El documento discute la constancia como una virtud relacionada pero distinta de la perseverancia. La constancia fortalece a una persona contra dificultades externas como malos ejemplos, mientras que la perseverancia se enfoca en dificultades prolongadas de vivir virtuosamente. La constancia depende de mantenerse firme en decisiones buenas a pesar de obstáculos iniciales. Requiere enfoque y voluntad para implementar los medios para lograr metas a pesar del cansancio y dificultades imprevistas.
La constancia es una virtud íntimamente relacionada con la pers
1. La constancia es una virtud íntimamente relacionada con la perseverancia, de la que se
distingue, sin embargo, por la distinta dificultad que trata de superar; porque lo propio de la
perseverancia es dar firmeza a la persona contra la dificultad que proviene de la prolongación de
la vida virtuosa, mientras que a la constancia pertenece robustecerla contra las demás
dificultades que provienen de cualquier otro impedimento exterior (las influencias de los malos
ejemplos, malos consejos).
A la constancia y perseverancia se oponen dos vicios o peligros:
- uno por defecto, la inconstancia (blandura), inclinarse a desistir fácilmente de la práctica del
bien al surgir las primeras dificultades, provenientes, sobre todo, de tener que abstenerse de
muchos gustos y complacencias...
- y otro por exceso, la pertinacia o terquedad, del que se obstina en no ceder cuando sería
razonable hacerlo.
EN LA VIDA ORDINARIA:
Muy a menudo, las personas hacemos propósitos, nos comprometemos a algo o con alguien.
Y es maravillosa la capacidad nuestra para hacer propósitos con vistas a mejorar, para adquirir
compromisos, para tomar decisiones; pero todo esto quedaría en humo, si no hubiera
constancia. Sería destellos fugaces de ese sublime don que es el querer y el entender.
La constancia más elemental es mantenernos firmes en nuestras decisiones. Pero que sea una
decisión buena, porque, si es mala, lo razonable es desecharla.
Alguna vez te has preguntado ¿de qué depende la constancia? ¿Es una virtud intrínseca del
individuo o es una cuestión de convicción? Y me parece que es una buena pregunta que vale la
pena responder.
La constancia, más que una virtud, es una actitud. Si acaso tienes duda de ello piensa en las
veces que has querido conseguir algo que era muy especial en tu vida y lo obtuviste: una beca,
un permiso para un baile o para un viaje, ¡hasta conseguir una pareja o ganar un regalo!
Ahora reflexionemos: ¿cuánto empeño pusiste para conseguirlo? Seguro que al obtener la
primera negativa de tus padres, amigos, jefes o de la pareja, te desilusionaste un poco, quizá
bajaste la guardia, pero te puedo asegurar que al final lograste lo que te propusiste porque
hiciste hasta lo imposible por conseguirlo: venciste el miedo, libraste obstáculos y ¡fuiste
constante en tu empeño!
Ahora bien, hay un detonador poderoso que motiva la constancia y ese detonador es el enfoque.
Estoy convencido de que uno es constante y obtiene resultados sólo cuando se tiene bien claro
lo que se quiere conseguir; de lo contrario, dispersaremos nuestra valiosa energía en todas
direcciones.
Por consiguiente, persona constante es la que pone en práctica todo lo que sea necesario para
llevar a cabo lo que ha decidido.
Y en la constancia hay que distinguir:
- La decisión tomada.
- Los medios para llevarla a cabo. Es fácil tomar decisiones.
Lo difícil es cumplirlas. Nos cansamos. Surgen dificultades imprevistas. Se nos apaga la primera
2. ilusión. Nos desalientan las metas a largo plazo. Todos esos son los enemigos de la constancia:
unos están dentro de nosotros y otros nos acosan desde fuera.
En el camino espiritual, hay que tener en cuenta estas dificultades. No nos tenemos que
sorprender de ellas. Conociéndolas, las podremos combatir mejor. Para ello, la advertencia es
que vamos a tener que echar mano, además de la gracia de Dios, de la fortaleza, de la fuerza
devoluntad.
En trono de altas nubes,
El Niño Jesús en brazos,
tiendes al mortal los lazos
de tu escapulario fiel;
¡Santa Maria del Carmen,
flor hermosa escogida
que en el árbol de la vida
eres fruto, aroma y miel