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Aproximaciones al pensamiento de
        Michel Foucault.

    1. Introducción.
    2. Algunas dificultades para un acercamiento a su obra.
    3. Influencias presentes en su pensamiento.
    4. La ruptura con el racionalismo iluminista.
    5. Procedencia y emergencia como conceptos articuladores de la historia.
    6. El papel del discurso.
    7. La necesidad de construcción de un nuevo discurso.
    8. El concepto de poder.
    9. Dos esferas donde se construye y reproduce el poder.
    10. Dimensiones y cotidianidad del poder.
    11. El papel de la educación formal en la construcción y reproducción del poder.
    12. Citas incluidas en el trabajo.




                                                            "Foucault tuvo siempre la virtud de
                                                            transformar lo habitual en extraño"

                                                                                       Keith Hoskin


Introducción.

No deja de llamar la atención, al aproximarse al pensamiento de M. Foucault, la dificultad que
plantea el pretender identificarlo con las diferentes corrientes de pensamiento contemporáneo.
Algunos comentaristas llegan a calificarlo de verdadero enigma (Marshall, 1993). Otros, en cambio,
muestran actitudes que oscilan desde una adhesión ilimitada hasta un silencio significativo. Más
allá de ello sus propuestas se distribuyen en diferentes áreas de trabajo, conllevando los ecos de
los planteos iniciales y definiéndose como un referente del pensamiento.
Lo establecido no hace sino remarcar el peso de la obra de este autor y los enriquecimientos de
una muy variada gama de disciplinas y ciencias. La filosofía, la historia, la lingüística, la educación
y la psiquiatría, son algunos de los campos en que se ha proyectado el pensamiento de Foucault.
Esa dificultad de "encasillarlo" fue tomada irónicamente por el propio autor, el cual restó total
importancia a tal hecho. En una de las entrevistas concedidas en 1984, poco antes de su muerte,
afirmó:
" Creo que, en realidad, he estado situado en la mayoría de los cuadros del tablero de ajedrez de la
política, de manera sucesiva y, a veces, simultánea: como anarquista, izquierdista, marxista
manifiesto o disimulado, nihilista, antimarxista explícito o secreto, tecnócrata al servicio del
gaullismo, neoliberal, etc... Ninguna de estas descripciones es importante de por sí; por otra parte,
tomadas en conjunto, significan algo. Y debo admitir que me gusta bastante lo que significan" (1)
Sus propias palabras lo ubican en medio de las coordenadas de su tiempo, caracterizados por una
gran dinámica e incluso atravesados por circunstancias traumáticas. Los enfrentamientos en el
plano de la teoría y de la práctica, caracterizaron la década de los sesenta y comienzos de la
siguiente, constituyendo el marco global de la propuesta. Un autor que como Foucault, generó en
su momento tantos "rencores", que se ubicó en el medio de la polémica, no puede ser leído con
prescindencia de estos elementos.
Algunas dificultades para un acercamiento a su obra.
Una dificultad que podemos señalar dentro del pensamiento del autor es la presencia de enfoques
parciales, no sistematizados, sobre los problemas abordados.
Opuesto a la tendencia iluminista de construir sistemas globalizadores, y a través de un manejo
muy peculiar de la información histórica, su visión se compone de series. Estas, más o menos
extensas, se aplican a aspectos específicos de la realidad y el autor no muestra demasiado interés
en buscar los "puentes vinculares" entre las mismas. Por el contrario una y otra vez señala la
relativa independencia que guardan entre sí.
No puede entonces extrañarnos que el conjunto de su obra adopte una forma laberíntica para
quien se aproxima a sus trabajos por primera vez. Su pensamiento, se mueve entre intersticios
dejados por teorías de mayor envergadura, más especializadas, arrastrando tras sí un muy extenso
conjunto de influencias y una gran erudición.
Otra de sus dificultades radica en nuestra propia formación. La ruptura que introduce el autor con la
tradición racionalista crea una falta de sintonía profunda con los códigos que maneja. Es necesario
penetrar en estos en primer lugar para comprender el alcance de sus posturas, muchas veces
revestidas de formas aparentemente contradictorias
Frente a ese cuadro que lo caracteriza, creemos que uno de los caminos posibles de abordaje
consiste en apuntar hacia las ideas centrales en torno a las cuales gira su obra. Los grandes temas
que concentraron su interés. Es decir centrarnos en aquellos pilares que le permitieron alcanzar
determinadas formulaciones las cuales pueden ser tomadas como punto de partida de nuevos
caminos en el abordaje de la sociedad.
Influencias presentes en su pensamiento.
El cómo concibe la historia, es una de las piedras angulares de su pensamiento. Allí surge una de
las rupturas que introduce con la tradición surgida en el siglo XVIII, que aún se encuentra muy
arraigada en el campo de las ciencias sociales. Mientras la continuidad histórica, la racionalidad
creciente, fue adoptada de un modo casi natural, definiendo lo que se agrupa bajo la denominación
de modernidad, los pasos de Foucault se encaminan con otro rumbo.
En este punto no es totalmente original, sino que se nota en particular la influencia del pensamiento
científico contemporáneo, así como los aportes de los filósofos Nietzsche y Heidegger.
Estos, ubicados en la antesala de lo que puede denominarse postmodernismo, sientan las bases
de una nueva concepción de la sociedad y del devenir del hombre en general. Del primero, quien
marca una influencia mayor, tomará, prioritariamente, la genealogía como método de construcción
de lo histórico y del segundo la imagen del "ser situado". Pese a ello no puede reducirse las
influencias recibidas a las mencionadas. El pensamiento de Marx, en particular a partir de la visión
de Althusser, también puede ser rastreado. El discurso elaborado sobre el poder es en buena
medida una respuesta a la elaboración althusseriana de los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE).
Estos no representan, a juicio de Foucault, sino un aspecto parcial de las relaciones de poder que
se presentan en el desenvolvimiento social. Su estructura y contenidos, no pueden ser
referenciados exclusivamente a la estructura económico-política. Sí acuerda que instituciones
presentadas como espacios neutros dentro de la sociedad, en realidad manejaban dimensiones
ideológicas y ejercen formas de poder que se proyectaban sobre los individuos. Hasta ahora la
organización escolar era ubicada por los teóricos marxistas como formando parte de un modo vago
de la superestructura. Pero la escuela y la cultura en general necesita nuevos caminos de
abordaje. Tienen un rol dentro del funcionamiento social muy diferente al de receptáculo pasivo de
determinaciones externas.
De modo de llenar el vacío que se produce, recurre al aporte de Weber, si bien curiosamente no es
mencionado en sus obras. La importancia de las construcciones culturales para explicar el
comportamiento humano de un determinado período, está presente en toda la reflexión de
Foucault. Desde que el poder no es concebido bajo una forma única, sino plural y presente en el
comportamiento cotidiano del individuo, la cultura, tomando la mayor extensión del concepto, debe
ser analizada.
Dado que el componente simbólico es cardinal dentro del funcionamiento cultural, el discurso, la
articulación de símbolos de modo de presentar determinados sentidos y significados, debe ser
particularmente tenido en cuenta. La violencia simbólica es uno de los puntos que atraen la
atención del autor, coincidiendo en esto con los trabajos contemporáneos de Bourdieu – Passeron
y del propio Althusser.
Esas influencias contradictorias que se reflejan en la obra llevaron a que Jean Paul Sartre, por
ejemplo, lo acusara de ser un ecléctico, buscando por esa vía descalificarlo.
En lo personal considero que el aporte efectuado es digno atención, más allá de una cierta "moda"
que ha cobrado. Quizás resulte válido afirmar que la importancia radica más en los temas que puso
sobre la mesa que lo que dijo en concreto sobre cada uno. Esa acción de atraer la mirada hacia
aspectos laterales de la discusión y ponerlos en el centro de la misma, es uno de sus principales
aportes.
El marcar la existencia de campos de luchas laterales, como la libertad sexual, el ecologismo, el
feminismo, los movimientos de homosexuales, etc, contribuye a revalorarlos dentro de un
cuestionamiento global al sistema. Presentarlos como campos concretos donde se manifiesta los
conflictos que sacuden la sociedad y donde no resulta válido reducirlos a un solo plano, a una sola
forma, supone cuestionar el conjunto social.
La ruptura con el racionalismo iluminista.
Las diferentes corrientes iluministas tendieron a construir una línea continua de evolución que
mostraba el desenvolvimiento progresivo de la razón. Cada etapa, período, forma o estructura que
sucedía a otra señalaba un avance, un salto cualitativo en un proceso de evolución continua.
Evolución que, a la vez, señalaba un origen y un destino o meta. Esa línea, construida desde el hoy
hacia el ayer, dejaba una sola ruta posible a recorrer cuando se enfocaba desde el otro extremo.
La humanidad había recorrido esa ruta y no otra, cada paso es una suerte de absoluto en ese
andar y no una decisión entre un abanico de posibles. Queda elaborado así un campo de
legitimidad para sus construcciones teóricas en el cual los vacíos son obviados planteando una
falsa continuidad. Funciona como una suerte de axioma a partir del cual se construía todo el
edificio teórico.
Herederas de esa postura son las propuestas tanto de Comte como del propio Marx, fundadores
del pensamiento sociológico moderno, si bien ambos se ubican en las antípodas de la reflexión
social. Cuando Conte nos plantea la "ley de los Tres Estados", piedra angular de su obra, está
trazando una línea por la cual ha transitado el ser humano a lo largo de su historia, más allá de las
particularidades que adquiriera en cada espacio concreto. La humanidad en su conjunto recorre
ese camino inexorablemente.
En el caso de C. Marx hay un punto de partida diferente y un rigor mayor en la construcción teórica.
Toma como base no el comportamiento de la razón abstracta, sino el desenvolvimiento de la
economía y de la reproducción material de la vida. Todo atravesado por el enfrentamiento de las
clases fundamentales de cada modo de producción. Cuando el modo de producción esclavista es
sustituido por el feudal y este por el capitalista, queda trazada una línea de continuidad. Marca un
origen y un destino. Entremedio tiende un puente consistente en el conjunto de su propuesta.
Mientras en el primero la meta era el triunfo de la razón, vía por la cual se alcanzaría la felicidad,
en Marx la instauración del comunismo, triunfo también de la racionalidad en el uso y distribución
de los recursos, sería capaz de superar los conflictos históricos que caracterizaran el desarrollo
humano.
Foucault rompe con esa tradición. Para ello se nos muestra como un continuador del pensamiento
de Nietzsche de quien recoge aspectos fundamentales.
Cuando aquel afirmara que "Dios ha muerto" señalaba la desaparición de la esencia y su
sustitución por la apariencia. La razón y el humanismo en ella asentado, son los cadáveres que
exhibe aquella muerte.
Conceptos tales como evolución y superación, presentes en el discurso filosófico desde Platón, son
borrados de un plumazo. El pasado nada nos puede aportar y el futuro no existe en cuanto una
perspectiva de crecimiento, de mejoramiento axiológico de la humanidad. Ahora nos encontramos
en un presente permanente. Cada individuo busca en su propia subjetividad los caminos de edificar
su placer, su dimensión dionisíaca, abandonando el carácter apolíneo. Lo colectivo se diluye en lo
individual, en su subjetividad. En el artículo "Nietzsche, la genealogía, la historia", primero de los
trabajos agrupados bajo el título de Microfísica del Poder (1971), establece lo absurdo que resulta
buscar el origen. Citando al filósofo alemán, transcribe lo siguiente: toda cosa y la razón misma
"nacieron de un modo perfectamente razonable, del azar" (2)
No existe una esencia "pura" y verdadera. No existe un punto inicial a partir de la cual podamos
trazar una línea evolutiva que, a través de un tránsito ordenado por cada una de las estaciones,
nos conduzcan a nuestro presente. Aceptar otra posibilidad es caer en aceptar la presencia de un
pre - conocimiento que negaría toda posibilidad positiva. Rechazar la idea de la evolución, del
tránsito, de estadios menos evolucionados a otros más elevados, o como quiera llamárselos, deja
de lado una de las ideas fundamentales que han regido el pensamiento a partir del Siglo XVIII y
genera un vacío. La Historia global, la que reconoce etapas por las que han transitado todos los
seres humanos, con prescindencia del espacio, tambalea. Aparece entonces la idea de
discontinuidad la que se constituye en una clave de primer orden. Tomando como ejemplo el
desarrollo de una función lineal puede afirmarse que la historia presenta una serie de
discontinuidades, de tramos en los que no está definida, y de inflexiones, cambios de rumbo
positivos o negativos, donde la aceleración puede ser mayor o menor. Esta función presenta
tendencias parciales en diferentes tramos los que no pueden absolutizar. Por otra parte no resulta
válido tomar la asíntota como representación de la función misma, ya que estaríamos sustituyendo
la cosa, con su riqueza de comportamientos, por una construcción a la cual se le impone una
determinada lógica y un discurso externo a ella misma. Crearíamos de este modo una meta -
realidad a la que sólo la metafísica podría acceder.
"Procedencia" y "emergencia" como conceptos articuladores de la historia.
Al no aceptar un encadenamiento único, finito o infinito, de causas y efectos, que definen un
proceso evolutivo, ¿cómo podemos alcanzar el conocimiento? ; ¿cómo podemos analizar los
diferentes hechos que nos rodean? Para llenar ese espacio introduce dos conceptos
complementarios la procedencia y la emergencia.
El primero apunta a "... encontrar bajo el aspecto único de un carácter, o de un concepto, la
proliferación de sucesos a través de los cuales (gracias a los que, contra los que) se ha formado"
(3).
El conocimiento consolidado no puede ser concebido como un logro que se obtiene, de una vez y
para siempre, en todo espacio y todo tiempo. Es un "posible" que permite elaborar una serie, más o
menos extensa, con un referente espacio - temporal concreto. Esto introduce el relativismo, en una
concepción muy personal del mismo, en la concepción del conocimiento. Esto es particularmente
válido en áreas en las que no es posible simplificar y controlar variables. Tal el ejemplo de las
ciencias que atienden al comportamiento de lo humano.
La procedencia apunta a mostrar como los conceptos y las cosas presentan una gama muy grande
de pliegues y fisuras que lo transforman en una construcción inestable. Tiene además la
particularidad de transmitir dicho carácter a todo lo que sobre ella se apoye. Referido
concretamente a la sociedad lo anterior, podemos deducir que cualquier tema que se aborde,
deberá reunir la mayor información posible sobre él y su entorno, pero la construcción resultante
será inestable. Deberá explicitar de un modo exhaustivo la constelación de fenómenos, profundos
o superficiales que contribuyen a definirlo. La construcción estará limitada en el espacio y el
tiempo. El autor nos cierra el paso al intento de comparar. Tampoco sería válido extrapolar
situaciones o modelos de un contexto a otro dado que los mismos responden a combinaciones
particulares. Aun cuando intervengan los mismos componentes, nada asegura que tengan igual
significado. Al no existir la pretendida esencia, ambos fenómenos más allá de la palabra que los
identifica, no tienen nada que ver entre sí, por pertenecer a series diferentes.
El concepto de procedencia tiene pues dos dimensiones complementarias. Por una parte hace
referencia a la necesidad de determinar con la mayor exactitud posible, las condiciones y sucesos
que posibilitaron la aparición de un hecho. Dado que en esta enumeración se manejan las tres
categorías básicas, general, particular e individual, el mismo es producto de una combinación única
de las mismas.
La segunda dimensión hace referencia al manejo del concepto construido el cual debe ser
empleado de un modo relativo evitando extrapolaciones y generalizaciones. El campo de validez
en que se gestara debe ser siempre explicitado e integrado a la serie, inestable, que genera y de la
que forma parte.
Estos dos aspectos permiten a Foucault sortear con relativo éxito y bastante artificialidad, la
dificultad de explicar la historia. En efecto. A todo lo expresado hasta aquí no se trata de decretar el
fin de la historia en el sentido en que lo planteara Fukuyama, sino de romper con una visión
eurocentrista que predominara hasta entonces y de la cual aún se conservan resabios. Esta
reacción del autor es compartida por su generación, núcleo donde nacieran las formas que se
identificaran como corrientes contraculturales.
El segundo concepto, la emergencia, podría definirse como el punto de surgimiento del concepto o
de la "cosa". Constituye un escenario cruzado por fuerzas que se combinan y oponen y dan como
resultado la "posibilidad" de que emerjan determinados conceptos y hechos. Estas no surgen en
cualquier unidad espacio temporal, sino en aquella que la constelación de fuerzas en juego lo
permiten.
Esto significa una ruptura total con la tradición histórica global heredera de una visión eurocentrista,
transformada en universal. Manejarse dentro de las coordenadas de aquella tradición histórica es
introducir una distorsión total en la identidad del individuo, sustituyéndola por una creación artificial
que lo pone con relación a las coordenadas de poder dominantes.
Siguiendo a Nietzsche llega a la conclusión de que toda la historia de la humanidad, no avanza
sucesivamente a planos de mayor racionalidad, como lo postulara el positivismo, sino que refleja
relaciones de poder. Poder que deja su huella en el propio individuo. El impacto de dichas formas
que se proyectan hacia el individuo, pasa a formar parte del propio ser y lo transforman en singular.
Del mismo modo que el médico debe examinar a cada paciente para poder diagnosticar, ha de
proceder el historiador. Se podría argumentar que el médico basa su análisis en el conocimiento
anatómico – fisiológico característico del ser humano. Pero este argumento no resultaría válido
porque lo que el cuerpo y la fisiología que nos define no es sino producto de una serie de cambios,
en la que intervinieron mecanismos adaptativos y hereditarios entre otros. Cada cuerpo tiene una
dimensión histórica personal. El cuerpo de conocimiento a partir de la cual se diagnostica ha
variado y ello debe estar presente en el análisis. El funcionamiento orgánico y la propia anatomía
no han sido siempre igual, ha cambiado.
No debe dejarse de lado ni un momento la convicción de que, por exhaustivo que sea un análisis,
la construcción estará acotada a un espacio - tiempo concreto y será de gran inestabilidad.
El papel del discurso.
Acá necesariamente debemos relacionar la historia, y el conocimiento en general, con el papel que
desempeña el discurso en su propia conformación. Frente a la discontinuidad que presenta la
realidad, el discurso plantea una articulación que se introduce desde el exterior.
El discurso, tanto del sociólogo, del historiador o cualquiera de los científicos, es una creación de
los mismos. Elaborada tanto partir de un contexto exterior que define su entorno, como también de
su historia interior. Esas "historias" lo llevan a escuchar determinadas voces y a silenciar otras; a
emplear determinadas construcciones, determinados esquemas, presentes en su mente más allá
de su propia conciencia. En este punto hay una confluencia general con el planteo de Khun y su
teoría de los paradigmas. Pero Foucault intenta ir más lejos que aquel. No se limita a considerar el
pensamiento y el conocimiento como dependiente del paradigma dominante, sino que la propia
realidad es generada por aquel. Es importante su afirmación de que el propio cuerpo no es sino el
resultado de las huellas de la historia. Desde el elemento fisiológico hasta la elaboración más
sofisticada todo queda comprendido en ese marco. Huellas que no son el resultado de un impacto
unidireccional, sino fruto de la lucha que desarrolla el individuo. Lo que nos alimenta, los hábitos de
sueño, el ocio, la forma en que organizamos nuestra vida cotidiana, todo ello impacta sobre nuestra
capacidad de construir la realidad. Esto que lo ve claramente el saber popular se "extraña" de sí
mismo en los planos académicos. En estos últimos la realidad se vive a partir de una meta –
realidad elaborada y sostenida a partir de un determinado discurso que tiene la capacidad de
autolegitimación.
Dicho discurso es resultado de su propia descripción ya sea con vuelo de águila o a través de ese
sistemático acallamiento voces a que hacíamos referencia anteriormente. Podemos señalar como
ejemplo del silenciamiento de voces la ausencia de la mujer en la historia. Si recordamos los textos
tradicionales en los que nos formamos cada uno de nosotros, encontramos que despliegan una
historia de hombres con total ausencia de la mujer. ¿La mujer se limitó exclusivamente a la
reproducción? ¿Incidió en los diferentes procesos? Esas son preguntas que no son respondidas
por los textos aludidos, elaborados en consonancia con determinado discurso.
Foucault resalta así el rol articulador que ejerce las formulaciones discursivas. Ellas deben ser
consideradas elaboraciones de segundo nivel ya que están preexistentes en las redes de poder en
que se mueve. Más allá de que estén generadas en experiencias de laboratorio, ajustadas a todas
las reglas positivas, la visión estará mediado por un sistema preestablecido. El resultado final
también estará sometido a la necesidad de respetar una jerarquización y en general una
estructuración previa. Tomando en cuenta esto es que se puede comprender la postura
foucaultiana respecto a que el discurso es el que conforma el objeto y posibilita su emergencia en
determinado contexto.
Cuando se genera una ruptura, tal el caso de Giordano Bruno, Galileo, o del propio Mendel, o la
lucha más cercana en el tiempo de Teyllard de Chardín, se debe enfrentar los mecanismos de
poder que se sustentan y sirven de esas estructuras. Modernamente el destino no está marcado
por la hoguera de la Inquisición, pero se han ideado otros instrumentos, más sutil de sanción y
silenciamiento.
Sólo cuando se aceptan los axiomas extracientíficos es posible hablar genéricamente de familia,
locura, sociedad o cualquiera de los conceptos que podamos elegir. Sólo cuando se aceptan esos
axiomas se puede ingresar al universo del "saber" y legitimarse con el mismo. Cada "familia
conceptual" en coordenadas precisas espacio – temporales, es una realidad singular. Cuando
seleccionamos, en el marco del axioma, determinados elementos dejamos en las sombras otros,
podemos trazar una línea continua de evolución. Sobre esa línea se levanta posteriormente una
teoría interpretativa que se articula con determinados códigos y formas. Cuando nos enfrentamos a
tal resultado, estamos frente a una meta-teoría, a una "máscara" que distorsiona nuestra identidad
y nuestra capacidad de comprender.
No existe en relacionamiento directo sujeto – objeto. Dicha relación se encuentra mediada por el
conjunto de la cultura, introyectándose en el individuo aún antes de ser consciente de ello. Al estar
la cultura cruzada de relaciones de poder, vemos que estas están presentes en el acto de conocer.
En el comienzo de "Las palabras y las cosas" (1964) establece al respecto: " Los códigos
fundamentales de una cultura – los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios,
sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas – fijan de antemano para cada hombre los
órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver" (4). El parentesco con el pensamiento de
Weber es evidente. Para superar esa limitante es necesario desarticular el discurso, la historia
global, para hacer crecer la historia general, tal como lo plantea concretamente Foucault en
"Arqueología del Saber". Al respecto afirma: " ... el tema y la posibilidad de una historia global
comienzan a borrarse, y se ve esbozarse los lineamientos, muy distintos, de lo que podría llamar
una historia general" (5)
La necesidad de la construcción de un nuevo discurso.
Se le impone la necesidad de una nueva visión de la historia. Para ello se plantea la necesidad de
crear un nuevo discurso capaz de establecer nuevas pautas de integración – exclusión.
Precisamente este juego de integración – exclusión, es una de las funciones claves del discurso,
proyectándose hacia el propio desenvolvimiento del individuo en la sociedad. Dentro de
acontecimientos de un área espaciotemporal bien definida es posible establecer una " red de
causalidad que permita derivación de cada uno de ellos, relaciones de analogía que muestren
como se simbolizan los unos a los otros, o cómo expresan todos un mismo y único núcleo
central"(6). Este aspecto permite evitar la dispersión de los hechos y la conformación de conjuntos
con procesos particulares. Resulta absurdo en determinadas ramas de las ciencias físico naturales
negar la existencia de relaciones de causa - efecto. Si combinamos en determinadas
circunstancias dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno obtendremos agua. Pero como se ha
demostrado, dos modelos meteorológicos construidos artificialmente y puestos en funcionamiento
no han producido los mismos fenómenos. Ello a pesar de estar conformados por los mismos
elementos.
En campos complejos como en el social, en donde inciden una gama muy extensa de variables, no
es posible establecer una causalidad lineal, mecánica, sino que en todos los casos estaremos
señalando un determinado grupo de ellas. Por tanto la construcción deberá ser entendida como un
"posible", no como un "absoluto".
Esta postura lo lleva negar las grandes construcciones adoptando en cambio una actitud relativa.
Las construcciones de carácter macro pueden mantener determinados niveles de validez, pero
mientras las consideremos sólo como tendencias más o menos permanentes en un período
concreto. Tomemos como ejemplo el modelo ideado por Marx, uno de los más influyentes en
nuestro siglo. La serie construida a partir del desenvolvimiento económico, no es sino un pliegue
dentro de la historia general, que de acuerdo a la coyuntura específica de un momento tendrá
mayor o menor fuerza proyectiva hacia otros campos. En esto se acerca a los neomarxistas de la
Escuela de Francfort, los cuales concedieron a la cultura y la ideología un papel mucho más
importante que el que originariamente les reservara Marx. Lo simbólico tiene una gran
trascendencia. Como ya lo señalara Weber a comienzos del siglo y lo reafirmara en la actualidad B.
Bernstein, cuando en la obra: Clases, códigos y control (1971), el lenguaje es un sistema que a la
vez de articular las experiencias del individuo, conlleva determinada manera de "leer la realidad.
Esto ya lo había adelantado Leybniz cuando estableciera que la lengua de un pueblo resume su
propia historia y determina una forma de concebir el mundo.
La historia debe ser entendida entonces como un conjunto de pliegues en donde se combinan
diferentes series de hechos. Combinación en donde las líneas de fuerza de cada una de ellas se
retroalimentan, se complementan o se oponen entre sí. Por esta razón es que se producen los
quiebres. Cuando una determinada combinación de series comienza a oponerse al "orden"
instituido, en equilibrio inestable, cuando la fuerza que conjugan en una determinada dirección,
entonces se produce la discontinuidad y la aparición de un "nuevo orden".
El discurso en tanto que articulador y vehículo de las relaciones de poder debe ser desmontado por
aquel que aspira a cambiar la relación existente. Mientras este hecho no se verifique es imposible
hablar de sustitución o anulación de una determinada forma de poder. Cuando el preso comienza a
expresar su sentir sobre la prisión, cuando progresivamente va articulando una
determinada visión del universo carcelario, en esa medida está ideando un contradiscurso capaz
de entrar a disputarle el terreno al hegemónico.
Esta postura tiene dos consecuencias inmediatas. En primer lugar, el problema de la superación de
formas de poder se instala en el plano individual y no en el colectivo. A este sólo se llegará cuando
un conjunto de soluciones individuales se acumulen, creen una nueva unidad sígnica y procedan a
ocupar la posición hegemónica. Cabe señalar que Foucault no desarrolló la menera en que se
pasa de lo individual a lo colectivo.
En segundo lugar, el escenario donde en la sociedad moderna se define el poder es el
correspondiente a la creación discusivo-sígnica. Dado que este es condición sine qua non para que
el mismo alcance los niveles de la cultura, entendida como forma de vida, el que ejerza hegemonía
en este terreno dispondrá del poder de imponerlo a los demás. Cuando tratemos el problema de la
escuela este aspecto resultará claro. En efecto la educación en general y la escuela en particular,
al manejar determinados códigos, propicia la reproducción de un determinado discurso que en
definitiva reproduce relaciones de poder intrínsecas.
El concepto de Poder.
Este es un concepto capital dentro de la obra de Foucault. Quizás sea el que ocupara mayor
espacio en su reflexión aún cuando desarrollara temáticas particulares, constituyéndose en una
suerte de factor común. A pesar de ello es significativo el hecho de que encontramos una serie de
"huecos" de importancia en su análisis.
Quizás la principal ruptura introducida por Foucault lo constituya el abandono de la línea tradicional
de análisis del problema del poder. La reflexión sobre el poder es un área que surge a partir del
siglo XVI, en donde se sistematiza la temática del buen gobierno. Anteriormente se encuentran
consejos sobre el comportamiento del príncipe. Incluso un papiro del Antiguo Egipto, atribuido a
Ptah-hotep visir del Alto Egipto, registra una serie de recomendaciones a su hijo sobre cómo
ejercer el poder.
" Para exponer las cosas muy esquemáticamente, el arte de gobernar se encuentra a finales del
siglo XVI y comienzos del XVII una primera forma de cristalización, forma que se organiza en torno
al tema de la razón de Estado entendida no en el sentido negativo y peyorativo que se le da hoy
(infringir los principios del derecho, de la equidad o de la humanidad por el solo interés del Estado)
sino en un sentido positivo y pleno..." (7) Foucault en la cita nos acota la construcción de la serie
histórica, marcando un quiebre significativo producido en el pasaje del siglo XVI al XVII.
El tema, en su desarrollo, es sacado del exclusivo campo político para ser instalado en la
cotidianidad. Sin dejar de reconocer que los intereses hegemónicos de diferente grupos sociales se
encuentran detrás de situaciones de poder generalizadas, considera que no es la única
manifestación de aquel. Del mismo modo considera situaciones como las planteadas por obras
como "El Miedo a la Libertad" de E. Fromm, que buscan explicar comportamientos sociales a partir
de pulsiones del inconsciente.
En ambos casos no tenemos ante nosotros sino una parte del problema. El poder es mucho más
complejo que lo derivado de las posiciones marxistas o freudianas. Es en esencia un personaje
que atraviesa todos los escenarios en los que se despliega la vida humana. "Quiero decir esto: en
una sociedad como la nuestra, pero en el fondo de cualquier sociedad, relaciones de poder
múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y estas relaciones de poder no
pueden disociarse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un
funcionamiento del discurso. No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los
discursos de verdad que funcionen en, y a partir de esta pareja." (8)
Su naturaleza última no puede ser aprehendida sino allí donde su intención está totalmente
investida; en el interior de prácticas reales y efectivas y en relación directa con su blanco y campo
de aplicación. Resulta lógico entonces no tomar el nivel macro como punto de partida para su
análisis sino la multitud de actos que a diario son protagonizados por el individuo. No es algo que
se precipita sobre el individuo y que se encuentra institucionalizado en formaciones sociales. No
importa la legitimidad del mismo, si emana de los intereses de un grupo hegemónico o si es
producto de la voluntad de la mayoría.
El planteo parte de que el poder se genera y materializa en una extensa gama de relaciones
interpersonales desde las cuales se eleva hasta constituir estructuras impersonales.
En este punto encontramos uno de los "huecos" teóricos a que hacíamos referencia. Preguntas
tales como el modo en que se relacionan entre sí diferentes formas de poder, cómo unas pueden
ser apropiadas por sectores sociales o cómo pueden cambiar o ser abandonadas no es respondido
con claridad. Si como vimos al analizar el discurso existen normas que rigen nuestra percepción,
debe existir, a su vez, mecanismos que posibiliten que se estructuren y se reproduzcan. A la vez su
permanencia implica una determinada materialización en las prácticas cotidianas. ¿Cuáles son los
elementos legitimadores, cuáles los que permiten su sustitución circunstancial o permanente?
Parece faltar la respuesta y sólo es posible alcanzarla a través de caminos laterales. Por otra parte
no podemos dejar de reconocer la presencia de por lo menos dos grandes planos donde se
agrupan las diferentes manifestaciones de poder tomando como criterio la extensión de las
mismas. Uno estaría constituido por las relaciones interpersonales que no alcanzan a la totalidad
de integrantes de un grupo y otro caracterizado por formas institucionalizadas que operan como
espacios cerrados. En estos ya no es el poder de un individuo sobre otro sino de un grupo sobre
otro, con las características que sus integrantes quiéranlo o no, quedan presos de su ejercicio. Los
dos planos en los que habría que considerar el Poder, tienen dinámicas diferentes y generan
formas de perpetuación y defensa diferentes.
Consideramos, el planteo de Foucault resulta posible si es viable relacionar dialécticamente las
categorías de lo individual, lo particular y lo general, para conformar una imagen del punto. Mas
ello supone ir más allá de lo expresamente establecido por el autor. Se debe admitir entre las
categorías apuntadas, incluso, recorridos disimiles en el corto plazo. Hemos de admitir, así mismo,
que deben existir relaciones entre las mismas y sus componentes, dado que las mismas son parte
de una misma realidad. ¿Cómo formas generalizadas de poder se combinan con otras de menor
alcance social? He aquí una de las interrogantes que no responde acabadamente el autor. No es la
única. Si admitimos que el poder está presente en todas las aciones, bajo diferentes formas y
dinámicas, qué sucede cuando encontramos una constelación de fuerzas contradictorias? La
conclusión sería que el conflicto sería lo permanente dependiendo de su extensión e intensidad, la
importancia que cobrará dentro del conjunto social. A pesar de ello nada nos aporta sobre posibles
caminos de superación. ¿Puede ser que determinadas formas de poder sean como la luz de esas
estrellas que ya extinguidas, nos sigue llegando y puebla nuestro cielo? La pregunta anterior nos
conduce directamente a una interrogante clave. ¿Puede sustentarse una relación de poder, alejada
de la situación que le diera origen? En caso de respuesta positiva, cuánto más puede sostenerse
por una suerte de inercia histórica?
Dos esferas donde se construye y reproduce el poder.
Foucault parte de la base de que existen dos esferas donde se consolidan las prácticas, cada una
de ellas tiene sus propios mecanismos de legitimación, actúan como "centros" de poder y elaboran
su discurso y su legitimación.
Una de dichas esferas está constituida por la ciencia, la otra por el contrario está conformada por
todos los demás elementos que pueden definirse como integrantes de la cultura. Lo ideológico, las
diferenciaciones de género, las prácticas discriminatorias, las normas y los criterios de normalidad,
están dentro de esta segunda esfera. Tanto una como otra con una referencia notoria a un tiempo
y un espacio determinado.
En medio de las dos esferas referidas queda una zona intermedia que es donde la cultura puede
desprenderse de sus códigos primarios y mostrar lo consolidado como un "posible" entre otros.
Utilizando la genealogía como sistema Foucault llega a la conclusión de que la instauración de la
sociedad moderna supuso una transformación sustantiva en la consagración de nuevos
instrumentos a través de los cuales canalizar el poder. De manera paralela se construyó un
conjunto extenso de discursos que confirieron fuerza y capacidad de expandirse a esas nuevas
formas de poder. Este ya no se basa como en el pasado en la fuerza y su legitimación religiosa.
Dado que como afirma el hombre, en su actual dimensión es una creación reciente, el poder debe
materializarse a través de diferentes formas de disciplinamiento. Es necesario que pase a formar
parte del propio ser de cada individuo. Al decir de Paulo Freire el mismo debe alojarse en la cabeza
del dominado y a considerar como natural lo que desde el nacimiento se le está imponiendo.
Para alcanzar esta meta debe estructurarse una retícula de poderes entrecruzados que van
conformando en su tránsito a los individuos. " El poder tiene que ser analizado como algo que
circula, o más bien, como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o
allí, no está nunca en las manos de algunos, no es un atributo como la riqueza o un bien. El poder
funciona, se ejercita a través de una organización reticular. Y en sus redes no sólo circulan los
individuos, sino que además están siempre en situación de sufrir o de ejercitar ese poder, no son
nunca el blanco inerte o consintiente del poder ni son siempre los elementos de conexión. En otros
términos, transita transversalmente, no está quieto en los individuos". (9)
Desde el momento que es una forma histórica de relación de los individuos y dado que consiste en
una red intrincada tiene la facultad de definir el cuerpo social. Así mientras Marx dividía la historia
de la sociedad de acuerdo al modo de producción dominante, en Foucault, tal división debería
efectuarse a partir de series particulares, de acuerdo a las características que asumen las
relaciones de poder existentes. Con la particularidad de que cada uno de los períodos no se
encadena a los demás sobre una línea de evolución sino que es una serie independiente de la que
no puede deducirse otra cosa que su propio carácter de tal.
Dimensiones y cotidianidad del poder.
El poder no tiene una única fuente ni una única manifestación. "...por dominación no entiendo el
hecho macizo de una dominación global de uno sobre los otros, o de un grupo sobre otro, sino las
múltiples formas de dominación que pueden ejercerse en el interior de la sociedad". (10) Tiene, por
el contrario, una extensa gama de formas y naturaleza. Cuando un grupo social es capaz de
apoderarse de los mecanismos que regulan una de dichas manifestaciones, lo pone a su servicio y
elabora una superestructura que se aplica a los potenciales dominados. " No hay ejercicio de poder
posible sin una cierta economía de los discursos de la verdad que funcionen en, y a partir de esta
pareja". (11)
Se crea, así, un discurso que lo presenta como un hecho "natural" y procura bloquear las
posibilidades de aparición de otros discursos que tengan capacidad cuestionadora. Aparece en
escena la disciplina en su doble acepción que mantiene desde su origen, apuntando tanto al
conjunto de conocimientos como al control.
Esa necesidad de contar con un discurso de "respaldo", con una determinada forma de verdad,
lleva necesariamente a establecer una relación entre poder y saber. Esta relación será clave a
partir de la cual interpretar la labor de la escuela como espacio cerrado. Espacio en el que funciona
uno de los panópticos que conforman la sociedad.
Refiriéndose al surgimiento de la prisión en su concepción moderna afirma: "El sueño
arquitectónico de Bentham se convirtió en una realidad jurídica e institucional en el Estado
napoleónico, que sirvió por otra parte de modelo a todos los Estados del siglo XIX. Diría que el
verdadero cambio ha sido la invención del panóptico. Vivimos en una sociedad panóptica.
Tenemos unas estructuras de vigilancia absolutamente generalizadas, de las que el sistema penal,
el sistema judicial es una pieza, y de las que la prisión es a su vez una pieza, de la que la
psicología, la psiquiatría, la criminología, la sociología, la psicología social, son sus efectos. (12)
A partir de esta postura sobre la naturaleza y funcionamiento del poder todos actuamos como
víctimas y victimarios del poder. Por tanto nos movemos en una situación ambivalente con
respecto al poder, participando de él y estando sometidos al mismo.
Este es uno de los puntos débiles, que a mi juicio presenta el conjunto del análisis.
No es posible dimensionar de igual modo las diferentes manifestaciones de poder que se producen
en el seno de la sociedad. Aún admitiendo las premisas de reflexión de Foucault hemos de admitir
determinadas combinaciones dentro de coordenadas espacio – temporales concretas que son
capaces de someter a otras de menor fuerza. Si muchas pueden considerarse herencias de otras
situaciones pasadas, hay en el presente elementos capaces de revitalizarlas y reproducir.
Con todo el pensamiento de Foucault no nos presenta un universo cerrado, un individuo preso en
una telaraña de líneas de poder. A cada paso se elaboran mecanismos de defensa que van
constituyendo la individualidad y abren la puerta a la transformación, más allá de que no surja con
claridad la manera en que podrá asociarse con otros para imponerse como detentor del poder. En
esto se aparta doblemente de su mentor, L. Althusser, y su teoría de los Aparatos Ideológicos de
Estado. Aparece en cambio más cercano al pensamiento de Gramsci en cuanto al manejo del
concepto de hegemonía en sustitución al empleo de dominio absoluto.
El papel de la educación formal en la construcción y reproducción del poder.
El ejercicio del poder, en nuestras coordenadas histórico – temporales, necesita desplegar una
acción disciplinaria de modo de obtener los resultados esperados de un modo eficiente. Para ello
es que se han creado los espacios cerrados en donde el poder se manifiesta de modo directo. El
ejército, el hospicio, la cárcel, la fábrica y la escuela son esos espacios presentes en toda
sociedad. Cuando nos referimos a fábrica y escuela, ambas expresiones, deben ser tomadas en
sentido genérico, como representantes de la actividad asalariada en general y de la enseñanza
formal.
Ante la pregunta si puede establecerse una analogía entre la escuela, el cuartel, la fábrica y la
cárcel, como formas de encierro destinadas al disciplinamiento, la respuesta de Foucault es por
demás clara. "Creo que en el fondo la estructura de poder propia de estas instituciones la que es
exactamente la misma. Y verdaderamente, no se puede decir que haya analogía, hay identidad. Es
el mismo tipo de poder, se ejerce el mismo poder." Diálogo sobre el poder. (13)
Para desarrollar este juicio, que para los que hemos sido formados en una visión positiva,
positivista y "rosa" de todo lo que se refiere a la educación tiene un efecto traumático, debemos
seguir los pasos señalados por el autor. Los mismos son los siguientes. En primer lugar significa la
ruptura con una concepción humanista dominante a partir del siglo XVIII y el enfrentarnos a una
construcción postmoderna de la escuela como institución y la educación en general.
Para analizar la escuela desde la particular óptica de Foucault debemos en primer lugar ver como
se integra dentro de los procesos diferenciadores existentes en la sociedad. Estos crean espacios
básicos en los que se definen situaciones de poder. Tomando en cuenta trabajos como los
realizados por B. Berstein en Inglaterra referentes a la adquisición del conocimiento de los alumnos
de acuerdo con su extracción social, es posible establecer una correlación entre los resultados
académicos y los niveles alcanzados. También los trabajos de M. Apple en Estados Unidos
apuntan a remarcar la misma situación. En un mismo sentido están los informes producidos por
CEPAL en nuestro país. La conclusión de todos estos informes es que existe una vinculación
directa entre los resultados alcanzados y la ubicación social de los examinados. La escuela lejos
de servir de mecanismo de compensación acentúa esas diferencias. En todos los casos la escuela
parte de un mensaje único frente al cual determinados sectores y extractos sociales no se
identifican. Uno de los mecanismos de resistencia primarios consiste en un rechazo de los
contenidos y de los valores que están. El "fracaso" académico es el resultado lógico de esta
situación.
Cuando hablamos de sistemas diferenciadores no sólo hemos de prestar atención a aquellos que
se derivan de la situación económica, sino también hemos de hacer lugar a la tradición, las leyes,
la cultura. Nuestra educación funciona sobre la base de la universalidad, por tanto maneja un
mensaje único. Un universo cultural único al que necesariamente deben integrarse los alumnos, no
dejando lugar alguno para formas alternativas. Tal como lo señalan los diferentes trabajos que se
ocupan del currículo oculto, las englobadas bajo la denominación de reproductivistas o las
corrientes pedagógicas críticas, el campo de la enseñanza dista mucho de ser neutro. En el mismo
existe un interés manifiesto de mantener determinadas formas dentro de un status quo
permanente.
La posición de Foucault se alinea con estas ideas y propone que la escuela al ejercer el mismo tipo
de poder que la fábrica, la cárcel, el cuartel o el hospicio, busca disciplinar el cuerpo y la mente de
los individuos para desenvolverse dentro de determinadas coordenadas de poder. En el caso de la
enseñanza el instrumento del examen es una de las estrategias de reproducción de las relaciones
de poder. En la medida en que el estudiante se encuentra a merced del examinador y que no tiene
otra alternativa que moverse dentro de los parámetros establecidos por aquel, está siendo
sometido a un poder manifiesto. En el acto de examen la relación poder – saber alcanza su
esplendor supremo. Eso combinado con las prácticas cotidianas de enseñanza nos llevan a que
"Las disciplinas encierran ciertas visiones del hombre en cuanto agente moral, ser sexuado,
aprendiz o cualesquiera otra. Mediante los procedimientos normalizadores del examen y la
"confesión", las personas se clasifican como objetos, "revelándoles" la verdad sobre sí mismos. Al
construir de este modo a los sujetos, el poder moderno produce individuos gobernables." (14)
Un segundo aspecto que hemos de tomar en cuenta es el referente a los objetivos, implícitos y
explícitos, perseguidos por la institución en su accionar. A este respecto hemos de considerar el
aporte efectuado por las corrientes reproductivistas y en especial los trabajos de Bourdieu con su
teoría del habitus. Como ha sido descripto desde los trabajos iniciales de Althusser, Bourdieu,
Paseron, Establet y otros en Europa, así como Gintis en EE.UU, la escuela debe ser analizada
profundamente de manera de poner en evidencia lo que se ha denominado el currículo oculto. Es
decir toda una serie de actitudes y valores que si bien de modo indirecto se busca matrizar en cada
alumno que pasa por las aulas.
En este punto Bourdieu y Passeron, son quizás los que en la obra La Reproducción, los que han
presentado un desarrollo más completo. La tesis central de estos autores apunta a establecer que
la escuela como institución es un instrumento clave en la reproducción de las relaciones de
dominación existentes en la sociedad. Esta dominación, a diferencia de lo que aconteciera en la
antigüedad no se verifica por el empleo de la fuerza, aunque esta no se elimina, sino por la
implantación de lo que ellos denominan habitus. El mismo es definido por los autores del siguiente
modo: "produit de l’intériosation des principes d’un arbitraire culturel capable de se perpétuer après
la cessation de l’AP et par là de perpétuer dans les pratiques les principes de l’arbitraire intériorisé"
(*)
Existe una correspondencia clara entre el pensamiento de Foucault y el de estos autores. La
implantación del hábitus traduce una práctica de poder que busca reproducir relaciones de dominio
más intensa. Esta visión de la escuela si bien tiene una cuota parte de verdad, no es adecuada
para definir la institución. Toda la educación tiene una dimensión reproductiva en la medida en que
uno de sus objetivos esenciales es la conservación de un determinado patrinomio cultural. Qué se
incluye dentro de esa reproducción, qué medios son puestos en juego, qué contenidos específicos
son privilegiados son harina de otro costal. Pero junto a la reproducción se manejan conductas de
resistencia. Resistencia que comprende diferentes planos que va desde el abandono, la
negatividad sobre todo lo que en ello se expresa, la indiferencia, la violencia hacia sus
representantes, hasta la elaboración de mensajes paralelos o formas de contracultura.
A modo de síntesis podemos decir que la escuela, en la concepción foucaultiana, como
representante genérica de la educación formal, es el gran aparato disciplinador de la sociedad. Si
analizamos los instrumentos tradicionales: el ejército, el hospicio, la cárcel y la escuela, esta última
cuenta con la ventaja de ser el espacio por el que pasan todas las personas. Todos de una manera
u otra llevamos impresas en nuestro cuerpo y mente las huellas dejadas por la escuela. El modo de
hablar de pensar, de leer el mundo, empleando la terminología freireana, es fruto del papel
disciplinador desplegado por la escuela. "... la disciplina ejercida sobre la persona, con el fin de
producir cuerpos dóciles (es interesante señalar que dócil tiene su propia connotación educativa,
pues proviene del latín docilis que significa enseñable), se deriva de las prácticas reducidas o
micro-tecnologías. Estas en la organización del espacio y del tiempo siguiendo líneas ordenadas,
de manera que faciliten formas constantes de vigilancia y puesta en acción de evaluación y el
juicio" (15)
Citas incluidas en el trabajo.
1. M. Foucault. (1984). Citado por James D. Marshall, "Foucault y la investigación educativa"
       pág 15. Morata España 1990.
   2. M. Foucault. Microfísica del poder. 3ra Edición. Ediciones de La Piqueta. España 1991.
       Página 10
   3. M. Foucaul. Microfísica... ob citada Página 13
   4. M. Foucault. Las palabras y las cosas. Planeta Agostini, España 1985. Página 5
   5. M. Foucault. La arqueología del saber. 18va Edición. Siglo XXI. Méjico. 1997. Pagina 15
   6. Arqueología. Ob citada página 15
   7. M. Foucault. Espacios de poder. Ediciones La Piqueta. España 1991. Página 19
   8. Microfísica... Obra citada páginas 139 – 140.
   9. Microfísica... Obra citada página 142
   10. Microfísica.... ob cit. Página 142
   11. Microfísica... ob cit. Página 140
   12. M. Foucault. Un diálogo sobre el poder. 5ta Edición. Alianza Editorial. España 1995. Página
       63
   13. Un diálogo ... ob. Citada. Página 65
   14. James D. Marshall. Obra citada. Pág 29.
   15. Keith Hoskin. Foucault a examen. El criptoteórico de la educación desenmascarado.
       Morata. España. 1993. Página 35.




Feos, sucios y malos
por DANIEL MOLINA




En clase, Foucault pensaba en voz alta, se permitía cierta dosis moderada de humor y
algunas libertades que son impensables en sus ensayos, pero hasta en el momento
más relajado de los cursos que dictó en el College de France hay un rigor que apabulla.
En este curso sobre los anormales, dictado a comienzos de 1975, además de la
inteligencia con la que presenta la investigación que está realizando, lo que deslumbra
es su capacidad para crear un problema; decididamente, Foucault era un monstruo,
una excepción. El sabía convertir una obsesión suya en un problema de la cultura
moderna. Este curso, aún más que sus ensayos más elaborados, es una prueba de
ello.

En la primera clase, Foucault presenta una serie de pericias psiquiátricas que
permitieron condenar a los acusados en varios casos por entonces muy populares en
Francia. Cuando el filósofo lee las pericias, los alumnos ríen a carcajadas. Los escritos
de los psiquiatras son tan visiblemente prejuiciosos, ridículos y faltos de rigor científico
que Foucault se permite compararlos con el teatro del absurdo e incluso dice
acertadamente que el lenguaje de las pericias psiquiátricas que leyó es propio de Ubú,
el desopilante, cruel y arbitrario personaje de Alfred Jarry.
Esas pericias son tan ridículas que, dice Foucault, ningún psiquiatra se las ofrecería a
cualquier revista médica para que ésta la publicase bajo su verdadero nombre. Son tan
ridículas como letales: gracias a ellas hay gente que puede perder la libertad o,
incluso, la vida. Estas pericias son una de las bases más firmes por la que miles de
hombres fueron condenados en Francia a pasar muchos años en prisión o, en varios
casos, fueron directamente condenados a muerte. En ese momento la risa se congela:
aparece el lado más cruel del arbitrario y ridículo Ubú.

El taimado Foucault logró su efecto: tiene a cientos de estudiantes, a los jóvenes más
brillantes de Francia sentados frente a él, esperando una revelación. ¿Por qué el
sistema judicial necesita semejante material como las pericias psiquiátricas? ¿Cuál es
la eficacia de semejantes documentos que, si no se está en el papel de perito
psiquiátrico o de acusado, causan risa? Y la pregunta que siempre aparece en Foucault,
¿cómo se llegó a este punto? El filósofo tendrá once clases para desplegar su
investigación.

La pericia, a pesar del absurdo que encierra, tranquiliza. La pericia sirve para
"explicar", aunque sea a lo Ubú, por qué sucede algo que es a la vez tan excepcional y
cotidiano como un crimen. La pericia está ahí para "mostrar" cómo el individuo ya se
parecía a su crimen aún antes de haberlo cometido.

Después de haber investigado en los cursos anteriores los mecanismos disciplinarios
(buena parte de esa investigación iba a servir de base a Vigilar y castigar), en este
curso Foucault está más interesado por la forma en que esos aparatos disciplinarios
"normalizan", es decir, producen a los "normales" y a los "anormales". Esta es la base
del control social moderno.

Al internarse en el mundo de la anomalía, Foucault encuentra tres personajes que van
a dar nacimiento (entre fines del siglo XIX y comienzos del XX) a un grupo del que
surgirán los criminales, aunque el grupo no sea, en sí mismo, criminal: son los
anormales. Los anormales surgen de la unión de tres figuras que tienen una historia
más larga, puesto que algunas de ellas ya habían sido elaboradas en el siglo XVI o en
el XVIII: esas figuras son el monstruo, el incorregible y el onanista.

El monstruo es el que viola las leyes naturales (y, por ende, las de la sociedad). Si bien
la amenaza que el monstruo significa para el orden natural y social es máxima -ya que
el monstruo rompe de manera radical hasta las leyes naturales-, por otro lado es, por
su misma esencia, algo excepcional que sólo aparece muy de vez en cuando. El médico
junto al teólogo son los encargados de tratar con el monstruo y definir qué hacer con
él. El incorregible es una paradoja social en sí mismo: es ese ser al que ni la familia ni
las instituciones han logrado normalizar o "corregir", pero se supone que hay una
instancia de corrección (puede ser la prisión, o alguna forma punitiva más dura que las
instituciones normalizantes habituales, como la escuela o la parroquia) que logrará que
el incorregible se corrija.

El onanista o masturbador es universal, pero es una universalidad secreta: nadie debe
decir que se masturba. Es un secreto que todos saben, y que hasta el siglo XVII no
constituía ningún problema. Recién en el siglo XVIII, cuando la educación del niño se
convierta en un problema central -y antes que nada se pretenda educar su sexualidad-
la masturbación va a ser vista como una anomalía. Y esa anomalía, a diferencia de la
monstruosidad (que es excepcional), será generalizada. El onanista es castigado
porque practica una sexualidad que no da otro rédito que el placer. El castigo no hará
desaparecer la práctica, sino que instaurará la culpa en el cuerpo masivo de la
masturbación. El control del masturbador está en el espacio social más pequeño, el de
la familia, aunque "asistida" por el saber médico.

Durante casi tres siglos estas figuras se van transformando. Por ejemplo, el monstruo
físico -que atenta contra las leyes naturales porque mezcla lo animal con lo humano
(esa obsesión de fines de la Edad Media que encuentra por aquí y por allá animales con
rasgos humanos o seres humanos con rasgos animales) o mezcla lo femenino con lo
masculino (produciendo hermafroditas) o reúne lo que debía permanecer separado (los
siameses)- se transforma en monstruo moral. El monstruo moral ya no se distingue
físicamente del hombre común (o no se lo distingue tan claramente: para reconocerlo
deben intervenir los médicos expertos), pero hay en su interior, en su alma o su
mente, una monstruosidad no menos terrible que amenaza el orden. El monstruo físico
se transforma así en el monstruo moral y la desviación de la ley natural se resume en
la desviación de las normas sexuales. En el siglo XIX estas tres figuras -monstruos
físicos, hombres incorregibles y masturbadores- van a ir configurando un excluido
nuevo, el padre del anormal moderno: es el degenerado.

Del degenerado al anormal hay apenas un paso, o casi ni siquiera un paso: en el
imaginario popular y en la prensa amarilla todavía conviven el degenerado, el anormal,
el monstruo (físico y moral), el perverso sexual -una forma de ver al onanista, el que
ama el placer sexual en sí- y el incorregible. Todas estas anomalías, sin ser criminales
por sí mismas, pueden engendrar a un criminal. La ridícula pericia psiquiátrica, el
informe de Ubú, tiene un objetivo, ahora comprensible: no hace más que mostrar que
el acusado de un delito, si tiene alguna anomalía (social, sexual, moral), es un criminal
en potencia. Es un descendiente del monstruo, del degenerado, del pervertido. Es un
anormal: ese ser que es pura potencia criminal




La escena en Foucault

Introducción a la Filosofía

    1. Introducción
    2. Desarrollo

INTRODUCCIÓN
Este ensayo tiene por objeto exponer cómo aparece el elemento de la escena como manifestación
de las mecánicas del poder según Michel Foucault, para ello tomaré como referencia los siguientes
textos: Los anormales, Historia de la locura en la época clásica, Obras Esenciales y Vigilar y
Castigar.
La primera cuestión a tratar es el surgimiento de los espacios de exclusión, en relación al texto Los
Anormales, la aparición de individuo anormal y sus tres categorías (el monstruo, el onanista y el
indócil)
Gran parte del desarrollo del ensayo, hará énfasis en la cuestionada aparición del individuo indócil,
la escena en la cual aparece este, lo cual lleva a tratar la escena del suplicio, su teatralidad, los
elementos que constituyen la escena del castigo. Uno de esos elementos es la idea del panóptico
de Bentham, cómo la mirada tiene el papel más importante en la configuración del saber que
encuentra Foucault, de ese saber que está disfrazado y está latente en la escena.
Luego se expondrá el nacimiento del espacio de exclusión, según la puesta en escena que da en
El nacimiento de la Clínica, o en Historia de la locura .
Como último objeto de trabajo analizaré la relación entre las teorías wagnerianas, que le fueron
inducidas por Boulez, la influencia de Nietzche a su vez sobre Wagner.
El objeto central no es cómo sucedió la escena, sino cómo es puesto en escena, el asunto histórico
no es qué pasó, es cómo pasa.
DESARROLLO
La escena como parte de la expresión en los cambios culturales es más que una aparente
constante histórica. Es una verdad que se muestra a través de los conflictos que suceden entre las
fuerzas que gobiernan al mundo. Las fuerzas del poder.
Si bien, para Foucault existen claramente unas fuerzas de poder que operan en cada cultura e
indudablemente en el desarrollo de la cultura occidental, la interacción de estas fuerzas han de
producir a la larga ciertos espacios que satisfagan las necesidades que han dejado las
interacciones. Las relaciones del poder están ligadas a las relaciones económicas, de producción,
y son las que han configurado el teatro de la racionalidad occidental.
En otras palabras el surgimiento de ciertos espacios de exclusión como las cárceles han surgido
tras una necesidad, tras conflictos sociales, guerras y por supuesto para hacer del prisionero, un
objeto de la escena del castigo, todo esto (aunque fuera de la conciencia de la gente) con el fin de
mostrar el poder del soberano, puesto que el crimen más mínimo es un intento de rebelión ente el
soberano, esto es a finales del siglo XVI, cuando los lugares de castigo, se convirtieron en
demostraciones del poder político de los gobernantes en Europa.
Foucault demuestra que su interés no está en ver cómo acaecieron los hechos en los que las
fuerzas del poder, sino que su interés está en que es lo que pasa, cómo se transforma la sociedad
por medio del conflicto de las fuerzas del poder, allí hay conocimiento.
Estoy de acuerdo con este planteamiento foucaultiano, aún cuando parece que no se interesara
por un planteamiento estructuralista (que él mismo negara en varias ocasiones) de la historia, el
cual creo es importante porque la historia no debe ser vista sólo desde un punto de vista ya sea
como acontecimiento pasado (del discurso claro está) o como un acontecimiento que sucede en
determinado momento y que configura una transformación del mundo.
Es claro que deshecha la tentativa de un suceso importante para la mayoría de historiadores, en
este caso un asesinato importante, un regicidio; por considerar que éste no es la verdadera crisis
del conflicto de las fuerzas del poder, es más bien un producto de este conflicto, que se suma al
verdadero saber que arrastra cada tentativa del poder.
El problema que creo no se resuelve en Foucault, se muestra claramente en Los anormales, que
es un curso que dicta en el College de Francia hacia 1974 y en el cual trata la anomalía humana
dentro de tres categorías: El monstruo humano, el masturbador y el indócil. Estas categorías
que suponen una escena dentro de la cual se manifiestan, se han constituido como unidades,
hacia las cuales se dirige la corrección y es hacia ellas que se desarrolla una coacción que se
pretende vigilar y castigar los actos anormales.
La primer categoría que es el monstruo humano se desarrolla en un ámbito jurídico-legal
(recordemos los casos de hermafroditismo, en los cuales el problema social lo constituía el ir en
contra de las leyes familiares, de matrimonio, etc.) el monstruo humano combina lo imposible y lo
prohibido, es un individuo peligroso. Por supuesto el papel de la mirada como rayo investigador es
claro, lo mismo que la infracción a las leyes de la naturaleza que hace el monstruo humano. La
forma de corregir al monstruo es hacerlo consciente de su deformidad, para luego dejarlo libre,
cargando a cuestas su anormalidad, esto le hará tener una posición en la sociedad (posición que
ha de ser la del rechazo) Se ve al monstruo como un castigo de lo divino, el monstruo no cabe en
ningún lugar hasta que su connotación biológica le convierte en una forma médica. La escena en la
que actúa el monstruo está delimitada por su peligrosidad, por ello es que el lugar de ruptura
histórica es cuando jurídicamente se asocia la monstruosidad con la perversión y la maldad en los
actos humanos.
La segunda figura es la del onanista (masturbador) Aparece dentro de las nuevas relaciones entre
la sexualidad y la organización familiar en el s. XVIII, con la nueva posición del niño
dentro de la familia, esto con respecto a la importancia que toma el cuerpo y su salud, es una
aparición del cuerpo sexual. ¿Pero qué es lo que conduce la escena de la aparición de este
personaje? En este caso la ruptura que pone en escena al masturbador es la cruzada sexual que
se lleva a cabo en la Inglaterra hacia 1710, sitúa el mal uso del cuerpo dentro de determinados
trastornos físicos que pueden surtir efectos en cualquier momento de la vida; Como vemos en este
caso la escena es de un tipo sexual con connotaciones médicas, porque cuando se dan estas
connotaciones es cuando aparece el masturbador como individuo a corregir.
El tercer caso es algo peculiar a pesar que es uno de los más estudiados por Foucault, pues la
relación que debería haber entre el individuo y la escena se limita a describir aspectos como el
encierro y la prohibición, como aspectos sicológicos del individuo (esto no quiere decir dicha
relación no exista) en caso tal que nos queda como solución recurrir a las teorías de corrección en
otros textos, pero eso lo dejo para más adelante, ahora es necesario definir al individuo indócil. L
práctica del encierro es de por sí una consecuencia del rápido crecimiento del mundo, cada vez es
necesario excluir a cierto tipo de gente.
Según Foucault, el incorregible surge luego del monstruo, tras la introducción de técnicas
disciplinarias como las del ejército, las escuelas y lugares de trabajo, así como los procesos de
domesticación del cuerpo y del comportamiento. Entra el asunto de la prohibición, como método de
descalificación del individuo, para luego desatarse sin medida en la práctica del encierro. Es por
esta razón que no queda claro en qué momento la locura y los problemas judiciales del
comportamiento forman un solo sistema a corregir. En Historia de la locura en la época clásica se
trata el tema de la locura aparte del de la incorrección, pero en este caso la aparición en la escena
del loco (en el sentido moderno) se da cuando los antiguos males (como la lepra) tienden a
desaparecer a medida que se desarrollan formas médicas y sanitarias que tienden a mejorar el
ambiente de vida en la Europa del s. XVI, reforzándose esta imagen de la locura como enfermedad
mental y biológica en situaciones como la del siquiatra Pinel, quien libera a los asilados del
auspicio de parís, con el fin de hacer la vida de los locos un poco más útil para los demás.
(Poniéndolos a trabajar, además le servía para estudiar sus grados de locura como cita Foucault
sobre Pinel) En esta ocasión el punto de ruptura lo constituye la famosa "liberación" del doctor
Pinel a mediados del s. XVIII, pero por supuesto sobre la fastuosa escena del gran encierro de los
locos en el s. XVII.
Como vemos la solución no está tan visible a menos que remitamos otros textos de Foucault.
¿De qué forma se ha corregido entonces al individuo indócil? Es indudable que durante milenios ha
existido una u otra forma de coacción ante el delito o la anormalidad, pero el punto crítico de la
historia del castigo, o si lo queremos llamar, el momento de aparición en escena (con todo y
teatralidad) del castigo como institución formal, se da en los albores de la inquisición en la edad
media.
Pero lo interesante es analizar cómo evoluciona la imagen del individuo peligroso, cómo se llegó a
diferenciar entre un acto propio de la locura, o propio de la maldad pura.Pues entre más grave era
el crimen, menos se podía achacar a la locura. De todas formas a la inquisición (como institución)
no le importaban siquiera cuales eran las causas o las razones del crimen, o si hubo crimen, sino
cómo castigar; Es en este instante cuando surge la escena del suplicio.
Examinémoslo ahora, caso que menciona Foucault en Los Anormales: La escena del suplicio. El
castigo es una vendetta personal del soberano con el criminal, en donde el cadalso es la inversión
ceremonial del crimen, es allí donde el soberano hace un despliegue ritual de la fuerza que ejerce
sobre sus súbditos. El suplicio como método del terror es la causa de castigo más común durante
la edad media e inicios de la época moderna, en este lapso histórico no hay una relación clara o
medida entre el crimen y el castigo. Se desarrolló un terror inherente al castigo, el cual debía
corresponder al tamaño del crimen; es importante ver cómo el horror del crimen se refleja en el sitio
del suplicio.
Otro elemento clave en la escena del suplicio es el carácter ejemplificante del mismo (aunque es
claro que lo ejemplarizante del suplicio no disminuyera la cantidad de los mismos a la final, creo
que en momentos en los que no hubiera suficientes crímenes se atribuían castigos a cualquier
indicio de "anormalidad" con respecto al común de la gente) Cuando una persona no encajaba ya
fuera meramente en un ámbito estético, u orgánico, simplemente era anormal, lo cual era suficiente
para ser enjuiciada y castigada por el hecho de ser un monstruo, un hermafrodita, homosexual o un
loco. Su castigo iniciaba por la "pregunta", si el individuo no aceptaba su culpabilidad, iniciaban con
las variadas torturas, (porque los inquisidores han tenido fama de inigualables torturadores) así,
pasando por los grados de dolor más dispares, hacen del cuerpo del condenado, un chivo
expiatorio de los males del mundo hasta causarle la muerte por causa evidentemente violenta, esto
no siempre a la sazón de los inquisidores, quienes desarrollaron técnicas especiales para
mantener al reo vivo durante la mayor cantidad de tiempo posible. El desahogar el castigo con el
cuerpo, es más bien una expiación de tipo religioso que conllevaba la salvación del alma.
En la sociedad feudal el cuerpo de los individuos es importante, es allí donde se ejerce el poder, ya
sea político, económico o religioso. El poder se ejerce mediante tres formas. La primera es que el
cuerpo del sujeto produzca signos de respeto, de devoción o de sujeción. La segunda forma de
ejercer poder sobre el cuerpo es mediante el derecho sobre el cuerpo, el derecho a castigar
ejerciendo la violencia inclusive hasta la muerte del individuo. La tercera forma es el trabajo, las
fuerzas de coacción que conllevan las labores dentro del espacio a que corresponden. Pero
volvamos sobre las dos primeras formas, la demostración de sujeción, y el derecho de castigar.
Es ahora cuando nos encontramos de frente con el elemento más dramático de la escena del
suplicio: la atrocidad. Es el más dramático por cuanto el nivel de lo atroz, es la causa del terror. Un
castigo brutal y violento es una demostración del exceso del poder reinante, cuyo ejemplo se
puede ver en las grandes escenas de suplicio a que nos remite Foucault las cuales suceden en el
s. XVII y XVIII. Es claro que han desaparecido en su mayoría los suplicios, bueno al menos en la
forma de aplicarlos (aunque el elemento del escarnio en medio de la aplicación de la pena aún se
haga efectivo en algunos países.)
La escena no estaría completa sin el público asistente al suplicio, este es el carácter del escarnio,
de no-privacidad del castigo, pero este es un tema que Foucault examina desde una mirada
psicologizante, de esta forma nos encontramos ante un lugar muy importante, es un lugar que
surge como propio para el castigo, la idea del panóptico.
La sociedad europea del s. XVIII transforma de manera sustancial la forma de castigo; si durante el
transcurso del suplicio el espectador es libre de observar hasta donde crea conveniente o a su
morbo no le sea repulsivo, es porque el espectador se encuentra casi al mismo nivel del verdugo y
del criminal.
De por sí el cadalso es una forma de panóptico, pues el individuo es observado, analizado de
formas múltiples, entonces es necesario aclarar el ideal de Bentham.
Cuando se crean espacios de exclusión con tendencia a ser panópticos se da una estricta división
espacial y sobretodo "La mirada está por doquier en movimiento". Esta idea del panóptico que ya
menciona Bentham y que influencia el pensamiento de nuestro autor, supone un claro movimiento
arquitectónico de los espacios de exclusión y de igual manera de las ciudades.
Ejemplo de ello son las construcciones con forma cuadriculada asemejando campos de batalla, las
aulas de establecimientos educativos en los cuales el lugar del maestro sobresale notoriamente
para tener un control del todo por medio de su mirada, los asilos mentales y hospitales en donde el
médico debe tener un dominio visual y por ende sicológico sobre el enfermo a quien trata
(nuevamente la demostración del poder) y por supuesto los espacios laborales, las fábricas. Estos
son pues los lugares de exclusión de la sociedad, es allí a donde se envían los individuos que
antes eran enviados lejos de la ciudad. Aunque sea irónico, el panóptico tiene la particularidad de
que es un lugar que estando dentro y en contacto con la sociedad, margina de la misma a ciertos
personajes, esto por un lado no cambia para nada la escena de aquella época de los griegos
(cuando los locos eran sacados de la polis o bien eran enviados en unos barcos especiales que
iban de ciudad en ciudad recogiendo a los locos) , pero por otra parte hace que el espacio de
exclusión sea más manejable y constituya un lugar de estudio de la locura por ejemplo.
El panóptico según la teoría ideal de Bentham, es un espacio cerrado, vigilado en todos sus
puntos, en el que los individuos están insertos en un lugar fijo en el que todos los acontecimientos
están registrados y sus movimientos controlados y lo más importante: Une el centro con la periferia
por medio de un trabajo de escritura.
En este sistema el poder se ejerce por entero y constantemente, por una figura jerárquica continua.
Cada individuo está constantemente localizado y examinado y en palabras de Bentham : "Todo
esto constituye un modelo compacto de dispositivo disciplinario".
Se hace aún más evidente la partición del espacio de exclusión, por una parte está el gran encierro
con el fin de hacer desaparecer al individuo molesto, y por otra parte está el buen encauzamiento
de la conducta.
Cada celda del panóptico es como un pequeño escenario, un teatrino. Basta con situar un vigilante
en la torre central para controlar al enfermo, al loco, al escolar o al condenado. El elemento más
teatral a mi parecer es la luz, la visibilidad, en el panóptico se elimina la antigua práctica del
calabozo oscuro, en el cual la oscuridad es un escondrijo, ahora la luminosidad ofrece un control
psicológico continuo, nada puede escapar a la claridad y por lo tanto el individuo se siente en
escena; Es esta la reaparición de la mirada y de su efecto escudriñador.
La mirada de por sí conlleva una mecánica de poder, pues es esto lo que se manifiesta a través de
la mirada. Hasta aquí el interés de Foucault no está en describir los elementos de los espacios de
exclusión, sino a la mecánica que el poder impone haciéndolo eficaz. O sea que no ha de
importarnos la dramaturgia con la que transcurren los espacios de exclusión, más que eso ha de
importarnos la puesta en escena, que hace realizable esa dramatización del espacio.
Hay un momento en el s. XVI en el cual se institucionalizan los espacios de exclusión, como
hospitales, asilos, barrios de ricos y de pobres, etc. Esta diferenciación es una parte de la historia,
y por ende uno de sus elementos comunes.
Por último considero de importancia analizar la relación que ha tenido Foucault con la obra de
Richard Wagner (a quien admira por la forma en que pone en escena la tragedia) Ya en la
entrevista que hace M. Watanabe, se nota la influencia de Wagner sobre Foucault.
Wagner ha desarrollado una idea de espectáculo total, que combina ciertas artes como la música,
el teatro, el ballet, la pintura, y otras con el fin de expresar la escena como un todo que lleve a la
representación ideal o sea confundir la realidad con la irrealidad, esto incluye la utilización del
elemento del leitmotiv, esto es hacer que un tema musical se identifique con el eidos de un objeto,
que este tema musical sea la idea primordial del sujeto, este aspecto en especial es muy analizado
por Foucault en un ensayo que hizo alrededor de 1951 en compañía de su amigo de toda la vida
Pierre Boulez.
Por medio de Boulez, Foucault tiene acceso a la teoría teatral de Wagner (sin dejar de lado a
Wedekind), luego se relaciona con Wieland Wagner (bisnieto de Wagner y actual director del
festival del mismo nombre que se sigue realizando anualmente en Bayreuth) el cual le hace
partícipe de los montajes en algunos festivales.
Wagner hace de la ópera un conjunto coherente dentro de sí mismo. Recordemos que el tema del
ring fue una influencia directa de Nietzche, quien fue el encargado para hacer el texto del libreto
para la ópera. Wagner no plantea el problema del sujeto en términos cartesianos, hace del drama
un hecho importante con una importancia histórica, sin tomar en cuenta sus propias convicciones
políticas (como el "antisemitismo" que se le atribuye al igual que a Nietzche.)
Es muy interesante como desde Nietzche, pasando por Wagner, y luego por Boulez, Foucault a
configurado un sistema de trabajo que siendo paralelo a sus investigaciones en otros campos de la
ciencia moderna como en sus Historias parte de la importancia del espacio como concepto positivo
u objetivo, y lo más importante: de cómo en este espacio hay una puesta en escena de la verdad
que ha de constituir el saber de occidente.


Por:
Angel David Roncancio García
andaroga@hotmail.com

Los                   anormales                          Michel           Foucault1
Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2000.



 Sergio                                              Witto                                    Mättig
Investigador y académico de la Universidad Bolivariana


‘Se trata de pensar el sexo sin la ley y, a la vez, el poder sin el rey’. Michel
Foucault.

Ha sido decisión de los editores franceses2 anexar a las clases que conforman el texto
de Los anormales el resumen que el propio Foucault hiciera para el Collège de France3;
en dicho resumen Foucault vuelve sobre lo que constituye su curso lectivo 1974-1975.
Sin que haya mediado la inicitiva del autor - se trata de una práctica perfectamente
institucional- el resumen en tanto objetivación escriturística va a adquirir cierta
autonomía. No se trata por cierto de una ruptura con respecto al original, no hay la
voluntad de someter a revisión lo dicho, ni de refutar cuales serían sus hipótesis
fundamentales, se trata más bien de un emplazamiento que reinstala el curso en una
escena distinta. En el resumen ya no está el ‘efecto de grupo’ (Foucault 1975)
teatralizando la discusión, es posible entonces, en mejores circunstancias, examinar su
economía. La lengua, sin embargo, sometida ahora a un registro vigilado por la
escritura, pone ante los ojos un riesgo no menor. El riesgo dice relación con el trabajo
genealógico, se trata de sus determinaciones tras el ‘advenimiento de un mundo
geopolítico global’ (Virilio 1996: 181) coptado esta vez por la observación satelital
simultánea. En este contexto al trabajo genealógico le corresponde acuñar una
sensibilidad que evalúe la transformación de la escena política actual, en tanto
atravesada, más allá de sus soportes, por nuevas formas de censura. Uno de los
rasgos más prevalentes de esa actualidad se convoca ante la forma mediática y sobre
todo ante su normalización monopólica creciente. Aunque la genealogía no ponga en
marcha un rechazo generalizado de las prótesis informáticas, sí contempla la
posibilidad de su diversificación; la genealogía difiere por tanto todo proyecto futuro en
función del examen acusioso de sus límites normalizadores.

Es en razón de esos límites normalizadores que las relaciones de poder seleccionan el
rango de ‘receptibilidad’ del flujo mediático a fin de acumular residualmente lo que no
logra traducirse en políticas de la lengua. A partir de aquí una serie no preestablecida
de tentativas genealógicas

debiera articularse en torno a análisis poco espectaculares, políticamente opacos en
tanto que el sitio retráctil que parece constituir nuestro presente desplaza
indefinidamente el vínculo entre archivo y facultad visual. Si la ley de lo dicho difiere
de su imagen, el estatuto de lo visible bien podría hoy responder a la sobreestimación
de unos textos menores, excéntricos y marginados aunque leídos de una determinada
manera. Bajo el expediente de la genealogía han de analizarse no sólo esos textos en
su recurrencia específica, sino insertarlos en la memoria de las luchas. Al subvertir el
emplazamiento visual de sus soportes tradicionales, cabe esperar que evidencien su
efecto normalizador, lo que ellos cautelan o marginan. Puede emerger a partir de aquí
un espectro de hábitos hasta ahora inciertos, que el archivo concite en su convocatoria
visual - por ejemplo- un derecho de mirada bajo un doble registro: como abuso de
autoridad, bruscamente usurpada o impuesta y como símil de resistencia. Derecho de
mirada que, en el cerco de nuestra actualidad, hace comparecer el ojo (y su virtualidad
protésica) con lo que en el espacio público viene siendo administrado por la circulación
de imágenes.

Pero también se arriesga la posible dispersión del archivo en favor de su
empoderamiento genealógico. La dificultad de disponer de un concepto estable de
poder en tanto que éste responde a estrategias no estratificadas, a relaciones de
fuerza desconocidas conspiraría en desmedro de la formación histórica. Que la idea
foucaultiana de poder deba comprenderse con independencia de sus simulacros,
significa que las formas concretas reveladas por el discurso quedarían subsumidas en
una ‘física de la acción abstracta’ (Deleuze 1986: 101). La constelación de los
anormales no surge entonces del azar ni del universo de la psicopatología de los siglos
XVII y XVIII, como lugar de visibilidad dicho universo se plasma ‘en correlación con
todo un conjunto de instituciones de control, toda una serie de mecanismos de
vigilancia y distribución’ (Foucault 1975: 297). Se trata de una pura funcionalidad que
no se identifica con los contenidos que encarna. En Los anormales el monstruo
humano se dice con respecto al imperio de la ley, se trata en rigor de la interrupción
que acontece tras el quebrantamiento iusnaturalista de su equilibrio interno; el
individuo a corregir invoca la proliferación de las prótesis disciplinarias al interior del
ejército, las escuelas, los talleres y la propia familia; el onanista finalmente engrana la
nueva síntesis entre sexualidad y teleología filial. Toda vez que un estrato singular
pretende la luminosidad total del poder, no consigue más que un reflejo, un índice
variable y, a pesar de ello, el trabajo de archivo no tendría mucho que integrar de no
existir esa luminosidad que materializa el poder.

Enfrentados a la radicalización de la empresa genealógica es preciso reconocer que el
trabajo de Foucault había transitado primeramente por el lado de la historia. Los
hechos se encuentran comprometidos con un orden institucional que los introduce en
su nicho enunciativo (Jalón 1994: 33). Trátese de la locura, la clínica o el encierro,
todo ello participa de una ecología epocal que posee su lengua propia. Foucault sabe
reconocer en esa historia la esotérica del poder, quizá por ello no pueda disponer de
los enunciados con que el poder captura una forma específica. Para Foucault los
enunciados son esencialmente raros nos lo recuerda Deleuze (Deleuze 1986: 28) en
virtud que toda frase impide, contradice o reprime otras; a un enunciado le adviene
pues el efecto de lo no dicho multiplicando su sentido, suscitando una

interpretación desigual. Con Los anormales Foucault consigna la diferencia que separa
las formaciones históricas del poder que las suscita. La genealogía va a producir la
rareza de los enunciados al sustraerles su identidad plena, al encriptar en el centro de
su logos un corte transversal que fisura cualquier pretensión de autonomía. Esto hace
de la genealogía una memoria de los enfrentamientos, una suerte de hermenéutica de
las prácticas convulsionada ahora por lo inadministrable del poder.

O los saberes han podido desaparecer en virtud de los requerimientos de una fuerza
empeñada en capitalizar sobre sí la enunciación de sus efectos, o bien la anormalidad
viene a subsumir todo linaje en un gesto más visible, en un descuido más elemental e
inconsistente. ¿Cuál ha podido ser la fuerza cuya encarnación requirió ese
desaparecimiento? ¿O no ha habido más que una larga historia de sutiles simulacros
divorciada de un sentido pleno y cuya reciente saturación haría irrelevante pensar allí
las vicisitudes propias de todo saber? El elenco multifacético de anormales cuyo
padecimiento parece responder a la acumulación de una cantidad fija de dolor, podría
desembocar, a tientas o por exceso, en lo más sublime. La movilidad calculada, el
cruel emplazamiento que hace del cuerpo el lugar de la peripecia burguesa, ha podido
mostrar lo menos evidente a un tiempo que el encabalgamiento del poder mismo.

En la marca invisible del poder, bien pudo inscribirse la pre-historia de la teoría penal
otrora indicio de la elección divina. La desnudez del anormal no ha dejado de concitar
el interés de la hermenéutica teológica en torno a la condición humana y su destino
moral. En cualquier caso, un devenir paralelo pero de muy diversa índole al primitivo
es el que se desliza en la historia de Occidente. El cuerpo emerge tras la quema de su
carne - qué duda cabe- pero el arrebato de la ira de Dios da lugar a la aporía: exceso y
a un tiempo borradura del placer. En los albores de la modernidad el álbum familiar
continuaba mostrando aquella fisonomía peligrosa con que se suele asociar la traza
histórica del deseo. ¿Demasiada crisis, demasiada irreverencia para una sociedad
acostumbrada a cotejar su alma con el borde luminoso de un pasado eternizado? ¿O
más bien una nueva estrategia en la economía del poder?. Aires de revolución
amenazan un estado de cosas decidido a sobrevivir a cualquier precio. Pero al estilo
múltiple del exceso no le sale al encuentro la sobriedad de las formas clásicas. La
desmesura también corre a cuenta de un poder dispuesto a no ceder su lugar de
privilegio. Se trata de avalar un exceso, sí pero una muy distinta a la descontrolada
energética del descontrol.

¿Qué forma adopta el anormal después de la experiencia del poder, es aquella forma la
misma que no ha dejado de predecir su medicalización y su delito? Es posible que los
anormales entablen con el poder unas relaciones cuya distancia con respecto a sus
encarnaciones fundaría una manera de ser nueva e inclasificable del presente. Buena
parte de la sensibilidad de quienes se han visto afectados de algún modo por lo
anormal, reclama su derecho de no pertenencia a una multiplicidad de simulacros:
imagen pública, individuo peligroso, representante de la especie. Tras ese circuito
representacional de la forma abstracta, comparece el cuerpo y la asignación de una
identidad flotante, comparece a última hora, el ser y los entes, y allí, en la

anormalidad misma, se vuelve a conjugar la idea. En cualquier caso, en dicho
comparendo late la presencia de una línea divisoria cuya episteme separa del original
lo que no vendría a ser más que su falsificación póstuma. Carece de interés pensar allí
la espectralidad del anormal.

Lo que después de los estoicos, Spinoza o Nietzsche debía operar como inversión del
platonismo (Deleuze 1968: 255-267), esa disposición para ‘desplazarse insidiosamente
por él, bajar un peldaño, llegar hasta ese pequeño gesto - discreto, pero moral- que
excluye el simulacro’ (Foucault 1970: 11), ese abrirle paso a un plan maestro que
guardándose de la pretensión trascendental se refiera a la inmanencia, redunda en la
posibilidad de inscribir en tal inversión, ahora, una hipótesis plausible. Se querría
pensar a un tiempo idea y simulacro. Con mayor exactitud: la anormalidad involucra
una cierta filiación con la idea, de ahí que no sea tributaria de una producción
ideológica ad-hoc su reverso, la normalidad, como si el delito en cuestión pudiera
configurarse en la concordancia plena a un sentido primordial.

La consigna del poder - se sabe- suele señalarse como uno de los rasgos más
controvertidos del proyecto foucaultiano; el énfasis genealógico opera allí donde todo
parecía discurrir pacíficamente, es en virtud de una contienda beligerante que el poder
discurre a través de los discursos. Ello ha podido suceder luego de sustraerle al poder
su enlace con la soberanía. El poder había hallado en la soberanía una clave
hermenéutica de su propia operatoria. De ahí que un saber cualquiera pueda, instalado
en sus propias leyes de configuración interna pero apoyado ahora por el principio de
soberanía, corregir un sinfin de resultados y añadir beneficios suplementarios. La
soberanía promete un acceso, de algún modo lo provoca. Una nota destacada de esta
decisión, que la distingue de las teorías políticas precedentes, es su capacidad para
satisfacer las exigencias del soberano. A la hora de ponerse a prueba, dicha soberanía
no obstante parece reducirse a una expresión más sobria.

La verificación histórica que lleva a cabo Foucault en Los Anormales prepara el
advenimiento de un nuevo concepto de poder, dicho concepto constituirá el punto de
inflexión en su siguiente curso del Collège de France y encontrará más tarde en La
voluntad de saber su lugar definitivo. Si los diversos tipos de anormalidad ya no son
prerrogativa del poder ejercido por el soberano, ni el Estado, ni la religión pueden
entonces arrogarse el origen de donde emana su investidura o sus efectos
concomitantes. Los anormales convocan más bien una serie indefinida de
distribuciones horizontales de poder. Esta parece ser la hipótesis que Foucault trabaja
en el curso del ‘76. El siglo XVIII se inclina paulatinamente hacia una soberanía
fragmentada, ella empieza a tener una existencia marginal aunque podrá sobrevivir
todavía bajo condiciones adversas. Con Boulainvilliers emerge un campo histórico-
político de reflexividad. Se advierte aquí una estrecha relación entre soberanía e
informalidad. Y es en este sentido que el texto de Los anormales suscribe un proceso
global de reflexión, el cual gira siempre en torno a sí mismo. Es posible que la
soberanía de la que habla el siglo XVIII haya visto limitada su pretensión de sentido
luego de examinar con especial diligencia sus elementos programáticos. Es en razón de
su resquebrajamiento que el principio de soberanía deviene anacrónico. El dictum
foucaultiano considera el presente de la soberanía como resultado de una analítica que

ha podido desplegarse en un campo histórico-político determinado. Pero no se trata de
un despliegue finalizado sino más bien una etapa en el proceso bélico de confrontación
entre fuerzas opuestas que pugnan por el control y la dominación. Todo desarrollo
histórico es concebido por Foucault como manifestaciones de una mecánica estable de
gobierno, como prácticas que buscan restaurar la estabilidad o como luchas
permanentes. El despliegue histórico de la soberanía no involucra su culminación sino
aquella manifestación de equilibrio de poder sobre los individuos.

En rigor es el propio campo histórico-político el que ensaya una especie de movimiento
en la frontera cuya operación más portentosa estaría vinculada a la actualidad del
poder. Pese a ello, por más que una disputa teórica como ésta se esfuerce en hallar el
grado exacto de su consistencia, se topará ineludiblemente tarde o temprano, con otro
movimiento. Esta vez se trata de un movimiento de recambio más dificil de ubicar. Si
hemos de tener en cuenta como única referencia el ideal de soberanía, en el análisis
histórico-político hay siempre algo que la impulsa a cambiar de dominio: si el de la
sexualidad funciona - por ejemplo- ‘según técnicas móviles, polimorfas y coyunturales
de poder’ (Foucault 1976: 130), algo similar le ocurre a la soberanía; se trata entonces
de dejarse instruir por un concepto de poder que traslada el privilegio de la ley hacia la
prevalencia del objetivo, el de lo prohibido hacia la eficacia táctica, el privilegio de la
soberanía ‘por el análisis de un campo múltiple y móvil de relaciones de fuerza donde
se producen efectos globales, pero nunca totalmente estables, de dominación’
(Foucault 1976: 124). Esta urgencia política no consiste sólo en ubicar un dominio
determinado, capacidades de estudio ya codificadas, sino en producir algo no
susceptible de ser alineado en ningún saber según un sentido aún convencional que se
otorga a tales prácticas. Este modo productivo, en suma, desplegaría sus recursos
cuya condición de crecimiento radica en su valor de uso: sólo en el darse crecen.
Contra la opinión todavía generalizada de que el horizonte del poder estaría abocado al
gasto, éste tendría recursos suficientes para asegurar su sobrevida. De mediar la
escasez operaría en el poder una deuda permanente. En este sentido la soberanía
propende a clausurar la experiencia de la abundancia volviendo su mirada a la
supuesta época áurea del poder del rey. Lo real sería por excelencia el lugar del
simulacro, de la invisibilidad de todo aquello que bien pudiera, bajo otro registro de
inscripción, pasar por abundante. Este diferendo le proporciona a Foucault una
hipótesis tentativa: el principio de soberanía bien puede corresponder a una
propensión exibicionista, a la necesidad de reproducirse a sí misma dentro del límite
impuesto por las condiciones de su propia episteme.

Los anormales cuenta con dos líneas argumentales: la primera dice relación con una
mirada hipotética que sospecha y se pregunta por la estrategia del poder, si ella no
produciría un tutelaje de las experiencias bajo el formato de lo universal, si no
terminaría por clausurar toda posible diversidad lingüística; la segunda se refiere al
descentramiento de la función represiva de un poder unívoco centrado en el soberano.
Pero la cuestión de la soberanía orienta todo el trabajo que Foucault venía
desarrollando en los cursos que preceden a la publicación de La voluntad de saber. Se
trata de pensar un asunto que posee grandes dimensiones; incluso si la soberanía no
permite evocar el poder sino en forma directa, ella atraviesa la totalidad del campo
histórico-político de donde emergen los individuos. Es en razón de este paso que su
presencia efectiva se mide siempre por un criterio esencial: la participación y el acceso
a la experiencia de la singularidad, a su constitución y a su hermenéutica. Dicho
anclaje es clave para entender lo anormal en tanto determinado por un dominio
específico. La soberanía por su parte intenta articular el acontecimiento inadministrable
de esa diferencia, esto es, el movimiento que describe el proceso de subjetivación.

El dictum de anormalidad que subyace a la soberanía puede ser entendido como una
escena mediática, estructura de capitalización. Hasta el siglo XVIII la soberanía pudo
prevalecer al conseguir el emplazamiento de su visibilidad. Con Boulainvilliers
comienza una reestructuración visual de la soberanía la que bien podría traer consigo
un aumento cada vez más fragmentario de los saberes locales. Se descubría el reverso
del poder, lo que la reflexividad trascendental había desplazado. Todo va a depender
ahora de cálculos más o menos conscientes, más o menos imaginarios, de mini-
radioscopías cotidianas, de una física de las relaciones en gran medida regida por
fuerzas pulsionales, por unos efectos y por unos fantasmas que no han esperado estos
pequeños cálculos para ponerse en marcha. Debido a ello, el cerco de la soberanía se
hace cada vez más evidente.

En tanto que la idea de soberanía va perdiendo su valor de intercambio la anormalidad
alcanza el estauto de riesgo a controlar. Un nuevo modo de producción enviste lo que
hasta ese momento parecía responder a la simple argucia de un desplazamiento.
Desplazamiento es el primer sentido con que se traduce traduce la Verdrängung
freudiana. No se requiere haber transitado por el currículo psicoanalítico para
encontrar sus resonancias en Foucault (Miller 1989: 67-73; Forrester 1990: 342-376) .
Basta una regular asiduidad a su obra para persuadirnos de su peso y su gravitación.
La Historia de la sexualidad está transida toda ella por una distancia crítica con
respecto a lo que Foucault llama ‘hipótesis represiva’ (Foucault 1976: 23-48). En la
teoría de la represión la primera dificultad que importa salvar es la de una supuesta
unidad que opera en su economía interna, pero tal unidad pertenece a una
representación la que no es susceptible en todos los casos reducir a lo homogéneo. En
tanto participa de las operaciones del inconsciente comporta la posibilidad de su
desconstrucción. No obstante lo anterior, la teoría de la represión viene determinada
por un proyecto integrador y, suponiendo que sus efectos produjeran un nuevo
concepto de poder, su emergencia no es nunca intemporal. Lo que signifique la
represión está de lado a lado comprometida con su dimensión histórica: orienta su
pasado y su futuro en la medida en que ella es el término y la realización del sentido
histórico. Pero el tiempo de la represión - según Foucault- debe tener

una duración limitada. De su propia contingencia le viene su fragilidad relativa.
Pretender conocer el sentido antes de la experiencia histórica significa flanquear su
límite y su verosimilitud, darle valor institucional al proceso en el que se despliega esa
experiencia. Significa invertir un dato que se presume insustituible: la represión se
presenta siempre como la posibilidad de articular los hitos de la experiencia epocal. Su
crítica viene avalada, en suma, por el hecho de que el acontecimiento histórico tiene
que ver con una sensibilidad siempre nacida en el pasado pero que espera una
transformación que intenta inscribir en el porvenir. De ahí le viene al dominio su
tensión subyacente a todo estrato cuando éste allana las diferencias; de ahí su repulsa
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Ensayos sobre textos_de_michel_foucault

  • 1. Aproximaciones al pensamiento de Michel Foucault. 1. Introducción. 2. Algunas dificultades para un acercamiento a su obra. 3. Influencias presentes en su pensamiento. 4. La ruptura con el racionalismo iluminista. 5. Procedencia y emergencia como conceptos articuladores de la historia. 6. El papel del discurso. 7. La necesidad de construcción de un nuevo discurso. 8. El concepto de poder. 9. Dos esferas donde se construye y reproduce el poder. 10. Dimensiones y cotidianidad del poder. 11. El papel de la educación formal en la construcción y reproducción del poder. 12. Citas incluidas en el trabajo. "Foucault tuvo siempre la virtud de transformar lo habitual en extraño" Keith Hoskin Introducción. No deja de llamar la atención, al aproximarse al pensamiento de M. Foucault, la dificultad que plantea el pretender identificarlo con las diferentes corrientes de pensamiento contemporáneo. Algunos comentaristas llegan a calificarlo de verdadero enigma (Marshall, 1993). Otros, en cambio, muestran actitudes que oscilan desde una adhesión ilimitada hasta un silencio significativo. Más allá de ello sus propuestas se distribuyen en diferentes áreas de trabajo, conllevando los ecos de los planteos iniciales y definiéndose como un referente del pensamiento. Lo establecido no hace sino remarcar el peso de la obra de este autor y los enriquecimientos de una muy variada gama de disciplinas y ciencias. La filosofía, la historia, la lingüística, la educación y la psiquiatría, son algunos de los campos en que se ha proyectado el pensamiento de Foucault. Esa dificultad de "encasillarlo" fue tomada irónicamente por el propio autor, el cual restó total importancia a tal hecho. En una de las entrevistas concedidas en 1984, poco antes de su muerte, afirmó: " Creo que, en realidad, he estado situado en la mayoría de los cuadros del tablero de ajedrez de la política, de manera sucesiva y, a veces, simultánea: como anarquista, izquierdista, marxista manifiesto o disimulado, nihilista, antimarxista explícito o secreto, tecnócrata al servicio del
  • 2. gaullismo, neoliberal, etc... Ninguna de estas descripciones es importante de por sí; por otra parte, tomadas en conjunto, significan algo. Y debo admitir que me gusta bastante lo que significan" (1) Sus propias palabras lo ubican en medio de las coordenadas de su tiempo, caracterizados por una gran dinámica e incluso atravesados por circunstancias traumáticas. Los enfrentamientos en el plano de la teoría y de la práctica, caracterizaron la década de los sesenta y comienzos de la siguiente, constituyendo el marco global de la propuesta. Un autor que como Foucault, generó en su momento tantos "rencores", que se ubicó en el medio de la polémica, no puede ser leído con prescindencia de estos elementos. Algunas dificultades para un acercamiento a su obra. Una dificultad que podemos señalar dentro del pensamiento del autor es la presencia de enfoques parciales, no sistematizados, sobre los problemas abordados. Opuesto a la tendencia iluminista de construir sistemas globalizadores, y a través de un manejo muy peculiar de la información histórica, su visión se compone de series. Estas, más o menos extensas, se aplican a aspectos específicos de la realidad y el autor no muestra demasiado interés en buscar los "puentes vinculares" entre las mismas. Por el contrario una y otra vez señala la relativa independencia que guardan entre sí. No puede entonces extrañarnos que el conjunto de su obra adopte una forma laberíntica para quien se aproxima a sus trabajos por primera vez. Su pensamiento, se mueve entre intersticios dejados por teorías de mayor envergadura, más especializadas, arrastrando tras sí un muy extenso conjunto de influencias y una gran erudición. Otra de sus dificultades radica en nuestra propia formación. La ruptura que introduce el autor con la tradición racionalista crea una falta de sintonía profunda con los códigos que maneja. Es necesario penetrar en estos en primer lugar para comprender el alcance de sus posturas, muchas veces revestidas de formas aparentemente contradictorias Frente a ese cuadro que lo caracteriza, creemos que uno de los caminos posibles de abordaje consiste en apuntar hacia las ideas centrales en torno a las cuales gira su obra. Los grandes temas que concentraron su interés. Es decir centrarnos en aquellos pilares que le permitieron alcanzar determinadas formulaciones las cuales pueden ser tomadas como punto de partida de nuevos caminos en el abordaje de la sociedad. Influencias presentes en su pensamiento. El cómo concibe la historia, es una de las piedras angulares de su pensamiento. Allí surge una de las rupturas que introduce con la tradición surgida en el siglo XVIII, que aún se encuentra muy arraigada en el campo de las ciencias sociales. Mientras la continuidad histórica, la racionalidad creciente, fue adoptada de un modo casi natural, definiendo lo que se agrupa bajo la denominación de modernidad, los pasos de Foucault se encaminan con otro rumbo. En este punto no es totalmente original, sino que se nota en particular la influencia del pensamiento científico contemporáneo, así como los aportes de los filósofos Nietzsche y Heidegger. Estos, ubicados en la antesala de lo que puede denominarse postmodernismo, sientan las bases de una nueva concepción de la sociedad y del devenir del hombre en general. Del primero, quien marca una influencia mayor, tomará, prioritariamente, la genealogía como método de construcción de lo histórico y del segundo la imagen del "ser situado". Pese a ello no puede reducirse las influencias recibidas a las mencionadas. El pensamiento de Marx, en particular a partir de la visión de Althusser, también puede ser rastreado. El discurso elaborado sobre el poder es en buena medida una respuesta a la elaboración althusseriana de los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE). Estos no representan, a juicio de Foucault, sino un aspecto parcial de las relaciones de poder que se presentan en el desenvolvimiento social. Su estructura y contenidos, no pueden ser referenciados exclusivamente a la estructura económico-política. Sí acuerda que instituciones presentadas como espacios neutros dentro de la sociedad, en realidad manejaban dimensiones ideológicas y ejercen formas de poder que se proyectaban sobre los individuos. Hasta ahora la organización escolar era ubicada por los teóricos marxistas como formando parte de un modo vago de la superestructura. Pero la escuela y la cultura en general necesita nuevos caminos de abordaje. Tienen un rol dentro del funcionamiento social muy diferente al de receptáculo pasivo de determinaciones externas. De modo de llenar el vacío que se produce, recurre al aporte de Weber, si bien curiosamente no es mencionado en sus obras. La importancia de las construcciones culturales para explicar el comportamiento humano de un determinado período, está presente en toda la reflexión de
  • 3. Foucault. Desde que el poder no es concebido bajo una forma única, sino plural y presente en el comportamiento cotidiano del individuo, la cultura, tomando la mayor extensión del concepto, debe ser analizada. Dado que el componente simbólico es cardinal dentro del funcionamiento cultural, el discurso, la articulación de símbolos de modo de presentar determinados sentidos y significados, debe ser particularmente tenido en cuenta. La violencia simbólica es uno de los puntos que atraen la atención del autor, coincidiendo en esto con los trabajos contemporáneos de Bourdieu – Passeron y del propio Althusser. Esas influencias contradictorias que se reflejan en la obra llevaron a que Jean Paul Sartre, por ejemplo, lo acusara de ser un ecléctico, buscando por esa vía descalificarlo. En lo personal considero que el aporte efectuado es digno atención, más allá de una cierta "moda" que ha cobrado. Quizás resulte válido afirmar que la importancia radica más en los temas que puso sobre la mesa que lo que dijo en concreto sobre cada uno. Esa acción de atraer la mirada hacia aspectos laterales de la discusión y ponerlos en el centro de la misma, es uno de sus principales aportes. El marcar la existencia de campos de luchas laterales, como la libertad sexual, el ecologismo, el feminismo, los movimientos de homosexuales, etc, contribuye a revalorarlos dentro de un cuestionamiento global al sistema. Presentarlos como campos concretos donde se manifiesta los conflictos que sacuden la sociedad y donde no resulta válido reducirlos a un solo plano, a una sola forma, supone cuestionar el conjunto social. La ruptura con el racionalismo iluminista. Las diferentes corrientes iluministas tendieron a construir una línea continua de evolución que mostraba el desenvolvimiento progresivo de la razón. Cada etapa, período, forma o estructura que sucedía a otra señalaba un avance, un salto cualitativo en un proceso de evolución continua. Evolución que, a la vez, señalaba un origen y un destino o meta. Esa línea, construida desde el hoy hacia el ayer, dejaba una sola ruta posible a recorrer cuando se enfocaba desde el otro extremo. La humanidad había recorrido esa ruta y no otra, cada paso es una suerte de absoluto en ese andar y no una decisión entre un abanico de posibles. Queda elaborado así un campo de legitimidad para sus construcciones teóricas en el cual los vacíos son obviados planteando una falsa continuidad. Funciona como una suerte de axioma a partir del cual se construía todo el edificio teórico. Herederas de esa postura son las propuestas tanto de Comte como del propio Marx, fundadores del pensamiento sociológico moderno, si bien ambos se ubican en las antípodas de la reflexión social. Cuando Conte nos plantea la "ley de los Tres Estados", piedra angular de su obra, está trazando una línea por la cual ha transitado el ser humano a lo largo de su historia, más allá de las particularidades que adquiriera en cada espacio concreto. La humanidad en su conjunto recorre ese camino inexorablemente. En el caso de C. Marx hay un punto de partida diferente y un rigor mayor en la construcción teórica. Toma como base no el comportamiento de la razón abstracta, sino el desenvolvimiento de la economía y de la reproducción material de la vida. Todo atravesado por el enfrentamiento de las clases fundamentales de cada modo de producción. Cuando el modo de producción esclavista es sustituido por el feudal y este por el capitalista, queda trazada una línea de continuidad. Marca un origen y un destino. Entremedio tiende un puente consistente en el conjunto de su propuesta. Mientras en el primero la meta era el triunfo de la razón, vía por la cual se alcanzaría la felicidad, en Marx la instauración del comunismo, triunfo también de la racionalidad en el uso y distribución de los recursos, sería capaz de superar los conflictos históricos que caracterizaran el desarrollo humano. Foucault rompe con esa tradición. Para ello se nos muestra como un continuador del pensamiento de Nietzsche de quien recoge aspectos fundamentales. Cuando aquel afirmara que "Dios ha muerto" señalaba la desaparición de la esencia y su sustitución por la apariencia. La razón y el humanismo en ella asentado, son los cadáveres que exhibe aquella muerte. Conceptos tales como evolución y superación, presentes en el discurso filosófico desde Platón, son borrados de un plumazo. El pasado nada nos puede aportar y el futuro no existe en cuanto una perspectiva de crecimiento, de mejoramiento axiológico de la humanidad. Ahora nos encontramos en un presente permanente. Cada individuo busca en su propia subjetividad los caminos de edificar
  • 4. su placer, su dimensión dionisíaca, abandonando el carácter apolíneo. Lo colectivo se diluye en lo individual, en su subjetividad. En el artículo "Nietzsche, la genealogía, la historia", primero de los trabajos agrupados bajo el título de Microfísica del Poder (1971), establece lo absurdo que resulta buscar el origen. Citando al filósofo alemán, transcribe lo siguiente: toda cosa y la razón misma "nacieron de un modo perfectamente razonable, del azar" (2) No existe una esencia "pura" y verdadera. No existe un punto inicial a partir de la cual podamos trazar una línea evolutiva que, a través de un tránsito ordenado por cada una de las estaciones, nos conduzcan a nuestro presente. Aceptar otra posibilidad es caer en aceptar la presencia de un pre - conocimiento que negaría toda posibilidad positiva. Rechazar la idea de la evolución, del tránsito, de estadios menos evolucionados a otros más elevados, o como quiera llamárselos, deja de lado una de las ideas fundamentales que han regido el pensamiento a partir del Siglo XVIII y genera un vacío. La Historia global, la que reconoce etapas por las que han transitado todos los seres humanos, con prescindencia del espacio, tambalea. Aparece entonces la idea de discontinuidad la que se constituye en una clave de primer orden. Tomando como ejemplo el desarrollo de una función lineal puede afirmarse que la historia presenta una serie de discontinuidades, de tramos en los que no está definida, y de inflexiones, cambios de rumbo positivos o negativos, donde la aceleración puede ser mayor o menor. Esta función presenta tendencias parciales en diferentes tramos los que no pueden absolutizar. Por otra parte no resulta válido tomar la asíntota como representación de la función misma, ya que estaríamos sustituyendo la cosa, con su riqueza de comportamientos, por una construcción a la cual se le impone una determinada lógica y un discurso externo a ella misma. Crearíamos de este modo una meta - realidad a la que sólo la metafísica podría acceder. "Procedencia" y "emergencia" como conceptos articuladores de la historia. Al no aceptar un encadenamiento único, finito o infinito, de causas y efectos, que definen un proceso evolutivo, ¿cómo podemos alcanzar el conocimiento? ; ¿cómo podemos analizar los diferentes hechos que nos rodean? Para llenar ese espacio introduce dos conceptos complementarios la procedencia y la emergencia. El primero apunta a "... encontrar bajo el aspecto único de un carácter, o de un concepto, la proliferación de sucesos a través de los cuales (gracias a los que, contra los que) se ha formado" (3). El conocimiento consolidado no puede ser concebido como un logro que se obtiene, de una vez y para siempre, en todo espacio y todo tiempo. Es un "posible" que permite elaborar una serie, más o menos extensa, con un referente espacio - temporal concreto. Esto introduce el relativismo, en una concepción muy personal del mismo, en la concepción del conocimiento. Esto es particularmente válido en áreas en las que no es posible simplificar y controlar variables. Tal el ejemplo de las ciencias que atienden al comportamiento de lo humano. La procedencia apunta a mostrar como los conceptos y las cosas presentan una gama muy grande de pliegues y fisuras que lo transforman en una construcción inestable. Tiene además la particularidad de transmitir dicho carácter a todo lo que sobre ella se apoye. Referido concretamente a la sociedad lo anterior, podemos deducir que cualquier tema que se aborde, deberá reunir la mayor información posible sobre él y su entorno, pero la construcción resultante será inestable. Deberá explicitar de un modo exhaustivo la constelación de fenómenos, profundos o superficiales que contribuyen a definirlo. La construcción estará limitada en el espacio y el tiempo. El autor nos cierra el paso al intento de comparar. Tampoco sería válido extrapolar situaciones o modelos de un contexto a otro dado que los mismos responden a combinaciones particulares. Aun cuando intervengan los mismos componentes, nada asegura que tengan igual significado. Al no existir la pretendida esencia, ambos fenómenos más allá de la palabra que los identifica, no tienen nada que ver entre sí, por pertenecer a series diferentes. El concepto de procedencia tiene pues dos dimensiones complementarias. Por una parte hace referencia a la necesidad de determinar con la mayor exactitud posible, las condiciones y sucesos que posibilitaron la aparición de un hecho. Dado que en esta enumeración se manejan las tres categorías básicas, general, particular e individual, el mismo es producto de una combinación única de las mismas. La segunda dimensión hace referencia al manejo del concepto construido el cual debe ser empleado de un modo relativo evitando extrapolaciones y generalizaciones. El campo de validez
  • 5. en que se gestara debe ser siempre explicitado e integrado a la serie, inestable, que genera y de la que forma parte. Estos dos aspectos permiten a Foucault sortear con relativo éxito y bastante artificialidad, la dificultad de explicar la historia. En efecto. A todo lo expresado hasta aquí no se trata de decretar el fin de la historia en el sentido en que lo planteara Fukuyama, sino de romper con una visión eurocentrista que predominara hasta entonces y de la cual aún se conservan resabios. Esta reacción del autor es compartida por su generación, núcleo donde nacieran las formas que se identificaran como corrientes contraculturales. El segundo concepto, la emergencia, podría definirse como el punto de surgimiento del concepto o de la "cosa". Constituye un escenario cruzado por fuerzas que se combinan y oponen y dan como resultado la "posibilidad" de que emerjan determinados conceptos y hechos. Estas no surgen en cualquier unidad espacio temporal, sino en aquella que la constelación de fuerzas en juego lo permiten. Esto significa una ruptura total con la tradición histórica global heredera de una visión eurocentrista, transformada en universal. Manejarse dentro de las coordenadas de aquella tradición histórica es introducir una distorsión total en la identidad del individuo, sustituyéndola por una creación artificial que lo pone con relación a las coordenadas de poder dominantes. Siguiendo a Nietzsche llega a la conclusión de que toda la historia de la humanidad, no avanza sucesivamente a planos de mayor racionalidad, como lo postulara el positivismo, sino que refleja relaciones de poder. Poder que deja su huella en el propio individuo. El impacto de dichas formas que se proyectan hacia el individuo, pasa a formar parte del propio ser y lo transforman en singular. Del mismo modo que el médico debe examinar a cada paciente para poder diagnosticar, ha de proceder el historiador. Se podría argumentar que el médico basa su análisis en el conocimiento anatómico – fisiológico característico del ser humano. Pero este argumento no resultaría válido porque lo que el cuerpo y la fisiología que nos define no es sino producto de una serie de cambios, en la que intervinieron mecanismos adaptativos y hereditarios entre otros. Cada cuerpo tiene una dimensión histórica personal. El cuerpo de conocimiento a partir de la cual se diagnostica ha variado y ello debe estar presente en el análisis. El funcionamiento orgánico y la propia anatomía no han sido siempre igual, ha cambiado. No debe dejarse de lado ni un momento la convicción de que, por exhaustivo que sea un análisis, la construcción estará acotada a un espacio - tiempo concreto y será de gran inestabilidad. El papel del discurso. Acá necesariamente debemos relacionar la historia, y el conocimiento en general, con el papel que desempeña el discurso en su propia conformación. Frente a la discontinuidad que presenta la realidad, el discurso plantea una articulación que se introduce desde el exterior. El discurso, tanto del sociólogo, del historiador o cualquiera de los científicos, es una creación de los mismos. Elaborada tanto partir de un contexto exterior que define su entorno, como también de su historia interior. Esas "historias" lo llevan a escuchar determinadas voces y a silenciar otras; a emplear determinadas construcciones, determinados esquemas, presentes en su mente más allá de su propia conciencia. En este punto hay una confluencia general con el planteo de Khun y su teoría de los paradigmas. Pero Foucault intenta ir más lejos que aquel. No se limita a considerar el pensamiento y el conocimiento como dependiente del paradigma dominante, sino que la propia realidad es generada por aquel. Es importante su afirmación de que el propio cuerpo no es sino el resultado de las huellas de la historia. Desde el elemento fisiológico hasta la elaboración más sofisticada todo queda comprendido en ese marco. Huellas que no son el resultado de un impacto unidireccional, sino fruto de la lucha que desarrolla el individuo. Lo que nos alimenta, los hábitos de sueño, el ocio, la forma en que organizamos nuestra vida cotidiana, todo ello impacta sobre nuestra capacidad de construir la realidad. Esto que lo ve claramente el saber popular se "extraña" de sí mismo en los planos académicos. En estos últimos la realidad se vive a partir de una meta – realidad elaborada y sostenida a partir de un determinado discurso que tiene la capacidad de autolegitimación. Dicho discurso es resultado de su propia descripción ya sea con vuelo de águila o a través de ese sistemático acallamiento voces a que hacíamos referencia anteriormente. Podemos señalar como ejemplo del silenciamiento de voces la ausencia de la mujer en la historia. Si recordamos los textos tradicionales en los que nos formamos cada uno de nosotros, encontramos que despliegan una historia de hombres con total ausencia de la mujer. ¿La mujer se limitó exclusivamente a la
  • 6. reproducción? ¿Incidió en los diferentes procesos? Esas son preguntas que no son respondidas por los textos aludidos, elaborados en consonancia con determinado discurso. Foucault resalta así el rol articulador que ejerce las formulaciones discursivas. Ellas deben ser consideradas elaboraciones de segundo nivel ya que están preexistentes en las redes de poder en que se mueve. Más allá de que estén generadas en experiencias de laboratorio, ajustadas a todas las reglas positivas, la visión estará mediado por un sistema preestablecido. El resultado final también estará sometido a la necesidad de respetar una jerarquización y en general una estructuración previa. Tomando en cuenta esto es que se puede comprender la postura foucaultiana respecto a que el discurso es el que conforma el objeto y posibilita su emergencia en determinado contexto. Cuando se genera una ruptura, tal el caso de Giordano Bruno, Galileo, o del propio Mendel, o la lucha más cercana en el tiempo de Teyllard de Chardín, se debe enfrentar los mecanismos de poder que se sustentan y sirven de esas estructuras. Modernamente el destino no está marcado por la hoguera de la Inquisición, pero se han ideado otros instrumentos, más sutil de sanción y silenciamiento. Sólo cuando se aceptan los axiomas extracientíficos es posible hablar genéricamente de familia, locura, sociedad o cualquiera de los conceptos que podamos elegir. Sólo cuando se aceptan esos axiomas se puede ingresar al universo del "saber" y legitimarse con el mismo. Cada "familia conceptual" en coordenadas precisas espacio – temporales, es una realidad singular. Cuando seleccionamos, en el marco del axioma, determinados elementos dejamos en las sombras otros, podemos trazar una línea continua de evolución. Sobre esa línea se levanta posteriormente una teoría interpretativa que se articula con determinados códigos y formas. Cuando nos enfrentamos a tal resultado, estamos frente a una meta-teoría, a una "máscara" que distorsiona nuestra identidad y nuestra capacidad de comprender. No existe en relacionamiento directo sujeto – objeto. Dicha relación se encuentra mediada por el conjunto de la cultura, introyectándose en el individuo aún antes de ser consciente de ello. Al estar la cultura cruzada de relaciones de poder, vemos que estas están presentes en el acto de conocer. En el comienzo de "Las palabras y las cosas" (1964) establece al respecto: " Los códigos fundamentales de una cultura – los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas – fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver" (4). El parentesco con el pensamiento de Weber es evidente. Para superar esa limitante es necesario desarticular el discurso, la historia global, para hacer crecer la historia general, tal como lo plantea concretamente Foucault en "Arqueología del Saber". Al respecto afirma: " ... el tema y la posibilidad de una historia global comienzan a borrarse, y se ve esbozarse los lineamientos, muy distintos, de lo que podría llamar una historia general" (5) La necesidad de la construcción de un nuevo discurso. Se le impone la necesidad de una nueva visión de la historia. Para ello se plantea la necesidad de crear un nuevo discurso capaz de establecer nuevas pautas de integración – exclusión. Precisamente este juego de integración – exclusión, es una de las funciones claves del discurso, proyectándose hacia el propio desenvolvimiento del individuo en la sociedad. Dentro de acontecimientos de un área espaciotemporal bien definida es posible establecer una " red de causalidad que permita derivación de cada uno de ellos, relaciones de analogía que muestren como se simbolizan los unos a los otros, o cómo expresan todos un mismo y único núcleo central"(6). Este aspecto permite evitar la dispersión de los hechos y la conformación de conjuntos con procesos particulares. Resulta absurdo en determinadas ramas de las ciencias físico naturales negar la existencia de relaciones de causa - efecto. Si combinamos en determinadas circunstancias dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno obtendremos agua. Pero como se ha demostrado, dos modelos meteorológicos construidos artificialmente y puestos en funcionamiento no han producido los mismos fenómenos. Ello a pesar de estar conformados por los mismos elementos. En campos complejos como en el social, en donde inciden una gama muy extensa de variables, no es posible establecer una causalidad lineal, mecánica, sino que en todos los casos estaremos señalando un determinado grupo de ellas. Por tanto la construcción deberá ser entendida como un "posible", no como un "absoluto".
  • 7. Esta postura lo lleva negar las grandes construcciones adoptando en cambio una actitud relativa. Las construcciones de carácter macro pueden mantener determinados niveles de validez, pero mientras las consideremos sólo como tendencias más o menos permanentes en un período concreto. Tomemos como ejemplo el modelo ideado por Marx, uno de los más influyentes en nuestro siglo. La serie construida a partir del desenvolvimiento económico, no es sino un pliegue dentro de la historia general, que de acuerdo a la coyuntura específica de un momento tendrá mayor o menor fuerza proyectiva hacia otros campos. En esto se acerca a los neomarxistas de la Escuela de Francfort, los cuales concedieron a la cultura y la ideología un papel mucho más importante que el que originariamente les reservara Marx. Lo simbólico tiene una gran trascendencia. Como ya lo señalara Weber a comienzos del siglo y lo reafirmara en la actualidad B. Bernstein, cuando en la obra: Clases, códigos y control (1971), el lenguaje es un sistema que a la vez de articular las experiencias del individuo, conlleva determinada manera de "leer la realidad. Esto ya lo había adelantado Leybniz cuando estableciera que la lengua de un pueblo resume su propia historia y determina una forma de concebir el mundo. La historia debe ser entendida entonces como un conjunto de pliegues en donde se combinan diferentes series de hechos. Combinación en donde las líneas de fuerza de cada una de ellas se retroalimentan, se complementan o se oponen entre sí. Por esta razón es que se producen los quiebres. Cuando una determinada combinación de series comienza a oponerse al "orden" instituido, en equilibrio inestable, cuando la fuerza que conjugan en una determinada dirección, entonces se produce la discontinuidad y la aparición de un "nuevo orden". El discurso en tanto que articulador y vehículo de las relaciones de poder debe ser desmontado por aquel que aspira a cambiar la relación existente. Mientras este hecho no se verifique es imposible hablar de sustitución o anulación de una determinada forma de poder. Cuando el preso comienza a expresar su sentir sobre la prisión, cuando progresivamente va articulando una determinada visión del universo carcelario, en esa medida está ideando un contradiscurso capaz de entrar a disputarle el terreno al hegemónico. Esta postura tiene dos consecuencias inmediatas. En primer lugar, el problema de la superación de formas de poder se instala en el plano individual y no en el colectivo. A este sólo se llegará cuando un conjunto de soluciones individuales se acumulen, creen una nueva unidad sígnica y procedan a ocupar la posición hegemónica. Cabe señalar que Foucault no desarrolló la menera en que se pasa de lo individual a lo colectivo. En segundo lugar, el escenario donde en la sociedad moderna se define el poder es el correspondiente a la creación discusivo-sígnica. Dado que este es condición sine qua non para que el mismo alcance los niveles de la cultura, entendida como forma de vida, el que ejerza hegemonía en este terreno dispondrá del poder de imponerlo a los demás. Cuando tratemos el problema de la escuela este aspecto resultará claro. En efecto la educación en general y la escuela en particular, al manejar determinados códigos, propicia la reproducción de un determinado discurso que en definitiva reproduce relaciones de poder intrínsecas. El concepto de Poder. Este es un concepto capital dentro de la obra de Foucault. Quizás sea el que ocupara mayor espacio en su reflexión aún cuando desarrollara temáticas particulares, constituyéndose en una suerte de factor común. A pesar de ello es significativo el hecho de que encontramos una serie de "huecos" de importancia en su análisis. Quizás la principal ruptura introducida por Foucault lo constituya el abandono de la línea tradicional de análisis del problema del poder. La reflexión sobre el poder es un área que surge a partir del siglo XVI, en donde se sistematiza la temática del buen gobierno. Anteriormente se encuentran consejos sobre el comportamiento del príncipe. Incluso un papiro del Antiguo Egipto, atribuido a Ptah-hotep visir del Alto Egipto, registra una serie de recomendaciones a su hijo sobre cómo ejercer el poder. " Para exponer las cosas muy esquemáticamente, el arte de gobernar se encuentra a finales del siglo XVI y comienzos del XVII una primera forma de cristalización, forma que se organiza en torno al tema de la razón de Estado entendida no en el sentido negativo y peyorativo que se le da hoy (infringir los principios del derecho, de la equidad o de la humanidad por el solo interés del Estado) sino en un sentido positivo y pleno..." (7) Foucault en la cita nos acota la construcción de la serie histórica, marcando un quiebre significativo producido en el pasaje del siglo XVI al XVII.
  • 8. El tema, en su desarrollo, es sacado del exclusivo campo político para ser instalado en la cotidianidad. Sin dejar de reconocer que los intereses hegemónicos de diferente grupos sociales se encuentran detrás de situaciones de poder generalizadas, considera que no es la única manifestación de aquel. Del mismo modo considera situaciones como las planteadas por obras como "El Miedo a la Libertad" de E. Fromm, que buscan explicar comportamientos sociales a partir de pulsiones del inconsciente. En ambos casos no tenemos ante nosotros sino una parte del problema. El poder es mucho más complejo que lo derivado de las posiciones marxistas o freudianas. Es en esencia un personaje que atraviesa todos los escenarios en los que se despliega la vida humana. "Quiero decir esto: en una sociedad como la nuestra, pero en el fondo de cualquier sociedad, relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso. No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los discursos de verdad que funcionen en, y a partir de esta pareja." (8) Su naturaleza última no puede ser aprehendida sino allí donde su intención está totalmente investida; en el interior de prácticas reales y efectivas y en relación directa con su blanco y campo de aplicación. Resulta lógico entonces no tomar el nivel macro como punto de partida para su análisis sino la multitud de actos que a diario son protagonizados por el individuo. No es algo que se precipita sobre el individuo y que se encuentra institucionalizado en formaciones sociales. No importa la legitimidad del mismo, si emana de los intereses de un grupo hegemónico o si es producto de la voluntad de la mayoría. El planteo parte de que el poder se genera y materializa en una extensa gama de relaciones interpersonales desde las cuales se eleva hasta constituir estructuras impersonales. En este punto encontramos uno de los "huecos" teóricos a que hacíamos referencia. Preguntas tales como el modo en que se relacionan entre sí diferentes formas de poder, cómo unas pueden ser apropiadas por sectores sociales o cómo pueden cambiar o ser abandonadas no es respondido con claridad. Si como vimos al analizar el discurso existen normas que rigen nuestra percepción, debe existir, a su vez, mecanismos que posibiliten que se estructuren y se reproduzcan. A la vez su permanencia implica una determinada materialización en las prácticas cotidianas. ¿Cuáles son los elementos legitimadores, cuáles los que permiten su sustitución circunstancial o permanente? Parece faltar la respuesta y sólo es posible alcanzarla a través de caminos laterales. Por otra parte no podemos dejar de reconocer la presencia de por lo menos dos grandes planos donde se agrupan las diferentes manifestaciones de poder tomando como criterio la extensión de las mismas. Uno estaría constituido por las relaciones interpersonales que no alcanzan a la totalidad de integrantes de un grupo y otro caracterizado por formas institucionalizadas que operan como espacios cerrados. En estos ya no es el poder de un individuo sobre otro sino de un grupo sobre otro, con las características que sus integrantes quiéranlo o no, quedan presos de su ejercicio. Los dos planos en los que habría que considerar el Poder, tienen dinámicas diferentes y generan formas de perpetuación y defensa diferentes. Consideramos, el planteo de Foucault resulta posible si es viable relacionar dialécticamente las categorías de lo individual, lo particular y lo general, para conformar una imagen del punto. Mas ello supone ir más allá de lo expresamente establecido por el autor. Se debe admitir entre las categorías apuntadas, incluso, recorridos disimiles en el corto plazo. Hemos de admitir, así mismo, que deben existir relaciones entre las mismas y sus componentes, dado que las mismas son parte de una misma realidad. ¿Cómo formas generalizadas de poder se combinan con otras de menor alcance social? He aquí una de las interrogantes que no responde acabadamente el autor. No es la única. Si admitimos que el poder está presente en todas las aciones, bajo diferentes formas y dinámicas, qué sucede cuando encontramos una constelación de fuerzas contradictorias? La conclusión sería que el conflicto sería lo permanente dependiendo de su extensión e intensidad, la importancia que cobrará dentro del conjunto social. A pesar de ello nada nos aporta sobre posibles caminos de superación. ¿Puede ser que determinadas formas de poder sean como la luz de esas estrellas que ya extinguidas, nos sigue llegando y puebla nuestro cielo? La pregunta anterior nos conduce directamente a una interrogante clave. ¿Puede sustentarse una relación de poder, alejada de la situación que le diera origen? En caso de respuesta positiva, cuánto más puede sostenerse por una suerte de inercia histórica? Dos esferas donde se construye y reproduce el poder.
  • 9. Foucault parte de la base de que existen dos esferas donde se consolidan las prácticas, cada una de ellas tiene sus propios mecanismos de legitimación, actúan como "centros" de poder y elaboran su discurso y su legitimación. Una de dichas esferas está constituida por la ciencia, la otra por el contrario está conformada por todos los demás elementos que pueden definirse como integrantes de la cultura. Lo ideológico, las diferenciaciones de género, las prácticas discriminatorias, las normas y los criterios de normalidad, están dentro de esta segunda esfera. Tanto una como otra con una referencia notoria a un tiempo y un espacio determinado. En medio de las dos esferas referidas queda una zona intermedia que es donde la cultura puede desprenderse de sus códigos primarios y mostrar lo consolidado como un "posible" entre otros. Utilizando la genealogía como sistema Foucault llega a la conclusión de que la instauración de la sociedad moderna supuso una transformación sustantiva en la consagración de nuevos instrumentos a través de los cuales canalizar el poder. De manera paralela se construyó un conjunto extenso de discursos que confirieron fuerza y capacidad de expandirse a esas nuevas formas de poder. Este ya no se basa como en el pasado en la fuerza y su legitimación religiosa. Dado que como afirma el hombre, en su actual dimensión es una creación reciente, el poder debe materializarse a través de diferentes formas de disciplinamiento. Es necesario que pase a formar parte del propio ser de cada individuo. Al decir de Paulo Freire el mismo debe alojarse en la cabeza del dominado y a considerar como natural lo que desde el nacimiento se le está imponiendo. Para alcanzar esta meta debe estructurarse una retícula de poderes entrecruzados que van conformando en su tránsito a los individuos. " El poder tiene que ser analizado como algo que circula, o más bien, como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o allí, no está nunca en las manos de algunos, no es un atributo como la riqueza o un bien. El poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. Y en sus redes no sólo circulan los individuos, sino que además están siempre en situación de sufrir o de ejercitar ese poder, no son nunca el blanco inerte o consintiente del poder ni son siempre los elementos de conexión. En otros términos, transita transversalmente, no está quieto en los individuos". (9) Desde el momento que es una forma histórica de relación de los individuos y dado que consiste en una red intrincada tiene la facultad de definir el cuerpo social. Así mientras Marx dividía la historia de la sociedad de acuerdo al modo de producción dominante, en Foucault, tal división debería efectuarse a partir de series particulares, de acuerdo a las características que asumen las relaciones de poder existentes. Con la particularidad de que cada uno de los períodos no se encadena a los demás sobre una línea de evolución sino que es una serie independiente de la que no puede deducirse otra cosa que su propio carácter de tal. Dimensiones y cotidianidad del poder. El poder no tiene una única fuente ni una única manifestación. "...por dominación no entiendo el hecho macizo de una dominación global de uno sobre los otros, o de un grupo sobre otro, sino las múltiples formas de dominación que pueden ejercerse en el interior de la sociedad". (10) Tiene, por el contrario, una extensa gama de formas y naturaleza. Cuando un grupo social es capaz de apoderarse de los mecanismos que regulan una de dichas manifestaciones, lo pone a su servicio y elabora una superestructura que se aplica a los potenciales dominados. " No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los discursos de la verdad que funcionen en, y a partir de esta pareja". (11) Se crea, así, un discurso que lo presenta como un hecho "natural" y procura bloquear las posibilidades de aparición de otros discursos que tengan capacidad cuestionadora. Aparece en escena la disciplina en su doble acepción que mantiene desde su origen, apuntando tanto al conjunto de conocimientos como al control. Esa necesidad de contar con un discurso de "respaldo", con una determinada forma de verdad, lleva necesariamente a establecer una relación entre poder y saber. Esta relación será clave a partir de la cual interpretar la labor de la escuela como espacio cerrado. Espacio en el que funciona uno de los panópticos que conforman la sociedad. Refiriéndose al surgimiento de la prisión en su concepción moderna afirma: "El sueño arquitectónico de Bentham se convirtió en una realidad jurídica e institucional en el Estado napoleónico, que sirvió por otra parte de modelo a todos los Estados del siglo XIX. Diría que el verdadero cambio ha sido la invención del panóptico. Vivimos en una sociedad panóptica. Tenemos unas estructuras de vigilancia absolutamente generalizadas, de las que el sistema penal,
  • 10. el sistema judicial es una pieza, y de las que la prisión es a su vez una pieza, de la que la psicología, la psiquiatría, la criminología, la sociología, la psicología social, son sus efectos. (12) A partir de esta postura sobre la naturaleza y funcionamiento del poder todos actuamos como víctimas y victimarios del poder. Por tanto nos movemos en una situación ambivalente con respecto al poder, participando de él y estando sometidos al mismo. Este es uno de los puntos débiles, que a mi juicio presenta el conjunto del análisis. No es posible dimensionar de igual modo las diferentes manifestaciones de poder que se producen en el seno de la sociedad. Aún admitiendo las premisas de reflexión de Foucault hemos de admitir determinadas combinaciones dentro de coordenadas espacio – temporales concretas que son capaces de someter a otras de menor fuerza. Si muchas pueden considerarse herencias de otras situaciones pasadas, hay en el presente elementos capaces de revitalizarlas y reproducir. Con todo el pensamiento de Foucault no nos presenta un universo cerrado, un individuo preso en una telaraña de líneas de poder. A cada paso se elaboran mecanismos de defensa que van constituyendo la individualidad y abren la puerta a la transformación, más allá de que no surja con claridad la manera en que podrá asociarse con otros para imponerse como detentor del poder. En esto se aparta doblemente de su mentor, L. Althusser, y su teoría de los Aparatos Ideológicos de Estado. Aparece en cambio más cercano al pensamiento de Gramsci en cuanto al manejo del concepto de hegemonía en sustitución al empleo de dominio absoluto. El papel de la educación formal en la construcción y reproducción del poder. El ejercicio del poder, en nuestras coordenadas histórico – temporales, necesita desplegar una acción disciplinaria de modo de obtener los resultados esperados de un modo eficiente. Para ello es que se han creado los espacios cerrados en donde el poder se manifiesta de modo directo. El ejército, el hospicio, la cárcel, la fábrica y la escuela son esos espacios presentes en toda sociedad. Cuando nos referimos a fábrica y escuela, ambas expresiones, deben ser tomadas en sentido genérico, como representantes de la actividad asalariada en general y de la enseñanza formal. Ante la pregunta si puede establecerse una analogía entre la escuela, el cuartel, la fábrica y la cárcel, como formas de encierro destinadas al disciplinamiento, la respuesta de Foucault es por demás clara. "Creo que en el fondo la estructura de poder propia de estas instituciones la que es exactamente la misma. Y verdaderamente, no se puede decir que haya analogía, hay identidad. Es el mismo tipo de poder, se ejerce el mismo poder." Diálogo sobre el poder. (13) Para desarrollar este juicio, que para los que hemos sido formados en una visión positiva, positivista y "rosa" de todo lo que se refiere a la educación tiene un efecto traumático, debemos seguir los pasos señalados por el autor. Los mismos son los siguientes. En primer lugar significa la ruptura con una concepción humanista dominante a partir del siglo XVIII y el enfrentarnos a una construcción postmoderna de la escuela como institución y la educación en general. Para analizar la escuela desde la particular óptica de Foucault debemos en primer lugar ver como se integra dentro de los procesos diferenciadores existentes en la sociedad. Estos crean espacios básicos en los que se definen situaciones de poder. Tomando en cuenta trabajos como los realizados por B. Berstein en Inglaterra referentes a la adquisición del conocimiento de los alumnos de acuerdo con su extracción social, es posible establecer una correlación entre los resultados académicos y los niveles alcanzados. También los trabajos de M. Apple en Estados Unidos apuntan a remarcar la misma situación. En un mismo sentido están los informes producidos por CEPAL en nuestro país. La conclusión de todos estos informes es que existe una vinculación directa entre los resultados alcanzados y la ubicación social de los examinados. La escuela lejos de servir de mecanismo de compensación acentúa esas diferencias. En todos los casos la escuela parte de un mensaje único frente al cual determinados sectores y extractos sociales no se identifican. Uno de los mecanismos de resistencia primarios consiste en un rechazo de los contenidos y de los valores que están. El "fracaso" académico es el resultado lógico de esta situación. Cuando hablamos de sistemas diferenciadores no sólo hemos de prestar atención a aquellos que se derivan de la situación económica, sino también hemos de hacer lugar a la tradición, las leyes, la cultura. Nuestra educación funciona sobre la base de la universalidad, por tanto maneja un mensaje único. Un universo cultural único al que necesariamente deben integrarse los alumnos, no dejando lugar alguno para formas alternativas. Tal como lo señalan los diferentes trabajos que se ocupan del currículo oculto, las englobadas bajo la denominación de reproductivistas o las
  • 11. corrientes pedagógicas críticas, el campo de la enseñanza dista mucho de ser neutro. En el mismo existe un interés manifiesto de mantener determinadas formas dentro de un status quo permanente. La posición de Foucault se alinea con estas ideas y propone que la escuela al ejercer el mismo tipo de poder que la fábrica, la cárcel, el cuartel o el hospicio, busca disciplinar el cuerpo y la mente de los individuos para desenvolverse dentro de determinadas coordenadas de poder. En el caso de la enseñanza el instrumento del examen es una de las estrategias de reproducción de las relaciones de poder. En la medida en que el estudiante se encuentra a merced del examinador y que no tiene otra alternativa que moverse dentro de los parámetros establecidos por aquel, está siendo sometido a un poder manifiesto. En el acto de examen la relación poder – saber alcanza su esplendor supremo. Eso combinado con las prácticas cotidianas de enseñanza nos llevan a que "Las disciplinas encierran ciertas visiones del hombre en cuanto agente moral, ser sexuado, aprendiz o cualesquiera otra. Mediante los procedimientos normalizadores del examen y la "confesión", las personas se clasifican como objetos, "revelándoles" la verdad sobre sí mismos. Al construir de este modo a los sujetos, el poder moderno produce individuos gobernables." (14) Un segundo aspecto que hemos de tomar en cuenta es el referente a los objetivos, implícitos y explícitos, perseguidos por la institución en su accionar. A este respecto hemos de considerar el aporte efectuado por las corrientes reproductivistas y en especial los trabajos de Bourdieu con su teoría del habitus. Como ha sido descripto desde los trabajos iniciales de Althusser, Bourdieu, Paseron, Establet y otros en Europa, así como Gintis en EE.UU, la escuela debe ser analizada profundamente de manera de poner en evidencia lo que se ha denominado el currículo oculto. Es decir toda una serie de actitudes y valores que si bien de modo indirecto se busca matrizar en cada alumno que pasa por las aulas. En este punto Bourdieu y Passeron, son quizás los que en la obra La Reproducción, los que han presentado un desarrollo más completo. La tesis central de estos autores apunta a establecer que la escuela como institución es un instrumento clave en la reproducción de las relaciones de dominación existentes en la sociedad. Esta dominación, a diferencia de lo que aconteciera en la antigüedad no se verifica por el empleo de la fuerza, aunque esta no se elimina, sino por la implantación de lo que ellos denominan habitus. El mismo es definido por los autores del siguiente modo: "produit de l’intériosation des principes d’un arbitraire culturel capable de se perpétuer après la cessation de l’AP et par là de perpétuer dans les pratiques les principes de l’arbitraire intériorisé" (*) Existe una correspondencia clara entre el pensamiento de Foucault y el de estos autores. La implantación del hábitus traduce una práctica de poder que busca reproducir relaciones de dominio más intensa. Esta visión de la escuela si bien tiene una cuota parte de verdad, no es adecuada para definir la institución. Toda la educación tiene una dimensión reproductiva en la medida en que uno de sus objetivos esenciales es la conservación de un determinado patrinomio cultural. Qué se incluye dentro de esa reproducción, qué medios son puestos en juego, qué contenidos específicos son privilegiados son harina de otro costal. Pero junto a la reproducción se manejan conductas de resistencia. Resistencia que comprende diferentes planos que va desde el abandono, la negatividad sobre todo lo que en ello se expresa, la indiferencia, la violencia hacia sus representantes, hasta la elaboración de mensajes paralelos o formas de contracultura. A modo de síntesis podemos decir que la escuela, en la concepción foucaultiana, como representante genérica de la educación formal, es el gran aparato disciplinador de la sociedad. Si analizamos los instrumentos tradicionales: el ejército, el hospicio, la cárcel y la escuela, esta última cuenta con la ventaja de ser el espacio por el que pasan todas las personas. Todos de una manera u otra llevamos impresas en nuestro cuerpo y mente las huellas dejadas por la escuela. El modo de hablar de pensar, de leer el mundo, empleando la terminología freireana, es fruto del papel disciplinador desplegado por la escuela. "... la disciplina ejercida sobre la persona, con el fin de producir cuerpos dóciles (es interesante señalar que dócil tiene su propia connotación educativa, pues proviene del latín docilis que significa enseñable), se deriva de las prácticas reducidas o micro-tecnologías. Estas en la organización del espacio y del tiempo siguiendo líneas ordenadas, de manera que faciliten formas constantes de vigilancia y puesta en acción de evaluación y el juicio" (15) Citas incluidas en el trabajo.
  • 12. 1. M. Foucault. (1984). Citado por James D. Marshall, "Foucault y la investigación educativa" pág 15. Morata España 1990. 2. M. Foucault. Microfísica del poder. 3ra Edición. Ediciones de La Piqueta. España 1991. Página 10 3. M. Foucaul. Microfísica... ob citada Página 13 4. M. Foucault. Las palabras y las cosas. Planeta Agostini, España 1985. Página 5 5. M. Foucault. La arqueología del saber. 18va Edición. Siglo XXI. Méjico. 1997. Pagina 15 6. Arqueología. Ob citada página 15 7. M. Foucault. Espacios de poder. Ediciones La Piqueta. España 1991. Página 19 8. Microfísica... Obra citada páginas 139 – 140. 9. Microfísica... Obra citada página 142 10. Microfísica.... ob cit. Página 142 11. Microfísica... ob cit. Página 140 12. M. Foucault. Un diálogo sobre el poder. 5ta Edición. Alianza Editorial. España 1995. Página 63 13. Un diálogo ... ob. Citada. Página 65 14. James D. Marshall. Obra citada. Pág 29. 15. Keith Hoskin. Foucault a examen. El criptoteórico de la educación desenmascarado. Morata. España. 1993. Página 35. Feos, sucios y malos por DANIEL MOLINA En clase, Foucault pensaba en voz alta, se permitía cierta dosis moderada de humor y algunas libertades que son impensables en sus ensayos, pero hasta en el momento más relajado de los cursos que dictó en el College de France hay un rigor que apabulla. En este curso sobre los anormales, dictado a comienzos de 1975, además de la inteligencia con la que presenta la investigación que está realizando, lo que deslumbra es su capacidad para crear un problema; decididamente, Foucault era un monstruo, una excepción. El sabía convertir una obsesión suya en un problema de la cultura moderna. Este curso, aún más que sus ensayos más elaborados, es una prueba de ello. En la primera clase, Foucault presenta una serie de pericias psiquiátricas que permitieron condenar a los acusados en varios casos por entonces muy populares en Francia. Cuando el filósofo lee las pericias, los alumnos ríen a carcajadas. Los escritos de los psiquiatras son tan visiblemente prejuiciosos, ridículos y faltos de rigor científico que Foucault se permite compararlos con el teatro del absurdo e incluso dice acertadamente que el lenguaje de las pericias psiquiátricas que leyó es propio de Ubú, el desopilante, cruel y arbitrario personaje de Alfred Jarry.
  • 13. Esas pericias son tan ridículas que, dice Foucault, ningún psiquiatra se las ofrecería a cualquier revista médica para que ésta la publicase bajo su verdadero nombre. Son tan ridículas como letales: gracias a ellas hay gente que puede perder la libertad o, incluso, la vida. Estas pericias son una de las bases más firmes por la que miles de hombres fueron condenados en Francia a pasar muchos años en prisión o, en varios casos, fueron directamente condenados a muerte. En ese momento la risa se congela: aparece el lado más cruel del arbitrario y ridículo Ubú. El taimado Foucault logró su efecto: tiene a cientos de estudiantes, a los jóvenes más brillantes de Francia sentados frente a él, esperando una revelación. ¿Por qué el sistema judicial necesita semejante material como las pericias psiquiátricas? ¿Cuál es la eficacia de semejantes documentos que, si no se está en el papel de perito psiquiátrico o de acusado, causan risa? Y la pregunta que siempre aparece en Foucault, ¿cómo se llegó a este punto? El filósofo tendrá once clases para desplegar su investigación. La pericia, a pesar del absurdo que encierra, tranquiliza. La pericia sirve para "explicar", aunque sea a lo Ubú, por qué sucede algo que es a la vez tan excepcional y cotidiano como un crimen. La pericia está ahí para "mostrar" cómo el individuo ya se parecía a su crimen aún antes de haberlo cometido. Después de haber investigado en los cursos anteriores los mecanismos disciplinarios (buena parte de esa investigación iba a servir de base a Vigilar y castigar), en este curso Foucault está más interesado por la forma en que esos aparatos disciplinarios "normalizan", es decir, producen a los "normales" y a los "anormales". Esta es la base del control social moderno. Al internarse en el mundo de la anomalía, Foucault encuentra tres personajes que van a dar nacimiento (entre fines del siglo XIX y comienzos del XX) a un grupo del que surgirán los criminales, aunque el grupo no sea, en sí mismo, criminal: son los anormales. Los anormales surgen de la unión de tres figuras que tienen una historia más larga, puesto que algunas de ellas ya habían sido elaboradas en el siglo XVI o en el XVIII: esas figuras son el monstruo, el incorregible y el onanista. El monstruo es el que viola las leyes naturales (y, por ende, las de la sociedad). Si bien la amenaza que el monstruo significa para el orden natural y social es máxima -ya que el monstruo rompe de manera radical hasta las leyes naturales-, por otro lado es, por su misma esencia, algo excepcional que sólo aparece muy de vez en cuando. El médico junto al teólogo son los encargados de tratar con el monstruo y definir qué hacer con él. El incorregible es una paradoja social en sí mismo: es ese ser al que ni la familia ni las instituciones han logrado normalizar o "corregir", pero se supone que hay una instancia de corrección (puede ser la prisión, o alguna forma punitiva más dura que las instituciones normalizantes habituales, como la escuela o la parroquia) que logrará que el incorregible se corrija. El onanista o masturbador es universal, pero es una universalidad secreta: nadie debe decir que se masturba. Es un secreto que todos saben, y que hasta el siglo XVII no constituía ningún problema. Recién en el siglo XVIII, cuando la educación del niño se convierta en un problema central -y antes que nada se pretenda educar su sexualidad- la masturbación va a ser vista como una anomalía. Y esa anomalía, a diferencia de la monstruosidad (que es excepcional), será generalizada. El onanista es castigado porque practica una sexualidad que no da otro rédito que el placer. El castigo no hará
  • 14. desaparecer la práctica, sino que instaurará la culpa en el cuerpo masivo de la masturbación. El control del masturbador está en el espacio social más pequeño, el de la familia, aunque "asistida" por el saber médico. Durante casi tres siglos estas figuras se van transformando. Por ejemplo, el monstruo físico -que atenta contra las leyes naturales porque mezcla lo animal con lo humano (esa obsesión de fines de la Edad Media que encuentra por aquí y por allá animales con rasgos humanos o seres humanos con rasgos animales) o mezcla lo femenino con lo masculino (produciendo hermafroditas) o reúne lo que debía permanecer separado (los siameses)- se transforma en monstruo moral. El monstruo moral ya no se distingue físicamente del hombre común (o no se lo distingue tan claramente: para reconocerlo deben intervenir los médicos expertos), pero hay en su interior, en su alma o su mente, una monstruosidad no menos terrible que amenaza el orden. El monstruo físico se transforma así en el monstruo moral y la desviación de la ley natural se resume en la desviación de las normas sexuales. En el siglo XIX estas tres figuras -monstruos físicos, hombres incorregibles y masturbadores- van a ir configurando un excluido nuevo, el padre del anormal moderno: es el degenerado. Del degenerado al anormal hay apenas un paso, o casi ni siquiera un paso: en el imaginario popular y en la prensa amarilla todavía conviven el degenerado, el anormal, el monstruo (físico y moral), el perverso sexual -una forma de ver al onanista, el que ama el placer sexual en sí- y el incorregible. Todas estas anomalías, sin ser criminales por sí mismas, pueden engendrar a un criminal. La ridícula pericia psiquiátrica, el informe de Ubú, tiene un objetivo, ahora comprensible: no hace más que mostrar que el acusado de un delito, si tiene alguna anomalía (social, sexual, moral), es un criminal en potencia. Es un descendiente del monstruo, del degenerado, del pervertido. Es un anormal: ese ser que es pura potencia criminal La escena en Foucault Introducción a la Filosofía 1. Introducción 2. Desarrollo INTRODUCCIÓN Este ensayo tiene por objeto exponer cómo aparece el elemento de la escena como manifestación de las mecánicas del poder según Michel Foucault, para ello tomaré como referencia los siguientes textos: Los anormales, Historia de la locura en la época clásica, Obras Esenciales y Vigilar y Castigar. La primera cuestión a tratar es el surgimiento de los espacios de exclusión, en relación al texto Los Anormales, la aparición de individuo anormal y sus tres categorías (el monstruo, el onanista y el indócil) Gran parte del desarrollo del ensayo, hará énfasis en la cuestionada aparición del individuo indócil, la escena en la cual aparece este, lo cual lleva a tratar la escena del suplicio, su teatralidad, los elementos que constituyen la escena del castigo. Uno de esos elementos es la idea del panóptico de Bentham, cómo la mirada tiene el papel más importante en la configuración del saber que encuentra Foucault, de ese saber que está disfrazado y está latente en la escena. Luego se expondrá el nacimiento del espacio de exclusión, según la puesta en escena que da en El nacimiento de la Clínica, o en Historia de la locura .
  • 15. Como último objeto de trabajo analizaré la relación entre las teorías wagnerianas, que le fueron inducidas por Boulez, la influencia de Nietzche a su vez sobre Wagner. El objeto central no es cómo sucedió la escena, sino cómo es puesto en escena, el asunto histórico no es qué pasó, es cómo pasa. DESARROLLO La escena como parte de la expresión en los cambios culturales es más que una aparente constante histórica. Es una verdad que se muestra a través de los conflictos que suceden entre las fuerzas que gobiernan al mundo. Las fuerzas del poder. Si bien, para Foucault existen claramente unas fuerzas de poder que operan en cada cultura e indudablemente en el desarrollo de la cultura occidental, la interacción de estas fuerzas han de producir a la larga ciertos espacios que satisfagan las necesidades que han dejado las interacciones. Las relaciones del poder están ligadas a las relaciones económicas, de producción, y son las que han configurado el teatro de la racionalidad occidental. En otras palabras el surgimiento de ciertos espacios de exclusión como las cárceles han surgido tras una necesidad, tras conflictos sociales, guerras y por supuesto para hacer del prisionero, un objeto de la escena del castigo, todo esto (aunque fuera de la conciencia de la gente) con el fin de mostrar el poder del soberano, puesto que el crimen más mínimo es un intento de rebelión ente el soberano, esto es a finales del siglo XVI, cuando los lugares de castigo, se convirtieron en demostraciones del poder político de los gobernantes en Europa. Foucault demuestra que su interés no está en ver cómo acaecieron los hechos en los que las fuerzas del poder, sino que su interés está en que es lo que pasa, cómo se transforma la sociedad por medio del conflicto de las fuerzas del poder, allí hay conocimiento. Estoy de acuerdo con este planteamiento foucaultiano, aún cuando parece que no se interesara por un planteamiento estructuralista (que él mismo negara en varias ocasiones) de la historia, el cual creo es importante porque la historia no debe ser vista sólo desde un punto de vista ya sea como acontecimiento pasado (del discurso claro está) o como un acontecimiento que sucede en determinado momento y que configura una transformación del mundo. Es claro que deshecha la tentativa de un suceso importante para la mayoría de historiadores, en este caso un asesinato importante, un regicidio; por considerar que éste no es la verdadera crisis del conflicto de las fuerzas del poder, es más bien un producto de este conflicto, que se suma al verdadero saber que arrastra cada tentativa del poder. El problema que creo no se resuelve en Foucault, se muestra claramente en Los anormales, que es un curso que dicta en el College de Francia hacia 1974 y en el cual trata la anomalía humana dentro de tres categorías: El monstruo humano, el masturbador y el indócil. Estas categorías que suponen una escena dentro de la cual se manifiestan, se han constituido como unidades, hacia las cuales se dirige la corrección y es hacia ellas que se desarrolla una coacción que se pretende vigilar y castigar los actos anormales. La primer categoría que es el monstruo humano se desarrolla en un ámbito jurídico-legal (recordemos los casos de hermafroditismo, en los cuales el problema social lo constituía el ir en contra de las leyes familiares, de matrimonio, etc.) el monstruo humano combina lo imposible y lo prohibido, es un individuo peligroso. Por supuesto el papel de la mirada como rayo investigador es claro, lo mismo que la infracción a las leyes de la naturaleza que hace el monstruo humano. La forma de corregir al monstruo es hacerlo consciente de su deformidad, para luego dejarlo libre, cargando a cuestas su anormalidad, esto le hará tener una posición en la sociedad (posición que ha de ser la del rechazo) Se ve al monstruo como un castigo de lo divino, el monstruo no cabe en ningún lugar hasta que su connotación biológica le convierte en una forma médica. La escena en la que actúa el monstruo está delimitada por su peligrosidad, por ello es que el lugar de ruptura histórica es cuando jurídicamente se asocia la monstruosidad con la perversión y la maldad en los actos humanos. La segunda figura es la del onanista (masturbador) Aparece dentro de las nuevas relaciones entre la sexualidad y la organización familiar en el s. XVIII, con la nueva posición del niño dentro de la familia, esto con respecto a la importancia que toma el cuerpo y su salud, es una aparición del cuerpo sexual. ¿Pero qué es lo que conduce la escena de la aparición de este personaje? En este caso la ruptura que pone en escena al masturbador es la cruzada sexual que se lleva a cabo en la Inglaterra hacia 1710, sitúa el mal uso del cuerpo dentro de determinados trastornos físicos que pueden surtir efectos en cualquier momento de la vida; Como vemos en este
  • 16. caso la escena es de un tipo sexual con connotaciones médicas, porque cuando se dan estas connotaciones es cuando aparece el masturbador como individuo a corregir. El tercer caso es algo peculiar a pesar que es uno de los más estudiados por Foucault, pues la relación que debería haber entre el individuo y la escena se limita a describir aspectos como el encierro y la prohibición, como aspectos sicológicos del individuo (esto no quiere decir dicha relación no exista) en caso tal que nos queda como solución recurrir a las teorías de corrección en otros textos, pero eso lo dejo para más adelante, ahora es necesario definir al individuo indócil. L práctica del encierro es de por sí una consecuencia del rápido crecimiento del mundo, cada vez es necesario excluir a cierto tipo de gente. Según Foucault, el incorregible surge luego del monstruo, tras la introducción de técnicas disciplinarias como las del ejército, las escuelas y lugares de trabajo, así como los procesos de domesticación del cuerpo y del comportamiento. Entra el asunto de la prohibición, como método de descalificación del individuo, para luego desatarse sin medida en la práctica del encierro. Es por esta razón que no queda claro en qué momento la locura y los problemas judiciales del comportamiento forman un solo sistema a corregir. En Historia de la locura en la época clásica se trata el tema de la locura aparte del de la incorrección, pero en este caso la aparición en la escena del loco (en el sentido moderno) se da cuando los antiguos males (como la lepra) tienden a desaparecer a medida que se desarrollan formas médicas y sanitarias que tienden a mejorar el ambiente de vida en la Europa del s. XVI, reforzándose esta imagen de la locura como enfermedad mental y biológica en situaciones como la del siquiatra Pinel, quien libera a los asilados del auspicio de parís, con el fin de hacer la vida de los locos un poco más útil para los demás. (Poniéndolos a trabajar, además le servía para estudiar sus grados de locura como cita Foucault sobre Pinel) En esta ocasión el punto de ruptura lo constituye la famosa "liberación" del doctor Pinel a mediados del s. XVIII, pero por supuesto sobre la fastuosa escena del gran encierro de los locos en el s. XVII. Como vemos la solución no está tan visible a menos que remitamos otros textos de Foucault. ¿De qué forma se ha corregido entonces al individuo indócil? Es indudable que durante milenios ha existido una u otra forma de coacción ante el delito o la anormalidad, pero el punto crítico de la historia del castigo, o si lo queremos llamar, el momento de aparición en escena (con todo y teatralidad) del castigo como institución formal, se da en los albores de la inquisición en la edad media. Pero lo interesante es analizar cómo evoluciona la imagen del individuo peligroso, cómo se llegó a diferenciar entre un acto propio de la locura, o propio de la maldad pura.Pues entre más grave era el crimen, menos se podía achacar a la locura. De todas formas a la inquisición (como institución) no le importaban siquiera cuales eran las causas o las razones del crimen, o si hubo crimen, sino cómo castigar; Es en este instante cuando surge la escena del suplicio. Examinémoslo ahora, caso que menciona Foucault en Los Anormales: La escena del suplicio. El castigo es una vendetta personal del soberano con el criminal, en donde el cadalso es la inversión ceremonial del crimen, es allí donde el soberano hace un despliegue ritual de la fuerza que ejerce sobre sus súbditos. El suplicio como método del terror es la causa de castigo más común durante la edad media e inicios de la época moderna, en este lapso histórico no hay una relación clara o medida entre el crimen y el castigo. Se desarrolló un terror inherente al castigo, el cual debía corresponder al tamaño del crimen; es importante ver cómo el horror del crimen se refleja en el sitio del suplicio. Otro elemento clave en la escena del suplicio es el carácter ejemplificante del mismo (aunque es claro que lo ejemplarizante del suplicio no disminuyera la cantidad de los mismos a la final, creo que en momentos en los que no hubiera suficientes crímenes se atribuían castigos a cualquier indicio de "anormalidad" con respecto al común de la gente) Cuando una persona no encajaba ya fuera meramente en un ámbito estético, u orgánico, simplemente era anormal, lo cual era suficiente para ser enjuiciada y castigada por el hecho de ser un monstruo, un hermafrodita, homosexual o un loco. Su castigo iniciaba por la "pregunta", si el individuo no aceptaba su culpabilidad, iniciaban con las variadas torturas, (porque los inquisidores han tenido fama de inigualables torturadores) así, pasando por los grados de dolor más dispares, hacen del cuerpo del condenado, un chivo expiatorio de los males del mundo hasta causarle la muerte por causa evidentemente violenta, esto no siempre a la sazón de los inquisidores, quienes desarrollaron técnicas especiales para
  • 17. mantener al reo vivo durante la mayor cantidad de tiempo posible. El desahogar el castigo con el cuerpo, es más bien una expiación de tipo religioso que conllevaba la salvación del alma. En la sociedad feudal el cuerpo de los individuos es importante, es allí donde se ejerce el poder, ya sea político, económico o religioso. El poder se ejerce mediante tres formas. La primera es que el cuerpo del sujeto produzca signos de respeto, de devoción o de sujeción. La segunda forma de ejercer poder sobre el cuerpo es mediante el derecho sobre el cuerpo, el derecho a castigar ejerciendo la violencia inclusive hasta la muerte del individuo. La tercera forma es el trabajo, las fuerzas de coacción que conllevan las labores dentro del espacio a que corresponden. Pero volvamos sobre las dos primeras formas, la demostración de sujeción, y el derecho de castigar. Es ahora cuando nos encontramos de frente con el elemento más dramático de la escena del suplicio: la atrocidad. Es el más dramático por cuanto el nivel de lo atroz, es la causa del terror. Un castigo brutal y violento es una demostración del exceso del poder reinante, cuyo ejemplo se puede ver en las grandes escenas de suplicio a que nos remite Foucault las cuales suceden en el s. XVII y XVIII. Es claro que han desaparecido en su mayoría los suplicios, bueno al menos en la forma de aplicarlos (aunque el elemento del escarnio en medio de la aplicación de la pena aún se haga efectivo en algunos países.) La escena no estaría completa sin el público asistente al suplicio, este es el carácter del escarnio, de no-privacidad del castigo, pero este es un tema que Foucault examina desde una mirada psicologizante, de esta forma nos encontramos ante un lugar muy importante, es un lugar que surge como propio para el castigo, la idea del panóptico. La sociedad europea del s. XVIII transforma de manera sustancial la forma de castigo; si durante el transcurso del suplicio el espectador es libre de observar hasta donde crea conveniente o a su morbo no le sea repulsivo, es porque el espectador se encuentra casi al mismo nivel del verdugo y del criminal. De por sí el cadalso es una forma de panóptico, pues el individuo es observado, analizado de formas múltiples, entonces es necesario aclarar el ideal de Bentham. Cuando se crean espacios de exclusión con tendencia a ser panópticos se da una estricta división espacial y sobretodo "La mirada está por doquier en movimiento". Esta idea del panóptico que ya menciona Bentham y que influencia el pensamiento de nuestro autor, supone un claro movimiento arquitectónico de los espacios de exclusión y de igual manera de las ciudades. Ejemplo de ello son las construcciones con forma cuadriculada asemejando campos de batalla, las aulas de establecimientos educativos en los cuales el lugar del maestro sobresale notoriamente para tener un control del todo por medio de su mirada, los asilos mentales y hospitales en donde el médico debe tener un dominio visual y por ende sicológico sobre el enfermo a quien trata (nuevamente la demostración del poder) y por supuesto los espacios laborales, las fábricas. Estos son pues los lugares de exclusión de la sociedad, es allí a donde se envían los individuos que antes eran enviados lejos de la ciudad. Aunque sea irónico, el panóptico tiene la particularidad de que es un lugar que estando dentro y en contacto con la sociedad, margina de la misma a ciertos personajes, esto por un lado no cambia para nada la escena de aquella época de los griegos (cuando los locos eran sacados de la polis o bien eran enviados en unos barcos especiales que iban de ciudad en ciudad recogiendo a los locos) , pero por otra parte hace que el espacio de exclusión sea más manejable y constituya un lugar de estudio de la locura por ejemplo. El panóptico según la teoría ideal de Bentham, es un espacio cerrado, vigilado en todos sus puntos, en el que los individuos están insertos en un lugar fijo en el que todos los acontecimientos están registrados y sus movimientos controlados y lo más importante: Une el centro con la periferia por medio de un trabajo de escritura. En este sistema el poder se ejerce por entero y constantemente, por una figura jerárquica continua. Cada individuo está constantemente localizado y examinado y en palabras de Bentham : "Todo esto constituye un modelo compacto de dispositivo disciplinario". Se hace aún más evidente la partición del espacio de exclusión, por una parte está el gran encierro con el fin de hacer desaparecer al individuo molesto, y por otra parte está el buen encauzamiento de la conducta. Cada celda del panóptico es como un pequeño escenario, un teatrino. Basta con situar un vigilante en la torre central para controlar al enfermo, al loco, al escolar o al condenado. El elemento más teatral a mi parecer es la luz, la visibilidad, en el panóptico se elimina la antigua práctica del calabozo oscuro, en el cual la oscuridad es un escondrijo, ahora la luminosidad ofrece un control
  • 18. psicológico continuo, nada puede escapar a la claridad y por lo tanto el individuo se siente en escena; Es esta la reaparición de la mirada y de su efecto escudriñador. La mirada de por sí conlleva una mecánica de poder, pues es esto lo que se manifiesta a través de la mirada. Hasta aquí el interés de Foucault no está en describir los elementos de los espacios de exclusión, sino a la mecánica que el poder impone haciéndolo eficaz. O sea que no ha de importarnos la dramaturgia con la que transcurren los espacios de exclusión, más que eso ha de importarnos la puesta en escena, que hace realizable esa dramatización del espacio. Hay un momento en el s. XVI en el cual se institucionalizan los espacios de exclusión, como hospitales, asilos, barrios de ricos y de pobres, etc. Esta diferenciación es una parte de la historia, y por ende uno de sus elementos comunes. Por último considero de importancia analizar la relación que ha tenido Foucault con la obra de Richard Wagner (a quien admira por la forma en que pone en escena la tragedia) Ya en la entrevista que hace M. Watanabe, se nota la influencia de Wagner sobre Foucault. Wagner ha desarrollado una idea de espectáculo total, que combina ciertas artes como la música, el teatro, el ballet, la pintura, y otras con el fin de expresar la escena como un todo que lleve a la representación ideal o sea confundir la realidad con la irrealidad, esto incluye la utilización del elemento del leitmotiv, esto es hacer que un tema musical se identifique con el eidos de un objeto, que este tema musical sea la idea primordial del sujeto, este aspecto en especial es muy analizado por Foucault en un ensayo que hizo alrededor de 1951 en compañía de su amigo de toda la vida Pierre Boulez. Por medio de Boulez, Foucault tiene acceso a la teoría teatral de Wagner (sin dejar de lado a Wedekind), luego se relaciona con Wieland Wagner (bisnieto de Wagner y actual director del festival del mismo nombre que se sigue realizando anualmente en Bayreuth) el cual le hace partícipe de los montajes en algunos festivales. Wagner hace de la ópera un conjunto coherente dentro de sí mismo. Recordemos que el tema del ring fue una influencia directa de Nietzche, quien fue el encargado para hacer el texto del libreto para la ópera. Wagner no plantea el problema del sujeto en términos cartesianos, hace del drama un hecho importante con una importancia histórica, sin tomar en cuenta sus propias convicciones políticas (como el "antisemitismo" que se le atribuye al igual que a Nietzche.) Es muy interesante como desde Nietzche, pasando por Wagner, y luego por Boulez, Foucault a configurado un sistema de trabajo que siendo paralelo a sus investigaciones en otros campos de la ciencia moderna como en sus Historias parte de la importancia del espacio como concepto positivo u objetivo, y lo más importante: de cómo en este espacio hay una puesta en escena de la verdad que ha de constituir el saber de occidente. Por: Angel David Roncancio García andaroga@hotmail.com Los anormales Michel Foucault1 Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2000. Sergio Witto Mättig Investigador y académico de la Universidad Bolivariana ‘Se trata de pensar el sexo sin la ley y, a la vez, el poder sin el rey’. Michel Foucault. Ha sido decisión de los editores franceses2 anexar a las clases que conforman el texto de Los anormales el resumen que el propio Foucault hiciera para el Collège de France3; en dicho resumen Foucault vuelve sobre lo que constituye su curso lectivo 1974-1975. Sin que haya mediado la inicitiva del autor - se trata de una práctica perfectamente institucional- el resumen en tanto objetivación escriturística va a adquirir cierta
  • 19. autonomía. No se trata por cierto de una ruptura con respecto al original, no hay la voluntad de someter a revisión lo dicho, ni de refutar cuales serían sus hipótesis fundamentales, se trata más bien de un emplazamiento que reinstala el curso en una escena distinta. En el resumen ya no está el ‘efecto de grupo’ (Foucault 1975) teatralizando la discusión, es posible entonces, en mejores circunstancias, examinar su economía. La lengua, sin embargo, sometida ahora a un registro vigilado por la escritura, pone ante los ojos un riesgo no menor. El riesgo dice relación con el trabajo genealógico, se trata de sus determinaciones tras el ‘advenimiento de un mundo geopolítico global’ (Virilio 1996: 181) coptado esta vez por la observación satelital simultánea. En este contexto al trabajo genealógico le corresponde acuñar una sensibilidad que evalúe la transformación de la escena política actual, en tanto atravesada, más allá de sus soportes, por nuevas formas de censura. Uno de los rasgos más prevalentes de esa actualidad se convoca ante la forma mediática y sobre todo ante su normalización monopólica creciente. Aunque la genealogía no ponga en marcha un rechazo generalizado de las prótesis informáticas, sí contempla la posibilidad de su diversificación; la genealogía difiere por tanto todo proyecto futuro en función del examen acusioso de sus límites normalizadores. Es en razón de esos límites normalizadores que las relaciones de poder seleccionan el rango de ‘receptibilidad’ del flujo mediático a fin de acumular residualmente lo que no logra traducirse en políticas de la lengua. A partir de aquí una serie no preestablecida de tentativas genealógicas debiera articularse en torno a análisis poco espectaculares, políticamente opacos en tanto que el sitio retráctil que parece constituir nuestro presente desplaza indefinidamente el vínculo entre archivo y facultad visual. Si la ley de lo dicho difiere de su imagen, el estatuto de lo visible bien podría hoy responder a la sobreestimación de unos textos menores, excéntricos y marginados aunque leídos de una determinada manera. Bajo el expediente de la genealogía han de analizarse no sólo esos textos en su recurrencia específica, sino insertarlos en la memoria de las luchas. Al subvertir el emplazamiento visual de sus soportes tradicionales, cabe esperar que evidencien su efecto normalizador, lo que ellos cautelan o marginan. Puede emerger a partir de aquí un espectro de hábitos hasta ahora inciertos, que el archivo concite en su convocatoria visual - por ejemplo- un derecho de mirada bajo un doble registro: como abuso de autoridad, bruscamente usurpada o impuesta y como símil de resistencia. Derecho de mirada que, en el cerco de nuestra actualidad, hace comparecer el ojo (y su virtualidad protésica) con lo que en el espacio público viene siendo administrado por la circulación de imágenes. Pero también se arriesga la posible dispersión del archivo en favor de su empoderamiento genealógico. La dificultad de disponer de un concepto estable de poder en tanto que éste responde a estrategias no estratificadas, a relaciones de fuerza desconocidas conspiraría en desmedro de la formación histórica. Que la idea foucaultiana de poder deba comprenderse con independencia de sus simulacros, significa que las formas concretas reveladas por el discurso quedarían subsumidas en una ‘física de la acción abstracta’ (Deleuze 1986: 101). La constelación de los anormales no surge entonces del azar ni del universo de la psicopatología de los siglos XVII y XVIII, como lugar de visibilidad dicho universo se plasma ‘en correlación con todo un conjunto de instituciones de control, toda una serie de mecanismos de vigilancia y distribución’ (Foucault 1975: 297). Se trata de una pura funcionalidad que no se identifica con los contenidos que encarna. En Los anormales el monstruo humano se dice con respecto al imperio de la ley, se trata en rigor de la interrupción
  • 20. que acontece tras el quebrantamiento iusnaturalista de su equilibrio interno; el individuo a corregir invoca la proliferación de las prótesis disciplinarias al interior del ejército, las escuelas, los talleres y la propia familia; el onanista finalmente engrana la nueva síntesis entre sexualidad y teleología filial. Toda vez que un estrato singular pretende la luminosidad total del poder, no consigue más que un reflejo, un índice variable y, a pesar de ello, el trabajo de archivo no tendría mucho que integrar de no existir esa luminosidad que materializa el poder. Enfrentados a la radicalización de la empresa genealógica es preciso reconocer que el trabajo de Foucault había transitado primeramente por el lado de la historia. Los hechos se encuentran comprometidos con un orden institucional que los introduce en su nicho enunciativo (Jalón 1994: 33). Trátese de la locura, la clínica o el encierro, todo ello participa de una ecología epocal que posee su lengua propia. Foucault sabe reconocer en esa historia la esotérica del poder, quizá por ello no pueda disponer de los enunciados con que el poder captura una forma específica. Para Foucault los enunciados son esencialmente raros nos lo recuerda Deleuze (Deleuze 1986: 28) en virtud que toda frase impide, contradice o reprime otras; a un enunciado le adviene pues el efecto de lo no dicho multiplicando su sentido, suscitando una interpretación desigual. Con Los anormales Foucault consigna la diferencia que separa las formaciones históricas del poder que las suscita. La genealogía va a producir la rareza de los enunciados al sustraerles su identidad plena, al encriptar en el centro de su logos un corte transversal que fisura cualquier pretensión de autonomía. Esto hace de la genealogía una memoria de los enfrentamientos, una suerte de hermenéutica de las prácticas convulsionada ahora por lo inadministrable del poder. O los saberes han podido desaparecer en virtud de los requerimientos de una fuerza empeñada en capitalizar sobre sí la enunciación de sus efectos, o bien la anormalidad viene a subsumir todo linaje en un gesto más visible, en un descuido más elemental e inconsistente. ¿Cuál ha podido ser la fuerza cuya encarnación requirió ese desaparecimiento? ¿O no ha habido más que una larga historia de sutiles simulacros divorciada de un sentido pleno y cuya reciente saturación haría irrelevante pensar allí las vicisitudes propias de todo saber? El elenco multifacético de anormales cuyo padecimiento parece responder a la acumulación de una cantidad fija de dolor, podría desembocar, a tientas o por exceso, en lo más sublime. La movilidad calculada, el cruel emplazamiento que hace del cuerpo el lugar de la peripecia burguesa, ha podido mostrar lo menos evidente a un tiempo que el encabalgamiento del poder mismo. En la marca invisible del poder, bien pudo inscribirse la pre-historia de la teoría penal otrora indicio de la elección divina. La desnudez del anormal no ha dejado de concitar el interés de la hermenéutica teológica en torno a la condición humana y su destino moral. En cualquier caso, un devenir paralelo pero de muy diversa índole al primitivo es el que se desliza en la historia de Occidente. El cuerpo emerge tras la quema de su carne - qué duda cabe- pero el arrebato de la ira de Dios da lugar a la aporía: exceso y a un tiempo borradura del placer. En los albores de la modernidad el álbum familiar continuaba mostrando aquella fisonomía peligrosa con que se suele asociar la traza histórica del deseo. ¿Demasiada crisis, demasiada irreverencia para una sociedad acostumbrada a cotejar su alma con el borde luminoso de un pasado eternizado? ¿O más bien una nueva estrategia en la economía del poder?. Aires de revolución amenazan un estado de cosas decidido a sobrevivir a cualquier precio. Pero al estilo múltiple del exceso no le sale al encuentro la sobriedad de las formas clásicas. La desmesura también corre a cuenta de un poder dispuesto a no ceder su lugar de
  • 21. privilegio. Se trata de avalar un exceso, sí pero una muy distinta a la descontrolada energética del descontrol. ¿Qué forma adopta el anormal después de la experiencia del poder, es aquella forma la misma que no ha dejado de predecir su medicalización y su delito? Es posible que los anormales entablen con el poder unas relaciones cuya distancia con respecto a sus encarnaciones fundaría una manera de ser nueva e inclasificable del presente. Buena parte de la sensibilidad de quienes se han visto afectados de algún modo por lo anormal, reclama su derecho de no pertenencia a una multiplicidad de simulacros: imagen pública, individuo peligroso, representante de la especie. Tras ese circuito representacional de la forma abstracta, comparece el cuerpo y la asignación de una identidad flotante, comparece a última hora, el ser y los entes, y allí, en la anormalidad misma, se vuelve a conjugar la idea. En cualquier caso, en dicho comparendo late la presencia de una línea divisoria cuya episteme separa del original lo que no vendría a ser más que su falsificación póstuma. Carece de interés pensar allí la espectralidad del anormal. Lo que después de los estoicos, Spinoza o Nietzsche debía operar como inversión del platonismo (Deleuze 1968: 255-267), esa disposición para ‘desplazarse insidiosamente por él, bajar un peldaño, llegar hasta ese pequeño gesto - discreto, pero moral- que excluye el simulacro’ (Foucault 1970: 11), ese abrirle paso a un plan maestro que guardándose de la pretensión trascendental se refiera a la inmanencia, redunda en la posibilidad de inscribir en tal inversión, ahora, una hipótesis plausible. Se querría pensar a un tiempo idea y simulacro. Con mayor exactitud: la anormalidad involucra una cierta filiación con la idea, de ahí que no sea tributaria de una producción ideológica ad-hoc su reverso, la normalidad, como si el delito en cuestión pudiera configurarse en la concordancia plena a un sentido primordial. La consigna del poder - se sabe- suele señalarse como uno de los rasgos más controvertidos del proyecto foucaultiano; el énfasis genealógico opera allí donde todo parecía discurrir pacíficamente, es en virtud de una contienda beligerante que el poder discurre a través de los discursos. Ello ha podido suceder luego de sustraerle al poder su enlace con la soberanía. El poder había hallado en la soberanía una clave hermenéutica de su propia operatoria. De ahí que un saber cualquiera pueda, instalado en sus propias leyes de configuración interna pero apoyado ahora por el principio de soberanía, corregir un sinfin de resultados y añadir beneficios suplementarios. La soberanía promete un acceso, de algún modo lo provoca. Una nota destacada de esta decisión, que la distingue de las teorías políticas precedentes, es su capacidad para satisfacer las exigencias del soberano. A la hora de ponerse a prueba, dicha soberanía no obstante parece reducirse a una expresión más sobria. La verificación histórica que lleva a cabo Foucault en Los Anormales prepara el advenimiento de un nuevo concepto de poder, dicho concepto constituirá el punto de inflexión en su siguiente curso del Collège de France y encontrará más tarde en La voluntad de saber su lugar definitivo. Si los diversos tipos de anormalidad ya no son prerrogativa del poder ejercido por el soberano, ni el Estado, ni la religión pueden entonces arrogarse el origen de donde emana su investidura o sus efectos concomitantes. Los anormales convocan más bien una serie indefinida de distribuciones horizontales de poder. Esta parece ser la hipótesis que Foucault trabaja en el curso del ‘76. El siglo XVIII se inclina paulatinamente hacia una soberanía fragmentada, ella empieza a tener una existencia marginal aunque podrá sobrevivir
  • 22. todavía bajo condiciones adversas. Con Boulainvilliers emerge un campo histórico- político de reflexividad. Se advierte aquí una estrecha relación entre soberanía e informalidad. Y es en este sentido que el texto de Los anormales suscribe un proceso global de reflexión, el cual gira siempre en torno a sí mismo. Es posible que la soberanía de la que habla el siglo XVIII haya visto limitada su pretensión de sentido luego de examinar con especial diligencia sus elementos programáticos. Es en razón de su resquebrajamiento que el principio de soberanía deviene anacrónico. El dictum foucaultiano considera el presente de la soberanía como resultado de una analítica que ha podido desplegarse en un campo histórico-político determinado. Pero no se trata de un despliegue finalizado sino más bien una etapa en el proceso bélico de confrontación entre fuerzas opuestas que pugnan por el control y la dominación. Todo desarrollo histórico es concebido por Foucault como manifestaciones de una mecánica estable de gobierno, como prácticas que buscan restaurar la estabilidad o como luchas permanentes. El despliegue histórico de la soberanía no involucra su culminación sino aquella manifestación de equilibrio de poder sobre los individuos. En rigor es el propio campo histórico-político el que ensaya una especie de movimiento en la frontera cuya operación más portentosa estaría vinculada a la actualidad del poder. Pese a ello, por más que una disputa teórica como ésta se esfuerce en hallar el grado exacto de su consistencia, se topará ineludiblemente tarde o temprano, con otro movimiento. Esta vez se trata de un movimiento de recambio más dificil de ubicar. Si hemos de tener en cuenta como única referencia el ideal de soberanía, en el análisis histórico-político hay siempre algo que la impulsa a cambiar de dominio: si el de la sexualidad funciona - por ejemplo- ‘según técnicas móviles, polimorfas y coyunturales de poder’ (Foucault 1976: 130), algo similar le ocurre a la soberanía; se trata entonces de dejarse instruir por un concepto de poder que traslada el privilegio de la ley hacia la prevalencia del objetivo, el de lo prohibido hacia la eficacia táctica, el privilegio de la soberanía ‘por el análisis de un campo múltiple y móvil de relaciones de fuerza donde se producen efectos globales, pero nunca totalmente estables, de dominación’ (Foucault 1976: 124). Esta urgencia política no consiste sólo en ubicar un dominio determinado, capacidades de estudio ya codificadas, sino en producir algo no susceptible de ser alineado en ningún saber según un sentido aún convencional que se otorga a tales prácticas. Este modo productivo, en suma, desplegaría sus recursos cuya condición de crecimiento radica en su valor de uso: sólo en el darse crecen. Contra la opinión todavía generalizada de que el horizonte del poder estaría abocado al gasto, éste tendría recursos suficientes para asegurar su sobrevida. De mediar la escasez operaría en el poder una deuda permanente. En este sentido la soberanía propende a clausurar la experiencia de la abundancia volviendo su mirada a la supuesta época áurea del poder del rey. Lo real sería por excelencia el lugar del simulacro, de la invisibilidad de todo aquello que bien pudiera, bajo otro registro de inscripción, pasar por abundante. Este diferendo le proporciona a Foucault una hipótesis tentativa: el principio de soberanía bien puede corresponder a una propensión exibicionista, a la necesidad de reproducirse a sí misma dentro del límite impuesto por las condiciones de su propia episteme. Los anormales cuenta con dos líneas argumentales: la primera dice relación con una mirada hipotética que sospecha y se pregunta por la estrategia del poder, si ella no produciría un tutelaje de las experiencias bajo el formato de lo universal, si no terminaría por clausurar toda posible diversidad lingüística; la segunda se refiere al descentramiento de la función represiva de un poder unívoco centrado en el soberano.
  • 23. Pero la cuestión de la soberanía orienta todo el trabajo que Foucault venía desarrollando en los cursos que preceden a la publicación de La voluntad de saber. Se trata de pensar un asunto que posee grandes dimensiones; incluso si la soberanía no permite evocar el poder sino en forma directa, ella atraviesa la totalidad del campo histórico-político de donde emergen los individuos. Es en razón de este paso que su presencia efectiva se mide siempre por un criterio esencial: la participación y el acceso a la experiencia de la singularidad, a su constitución y a su hermenéutica. Dicho anclaje es clave para entender lo anormal en tanto determinado por un dominio específico. La soberanía por su parte intenta articular el acontecimiento inadministrable de esa diferencia, esto es, el movimiento que describe el proceso de subjetivación. El dictum de anormalidad que subyace a la soberanía puede ser entendido como una escena mediática, estructura de capitalización. Hasta el siglo XVIII la soberanía pudo prevalecer al conseguir el emplazamiento de su visibilidad. Con Boulainvilliers comienza una reestructuración visual de la soberanía la que bien podría traer consigo un aumento cada vez más fragmentario de los saberes locales. Se descubría el reverso del poder, lo que la reflexividad trascendental había desplazado. Todo va a depender ahora de cálculos más o menos conscientes, más o menos imaginarios, de mini- radioscopías cotidianas, de una física de las relaciones en gran medida regida por fuerzas pulsionales, por unos efectos y por unos fantasmas que no han esperado estos pequeños cálculos para ponerse en marcha. Debido a ello, el cerco de la soberanía se hace cada vez más evidente. En tanto que la idea de soberanía va perdiendo su valor de intercambio la anormalidad alcanza el estauto de riesgo a controlar. Un nuevo modo de producción enviste lo que hasta ese momento parecía responder a la simple argucia de un desplazamiento. Desplazamiento es el primer sentido con que se traduce traduce la Verdrängung freudiana. No se requiere haber transitado por el currículo psicoanalítico para encontrar sus resonancias en Foucault (Miller 1989: 67-73; Forrester 1990: 342-376) . Basta una regular asiduidad a su obra para persuadirnos de su peso y su gravitación. La Historia de la sexualidad está transida toda ella por una distancia crítica con respecto a lo que Foucault llama ‘hipótesis represiva’ (Foucault 1976: 23-48). En la teoría de la represión la primera dificultad que importa salvar es la de una supuesta unidad que opera en su economía interna, pero tal unidad pertenece a una representación la que no es susceptible en todos los casos reducir a lo homogéneo. En tanto participa de las operaciones del inconsciente comporta la posibilidad de su desconstrucción. No obstante lo anterior, la teoría de la represión viene determinada por un proyecto integrador y, suponiendo que sus efectos produjeran un nuevo concepto de poder, su emergencia no es nunca intemporal. Lo que signifique la represión está de lado a lado comprometida con su dimensión histórica: orienta su pasado y su futuro en la medida en que ella es el término y la realización del sentido histórico. Pero el tiempo de la represión - según Foucault- debe tener una duración limitada. De su propia contingencia le viene su fragilidad relativa. Pretender conocer el sentido antes de la experiencia histórica significa flanquear su límite y su verosimilitud, darle valor institucional al proceso en el que se despliega esa experiencia. Significa invertir un dato que se presume insustituible: la represión se presenta siempre como la posibilidad de articular los hitos de la experiencia epocal. Su crítica viene avalada, en suma, por el hecho de que el acontecimiento histórico tiene que ver con una sensibilidad siempre nacida en el pasado pero que espera una transformación que intenta inscribir en el porvenir. De ahí le viene al dominio su tensión subyacente a todo estrato cuando éste allana las diferencias; de ahí su repulsa