Este documento describe la evolución del sistema económico capitalista desde la Antigüedad hasta el presente. El capitalismo se desarrolló por primera vez en la Grecia y Roma clásicas, pero retrocedió durante la Edad Media antes de renacer en la Baja Edad Media. Aunque existían elementos capitalistas durante el feudalismo, el capitalismo moderno surgió realmente durante la Edad Moderna y la Revolución Industrial. En los siglos XIX y XX surgieron alternativas como el marxismo y el keynesianismo, pero al final del siglo XX el
1. Este sistema económico ha existido desde la Edad Antigua y es el sistema económico
dominante en la actualidad. Tanto en la Grecia Clásica como en el Imperio Romano se
desarrollaron inversiones, existía capital en la forma de tierra, tanto para la producción
agraria y ganadera como por sus recursos naturales: oro, plata, bronce, hierro, etc. Así
como capital en forma de las herramientas duraderas que permitían el desarrollo de la
producción de bienes y servicios y el capital humano que incluye las habilidades y
formación que tienen las personas.
Si en la Edad Media -especialmente en la Alta Edad Media- la sociedad retrocedió de forma
significativa, en la Baja Edad Media se recupera el sistema capitalista con el incremento del
uso de máquinas, la mejor explotación de la tierra y el incremento del uso del dinero y el
resurgir de la Banca. Por esta razón, en algunos textos aparece como “nacimiento del
capitalismo”, pero lo correcto es decir renacimiento, que es el concepto genérico que marca
una nueva etapa en la historia de la Humanidad, que en Italia se produce cronológicamente
en la Baja Edad Media.
Para Joseph Schumpeter el paso de un modelo económico feudal a otro capitalista no
resultó tan evidente, pues en el periodo feudal ya estaban latentes los elementos de una
sociedad capitalista. Esta evolución del capitalismo hace que algunos historiadores sitúen el
momento de su inicio precisamente en el Edad Moderna, e incluso otros desde el comienzo
de la Revolución Industrial, al incrementarse significativamente la capacidad productiva de
los países que alcanzan este momento clave del desarrollo económico. En ambos casos, su
diferenciación está en el volumen o la capacidad que tiene el capital para producir riqueza y
que tiene un umbral marcadamente diferente.
Precisamente, a finales del siglo XVIII y en el siglo XIX se inició un proceso de análisis
exhaustivo del sistema capitalista, donde se define éste como un sistema en el que toda la
actividad económica se lleva a cabo a través de mercados libres. Impera el predominio de la
mano invisible de Adam Smith, donde las leyes del mercado consiguen desarrollar una
economía más eficiente. Los gobiernos no debían participar en la actividad económica, tan
solo en aspectos de defensa del Estado frente a una amenaza externa, o una amenaza a la
propiedad privada, la recaudación de impuestos, cierta ayuda a la educación, a los pobres
(en algunos casos) e infraestructuras.
Pero al comprobar precisamente sus ineficiencias y las limitaciones del capitalismo,
comenzaron a surgir alternativas de “otros” modelos económicos como fueron el
anarquismo y el marxismo, que tuvieron una elevada aceptación en el siglo XX.
De hecho, el marxismo tuvo la variante comunista, que pudo concretarse en la
configuración de un modelo económico alternativo al capitalista que se aplicó en muchos
países, pero que en el mismo siglo XX verá su decadencia. Estos dos modelos, comunismo
y anarquismo, excluyen el sistema capitalista, pero hubo otros en el siglo XX que preservan
los elementos básicos del capitalismo e incorporan otros. Destaca por su enorme aceptación
y trascendencia el Keynesianismo, que concede un protagonismo mayor del Estado en la
actividad económica de los países y que, incluso, superó en alguno de ellos la mitad de su
PIB. Keynes considera que los Estados deben hacer lo que no hace nadie -si es beneficioso
para la sociedad- e inversiones sociales.
2. Al concluir el siglo XX, el sistema capitalista se reforzó como el sistema económico más
eficiente, el impulsor de incrementos de la productividad que permitían mejorar los niveles
de vida. Por otro lado, se reforzó también el concepto de propiedad privada. Nos podemos
remontar a Santo Tomas de Aquino, el cual explicó que: “La propiedad privada es
necesaria para la vida humana (...), primero porque las personas se preocupan más por una
cosa cuando cae bajo su propia responsabilidad (...); segundo, porque si todos tuvieran que
ocuparse de todas las cosas se produciría el caos; tercero, porque los hombres viven juntos
en mayor paz cuando cada cual está contento con lo que tiene (...), mientras que son
frecuentes las disputas entre personas que poseen las cosas en común (...)”