Es un guiion deteatro

1. ¿Quién lo mató?
PERSONAJES
JUEZ
FISCAL
GUARDIAS DE LA CORTE
PONCIO PILATO
HERODES
ANAS
CAIFAS
JUDAS ISCARIOTE
CAPITAN BENJAMÍN
JUEZ: Acabamos de presenciar la muerte de Jesucristo, indudablemente la muerte más famosa de la historia. Como
ustedes han visto, la muerte de Cristo no fue un asesinato clandestino realizado en la oscuridad de la noche, sino el
resultado de una sentencia judicial pronunciada en una corte de justicia.
La ejecución de la sentencia ocurrió a mediodía, un día viernes.
El acusado murió tres horas después.
Bueno, lo que interesa ahora es, ¿Quién lo mató? ¿Quién o quienes tienen la culpa de su muerte? Como fue una
sentencia judicial, no podemos culpar a los verdugos, o sea los que, físicamente, clavaron al acusado a la cruz de
madera en la que, más tarde, falleció. Es demasiado evidente que los culpables eran otros.
Entonces, para juzgar mejor lo que pasó, vamos a llamar nuevamente a las personas principales que tuvieron algo
que ver con la muerte de Jesucristo. Ustedes, todos, van a ser el jurado.
Dirán en cada caso si es culpable o no después de haber escuchado su defensa, como también las acusaciones del
Señor Fiscal.
Les advierto que no deben dejarse influenciar por algún parentesco que ustedes puedan tener con los acusados;
guíense solamente por amor a la verdad. Finalmente, les notifico que su silencio será interpretado como una
acusación de culpabilidad; es imposible ser neutral o callado frente a un acontecimiento de tanta importancia como es
el de la crucifixión del Hijo de Dios.
Yo, como Juez, aceptaré sin discusión el fallo, la decisión, de ustedes el jurado. ¿Están de acuerdo?
Entonces, ¡Llamen al primer prisionero, Poncio Pilato!
GUARDIA: (EN VOZ ALTA) ¿Poncio Pilato!
(ENTRA PILATO, VESTIDO ELEGANTEMENTE DE TERNO Y CORBATA)
FISCAL: Usted fue la máxima autoridad política en el país de Judea en el tiempo de la crucifixión, ¿si o no?
PILATO: sí, es cierto, aunque yo solamente representaba al Emperador Romano.
FISCAL: Judea era una colonia del Imperio Romano, ¿no?
PILATO: Sí, una de las colonias más miserables y asquerosas.
Los judíos estaban siempre peleándose entre ellos… fariseos, saduceos y esos guerrilleros zelotes. Yo nunca quise
que me mandaran allí.
FISCAL: Correcto. Sin embargo, usted tuvo la responsabilidad política y fue usted él que condenó a muerte a Cristo.
PILATO: No, no hice eso. Me lavé las manos públicamente del asunto.
Yo sabía que era inocente, e hice todo lo posible para salvarlo. Incluso, era la costumbre poner en libertad a un preso
por ser la fiesta de Pascua, y yo dejé que los judíos escogieran entre Jesús y Barrabás. Y ¿qué paso? Escogieron
libertad para ese criminal. Barrabás. Y cuando yo dije que Jesucristo era inocente, me gritaron “¡Crucifícalo!

2. ¡Crucifícalo!” Algunos querían chantajearme, los sinvergüenzas, diciendo “Si lo sueltas, te acusaremos ante el
Emperador de Roma”.
FISCAL: ¿Pero usted lo condenó?
PILATO: ¿Qué más podía hacer? Esos judíos me tuvieron presionado.
FISCAL: Pero es verdad que en todo el país solamente usted tenía el poder de condenar a un hombre a morir.
PILATO: Sí, es cierto.
FISCAL: Y si usted no hubiera dado su consentimiento, Cristo no hubiera muerto.
PILATO: ¡Lo niego! Esos malditos fariseos lo hubieran asesinado clandestinamente. Yo hice la cosa en forma legal,
nada más… y (DIRIGIENDOSE AL PUBLICO) si ustedes me condenan a mí ahora, se condenan a sí mismos. Yo
actué por miedo. ¿Quién de ustedes no han sentido miedo cuando le iban a denunciar, o cuando van a quitarle su
trabajo? Yo estaba pensando en mi mujer y mis hijos. Al ser denunciado al Emperador Romano, me hubiera quitado
mi puesto, y quizás me hubieran matado. ¿Y quién iba a sostener a mi familia? ¡Desde cuándo se condena a un
hombre por queres proteger a su familia?
JUEZ: Suficiente. Ahora el pueblo, como jurado, tendrá la última palabra. Si alguien del pueblo desea hacerle una
pregunta al acusado, lo puede hacer ahora…
(SE INVITA AL PUEBLO A HACER PREGUNTAS. PAUSA)
JUEZ: Entonces, procedemos con el juicio. Levanten la mano todos los que piensan que Poncio Pilato es INOCENTE
de la muerte de Jesucristo. Recuerden que los que se abstienen de votar están votando en contra del prisionero.
(GUARDIAS CUENTAN LOS VOTOS)… Y ahora, levanten la mano los que consideran que Poncio Pilato es
CULPABLE del crimen mencionado. (GUARDIAS CUENTAN LOS VOTOS NUEVAMENTE, ANUNCIAN EL
RESULTADO AL JUEZ, QUIEN LO ANUNCIA AL PUEBLO. SEGÚN SEA INOCENTE O CULPABLE, EL JUEZ
PRONUNCIA UNA DE ESTAS DOS SENTENCIAS…)
Juez: El prisionero Poncio, por voto popular y
democrático, ha sido declarado CULPABLE por
esta corte del pueblo, y por consiguiente está
condenado a la muerte de crucifixión.
Juez: El prisionero Poncio, por voto popular y
democrático, ha sido declarado INOCENTE por esta
corte del pueblo, y por consiguiente será puesto en
libertad desde este momento.
(PILATO SALE ENTRE GUARDIAS)
JUEZ: (AL GUARDIA) Llame al segundo prisionero, Herodes.
GUARDIA: ¡Prisionero Herodes!
(ENTRA UN HERODES CORPULENTO, VESTIDO DE GENERAL)
FISCAL: Prisionero Herodes, usted era el Rey de <galilea en el tiempo de Cristo, ¿sí o no?
HERODES: Sí, pero yo era un rey títere nomás.
FISCAL: Explíquese.
HERODES: Yo era rey, pero no tenía poder. Reinaba, pero no gobernaba. Recibía mis ordenes de los romanos.
FISCAL: Entonces, ¿por qué fue que Pilato mandó a Cristo a ser juzgado por usted, si es que usted no gozaba de
ningún poder real?
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3. HERODES: Es que Pilato llegó a saber que Cristo era ciudadano de Galilea, que era mi territorio -mi reino- en ese
tiempo. Y como Pilato no quería esa responsabilidad, y como yo estaba de vacaciones en Jerusalén esa semana, me
lo mandó a mí.
FISCAL: ¿Y usted lo condenó?
HERODES: De ninguna manera. Se trataba de un pobre loco que ni siquiera abrió la boca para hablar. Se quedó
completamente mudo frente a mí. Me miró, no más, con esos ojos terribles que tenía. Hasta ahora me acuerdo de
cómo me observaba, como si conociera toda mi vida anterior.
FISCAL: ¿Entonces?
HERODES: Bueno, como no me contestó nada, me aburrí. Había otras cosas que hacer, entonces le hice una
pequeña broma, una broma inocente por supuesto. Le quitamos su ropa, y le pusimos un disfraz de rey, porque todos
sus amigos lo llamaban “Rey de los Judíos”. Pero yo no lo condené; lo devolví a Poncio Pilato en su nuevo disfraz.
Fue una buena broma y nos reímos mucho.
FISCAL: Sin embargo, usted no lo declaró inocente.
HERODES: Claro que el pobrecito no era culpable de nada serio. Pero yo no podía comprometerme poniéndolo en
libertad.
En primer lugar, yo estaba fuera de mi jurisdicción; en segundo lugar esos malditos fariseos me hubieran matado. Lo
devolví a Pilato, sencillamente.
FISCAL: Pero usted hubiera podido llevarlo a Galilea para juzgarlo allá. ¿Pilato hubiera consentido en eso?
HERODES: Supongo que sí, pero ¿para qué? Mi único crimen fue quizás que fui un poco cobarde; y
(DIRIGIENDOSE AL PUBLICO) ¿Quién entre ustedes no es cobarde? Ustedes también tienen miedo de
comprometerse; no quieren hablar en esta aula por cobardía, por miedo a lo que van a pensar sus vecinos.
A ver, ¿quién de ustedes se atreve a cuestionar mi conducta?
(SILENCIO MIESNTRAS SE DA OPRTUNIDAD AL PUEBLO A HABLAR)
JUEZ: como anteriormente, invito al pueblo a levantar la mano los que consideren que Herodes es INOCENTE del
crimen. (SE CUENTAN LOS VOTOS COMO ANTES). Y ahora, levanten la mano los que piensan que Herodes es
CULPABLE del crimen. (SE CUENTAN LOS VOTOS Y SE DA RESULTADO).
El prisionero Herodes, por voto popular y democrático, ha sido declarado CULPABLE (INOCENTE) por esta corte del
pueblo, y por consiguiente está condenado a la muerte de crucifixión (será puesto en libertad desde este momento).
(HERODES SALE DE LA CORTE)
JUEZ: Llamen a los sacerdotes Anás y Caifás.
GUARDIA: ¡Anás y Caifás! (ENTRAN, VESTIDOS DE OBISPOS)
FISCAL: Ustedes eran sumos acerdotes en el tiempo de Cristo, ¿no es verdad?
ANÁS Y CAIFÁS: Sí, es verdad.
FISCAL: Cuenten a la corte porque condenaron a Cristo.
ANAS: Sencillamente, se metió en cosas que no eran de su competencia.
CAIFAS: Era un laico, que se atrevió a criticar a la Iglesia, especialmente a los sacerdotes.
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4. ANAS: También se metió en política y ustedes comprenden seguramente que la Iglesia no debe meterse en cosas de
política, sobre todo cuando somos un país dominado por un poder extranjero.
FISCAL: ¿Cómo el Imperio Romano?
CAIFAS: Exactamente. La Iglesia tiene que predicar la paz y la vida futura. ¿Qué vamos a hacer cuando personas
como ese Cristo comienzan a predicar la subversión y la rebelión en nombre de Dios y de la religión?
FISCAL: ¿Cristo hizo eso?
ANAS: Sí, muchas veces. Me acuerdo que dijo una vez “No he venido a traer la paz, sino la espada”. La Iglesia
francamente no puede tolerar la violencia, bajo ningún pretexto.
CAIFAS: Otra vez botó a unos inocentes comerciantes de nuestro templo, como para decir que la Iglesia no tiene
derecho a sostenerse económicamente.
ANAS: Seguramente, usted sabe que había tipos guerrilleros y revolucionarios entre sus discípulos y amigos… uno
se llamaba Simón el Zelote. Hasta prostitutas lo seguían, y él no las rechazó. Bueno, a mi parecer la Iglesia tiene que
protegerse un poco. Quizás en la vida futura seremos todos iguales, pero aquí en este mundo Dios ha creado a las
personas desiguales y diferentes, y es claro que es su voluntad que haya ricos y pobres, santos y pecadores.
¿Quiénes somos para cambiar lo que Dios quiere?
FISCAL: Entonces, ustedes vieron a Cristo como elemento subversivo y revolucionario. ¿Por eso lo acusaron y
pidieron la condena a muerte?
CAIFAS: Correcto. Tiene que haber respeto y obediencia a las autoridades en este mundo, con toda franqueza, y
ese Cristo no quería respetar ni obedecer.
ANAS: fue un carpintero ignorante que quería figurar entre sus paisanos.
FISCAL: (DESPUÉS DE UN SILENCIO) Nada más, Señor Juez.
JUEZ: Miembros del jurado del pueblo, han escuchado las declaraciones de los sacerdotes Anás y Caifás. A ustedes
ahora les corresponde el deber de juzgar si las acusaciones que han hecho los sacerdotes contra la persona de Cristo
son acusaciones criminales, o si son simples prejuicios e ignorancia en cuanto al papel de la Iglesia en el mundo. Ante
todo, la acusación principal es de subversión e intromisión en asuntos de política.
Levanten la mano… (SE REPITEN VOTACION Y SENTENCIA COMO ANTES).
(SALEN LOS SACERDOTES)
JUEZ: Llamen al Señor Judas Iscariote.
GUARDIA: ¡Judas Iscariote! (ENTRA, VESTIDO COMO SACERDOTE)
FISCAL: Usted fue el famoso apóstol que traicionó a Cristo, ¿no es verdad?
JUDAS: (GRITANDO) ¡Yo no sabía que lo iban a matar!
JUEZ: No es necesario gritar. Contréllese, por favor.
FISCAL: ¿Qué papel tuvo usted en este asunto?
JUDAS: Yo fui el tesorero del grupo. Llevé el libro de cuentas, y lo llevé muy bien. Nadie jamás se quejó de mí. Solo
al final, cuando los gastos comenzaron a ser más que las entradas. Es que el maestro insistía en pagar impuestos;
¡que zoncera! ¿Para qué? Para llenar los bolsillos de los sacerdotes del Templo y de los malditos romanos.
FISCAL: ¿Eso fue todo?
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5. JUDAS: No, El Maestro comenzó a descuidarse en otras cosas también. Una vez permitió a una mujer regalarle un
perfume costosísimo: uno de esos importados del extranjero. Con el dinero que costó ese perfume hubiéramos podido
comer bien - todos – por un mes. Es que el Maestro no daba importancia al dinero; no fue un hombre práctico. En
cuanto asuntos económicos, estaba en el aire.
FISCAL: Pero, ¿pagaba sus impuestos, no?
JUDAS: Eso sí. Pero hablando con toda franqueza, ¿qué se puede hacer sin dinero? Cualquier asociación, cualquier
cooperativa, cualquier sociedad necesita de dinero y de alguien que lo administre. En cuanto a sobornos, ¿quién de
ustedes tiene la conciencia limpia y clara? Yo recibí sólo 30 monedas de plata. Si me condenan por eso, tendrán que
condenar también la mayor parte de la población del mundo… la policía, los jueces, los comerciantes, los políticos.
¿Quién no ha recibido sobornos? – y mucho más que mis famosas 30 monedas.
FISCAL: ¿Eso es todo?
JUDAS: Sólo quiero repetir que yo no sabía que lo iban a matar. De eso no tengo la culpa, y ustedes no me pueden
condenar por su muerte.
JUEZ: Suficiente. Ahora el pueblo debe decidir en cuanto a la culpabilidad o inocencia de Judas Iscariote, tomando
en cuenta lo que han escuchado hoy día, sin hacer caso a sus prejuicios previos, ni a la opinión mundial. Levanten la
mano… (SE REPITEN VOTACION Y SENTENCIA COMO ANTES).
(SALE JUDAS ISCARIOTE)
JUEZ: Finalmente, vamos a escuchar el testimonio de una persona menos conocida que los demás, pero que tuvo un
papel importante durante las últimas horas de la vida de Cristo. Me refiero al Capitán de la Guardia que arrestó a
Cristo en la Huerta de Getsemaní.
GUARDIA: ¡El Capitán Benjamín! (ENTRAN VESTIDOS DE POLICIAS O MILITARES)
FISCAL: Capitán Benjamín, en la madrugada del viernes en que murió Jesucristo, usted se dirigió a la llamada
Huerta de los Olivos, en las afueras de Jerusalén, acompañado de un buen número de policías, para tomar preso al
mencionado ciudadano. ¿Es correcto?
BENJAMIN: Sí, es correcto.
FISCAL: ¿Cómo es que supo que Cristo iba a estar en esa huerta a esa hora?
BENJAMIN: Porque Judas Iscariote nos había dicho, e incluso él nos llevó personalmente al lugar.
FISCAL: ¿Usted considera que la muerte de Jesucristo se debe en parte a la acción de usted y de los guardias
judíos bajo su mando?
BENJAMIN: De ninguna manera. Un militar, o un policía, tiene una profesión donde la primera y la última regla es la
Obediencia. El cuestionar las órdenes de nuestros superiores es algo completamente inaudito para nosotros.
FISCAL: ¿Incluso cuando se les pide hacer algo criminal que va contra su conciencia?
BENJAMIN: Los militares y la policía no tenemos conciencia mientras estamos de uniforme. Sólo cuando estamos
en casa o de franco.
FISCAL: ¿Se trata de una obediencia ciega, entonces?
BENJAMÍN: Exactamente.
FISCAL: Entonces, si sus superiores ordenan a usted abrir fuego contra un grupo – por ejemplo - de estudiantes
desarmados. Para herir y posiblemente matarlos, usted obedecería sin pensar dos veces.
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6. BENJAMIN: Ahora sí. Cuando recién ingresé a la Fuerza Policial, mi conciencia me molestaba a veces cuando tuve
que golpear y torturar a personas inocentes, pero ahora he desechado esos temores.
FISCAL: O sea que usted, Capitán Benjamín, ha logrado silenciar su conciencia… por lo menos cuando esta de
uniforme.
BENJAMIN: Así es, Cuando arresté a Cristo, y cuando más tarde participé en torturarlo, me sentí feliz al pensar que
yo estaba obedeciendo al pie de la letra las órdenes que había recibido. Por supuesto sospeché que el tipo no era tan
culpable como los fariseos habían dicho, pero eso no tuvo nada que ver con el asunto.
FISCAL: Gracias, Capitán Benjamín. Es todo, Señor Juez.
JUEZ: Por última vez, entonces, invito al jurado del pueblo a manifestar su decisión en la manera acostumbrada.
Levanten la mano… (SE REPITEN VOTACION Y SENTENCIA COMO ANTES).
(SALE BENJAMÍN)
JUEZ: Compañeros, compañeras: a todos ustedes ha correspondido hoy día el papel de jurado. Ustedes, no yo –ni el
Señor Fiscal- han juzgado a Poncio Pilato, a Herodes, a Judás Iscariote, a los sacerdotes Anás y Caifás, y al Capitán
Benjamín.
El Juzgar la culpabilidad o la inocencia de personajes históricos no es quizás tan f{acil como muchos de ustedes
pueden haber pensado.
Si lo que dijo antes Judás Iscariote –“la mayor parte de la población del mundo es culpable de recibir sobornos”- es
cierto, cuánto más culpabilidad existe, por ejemplo, en torno al crimen del Capitán Benjamín. Callar o silenciar la
conciencia… ¿Quién de nosotros no ha hecho, y no lo está haciendo cada día?
Si hay algo en común entre todos los prisioneros que han aparecido ante ustedes hoy día, y nosotros aquí presentes,
es precisamente eso: que nuestra vida consiste muchas veces en silenciar lo más precioso de nuestro ser, lo que más
nos distingue de los animales salvajes y del resto de la creación.
Termino este proceso pidiendo al Todopoderoso que nos haga comprender que la lucha principal de la vida es la de
escuchar atentamente la voz de la conciencia personal y colectiva, sin la cual los sueños de la humanidad
permanecerán como meros sueños, sin ninguna posibilidad de realización.
(SE LEVANTA)
Compañeros, compañeras de esta corte del pueblo, la sesión de hoy se da por concluida. Gracias.
(SALE)
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7. BENJAMIN: Ahora sí. Cuando recién ingresé a la Fuerza Policial, mi conciencia me molestaba a veces cuando tuve
que golpear y torturar a personas inocentes, pero ahora he desechado esos temores.
FISCAL: O sea que usted, Capitán Benjamín, ha logrado silenciar su conciencia… por lo menos cuando esta de
uniforme.
BENJAMIN: Así es, Cuando arresté a Cristo, y cuando más tarde participé en torturarlo, me sentí feliz al pensar que
yo estaba obedeciendo al pie de la letra las órdenes que había recibido. Por supuesto sospeché que el tipo no era tan
culpable como los fariseos habían dicho, pero eso no tuvo nada que ver con el asunto.
FISCAL: Gracias, Capitán Benjamín. Es todo, Señor Juez.
JUEZ: Por última vez, entonces, invito al jurado del pueblo a manifestar su decisión en la manera acostumbrada.
Levanten la mano… (SE REPITEN VOTACION Y SENTENCIA COMO ANTES).
(SALE BENJAMÍN)
JUEZ: Compañeros, compañeras: a todos ustedes ha correspondido hoy día el papel de jurado. Ustedes, no yo –ni el
Señor Fiscal- han juzgado a Poncio Pilato, a Herodes, a Judás Iscariote, a los sacerdotes Anás y Caifás, y al Capitán
Benjamín.
El Juzgar la culpabilidad o la inocencia de personajes históricos no es quizás tan f{acil como muchos de ustedes
pueden haber pensado.
Si lo que dijo antes Judás Iscariote –“la mayor parte de la población del mundo es culpable de recibir sobornos”- es
cierto, cuánto más culpabilidad existe, por ejemplo, en torno al crimen del Capitán Benjamín. Callar o silenciar la
conciencia… ¿Quién de nosotros no ha hecho, y no lo está haciendo cada día?
Si hay algo en común entre todos los prisioneros que han aparecido ante ustedes hoy día, y nosotros aquí presentes,
es precisamente eso: que nuestra vida consiste muchas veces en silenciar lo más precioso de nuestro ser, lo que más
nos distingue de los animales salvajes y del resto de la creación.
Termino este proceso pidiendo al Todopoderoso que nos haga comprender que la lucha principal de la vida es la de
escuchar atentamente la voz de la conciencia personal y colectiva, sin la cual los sueños de la humanidad
permanecerán como meros sueños, sin ninguna posibilidad de realización.
(SE LEVANTA)
Compañeros, compañeras de esta corte del pueblo, la sesión de hoy se da por concluida. Gracias.
(SALE)
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