cuanto se sembraba violencia a cada paso, lo que daba
como certidumbre el encuentro con la muerte en cada minuto de sus vidas: “La vida de
Belalcázar…”
Los tesoros ajenos sólo producen muerte, violencia, envidia, soberbia; nunca alegría ni
seguridad. Y con tantas ansias los buscaron que sólo los derramamientos de sangre
aplacaban su terrible sed: “Qué lástima descubrir…”
Y la cuota de violencia tocó casi la divinidad en Colombia y en el resto de América,
representada en los magnicidios cometidos contra Atahualpa y contra Ocuzca, contra
los Incas y contra los Mayas, contra los Muiscas y contra los Caribes, todo por
apoderarse del metal de color dorado que en otros tiempos valía tanto como el arroz
o las patatas por cuanto los indígenas sólo atribuían un valor cosmogónico a dicho
metal: “Qué se hizo el oro de Atahualpa…” Los conquistadores gastaron lo más
preciado de sus vidas buscando trozos del metal dorado. Era tanto como cambiar
trozos de sus vidas por piedras doradas ¡Ambición! Qué triste legado: “Creía no saberlo
pero ahora lo sabe…”

3. Y ya que el afán era tanto, ¿cómo desperdiciar el tiempo jugando a los puertos o
estancos seguros que brindaba la mujer? No. El afán no lo permitía y había que andar a
las volandas, regando semillas de violencia y abonando el almácigo de la ambición:
“Porque fue incapaz…”
…”Tantos días vacíos que la soledad…” Porque de una cosa sí podemos estar seguros y
es de que se necesita mucha soledad aún en medio de la muchedumbre para que no le
hirieran los oídos con el calificativo que causa horror hasta a los animales: ¡asesino!
Hombres que no supieron ser niños en brazos de una mujer. Hombres que actuaban
primero con la espada y luego con la razón. Esa fue la gente de países civilizados que
llenaron de terror a los nativos por el ejemplo que daban los que en un principio de la
conquista aparecieron como dioses ante sus ojos. El indígena, lleno de estupor, de
inmediato lo comprendió. ¿Qué clase de dios masacraba su obra y se solazaba en el
terror y en la ambición?: “Su condición de militar así lo decretaba…”
En el camino de la violencia también se es padre de dichas obras, y quien siembra
vientos, cosecha tempestades. Hoy esos hijos replican el ejemplo de sus padres. Son
semilla de muerte: “Fue un buen padre…”
En las gestas de violencia, ambición y engaño no hay, ni puede haber amigos de
corazón. A cada momento se cierne una traición. Violencia, intrigas, asesinatos.
Conquistadores de oropeles, todos ellos destinados a una mala muerte: “Qué se
hicieron los acorazados, los dioses europeos…”Las cosas grandes en personas de
dudosa reputación o les causa asombro o mueren sin conocer la verdadera grandeza
de sus obras: “Al evocar estos nombres…”
Hombres que obraron hazañas muertos a manos de infames. Cómo se repiten estos
nefastos hechos, cómo se multiplica su acción devastadora. Hoy, a nuestra sociedad,
llegan los ecos de esta alevosía. Tal vez la memoria nos falla porque no se halla
ninguna diferencia entre el magnicidio del ellos, ayer y el del nosotros, hoy: “Los
ingenuos como él…”
Finalmente como queriendo apaciguar su violento espíritu, nuestro gobernador
empieza a querer lo incorruptible: el mar, la selva, el aire,...
Y como catarsis, como queriendo purgar todas sus penas y malas acciones, quiso ser el
padre del océano Pacífico, pero tal vez estas aguas en sus manos también se habrían
teñido de sangre: “Si hubiese tenido…”
En cambio a estas tierras les tocó una siembra fenomenal, nutrida con el mayor de los
abonos que garantizaría la secularización de su cosecha: vicios, pecados, plagas,
atropellos, matanzas. Poco más o menos contra lo que diariamente enfrentamos en la
actualidad: “En cambio a la nueva…”

4. Y ellos, los conquistadores de armadura de acero y espada a la mano, tanto como
nosotros, latinoamericanos, sabían que no tenían futuro promisorio. Sólo un presente
precario: “Este raciocinio…”
Cierto es que a los conquistadores no les quedó fácil porque al fin y al cabo estas
tierras bellas y terribles eran nuevas y desconocidas para ellos. Los peligros los
acechaban permanentemente a pesar de que iban mejor armados, especialmente con
la mentira y la traición porque esas plagas si en algunas ocasiones surgieron entre los
nativos eran exterminadas de raíz a base de pedagogías terrígenas muy convincentes:
“Denostar de los conquistadores…”
Sangre que ha abonado nuestra tierra de norte a sur, de oriente a occidente del
continente, por cuenta de los conquistadores del siglo XV: “Con sorpresa el
adelantado…”
Hoy todo es desolación. Los hermanos que pescaron en río revuelto, aquellos que se
hicieron inmensamente ricos a costillas de las grandes herencias de sangre o de oro,
ahora ellos practican lo mismo; el ejemplo crece en progresión geométrica; hoy
desprecian a sus hermanos pero no saben que a su vez también son despreciados por
los extranjeros que tanto admiran y alaban, porque nunca serán miembros de la casta
europea a que tanto aspiran. Sólo les tienden la mano porque saben que poseen
bienes materiales, pero los desprecian por creerse sus iguales. “Poderoso caballero es
don dinero”. Reyes y analfabetas eran iguales. La cuerda se tensaba y se reventaba por
donde más delgada estuviera. Era la rebatiña del poder: “Pensar que estuvo a punto…”
Belacázar a sus sesenta años, pobre y sin deseos de vivir porque hasta la belleza cansa
y la violencia corroe, dejó buen legado para la posteridad. “Iniciar una guerra es más
fácil que terminarla” (Gabo). Hoy es moneda común entre los mismos hermanos:
“Mientras América fue continente misterioso…”
Elementos traídos por los conquistadores para iniciar un proceso de colonización: “Sin
sus arrestos, sin el corazón preparado…” Y el hermano caballo se convirtió en estas
tierras por obra y gracia de los españoles en una máquina demoledora que arrasaba
vidas y desolaba caseríos. Cae el telón de una agitada y violenta gesta avasalladora y
cegadora de vidas humanas.

5. Ahora las naciones ricas envían conquistadores o neo colonizadores llenos de dinero a
conquistar riquezas. Ya no es nuestro oro el que se llevan. Hoy vienen por lo que nos
queda de dignidad y de vida: “Todo indica…”
Hay pues héroes para cada época y semidioses para cada pueblo. No es estulticia; es
dominación. Tal vez sea el hecho dialéctico y envolvente el que convierte la
dominación en estulticia. Los historiadores, no la historia, han sabido absolverlos. Tal
vez…Algún día… “A pulso ante la vida...”
Del examen riguroso, a manera de exégesis, de los textos históricos que se remontan a
la conquista de América y sus protagonistas, se infieren las siguientes conclusiones:
.El mal de la violencia no se gesta de manera natural en ningún pueblo.
.Tan prolífico y bendito es nuestro bello suelo que aunque en él diezmaron la vida, no
pudieron acabar con el friso del paisaje de la tierra virgen que a todos incita.
.La sed de oro pervierte y enloquece los sentidos. Si en nuestro continente sólo
hubieran encontrado indígenas y patatas, de seguro otra suerte muy diferente nos
hubiera tocado.
.La lección quedó bien aprendida. “Los hijos de la crueldad y del salvajismo replican el
ejemplo de sus padres porque el gen despiadado entró por la vía más expedita para su
reproducción.
.Para la eliminación radical de este mal se requiere mucho más que tratados de ética;
se requieren nuevas y equitativas formas de educación. Y el antídoto se encuentra en

6. los contenidos de los buenos libros; en el incremento de los niveles de lectura. De tal
forma que cada estudiante, cada ciudadano tome en serio la tarea de leerse al menos
un libro mensualmente. Sorprenderán los resultados de esa hipotética proyección
aritmética.
JORGE EDUARDO CARVAJAL OSPINA
Miembro Centro de Historia Anserma