1. Paisajes Ancianos
Un día cualquiera salgo a caminar al centro de la ciudad. Mi propósito es
tratar de ver qué se puede vislumbrar más allá del bullicio de las calles y de
los afanes de los transeúntes que vienen y van en sus afanes diarios. Siempre
hay algo por hacer. Pagar una cuenta, averiguar por algo, entregar un
papel, solicitar un documento, hacer transbordo de una ruta de bus a
otra, hacer una fila. A veces la gente se detiene a tomar o comer algo, a
comprar la lotería, a mirar a través de las vitrinas algo que desean para sí.
Dentro de todo esto hay situaciones que son fáciles de ignorar por lo
habituales que se han vuelto a los ojos de nuestra ciudad. En un instante
empiezo a reconocer un patrón de imágenes dilucidado en lo que podrían ser
infinidades de situaciones que llevan a algunas personas a ser parte en relieve
de mi paisaje. Veo ancianos, hombres y mujeres de edad avanzada en
situaciones laborales y de salud precarias. Ancianos vendiendo
lotería, ancianos cantando en la calle, ancianos que vigilan, ancianos
vendiendo dulces, ancianos en el empleo informal. Como ya lo
mencioné, podrían ser infinidad de situaciones las que tienen a todos estos
viejos en las calles buscando aún de forma escasa un pedazo de pan que
llevar a sus bocas; incluso me pregunto si a ellos los esperan en sus casas con
provisiones.
No sé qué decir de ellos, no sé si es su culpa, o del sistema, o del destino. No
sé por qué están ahí. Lo único que es cierto es el desconcierto que siento al
ver personas que andan errantes en sus labores, cuando mi lógica de alguna
forma ha creído que a esa edad, todos soñaríamos con disfrutar de la
compañía de los nietos en una casa cálida, disfrutando de los beneficios de la
cosecha de una vida tranquila y organizada.
Estas imágenes aparecen en mi paisaje para hacer desequilibrar la lógica de lo
ideal. Esta es la realidad, donde existen algunos ancianos enfermos y débiles
que aún deben salir a las calles en busca de un sustento, donde hay viejos que
nos hacen preguntarnos por sus familiares, donde la rabia y la impotencia
sólo nos permite ser espectadores de esta dura realidad.
Sólo me queda resignarme y dispara indiscriminadamente el flash de mi
cámara para documentar lo que mis ojos hoy vieron y tener evidencia para
compartir la experiencia que cualquier ciudadano de Medellín puede vivir si
se detienen un poco en su afán al transitar las calles del centro y observa
cómo las vidas de algunos van terminando como creemos que no debería.
Texto: Juan Carlos López
Fotografía: Camilo Manrique