El documento contrasta lo que una persona justa hace (deleitarse y meditar en la ley de Dios) con lo que una persona injusta no hace (no anduvo, ni estuvo, ni se ha sentado). Explica que la marca de un verdadero creyente no es solo lo que no hace, sino lo que sí hace, como prestar atención a la palabra de Dios. Finalmente, describe el destino de estas dos personas, con Dios cuidando al justo y el injusto pereciendo.