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A San José Dios le
encomendó la
inmensa
responsabilidad y
privilegio de ser
esposo de la Virgen
María y hacer las
veces de padre de
Jesús. Es por eso el
santo que más cerca
ha estado de Jesús y
de la Virgen María.
San José nació
probablemente en Belén.
San Mateo (1:16) llama a
San José el hijo de
Jacob; según San Lucas
(3:23), su padre era Heli.
La divergencia podría
ser porque Mateo, por
dirigirse a los hebreos,
miraba más a lo legal;
Lucas, por dirigirse a los
griegos, buscaba más lo
real.
La explicación del
significado de este
nombre se encuentra
en el libro del Génesis
(30,22-24): “Entonces
se acordó Dios
de Raquel. Dios la oyó
y abrió su seno, y ella
concibió y dio a luz a
un hijo. Y dijo: «Ha
quitado Dios mi
afrenta.» y le llamó
José, como diciendo:
«Añádeme YHWH otro
hijo.”
José es un nombre masculino que en lenguaje hebreo se
deriva de yôsef (‫)יוסף‬ «añada», del verbo lehosif (‫)להוסיף‬
«añadir».
La tradición nos
transmite la figura del
joven José como un
muchacho de mucho
talento y un
temperamento
humilde, dócil y
devoto. Era de
condición humilde,
aunque las
genealogías
de Mateo 1:1-
17 y Lucas 3:23-38 lo
presentan como
perteneciente a la
estirpe del rey David.
San José
era
carpintero
y vivía en
Nazaret.
El término griego
usado en el
evangelio
«τεχτων», no
corresponde
específicamente a
«carpintero», sino
a «artesano», a
«obrero», aunque
en la tradición
cristiana se ha
dado por buena la
traducción de
“carpintero”.
Probablemente no tendría profesión propia, sino que
podía tratarse de lo que hoy muchos llaman un “hombre
para todo”, atendiendo a diversas necesidades de
reparaciones, especialmente en carpintería y albañilería.
Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y
San José tendría quizás unos 20 años de edad, o poco
más, cuando se desposó con María. Era un joven
justo, casto, honesto, ejemplo para todos nosotros.
Hubo un tiempo en la
Iglesia en que se
pensaba que san José
debía ser muy mayor.
Esto se debía por
pensar en la dificultad
de una relación virginal
entre dos jóvenes
esposos. Esta dificultad
responde a la
naturaleza caída, pero
se vence con la gracia
de Dios. Ambos
recibieron gracias
extraordinarias a las
que siempre supieron
corresponder.
Mientras san José, en
su taller, se dedicaba a
sus humildes tareas de
carpintero, su espíritu
permanecía unido al
Señor. Todos los justos
de aquella época en
Israel repetían esta
oración: Cielos,
derramad vuestro rocío,
y que las nubes destilen
al Justo; ábrase la tierra
y germine el Salvador.
Así lo haría también san
José
No sabemos cómo se encontraron María y José. Si
María, como es probable, habitaba ya en Nazaret se
conocerían desde tiempo atrás. Sobre todo, si los dos
eran descendientes de David, serían parientes aunque
no cercanos.
María apreciaría la fe
de este joven José, la
elevación de su alma
y amaría a este
hombre sencillo, de
manos callosas, de
mirada limpia y de
gestos reposados y
graves. Sabría que
vivía apartado del mal,
a la espera ardiente
de la venida del
Mesías.
José, por su parte, no
habría permanecido
insensible al misterioso
encanto que emanaba
de la persona de María.
Habría detenido la
mirada en su rostro
lleno de pureza y se
habría sentido
profundamente
conmovido, como ante
la revelación de algo
indeciblemente grande.
Es lógico pensar que, antes de celebrarse los
desposorios, María comunicó a José su propósito de
virginidad. Y José, preparado por el Espíritu Santo,
descubriría en esa revelación una voz del cielo: muy
probablemente también él se había sentido impulsado
interiormente a dedicarse en alma y cuerpo al Señor.
Santo Tomás de
Aquino piensa que
antes de
comprometerse con
José, María recibió de
Dios la seguridad de
que él tenía las mismas
disposiciones que
Ella. Una gran parte de
la Tradición cree que
San José había hecho
un voto de virginidad y
que, al contraer
matrimonio, no hizo
más que seguir una
costumbre que tenía
casi fuerza de ley.
Según una tradición, fue
convocado por los
sacerdotes al templo, con
otros solteros de la tribu
de David, para poder
tomar como esposa a
María de Nazaret, pues
había estado desde niña
en el templo. Los
sacerdotes ofrecieron a
cada uno una rama y
comunicaron que María
habría de casarse con
aquel cuya rama
desarrollase un brote.
Sólo la rama de José floreció y de ese modo fue
reconocido como novio destinado por el Señor a María.
Surge la pregunta del porqué
María accedió a los
esponsales cuando estaba
ligada por su voto de
virginidad. De la misma
manera que ella había
obedecido la inspiración
divina al hacer su voto,
también la obedeció al
convertirse en la novia
prometida de José. Hubiera
sido un caso singular entre los
judíos el rehusar los
esponsales o el matrimonio,
ya que todas las doncellas
judías aspiraban al matrimonio
como la realización de un
deber natural.
Como no se tiene noticia de ningún hermano de María,
ella era una única heredera y estaba obligada por la ley
a casarse con un miembro de su tribu. Según la
costumbre judía, la unión entre José y María tenía que
ser concertada por los padres de José.
Así pues, María siendo muy joven, fue dada en
esposa a José.
Entre los judíos, el
matrimonio constaba de
dos actos esenciales,
separados por un
período de tiempo, que
solía ser de seis meses
a un año:
los esponsales y
las nupcias. Los
esponsales no eran
simplemente la promesa
de una unión
matrimonial futura, sino
que constituían ya un
verdadero matrimonio.
Los esponsales o
desposorios, que era ya
un matrimonio, solía
hacerse con mucho
esplendor. Seguramente
en el caso de María y
José debió de ser
bastante sencillo. El
lugar de los
desposorios pudo muy
bien ser Nazaret. Antes
de la celebración, las
dos familias solían tener
reuniones para los
diferentes tratos y
acuerdos.
Es digno de anotar que
desde ese momento
María y José eran
verdaderos esposos.
José no fue un mero
protector de María, sino
su esposo. Aunque los
esposos, José y María,
tenían la intención de
permanecer en el
estado virginal, el
matrimonio fue
auténtico, como nos
dice san Agustín y otros
Padres.
De hecho, en la relación
esponsal de San José y la
Virgen María tenemos un
ejemplo para todo
matrimonio. Porque nos
enseña que el fundamento
de la unión conyugal está
principalmente en la
comunión de corazones en
el amor divino. La
virginidad, como donación
total a Dios, nunca es una
carencia; abre las puertas
para comunicar el amor
divino en la forma mas pura
y sublime.
Según da a
entender el
evangelio, en ese
lapso de tiempo
entre los
desposorios de
José y María y la
llevada a casa
sucedió en Nazaret
el anuncio del
ángel a María. Y
María concibió al
Hijo de Dios.
Como María recibió la noticia de que su prima Isabel, ya
muy mayor, estaba esperando a tener un niño desde
hacía seis meses, decidió ir a visitarla para poder
ayudarla en sus tres últimos meses. Algunos creen que
san José la acompañó, ya que era un viaje muy largo.
Según parece por
los siguientes
acontecimientos y
por la amplia
tradición, María
fue sola y, como
dice el evangelio,
estuvo allí por lo
menos tres
meses.
El problema para san
José comenzó cuando
regresó María. Entre
estancia y viajes
habrían pasado tres
meses y medio y ya se
la notaba que iba a ser
madre. Es posible que
san José se enteró al
felicitarle alguna
vecina de que iba a ser
padre. Pero
comenzaron las
angustias.
Despedida
No podía
entenderlo. Para él
María era la mujer
más santa y
respetable. Lo
único lógico
podría haber sido
una violación
durante el viaje de
ida. José seguía
amando y
respetando a
María.
Un mar de pensamientos vendrían a su cabeza.
El evangelio, para
exponer qué piensa hacer
José, dice que él era
“justo”. No se trata de una
justicia que pretende
defender sus derechos, al
estilo del Ant.
Testamento. En este caso,
como buen judío, debería
defender la ley y las
costumbres y debería
castigar el adulterio. Ser
justo significaría salvar su
honor con un divorcio
público para quedar bien
ante la opinión pública y
hasta con derecho de ser
indemnizado.
Pero José era justo a la
manera cristiana, que
también se decía de los
buenos israelitas: es el
hombre piadoso,
servidor irreprochable
de Dios, cumplidor de la
voluntad divina, bueno y
caritativo con el prójimo.
Por eso hay
traducciones de la Biblia
que traducen a Mt 1,19:
“Como era bueno”.
Prefería que
las culpas
se las
echasen a
él, como si
hubiera
abandonado
a la “pobre
muchacha”.
Y porque era bueno, no podía permitir que María fuera
entregada a la vergüenza pública.
Así que
José piensa
dejarla y
huir
secretamen-
te. Y esto lo
piensa
hacer, como
una ofrenda
a Dios y un
acto de
respeto a su
esposa,
para no
dañar su
fama.
Como era muy difícil,
casi imposible para
san José, el creer en
el misterio de la
Encarnación, María
ya había puesto el
asunto en manos de
Dios. Ahora era José
quien igualmente se
lo encomendaba a
Dios.
Cuando ya tenía José
decidido su plan, viene
Dios a dar la solución y
a dar paz y felicidad a
José. Viene un ángel
(mensajero) de Dios
cuando estaba “en
sueños”. Esta es una
expresión bíblica para
hablar de una
manifestación clara de
Dios.
Puede ser que fuese un
sueño real, porque Dios se
manifiesta de diversas
formas en nuestra vida
real. Seguro que san José
habría pasado varias
noches de insomnio y
pesadillas, quizá hasta
soñando que los hombres
se reían de él en la plaza.
Ahora ha logrado conciliar
el sueño con mayor paz. Y
viene el ángel del Señor.
El ángel le dice:
“José, hijo de David,
no temas acoger a
María, tu mujer,
porque la criatura que
hay en ella viene del
Espíritu Santo”. Con
estas palabras,
aunque no todo esté
aclarado, lo que José
entiende es que María
no sólo es
inocentísima sino que
es agraciada del
Señor.
Pero el ángel continúa.
No sólo le dice que
María es inocente, sino
que ahora le dice a José
qué papel va a tener él
respecto a ese niño. Le
dice: “Dará a luz un hijo
y tu le pondrás por
nombre Jesús, porque él
salvará a su pueblo de
sus pecados”. Poner el
nombre significaba
hacer de padre con
todas las
consecuencias.
Además le señala el nombre que debe ponerle: Jesús,
que significa salvador. Y le expone las razones: porque
verdaderamente va a ser un salvador, pero de los
pecados.
El respiro de José tuvo que ser muy grande y el amor
hacia su esposa y el Niño que llevaba en sus entrañas
también muy profundo.
Después
el
encuen-
tro con
María
tuvo que
ser de
mucha
paz y de
mucha
alegría
en el
Señor.
José, sin duda,
apresuró la
ceremonia de
fiesta para llevar
a su esposa a su
casa, como era
la costumbre.
Para las gentes
María era su
esposa. Y allí
había una
verdadera
familia.
Todas las turbaciones de José habían desaparecido.
No todo fue paz en aquel hogar: Un edicto de César
Augusto ordenaba el censo de toda la tierra. El censo era
como una expresión de orgullo del gobernante; pero era
algo que se debía hacer para no pagar consecuencias.
El problema de los que no vivían en el lugar de sus
antecesores era que debían hacer un viaje. El de José y
María iba a ser difícil, pues Belén distaba unos 150
kilómetros de Nazaret.
La obligación parece
que sólo era para los
varones; pero José no
quería dejar sola a
María. Y María querría
estar con José en los
días en que se acercaba
su maternidad. Quizá
por ello apresuraron el
viaje.
No tenemos
derecho a
pensar que ya
María estuviera
en los últimos
días de
embarazo. Sería
culpar a san
José de exponer
a María a un
viaje más difícil,
ya que no había
día determinado
para el censo.
El hecho es que se
pusieron en camino y
llegaron a Belén. Se
supone que encontrarían
algún pariente lejano o
alguna buena familia que
les hospedó. El no
encontrar ninguna casa
sería pensar mal de la
buena hospitalidad de
aquellas gentes. Lo que
dice san Juan: “Vino a
los suyos y no le
recibieron”, se refiere a
un sentido espiritual y
místico.
San José buscaría un lugarcito en alguna casa,
dispuesto a ayudar con su trabajo. Dice el evangelio (Lc
2,6): “Estando allí, se cumplieron los días de su parto”.
Esto no indica que estaban llegando apresurados, sino
que ya llevarían varios días, quizá un mes.
Dice el evangelio que
cuando nació Jesús,
María “lo recostó en un
pesebre, porque no
había sitio para ellos en
la posada”. Si se
tratase de una posada
real, o era la estancia
muy costosa, no propia
para ellos, o era un
aglomerado de gentes,
lugar sucio y nada
íntimo, tampoco propio
para ellos.
A María le llegó la hora de dar a luz a su hijo. San
José debía estar afanado en preparar aquel lugar.
Muchos autores están más de acuerdo en decir que esa
palabra, que traducimos por “posada”, se trataba de un
lugar en la misma casa, una habitación privada que
solían tener para estos menesteres o para algún enfermo
o algún visitante especial.
Así que,
para tener
intimidad,
tuvieron que
ir a la parte
de atrás de
la casa, que
era el lugar
de los
animales.
Y allí preparó san José el lugar para recibir al Hijo de
Dios. Entre la paja y alguna manta prepararía el sitial
para María. Y, como no tenía cuna, el pesebre de los
animales podía servir. Pocos animales habría, quizá una
burra, como era costumbre para el trasporte familiar.
Era de noche, según narra el evangelista al hablar de los
pastores, cuando nació Jesús. ¿Estaban solos María y
José? No se puede saber. Pero estaba sobre todo la
grandeza y el amor de Dios.
Habría pasado cierto tiempo. Quizá María estaba ya
descansando, mientras José atendía al Niño, cuando se
oyó ruido y voces fuera de la casa. Eran los pastores que
iban preguntando.
Resulta que el ángel no les había dicho a los pastores
que fueran por los alrededores buscando una cueva
donde habría nacido Jesús, sino que debían ir a Belén,
al pueblo. Así que ellos fueron a Belén (Lc 2,17).
San José
dejaría al
niño en el
pesebre. Se
lo diría a
María, y salió
a ver qué
pasaba.
El ángel les había dicho a los pastores que el niño recién
nacido estaría acostado en un pesebre. Por lo cual ellos
debían preguntar en qué casa había nacido un niño y
comprobar si estaba en el lugar de los animales y
acostado en un pesebre.
San José, que
había salido a
la calle al oír
el ruido, les
indicó
perfectamente
el lugar y les
enseñó al
Niño.
A los ocho días de nacer
Jesús, se debía realizar la
circuncisión. A veces lo
hacía el mismo padre o
quizá más frecuentemente
una persona con cierta
experiencia. No sabemos el
papel que tuvo san José.
Lo que sí sabemos es que
en la misma ceremonia o
unido a ella, se le imponía
el nombre al niño. Y aquí sí
que era protagonista san
José, que para todos era el
padre.
Por aquellos días san
José quizá alquilaría
alguna pequeña casa,
que él iría arreglando,
sobre todo hasta que
llegasen los 40 días en
que debían ir al templo
cercano de Jerusalén.
Quizá pensando en
instalarse allí mismo, en
Belén, para más tiempo.
Había una ley entre los israelitas: “Todo varón
primogénito será consagrado al Señor”. No se decía sobre
el día, pero sí sobre la limosna a dar. Lo que sí estaba
determinado, en cuanto al día, era sobre la purificación de
las mujeres: Si habían tenido un hijo varón, debían ir al
templo, a los cuarenta días, para purificarse.
Así que José
y María, ya
con el Niño,
aprovecharon
el mismo viaje
al templo para
la purificación
y la
presentación.
Iban como una
familia pobre. San
José llevaba la
ofrenda de los
pobres que era un
par de pichones.
Pero allí surgió
Simeón, un
hombre anciano
inspirado por el
Espíritu Santo.
Simeón les dijo
cosas maravillosas,
de modo que, como
dice el evangelio:
“su padre y su
madre estaban
admirados por lo
que se decía del
niño”. También
alababa a Dios la
anciana Ana. San
José pagó la
limosna y se
volvieron a casa.
Es posible que pasaría un cierto tiempo, quizá meses en
que el Niño podía ir fortaleciéndose, cuando llegaron los
magos de Oriente.
Llegaron a la casa
donde vivía la
Sagrada Familia,
porque la estrella
se puso
exactamente
encima.
Los magos
ofrecieron
oro,
incienso y
mirra. Lo
recibiría
san José.
Todavía no
sabía lo
bien quizá
que le iba
a servir
para su
primera
estancia
en Egipto.
Una vez que se marcharon
los magos, viene otro
sueño de José o una nueva
manifestación de Dios. El
hecho es que san José
tiene la certeza de que
Dios le está hablando por
medio de un ángel:
“Levántate, toma al niño y
a su madre y huye a
Egipto; quédate allí hasta
que yo te avise, porque
Herodes va a buscar al
niño para matarlo”.
Y san José, siempre obediente a la voz de Dios, se
levanta, prepara rápidamente todo y, siendo aún de
noche, sale hacia Egipto, llevando a María con el Niño.
El viaje para Egipto
era terrible. Debían
caminar unos 500
kilómetros. Se
supone que tendrían
o alquilarían un
burro o burra. El
camino era peligroso
por animales y
bandidos. José y
María siempre
confiando en el
Señor.
Muchas dificultades al llegar a Egipto, cuya lengua
desconocían. Eran emigrantes, prácticamente sin nada.
Se supone que buscarían alguna colonia de judíos. Y allí
permanecieron un tiempo: meses, quizá algún año o
años. Allí comenzó Jesús a pronunciar sus primeras
palabras y a llamar madre y padre a María y a José.
Hasta que murió
Herodes. De nuevo el
ángel del Señor, en un
sueño o presencia
reveladora de Dios, le
dice a José: “Levántate,
coge al niño y a su
madre y vuelve a la tierra
de Israel, porque han
muerto los que
atentaban contra la vida
del niño”.
Así que san José vuelve a preparar lo poco que tendrían y
sale, con María y el Niño, camino de Israel. Pensaba ir a
Belén donde tendría amistades y clientela. Pero se entera
que en Judea reina Arquelao, que debía ser tan malo
como su padre Herodes, y prefiere coger el camino para ir
a Nazaret.
Ya desde
ahora se
puede aplicar
a Jesús lo que
dice en el
evangelio un
poco más
tarde: “Jesús
iba creciendo
en sabiduría,
en edad y en
gracia ante
Dios y ante
los hombres”
Y comenzó la vida tranquila de la Sagrada Familia en el
hogar de Nazaret.
El papa Francisco va
explicando cómo san
José, actuando como
padre, contribuyó a
que Jesús creciera.
Primero en edad.
Aquí se expresa lo
más humano y
especialmente el
trabajo. San José
hacía de maestro
para que Jesús
aprendiera el oficio
de carpintero.
Jesús crecía en
sabiduría. Dice el papa
Francisco: “José fue
para Jesús ejemplo y
maestro de esta
sabiduría, que se nutre
de la Palabra de Dios.
Podemos pensar en
cómo José educó al
pequeño Jesús a
escuchar las Sagradas
Escrituras, en especial
acompañándole el
sábado a la sinagoga
de Nazaret”.
Jesús crecía en gracia.
Dice el papa: “Aquí,
sin duda, la parte
reservada a San José
es más limitada
respecto a los temas
de la edad y de la
sabiduría. Pero sería
un grave error pensar
que un padre y una
madre no pueden
hacer nada para
educar a sus hijos a
crecer en la gracia de
Dios”.
Desde que la Sagrada Familia regresó a Nazaret, el único
evento que conocemos relacionado con San José es la
"pérdida" de Jesús cuando tenía 12 años, al regreso de
la anual peregrinación a Jerusalén.
Al cumplir los 12 años, ya Jesús no necesitaba estar con
las mujeres como estaban los niños. Ese año podían
seguir todavía con la madre o ir ya con el padre.
Los miembros de
la Sagrada
Familia iban a
Jerusalén cada
año por la fiesta
de Pascua.
Cuando Jesús
tenía 12 años
hicieron lo
mismo. Pero ese
año era algo
especial.
Jesús adolescente, que
tenía muchas ganas de
escuchar las
explicaciones de los
doctores de la ley sobre
las cosas de Dios, sin
dudar se fue con san
José. El problema
estaba en que solían ir
juntos los de la región y
los doctores estaban en
otros lugares del
templo.
Pero pudieron
pasar varias cosas:
que la
aglomeración de la
gente creció más
de lo que pensaban
y que aquel doctor
iba caminando a
veces, y que Jesús
adolescente estaba
demasiado
concentrado en la
lección.
Para perderse Jesús tuvo que ser que quiso escuchar a
un doctor, diciendo a san José que volvería pronto.
El hecho es que cuando
Jesús quiso volver donde
José, estaba perdido.
Quizá quiso ir donde las
mujeres; pero también se
perdió. San José, al no
poderle encontrar entre
los hombres, tuvo que
marcharse con los de su
tierra, pensando que
Jesús se habría ido a
buscar a su madre.
Resulta que los hombres
volvían por un camino y
las mujeres por otro,
hasta cierto lugar donde
se unían. El asombro y
disgusto de María y José
fue el ver que Jesús no
estaba con ellos. Lo
buscaron entre las
amistades y no estaba.
Así que tuvieron que
emplear otro día en
volver a Jerusalén.
La angustia fue grande; pero siempre confiando
en el Señor.
Así que ya al tercer día de la pérdida fue cuando
pudieron ir al templo buscando.
Y lo hallaron
sentado en
medio de
los
maestros de
la Ley,
escuchán-
dolos y
haciéndoles
preguntas.
Su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu
padre y yo te buscábamos angustiados”. Esta frase que
dice María es muy importante para comprender el papel de
san José en aquella sagrada Familia. San José era el
padre con todas las atribuciones y consecuencias.
Jesús en su respuesta,
como adolescente,
quitaba importancia a
su pérdida. Pero
también les decía algo
misterioso de su Padre
Dios, algo que habría
meditado a la luz de las
Escrituras que
enseñaban los
maestros de la ley.
Y Jesús
volvió con
ellos a
Nazaret y
les estaba
sujeto.
Jesús iba
creciendo,
y la paz, la
armonía y
la oración
compartida
subía más
radiante al
Cielo.
Pasaron bastantes
años de trabajo y de
sacrificio para José
siempre cerca de su
esposa María, viendo
el crecimiento
continuo de Jesús.
Nada nos
dice el
evangelio
sobre la
muerte de
san José. Se
supone que
murió poco
antes de que
Jesús
empezara su
predicación.
San José tiene muchos patronazgos. Uno que le
corresponde de verdad es el de ser patrono de la buena
muerte. Nadie como san José ha podido morir en los
brazos de Jesús y de María.
Jesús le ha
tenido que
dar un
premio
grande,
muy
grande, en
el cielo.
Un patronazgo muy
importante de san José es
el de la Iglesia. El Papa Pío
IX, atendiendo a las
innumerables peticiones
que recibió de los fieles
católicos del mundo entero,
y, sobre todo, al ruego de
los obispos reunidos en el
concilio Vaticano I, declaró
y constituyó a San José,
Patrono Universal de la
Iglesia, el 8 de diciembre de
1870.
Un corazón que es
capaz de amar a Dios
como a hijo y a la
Madre de Dios como a
esposa, es capaz de
abarcar en su amor y
tomar bajo su
protección a la Iglesia
entera, de la cual
Jesús es cabeza y
María es Madre. Por
eso los papas ya le
llamaban “Custodio
de la Iglesia”.
Es también patrono del
mundo del trabajo. Lo
declaró el papa Pío XII.
El 1 de Mayo era una
fiesta del mundo obrero,
más bien en sentido
comunista. El 1 de Mayo
de 1955 miles de
obreros cristianos se
reunieron en la plaza de
san Pedro. El papa Pío
XII les dijo que todos los
años se iba a celebrar
ese día a san José
obrero para que fuese
“el guardián de todos
los obreros”.
San José es patrón e
intercesor de todos
los padres y
educadores porque es
un maestro de vida
para todos los que
quieren escuchar a
Dios antes que a
nadie, a la hora de
tomar las pequeñas o
grandes decisiones
con las que se forja
nuestra vida diaria.
El Papa Juan XXIII
incorporó el
nombre de san
José al Canon
Romano, para que
todos los
cristianos, en el
momento en que
Cristo se hace
presente en el
altar, veneremos
su memoria.
Durante los primeros
siglos de la Iglesia la
veneración se dirigía
principalmente a los
mártires. Quizás se
veneraba poco a San José
para enfatizar la paternidad
divina de Jesús. Pero, aun
así, los Padres (San
Agustín, San Jerónimo y
San Juan Crisóstomo, entre
otros), ya nos hablan de
San José en sentido
devocional. Quizá su
devoción era más patente
en Oriente.
Pero quien
contribuyó de
manera especial
fue santa teresa de
Jesús o de Ávila.
Ella relata su
experiencia
personal en el libro
de su vida. Y le
puso como patrono
especial de su
reforma
carmelitana. Ella
dice así:
Muchos han sido los santos que han dicho cosas muy
hermosas sobre san José y han propagado su devoción.
“Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y
encomendéme mucho a él. No me acuerdo hasta
ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado
de hacer. Es cosa que espanta las grandes
mercedes que me ha hecho Dios por medio de este
bienaventurado santo, de los peligros que me ha
librado, así de cuerpo como de alma; que a otros
santos parece les dio el Señor gracia para socorrer
en una necesidad; a este glorioso santo tengo
experiencia que socorre en todas, y que quiere el
Señor darnos a entender que así como le fue sujeto
en la tierra (que como tenía nombre de padre
siendo ayo, le podía mandar), así en el cielo hace
cuanto le pide”.
Entre las virtudes
más importantes de
san José y que
pueden ser modelo
para nosotros, las
Escrituras le
señalan como
«justo», que implica
su fidelidad a
la Torá y su
santidad.
“Justo” dice el texto
original del
Evangelio, con una
palabra griega que
sólo se usa para
nombrar la misma
justicia de Dios. Por
eso vemos cómo San
José no era sólo un
hombre bueno, sino
que era bueno y
justo con la bondad y
la justicia de Dios.
Lo que más resalta en
san José son las
virtudes de la vida
oculta: la virginidad, la
humildad, la pobreza,
la paciencia, la
prudencia, la fidelidad
que no puede ser
quebrantada por
ningún peligro, la
sencillez y la fe; la
confianza en Dios y la
más perfecta caridad.
San José es llamado el "Santo del silencio“. No
conocemos palabras expresadas por él. Sólo
conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de
protección responsable para su esposa y su hijo.
Que
aprendamos
de sus obras
y de su
silencio.
Creación
artesanal:
tus manos
son las que
hablan.
Automático
Hay gozo
en tu
mirar, que
gritan mil
palabras.
Silencio
ante tu
Dios,
confías
en su
Palabra;
Dejaste
sin
rumor
trabajo,
casa y
patria.
Silente al
contemplar
la
incompren-
sible trama
Nos
hablas del
dolor, sin
proferir
palabra.
silencio
fue tu
pan,
silencio
tu
jornada,
silencio al
contemplar,
silencio
ante la
nada,
silencio
en el
amor,
silencio
es tu
palabra.
Que san José,
con María y
Jesús, pongan
sentido de amor
a nuestras
palabras y obras.
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La historia de San José, esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesús

  • 1.
  • 2. A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y hacer las veces de padre de Jesús. Es por eso el santo que más cerca ha estado de Jesús y de la Virgen María.
  • 3. San José nació probablemente en Belén. San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli. La divergencia podría ser porque Mateo, por dirigirse a los hebreos, miraba más a lo legal; Lucas, por dirigirse a los griegos, buscaba más lo real.
  • 4. La explicación del significado de este nombre se encuentra en el libro del Génesis (30,22-24): “Entonces se acordó Dios de Raquel. Dios la oyó y abrió su seno, y ella concibió y dio a luz a un hijo. Y dijo: «Ha quitado Dios mi afrenta.» y le llamó José, como diciendo: «Añádeme YHWH otro hijo.” José es un nombre masculino que en lenguaje hebreo se deriva de yôsef (‫)יוסף‬ «añada», del verbo lehosif (‫)להוסיף‬ «añadir».
  • 5. La tradición nos transmite la figura del joven José como un muchacho de mucho talento y un temperamento humilde, dócil y devoto. Era de condición humilde, aunque las genealogías de Mateo 1:1- 17 y Lucas 3:23-38 lo presentan como perteneciente a la estirpe del rey David.
  • 7. El término griego usado en el evangelio «τεχτων», no corresponde específicamente a «carpintero», sino a «artesano», a «obrero», aunque en la tradición cristiana se ha dado por buena la traducción de “carpintero”.
  • 8. Probablemente no tendría profesión propia, sino que podía tratarse de lo que hoy muchos llaman un “hombre para todo”, atendiendo a diversas necesidades de reparaciones, especialmente en carpintería y albañilería.
  • 9. Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás unos 20 años de edad, o poco más, cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, ejemplo para todos nosotros.
  • 10. Hubo un tiempo en la Iglesia en que se pensaba que san José debía ser muy mayor. Esto se debía por pensar en la dificultad de una relación virginal entre dos jóvenes esposos. Esta dificultad responde a la naturaleza caída, pero se vence con la gracia de Dios. Ambos recibieron gracias extraordinarias a las que siempre supieron corresponder.
  • 11. Mientras san José, en su taller, se dedicaba a sus humildes tareas de carpintero, su espíritu permanecía unido al Señor. Todos los justos de aquella época en Israel repetían esta oración: Cielos, derramad vuestro rocío, y que las nubes destilen al Justo; ábrase la tierra y germine el Salvador. Así lo haría también san José
  • 12. No sabemos cómo se encontraron María y José. Si María, como es probable, habitaba ya en Nazaret se conocerían desde tiempo atrás. Sobre todo, si los dos eran descendientes de David, serían parientes aunque no cercanos.
  • 13. María apreciaría la fe de este joven José, la elevación de su alma y amaría a este hombre sencillo, de manos callosas, de mirada limpia y de gestos reposados y graves. Sabría que vivía apartado del mal, a la espera ardiente de la venida del Mesías.
  • 14. José, por su parte, no habría permanecido insensible al misterioso encanto que emanaba de la persona de María. Habría detenido la mirada en su rostro lleno de pureza y se habría sentido profundamente conmovido, como ante la revelación de algo indeciblemente grande.
  • 15. Es lógico pensar que, antes de celebrarse los desposorios, María comunicó a José su propósito de virginidad. Y José, preparado por el Espíritu Santo, descubriría en esa revelación una voz del cielo: muy probablemente también él se había sentido impulsado interiormente a dedicarse en alma y cuerpo al Señor.
  • 16. Santo Tomás de Aquino piensa que antes de comprometerse con José, María recibió de Dios la seguridad de que él tenía las mismas disposiciones que Ella. Una gran parte de la Tradición cree que San José había hecho un voto de virginidad y que, al contraer matrimonio, no hizo más que seguir una costumbre que tenía casi fuerza de ley.
  • 17. Según una tradición, fue convocado por los sacerdotes al templo, con otros solteros de la tribu de David, para poder tomar como esposa a María de Nazaret, pues había estado desde niña en el templo. Los sacerdotes ofrecieron a cada uno una rama y comunicaron que María habría de casarse con aquel cuya rama desarrollase un brote. Sólo la rama de José floreció y de ese modo fue reconocido como novio destinado por el Señor a María.
  • 18. Surge la pregunta del porqué María accedió a los esponsales cuando estaba ligada por su voto de virginidad. De la misma manera que ella había obedecido la inspiración divina al hacer su voto, también la obedeció al convertirse en la novia prometida de José. Hubiera sido un caso singular entre los judíos el rehusar los esponsales o el matrimonio, ya que todas las doncellas judías aspiraban al matrimonio como la realización de un deber natural.
  • 19. Como no se tiene noticia de ningún hermano de María, ella era una única heredera y estaba obligada por la ley a casarse con un miembro de su tribu. Según la costumbre judía, la unión entre José y María tenía que ser concertada por los padres de José.
  • 20. Así pues, María siendo muy joven, fue dada en esposa a José.
  • 21. Entre los judíos, el matrimonio constaba de dos actos esenciales, separados por un período de tiempo, que solía ser de seis meses a un año: los esponsales y las nupcias. Los esponsales no eran simplemente la promesa de una unión matrimonial futura, sino que constituían ya un verdadero matrimonio.
  • 22. Los esponsales o desposorios, que era ya un matrimonio, solía hacerse con mucho esplendor. Seguramente en el caso de María y José debió de ser bastante sencillo. El lugar de los desposorios pudo muy bien ser Nazaret. Antes de la celebración, las dos familias solían tener reuniones para los diferentes tratos y acuerdos.
  • 23. Es digno de anotar que desde ese momento María y José eran verdaderos esposos. José no fue un mero protector de María, sino su esposo. Aunque los esposos, José y María, tenían la intención de permanecer en el estado virginal, el matrimonio fue auténtico, como nos dice san Agustín y otros Padres.
  • 24. De hecho, en la relación esponsal de San José y la Virgen María tenemos un ejemplo para todo matrimonio. Porque nos enseña que el fundamento de la unión conyugal está principalmente en la comunión de corazones en el amor divino. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma mas pura y sublime.
  • 25. Según da a entender el evangelio, en ese lapso de tiempo entre los desposorios de José y María y la llevada a casa sucedió en Nazaret el anuncio del ángel a María. Y María concibió al Hijo de Dios.
  • 26. Como María recibió la noticia de que su prima Isabel, ya muy mayor, estaba esperando a tener un niño desde hacía seis meses, decidió ir a visitarla para poder ayudarla en sus tres últimos meses. Algunos creen que san José la acompañó, ya que era un viaje muy largo.
  • 27. Según parece por los siguientes acontecimientos y por la amplia tradición, María fue sola y, como dice el evangelio, estuvo allí por lo menos tres meses.
  • 28. El problema para san José comenzó cuando regresó María. Entre estancia y viajes habrían pasado tres meses y medio y ya se la notaba que iba a ser madre. Es posible que san José se enteró al felicitarle alguna vecina de que iba a ser padre. Pero comenzaron las angustias. Despedida
  • 29. No podía entenderlo. Para él María era la mujer más santa y respetable. Lo único lógico podría haber sido una violación durante el viaje de ida. José seguía amando y respetando a María. Un mar de pensamientos vendrían a su cabeza.
  • 30. El evangelio, para exponer qué piensa hacer José, dice que él era “justo”. No se trata de una justicia que pretende defender sus derechos, al estilo del Ant. Testamento. En este caso, como buen judío, debería defender la ley y las costumbres y debería castigar el adulterio. Ser justo significaría salvar su honor con un divorcio público para quedar bien ante la opinión pública y hasta con derecho de ser indemnizado.
  • 31. Pero José era justo a la manera cristiana, que también se decía de los buenos israelitas: es el hombre piadoso, servidor irreprochable de Dios, cumplidor de la voluntad divina, bueno y caritativo con el prójimo. Por eso hay traducciones de la Biblia que traducen a Mt 1,19: “Como era bueno”.
  • 32. Prefería que las culpas se las echasen a él, como si hubiera abandonado a la “pobre muchacha”. Y porque era bueno, no podía permitir que María fuera entregada a la vergüenza pública.
  • 33. Así que José piensa dejarla y huir secretamen- te. Y esto lo piensa hacer, como una ofrenda a Dios y un acto de respeto a su esposa, para no dañar su fama.
  • 34. Como era muy difícil, casi imposible para san José, el creer en el misterio de la Encarnación, María ya había puesto el asunto en manos de Dios. Ahora era José quien igualmente se lo encomendaba a Dios.
  • 35. Cuando ya tenía José decidido su plan, viene Dios a dar la solución y a dar paz y felicidad a José. Viene un ángel (mensajero) de Dios cuando estaba “en sueños”. Esta es una expresión bíblica para hablar de una manifestación clara de Dios.
  • 36. Puede ser que fuese un sueño real, porque Dios se manifiesta de diversas formas en nuestra vida real. Seguro que san José habría pasado varias noches de insomnio y pesadillas, quizá hasta soñando que los hombres se reían de él en la plaza. Ahora ha logrado conciliar el sueño con mayor paz. Y viene el ángel del Señor.
  • 37. El ángel le dice: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo”. Con estas palabras, aunque no todo esté aclarado, lo que José entiende es que María no sólo es inocentísima sino que es agraciada del Señor.
  • 38. Pero el ángel continúa. No sólo le dice que María es inocente, sino que ahora le dice a José qué papel va a tener él respecto a ese niño. Le dice: “Dará a luz un hijo y tu le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Poner el nombre significaba hacer de padre con todas las consecuencias.
  • 39. Además le señala el nombre que debe ponerle: Jesús, que significa salvador. Y le expone las razones: porque verdaderamente va a ser un salvador, pero de los pecados.
  • 40. El respiro de José tuvo que ser muy grande y el amor hacia su esposa y el Niño que llevaba en sus entrañas también muy profundo.
  • 41. Después el encuen- tro con María tuvo que ser de mucha paz y de mucha alegría en el Señor.
  • 42. José, sin duda, apresuró la ceremonia de fiesta para llevar a su esposa a su casa, como era la costumbre. Para las gentes María era su esposa. Y allí había una verdadera familia. Todas las turbaciones de José habían desaparecido.
  • 43. No todo fue paz en aquel hogar: Un edicto de César Augusto ordenaba el censo de toda la tierra. El censo era como una expresión de orgullo del gobernante; pero era algo que se debía hacer para no pagar consecuencias.
  • 44. El problema de los que no vivían en el lugar de sus antecesores era que debían hacer un viaje. El de José y María iba a ser difícil, pues Belén distaba unos 150 kilómetros de Nazaret.
  • 45. La obligación parece que sólo era para los varones; pero José no quería dejar sola a María. Y María querría estar con José en los días en que se acercaba su maternidad. Quizá por ello apresuraron el viaje.
  • 46. No tenemos derecho a pensar que ya María estuviera en los últimos días de embarazo. Sería culpar a san José de exponer a María a un viaje más difícil, ya que no había día determinado para el censo.
  • 47. El hecho es que se pusieron en camino y llegaron a Belén. Se supone que encontrarían algún pariente lejano o alguna buena familia que les hospedó. El no encontrar ninguna casa sería pensar mal de la buena hospitalidad de aquellas gentes. Lo que dice san Juan: “Vino a los suyos y no le recibieron”, se refiere a un sentido espiritual y místico.
  • 48. San José buscaría un lugarcito en alguna casa, dispuesto a ayudar con su trabajo. Dice el evangelio (Lc 2,6): “Estando allí, se cumplieron los días de su parto”. Esto no indica que estaban llegando apresurados, sino que ya llevarían varios días, quizá un mes.
  • 49. Dice el evangelio que cuando nació Jesús, María “lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada”. Si se tratase de una posada real, o era la estancia muy costosa, no propia para ellos, o era un aglomerado de gentes, lugar sucio y nada íntimo, tampoco propio para ellos. A María le llegó la hora de dar a luz a su hijo. San José debía estar afanado en preparar aquel lugar.
  • 50. Muchos autores están más de acuerdo en decir que esa palabra, que traducimos por “posada”, se trataba de un lugar en la misma casa, una habitación privada que solían tener para estos menesteres o para algún enfermo o algún visitante especial. Así que, para tener intimidad, tuvieron que ir a la parte de atrás de la casa, que era el lugar de los animales.
  • 51. Y allí preparó san José el lugar para recibir al Hijo de Dios. Entre la paja y alguna manta prepararía el sitial para María. Y, como no tenía cuna, el pesebre de los animales podía servir. Pocos animales habría, quizá una burra, como era costumbre para el trasporte familiar.
  • 52. Era de noche, según narra el evangelista al hablar de los pastores, cuando nació Jesús. ¿Estaban solos María y José? No se puede saber. Pero estaba sobre todo la grandeza y el amor de Dios.
  • 53. Habría pasado cierto tiempo. Quizá María estaba ya descansando, mientras José atendía al Niño, cuando se oyó ruido y voces fuera de la casa. Eran los pastores que iban preguntando.
  • 54. Resulta que el ángel no les había dicho a los pastores que fueran por los alrededores buscando una cueva donde habría nacido Jesús, sino que debían ir a Belén, al pueblo. Así que ellos fueron a Belén (Lc 2,17). San José dejaría al niño en el pesebre. Se lo diría a María, y salió a ver qué pasaba.
  • 55. El ángel les había dicho a los pastores que el niño recién nacido estaría acostado en un pesebre. Por lo cual ellos debían preguntar en qué casa había nacido un niño y comprobar si estaba en el lugar de los animales y acostado en un pesebre. San José, que había salido a la calle al oír el ruido, les indicó perfectamente el lugar y les enseñó al Niño.
  • 56. A los ocho días de nacer Jesús, se debía realizar la circuncisión. A veces lo hacía el mismo padre o quizá más frecuentemente una persona con cierta experiencia. No sabemos el papel que tuvo san José. Lo que sí sabemos es que en la misma ceremonia o unido a ella, se le imponía el nombre al niño. Y aquí sí que era protagonista san José, que para todos era el padre.
  • 57. Por aquellos días san José quizá alquilaría alguna pequeña casa, que él iría arreglando, sobre todo hasta que llegasen los 40 días en que debían ir al templo cercano de Jerusalén. Quizá pensando en instalarse allí mismo, en Belén, para más tiempo.
  • 58. Había una ley entre los israelitas: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor”. No se decía sobre el día, pero sí sobre la limosna a dar. Lo que sí estaba determinado, en cuanto al día, era sobre la purificación de las mujeres: Si habían tenido un hijo varón, debían ir al templo, a los cuarenta días, para purificarse. Así que José y María, ya con el Niño, aprovecharon el mismo viaje al templo para la purificación y la presentación.
  • 59. Iban como una familia pobre. San José llevaba la ofrenda de los pobres que era un par de pichones. Pero allí surgió Simeón, un hombre anciano inspirado por el Espíritu Santo.
  • 60. Simeón les dijo cosas maravillosas, de modo que, como dice el evangelio: “su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño”. También alababa a Dios la anciana Ana. San José pagó la limosna y se volvieron a casa.
  • 61. Es posible que pasaría un cierto tiempo, quizá meses en que el Niño podía ir fortaleciéndose, cuando llegaron los magos de Oriente. Llegaron a la casa donde vivía la Sagrada Familia, porque la estrella se puso exactamente encima.
  • 62. Los magos ofrecieron oro, incienso y mirra. Lo recibiría san José. Todavía no sabía lo bien quizá que le iba a servir para su primera estancia en Egipto.
  • 63. Una vez que se marcharon los magos, viene otro sueño de José o una nueva manifestación de Dios. El hecho es que san José tiene la certeza de que Dios le está hablando por medio de un ángel: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.
  • 64. Y san José, siempre obediente a la voz de Dios, se levanta, prepara rápidamente todo y, siendo aún de noche, sale hacia Egipto, llevando a María con el Niño.
  • 65. El viaje para Egipto era terrible. Debían caminar unos 500 kilómetros. Se supone que tendrían o alquilarían un burro o burra. El camino era peligroso por animales y bandidos. José y María siempre confiando en el Señor.
  • 66. Muchas dificultades al llegar a Egipto, cuya lengua desconocían. Eran emigrantes, prácticamente sin nada. Se supone que buscarían alguna colonia de judíos. Y allí permanecieron un tiempo: meses, quizá algún año o años. Allí comenzó Jesús a pronunciar sus primeras palabras y a llamar madre y padre a María y a José.
  • 67. Hasta que murió Herodes. De nuevo el ángel del Señor, en un sueño o presencia reveladora de Dios, le dice a José: “Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño”.
  • 68. Así que san José vuelve a preparar lo poco que tendrían y sale, con María y el Niño, camino de Israel. Pensaba ir a Belén donde tendría amistades y clientela. Pero se entera que en Judea reina Arquelao, que debía ser tan malo como su padre Herodes, y prefiere coger el camino para ir a Nazaret.
  • 69. Ya desde ahora se puede aplicar a Jesús lo que dice en el evangelio un poco más tarde: “Jesús iba creciendo en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y ante los hombres” Y comenzó la vida tranquila de la Sagrada Familia en el hogar de Nazaret.
  • 70. El papa Francisco va explicando cómo san José, actuando como padre, contribuyó a que Jesús creciera. Primero en edad. Aquí se expresa lo más humano y especialmente el trabajo. San José hacía de maestro para que Jesús aprendiera el oficio de carpintero.
  • 71. Jesús crecía en sabiduría. Dice el papa Francisco: “José fue para Jesús ejemplo y maestro de esta sabiduría, que se nutre de la Palabra de Dios. Podemos pensar en cómo José educó al pequeño Jesús a escuchar las Sagradas Escrituras, en especial acompañándole el sábado a la sinagoga de Nazaret”.
  • 72. Jesús crecía en gracia. Dice el papa: “Aquí, sin duda, la parte reservada a San José es más limitada respecto a los temas de la edad y de la sabiduría. Pero sería un grave error pensar que un padre y una madre no pueden hacer nada para educar a sus hijos a crecer en la gracia de Dios”.
  • 73. Desde que la Sagrada Familia regresó a Nazaret, el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús cuando tenía 12 años, al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén.
  • 74. Al cumplir los 12 años, ya Jesús no necesitaba estar con las mujeres como estaban los niños. Ese año podían seguir todavía con la madre o ir ya con el padre. Los miembros de la Sagrada Familia iban a Jerusalén cada año por la fiesta de Pascua. Cuando Jesús tenía 12 años hicieron lo mismo. Pero ese año era algo especial.
  • 75. Jesús adolescente, que tenía muchas ganas de escuchar las explicaciones de los doctores de la ley sobre las cosas de Dios, sin dudar se fue con san José. El problema estaba en que solían ir juntos los de la región y los doctores estaban en otros lugares del templo.
  • 76. Pero pudieron pasar varias cosas: que la aglomeración de la gente creció más de lo que pensaban y que aquel doctor iba caminando a veces, y que Jesús adolescente estaba demasiado concentrado en la lección. Para perderse Jesús tuvo que ser que quiso escuchar a un doctor, diciendo a san José que volvería pronto.
  • 77. El hecho es que cuando Jesús quiso volver donde José, estaba perdido. Quizá quiso ir donde las mujeres; pero también se perdió. San José, al no poderle encontrar entre los hombres, tuvo que marcharse con los de su tierra, pensando que Jesús se habría ido a buscar a su madre.
  • 78. Resulta que los hombres volvían por un camino y las mujeres por otro, hasta cierto lugar donde se unían. El asombro y disgusto de María y José fue el ver que Jesús no estaba con ellos. Lo buscaron entre las amistades y no estaba. Así que tuvieron que emplear otro día en volver a Jerusalén.
  • 79. La angustia fue grande; pero siempre confiando en el Señor.
  • 80. Así que ya al tercer día de la pérdida fue cuando pudieron ir al templo buscando. Y lo hallaron sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchán- dolos y haciéndoles preguntas.
  • 81. Su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Esta frase que dice María es muy importante para comprender el papel de san José en aquella sagrada Familia. San José era el padre con todas las atribuciones y consecuencias.
  • 82. Jesús en su respuesta, como adolescente, quitaba importancia a su pérdida. Pero también les decía algo misterioso de su Padre Dios, algo que habría meditado a la luz de las Escrituras que enseñaban los maestros de la ley.
  • 83. Y Jesús volvió con ellos a Nazaret y les estaba sujeto.
  • 84. Jesús iba creciendo, y la paz, la armonía y la oración compartida subía más radiante al Cielo.
  • 85. Pasaron bastantes años de trabajo y de sacrificio para José siempre cerca de su esposa María, viendo el crecimiento continuo de Jesús.
  • 86.
  • 87. Nada nos dice el evangelio sobre la muerte de san José. Se supone que murió poco antes de que Jesús empezara su predicación.
  • 88. San José tiene muchos patronazgos. Uno que le corresponde de verdad es el de ser patrono de la buena muerte. Nadie como san José ha podido morir en los brazos de Jesús y de María.
  • 89. Jesús le ha tenido que dar un premio grande, muy grande, en el cielo.
  • 90. Un patronazgo muy importante de san José es el de la Iglesia. El Papa Pío IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles católicos del mundo entero, y, sobre todo, al ruego de los obispos reunidos en el concilio Vaticano I, declaró y constituyó a San José, Patrono Universal de la Iglesia, el 8 de diciembre de 1870.
  • 91. Un corazón que es capaz de amar a Dios como a hijo y a la Madre de Dios como a esposa, es capaz de abarcar en su amor y tomar bajo su protección a la Iglesia entera, de la cual Jesús es cabeza y María es Madre. Por eso los papas ya le llamaban “Custodio de la Iglesia”.
  • 92. Es también patrono del mundo del trabajo. Lo declaró el papa Pío XII. El 1 de Mayo era una fiesta del mundo obrero, más bien en sentido comunista. El 1 de Mayo de 1955 miles de obreros cristianos se reunieron en la plaza de san Pedro. El papa Pío XII les dijo que todos los años se iba a celebrar ese día a san José obrero para que fuese “el guardián de todos los obreros”.
  • 93. San José es patrón e intercesor de todos los padres y educadores porque es un maestro de vida para todos los que quieren escuchar a Dios antes que a nadie, a la hora de tomar las pequeñas o grandes decisiones con las que se forja nuestra vida diaria.
  • 94. El Papa Juan XXIII incorporó el nombre de san José al Canon Romano, para que todos los cristianos, en el momento en que Cristo se hace presente en el altar, veneremos su memoria.
  • 95. Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, aun así, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José en sentido devocional. Quizá su devoción era más patente en Oriente.
  • 96. Pero quien contribuyó de manera especial fue santa teresa de Jesús o de Ávila. Ella relata su experiencia personal en el libro de su vida. Y le puso como patrono especial de su reforma carmelitana. Ella dice así: Muchos han sido los santos que han dicho cosas muy hermosas sobre san José y han propagado su devoción.
  • 97. “Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a él. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra (que como tenía nombre de padre siendo ayo, le podía mandar), así en el cielo hace cuanto le pide”.
  • 98. Entre las virtudes más importantes de san José y que pueden ser modelo para nosotros, las Escrituras le señalan como «justo», que implica su fidelidad a la Torá y su santidad.
  • 99. “Justo” dice el texto original del Evangelio, con una palabra griega que sólo se usa para nombrar la misma justicia de Dios. Por eso vemos cómo San José no era sólo un hombre bueno, sino que era bueno y justo con la bondad y la justicia de Dios.
  • 100. Lo que más resalta en san José son las virtudes de la vida oculta: la virginidad, la humildad, la pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada por ningún peligro, la sencillez y la fe; la confianza en Dios y la más perfecta caridad.
  • 101. San José es llamado el "Santo del silencio“. No conocemos palabras expresadas por él. Sólo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección responsable para su esposa y su hijo. Que aprendamos de sus obras y de su silencio.
  • 102. Creación artesanal: tus manos son las que hablan. Automático
  • 103. Hay gozo en tu mirar, que gritan mil palabras.
  • 105.
  • 108.
  • 110.
  • 114. Que san José, con María y Jesús, pongan sentido de amor a nuestras palabras y obras. AMÉN