El tráfico de animales silvestres como iguanas, osos perezosos, tortugas, monos pequeños y tigrillos ha aumentado desde la década de 1980 debido a la alta demanda en América del Norte, Asia y Europa. La compra de animales silvestres ha contribuido a la aparición de enfermedades infecciosas emergentes y en 2001 la fiebre aftosa se propagó a países como el Reino Unido, Argentina y Uruguay a través del tráfico ilegal de animales.