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COLABORACION
CRÉDITOS
TRADUCCION
Sotelo
CORRECCION
Maktub
DISEÑO
Botton
SINOPSIS
¿Y si el lobo feroz secuestrara a Caperucita Roja solo para su
placer?
La muerte de mi abuela me dejó una sensación de vacío. Tenía un trabajo
sin futuro, sin amigos ni familia, y trataba de navegar por este nuevo mundo
estando completamente sola.
¿La solución perfecta? Hacer un viaje de una vez en la vida a Alaska y
volver a conectar con la naturaleza y todas las cosas que me hacen feliz.
Estar aislada en una cabaña sin electricidad, agua corriente ni servicio de
telefonía móvil sonaba perfecto hasta que me puse a prueba en la naturaleza
y me di cuenta de que quizá no era la mejor idea.
Las cosas iban muy bien hasta que dejaron de serlo, y me di cuenta de que
no estaba sola. Era el cazador y yo era su presa.
Y cuando por fin me encontré cara a cara con mi acosador, no era nada que
hubiera podido imaginar en mis sueños más salvajes.
Era un monstruo, una bestia literalmente peluda, con aspecto de hombre
lobo, que dijo que me había elegido como compañera, y que ahora era suya.
Me llevó a su guarida donde me tocó, me lamió... me dio placer. Y a pesar
de saber que tenía que luchar contra él y esta nueva realidad, quería más.
Puede que Wolf sea aterrador a la vista, más grande y más fuerte que
cualquier cosa que pudiera imaginar, pero su único propósito era
complacerme.
La verdadera pregunta era si quería volver a la civilización y a la vida que
una vez conocí.
* Una reinvención de Caperucita Roja.
PRÓLOGO
MARCELLA
Retrocedí a trompicones, tropezando con mis propios pies mientras la
criatura se acercaba. Caí de culo pero no dejé de retroceder, mis pulmones
ardían mientras hiperventilaba.
La criatura tenía aspecto de lobo, pero... no. Era un monstruoso híbrido
animal/humano sacado de mis malditas pesadillas.
Se acercó, con el cuerpo encorvado mientras caminaba a cuatro patas.
Cuando el grueso tronco de un árbol me impidió retroceder, quise gritar,
luchar. Pero estaba aterrorizada, incapaz de moverme, con ese frío pavor
que me invadía.
Cuando estaba a tres metros de mí se detuvo, las sombras del anochecer
cubrían demasiado a esta bestia. Pude distinguir su enorme cuerpo y su
cabeza inhumana, y ver una cara más larga, un hocico, dientes afilados y un
pelaje que cubría toda su forma.
Y entonces la cosa se levantó lentamente para ponerse de pie sobre dos
patas traseras, con las pantorrillas inclinadas como las de los lobos, de
modo que parecían dobladas.
Se acercó; el suelo vibraba por la fuerza de sus pasos. Debía de medir por lo
menos dos metros, con brazos abultados y manos que parecían más bien
zarpas con garras negras. Tenía una cola gruesa y peluda que se movía de
un lado a otro, como la de un depredador a punto de saltar.
Dios... la cosa estaba desnuda y excitada, y lo que colgaba entre sus piernas
era enorme.
—No. — susurré y negué, extendiendo las manos como si eso fuera a
alejarla.
Seguí mi mirada por su pecho abultado y su cara de lobo.
Santa mierda.
Aunque parecía un lobo… hombre lobo, mi mente susurró que tenía una
inteligencia muy clara detrás de sus ojos oscuros mientras me observaba.
—Oh, Dios. Por favor. Por favor, no me hagas daño —mi voz era un
susurro. Ni siquiera estaba segura de haber pronunciado las palabras en voz
alta—. ¿Qu-qué eres?— estaba tan cerca ahora que todo lo que olía era este
aroma salvaje que se aferraba a él.
Aquí estaba esta criatura primitiva acercándose a mí, respirando sobre mí...
negándose a darme espacio. Iba a comerme. Estaba segura de ello. ¿Por qué
otra razón estaría aquí? ¿Qué otro propósito tendría eso para mí?
No es eso. Él. Esta criatura era claramente masculina dado lo que estaba
excitado.
—Soy quien te va a hacer mía. —
Sacudí la cabeza y arremetí contra él, rastrillando mis uñas a lo largo de su
pecho, sintiendo un músculo duro y definido debajo. Fue rápido cuando
sacó su pata y la enroscó alrededor de mi muñeca, mi palma y mis dedos
tan pequeños comparados con los suyos.
Sentí que mi instinto de supervivencia aumentaba cuando empecé a gritar y
a dar patadas, pero estaba segura de que yo era como un mosquito molesto
comparado con él.
Y cuando me soltó la muñeca para agarrarme el tobillo, impidiendo que mi
pie conectara con la enorme cosa que tenía entre las piernas, volví a gritar.
Pero esta vez fue de miedo. Un miedo escalofriante.
Se levantó y empezó a arrastrarme como si fuera un maldito saco de papas.
Retorcí mi cuerpo, arañando el suelo, con la tierra clavada bajo mis uñas.
Las lágrimas me nublaron la vista, y entonces el mundo giró cuando me
levantó y me echó al hombro.
Por un segundo, me quedé sin aliento cuando mi estómago se conectó con
su hombro, y me quedé ahí flotando por sus movimientos.
Y entonces tomó velocidad, corriendo, por lo que me obligó a agarrarme a
su largo y oscuro pelaje que lo cubría, aferrandome, sollozando
incontroladamente.
—No te preocupes, hembra. Pronto te haré llorar por una razón muy
diferente. —
Capítulo 1
MARCELLA
Pensé que me había acostumbrado a la muerte.
El dolor inicial. Ese horrible dolor en el centro del pecho que no parecía
aliviarse por mucho tiempo que pasara.
Pero cuando vi cómo bajaban el ataúd de mi abuela a la tierra... me dolió.
Me quedé en el cementerio mucho después de que todo el mundo se hubiera
marchado, sentada en el suelo con las rodillas recogidas hacia el pecho y los
brazos rodeando las piernas.
Había estado muy unida a mi abuela. Me crió cuando mi madre no estaba
en condiciones de hacerlo.
Blanchette me había enseñado a montar en bicicleta, e incluso me ayudó a
comprar mis primeros tampones cuando me vino la regla y me lo explicó
todo cuando empecé a llorar porque no sabía lo que estaba pasando.
Se sentó a hablar conmigo sobre los chicos, me enseñó a conducir y me
ayudó con los deberes todas las noches. Y cuando me gradué en el instituto,
era la única familia que tenía ahí, pero es la única que había querido.
A todos los efectos, era mi madre.
Y ahora, a los veintidós años, estaba total y verdaderamente sola.
Me limpié una lágrima errante que resbalaba por mi mejilla y sentí que mi
corazón se rompía continuamente, el dolor cortante de que se desgarrara en
un millón de pedazos únicos.
Siempre decían que con el tiempo se hacía más fácil, pero ahora mismo no
podía ni siquiera imaginar que fuera mejor. Literalmente no tenía a nadie
más. No había visto a mi madre desde que me dejó en casa de mi abuela
cuando solo era una niña.
Mi padre no había estado en la foto y había sido hija única. Diablos, ni
siquiera llamaría a mis “amigos” más que conocidos, solo los veía en el
trabajo.
Me puse de pie y me quité la hierba y la suciedad del trasero, echando un
vistazo a mis piernas para ver una corrida en mis medias oscuras.
Supongo que era parte del curso sobre cómo me iban las cosas.
Mis zapatos negros Mary Jane de segunda mano tenían marcas de
rozaduras, y mi vestido, uno que compré ayer en la tienda de segunda
mano, tenía una mancha en el lateral y el dobladillo se estaba deshilachando
en la parte inferior.
—Bueno —me dije, ya que estaba sola, mirando el montón de tierra que
tenía delante— Voy a seguir pensando en todas las cosas que has dicho. Y
recordar que los chicos pueden apestar a cualquier edad, y que solo porque
el sol se ponga y todo se oscurezca, seguirá saliendo al día siguiente y lo
iluminará todo de nuevo. —
Apartando otra lágrima, sonreí.
—Y siempre recordaré cómo me enseñaste a hacer tus famosas galletas de
chocolate, aunque las queme cada vez. —
Me alise las manos por el vestido y respiré profundamente, luego exhale
lentamente.
—Pero seamos realistas. Nunca lo haré bien. No como tú lo hacías siempre.
— Me reí suavemente al imaginarme a mi abuela de pie frente a mí,
regañándome por darme por vencida. Su cara se arrugaba aún más mientras
me decía que nunca fuera negativa conmigo misma, que siempre se puede
mejorar y que así es como se crece... intentándolo repetidamente.
Me di la vuelta y me marché sin volver a mirar atrás, porque sabía que si lo
hacía, no evitaría derrumbarme de verdad.
Ahora empezaba un nuevo capítulo de mi vida y trataría de aprovecharlo al
máximo. ¿Pero la verdad?
Realmente apestaba.
Capítulo 2
MARCELLA
— ¿No te da miedo hacer eso sola?
Una de mis compañeras de trabajo miró mi teléfono por encima del
hombro.
Saqué un mapa de la zona de Ketchikan, Alaska, donde me alojaría.
Cuando me enteré de que mi abuela me había dejado una pequeña, pero
cómoda, herencia, supe que hacer un viaje era lo que ella querría que
hiciera. No era mucho, pero incluía su casa de dos dormitorios, el pequeño
terreno en el que se encontraba la casa y unos cuantos miles de dólares.
Lloré cuando el abogado me lo dijo, no porque fuera demasiado o
demasiado poco, sino porque incluso después de su muerte, seguía
queriendo cuidar de mí.
Llevaba mucho tiempo ahorrando, ya que tenía unos ingresos fijos, así que
saber que había estado ingresando dinero en una cuenta para mí hizo que
me derrumbara en el despacho del abogado.
Así que este viaje era tanto para mí como en memoria de ella.
— ¿Por qué iba a tener miedo? Más de ochocientos mil turistas al año, solo
de los cruceros, visitan Ketchikan. Incluso hay cruceros que paran. —
No me molesté en mencionar el hecho de que la cabaña que había alquilado
estaba en realidad en una isla. Tendría que tomar un barco hasta ahí, lo que
supondría un viaje de media hora, y no habría ninguna civilización en
kilómetros. Por no mencionar que no había electricidad ni servicio celular.
No, Tara no necesitaba saber nada de eso, porque ya me estaba mirando
como si hubiera perdido la cabeza por querer ir a Alaska.
Probablemente era una de esas personas que pensaban que no era más que
tundra y que había que llevar ropa térmica de la cabeza a los pies o te
morirás de frío.
—En los lugares donde me hospedo hay turistas —me encogí de hombros
—. Además, solía hacer muchas excursiones e ir de camping con mi abuela.
—
Las cejas de Tara se alzaron mientras intentaba -y no conseguía- no arrastrar
su mirada por mi cuerpo.
Contuve mi resoplido de indignación y en su lugar entrecerré los ojos
porque sabía exactamente lo que estaba pensando.
Eres una chica grande. ¿Cómo es que haces algo de senderismo?
Esperé, deseando en silencio que dijera algo parecido porque me aseguraría
de que fuera la última vez que lo hiciera.
El hecho de que no fuera como ninguna de las mujeres de aquí, con sus
cuerpos esbeltos y sus bronceados en spray, no me molestaba. No vigilaba
mis calorías ni me preocupaba lo que pensaría un hombre si me veía
desnuda y tenía un poco de peso extra en mi cuerpo.
Los problemas de autoestima no habían sido un problema para mí porque
mi abuela me había inculcado que todos los cuerpos eran hermosos. Yo era
hermosa, aunque no encajara en el molde que la sociedad había creado.
Y nadie me diría lo contrario, ni con palabras ni con miradas.
Cuando Tara por fin me miró y vio mi mirada, echó los hombros hacia atrás
y me dio una sonrisa empalagosa.
—Simplemente no podría hacerlo. Sin mi manicura semanal, mi Netflix, y
luego, por supuesto, pidiendo a domicilio — levantó la nariz de una manera
muy desairada—. Me moriría. — actuó y sonó excesivamente dramática
mientras dirigía la conversación de regreso a un terreno “seguro”.
Me estaba poniendo un poco a la defensiva sobre todo el viaje, porque la
verdad era que una parte de mí pensaba que estaba loca por ir ahí sola.
Pero la parte más grande de mí decía que lo necesitaba.
Durante el último mes, desde que mi abuela había fallecido, me sentía como
en una rueda de hámster. No paraba de dar vueltas y vueltas sin un final a la
vista.
Mi rutina era exactamente la misma. Volvía a casa a un apartamento vacío
de una sola habitación, me levantaba, iba al trabajo, ordenaba comida para
llevar y me sentaba sola en mi salón mirando la televisión que ponía
reposiciones.
Sentía que mi vida se estaba consumiendo ante mis ojos y que no había
nada que pudiera hacer para detenerla.
Al menos antes de poder visitar a mi abuela. Cenábamos juntas los
domingos o íbamos de excursión al bosque cercano a su casa. Incluso a la
avanzada edad de ochenta y cinco años, seguía siendo tan aventurera.
Así que sí, tenía miedo, pero estaba más emocionada porque quería volver a
conectar con la naturaleza, que era algo que mi abuela me inculcó que
apreciara y amara.
También quería alejarme de todo y de todos los que me recordaban que
ahora estaba completamente sola.
— ¿No podrías ir a algún lugar cercano?
—Podría. Pero es aquí donde quiero ir. —
Había ido a acampar muchas veces mientras crecía, pero nunca algo tan
intenso y fuera de lo común como lo que planeaba a fin de mes. Sin
embargo, la emoción me invadió.
—Estaré bien. —
Con una mirada velada más en mi dirección, Tara murmuró algo sobre que
tenía que volver al trabajo y me dejó sola.
Volví a mirar mi teléfono, una vez más buscando la ciudad de Ketchikan
donde me alojaría, comprobando qué tiendas había alrededor, y finalmente
abriendo el mapa que me mostraba la cabaña donde pasaría la mayor parte
del tiempo.
Una sonrisa se dibujó en mi cara.
Por primera vez desde que mi abuela había fallecido, me sentía realmente...
feliz.
Tal vez esto era exactamente lo que necesitaba para salir de ese oscuro
agujero.
Capítulo 3
MARCELLA
UN MES DÉSPUES…
Dejé caer al suelo la última bolsa que había subido a mi habitación, cerré la
puerta detrás de mí y eché un vistazo al pequeño local que había alquilado
en el Bed and Breakfast para pasar la noche.
Me quedé sin aliento al subir las escaleras de la cubierta que conducían a la
entrada de mi habitación. El sudor me invadía la frente y me bajé la
cremallera de la chaqueta, la dejé a un lado y me arrepentí de llevar una
capa extra debajo.
Pero cuando me informé para este viaje, había leído que el tiempo en el
norte podía ser muy inestable, especialmente cuando me quedara en la
cabaña aislada en el bosque. Y estaba segura de que había preparado
demasiado con la cantidad de suministros que había traído.
Pero, ¿se puede preparar algo de más para un viaje como el mío? Prefería
llevar todo el fregadero de la cocina a darme cuenta de que había olvidado
algo.
Aterricé en Ketchikan esa misma tarde y tomé un ferry hasta el pueblo
donde se encontraba el Bed-and-Breakfast(B&B). A pesar de lo cansada
que debía estar por los largos vuelos, uno de Colorado a Seattle y otro a
Ketchikan, me sentía con mucha energía.
Atravesé el salón, pasé por la cocina y miré por la ventana que daba al
pueblo. Había una bahía justo debajo y sonreí al ver a una nutria asomar la
cabeza antes de seguir nadando.
Desde mi punto de vista, podía ver las pequeñas tiendas que bordeaban las
calles. A lo lejos estaba el puente principal, donde un par de hombres
mayores estaban pescando.
Aunque era agosto, en esta parte del país, el tiempo estaba nublado y era lo
suficientemente frío como para alegrarme de haber traído mi ropa de otoño.
Las noches serían más frías, pero había venido preparada, aunque cargar
con toda esa mierda había sido un dolor de cabeza durante el viaje.
El crucero se encontraba en el puerto a lo lejos, y dejé que mi mirada se
detuviera en el horizonte antes de girarme y observar la habitación,
gratamente sorprendida por lo hogareño y cómodo que era el espacio.
La sala de estar y la cocina estaban unidas en un solo espacio, y la
habitación individual y el baño estaban al final del pasillo.
Solo había una entrada y una salida, la puerta de enfrente daba a la parte
trasera de la casa, donde había una terraza y un jacuzzi. Y luego eso llevaba
a las escaleras que bajaban a la calle. Y todo alrededor del B&B era un
bosque espeso, exuberante y verde.
Me acerqué a mi primera bolsa y me agaché para abrirla. Solo saqué lo que
necesitaría para esta noche y mañana por la mañana, ya que a primera hora
de la mañana me dirigía a la cabaña, de todos modos.
Luego me dirigí al resto de mis bolsas -tres en total- y comprobé dos y tres
veces el contenido antes de volver a cerrarlas.
Una de las bolsas contenía toda la comida que necesitaría para mi estancia
en la cabaña, y la otra tenía material de acampar como baterías de faroles,
linternas y una radio. También conseguí una ducha exterior para colgar ya
que no había agua corriente. Porque una ducha fría era mejor que nada.
Me habían dicho que había ollas y sartenes en la cabaña, así como una
estufa de leña y unos cuantos fardos de leña. Pero no me preocuparía por el
hecho de que nunca había intentado encender un fuego en mi vida.
Acabé llevando alimentos no perecederos. Pero para las cosas frescas como
frutas y verduras, leche, huevos y todo eso, planeé parar en la pequeña
tienda de comestibles que había visto de camino al B&B.
Aunque iba sola en este viaje, empaqué demasiado, mucho más de lo que
probablemente necesitaba, pero prefería estar preparada que jodida.
Descansé un poco y me dirigí al pueblo, donde había un pequeño
restaurante. No me gustaba mucho el pescado, pero pensé que cuando se
está en Roma y todo eso. Así que pedí el pescado, las papas fritas locales y
un vaso de vino tinto.
Después de eso, caminé durante un par de horas, mirando las pequeñas
tiendas de regalos. Había mucha influencia rusa en muchos de los artículos
que encontré, así como piezas de arte hechas a mano que se vendían.
Hice nota que cuando volviera de la cabaña dentro de cinco días, compraría
mis recuerdos entonces.
Después de pasear un poco y detenerme en el crucero que estaba atracado,
me dirigí a la tienda de comestibles y comencé a recorrer los pasillos. Solo
compré la comida que cabía en la cesta. Pero agarre dos botellas de vino,
porque... vino.
Hice la compra, pero no tenía prisa por volver al B&B. Aunque estaba
agotada y me dolían los pies de tanto caminar hoy -no solo desde que estaba
en Ketchikan, sino también durante el viaje- disfruté de la tranquilidad del
entorno.
Todo aquí era tan tranquilo, pacífico y limpio. No había contaminación, ni
coches tocando el claxon, ni gente gritándose. No había caos, algo con lo
que tenía que lidiar a diario al vivir en una zona superpoblada.
Me dirigí al puente principal de la ciudad y vi a dos ancianos apoyados en
la barandilla con cañas de pescar en las manos. Discutían entre ellos sobre
el tiempo, uno diciendo que era perfecto para pescar, el otro quejándose de
que hacía demasiado frío para picar.
Pasé junto a una mujer que caminaba tranquilamente, con su bebé arropado
contra su pecho mientras llevaba una bolsa de la compra en cada mano.
Quizá algún día, cuando no tuviera que preocuparme por las facturas,
cuando me sintiera más estable en mi vida, sería cuando podría hacer de
este lugar mi hogar.
Porque por primera vez en mucho tiempo, sentí que pertenecía a algún
lugar.
Capítulo 4
MARCELLA
Me agarré a ambos lados del pequeño bote, con las uñas clavadas en el
metal helado, mientras me llevaban a la cabaña aislada.
Estaba bastante segura de que el bote no estaba hecho para agua de mar
agitada como esta, pero cuando le expresé mis preocupaciones a Harmond,
el caballero mayor que me llevaba, solo se quejó de que estaba bien y lo
dejó así.
Por supuesto, el día que hice este viaje era una mierda de día con una lluvia
gélida que se sentía como pequeñas agujas al entrar en contacto con mi piel
desnuda.
Las aguas eran casi violentas, y el bote estaba en medio de la nada,
rebotando agresivamente. Estuve a dos segundos de tener que inclinarme
sobre el borde y vomitar mi desayuno.
El chubasquero que llevaba me mantenía casi seca, pero no evitaba el frío
glacial que incluso en agosto parecía rodearme.
Mis tres grandes bolsas impermeables estaban en el interior del bote, y la
lluvia golpeaba el revestimiento de goma que las cubría.
Una oleada de náuseas se apoderó de mí cuando pasamos por una gran
cresta, la embarcación rebotó con tanta fuerza que me dolió el trasero.
Empecé a temblar y me castañetearon los dientes mientras el viento y la
lluvia azotaban todo a mí alrededor. Tenía los dedos entumecidos porque no
me había soltado de los lados del bote desde que me senté.
Miré fijamente a Harmond. Tenía el ceño perpetuamente fruncido, pero
estaba segura de que su aspecto era ese.
Líneas y surcos profundos le marcaban la cara, tenía bigotes blancos por
todas las mejillas y la barbilla, le faltaban algunos dientes y, aunque sabía
que no estaba fumando en ese momento dada la lluvia, mantenía su pipa
encajada en la comisura de la boca.
Cuando lo conocí en el muelle, llevaba un chubasquero amarillo sucio y
desgastado, botas de goma negras y, por supuesto, esa pipa de la que salía
humo. Me ofreció un chaleco salvavidas, me ordenó que me lo pusiera y
luego hizo lo mismo.
Llevábamos media hora de viaje cuando por fin reconoció mi presencia.
Inclinó la barbilla y gruñó, con la lluvia golpeándole la cara.
— ¿Qué?— grité para que se me oyera por encima del motor del bote.
Harmond volvió a gruñir y señaló detrás de mí.
Miré por encima del hombro y entrecerré los ojos a través del entorno gris
para ver la pequeña cabaña que se enfocaba más cuanto más nos
acercábamos. Y cuando estábamos a unos tres metros del muelle... la
maldita lluvia amainó.
Por supuesto, dije en silencio al cielo mientras él maniobraba el bote, la
ataba en el poste de madera del muelle y luego se bajaba.
Lo miré a él y luego a la isla, que aún estaba lejos de donde habíamos
atracado.
El muelle se balanceaba mientras él se movía en él, con una anchura de solo
un metro y medio, cuando empezó a sacar mis maletas.
Estaba un poco confundida por qué no íbamos directamente a la isla cuando
vi un bote a un lado.
—No podemos acercarnos. — refunfuñó, como si hubiera oído mis
pensamientos. —El bote se atascara.—
No sabía nada de barcos, ni de navegación, ni de nada de eso, pero el
pequeño bote era la mitad de grande que el barco en el que estábamos, y
podía ver la playa rocosa y la poca profundidad del agua alrededor de la
isla.
Harmond no dijo nada mientras tomaba una de mis bolsas y la trasladaba al
bote. Me hizo un gesto para que avanzara y me subí con dificultad al
muelle.
La plataforma subía y bajaba con la corriente y yo me agarraba a la
barandilla, sintiendo cómo se me tensaban los músculos de los muslos
mientras intentaba mantener el equilibrio.
Se subió al segundo bote y me senté junto a mis maletas y frente a él. Y
luego nos llevó a la orilla remando.
Me di cuenta de que era un hombre de pocas palabras, pero que transmitía
su opinión a través de sus expresiones y gruñidos.
Una vez en la orilla, me bajé y agarre mis maletas. Él ya estaba tirando las
bolsas al muelle antes de que yo las pusiera en el suelo.
—El lunes a las ocho de la mañana. — gruñó, recordándome cuándo me
recogería para volver a Ketchikan.
—De acuerdo. Gracias, Harmond. —
Antes de que terminara de decir su nombre ya se estaba alejando, y levanté
la mano para despedirme a pesar de que estaba de espaldas a mí.
Me quedé ahí hasta que ya no pude verlo, cuando la niebla pareció atravesar
el océano y ocultó todo lo que estuviera más allá de ciento veinte metros de
la isla.
Entonces continué ahí de pie mientras miraba a mí alrededor. Había otra isla
más pequeña justo enfrente de donde estaba, y otro bote que estaba volcado
y tendido a unos metros a mi lado.
Detrás de mí estaba la cabaña con unas escaleras que llevaban a la pequeña
cubierta.
Podía distinguir un estrecho paseo de madera que rodeaba el lateral de la
cabaña y desaparecía por la parte trasera.
No había muchas fotos en Internet cuando reservé este lugar, y básicamente
solo se mostraba el exterior de la cabaña de caza y los alrededores de la
propiedad.
Llevé dos bolsas hasta la cabaña y las dejé en el suelo para poder introducir
el código de la cerradura y abrir la puerta.
Entré en la cabaña e inmediatamente me llegó a la nariz el olor a antiguo, el
espacio no utilizado, el polvo y un toque de moho. A mi izquierda había
una pequeña cocina y una mesa de madera para dos personas.
A mi derecha estaba lo que supuse que era la sala de estar, con un anticuado
sillón de retazos y una pequeña mesa de centro delante de la cual había unas
cuantas revistas que parecían haber sido impresas veinte años antes.
Y el único dormitorio estaba frente a mí.
El baño estaba afuera. Es decir, no era más que un retrete literal.
Normalmente, el hecho de no tener agua corriente ni electricidad podría
haberme disuadido, pero ahora mismo me encontraba en un momento de mi
vida en el que no tener nada más que un techo sobre mi cabeza y nadie más
alrededor era el escape que necesitaba.
Esto era acampar, algo a lo que estaba más que acostumbrada.
Salí rápidamente a buscar mi tercera bolsa y la metí. Cerré la puerta
principal y me quedé mirando el único dormitorio, con la puerta
parcialmente abierta para poder ver lo que parecía una litera sin colchones.
La única ventana de la habitación parecía empañada, el cristal viejo. Utilicé
la manga de mi gabardina, aún húmeda por el tiempo, y la moví a lo largo
del cristal, quitando parte de la suciedad para poder ver un poco más el
exterior.
Pude ver el retrete justo enfrente de la ventana del dormitorio y arrugué la
nariz.
No hay nada como mirar al exterior y ver el lugar donde alguien hace sus
necesidades para que el día se ponga en marcha.
Salí del dormitorio y empecé a revisar mis maletas, poniendo la comida en
la mesa, la estufa portátil y las bombonas de propano que había comprado
en el pueblo en la encimera, y poniendo el resto de mis “aparatos
electrónicos” en la mesa.
Llevé mi ropa y mi equipo de dormir al dormitorio y volví a salir a la
cocina para poner mi cepillo de dientes y cualquier tipo de artículos de baño
en el fregadero.
Como todavía tenía mi equipo de exterior y la lluvia había amainado,
preparé la ducha exterior y di un paseo por la cabaña.
Después de llenar la bolsa con el agua en el gran recipiente de plástico que
recoge la lluvia -algo que agradecí que los arrendatarios hubieran incluido
en la descripción de las “comodidades”- la colgué y caminé por el “muelle”
que recorría el perímetro de la cabaña.
Debido al reciente tiempo, el bosque parecía más bien una selva tropical,
con el agua goteando de las hojas y el olor a tierra y humedad llenando el
aire.
El muelle solo bordeaba la parte trasera y los laterales de la cabaña. El
retrete estaba justo detrás, y había un par de senderos hechos por el hombre
que se adentraban en el bosque.
Volviendo a la parte delantera y hacia la orilla, caminé por la línea de
flotación y escuché el sonido del suave chapoteo de las olas. Había
caracoles pegados a las rocas y peces que creaban ondas al saltar por
encima del agua antes de sumergirse de nuevo en el océano. Cuando pateé
una roca, di un salto hacia atrás, viendo cómo un cangrejo se alejaba
corriendo, al ver perturbado su hogar.
Mañana iba a llevar el bote a la isla y a explorar un poco.
Después de volver a entrar, desempaqué mi cuaderno de dibujo y me senté a
la mesa. A pesar de no tener servicio, saqué el móvil y puse música.
Durante una hora me senté a dibujar y encontré una paz que no había
sentido en mucho tiempo.
Empecé a dibujar la cara de mi abuela y luego añadí detalles de las flores.
Dibujé jacintos para el marco y glicinas detrás de su perfil.
Cuando se me acalambró la mano, apagué el teléfono y dejé el lápiz,
dándome cuenta de que no oía absolutamente... nada.
Era la primera vez en mi vida que no oía el sonido de los vecinos del pasillo
gritándose unos a otros, o las bocinas sonando fuera de mi ventana.
Inhalé profundamente, sin oler los gases de escape de los coches ni la
contaminación ni a alguien quemando algo en la estufa de al lado. Claro
que había un olor a humedad en la cabaña, pero prefería eso a todos los
olores contaminados a los que estaba acostumbrada en casa.
Me eché hacia atrás y cerré los ojos, pensando por centésima vez desde que
llegué ayer que quería vivir aquí, simplemente esconderme en lo más
profundo, lejos de todo el mundo, y fingir que no existía nada más.
Capítulo 5
MARCELLA
Rasguño-rasguño-rasguño. Rasguño-rasguño-rasguño.
Me subí el saco de dormir hasta la barbilla mientras miraba con los ojos
muy abiertos la ventana del dormitorio. Llevaba diez minutos escuchando
ese sonido.
Había algo fuera de la cabaña, algo grande que caminaba por el perímetro,
con sus uñas arañando el paseo marítimo.
Mi mente decía que lo más probable era que fuera un oso, del que sabía que
había muchos en esta parte del mundo antes de hacer el viaje. Pero una
parte de mí había sido claramente ingenua al pensar que nunca me cruzaría
con uno.
Las pisadas eran fuertes y se detenían de forma intermitente, como si el
animal estuviera comprobando algo antes de reanudar la marcha. Y
entonces lo oí acercarse.
Rasguño-rasguño-rasguño. Rasguño-rasguño-rasguño.
Me puse de rodillas para salir del saco de dormir. Había comprado un spray
repelente de osos en la ciudad, sin estar segura de que funcionara, pero
estaba tan cansada cuando me acosté anoche que me olvidé por completo de
agarrarlo y mantenerlo cerca.
Ningún vídeo de los que había visto en Internet sobre cómo tomar
precauciones y estar a salvo en este viaje podía prepararme para vivirlo.
Y entonces se acercó el thump-thump, thump-thump de sus pasos antes de
que una enorme sombra pasará por la ventana del dormitorio.
Oh, mierda. Oh, mierda. Ohmierdamierdamierda.
Contuve la respiración, subí el saco de dormir para que me cubriera por
completo la cara y solo se me vieran los ojos, y miré por la ventana del
dormitorio.
Ese cristal no impediría que nada entrara, especialmente un enorme oso de
Alaska. ¿Podría oír mi corazón acelerado? Dios, ¿los depredadores no
podían oler el miedo de sus presas?
Apreté los ojos mientras oía a la gran bestia justo afuera de la ventana, pero
sin acercarse lo suficiente como para poder distinguir algo. Estaba
demasiado oscuro, las sombras eran demasiado densas.
Sabía que dormir no era definitivamente una opción esta noche.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Estaba de mal humor y me sentía como una mierda cuando salí del
dormitorio y me dirigí a la cocina.
El interior estaba muy frío, con la escarcha de la madrugada cubriendo el
exterior de las ventanas. La noche anterior había sido un fracaso épico de
ensayo y error para encender la estufa de leña; pero después de demasiados
intentos, finalmente conseguí que funcionara.
Tome unos cuantos trozos de madera cortada y me puse a trabajar,
encendiendo otro fuego para calentar el lugar. Una vez encendido, me senté
frente a él y me envolví en el saco de dormir.
Me estaba replanteando seriamente todo este viaje. Después del incidente
con el oso de la noche anterior, me di cuenta de que tal vez había tomado
una decisión precipitada con respecto a venir aquí sin pensarlo bien.
No tenía forma de comunicarme con nadie si necesitaba ayuda, y nadie
sabría si me pasaba algo hasta que Harmond viniera a recogerme.
Pero a pesar de la preocupación por todo eso, del miedo que sentí anoche y
de las reservas sobre lo que realmente había pensado al venir aquí, estaba
decidida a hacer de ésta la mejor experiencia posible.
Una vez que me calenté, preparé una jarra de café en la estufa y me senté de
nuevo frente al fuego, sosteniendo la taza de aluminio moteada en blanco y
negro entre mis manos.
Volver a dormirme después de oír al oso afuera había sido imposible. De
hecho, ahora mismo tenía serias dudas de poner un pie afuera aunque fuera
de día y estaba bastante segura de que ya estaría dormido.
Pero no podía quedarme en la cabaña todo el viaje, y no quería ser una
prisionera mientras estuviera aquí, así que terminé mi café y tomé un
desayuno rápido. Me vestí, me puse el chaquetón rojo con capucha y abrí la
puerta de la casa con dudas.
Asomé la cabeza pero no vi nada destruido, y cuando el silencio me saludó,
me sentí un poco más valiente y salí.
Como todavía era temprano, la temperatura era bastante fresca, y me subí la
cremallera de la chaqueta y me metí las manos en los bolsillos, saliendo de
la terraza y doblando la esquina de la casa.
Una vez más, me detuve y escuché, pero no oí nada, así que di el par de
pasos que se requerían para llegar al muelle y me dirigí hacia la plataforma.
Lentamente.
Al mirar a la vuelta de la esquina, donde estaba la ventana del dormitorio y
donde oí al oso más activo, una parte de mí esperaba ver ahí una gran bestia
peluda, pero estaba vacía.
Exhalé con alivio, pero sentí que mis cejas se fruncían un poco al aumentar
mi confusión. Me acerqué a la ventana, me agaché, extendí la mano y dejé
que mis dedos recorrieran los profundos surcos que estaban grabados en la
madera.
Eran grandes, profundos y solo algo con garras afiladas podía crear.
Me recorrió un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura, y
me puse de pie, manteniendo la cabaña a mi espalda mientras miraba hacia
el bosque.
Estaba a punto de volver a entrar cuando vi un sendero que ciertamente no
estaba hecho por el hombre. Aplanaba el follaje, como si algo enorme lo
hubiera pisoteado.
Dios, esta era una idea horrible.
Sí, de ninguna manera iba a explorar hoy.
Me mantuve cerca de la cabaña, aventurándome solo hasta la orilla de
enfrente. Y a medida que avanzaba el día y no había señales de ningún oso,
me sentía más tranquila.
Caminé a lo largo de la orilla, vi focas en la distancia mientras levantaban la
cabeza antes de volver a bajar.
Me mantuve cerca de la cabaña mientras observaba toda la fauna y la flora.
Había muchos tipos de setas y hongos, y yo había sido tan estúpida como
para tocar una, lo que hizo que me ardieran los dedos después.
Nota para mí, no tocar nada.
Vi mejillones esparcidos por la orilla del agua, con sus conchas negras
brillantes y agrupadas en racimos.
Cuando terminé de explorar, me senté frente a la hoguera y leí un rato.
Cuanto más tarde se hacía, más frío era el aire, así que me abroché la
chaqueta y me acurruque un poco más, sin estar preparada para entrar y dar
por terminada la noche.
Me quedé mirando el horizonte, observando cómo se ponía el sol y el cielo
se tornaba en bonitos tonos azules y naranjas, rosas y amarillos.
Solo me quedé afuera el tiempo suficiente para que el sol casi desapareciera
en la distancia antes de levantarme y entrar finalmente. Aunque me sentía
bastante cómoda y segura a medida que avanzaba el día, lo último que
quería era estar fuera al anochecer.
Y cuanto más tarde se hacía, más aumentaba mi ansiedad. Me acordé del
oso de la ventana. Y debido a mis nervios, me terminé la mitad de una
botella de vino. ¿Y qué sabes? La ansiedad se desvaneció.
Me preparé la cena, me acomodé en la pequeña silla del comedor y utilicé
la radio a pilas que había traído para escuchar algo de música. Pensé que
podría utilizarla y no gastar la batería del móvil, aunque no tuviera señal.
Tenía un par de linternas encendidas, una sobre la mesa y otra junto al sofá.
Había mucha luz, ya que la cabaña era pequeña.
Estaba en medio de mi libro; la escena se puso especialmente picante
cuando oí lo que claramente eran dos animales peleando justo afuera de la
cabaña.
Conociendo lo suficiente la naturaleza por haber acampado con mi abuela,
supe que eran dos mapaches. Esos malditos asilvestrados y locos podían
llegar a pelearse por una migaja de comida.
Solo se pelearon durante un par de segundos más y, cuando se hizo el
silencio, volví a mi libro.
Los oí correr por el muelle que rodeaba la casa, con sus pequeñas uñas
raspando los tablones de madera.
Pude oír cómo se adentraban en el bosque y cómo el follaje se alteraba en
su prisa por escapar. Me recosté en la silla para terminar de comer cuando
sentí que se me erizaban los pelos de la nuca.
Como si mi cuerpo funcionara automáticamente, levanté la mano y me froté
la nuca, buscando a mí alrededor la fuente que me tenía tan inquieta de
repente.
Pero estaba sola en la cabaña. Y cuanto más tiempo pasaba ahí sentada, con
los músculos tensos, más me daba cuenta de que estaba dejando que todo
me afectara. Me estaba aterrorizando por nada.
Claro, anoche había habido un oso enorme fuera de la cabaña, pero no era
inusual. Lo esperaba cuando llegué a Alaska. Solo que no podía deshacerme
de esta extraña sensación de que había algo... más.
Y no sabía qué era exactamente.
Terminé de comer y leí otro capítulo de mi libro, y luego me preparé para ir
a la cama.
Me había bañado y lavado el pelo antes de salir de Ketchikan, pero mañana
me atrevería con la ducha al aire libre, y quizá también con el bote para ir a
la otra isla.
Cuando me acomodé en la litera de abajo, me subí el saco de dormir hasta
la barbilla y me quedé mirando el marco de madera de la litera de arriba.
No creía que fuera capaz de conciliar el sueño a pesar de estar agotada.
Lo único en lo que podía pensar era en el oso que estaba afuera de la cabaña
y en su regreso.
Volviendo a concentrarme en aquella ventana solitaria, sentí que mi cuerpo
se relajaba por sí solo cuanto más se prolongaba el silencio. Tal vez el
sueño no sería tan esquivo esta noche.
Beber ese vino no fue tan mala idea después de todo.
Capítulo 6
WOLF
Podía olerla. Tan dulce. Tan mía.
Podía oír su respiración, uniforme y lenta. Estaba profundamente dormida.
Y por eso me acerqué, por eso irrumpí.
Aunque me importaba poco si mi hembra sabía lo que estaba haciendo, no
quería asustarla. Si me viera, se aterrorizaría.
Huiría de mí.
Y por mucho que quisiera que lo hiciera, por mucho que quisiera
perseguirla, inmovilizarla en el suelo del bosque y cazar entre sus muslos
como la puta bestia asquerosa que era, quería que se corriera porque sabía
lo mucho que me excitaba y estaba desesperada por complacerme.
Romper la cerradura de la puerta fue fácil, tan fácil como romper los huesos
de un conejo que pretendía comer. Los artilugios humanos no eran más que
herramientas endebles que creían que podían alejar las pesadillas.
Mi cuerpo era demasiado grande y ancho para despejar la entrada, y tuve
que girar y desplazar los hombros para poder despejarla.
La cabaña olía a antiguo y a almizcle, a machos humanos que habían
entrado y salido de este lugar. Gruñí al pensar en mi hembra cerca de otro
macho. Les arrancaría la garganta por pensar en ella.
Pero debajo de ese viejo hedor estaba el dulce aroma de ella.
Inhalé profundamente, sintiendo que el deseo se instalaba en mi polla, y que
la pesada longitud se endurecía. Seguí su aroma y entré en el pequeño
recinto donde dormía profundamente. Y durante largos momentos me limité
a observarla, con la boca deseando probarla, con la saliva goteando de mis
colmillos y mi mandíbula porque ella me hacía pasar hambre.
Miré alrededor de la pequeña habitación y me fijé en una gran bolsa en el
suelo. Me dirigí hacia ella, el pesado golpe de mis pies y el raspado de mis
garras en el suelo de madera fueron lo suficientemente fuertes como para
esperar que ella se despertara. Pero mi hembra seguía durmiendo.
Me puse en cuclillas y enrosque la punta de una garra negra alrededor del
pequeño gancho de metal que la mantenía sellada, tirando de ella para
revelar su contenido. Metí la mano en el interior y tomé el primer objeto
que toqué, un trozo de tela suave que olía tentadoramente a mi hembra.
Girando lentamente la cabeza hacia donde ella dormía, me lo llevé al hocico
e inhalé profundamente, el aroma de su coño se percibía en el algodón.
Sentí que mi polla se ponía completamente erecta, con una gota de semilla
en la punta.
Cuando me puse de pie, seguía sosteniendo el trozo de tela, imaginando que
el material ahuecaba su coño.
Se me hizo agua la boca y me acerqué a ella, apretando más mi pata
alrededor del material durante un segundo antes de dejarlo caer al suelo.
Vi la misma pieza metálica que colgaba de su cubierta y estiré la mano para
bajarla, como había hecho con la bolsa.
El zzz de las dos mitades del material deshaciéndose hizo que el depredador
que había en mí se pusiera más ansioso. Y cuando le quité la parte superior,
me regaló la vista de su exuberante cuerpo.
—Mmmm. — gruñí, sin importarme lo fuerte que fuera.
Estaba cubierta desde los tobillos hasta el pecho, pero aún podía distinguir
su cuerpo curvilíneo mientras su ropa se ajustaba a toda esa perfección
femenina.
Sus muslos eran bonitos y gruesos, y todo lo que pude hacer fue imaginar
que la hembra que era mía necesitaría carne en sus huesos para soportar la
follada primitiva que le daría. No podía tener una compañera que fuera toda
piel y huesos, no con lo grande y fuerte que era yo. La partiría por la mitad.
Su vientre estaba lleno y redondeado, sus caderas anchas, de modo que lo
único que podía imaginar era agarrarlas mientras la obligaba a tomar mi
polla demasiado gigantesca.
Mi polla estaba dura, el grueso nudo en el centro crecía mientras imaginaba
todas las cosas sucias que le haría una vez que la tuviera en mi guarida.
Agarrando mi polla, apreté mi agarre alrededor de esa circunferencia
hinchada. El nudo era una parte primaria de mi anatomía que se atascara
dentro de ella para que pudiera bombear mi semen. Me aseguraría de no
desperdiciar ninguna gota.
No pude evitar imaginar su pequeño cuerpo debajo del mío mientras
entraba y salía antes de sentir cómo sus paredes se cerraban en torno a mí
cuando ella se liberaba. Era mucho más pequeña que yo, como un pajarito.
Gemí ante la visión que mi mente evocaba de su coño apretándose. Eso era
lo que me llevaría al límite y a mi propio éxtasis carnal.
Bombeé mi pata más rápido y con más fuerza. Cada músculo de mi cuerpo
estaba tenso, y tenía que abrir ligeramente la boca para obtener suficiente
oxígeno.
Contener mi gruñido de placer era una tortura, y por mucho que quisiera
que estuviera despierta para que me viera dándome placer delante de ella,
masturbarme al verla dormir era una excitación que no me iba a negar.
Mis grandes y peludas pelotas se tensaron con mi inminente orgasmo, y
mantuve la parte superior de mi cuerpo encorvada mientras agarraba el
marco de madera por encima de mí con la otra mano. Mis garras se
clavaron en la madera y siseé a través de mis colmillos.
El slap, slap, slap de mi pata moviéndose rápidamente sobre mi eje
acanalado era obscenamente ruidoso, lo que solo alimentó mi necesidad de
correrme aún más.
Y cuando exhaló suavemente y volvió su cara hacia mí, no pude contener
mi ronroneo de placer.
Sentí que las crestas que bordeaban mi polla se volvían más pronunciadas a
medida que aumentaba mi placer. Sentí que la corona se hinchaba y miré
hacia abajo para ver cómo una gruesa y blanca gota de semen se derramaba
por la hendidura de la punta.
Al volver a concentrarme, bajar la mirada a sus amplias tetas y ver cómo
sus pezones se clavaban en el material, me llevó al límite. Me corrí,
sintiendo cómo un chorro tras otro de semilla blanca, lechosa salía de mi
polla y cubría sus pechos cubiertos de algodón. Coloqué mi polla para
poder marcar su vientre lleno y sus gruesos muslos, necesitando que
estuviera cubierta por mi semen para que solo oliera a mí.
Un gruñido retumbó en mí. Fue bajo y profundo, pero no tan fuerte como
para que se despertara. Clavé mis garras aún más en la barandilla de su
plataforma de descanso, raspando lentamente para dejar profundos surcos.
El placer era infinito, pero no se trataba de correrse, aunque se sintiera
increíble. Se trataba de marcar a la hembra que había considerado mía.
Se trataba de hacer que oliera como yo, para que todos los demás
depredadores supieran que la había tomado y que si se acercaban a ella, les
arrancaría la garganta.
Apreté mi pata alrededor de la corona de mi polla, expulsando otra gota de
semilla y colocándome de forma que una gruesa línea de semen saliera de la
punta y cubriera su boca. Por un segundo, esa única cuerda de semen nos
conectó.
Era perfecta con mi semilla pintándola, y aún más bonita cuando extendí mi
enorme pata y le pasé un dedo por la boca, untándola en sus labios
carnosos.
Me incliné hacia ella, su cuerpo curvilíneo era mucho más pequeño que mi
forma bestial. Era tan suave, toda ella de piel lisa y ondas oscuras
extendidas a su alrededor.
Su aliento se movía por la piel de mi cuello, oliendo a bayas fermentadas.
Se me hizo agua la boca por ver si su sabor era tan dulce.
Pasé la punta de mi hocico por su mejilla, perfumándola, y mi polla se
endureció de nuevo. Tan perfecta.
No me negué a mí mismo mientras dejaba que mi lengua se moviera por el
lado de su cara, saboreando a mi pequeña hembra humana.
No había que esperar más. Era el momento de hacerla mía por fin.
Capítulo 7
MARCELLA
Demasiado vino.
Ese fue el primer pensamiento en mi cabeza cuando me desperté y emití un
gemido de aturdimiento, con un latido ya presente detrás de mis ojos. De
hecho, eso fue lo que me despertó.
Me di la vuelta y me acurruqué aún más bajo el saco de dormir, con el frío
de la madrugada en el aire como un mordisco a mi piel expuesta.
Pero al moverme, la ropa me tiraba de la piel y me arañaba incómodamente.
Y luego estaba la opresión alrededor de mi boca, como si algo se hubiera
secado en ella.
Sentí que mis cejas bajaban confundidas mientras abría la cremallera del
saco de dormir y retiraba la parte superior, mirando mi cuerpo.
Al principio no vi nada, pero al inspeccionar más de cerca pude ver que
partes de mi camisa y mi pantalón térmico tenían algún tipo de sustancia
seca. Estiré la mano y la tome, el material estaba rígido.
Me pasé los dedos por la boca, sintiendo que alguna sustancia los cubría.
— ¿Qué demonios?— Pasé mi uña sobre un punto en mi camiseta térmica,
la punta raspando lo que sea que se había secado en mí. — ¿Qué es eso?—
Lo que sea que fuera esta mierda tenía un olor distintivo. No era
desagradable, solo... extraño.
Después de levantarme, desafié el frío exterior para ir al baño.
Probablemente habría batido el récord mundial de aguantar la respiración
antes de entrar en ese retrete.
Una vez adentro, calenté agua y me di un baño rápido. Pero llamarlo baño
fue muy generoso, ya que solo me limpié las partes importantes y cualquier
parte de mi cuerpo donde esa cosa rara había estado en mi ropa y se había
filtrado.
Una vez vestida, lavé los pantalones térmicos y los dejé secar al aire libre
en la barandilla de la cubierta.
Todavía me dolía un poco la cabeza por la media botella de vino que había
bebido anoche, pero a pesar de la mínima resaca, probablemente había
dormido la mejor noche que había tenido en bastante tiempo.
No había oído a ninguna criatura en el exterior, o había estado demasiado
ida para oírlas. Pero hoy me sentía más optimista y valiente, y decidí que
dejaría el viaje a la isla de enfrente para mañana.
Hoy iba a explorar los senderos que había detrás de la cabaña.
Después de desayunar, recogí mi equipo, me puse un par de pantalones
largos y algo de ropa térmica debajo, y me até las botas de montaña. Luego
me puse mi chaquetón rojo con capucha.
Incluso encontré una pequeña cesta en el armario, y la utilicé para recoger
algunas flores para que se secaran y poder llevarlas a casa. Y entonces me
puse en marcha, rodeando la parte trasera de la cabaña y dirigiéndome al
primer sendero.
Durante la primera hora, me quedé lo suficientemente cerca de la cabaña
como para poder verla. Llevé mi cuaderno de dibujo y garabateé parte de la
flora natural que encontré. Las setas, las bayas silvestres, las flores
silvestres en todos sus vibrantes colores.
Incluso encontré un arbusto de frambuesas negras que pude merendar
mientras dibujaba.
Tuve que quitarme el abrigo, ya que todo el paseo me había hecho sudar, y
finalmente volví a la cabaña para comer algo antes de adentrarme de nuevo
en el bosque y tomar el segundo sendero que había visto.
Éste era un poco rocoso y con una fuerte pendiente, pero me llevó a un
precioso arroyo. Pasé un buen rato ahí, continuando con los bocetos e
incluso dando de comer migas de mi muffin a una ardilla que fue lo
suficientemente valiente como para acercarse a mí.
Había estado fuera la mayor parte del día y perdido la noción del tiempo, y
antes de darme cuenta, estaba bastante lejos de la cabaña y el sol se estaba
poniendo.
La temperatura había bajado considerablemente, así que me abroché el
abrigo y me puse la capucha mientras sostenía la cesta. Recogí más
frambuesas negras silvestres y decidí que las comería con la cena de esta
noche.
Cuando empecé a regresar, me di cuenta de que me había alejado más de lo
que pretendía. Aunque todavía estaba en el camino, ya no podía ver la
cabaña.
Miré al cielo, la luz del sol menguante se asomaba entre las copas de los
árboles, arrojando fragmentos de luz.
Todo se había secado a causa de la lluvia, y podía oír el piar de los pájaros
en lo alto y la pequeña fauna que correteaba a mí alrededor.
Miré al suelo para ver por dónde iba. Las rocas, piedras y escombros
estaban esparcidos por el sendero claramente inutilizado.
Y entonces sentí una tensión en la nuca, una sensación de pinchazo que me
hizo levantar la mano y frotarme la nuca.
Me detuve y miré a mi alrededor, sin saber lo que sentía, pero sabiendo que
había algo ahí afuera. Pero no había nada. A pesar de ello, seguía sintiendo
esa inquietud de no estar sola.
Mi corazón se aceleraba, mi cuerpo sabía algo que yo no sabía, esa parte
instintiva de supervivencia me instaba a moverme más rápido.
Así que aceleré el paso, sintiéndome como si me estuvieran observando.
Una rama se rompió en la distancia, una bandada de pájaros se dispersó por
encima. Ahora jadeo, corriendo, y mi prisa me hace tropezar varias veces.
La sensación de pesadez alrededor de mi cuerpo aumentó, y cuando miré
por encima del hombro, esperando ver que algo me seguía, mi pie se
enganchó en una raíz expuesta, haciéndome caer.
Caí sobre las manos y las rodillas, la pequeña cesta se me cayó de las
manos y mi cuaderno de dibujo y las bayas se esparcieron por todas partes.
Solté un grito de dolor cuando las piedras se me clavaron en las palmas de
las manos, pero aparté el malestar y me levanté de nuevo, corriendo.
El sol se estaba poniendo rápidamente y el cielo estaba cubierto por el
crepúsculo. Como estaba en el bosque, todo parecía más ominoso, más
sombrío.
Estúpida. Estúpida. Estúpida.
Debería haber prestado más atención, especialmente con la actividad de los
osos de la otra noche. Solo me centré en volver a la cabaña, sin
preocuparme de la cesta o de las bayas o incluso de mi cuaderno de dibujo
que ahora quedaba atrás.
Y entonces lo oí... algo que se movía hacia mí. Aceleraba su paso, las ramas
se rompían bajo sus pesadas pisadas.
Lo que fuera era enorme, y todo lo que pude ver fue un enorme oso negro
cargando hacia mí, hambriento y listo para destrozarme. Involuntariamente,
lancé un grito de sorpresa y oí que la criatura se movía aún más rápido.
Estaba llorando y mi visión se volvía borrosa.
Y entonces resopló, emitió un sonido profundo y retumbante que estaba
demasiado cerca.
Grité cuando sentí que algo se extendía y me tocaba el pelo. De ninguna
manera iba a frenar o mirar detrás de mí. A la mierda.
—Correr solo me excita. — le oí susurrar.
Sentí que mis ojos se abrían de par en par. Dios, no era un animal. Era un
hombre. Me estaba acechando, persiguiéndome.
Y cuando sentí que algo patinaba a lo largo de mi espalda, volví a gritar y
caí con fuerza, mi tobillo se torció, mi cuerpo cayó a un lado y a la derecha
por un pequeño desnivel. Levanté los brazos para protegerme del impacto
mientras rodaba.
Cuando aterricé en el fondo, una respiración agitada me abandonó. Estaba
mareada, con el cuerpo dolorido por la caída, y por un momento no pude
moverme mientras jadeaba. Pero entonces oí el chasquido de unas ramitas
demasiado cerca para mi comodidad y me obligué a rodar sobre mi espalda
y me impulsé hacia arriba.
Y entonces vi lo que estaba a varios metros de mí. Caminé hacia atrás
mientras la criatura se acercaba. Aquello no era un hombre. Aquello ni
siquiera era humano. ¿Cómo hablaba, entonces?
Me ardían los pulmones al hiperventilar.
La criatura tenía aspecto de lobo, pero... no. Era un monstruoso híbrido
animal/humano sacado de mis malditas pesadillas.
Se acercó, con el cuerpo encorvado mientras caminaba a cuatro patas.
Cuando el grueso tronco de un árbol me impidió retroceder, quise gritar,
defenderme. Pero estaba aterrorizada, incapaz de moverme, con ese frío
pavor que me invadía.
Cuando estuvo a unos metros de mí se detuvo, las sombras del anochecer
cubrían demasiado a esta bestia. Pude distinguir su enorme cuerpo y su
cabeza inhumana. Pude ver una cara más larga y un hocico, dientes afilados
y un pelaje que cubría todo su cuerpo.
Y entonces la cosa se levantó lentamente para ponerse de pie sobre dos
patas traseras, con las pantorrillas inclinadas como las de un lobo, de modo
que parecían dobladas.
Se acercó, y el suelo vibró por la fuerza de sus pasos. Debía medir por lo
menos dos metros, estaba completamente cubierto de pelo, tenía unos
brazos enormes y abultados, unas manos que parecían más bien garras y
que tenían la punta negra. Tenía una cola gruesa y peluda que se movía de
un lado a otro, como la de un depredador a punto de saltar.
Dios... la cosa estaba desnuda, excitada y lo que colgaba entre sus piernas
era enorme.
—No. — susurré y negué, extendiendo las manos como si eso fuera a
alejarla.
Seguí mi mirada por su pecho abultado y su cara de lobo.
Santa mierda.
Aunque parecía un lobo… hombre lobo, mi mente susurró que tenía una
inteligencia muy clara detrás de sus ojos oscuros mientras me observaba.
—Oh, Dios. Por favor. Por favor, no me hagas daño —mi voz era un
susurro. Ni siquiera estaba segura de haber pronunciado las palabras en voz
alta—. ¿Qu-qué eres?— estaba tan cerca ahora que todo lo que olía era este
aroma salvaje que se aferraba a él.
Aquí estaba esta criatura primitiva acercándose a mí, respirando sobre mí...
negándose a darme espacio. Iba a comerme. Estaba segura de ello. ¿Por qué
otra razón estaría aquí? ¿Qué otro propósito tendría eso para mí?
No es eso. Él. Esta criatura era claramente masculina dado lo que estaba
trabajando.
—Soy quien te va a hacer mía. —
Sacudí la cabeza y arremetí contra él, rastrillando mis uñas a lo largo de su
pecho, sintiendo un músculo duro y definido debajo. Fue rápido cuando
sacó su pata y la enroscó alrededor de mi muñeca, mi palma y mis dedos
tan pequeños comparados con los suyos.
Sentí que mi instinto de supervivencia aumentaba cuando empecé a gritar y
a dar patadas, pero estaba segura de que yo era como un mosquito molesto
comparado con él.
Y cuando me soltó la muñeca para agarrar mi tobillo, impidiendo que mi
pie conectara con la enorme cosa que tenía entre las piernas, volví a gritar.
Pero esta vez fue de miedo. Un miedo escalofriante.
Se levantó y empezó a arrastrarme como si fuera un maldito saco de papas.
Retorcí mi cuerpo, arañando el suelo, con la tierra clavada bajo mis uñas.
Las lágrimas me nublaban la vista, y entonces el mundo giró cuando me
levantó y me echó al hombro.
Por un segundo, me quedé sin aliento cuando mi estómago se conectó con
su hombro, y me quedé ahí flotando por sus movimientos.
Y entonces tomó velocidad, corriendo, por lo que me obligó a agarrarme al
largo y oscuro pelaje que lo cubría y aferrada, sollozando
incontroladamente.
—No te preocupes, hembra. Pronto te haré llorar por una razón muy
diferente. —
Capítulo 8
MARCELLA
Cuando la conciencia volvió lentamente a mí, me di cuenta al instante de
que no estaba sola. No abrí los ojos, solo seguí haciéndome la dormida
porque todo volvía de golpe, permitiéndome revivir una pesadilla.
Estar en el bosque. Sentir que no estaba sola. Luego ser perseguida por esa-
esa-cosa.
Reprimí mi escalofrío de miedo cuando la imagen de la criatura se clavó en
mi mente. Era un monstruo literal, y lo único que podía pensar era que solo
me quería para comer.
Cómo deseaba que lo que me había perseguido fuera un oso, porque eso era
menos aterrador que la criatura que me había llevado.
Podía oírlo cerca, y el propio suelo debajo de mí vibraba ligeramente cada
vez que daba un paso. Intenté fijarme en lo que me rodeaba mientras
permanecía absolutamente inmóvil. Lo último que quería era que la bestia
supiera que estaba despierta.
Lo que tenía encima era suave, pero podía sentir cosas que me arañaban la
piel. La manta -supongo que eso es lo que era- que me cubría olía de forma
extraña y era pesada y cálida, sintiéndose casi como terciopelo contra mi
piel.
Me di cuenta de que, aunque seguía vestida, ya no llevaba las botas ni la
chaqueta.
El pesado sonido de arrastre se hizo más fuerte... más cercano, e
involuntariamente me tensé. Traté de fingir que dormía, pero no había
forma de evitar el terror que sentía, y que se reflejaba en el exterior.
Y entonces llegó el resoplido. Resoplido. Sentía como si el aire caliente se
moviera a lo largo de mi brazo.
El monstruo inhaló profundamente mientras arrastraba ese inhumano
hocico peludo a lo largo de mi extremidad y hasta mi garganta.
Apreté los ojos con fuerza y no pude contener el gemido que me salió
cuando sentí la sensación cálida y húmeda de lo que supuse que era su
lengua lamiéndome el cuello.
—Despierta. — dijo la criatura en un tono áspero que era más profundo y
aterrador que todo lo que había escuchado. —No tienes que abrir los ojos
para que disfrute de esto. —
Gemí y traté de alejarme sutilmente, pero un gruñido bajo retumbó y se
apoderó de mi brazo. El tacto de la bestia no era doloroso, pero ciertamente
era uno que me decía que no me alejaría.
Me lamió el cuello y luego se pasó la nariz, que -por Dios, estaba húmeda-,
por el lugar que acababa de lamer. Me estremecí y él tarareó, pues estaba
claro que le gustaba esa reacción mía.
Apreté las muelas traseras cuando deslizó su enorme mano-pata, Dios, lo
que fuera que tuviera, por mi brazo. Cuando se acercó, pude sentir el pelaje
que cubría todo su cuerpo.
La cosa era enorme, y utilizó su agarre para empujarme hacia ella. Sentí que
las lágrimas resbalaban por mis mejillas y finalmente abrí los ojos.
Su olor era fuerte, una mezcla de pino, tierra salvaje, almizcle y algo casi
familiar.
—Mantener los ojos cerrados no cambiará el hecho de que estás aquí
conmigo y eres mía. —
Podía oír su voz justo al lado de mi oído, sentía la profunda vibración
instalándose en cada parte de mí.
Entonces me di cuenta de qué era ese olor tan familiar. Había estado en mi
habitación. Jadeé, la sorpresa me invadió. Esa cosa me había estado
acechando y me había observado mientras dormía.
—Esto no es un sueño, pequeña, así que puedes abrir los ojos y ver tu
destino. —
No obedecí de inmediato. Solo mantuve los ojos cerrados y deseé que todo
esto desapareciera, me dije que esto era un mal sueño y que me despertaría
y volvería a la cabaña.
Pero la forma en que recorría su gran pata peluda por mi brazo y el suave
roce de sus garras sobre mi piel expuesta me impedían concentrarme en otra
cosa.
Repetí la imagen una y otra vez. No era un humano el que estaba detrás de
mí. No sabía qué era.
Abrí lentamente los ojos para poder comprender la realidad en la que me
encontraba. Aunque la criatura estaba detrás de mí y no podía verme la
cara, sobre todo con toda la oscuridad y las sombras, ronroneaba como si
estuviera satisfecha de que la hubiera escuchado.
Quise mandarlo a la mierda, pero cuando deslizó su pata sobre mi cadera y
la colocó sobre mi vientre, su palma era tan enorme que abarcaba todo mi
abdomen.
Me entraron ganas de volver a cerrar los ojos y bloquear todo aquello, pero
cuando me empujó hacia su enorme cuerpo, me quedé con la boca abierta al
sentir que algo duro, largo y enorme me presionaba la espalda.
Hice un sonido de sorpresa y traté de apartarme, pero su garra seguía
presionando mi vientre, manteniéndome en su sitio sin ningún esfuerzo.
—Cállate, mi pequeña hembra. No tengo intención de usar esto... — hizo
rodar sus caderas hacia delante, clavando lo que era claramente una enorme
erección contra mi cuerpo— En ti hasta que me lo ruegues. —
Negué, mordiéndome la lengua porque quería gritar que nunca lo querría ni
eso.
Y entonces enroscó su gran pata alrededor de la carne de mi vientre,
apretándola y dejando escapar lo que solo podría llamarse un ronroneo.
Se desplazó hasta mi cadera, haciendo lo mismo con la carne ahí antes de
soltarla y deslizarse hasta mi muslo. La criatura enroscó la palma de su
mano alrededor de la parte superior de mi pierna, dándole un pequeño
meneo antes de gruñir por lo bajo.
—Tu cuerpo es perfecto. —
Se me secó la boca y sentí que algo se movía en mi interior. No podría
describirlo, pero oírlo alabar mi forma con esa voz totalmente inhumana me
hizo sentir calor y cosquilleo en lugares que no tenían por qué sentirse así.
Estaba en ese extraño estado mental de procesar sus palabras cuando, de
repente, su gran pata me cubrió el pecho. Chillé cuando me apretó el
montículo al mismo tiempo que me empujaba, clavándome la barra de
acero en la espalda y arrancándome un grito ahogado.
— ¿Te gusta la sensación de tu compañero?—
El corazón me martilleaba en el pecho. ¿Compañero? ¿La mierda?
Fue puro instinto lo que me llevó a golpear su peluda pata con la suficiente
fuerza como para sentir que todo su cuerpo se tensaba. Me di cuenta de que
tal vez me había equivocado.
Antes de darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, me encontraba de
espaldas con esta bestia cerniéndose sobre mí. Ya sabía y sentía lo enorme
que era antes, pero tenerlo encima de mí así me hacía sentir minúscula.
Me encogí ante su cara de lobo cuando vi las filas de dientes afilados en su
boca.
— ¿Qué eres?— susurré, horrorizada.
—Soy tuyo. — dijo con rotundidad. —Eres mi hembra y yo soy tu macho.
—
Sacudí la cabeza, negando lo que había dicho.
Colocó sus manos a ambos lados de mi cuerpo, aprisionandome con toda
esa musculatura, pelaje y su apariencia poco mundana.
Era difícil distinguir los detalles de su aspecto porque la cueva, en la que
supuse que estábamos, estaba muy oscura. Pero cuando levantó un brazo,
me estremecí.
Con los ojos cerrados y la cabeza girada, esperaba un golpe. Cuando no
llegó nada, abrí lentamente los ojos y miré tímidamente hacia atrás para
verlo mirándome fijamente, pero no pude leer sus motivos.
Miró entre mí y su pata levantada y luego volvió a mirarme. Podía imaginar
sus cejas, si es que las tenía, bajando en aparente confusión.
— ¿Qué es esto?— exclamó, y luego bajó lentamente la mano a su costado.
— ¿Crees que te haría daño?— Su tono me hizo retroceder porque era tan...
suave, si es que esa era una palabra que podía usar para describirlo. —
¿Crees que alguna vez haría daño a mi compañera?— Sonaba casi atónito.
Ahí estaba esa palabra... compañera. Me di cuenta por su tono que
significaba mucho.
Oh, Dios. Esta bestia me ha tomado porque me ve como qué, ¿su novia?
¿Su esposa? ¿Su juguete para follar?
Cuando no respondí, se inclinó hacia atrás y su mirada casi se suavizó. Hizo
que mis defensas bajaran solo un poco.
—No soy tuya. — susurré.
La sonrisa que me dedicó fue lenta y casi siniestra. No tenía labios, no tenía
una boca como la de un humano. Pero el destello de sus dientes me hizo
quedarme lo más quieta posible. Solo podía pensar en no hacer ningún
movimiento brusco.
—Oh, pequeña, eres mía. Y... — se inclinó hacia mí y volví a oler ese
aroma almizclado a lobo que me hacía sentir todo tipo de cosas —No tienes
nada que temer de mí porque mataría a cualquiera que se le ocurriera
hacerte daño. —
Bajé lentamente los brazos pero los mantuve apretados contra mi pecho,
aterrorizada por lo que esta criatura pudiera hacer, aunque estaba muy claro
que no me haría daño.
Por un momento me quedé tumbada mientras él seguía cerniéndose sobre
mí, su cuerpo era tan grande que no podía evitar sentirme como una
muñequita debajo de él.
Mis ojos se habían adaptado a la oscuridad y podía ver una pequeña luz de
fuego parpadeante alrededor de su forma.
— ¿Qué eres? ¿Qué quieres de mí?— no esperaba que respondiera, pero
tenía que preguntar. Quería fingir que estaba soñando, metida en una
pesadilla en la que esta gran criatura pecadora salía de las profundidades del
bosque y me arrebataba.
Ladeó su enorme cabeza y sus orejas se agitaron. La criatura no tenía
dientes perfectos, sino unos afilados que imaginé que necesitaba para
desgarrar la carne de su presa. Un pelaje oscuro lo cubría por completo.
Tenía un hocico largo, orejas puntiagudas y ojos negros grandes y redondos.
Sus hombros eran imposiblemente anchos, sus brazos musculosos,
abultados y más gruesos que mis muslos.
Me negué a mirar más abajo de su definido abdomen, pero no tuve que
notar que lo que lucía abajo era enorme y muy duro. Levanté la mirada
hacia su rostro para ver que me miraba casi inquisitivamente, como si
tuviera tanta curiosidad por mí como yo por él.
— ¿Qué eres?— susurré, preguntando de nuevo porque no había
respondido. Pasó un segundo prolongado antes de que exhalara un suspiro.
—Wolf— fue todo lo que dijo.
Me impulsé y retrocedí hasta que la pared rocosa me impidió avanzar.
Después de subir las piernas hasta el pecho y rodear las rodillas con los
brazos, me quedé mirándolo, intentando hacerme lo más pequeña posible.
Todo lo que pensaba era: no hagas movimientos bruscos, no lo hagas
enojar. Y entonces, al hilo de ese pensamiento, recordé la mirada que había
puesto cuando pensé que iba a golpearme.
—Yo soy yo. — dijo con naturalidad.
—No eres humano. — afirmé lo obvio. — ¿Qué eres?—
No contestó durante mucho tiempo, solo me miró fijamente, y pude ver en
sus ojos oscuros que era muy inteligente. Era la forma en que me observaba
con esa mirada indagadora, como si pudiera captar cada pequeño matiz que
me hacía ser... yo, y lo diseccionaba todo.
—Mi tipo siempre ha estado aquí. Desde el principio de los tiempos. —
Dejé que eso se hundiera. Está bien. Así que él era diferente a mí. Aunque a
algunos les resulte difícil aceptarlo, ¿cómo podría negarlo cuando era una
criatura lobuna viva y que respiraba ante mí? No había visto muchas cosas
en mi vida, pero eso no significaba que no existieran.
—Soy lo que soy — si era de los que se encogía de hombros, tenía la
sensación de que lo haría ahora mismo, como si lo que dijera fuera el más
simple de los hechos— He visto a los humanos ir y venir por estos lares
durante décadas. Aprendí su idioma, escuché las historias que se contaban
entre ellos y conocí su mundo. Me llamarían monstruo, pero las cosas que
he oído decir a estos hombres, la forma en que hablaban de sus hembras... y
ellos son las bestias. —
Sentí que algo me apretaba el pecho y no era desagradable.
No supe cuánto tiempo permanecimos en silencio, pero ni una sola vez
apartó su mirada de mí. Todavía estaba en cuclillas, ese cuerpo gigantesco
bloqueando el único escape. Aunque no era estúpida. Sabía que incluso si
intentaba correr, me atraparía. Era un depredador, eso era evidente.
— ¿Por qué me raptaste?— Sentí que había hecho esta pregunta un millón
de veces, pero era como si él no pudiera -o más bien no quisiera- responder.
Hizo un gruñido sin compromiso antes de darse la vuelta y dirigirse hacia la
luz de la hoguera.
Exhalé bruscamente, sin darme cuenta de que había estado conteniendo la
respiración de forma intermitente.
No sé cuánto tiempo estuve sentada ahí, suponiendo que quería que lo
siguiera, pero me quedé lo suficiente como para sentir el culo entumecido.
Me habría quedado aquí todo el tiempo si no fuera porque pensé que
volvería a entrar aquí y me sacaría como un muñeco de trapo.
Estaba en una especie de jergón cubierto de gruesas pieles por encima,
agujas de pino y hierba muerta por debajo.
El olor que me rodeaba era húmedo y con mucho hedor a tierra. Aunque
sabía que no quería salir de ahí, y no quería seguirlo, también era muy
consciente de que me volvería a cazar.
Así que me puse de pie, sabiendo que probablemente debería averiguar qué
demonios estaba pasando.
Capítulo 9
MARCELLA
Una vez que me puse de pie, me quedé donde estaba durante otro largo
minuto. Tenía miedo de salir, de enfrentarme a lo que Wolf tuviera
preparado.
Pero finalmente, avancé tímidamente por el túnel hasta que éste se abrió y
se curvó hacia la izquierda, mostrando una gran zona abierta. Pude ver a
Wolf sentado ante un fuego, su inmenso cuerpo parecía empequeñecer el
área cavernosa.
Sus brazos colgaban entre las piernas, con la mirada puesta en las llamas, y
gracias a Dios la posición en la que estaba protegía la enorme erección que
había sentido clavarse en mi espalda. Porque sí, esta chica seguro que había
mirado.
Su atención estaba en el asador inclinado sobre las llamas mientras lo
giraba manualmente, asando cualquier pequeña criatura que ensartaba por
el centro.
Luché contra la ola de náuseas al ver cómo se asaba su cuerpo carbonizado.
Aunque no era vegetariana, me parecía demasiado salvaje, y no era algo
que estuviera acostumbrada a ver viviendo en la ciudad. Diablos, en mi
casa, mis comidas habían sido presentadas maravillosamente en un plato, o
abría la bolsa y la sacaba antes de desenvolverla.
Wolf no levantó la vista, ni siquiera se movió, pero supe que era plenamente
consciente de que estaba de pie a pocos metros de él.
Me tomé unos momentos para echar un vistazo a la caverna y comprobarlo
todo. En realidad, trataba de encontrar la ruta de escape. El interior era
pequeño, con la abertura a unos seis metros a mi derecha. El techo -¿se
llama así a la parte superior de una cueva?- tenía estalactitas, pero era lo
suficientemente alto como para saber que cuando Wolf se pusiera de pie no
tendría que agacharse.
Pude ver una pila de pieles, entre otros objetos como rocas, huesos, palos,
un montón de agujas de pino y cestas toscamente tejidas llenas de cosas que
no podía distinguir desde mi posición.
Cuando volví a mirar a la criatura, fue para ver que me miraba fijamente,
con su mirada negra clavada en mí de la forma más penetrante.
— ¿Cómo te llamas, hembra?—
Sentí la lengua demasiado espesa para formar cualquier palabra y
responder. Pasé el músculo por mi labio inferior, notando que él observaba
el acto.
—M-Marcella— susurré.
Tarareó un sonido rudo. —Mi Marcella. Ven aquí. — Su voz era gruesa, y
una parte de mí sintió que lo decía con un tono suave. Extendió su gran pata
de cinco dedos y me indicó que me acercara enroscando sus garras hacia la
palma.
Era un monstruo. Literalmente. Y sabía que no tenía intención de dejarme
ir. Así que, ¿por qué iba a importarle si estaba cómoda o no?
Pero aun así me acerqué a él, el instinto me decía que lo último que quería
hacer era enojarlo. Supervivencia Marcella. Esta eres tú siendo inteligente
hasta que puedas alejarte de él.
Cuanto más me acercaba al fuego, más sentía que mis escalofríos
disminuían y me daba cuenta de que me estaba congelando. Me rodeé con
los brazos, el frío no tenía nada que ver con el aire de la caverna y sí con el
shock de... todo.
Mantuve a la criatura en la mira todo el tiempo mientras rodeaba el fuego
para sentarme en el lado opuesto, manteniendo las llamas entre nosotros
como si fuera una especie de barrera que realmente pudiera protegerme.
Eso era ridículo.
Intenté echar un vistazo a la salida de nuevo, tratando de pasar
desapercibida mientras me frotaba la barbilla en el hombro, pero podía
sentir a Wolf mirándome fijamente.
—Puedes intentarlo —dijo en voz baja, lo que hizo que le devolviera la
mirada bruscamente, sintiendo que mis ojos se abrían de par en par —
Puedes correr — volvió a centrarse en el fuego y alargó la mano para
desenganchar el asador y apartarlo de las llamas —Pero eres mía y no hay
lugar donde puedas esconderte donde no te encuentre—
El corazón me retumbaba y lo sentía en la garganta. No respondí mientras
lo veía arrancar el cadáver del asador. Sus patas eran enormes, fácilmente
más grandes que mi cabeza, y sus afiladas y oscuras garras en el extremo
podía imaginar que las usaba para rebanar a su presa.
—Así que corre, mi pequeña compañera. — Su tono era casi aburrido. —
Corre si te hace sentir mejor, más segura, pero que sepas... — empezó a
pelar la carne del animal y a colocarla en una piedra plana junto al fuego —
Que la persecución solo hace que te desee más. —
Dijo esa última parte con un gruñido y no pude reprimir mi escalofrío.
Escuchar ese sonido debería haberme hecho sentir solo una cosa. En
cambio, sentí algo que no era miedo.
No respondí porque ¿qué se suponía que debía decir?
Así que me quedé sentada, manteniendo mi mirada fija en él porque era
intimidante como el infierno, y parecía que alguien lo había sacado
directamente de una película de terror.
Vi cómo terminaba de desgarrar la carne y cuando recogió los huesos,
agarró la piedra plana y se puso de pie. Eché la cabeza hacia atrás mientras
lo miraba y me preparé, con los músculos tensos mientras él caminaba
alrededor del fuego hacia mí.
Me escabullí hacia atrás hasta que la pared de la cueva me detuvo. Emitió
un sonido impaciente, casi irritado, en el fondo de su garganta. “¿Qué
esperabas?” quise gritarle.
—Come. — resopló esa única palabra mientras se ponía delante de mí y me
tendía la piedra con la comida amontonada.
Cuando no tome la piedra, la dejó delante de mí y se giró para acercarse a la
pila de cestas. Se agachó y retiró una piel, y me di cuenta de que cubría un
profundo agujero. Metió la mano y agarro algo, pero con la forma en que se
colocó, no pude ver lo que era. Eso fue hasta que se dio la vuelta y vi varios
conejos muy muertos colgando de su pata.
Volvió a acercarse al fuego y se sentó mucho más cerca de mí de lo que me
gustaba. Y entonces empezó a desgarrar a las criaturas. Les arrancó las
pieles de un tirón antes de arrojarlas a un lado. Me tapé la boca con el dorso
de la mano y sentí que la bilis me subía a la garganta al activarse mi reflejo
nauseoso.
Entonces se los estaba comiendo. Jodidamente crudos.
Me quedé sentada observando cómo devoraba esos conejos, con la sangre
cubriendo su oscuro pelaje y goteando en el suelo. Los sonidos que emitía
eran ásperos y animales, con rugidos y gruñidos, como si el instinto le
dictara que no podía comer en silencio.
Cuando terminó, recogió los huesos y los colocó en una pila a un lado, se
pasó una enorme pata por el hocico y la mandíbula, limpiando la sangre,
pero en realidad solo la untó por todas partes.
Y durante todo el tiempo que actuó como la bestia que era, me miró
fijamente, manteniendo su enfoque en mí mientras comía como un pagano.
Por un momento ninguno de los dos se movió, con el estómago revuelto por
lo que acababa de presenciar. Utilicé toda mi capacidad de autocontrol para
no sentir náuseas ante su espantosa visión. Y luego estaba el olor. Un olor
cobrizo que llenaba la caverna de forma tan densa que sentí que me cubría.
Wolf se levantó lentamente, desplegando ese enorme cuerpo desde su
posición agachada mientras se acercaba a mí. El sonido de miedo que salió
de mí fue involuntario. Sentía los ojos tan abiertos que se estaban secando,
pero temía incluso parpadear. Si lo hacía, podría no ver su siguiente
movimiento.
Pero todo lo que hizo fue ponerse de cuclillas frente a mí, sus dedos con
garras clavándose en la tierra mientras se equilibraba. Wolf extendió la
mano y recogió la roca aplastada con toda la carne cocida sobre ella.
Tomo un largo trozo de carne entre dos garras afiladas como navajas y me
lo tendió. —Come — su voz era severa, el tono me recordaba que era una
niña petulante que le desobedecía.
Volví a fruncir los labios y sentí una chispa de enojo. Pero aunque mi enojo
iba en aumento, mi miedo seguía en primer plano.
—Tienes que comer— me acercó la pata a la cara y giré la cabeza, pero
seguí concentrada en él.
Hizo un sonido áspero, que era claramente una advertencia, y mi corazón
empezó a latir más rápido, si es que eso era posible. Ya sentía que iba a
estallar en mi pecho.
Cuando resopló, me sorprendió que el sonido fuera casi de derrota. Se bajó
del todo hasta quedar sentado en el suelo frente a mí.
Colocó la roca entre nosotros, todavía sosteniendo ese pedazo de carne
hacia mí como si esto no fuera algo a lo que fuera a renunciar.
— ¿Por favor?— juré que vi su frente arrugada como si el sabor de esa
única palabra en su lengua lo confundiera.
El aire circundante cambió, esa única palabra le parecía tan extraña. Casi
sonaba como si no estuviera acostumbrado a decirla, como si tal vez nunca
hubiera pronunciado esa única palabra antes.
Y lo creía.
No sabía qué me había llevado a hacerlo, por qué me importaba siquiera
cómo estaba manejando el hecho de que yo rechazara cualquier cosa que
me ofreciera. Pero antes de que pudiera detenerme, me agaché y cogí un
trozo de carne.
—Lo hago por mí, no por ti — murmuré —Para que quede claro — Vi que
su boca -el hocico, lo que quiera que fuera que formara su cara- se levantó
ligeramente, como si se divirtiera.
Mi cuerpo me dijo que me fuera a la mierda cuando mi estómago me
traicionó y gruñó. Él emitió un gruñido sin compromiso, pero no se movió,
se quedó sentado mirándome. Estaba expectante, como si verme comer
fuera una de las cosas más importantes que hubiera presenciado.
—Comerás. —
Entrecerré los ojos hacia él.
—Porque no voy a tener una compañera que es piel y hueso. —
Sentí que mi irritación crecía, alejando ese miedo. —¿Perdón?— casi grité.
Se inclinó un centímetro y mostró sus colmillos. Y por muy aterradora que
fuera esa visión, fortalecí los hombros e incliné la barbilla hacia arriba.
—Quiero que mi hembra se llene. — Se acercó un poco más. —Te necesito
gruesa y perfecta para poder sujetar algo mientras te follo. —
Oh, santa mierda. Mi corazón latió más fuerte.
— ¿Me entiendes?—
¿Realmente esperaba que respondiera? Cuando no respondí, dio un sonido
de advertencia.
—Te lo voy a dejar claro, hembra, quiero que comas y comas bien. Siempre
tendrás tu ración. Nunca pasarás hambre — antes de que me diera cuenta,
alargó la mano y su enorme pata me cubrió el lado de la cara, abarcando
toda la palma de la mano —Mi único propósito es cuidar de ti, y lo haré tan
bien que nunca te quedarás sin nada. — Su voz era un sonido ronco. Lo
sentí arrollar justo entre mis piernas.
Se apartó y exhalé, dándome cuenta de que había retenido la respiración
porque me afectaba de una manera que no me sentía cómoda reconociendo.
—Porque lo que he planeado para ti, pequeña — dijo, y dejó que su negra
mirada recorriera mis pechos, luego mis muslos y volviera a mi cara. Sentí
esa mirada—. Lo que he planeado para ti me da más hambre que nunca.—
Podía sentir lo rápido que respiraba, podía oír cómo me llenaba la cabeza y
ahogaba todos los demás sonidos.
—Qué ojos tan grandes tienes. — susurré antes de poder detenerme.
—Mmmm, para ver mejor mi plenitud de tu exuberante cuerpo, mi Pajarito.
—
Me pasé la lengua por el labio inferior y dije: —Qué dientes tan afilados
tienes. —
Me observó como un depredador. —Los mejores para destruir cualquier
cosa que piense en hacerte daño. — Sus dientes se veían tan feroces
mientras arrastraba su lengua a lo largo de ellos, como si ya pudiera
saborearme.
De nuevo, sentí que me invadía esa sensación que me confundía, pero que
me hacía querer sentir más.
—Come, preciosa. — dijo de repente, sacándome de mis pensamientos y
alejando los sentimientos que eran curiosamente fuertes dentro de mí para
que volviera a la realidad.
Exhalé una respiración temblorosa y me llevé el trozo de carne a la boca,
diciéndome a mí misma que solo era comida. Para escapar, necesitaría mis
fuerzas.
Después de observar el trozo de carne, me lo metí en la boca y empecé a
masticar, gratamente sorprendida por su sabor. Estaba un poco en el lado de
la caza, y era duro mientras masticaba, pero el sabor era bueno y me di
cuenta de lo hambrienta que estaba realmente. Tomé otro trozo.
Se inclinó un poco hacia delante y retrocedí. El sonido que salió de él no
era uno que pudiera describir.
Pero sentí, extrañamente, que le agradaba que estuviera comiendo.
Antes de darme cuenta, me había comido la mitad de las tiras de carne que
había en la roca.
Wolf emitió un gruñido y se puso de pie, acercándose a una pared lateral
antes de agacharse para recoger lo que parecía una vejiga de agua.
Se giró y volvió hacia mí, y en contra de mi buen juicio miré hacia abajo,
esperando ver una enorme polla balanceándose entre sus piernas.
Pero me sorprendió ver... nada.
No, eso no era exacto. Pude ver sus grandes y pesadas pelotas, y por encima
de ellas había un enorme y peludo bulto.
Y cuanto más lo miraba, más veía que las cosas cambiaban. Sentí que mis
ojos se abrían de par en par cuando empezó a excitarse, su polla saliendo de
ese bulto por encima de su saco.
Mi boca se aflojó a medida que pasaban los segundos. Una parte de mí
debería haber sentido asco por lo que veía. Pero la verdad era que apreté los
muslos porque el calor se instaló justo en el centro de mí.
Y luego estaba completamente erecto. Su polla era similar a la humana,
pero no.
La circunferencia de Wolf era tan gruesa como mi muñeca, y la longitud
debía ser la mitad de mi antebrazo. Su prepucio colgaba ligeramente sobre
la corona de la cabeza, pero podía distinguir el contorno de la cresta por
debajo. Y ya goteaba copiosas cantidades de presemen que caían sobre sus
musculosos y peludos muslos.
—Cuanto más te quedes mirando, más duro me pondré.—
Me observaba con un claro calor detrás de sus ojos negros.
—Tengo que orinar — solté y me puse de pie, mis rodillas se tambaleaban
mientras respiraba profundamente, tratando en vano -y sin lograrlo- de
actuar como si no acabara de ver su polla salir de ese bolsillo peludo sobre
sus enormes bolas.
La aprensión me hizo alejarme de él y acercarme a la entrada de la cueva,
con las manos en la pared rocosa detrás de mí. Porque la verdad era que
necesitaba algo que me mantuviera estable y con los pies en la tierra.
Pero él no me permitió poner demasiada distancia entre nosotros mientras
me seguía, con su polla aún dura rebotando ligeramente por sus pasos.
Una vez en la boca de la cueva, me giré y me alejé unos pasos más antes de
detenerme y respirar una bocanada del frío aire nocturno. Un escalofrío me
recorrió. Lo intenté todo para volver a sentir una apariencia de normalidad.
¿Alguna vez me he sentido realmente “normal”?
Podía sentir a Wolf justo detrás de mí, pero no me volví. Su presencia era lo
más tangible que había sentido nunca.
Me rodeé la cintura con los brazos, el acto fue una reacción involuntaria
que no tenía nada que ver con el frío y sí con el hecho de que lo escuché
acercarse, de que encontré el calor de su cuerpo cubriéndome.
Cómo olí ese aroma familiar que no pude localizar hasta que…
Se me aceleró el pulso cuando me di cuenta de ello. Tuve que inclinar la
cabeza hacia atrás para poder mirarlo a la cara, y antes de darme cuenta,
Wolf estaba bajando la parte superior de su cuerpo para que su cara
estuviera justo delante de la mía.
Sus fosas nasales se ensancharon mientras inhalaba profundamente, y juro
que sonrió.
—Estuviste en mi habitación —susurré—. La forma en que hueles... eras tú.
—
No respondió, no lo negó ni lo confirmó. Me soltó después de que diera un
paso atrás.
—Te vi. Te quería. Así que te tomé. — dijo de nuevo, con tanta claridad,
con tanta naturalidad, que era exasperante.
—Hay una pequeña cosa llamada consentimiento, Wolf... —
El sonido que salió de él hizo que el resto de lo que iba a decir muriera en
mi lengua.
—Repite eso. —
¿Hablaba en serio? —Jódete, amigo— De nuevo, hizo ese sonido, y sentí
las vibraciones por todo mi cuerpo.
—Repite eso también — sus dientes brillaron mientras sonreía. El bastardo
—. De hecho, di las dos en la misma frase. Di, 'jodeme, Wolf'.—
—Eres una bestia y un pervertido. — sentí que mis ojos se abrían de par en
par mientras las palabras salían solas de mi boca.
Sus ojos se entrecerraron mientras inhalaba de nuevo.
— ¿Por qué haces eso?—
—Hacer qué. — me miraba fijamente a la boca mientras hacía la pregunta.
—Seguir... oliéndome. —
Su mirada volvió a subir lentamente por mi cara para poder mirarme a los
ojos. —Porque tu olor es tan bueno, Pajarito. Tu coño huele tan bien cuando
te mojas. —
Sentí que mi cara ardía.
—No estoy... no estoy excitada. — me tragué el grueso nudo que tenía en la
garganta y retrocedí un paso. Él me siguió.
—Mmmm, te olvidas de que puedo notar cuando mientes— su mirada bajó
a mis labios— Y el aroma de tu frustración por el hecho de estar excitada
por mí hace que tu olor sea aún más adictivo. —
¿Podía oír lo fuerte que latía mi corazón? Sonaba como tambores de guerra
en mis oídos.
—Me preguntaste por qué te tomé, y te dije que porque te deseaba, pero tal
vez necesites escucharlo de otra manera — extendió la mano, y me quedé
tan congelada en el sitio que dejé que me tocara, que me acariciara la
mejilla de nuevo y que suavizará la yema de su pulgar sobre mi piel —
Cuando te vi, supe que serías mía. Tu cuerpo está hecho para soportar la
follada que pienso darle a mi compañera. Tus curvas y tu grosor fueron
creados para llevar a mis grandes cachorros.—
Mi coño hormigueó. La perra traidora.
Sentí el suave rasguño de una garra mortal bajando por mi sien y respiré
hondo.
Porque se sentía bien.
—Nunca he deseado nada más que a ti. — Sentí su cálido aliento rozando
mi cara y mi cuello.
Se inclinó de nuevo y sentí una corriente de aire a lo largo de la concha de
mi oreja, la sensación húmeda de su nariz moviéndose contra mi mejilla.
No supe por qué lo hice, pero cerré los ojos y me estremecí. Debería
haberme disgustado que Wolf estuviera tan cerca de mí, tocándome. Pero
cuando sentí que algo cálido y húmedo se deslizaba por un lado de mi cara,
y le oí retumbar por lo bajo, no pude detener la excitación que me reclamó
de repente.
Tampoco pude evitar el pequeño gemido que se deslizó entre mis labios
separados.
Me estaba lamiendo, arrastrando su enorme lengua por mi cara y
saboreandome. Sentí mi pulso latiendo justo entre mis muslos.
Wolf se apretaba contra mi cuerpo, con su piel gruesa pero suave. Las
puntas de mis dedos cosquilleaban, instándome a alcanzarlo y tocarlo. No
sabía qué me pasaba, por qué no estaba gritando y llorando e intentando
escapar ahora mismo.
Pero, que Dios me ayude, no quería moverme. No quería que se detuviera.
Así que no me moví, y en su lugar me incliné más cerca, levantando mis
manos, y justo cuando estaba a punto de colocarlas en su pecho, enroscando
mis dedos en su piel, él dio un paso atrás.
Me sorprendió lo... decepcionada que estaba por eso.
Cuando abrí los ojos, hizo un sonido en el fondo de su pecho. ¿Se estaba
riendo de mi reacción? Mis mejillas se calentaron y apreté los dientes
mientras intentaba alejar la vergüenza.
Pero cuando lo miré a la cara, no vi nada más que esa frialdad que llevaba
tan bien. Me di cuenta de que sus orificios nasales se agitaban, su pecho
subía y bajaba.
Estaba afectado. Igual que yo.
Miré su mandíbula, su cuello y finalmente su pecho. Sentí que las náuseas
volvían a surgir en mí. ¿Cómo diablos había olvidado que estaba cubierto
de sangre?
¿Estaba tan hambrienta de cualquier tipo de atención que el sentido común
y mi instinto de supervivencia habían pasado de repente a un segundo
plano?
Me tendió la pata y la miré fijamente, pero no hice ningún movimiento para
darle mi mano, que obviamente quería.
Dio un gruñido frustrado y fue él quien tomó mi mano, aunque su toque
seguía siendo suave. Wolf sostuvo mi palma en la suya y la enorme
diferencia de tamaño entre nosotros... entre otras cosas, me sobresaltó de
nuevo.
Todo lo relacionado con Wolf estaba magnificado.
Como una chica más grande y con más curvas toda mi vida, nunca me había
sentido “pequeña”. No es que quisiera serlo nunca. Así estaba hecha, y lo
aceptaba a rajatabla. Pero ahora mismo, mirando a esta bestia de dos
metros, me sentía minúscula. Rompible.
¿Y por qué me sentía excitada por eso?
Dejé que me guiara por el bosque, la noche era tan espesa que me era
imposible ver nada. Así que tuve que confiar en él, aunque no tuviera
ninguna razón para hacerlo.
No nos alejamos mucho de la boca de la cueva antes de que el sonido del
agua balbuceante rompiera el silencio. Aunque sentía agotamiento por todo,
cuando atravesamos el claro y pude ver una pequeña cascada de chorros
que desembocaba en un generoso charco de agua, que luego continuaba río
abajo, parte de mí cansancio se desvaneció.
Me dolía el cuerpo de tanto correr e intentar -y no conseguir- alejarme de
Wolf. Además del hecho de que me había caído varias veces en la
persecución y estaba bastante segura de que tenía algunos desagradables
moretones ocultos bajo la ropa, tenía una sensación casi de serenidad al
estar aquí afuera.
No tenía miedo a pesar de la espesa oscuridad que nos rodeaba y de los
depredadores que había cerca. ¿Cómo podría hacerlo si Wolf estaba a un
metro de mí y lo único que recordaba era que me había dicho que destruiría
todo lo que pensara en hacerme daño?
Había una especie de resplandor etéreo que se proyectaba a lo largo de la
parte superior del agua, y una brisa fresca aprovechó ese momento para
rozarme, moviendo los mechones de mi pelo a lo largo de mis hombros.
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos y en la apreciación de la vista
que no me di cuenta de que Wolf me instaba a sentarme en una gran roca al
borde del agua.
Por un segundo me limité a mirarlo, y había una extraña pesadez que
parecía rodearnos mientras él me devolvía la mirada. Hizo otro sonido, una
serie de gruñidos y ronroneos, antes de darse la vuelta y dirigirse hacia el
agua.
Me pregunté más de una vez si estaba soñando. Porque todo esto era
demasiado irreal para ser la vida. Pero parecía real. Se sentía real.
Con curiosidad, lo vi caminar hacia el agua y meterse en ella, avanzando
hacia el centro. No me miró de inmediato mientras empezaba a lavarse, las
gotas salpicando su cuerpo, su pelaje oscuro casi parecía negro ahora que
estaba mojado y pegado a su cuerpo.
Pude ver claramente lo musculoso y duro que era por todas partes. Hombros
enormes, anchos, brazos largos con bíceps abultados, antebrazos cortados y
definidos que me hicieron apretar los muslos.
Puede que no fuera humano, pero era lo más masculino y poderoso que
había visto en mis veintidós años de vida.
Miré a mí alrededor, dándome cuenta de que podía intentar escabullirme
mientras él no miraba y estaba preocupado. Incluso apoyé las manos en la
roca y estuve a punto de impulsarme hacia arriba. Pero sabía... sabía que era
inútil. Al menos en este momento. Tenía que ser inteligente, porque si
intentaba escapar ahora, él solo me atraparía, y entonces sus defensas se
levantarían.
Tenía que bajarlas, hacerle creer que era sumisa a sus formas, para que no
estuviera en guardia. Y entonces intentaría irme. Eso era lo más sensato.
Y cuando se dio la vuelta, no pude evitar el fuerte aliento que respiré. El
bastardo se estaba poniendo duro.
Mire con una extraña especie de asombro y fascinación cómo emergía su
polla y se agachaba para envolverse con su gran y carnosa pata. Y cuanto
más miraba, más dura se ponía. Sus enormes y peludas pelotas empezaron a
balancearse ligeramente mientras se masturbaba delante de mí.
No debería haber mirado, pero ¿cómo diablos iba a dejar de mirar mientras
se daba placer? Estaba claro que era un maldito exhibicionista.
Supongo que eso me convertía en una voyeur, porque mi coño estaba
empapado viéndolo masturbarse. Con la luz de la luna proyectando un
resplandor plateado sobre su cuerpo, me quedé mirando su polla.
Tan larga. Tan gruesa.
Y como estaba tan jodidamente duro, cada vez que su palma se acercaba a
la base, podía ver esas crestas elevadas a lo largo de toda la longitud.
¿Con nervaduras integradas para su placer? Bueno, maldita sea.
También tenía un anillo hinchado en el centro de su polla, uno que podía
ver palpitando incluso desde esta corta distancia.
Mi garganta estaba tan condenadamente apretada y mi boca tan seca.
Intenté como un demonio dejar de mirarlo, pero los sonidos que hacía, los
gruñidos y gemidos que salían de su pecho, me decían que le gustaba que
fuera una pervertida, aparentemente.
¿Cómo podía llamarlo pervertido cuando yo hacía lo mismo?
Deslizó la palma de la mano hasta la punta y luego la volvió a subir, tirando
del prepucio para que pudiera ver la gruesa corona de su polla por debajo.
Pude distinguir cómo su rabo se movía de un lado a otro, salpicando
ligeramente el agua como si no pudiera evitarlo.
El semen goteaba constantemente por la ancha punta, y me di cuenta de que
la raja tenía que ser así de grande porque esa criatura probablemente se
corría como un maldito géiser.
A mi coño pareció gustarle eso -especialmente cuando imaginé todo su
semen saliendo disparado mientras se corría- porque mis músculos internos
se tensaron por sí solos. Era casi como si mi cuerpo quisiera que algo
grande y grueso se introdujera en mi interior.
Oh, Dios mío, era una perra asquerosa, loca también. ¿Quién se ponía
cachondo pensando en una criatura lobuna que se corriera por todas partes?
¿Qué tipo de persona era secuestrada y se le mojaba el coño con la sola idea
de rodear con su mano ese monstruo de polla y ver si sus dedos se tocaban?
Yo. Yo era esa perra asquerosa, y ni siquiera estaba luchando contra ello.
Capítulo 10
WOLF
Mi pajarito pensó que no la veía buscando un escape. ¿No entendía que no
había ningún lugar al que pudiera huir sin que yo la siguiera?
¿Acaso mi Marcella no se dio cuenta de que no había un lugar donde
pudiera esconderse y yo no pudiera encontrarla?
Su olor estaba totalmente arraigado en mí. Era una parte de mí ahora. Y
cuanto antes aceptara que era mía, más placer podría darle.
Y quería darle una cantidad inconmensurable.
Pero le permití tener esta falsa bravuconería, esta falsa idea de que podría
dejarme atrás. Yo era una bestia salvaje y primitiva, en cuerpo y mente, mis
instintos eran brutales y estaban en sintonía con la supervivencia.
Y ahora que tenía a mi Marcella, lo era aún más. Porque nada me la
quitaría, ni siquiera mi pequeña compañera luchando contra esto.
Solo tendría que demostrarle lo bien que estaba conmigo, lo bien que la
trataría. Ella sería mi reina, mi alfa. Adoraría el suelo que pisara y me
aseguraría de que tuviera todo lo que pudiera desear.
Solo quería que se diera cuenta de que era mía y que nunca la dejaría ir.
Y cuando sentí que me miraba de nuevo, mi polla se endureció, se alargó.
Rodeé mi polla con la pata y le di un buen par de golpes.
Me sentí bien al masturbarme, sabiendo que ella me miraba. Era increíble
oler su excitación y todo el dulce néctar que se derramaba entre sus muslos.
Gruesos hilos de mi semen se derramaron de mí, cayendo al agua,
haciéndose aún más prominentes a medida que mi deseo crecía.
Pero quería que ella viera todo de mí. Quería ver sus ojos abrirse de par en
par y su respiración entrecortada mientras me acariciaba y me corría
realmente en todo el lugar, derramando mi semilla en el agua como lo haría
en su cuerpo, en su boca... en lo profundo de su vientre.
—Ven aquí, preciosa. —seguía sentada en la roca, pero podía oír su uña
humana roma raspando la roca.
Pude ver cómo apretaba los muslos, cómo se aceleraba su respiración.
Se quedó mirando mi erección. Dejé que mirara hasta la saciedad mientras
me palpaba. Sostuve la pesada longitud mientras arrastraba la palma de la
mano hasta la corona antes de deslizarla de nuevo hasta la base, tirando del
prepucio hacia abajo para que ella pudiera ver la cabeza bulbosa e hinchada
por la que goteaba continuamente mi semilla.
Observé cómo se mordía el labio, sus pequeños dientes blancos
contrastaban con la carne roja, y pude ver el rubor que se abría paso desde
su cara, bajando por su cuello y desapareciendo bajo la tela que cubría sus
tetas.
Quería chuparlas, quería ver cómo se hacían más grandes, más redondas,
goteando leche a medida que se ponía pesada con mis cachorros. Y lamer
esos pezones llenos y oscuros, lamiendo el dulce líquido que se derramaría
de las puntas y alimentaría y nutriría a nuestros hijos.
—He dicho que vengas aquí, Marcella. — mi voz era ronca y dentada, el
lado primitivo subiendo y queriendo simplemente ir hacia ella y hacer que
hiciera lo que quería, para mostrarle que su vacilación no era necesaria.
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  • 2. Esta traducción tiene como fin acercar a lectores de habla hispana, aquellas autoras que no llegan a nuestros países. Es una traducción sin fine de lucro. El Staff de MAKTUB o SOTELO no recibe ninguna compensación económica por su participación en esta traducción. NO COMPARTAS screenshots de esta u otras traducciones en redes sociales o Wattpad. ¡Les deseamos buena lectura!
  • 5. SINOPSIS ¿Y si el lobo feroz secuestrara a Caperucita Roja solo para su placer? La muerte de mi abuela me dejó una sensación de vacío. Tenía un trabajo sin futuro, sin amigos ni familia, y trataba de navegar por este nuevo mundo estando completamente sola. ¿La solución perfecta? Hacer un viaje de una vez en la vida a Alaska y volver a conectar con la naturaleza y todas las cosas que me hacen feliz. Estar aislada en una cabaña sin electricidad, agua corriente ni servicio de telefonía móvil sonaba perfecto hasta que me puse a prueba en la naturaleza y me di cuenta de que quizá no era la mejor idea. Las cosas iban muy bien hasta que dejaron de serlo, y me di cuenta de que no estaba sola. Era el cazador y yo era su presa. Y cuando por fin me encontré cara a cara con mi acosador, no era nada que hubiera podido imaginar en mis sueños más salvajes.
  • 6. Era un monstruo, una bestia literalmente peluda, con aspecto de hombre lobo, que dijo que me había elegido como compañera, y que ahora era suya. Me llevó a su guarida donde me tocó, me lamió... me dio placer. Y a pesar de saber que tenía que luchar contra él y esta nueva realidad, quería más. Puede que Wolf sea aterrador a la vista, más grande y más fuerte que cualquier cosa que pudiera imaginar, pero su único propósito era complacerme. La verdadera pregunta era si quería volver a la civilización y a la vida que una vez conocí. * Una reinvención de Caperucita Roja.
  • 7. PRÓLOGO MARCELLA Retrocedí a trompicones, tropezando con mis propios pies mientras la criatura se acercaba. Caí de culo pero no dejé de retroceder, mis pulmones ardían mientras hiperventilaba. La criatura tenía aspecto de lobo, pero... no. Era un monstruoso híbrido animal/humano sacado de mis malditas pesadillas. Se acercó, con el cuerpo encorvado mientras caminaba a cuatro patas. Cuando el grueso tronco de un árbol me impidió retroceder, quise gritar, luchar. Pero estaba aterrorizada, incapaz de moverme, con ese frío pavor que me invadía. Cuando estaba a tres metros de mí se detuvo, las sombras del anochecer cubrían demasiado a esta bestia. Pude distinguir su enorme cuerpo y su cabeza inhumana, y ver una cara más larga, un hocico, dientes afilados y un pelaje que cubría toda su forma. Y entonces la cosa se levantó lentamente para ponerse de pie sobre dos patas traseras, con las pantorrillas inclinadas como las de los lobos, de modo que parecían dobladas. Se acercó; el suelo vibraba por la fuerza de sus pasos. Debía de medir por lo menos dos metros, con brazos abultados y manos que parecían más bien
  • 8. zarpas con garras negras. Tenía una cola gruesa y peluda que se movía de un lado a otro, como la de un depredador a punto de saltar. Dios... la cosa estaba desnuda y excitada, y lo que colgaba entre sus piernas era enorme. —No. — susurré y negué, extendiendo las manos como si eso fuera a alejarla. Seguí mi mirada por su pecho abultado y su cara de lobo. Santa mierda. Aunque parecía un lobo… hombre lobo, mi mente susurró que tenía una inteligencia muy clara detrás de sus ojos oscuros mientras me observaba. —Oh, Dios. Por favor. Por favor, no me hagas daño —mi voz era un susurro. Ni siquiera estaba segura de haber pronunciado las palabras en voz alta—. ¿Qu-qué eres?— estaba tan cerca ahora que todo lo que olía era este aroma salvaje que se aferraba a él. Aquí estaba esta criatura primitiva acercándose a mí, respirando sobre mí... negándose a darme espacio. Iba a comerme. Estaba segura de ello. ¿Por qué otra razón estaría aquí? ¿Qué otro propósito tendría eso para mí? No es eso. Él. Esta criatura era claramente masculina dado lo que estaba excitado. —Soy quien te va a hacer mía. — Sacudí la cabeza y arremetí contra él, rastrillando mis uñas a lo largo de su pecho, sintiendo un músculo duro y definido debajo. Fue rápido cuando sacó su pata y la enroscó alrededor de mi muñeca, mi palma y mis dedos tan pequeños comparados con los suyos. Sentí que mi instinto de supervivencia aumentaba cuando empecé a gritar y a dar patadas, pero estaba segura de que yo era como un mosquito molesto comparado con él.
  • 9. Y cuando me soltó la muñeca para agarrarme el tobillo, impidiendo que mi pie conectara con la enorme cosa que tenía entre las piernas, volví a gritar. Pero esta vez fue de miedo. Un miedo escalofriante. Se levantó y empezó a arrastrarme como si fuera un maldito saco de papas. Retorcí mi cuerpo, arañando el suelo, con la tierra clavada bajo mis uñas. Las lágrimas me nublaron la vista, y entonces el mundo giró cuando me levantó y me echó al hombro. Por un segundo, me quedé sin aliento cuando mi estómago se conectó con su hombro, y me quedé ahí flotando por sus movimientos. Y entonces tomó velocidad, corriendo, por lo que me obligó a agarrarme a su largo y oscuro pelaje que lo cubría, aferrandome, sollozando incontroladamente. —No te preocupes, hembra. Pronto te haré llorar por una razón muy diferente. —
  • 10. Capítulo 1 MARCELLA Pensé que me había acostumbrado a la muerte. El dolor inicial. Ese horrible dolor en el centro del pecho que no parecía aliviarse por mucho tiempo que pasara. Pero cuando vi cómo bajaban el ataúd de mi abuela a la tierra... me dolió. Me quedé en el cementerio mucho después de que todo el mundo se hubiera marchado, sentada en el suelo con las rodillas recogidas hacia el pecho y los brazos rodeando las piernas. Había estado muy unida a mi abuela. Me crió cuando mi madre no estaba en condiciones de hacerlo. Blanchette me había enseñado a montar en bicicleta, e incluso me ayudó a comprar mis primeros tampones cuando me vino la regla y me lo explicó todo cuando empecé a llorar porque no sabía lo que estaba pasando. Se sentó a hablar conmigo sobre los chicos, me enseñó a conducir y me ayudó con los deberes todas las noches. Y cuando me gradué en el instituto, era la única familia que tenía ahí, pero es la única que había querido. A todos los efectos, era mi madre. Y ahora, a los veintidós años, estaba total y verdaderamente sola.
  • 11. Me limpié una lágrima errante que resbalaba por mi mejilla y sentí que mi corazón se rompía continuamente, el dolor cortante de que se desgarrara en un millón de pedazos únicos. Siempre decían que con el tiempo se hacía más fácil, pero ahora mismo no podía ni siquiera imaginar que fuera mejor. Literalmente no tenía a nadie más. No había visto a mi madre desde que me dejó en casa de mi abuela cuando solo era una niña. Mi padre no había estado en la foto y había sido hija única. Diablos, ni siquiera llamaría a mis “amigos” más que conocidos, solo los veía en el trabajo. Me puse de pie y me quité la hierba y la suciedad del trasero, echando un vistazo a mis piernas para ver una corrida en mis medias oscuras. Supongo que era parte del curso sobre cómo me iban las cosas. Mis zapatos negros Mary Jane de segunda mano tenían marcas de rozaduras, y mi vestido, uno que compré ayer en la tienda de segunda mano, tenía una mancha en el lateral y el dobladillo se estaba deshilachando en la parte inferior. —Bueno —me dije, ya que estaba sola, mirando el montón de tierra que tenía delante— Voy a seguir pensando en todas las cosas que has dicho. Y recordar que los chicos pueden apestar a cualquier edad, y que solo porque el sol se ponga y todo se oscurezca, seguirá saliendo al día siguiente y lo iluminará todo de nuevo. — Apartando otra lágrima, sonreí. —Y siempre recordaré cómo me enseñaste a hacer tus famosas galletas de chocolate, aunque las queme cada vez. — Me alise las manos por el vestido y respiré profundamente, luego exhale lentamente. —Pero seamos realistas. Nunca lo haré bien. No como tú lo hacías siempre. — Me reí suavemente al imaginarme a mi abuela de pie frente a mí,
  • 12. regañándome por darme por vencida. Su cara se arrugaba aún más mientras me decía que nunca fuera negativa conmigo misma, que siempre se puede mejorar y que así es como se crece... intentándolo repetidamente. Me di la vuelta y me marché sin volver a mirar atrás, porque sabía que si lo hacía, no evitaría derrumbarme de verdad. Ahora empezaba un nuevo capítulo de mi vida y trataría de aprovecharlo al máximo. ¿Pero la verdad? Realmente apestaba.
  • 13. Capítulo 2 MARCELLA — ¿No te da miedo hacer eso sola? Una de mis compañeras de trabajo miró mi teléfono por encima del hombro. Saqué un mapa de la zona de Ketchikan, Alaska, donde me alojaría. Cuando me enteré de que mi abuela me había dejado una pequeña, pero cómoda, herencia, supe que hacer un viaje era lo que ella querría que hiciera. No era mucho, pero incluía su casa de dos dormitorios, el pequeño terreno en el que se encontraba la casa y unos cuantos miles de dólares. Lloré cuando el abogado me lo dijo, no porque fuera demasiado o demasiado poco, sino porque incluso después de su muerte, seguía queriendo cuidar de mí. Llevaba mucho tiempo ahorrando, ya que tenía unos ingresos fijos, así que saber que había estado ingresando dinero en una cuenta para mí hizo que me derrumbara en el despacho del abogado. Así que este viaje era tanto para mí como en memoria de ella.
  • 14. — ¿Por qué iba a tener miedo? Más de ochocientos mil turistas al año, solo de los cruceros, visitan Ketchikan. Incluso hay cruceros que paran. — No me molesté en mencionar el hecho de que la cabaña que había alquilado estaba en realidad en una isla. Tendría que tomar un barco hasta ahí, lo que supondría un viaje de media hora, y no habría ninguna civilización en kilómetros. Por no mencionar que no había electricidad ni servicio celular. No, Tara no necesitaba saber nada de eso, porque ya me estaba mirando como si hubiera perdido la cabeza por querer ir a Alaska. Probablemente era una de esas personas que pensaban que no era más que tundra y que había que llevar ropa térmica de la cabeza a los pies o te morirás de frío. —En los lugares donde me hospedo hay turistas —me encogí de hombros —. Además, solía hacer muchas excursiones e ir de camping con mi abuela. — Las cejas de Tara se alzaron mientras intentaba -y no conseguía- no arrastrar su mirada por mi cuerpo. Contuve mi resoplido de indignación y en su lugar entrecerré los ojos porque sabía exactamente lo que estaba pensando. Eres una chica grande. ¿Cómo es que haces algo de senderismo? Esperé, deseando en silencio que dijera algo parecido porque me aseguraría de que fuera la última vez que lo hiciera. El hecho de que no fuera como ninguna de las mujeres de aquí, con sus cuerpos esbeltos y sus bronceados en spray, no me molestaba. No vigilaba mis calorías ni me preocupaba lo que pensaría un hombre si me veía desnuda y tenía un poco de peso extra en mi cuerpo. Los problemas de autoestima no habían sido un problema para mí porque mi abuela me había inculcado que todos los cuerpos eran hermosos. Yo era hermosa, aunque no encajara en el molde que la sociedad había creado.
  • 15. Y nadie me diría lo contrario, ni con palabras ni con miradas. Cuando Tara por fin me miró y vio mi mirada, echó los hombros hacia atrás y me dio una sonrisa empalagosa. —Simplemente no podría hacerlo. Sin mi manicura semanal, mi Netflix, y luego, por supuesto, pidiendo a domicilio — levantó la nariz de una manera muy desairada—. Me moriría. — actuó y sonó excesivamente dramática mientras dirigía la conversación de regreso a un terreno “seguro”. Me estaba poniendo un poco a la defensiva sobre todo el viaje, porque la verdad era que una parte de mí pensaba que estaba loca por ir ahí sola. Pero la parte más grande de mí decía que lo necesitaba. Durante el último mes, desde que mi abuela había fallecido, me sentía como en una rueda de hámster. No paraba de dar vueltas y vueltas sin un final a la vista. Mi rutina era exactamente la misma. Volvía a casa a un apartamento vacío de una sola habitación, me levantaba, iba al trabajo, ordenaba comida para llevar y me sentaba sola en mi salón mirando la televisión que ponía reposiciones. Sentía que mi vida se estaba consumiendo ante mis ojos y que no había nada que pudiera hacer para detenerla. Al menos antes de poder visitar a mi abuela. Cenábamos juntas los domingos o íbamos de excursión al bosque cercano a su casa. Incluso a la avanzada edad de ochenta y cinco años, seguía siendo tan aventurera. Así que sí, tenía miedo, pero estaba más emocionada porque quería volver a conectar con la naturaleza, que era algo que mi abuela me inculcó que apreciara y amara. También quería alejarme de todo y de todos los que me recordaban que ahora estaba completamente sola. — ¿No podrías ir a algún lugar cercano?
  • 16. —Podría. Pero es aquí donde quiero ir. — Había ido a acampar muchas veces mientras crecía, pero nunca algo tan intenso y fuera de lo común como lo que planeaba a fin de mes. Sin embargo, la emoción me invadió. —Estaré bien. — Con una mirada velada más en mi dirección, Tara murmuró algo sobre que tenía que volver al trabajo y me dejó sola. Volví a mirar mi teléfono, una vez más buscando la ciudad de Ketchikan donde me alojaría, comprobando qué tiendas había alrededor, y finalmente abriendo el mapa que me mostraba la cabaña donde pasaría la mayor parte del tiempo. Una sonrisa se dibujó en mi cara. Por primera vez desde que mi abuela había fallecido, me sentía realmente... feliz. Tal vez esto era exactamente lo que necesitaba para salir de ese oscuro agujero.
  • 17. Capítulo 3 MARCELLA UN MES DÉSPUES… Dejé caer al suelo la última bolsa que había subido a mi habitación, cerré la puerta detrás de mí y eché un vistazo al pequeño local que había alquilado en el Bed and Breakfast para pasar la noche. Me quedé sin aliento al subir las escaleras de la cubierta que conducían a la entrada de mi habitación. El sudor me invadía la frente y me bajé la cremallera de la chaqueta, la dejé a un lado y me arrepentí de llevar una capa extra debajo. Pero cuando me informé para este viaje, había leído que el tiempo en el norte podía ser muy inestable, especialmente cuando me quedara en la cabaña aislada en el bosque. Y estaba segura de que había preparado demasiado con la cantidad de suministros que había traído. Pero, ¿se puede preparar algo de más para un viaje como el mío? Prefería llevar todo el fregadero de la cocina a darme cuenta de que había olvidado algo. Aterricé en Ketchikan esa misma tarde y tomé un ferry hasta el pueblo donde se encontraba el Bed-and-Breakfast(B&B). A pesar de lo cansada
  • 18. que debía estar por los largos vuelos, uno de Colorado a Seattle y otro a Ketchikan, me sentía con mucha energía. Atravesé el salón, pasé por la cocina y miré por la ventana que daba al pueblo. Había una bahía justo debajo y sonreí al ver a una nutria asomar la cabeza antes de seguir nadando. Desde mi punto de vista, podía ver las pequeñas tiendas que bordeaban las calles. A lo lejos estaba el puente principal, donde un par de hombres mayores estaban pescando. Aunque era agosto, en esta parte del país, el tiempo estaba nublado y era lo suficientemente frío como para alegrarme de haber traído mi ropa de otoño. Las noches serían más frías, pero había venido preparada, aunque cargar con toda esa mierda había sido un dolor de cabeza durante el viaje. El crucero se encontraba en el puerto a lo lejos, y dejé que mi mirada se detuviera en el horizonte antes de girarme y observar la habitación, gratamente sorprendida por lo hogareño y cómodo que era el espacio. La sala de estar y la cocina estaban unidas en un solo espacio, y la habitación individual y el baño estaban al final del pasillo. Solo había una entrada y una salida, la puerta de enfrente daba a la parte trasera de la casa, donde había una terraza y un jacuzzi. Y luego eso llevaba a las escaleras que bajaban a la calle. Y todo alrededor del B&B era un bosque espeso, exuberante y verde. Me acerqué a mi primera bolsa y me agaché para abrirla. Solo saqué lo que necesitaría para esta noche y mañana por la mañana, ya que a primera hora de la mañana me dirigía a la cabaña, de todos modos. Luego me dirigí al resto de mis bolsas -tres en total- y comprobé dos y tres veces el contenido antes de volver a cerrarlas. Una de las bolsas contenía toda la comida que necesitaría para mi estancia en la cabaña, y la otra tenía material de acampar como baterías de faroles,
  • 19. linternas y una radio. También conseguí una ducha exterior para colgar ya que no había agua corriente. Porque una ducha fría era mejor que nada. Me habían dicho que había ollas y sartenes en la cabaña, así como una estufa de leña y unos cuantos fardos de leña. Pero no me preocuparía por el hecho de que nunca había intentado encender un fuego en mi vida. Acabé llevando alimentos no perecederos. Pero para las cosas frescas como frutas y verduras, leche, huevos y todo eso, planeé parar en la pequeña tienda de comestibles que había visto de camino al B&B. Aunque iba sola en este viaje, empaqué demasiado, mucho más de lo que probablemente necesitaba, pero prefería estar preparada que jodida. Descansé un poco y me dirigí al pueblo, donde había un pequeño restaurante. No me gustaba mucho el pescado, pero pensé que cuando se está en Roma y todo eso. Así que pedí el pescado, las papas fritas locales y un vaso de vino tinto. Después de eso, caminé durante un par de horas, mirando las pequeñas tiendas de regalos. Había mucha influencia rusa en muchos de los artículos que encontré, así como piezas de arte hechas a mano que se vendían. Hice nota que cuando volviera de la cabaña dentro de cinco días, compraría mis recuerdos entonces. Después de pasear un poco y detenerme en el crucero que estaba atracado, me dirigí a la tienda de comestibles y comencé a recorrer los pasillos. Solo compré la comida que cabía en la cesta. Pero agarre dos botellas de vino, porque... vino. Hice la compra, pero no tenía prisa por volver al B&B. Aunque estaba agotada y me dolían los pies de tanto caminar hoy -no solo desde que estaba en Ketchikan, sino también durante el viaje- disfruté de la tranquilidad del entorno. Todo aquí era tan tranquilo, pacífico y limpio. No había contaminación, ni coches tocando el claxon, ni gente gritándose. No había caos, algo con lo que tenía que lidiar a diario al vivir en una zona superpoblada.
  • 20. Me dirigí al puente principal de la ciudad y vi a dos ancianos apoyados en la barandilla con cañas de pescar en las manos. Discutían entre ellos sobre el tiempo, uno diciendo que era perfecto para pescar, el otro quejándose de que hacía demasiado frío para picar. Pasé junto a una mujer que caminaba tranquilamente, con su bebé arropado contra su pecho mientras llevaba una bolsa de la compra en cada mano. Quizá algún día, cuando no tuviera que preocuparme por las facturas, cuando me sintiera más estable en mi vida, sería cuando podría hacer de este lugar mi hogar. Porque por primera vez en mucho tiempo, sentí que pertenecía a algún lugar.
  • 21. Capítulo 4 MARCELLA Me agarré a ambos lados del pequeño bote, con las uñas clavadas en el metal helado, mientras me llevaban a la cabaña aislada. Estaba bastante segura de que el bote no estaba hecho para agua de mar agitada como esta, pero cuando le expresé mis preocupaciones a Harmond, el caballero mayor que me llevaba, solo se quejó de que estaba bien y lo dejó así. Por supuesto, el día que hice este viaje era una mierda de día con una lluvia gélida que se sentía como pequeñas agujas al entrar en contacto con mi piel desnuda. Las aguas eran casi violentas, y el bote estaba en medio de la nada, rebotando agresivamente. Estuve a dos segundos de tener que inclinarme sobre el borde y vomitar mi desayuno. El chubasquero que llevaba me mantenía casi seca, pero no evitaba el frío glacial que incluso en agosto parecía rodearme. Mis tres grandes bolsas impermeables estaban en el interior del bote, y la lluvia golpeaba el revestimiento de goma que las cubría.
  • 22. Una oleada de náuseas se apoderó de mí cuando pasamos por una gran cresta, la embarcación rebotó con tanta fuerza que me dolió el trasero. Empecé a temblar y me castañetearon los dientes mientras el viento y la lluvia azotaban todo a mí alrededor. Tenía los dedos entumecidos porque no me había soltado de los lados del bote desde que me senté. Miré fijamente a Harmond. Tenía el ceño perpetuamente fruncido, pero estaba segura de que su aspecto era ese. Líneas y surcos profundos le marcaban la cara, tenía bigotes blancos por todas las mejillas y la barbilla, le faltaban algunos dientes y, aunque sabía que no estaba fumando en ese momento dada la lluvia, mantenía su pipa encajada en la comisura de la boca. Cuando lo conocí en el muelle, llevaba un chubasquero amarillo sucio y desgastado, botas de goma negras y, por supuesto, esa pipa de la que salía humo. Me ofreció un chaleco salvavidas, me ordenó que me lo pusiera y luego hizo lo mismo. Llevábamos media hora de viaje cuando por fin reconoció mi presencia. Inclinó la barbilla y gruñó, con la lluvia golpeándole la cara. — ¿Qué?— grité para que se me oyera por encima del motor del bote. Harmond volvió a gruñir y señaló detrás de mí. Miré por encima del hombro y entrecerré los ojos a través del entorno gris para ver la pequeña cabaña que se enfocaba más cuanto más nos acercábamos. Y cuando estábamos a unos tres metros del muelle... la maldita lluvia amainó. Por supuesto, dije en silencio al cielo mientras él maniobraba el bote, la ataba en el poste de madera del muelle y luego se bajaba. Lo miré a él y luego a la isla, que aún estaba lejos de donde habíamos atracado. El muelle se balanceaba mientras él se movía en él, con una anchura de solo un metro y medio, cuando empezó a sacar mis maletas.
  • 23. Estaba un poco confundida por qué no íbamos directamente a la isla cuando vi un bote a un lado. —No podemos acercarnos. — refunfuñó, como si hubiera oído mis pensamientos. —El bote se atascara.— No sabía nada de barcos, ni de navegación, ni de nada de eso, pero el pequeño bote era la mitad de grande que el barco en el que estábamos, y podía ver la playa rocosa y la poca profundidad del agua alrededor de la isla. Harmond no dijo nada mientras tomaba una de mis bolsas y la trasladaba al bote. Me hizo un gesto para que avanzara y me subí con dificultad al muelle. La plataforma subía y bajaba con la corriente y yo me agarraba a la barandilla, sintiendo cómo se me tensaban los músculos de los muslos mientras intentaba mantener el equilibrio. Se subió al segundo bote y me senté junto a mis maletas y frente a él. Y luego nos llevó a la orilla remando. Me di cuenta de que era un hombre de pocas palabras, pero que transmitía su opinión a través de sus expresiones y gruñidos. Una vez en la orilla, me bajé y agarre mis maletas. Él ya estaba tirando las bolsas al muelle antes de que yo las pusiera en el suelo. —El lunes a las ocho de la mañana. — gruñó, recordándome cuándo me recogería para volver a Ketchikan. —De acuerdo. Gracias, Harmond. — Antes de que terminara de decir su nombre ya se estaba alejando, y levanté la mano para despedirme a pesar de que estaba de espaldas a mí. Me quedé ahí hasta que ya no pude verlo, cuando la niebla pareció atravesar el océano y ocultó todo lo que estuviera más allá de ciento veinte metros de la isla.
  • 24. Entonces continué ahí de pie mientras miraba a mí alrededor. Había otra isla más pequeña justo enfrente de donde estaba, y otro bote que estaba volcado y tendido a unos metros a mi lado. Detrás de mí estaba la cabaña con unas escaleras que llevaban a la pequeña cubierta. Podía distinguir un estrecho paseo de madera que rodeaba el lateral de la cabaña y desaparecía por la parte trasera. No había muchas fotos en Internet cuando reservé este lugar, y básicamente solo se mostraba el exterior de la cabaña de caza y los alrededores de la propiedad. Llevé dos bolsas hasta la cabaña y las dejé en el suelo para poder introducir el código de la cerradura y abrir la puerta. Entré en la cabaña e inmediatamente me llegó a la nariz el olor a antiguo, el espacio no utilizado, el polvo y un toque de moho. A mi izquierda había una pequeña cocina y una mesa de madera para dos personas. A mi derecha estaba lo que supuse que era la sala de estar, con un anticuado sillón de retazos y una pequeña mesa de centro delante de la cual había unas cuantas revistas que parecían haber sido impresas veinte años antes. Y el único dormitorio estaba frente a mí. El baño estaba afuera. Es decir, no era más que un retrete literal. Normalmente, el hecho de no tener agua corriente ni electricidad podría haberme disuadido, pero ahora mismo me encontraba en un momento de mi vida en el que no tener nada más que un techo sobre mi cabeza y nadie más alrededor era el escape que necesitaba. Esto era acampar, algo a lo que estaba más que acostumbrada. Salí rápidamente a buscar mi tercera bolsa y la metí. Cerré la puerta principal y me quedé mirando el único dormitorio, con la puerta parcialmente abierta para poder ver lo que parecía una litera sin colchones.
  • 25. La única ventana de la habitación parecía empañada, el cristal viejo. Utilicé la manga de mi gabardina, aún húmeda por el tiempo, y la moví a lo largo del cristal, quitando parte de la suciedad para poder ver un poco más el exterior. Pude ver el retrete justo enfrente de la ventana del dormitorio y arrugué la nariz. No hay nada como mirar al exterior y ver el lugar donde alguien hace sus necesidades para que el día se ponga en marcha. Salí del dormitorio y empecé a revisar mis maletas, poniendo la comida en la mesa, la estufa portátil y las bombonas de propano que había comprado en el pueblo en la encimera, y poniendo el resto de mis “aparatos electrónicos” en la mesa. Llevé mi ropa y mi equipo de dormir al dormitorio y volví a salir a la cocina para poner mi cepillo de dientes y cualquier tipo de artículos de baño en el fregadero. Como todavía tenía mi equipo de exterior y la lluvia había amainado, preparé la ducha exterior y di un paseo por la cabaña. Después de llenar la bolsa con el agua en el gran recipiente de plástico que recoge la lluvia -algo que agradecí que los arrendatarios hubieran incluido en la descripción de las “comodidades”- la colgué y caminé por el “muelle” que recorría el perímetro de la cabaña. Debido al reciente tiempo, el bosque parecía más bien una selva tropical, con el agua goteando de las hojas y el olor a tierra y humedad llenando el aire. El muelle solo bordeaba la parte trasera y los laterales de la cabaña. El retrete estaba justo detrás, y había un par de senderos hechos por el hombre que se adentraban en el bosque. Volviendo a la parte delantera y hacia la orilla, caminé por la línea de flotación y escuché el sonido del suave chapoteo de las olas. Había
  • 26. caracoles pegados a las rocas y peces que creaban ondas al saltar por encima del agua antes de sumergirse de nuevo en el océano. Cuando pateé una roca, di un salto hacia atrás, viendo cómo un cangrejo se alejaba corriendo, al ver perturbado su hogar. Mañana iba a llevar el bote a la isla y a explorar un poco. Después de volver a entrar, desempaqué mi cuaderno de dibujo y me senté a la mesa. A pesar de no tener servicio, saqué el móvil y puse música. Durante una hora me senté a dibujar y encontré una paz que no había sentido en mucho tiempo. Empecé a dibujar la cara de mi abuela y luego añadí detalles de las flores. Dibujé jacintos para el marco y glicinas detrás de su perfil. Cuando se me acalambró la mano, apagué el teléfono y dejé el lápiz, dándome cuenta de que no oía absolutamente... nada. Era la primera vez en mi vida que no oía el sonido de los vecinos del pasillo gritándose unos a otros, o las bocinas sonando fuera de mi ventana. Inhalé profundamente, sin oler los gases de escape de los coches ni la contaminación ni a alguien quemando algo en la estufa de al lado. Claro que había un olor a humedad en la cabaña, pero prefería eso a todos los olores contaminados a los que estaba acostumbrada en casa. Me eché hacia atrás y cerré los ojos, pensando por centésima vez desde que llegué ayer que quería vivir aquí, simplemente esconderme en lo más profundo, lejos de todo el mundo, y fingir que no existía nada más. Capítulo 5 MARCELLA
  • 27. Rasguño-rasguño-rasguño. Rasguño-rasguño-rasguño. Me subí el saco de dormir hasta la barbilla mientras miraba con los ojos muy abiertos la ventana del dormitorio. Llevaba diez minutos escuchando ese sonido. Había algo fuera de la cabaña, algo grande que caminaba por el perímetro, con sus uñas arañando el paseo marítimo. Mi mente decía que lo más probable era que fuera un oso, del que sabía que había muchos en esta parte del mundo antes de hacer el viaje. Pero una parte de mí había sido claramente ingenua al pensar que nunca me cruzaría con uno. Las pisadas eran fuertes y se detenían de forma intermitente, como si el animal estuviera comprobando algo antes de reanudar la marcha. Y entonces lo oí acercarse. Rasguño-rasguño-rasguño. Rasguño-rasguño-rasguño. Me puse de rodillas para salir del saco de dormir. Había comprado un spray repelente de osos en la ciudad, sin estar segura de que funcionara, pero estaba tan cansada cuando me acosté anoche que me olvidé por completo de agarrarlo y mantenerlo cerca. Ningún vídeo de los que había visto en Internet sobre cómo tomar precauciones y estar a salvo en este viaje podía prepararme para vivirlo.
  • 28. Y entonces se acercó el thump-thump, thump-thump de sus pasos antes de que una enorme sombra pasará por la ventana del dormitorio. Oh, mierda. Oh, mierda. Ohmierdamierdamierda. Contuve la respiración, subí el saco de dormir para que me cubriera por completo la cara y solo se me vieran los ojos, y miré por la ventana del dormitorio. Ese cristal no impediría que nada entrara, especialmente un enorme oso de Alaska. ¿Podría oír mi corazón acelerado? Dios, ¿los depredadores no podían oler el miedo de sus presas? Apreté los ojos mientras oía a la gran bestia justo afuera de la ventana, pero sin acercarse lo suficiente como para poder distinguir algo. Estaba demasiado oscuro, las sombras eran demasiado densas. Sabía que dormir no era definitivamente una opción esta noche. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Estaba de mal humor y me sentía como una mierda cuando salí del dormitorio y me dirigí a la cocina. El interior estaba muy frío, con la escarcha de la madrugada cubriendo el exterior de las ventanas. La noche anterior había sido un fracaso épico de ensayo y error para encender la estufa de leña; pero después de demasiados intentos, finalmente conseguí que funcionara. Tome unos cuantos trozos de madera cortada y me puse a trabajar, encendiendo otro fuego para calentar el lugar. Una vez encendido, me senté frente a él y me envolví en el saco de dormir. Me estaba replanteando seriamente todo este viaje. Después del incidente con el oso de la noche anterior, me di cuenta de que tal vez había tomado una decisión precipitada con respecto a venir aquí sin pensarlo bien. No tenía forma de comunicarme con nadie si necesitaba ayuda, y nadie sabría si me pasaba algo hasta que Harmond viniera a recogerme.
  • 29. Pero a pesar de la preocupación por todo eso, del miedo que sentí anoche y de las reservas sobre lo que realmente había pensado al venir aquí, estaba decidida a hacer de ésta la mejor experiencia posible. Una vez que me calenté, preparé una jarra de café en la estufa y me senté de nuevo frente al fuego, sosteniendo la taza de aluminio moteada en blanco y negro entre mis manos. Volver a dormirme después de oír al oso afuera había sido imposible. De hecho, ahora mismo tenía serias dudas de poner un pie afuera aunque fuera de día y estaba bastante segura de que ya estaría dormido. Pero no podía quedarme en la cabaña todo el viaje, y no quería ser una prisionera mientras estuviera aquí, así que terminé mi café y tomé un desayuno rápido. Me vestí, me puse el chaquetón rojo con capucha y abrí la puerta de la casa con dudas. Asomé la cabeza pero no vi nada destruido, y cuando el silencio me saludó, me sentí un poco más valiente y salí. Como todavía era temprano, la temperatura era bastante fresca, y me subí la cremallera de la chaqueta y me metí las manos en los bolsillos, saliendo de la terraza y doblando la esquina de la casa. Una vez más, me detuve y escuché, pero no oí nada, así que di el par de pasos que se requerían para llegar al muelle y me dirigí hacia la plataforma. Lentamente. Al mirar a la vuelta de la esquina, donde estaba la ventana del dormitorio y donde oí al oso más activo, una parte de mí esperaba ver ahí una gran bestia peluda, pero estaba vacía. Exhalé con alivio, pero sentí que mis cejas se fruncían un poco al aumentar mi confusión. Me acerqué a la ventana, me agaché, extendí la mano y dejé que mis dedos recorrieran los profundos surcos que estaban grabados en la madera. Eran grandes, profundos y solo algo con garras afiladas podía crear.
  • 30. Me recorrió un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura, y me puse de pie, manteniendo la cabaña a mi espalda mientras miraba hacia el bosque. Estaba a punto de volver a entrar cuando vi un sendero que ciertamente no estaba hecho por el hombre. Aplanaba el follaje, como si algo enorme lo hubiera pisoteado. Dios, esta era una idea horrible. Sí, de ninguna manera iba a explorar hoy. Me mantuve cerca de la cabaña, aventurándome solo hasta la orilla de enfrente. Y a medida que avanzaba el día y no había señales de ningún oso, me sentía más tranquila. Caminé a lo largo de la orilla, vi focas en la distancia mientras levantaban la cabeza antes de volver a bajar. Me mantuve cerca de la cabaña mientras observaba toda la fauna y la flora. Había muchos tipos de setas y hongos, y yo había sido tan estúpida como para tocar una, lo que hizo que me ardieran los dedos después. Nota para mí, no tocar nada. Vi mejillones esparcidos por la orilla del agua, con sus conchas negras brillantes y agrupadas en racimos. Cuando terminé de explorar, me senté frente a la hoguera y leí un rato. Cuanto más tarde se hacía, más frío era el aire, así que me abroché la chaqueta y me acurruque un poco más, sin estar preparada para entrar y dar por terminada la noche. Me quedé mirando el horizonte, observando cómo se ponía el sol y el cielo se tornaba en bonitos tonos azules y naranjas, rosas y amarillos. Solo me quedé afuera el tiempo suficiente para que el sol casi desapareciera en la distancia antes de levantarme y entrar finalmente. Aunque me sentía bastante cómoda y segura a medida que avanzaba el día, lo último que quería era estar fuera al anochecer.
  • 31. Y cuanto más tarde se hacía, más aumentaba mi ansiedad. Me acordé del oso de la ventana. Y debido a mis nervios, me terminé la mitad de una botella de vino. ¿Y qué sabes? La ansiedad se desvaneció. Me preparé la cena, me acomodé en la pequeña silla del comedor y utilicé la radio a pilas que había traído para escuchar algo de música. Pensé que podría utilizarla y no gastar la batería del móvil, aunque no tuviera señal. Tenía un par de linternas encendidas, una sobre la mesa y otra junto al sofá. Había mucha luz, ya que la cabaña era pequeña. Estaba en medio de mi libro; la escena se puso especialmente picante cuando oí lo que claramente eran dos animales peleando justo afuera de la cabaña. Conociendo lo suficiente la naturaleza por haber acampado con mi abuela, supe que eran dos mapaches. Esos malditos asilvestrados y locos podían llegar a pelearse por una migaja de comida. Solo se pelearon durante un par de segundos más y, cuando se hizo el silencio, volví a mi libro. Los oí correr por el muelle que rodeaba la casa, con sus pequeñas uñas raspando los tablones de madera. Pude oír cómo se adentraban en el bosque y cómo el follaje se alteraba en su prisa por escapar. Me recosté en la silla para terminar de comer cuando sentí que se me erizaban los pelos de la nuca. Como si mi cuerpo funcionara automáticamente, levanté la mano y me froté la nuca, buscando a mí alrededor la fuente que me tenía tan inquieta de repente. Pero estaba sola en la cabaña. Y cuanto más tiempo pasaba ahí sentada, con los músculos tensos, más me daba cuenta de que estaba dejando que todo me afectara. Me estaba aterrorizando por nada. Claro, anoche había habido un oso enorme fuera de la cabaña, pero no era inusual. Lo esperaba cuando llegué a Alaska. Solo que no podía deshacerme de esta extraña sensación de que había algo... más.
  • 32. Y no sabía qué era exactamente. Terminé de comer y leí otro capítulo de mi libro, y luego me preparé para ir a la cama. Me había bañado y lavado el pelo antes de salir de Ketchikan, pero mañana me atrevería con la ducha al aire libre, y quizá también con el bote para ir a la otra isla. Cuando me acomodé en la litera de abajo, me subí el saco de dormir hasta la barbilla y me quedé mirando el marco de madera de la litera de arriba. No creía que fuera capaz de conciliar el sueño a pesar de estar agotada. Lo único en lo que podía pensar era en el oso que estaba afuera de la cabaña y en su regreso. Volviendo a concentrarme en aquella ventana solitaria, sentí que mi cuerpo se relajaba por sí solo cuanto más se prolongaba el silencio. Tal vez el sueño no sería tan esquivo esta noche. Beber ese vino no fue tan mala idea después de todo.
  • 33. Capítulo 6 WOLF Podía olerla. Tan dulce. Tan mía. Podía oír su respiración, uniforme y lenta. Estaba profundamente dormida. Y por eso me acerqué, por eso irrumpí. Aunque me importaba poco si mi hembra sabía lo que estaba haciendo, no quería asustarla. Si me viera, se aterrorizaría. Huiría de mí. Y por mucho que quisiera que lo hiciera, por mucho que quisiera perseguirla, inmovilizarla en el suelo del bosque y cazar entre sus muslos como la puta bestia asquerosa que era, quería que se corriera porque sabía lo mucho que me excitaba y estaba desesperada por complacerme. Romper la cerradura de la puerta fue fácil, tan fácil como romper los huesos de un conejo que pretendía comer. Los artilugios humanos no eran más que herramientas endebles que creían que podían alejar las pesadillas. Mi cuerpo era demasiado grande y ancho para despejar la entrada, y tuve que girar y desplazar los hombros para poder despejarla.
  • 34. La cabaña olía a antiguo y a almizcle, a machos humanos que habían entrado y salido de este lugar. Gruñí al pensar en mi hembra cerca de otro macho. Les arrancaría la garganta por pensar en ella. Pero debajo de ese viejo hedor estaba el dulce aroma de ella. Inhalé profundamente, sintiendo que el deseo se instalaba en mi polla, y que la pesada longitud se endurecía. Seguí su aroma y entré en el pequeño recinto donde dormía profundamente. Y durante largos momentos me limité a observarla, con la boca deseando probarla, con la saliva goteando de mis colmillos y mi mandíbula porque ella me hacía pasar hambre. Miré alrededor de la pequeña habitación y me fijé en una gran bolsa en el suelo. Me dirigí hacia ella, el pesado golpe de mis pies y el raspado de mis garras en el suelo de madera fueron lo suficientemente fuertes como para esperar que ella se despertara. Pero mi hembra seguía durmiendo. Me puse en cuclillas y enrosque la punta de una garra negra alrededor del pequeño gancho de metal que la mantenía sellada, tirando de ella para revelar su contenido. Metí la mano en el interior y tomé el primer objeto que toqué, un trozo de tela suave que olía tentadoramente a mi hembra. Girando lentamente la cabeza hacia donde ella dormía, me lo llevé al hocico e inhalé profundamente, el aroma de su coño se percibía en el algodón. Sentí que mi polla se ponía completamente erecta, con una gota de semilla en la punta. Cuando me puse de pie, seguía sosteniendo el trozo de tela, imaginando que el material ahuecaba su coño. Se me hizo agua la boca y me acerqué a ella, apretando más mi pata alrededor del material durante un segundo antes de dejarlo caer al suelo. Vi la misma pieza metálica que colgaba de su cubierta y estiré la mano para bajarla, como había hecho con la bolsa. El zzz de las dos mitades del material deshaciéndose hizo que el depredador que había en mí se pusiera más ansioso. Y cuando le quité la parte superior,
  • 35. me regaló la vista de su exuberante cuerpo. —Mmmm. — gruñí, sin importarme lo fuerte que fuera. Estaba cubierta desde los tobillos hasta el pecho, pero aún podía distinguir su cuerpo curvilíneo mientras su ropa se ajustaba a toda esa perfección femenina. Sus muslos eran bonitos y gruesos, y todo lo que pude hacer fue imaginar que la hembra que era mía necesitaría carne en sus huesos para soportar la follada primitiva que le daría. No podía tener una compañera que fuera toda piel y huesos, no con lo grande y fuerte que era yo. La partiría por la mitad. Su vientre estaba lleno y redondeado, sus caderas anchas, de modo que lo único que podía imaginar era agarrarlas mientras la obligaba a tomar mi polla demasiado gigantesca. Mi polla estaba dura, el grueso nudo en el centro crecía mientras imaginaba todas las cosas sucias que le haría una vez que la tuviera en mi guarida. Agarrando mi polla, apreté mi agarre alrededor de esa circunferencia hinchada. El nudo era una parte primaria de mi anatomía que se atascara dentro de ella para que pudiera bombear mi semen. Me aseguraría de no desperdiciar ninguna gota. No pude evitar imaginar su pequeño cuerpo debajo del mío mientras entraba y salía antes de sentir cómo sus paredes se cerraban en torno a mí cuando ella se liberaba. Era mucho más pequeña que yo, como un pajarito. Gemí ante la visión que mi mente evocaba de su coño apretándose. Eso era lo que me llevaría al límite y a mi propio éxtasis carnal. Bombeé mi pata más rápido y con más fuerza. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso, y tenía que abrir ligeramente la boca para obtener suficiente oxígeno. Contener mi gruñido de placer era una tortura, y por mucho que quisiera que estuviera despierta para que me viera dándome placer delante de ella, masturbarme al verla dormir era una excitación que no me iba a negar.
  • 36. Mis grandes y peludas pelotas se tensaron con mi inminente orgasmo, y mantuve la parte superior de mi cuerpo encorvada mientras agarraba el marco de madera por encima de mí con la otra mano. Mis garras se clavaron en la madera y siseé a través de mis colmillos. El slap, slap, slap de mi pata moviéndose rápidamente sobre mi eje acanalado era obscenamente ruidoso, lo que solo alimentó mi necesidad de correrme aún más. Y cuando exhaló suavemente y volvió su cara hacia mí, no pude contener mi ronroneo de placer. Sentí que las crestas que bordeaban mi polla se volvían más pronunciadas a medida que aumentaba mi placer. Sentí que la corona se hinchaba y miré hacia abajo para ver cómo una gruesa y blanca gota de semen se derramaba por la hendidura de la punta. Al volver a concentrarme, bajar la mirada a sus amplias tetas y ver cómo sus pezones se clavaban en el material, me llevó al límite. Me corrí, sintiendo cómo un chorro tras otro de semilla blanca, lechosa salía de mi polla y cubría sus pechos cubiertos de algodón. Coloqué mi polla para poder marcar su vientre lleno y sus gruesos muslos, necesitando que estuviera cubierta por mi semen para que solo oliera a mí. Un gruñido retumbó en mí. Fue bajo y profundo, pero no tan fuerte como para que se despertara. Clavé mis garras aún más en la barandilla de su plataforma de descanso, raspando lentamente para dejar profundos surcos. El placer era infinito, pero no se trataba de correrse, aunque se sintiera increíble. Se trataba de marcar a la hembra que había considerado mía. Se trataba de hacer que oliera como yo, para que todos los demás depredadores supieran que la había tomado y que si se acercaban a ella, les arrancaría la garganta. Apreté mi pata alrededor de la corona de mi polla, expulsando otra gota de semilla y colocándome de forma que una gruesa línea de semen saliera de la
  • 37. punta y cubriera su boca. Por un segundo, esa única cuerda de semen nos conectó. Era perfecta con mi semilla pintándola, y aún más bonita cuando extendí mi enorme pata y le pasé un dedo por la boca, untándola en sus labios carnosos. Me incliné hacia ella, su cuerpo curvilíneo era mucho más pequeño que mi forma bestial. Era tan suave, toda ella de piel lisa y ondas oscuras extendidas a su alrededor. Su aliento se movía por la piel de mi cuello, oliendo a bayas fermentadas. Se me hizo agua la boca por ver si su sabor era tan dulce. Pasé la punta de mi hocico por su mejilla, perfumándola, y mi polla se endureció de nuevo. Tan perfecta. No me negué a mí mismo mientras dejaba que mi lengua se moviera por el lado de su cara, saboreando a mi pequeña hembra humana. No había que esperar más. Era el momento de hacerla mía por fin.
  • 38. Capítulo 7 MARCELLA Demasiado vino. Ese fue el primer pensamiento en mi cabeza cuando me desperté y emití un gemido de aturdimiento, con un latido ya presente detrás de mis ojos. De hecho, eso fue lo que me despertó. Me di la vuelta y me acurruqué aún más bajo el saco de dormir, con el frío de la madrugada en el aire como un mordisco a mi piel expuesta. Pero al moverme, la ropa me tiraba de la piel y me arañaba incómodamente. Y luego estaba la opresión alrededor de mi boca, como si algo se hubiera secado en ella. Sentí que mis cejas bajaban confundidas mientras abría la cremallera del saco de dormir y retiraba la parte superior, mirando mi cuerpo. Al principio no vi nada, pero al inspeccionar más de cerca pude ver que partes de mi camisa y mi pantalón térmico tenían algún tipo de sustancia seca. Estiré la mano y la tome, el material estaba rígido. Me pasé los dedos por la boca, sintiendo que alguna sustancia los cubría.
  • 39. — ¿Qué demonios?— Pasé mi uña sobre un punto en mi camiseta térmica, la punta raspando lo que sea que se había secado en mí. — ¿Qué es eso?— Lo que sea que fuera esta mierda tenía un olor distintivo. No era desagradable, solo... extraño. Después de levantarme, desafié el frío exterior para ir al baño. Probablemente habría batido el récord mundial de aguantar la respiración antes de entrar en ese retrete. Una vez adentro, calenté agua y me di un baño rápido. Pero llamarlo baño fue muy generoso, ya que solo me limpié las partes importantes y cualquier parte de mi cuerpo donde esa cosa rara había estado en mi ropa y se había filtrado. Una vez vestida, lavé los pantalones térmicos y los dejé secar al aire libre en la barandilla de la cubierta. Todavía me dolía un poco la cabeza por la media botella de vino que había bebido anoche, pero a pesar de la mínima resaca, probablemente había dormido la mejor noche que había tenido en bastante tiempo. No había oído a ninguna criatura en el exterior, o había estado demasiado ida para oírlas. Pero hoy me sentía más optimista y valiente, y decidí que dejaría el viaje a la isla de enfrente para mañana. Hoy iba a explorar los senderos que había detrás de la cabaña. Después de desayunar, recogí mi equipo, me puse un par de pantalones largos y algo de ropa térmica debajo, y me até las botas de montaña. Luego me puse mi chaquetón rojo con capucha. Incluso encontré una pequeña cesta en el armario, y la utilicé para recoger algunas flores para que se secaran y poder llevarlas a casa. Y entonces me puse en marcha, rodeando la parte trasera de la cabaña y dirigiéndome al primer sendero. Durante la primera hora, me quedé lo suficientemente cerca de la cabaña como para poder verla. Llevé mi cuaderno de dibujo y garabateé parte de la
  • 40. flora natural que encontré. Las setas, las bayas silvestres, las flores silvestres en todos sus vibrantes colores. Incluso encontré un arbusto de frambuesas negras que pude merendar mientras dibujaba. Tuve que quitarme el abrigo, ya que todo el paseo me había hecho sudar, y finalmente volví a la cabaña para comer algo antes de adentrarme de nuevo en el bosque y tomar el segundo sendero que había visto. Éste era un poco rocoso y con una fuerte pendiente, pero me llevó a un precioso arroyo. Pasé un buen rato ahí, continuando con los bocetos e incluso dando de comer migas de mi muffin a una ardilla que fue lo suficientemente valiente como para acercarse a mí. Había estado fuera la mayor parte del día y perdido la noción del tiempo, y antes de darme cuenta, estaba bastante lejos de la cabaña y el sol se estaba poniendo. La temperatura había bajado considerablemente, así que me abroché el abrigo y me puse la capucha mientras sostenía la cesta. Recogí más frambuesas negras silvestres y decidí que las comería con la cena de esta noche. Cuando empecé a regresar, me di cuenta de que me había alejado más de lo que pretendía. Aunque todavía estaba en el camino, ya no podía ver la cabaña. Miré al cielo, la luz del sol menguante se asomaba entre las copas de los árboles, arrojando fragmentos de luz. Todo se había secado a causa de la lluvia, y podía oír el piar de los pájaros en lo alto y la pequeña fauna que correteaba a mí alrededor. Miré al suelo para ver por dónde iba. Las rocas, piedras y escombros estaban esparcidos por el sendero claramente inutilizado. Y entonces sentí una tensión en la nuca, una sensación de pinchazo que me hizo levantar la mano y frotarme la nuca.
  • 41. Me detuve y miré a mi alrededor, sin saber lo que sentía, pero sabiendo que había algo ahí afuera. Pero no había nada. A pesar de ello, seguía sintiendo esa inquietud de no estar sola. Mi corazón se aceleraba, mi cuerpo sabía algo que yo no sabía, esa parte instintiva de supervivencia me instaba a moverme más rápido. Así que aceleré el paso, sintiéndome como si me estuvieran observando. Una rama se rompió en la distancia, una bandada de pájaros se dispersó por encima. Ahora jadeo, corriendo, y mi prisa me hace tropezar varias veces. La sensación de pesadez alrededor de mi cuerpo aumentó, y cuando miré por encima del hombro, esperando ver que algo me seguía, mi pie se enganchó en una raíz expuesta, haciéndome caer. Caí sobre las manos y las rodillas, la pequeña cesta se me cayó de las manos y mi cuaderno de dibujo y las bayas se esparcieron por todas partes. Solté un grito de dolor cuando las piedras se me clavaron en las palmas de las manos, pero aparté el malestar y me levanté de nuevo, corriendo. El sol se estaba poniendo rápidamente y el cielo estaba cubierto por el crepúsculo. Como estaba en el bosque, todo parecía más ominoso, más sombrío. Estúpida. Estúpida. Estúpida. Debería haber prestado más atención, especialmente con la actividad de los osos de la otra noche. Solo me centré en volver a la cabaña, sin preocuparme de la cesta o de las bayas o incluso de mi cuaderno de dibujo que ahora quedaba atrás. Y entonces lo oí... algo que se movía hacia mí. Aceleraba su paso, las ramas se rompían bajo sus pesadas pisadas. Lo que fuera era enorme, y todo lo que pude ver fue un enorme oso negro cargando hacia mí, hambriento y listo para destrozarme. Involuntariamente, lancé un grito de sorpresa y oí que la criatura se movía aún más rápido.
  • 42. Estaba llorando y mi visión se volvía borrosa. Y entonces resopló, emitió un sonido profundo y retumbante que estaba demasiado cerca. Grité cuando sentí que algo se extendía y me tocaba el pelo. De ninguna manera iba a frenar o mirar detrás de mí. A la mierda. —Correr solo me excita. — le oí susurrar. Sentí que mis ojos se abrían de par en par. Dios, no era un animal. Era un hombre. Me estaba acechando, persiguiéndome. Y cuando sentí que algo patinaba a lo largo de mi espalda, volví a gritar y caí con fuerza, mi tobillo se torció, mi cuerpo cayó a un lado y a la derecha por un pequeño desnivel. Levanté los brazos para protegerme del impacto mientras rodaba. Cuando aterricé en el fondo, una respiración agitada me abandonó. Estaba mareada, con el cuerpo dolorido por la caída, y por un momento no pude moverme mientras jadeaba. Pero entonces oí el chasquido de unas ramitas demasiado cerca para mi comodidad y me obligué a rodar sobre mi espalda y me impulsé hacia arriba. Y entonces vi lo que estaba a varios metros de mí. Caminé hacia atrás mientras la criatura se acercaba. Aquello no era un hombre. Aquello ni siquiera era humano. ¿Cómo hablaba, entonces? Me ardían los pulmones al hiperventilar. La criatura tenía aspecto de lobo, pero... no. Era un monstruoso híbrido animal/humano sacado de mis malditas pesadillas. Se acercó, con el cuerpo encorvado mientras caminaba a cuatro patas. Cuando el grueso tronco de un árbol me impidió retroceder, quise gritar, defenderme. Pero estaba aterrorizada, incapaz de moverme, con ese frío pavor que me invadía.
  • 43. Cuando estuvo a unos metros de mí se detuvo, las sombras del anochecer cubrían demasiado a esta bestia. Pude distinguir su enorme cuerpo y su cabeza inhumana. Pude ver una cara más larga y un hocico, dientes afilados y un pelaje que cubría todo su cuerpo. Y entonces la cosa se levantó lentamente para ponerse de pie sobre dos patas traseras, con las pantorrillas inclinadas como las de un lobo, de modo que parecían dobladas. Se acercó, y el suelo vibró por la fuerza de sus pasos. Debía medir por lo menos dos metros, estaba completamente cubierto de pelo, tenía unos brazos enormes y abultados, unas manos que parecían más bien garras y que tenían la punta negra. Tenía una cola gruesa y peluda que se movía de un lado a otro, como la de un depredador a punto de saltar. Dios... la cosa estaba desnuda, excitada y lo que colgaba entre sus piernas era enorme. —No. — susurré y negué, extendiendo las manos como si eso fuera a alejarla. Seguí mi mirada por su pecho abultado y su cara de lobo. Santa mierda. Aunque parecía un lobo… hombre lobo, mi mente susurró que tenía una inteligencia muy clara detrás de sus ojos oscuros mientras me observaba. —Oh, Dios. Por favor. Por favor, no me hagas daño —mi voz era un susurro. Ni siquiera estaba segura de haber pronunciado las palabras en voz alta—. ¿Qu-qué eres?— estaba tan cerca ahora que todo lo que olía era este aroma salvaje que se aferraba a él. Aquí estaba esta criatura primitiva acercándose a mí, respirando sobre mí... negándose a darme espacio. Iba a comerme. Estaba segura de ello. ¿Por qué otra razón estaría aquí? ¿Qué otro propósito tendría eso para mí? No es eso. Él. Esta criatura era claramente masculina dado lo que estaba trabajando.
  • 44. —Soy quien te va a hacer mía. — Sacudí la cabeza y arremetí contra él, rastrillando mis uñas a lo largo de su pecho, sintiendo un músculo duro y definido debajo. Fue rápido cuando sacó su pata y la enroscó alrededor de mi muñeca, mi palma y mis dedos tan pequeños comparados con los suyos. Sentí que mi instinto de supervivencia aumentaba cuando empecé a gritar y a dar patadas, pero estaba segura de que yo era como un mosquito molesto comparado con él. Y cuando me soltó la muñeca para agarrar mi tobillo, impidiendo que mi pie conectara con la enorme cosa que tenía entre las piernas, volví a gritar. Pero esta vez fue de miedo. Un miedo escalofriante. Se levantó y empezó a arrastrarme como si fuera un maldito saco de papas. Retorcí mi cuerpo, arañando el suelo, con la tierra clavada bajo mis uñas. Las lágrimas me nublaban la vista, y entonces el mundo giró cuando me levantó y me echó al hombro. Por un segundo, me quedé sin aliento cuando mi estómago se conectó con su hombro, y me quedé ahí flotando por sus movimientos. Y entonces tomó velocidad, corriendo, por lo que me obligó a agarrarme al largo y oscuro pelaje que lo cubría y aferrada, sollozando incontroladamente. —No te preocupes, hembra. Pronto te haré llorar por una razón muy diferente. —
  • 45. Capítulo 8 MARCELLA Cuando la conciencia volvió lentamente a mí, me di cuenta al instante de que no estaba sola. No abrí los ojos, solo seguí haciéndome la dormida porque todo volvía de golpe, permitiéndome revivir una pesadilla. Estar en el bosque. Sentir que no estaba sola. Luego ser perseguida por esa- esa-cosa. Reprimí mi escalofrío de miedo cuando la imagen de la criatura se clavó en mi mente. Era un monstruo literal, y lo único que podía pensar era que solo me quería para comer. Cómo deseaba que lo que me había perseguido fuera un oso, porque eso era menos aterrador que la criatura que me había llevado. Podía oírlo cerca, y el propio suelo debajo de mí vibraba ligeramente cada vez que daba un paso. Intenté fijarme en lo que me rodeaba mientras permanecía absolutamente inmóvil. Lo último que quería era que la bestia supiera que estaba despierta. Lo que tenía encima era suave, pero podía sentir cosas que me arañaban la piel. La manta -supongo que eso es lo que era- que me cubría olía de forma extraña y era pesada y cálida, sintiéndose casi como terciopelo contra mi piel.
  • 46. Me di cuenta de que, aunque seguía vestida, ya no llevaba las botas ni la chaqueta. El pesado sonido de arrastre se hizo más fuerte... más cercano, e involuntariamente me tensé. Traté de fingir que dormía, pero no había forma de evitar el terror que sentía, y que se reflejaba en el exterior. Y entonces llegó el resoplido. Resoplido. Sentía como si el aire caliente se moviera a lo largo de mi brazo. El monstruo inhaló profundamente mientras arrastraba ese inhumano hocico peludo a lo largo de mi extremidad y hasta mi garganta. Apreté los ojos con fuerza y no pude contener el gemido que me salió cuando sentí la sensación cálida y húmeda de lo que supuse que era su lengua lamiéndome el cuello. —Despierta. — dijo la criatura en un tono áspero que era más profundo y aterrador que todo lo que había escuchado. —No tienes que abrir los ojos para que disfrute de esto. — Gemí y traté de alejarme sutilmente, pero un gruñido bajo retumbó y se apoderó de mi brazo. El tacto de la bestia no era doloroso, pero ciertamente era uno que me decía que no me alejaría. Me lamió el cuello y luego se pasó la nariz, que -por Dios, estaba húmeda-, por el lugar que acababa de lamer. Me estremecí y él tarareó, pues estaba claro que le gustaba esa reacción mía. Apreté las muelas traseras cuando deslizó su enorme mano-pata, Dios, lo que fuera que tuviera, por mi brazo. Cuando se acercó, pude sentir el pelaje que cubría todo su cuerpo. La cosa era enorme, y utilizó su agarre para empujarme hacia ella. Sentí que las lágrimas resbalaban por mis mejillas y finalmente abrí los ojos. Su olor era fuerte, una mezcla de pino, tierra salvaje, almizcle y algo casi familiar.
  • 47. —Mantener los ojos cerrados no cambiará el hecho de que estás aquí conmigo y eres mía. — Podía oír su voz justo al lado de mi oído, sentía la profunda vibración instalándose en cada parte de mí. Entonces me di cuenta de qué era ese olor tan familiar. Había estado en mi habitación. Jadeé, la sorpresa me invadió. Esa cosa me había estado acechando y me había observado mientras dormía. —Esto no es un sueño, pequeña, así que puedes abrir los ojos y ver tu destino. — No obedecí de inmediato. Solo mantuve los ojos cerrados y deseé que todo esto desapareciera, me dije que esto era un mal sueño y que me despertaría y volvería a la cabaña. Pero la forma en que recorría su gran pata peluda por mi brazo y el suave roce de sus garras sobre mi piel expuesta me impedían concentrarme en otra cosa. Repetí la imagen una y otra vez. No era un humano el que estaba detrás de mí. No sabía qué era. Abrí lentamente los ojos para poder comprender la realidad en la que me encontraba. Aunque la criatura estaba detrás de mí y no podía verme la cara, sobre todo con toda la oscuridad y las sombras, ronroneaba como si estuviera satisfecha de que la hubiera escuchado. Quise mandarlo a la mierda, pero cuando deslizó su pata sobre mi cadera y la colocó sobre mi vientre, su palma era tan enorme que abarcaba todo mi abdomen. Me entraron ganas de volver a cerrar los ojos y bloquear todo aquello, pero cuando me empujó hacia su enorme cuerpo, me quedé con la boca abierta al sentir que algo duro, largo y enorme me presionaba la espalda. Hice un sonido de sorpresa y traté de apartarme, pero su garra seguía presionando mi vientre, manteniéndome en su sitio sin ningún esfuerzo.
  • 48. —Cállate, mi pequeña hembra. No tengo intención de usar esto... — hizo rodar sus caderas hacia delante, clavando lo que era claramente una enorme erección contra mi cuerpo— En ti hasta que me lo ruegues. — Negué, mordiéndome la lengua porque quería gritar que nunca lo querría ni eso. Y entonces enroscó su gran pata alrededor de la carne de mi vientre, apretándola y dejando escapar lo que solo podría llamarse un ronroneo. Se desplazó hasta mi cadera, haciendo lo mismo con la carne ahí antes de soltarla y deslizarse hasta mi muslo. La criatura enroscó la palma de su mano alrededor de la parte superior de mi pierna, dándole un pequeño meneo antes de gruñir por lo bajo. —Tu cuerpo es perfecto. — Se me secó la boca y sentí que algo se movía en mi interior. No podría describirlo, pero oírlo alabar mi forma con esa voz totalmente inhumana me hizo sentir calor y cosquilleo en lugares que no tenían por qué sentirse así. Estaba en ese extraño estado mental de procesar sus palabras cuando, de repente, su gran pata me cubrió el pecho. Chillé cuando me apretó el montículo al mismo tiempo que me empujaba, clavándome la barra de acero en la espalda y arrancándome un grito ahogado. — ¿Te gusta la sensación de tu compañero?— El corazón me martilleaba en el pecho. ¿Compañero? ¿La mierda? Fue puro instinto lo que me llevó a golpear su peluda pata con la suficiente fuerza como para sentir que todo su cuerpo se tensaba. Me di cuenta de que tal vez me había equivocado. Antes de darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, me encontraba de espaldas con esta bestia cerniéndose sobre mí. Ya sabía y sentía lo enorme que era antes, pero tenerlo encima de mí así me hacía sentir minúscula. Me encogí ante su cara de lobo cuando vi las filas de dientes afilados en su boca.
  • 49. — ¿Qué eres?— susurré, horrorizada. —Soy tuyo. — dijo con rotundidad. —Eres mi hembra y yo soy tu macho. — Sacudí la cabeza, negando lo que había dicho. Colocó sus manos a ambos lados de mi cuerpo, aprisionandome con toda esa musculatura, pelaje y su apariencia poco mundana. Era difícil distinguir los detalles de su aspecto porque la cueva, en la que supuse que estábamos, estaba muy oscura. Pero cuando levantó un brazo, me estremecí. Con los ojos cerrados y la cabeza girada, esperaba un golpe. Cuando no llegó nada, abrí lentamente los ojos y miré tímidamente hacia atrás para verlo mirándome fijamente, pero no pude leer sus motivos. Miró entre mí y su pata levantada y luego volvió a mirarme. Podía imaginar sus cejas, si es que las tenía, bajando en aparente confusión. — ¿Qué es esto?— exclamó, y luego bajó lentamente la mano a su costado. — ¿Crees que te haría daño?— Su tono me hizo retroceder porque era tan... suave, si es que esa era una palabra que podía usar para describirlo. — ¿Crees que alguna vez haría daño a mi compañera?— Sonaba casi atónito. Ahí estaba esa palabra... compañera. Me di cuenta por su tono que significaba mucho. Oh, Dios. Esta bestia me ha tomado porque me ve como qué, ¿su novia? ¿Su esposa? ¿Su juguete para follar? Cuando no respondí, se inclinó hacia atrás y su mirada casi se suavizó. Hizo que mis defensas bajaran solo un poco. —No soy tuya. — susurré. La sonrisa que me dedicó fue lenta y casi siniestra. No tenía labios, no tenía una boca como la de un humano. Pero el destello de sus dientes me hizo
  • 50. quedarme lo más quieta posible. Solo podía pensar en no hacer ningún movimiento brusco. —Oh, pequeña, eres mía. Y... — se inclinó hacia mí y volví a oler ese aroma almizclado a lobo que me hacía sentir todo tipo de cosas —No tienes nada que temer de mí porque mataría a cualquiera que se le ocurriera hacerte daño. — Bajé lentamente los brazos pero los mantuve apretados contra mi pecho, aterrorizada por lo que esta criatura pudiera hacer, aunque estaba muy claro que no me haría daño. Por un momento me quedé tumbada mientras él seguía cerniéndose sobre mí, su cuerpo era tan grande que no podía evitar sentirme como una muñequita debajo de él. Mis ojos se habían adaptado a la oscuridad y podía ver una pequeña luz de fuego parpadeante alrededor de su forma. — ¿Qué eres? ¿Qué quieres de mí?— no esperaba que respondiera, pero tenía que preguntar. Quería fingir que estaba soñando, metida en una pesadilla en la que esta gran criatura pecadora salía de las profundidades del bosque y me arrebataba. Ladeó su enorme cabeza y sus orejas se agitaron. La criatura no tenía dientes perfectos, sino unos afilados que imaginé que necesitaba para desgarrar la carne de su presa. Un pelaje oscuro lo cubría por completo. Tenía un hocico largo, orejas puntiagudas y ojos negros grandes y redondos. Sus hombros eran imposiblemente anchos, sus brazos musculosos, abultados y más gruesos que mis muslos. Me negué a mirar más abajo de su definido abdomen, pero no tuve que notar que lo que lucía abajo era enorme y muy duro. Levanté la mirada hacia su rostro para ver que me miraba casi inquisitivamente, como si tuviera tanta curiosidad por mí como yo por él. — ¿Qué eres?— susurré, preguntando de nuevo porque no había respondido. Pasó un segundo prolongado antes de que exhalara un suspiro.
  • 51. —Wolf— fue todo lo que dijo. Me impulsé y retrocedí hasta que la pared rocosa me impidió avanzar. Después de subir las piernas hasta el pecho y rodear las rodillas con los brazos, me quedé mirándolo, intentando hacerme lo más pequeña posible. Todo lo que pensaba era: no hagas movimientos bruscos, no lo hagas enojar. Y entonces, al hilo de ese pensamiento, recordé la mirada que había puesto cuando pensé que iba a golpearme. —Yo soy yo. — dijo con naturalidad. —No eres humano. — afirmé lo obvio. — ¿Qué eres?— No contestó durante mucho tiempo, solo me miró fijamente, y pude ver en sus ojos oscuros que era muy inteligente. Era la forma en que me observaba con esa mirada indagadora, como si pudiera captar cada pequeño matiz que me hacía ser... yo, y lo diseccionaba todo. —Mi tipo siempre ha estado aquí. Desde el principio de los tiempos. — Dejé que eso se hundiera. Está bien. Así que él era diferente a mí. Aunque a algunos les resulte difícil aceptarlo, ¿cómo podría negarlo cuando era una criatura lobuna viva y que respiraba ante mí? No había visto muchas cosas en mi vida, pero eso no significaba que no existieran. —Soy lo que soy — si era de los que se encogía de hombros, tenía la sensación de que lo haría ahora mismo, como si lo que dijera fuera el más simple de los hechos— He visto a los humanos ir y venir por estos lares durante décadas. Aprendí su idioma, escuché las historias que se contaban entre ellos y conocí su mundo. Me llamarían monstruo, pero las cosas que he oído decir a estos hombres, la forma en que hablaban de sus hembras... y ellos son las bestias. — Sentí que algo me apretaba el pecho y no era desagradable.
  • 52. No supe cuánto tiempo permanecimos en silencio, pero ni una sola vez apartó su mirada de mí. Todavía estaba en cuclillas, ese cuerpo gigantesco bloqueando el único escape. Aunque no era estúpida. Sabía que incluso si intentaba correr, me atraparía. Era un depredador, eso era evidente. — ¿Por qué me raptaste?— Sentí que había hecho esta pregunta un millón de veces, pero era como si él no pudiera -o más bien no quisiera- responder. Hizo un gruñido sin compromiso antes de darse la vuelta y dirigirse hacia la luz de la hoguera. Exhalé bruscamente, sin darme cuenta de que había estado conteniendo la respiración de forma intermitente. No sé cuánto tiempo estuve sentada ahí, suponiendo que quería que lo siguiera, pero me quedé lo suficiente como para sentir el culo entumecido. Me habría quedado aquí todo el tiempo si no fuera porque pensé que volvería a entrar aquí y me sacaría como un muñeco de trapo. Estaba en una especie de jergón cubierto de gruesas pieles por encima, agujas de pino y hierba muerta por debajo. El olor que me rodeaba era húmedo y con mucho hedor a tierra. Aunque sabía que no quería salir de ahí, y no quería seguirlo, también era muy consciente de que me volvería a cazar. Así que me puse de pie, sabiendo que probablemente debería averiguar qué demonios estaba pasando.
  • 53. Capítulo 9 MARCELLA Una vez que me puse de pie, me quedé donde estaba durante otro largo minuto. Tenía miedo de salir, de enfrentarme a lo que Wolf tuviera preparado. Pero finalmente, avancé tímidamente por el túnel hasta que éste se abrió y se curvó hacia la izquierda, mostrando una gran zona abierta. Pude ver a Wolf sentado ante un fuego, su inmenso cuerpo parecía empequeñecer el área cavernosa. Sus brazos colgaban entre las piernas, con la mirada puesta en las llamas, y gracias a Dios la posición en la que estaba protegía la enorme erección que había sentido clavarse en mi espalda. Porque sí, esta chica seguro que había mirado. Su atención estaba en el asador inclinado sobre las llamas mientras lo giraba manualmente, asando cualquier pequeña criatura que ensartaba por el centro. Luché contra la ola de náuseas al ver cómo se asaba su cuerpo carbonizado. Aunque no era vegetariana, me parecía demasiado salvaje, y no era algo que estuviera acostumbrada a ver viviendo en la ciudad. Diablos, en mi casa, mis comidas habían sido presentadas maravillosamente en un plato, o abría la bolsa y la sacaba antes de desenvolverla.
  • 54. Wolf no levantó la vista, ni siquiera se movió, pero supe que era plenamente consciente de que estaba de pie a pocos metros de él. Me tomé unos momentos para echar un vistazo a la caverna y comprobarlo todo. En realidad, trataba de encontrar la ruta de escape. El interior era pequeño, con la abertura a unos seis metros a mi derecha. El techo -¿se llama así a la parte superior de una cueva?- tenía estalactitas, pero era lo suficientemente alto como para saber que cuando Wolf se pusiera de pie no tendría que agacharse. Pude ver una pila de pieles, entre otros objetos como rocas, huesos, palos, un montón de agujas de pino y cestas toscamente tejidas llenas de cosas que no podía distinguir desde mi posición. Cuando volví a mirar a la criatura, fue para ver que me miraba fijamente, con su mirada negra clavada en mí de la forma más penetrante. — ¿Cómo te llamas, hembra?— Sentí la lengua demasiado espesa para formar cualquier palabra y responder. Pasé el músculo por mi labio inferior, notando que él observaba el acto. —M-Marcella— susurré. Tarareó un sonido rudo. —Mi Marcella. Ven aquí. — Su voz era gruesa, y una parte de mí sintió que lo decía con un tono suave. Extendió su gran pata de cinco dedos y me indicó que me acercara enroscando sus garras hacia la palma. Era un monstruo. Literalmente. Y sabía que no tenía intención de dejarme ir. Así que, ¿por qué iba a importarle si estaba cómoda o no? Pero aun así me acerqué a él, el instinto me decía que lo último que quería hacer era enojarlo. Supervivencia Marcella. Esta eres tú siendo inteligente hasta que puedas alejarte de él.
  • 55. Cuanto más me acercaba al fuego, más sentía que mis escalofríos disminuían y me daba cuenta de que me estaba congelando. Me rodeé con los brazos, el frío no tenía nada que ver con el aire de la caverna y sí con el shock de... todo. Mantuve a la criatura en la mira todo el tiempo mientras rodeaba el fuego para sentarme en el lado opuesto, manteniendo las llamas entre nosotros como si fuera una especie de barrera que realmente pudiera protegerme. Eso era ridículo. Intenté echar un vistazo a la salida de nuevo, tratando de pasar desapercibida mientras me frotaba la barbilla en el hombro, pero podía sentir a Wolf mirándome fijamente. —Puedes intentarlo —dijo en voz baja, lo que hizo que le devolviera la mirada bruscamente, sintiendo que mis ojos se abrían de par en par — Puedes correr — volvió a centrarse en el fuego y alargó la mano para desenganchar el asador y apartarlo de las llamas —Pero eres mía y no hay lugar donde puedas esconderte donde no te encuentre— El corazón me retumbaba y lo sentía en la garganta. No respondí mientras lo veía arrancar el cadáver del asador. Sus patas eran enormes, fácilmente más grandes que mi cabeza, y sus afiladas y oscuras garras en el extremo podía imaginar que las usaba para rebanar a su presa. —Así que corre, mi pequeña compañera. — Su tono era casi aburrido. — Corre si te hace sentir mejor, más segura, pero que sepas... — empezó a pelar la carne del animal y a colocarla en una piedra plana junto al fuego — Que la persecución solo hace que te desee más. — Dijo esa última parte con un gruñido y no pude reprimir mi escalofrío. Escuchar ese sonido debería haberme hecho sentir solo una cosa. En cambio, sentí algo que no era miedo. No respondí porque ¿qué se suponía que debía decir? Así que me quedé sentada, manteniendo mi mirada fija en él porque era intimidante como el infierno, y parecía que alguien lo había sacado
  • 56. directamente de una película de terror. Vi cómo terminaba de desgarrar la carne y cuando recogió los huesos, agarró la piedra plana y se puso de pie. Eché la cabeza hacia atrás mientras lo miraba y me preparé, con los músculos tensos mientras él caminaba alrededor del fuego hacia mí. Me escabullí hacia atrás hasta que la pared de la cueva me detuvo. Emitió un sonido impaciente, casi irritado, en el fondo de su garganta. “¿Qué esperabas?” quise gritarle. —Come. — resopló esa única palabra mientras se ponía delante de mí y me tendía la piedra con la comida amontonada. Cuando no tome la piedra, la dejó delante de mí y se giró para acercarse a la pila de cestas. Se agachó y retiró una piel, y me di cuenta de que cubría un profundo agujero. Metió la mano y agarro algo, pero con la forma en que se colocó, no pude ver lo que era. Eso fue hasta que se dio la vuelta y vi varios conejos muy muertos colgando de su pata. Volvió a acercarse al fuego y se sentó mucho más cerca de mí de lo que me gustaba. Y entonces empezó a desgarrar a las criaturas. Les arrancó las pieles de un tirón antes de arrojarlas a un lado. Me tapé la boca con el dorso de la mano y sentí que la bilis me subía a la garganta al activarse mi reflejo nauseoso. Entonces se los estaba comiendo. Jodidamente crudos. Me quedé sentada observando cómo devoraba esos conejos, con la sangre cubriendo su oscuro pelaje y goteando en el suelo. Los sonidos que emitía eran ásperos y animales, con rugidos y gruñidos, como si el instinto le dictara que no podía comer en silencio. Cuando terminó, recogió los huesos y los colocó en una pila a un lado, se pasó una enorme pata por el hocico y la mandíbula, limpiando la sangre, pero en realidad solo la untó por todas partes.
  • 57. Y durante todo el tiempo que actuó como la bestia que era, me miró fijamente, manteniendo su enfoque en mí mientras comía como un pagano. Por un momento ninguno de los dos se movió, con el estómago revuelto por lo que acababa de presenciar. Utilicé toda mi capacidad de autocontrol para no sentir náuseas ante su espantosa visión. Y luego estaba el olor. Un olor cobrizo que llenaba la caverna de forma tan densa que sentí que me cubría. Wolf se levantó lentamente, desplegando ese enorme cuerpo desde su posición agachada mientras se acercaba a mí. El sonido de miedo que salió de mí fue involuntario. Sentía los ojos tan abiertos que se estaban secando, pero temía incluso parpadear. Si lo hacía, podría no ver su siguiente movimiento. Pero todo lo que hizo fue ponerse de cuclillas frente a mí, sus dedos con garras clavándose en la tierra mientras se equilibraba. Wolf extendió la mano y recogió la roca aplastada con toda la carne cocida sobre ella. Tomo un largo trozo de carne entre dos garras afiladas como navajas y me lo tendió. —Come — su voz era severa, el tono me recordaba que era una niña petulante que le desobedecía. Volví a fruncir los labios y sentí una chispa de enojo. Pero aunque mi enojo iba en aumento, mi miedo seguía en primer plano. —Tienes que comer— me acercó la pata a la cara y giré la cabeza, pero seguí concentrada en él. Hizo un sonido áspero, que era claramente una advertencia, y mi corazón empezó a latir más rápido, si es que eso era posible. Ya sentía que iba a estallar en mi pecho. Cuando resopló, me sorprendió que el sonido fuera casi de derrota. Se bajó del todo hasta quedar sentado en el suelo frente a mí. Colocó la roca entre nosotros, todavía sosteniendo ese pedazo de carne hacia mí como si esto no fuera algo a lo que fuera a renunciar.
  • 58. — ¿Por favor?— juré que vi su frente arrugada como si el sabor de esa única palabra en su lengua lo confundiera. El aire circundante cambió, esa única palabra le parecía tan extraña. Casi sonaba como si no estuviera acostumbrado a decirla, como si tal vez nunca hubiera pronunciado esa única palabra antes. Y lo creía. No sabía qué me había llevado a hacerlo, por qué me importaba siquiera cómo estaba manejando el hecho de que yo rechazara cualquier cosa que me ofreciera. Pero antes de que pudiera detenerme, me agaché y cogí un trozo de carne. —Lo hago por mí, no por ti — murmuré —Para que quede claro — Vi que su boca -el hocico, lo que quiera que fuera que formara su cara- se levantó ligeramente, como si se divirtiera. Mi cuerpo me dijo que me fuera a la mierda cuando mi estómago me traicionó y gruñó. Él emitió un gruñido sin compromiso, pero no se movió, se quedó sentado mirándome. Estaba expectante, como si verme comer fuera una de las cosas más importantes que hubiera presenciado. —Comerás. — Entrecerré los ojos hacia él. —Porque no voy a tener una compañera que es piel y hueso. — Sentí que mi irritación crecía, alejando ese miedo. —¿Perdón?— casi grité. Se inclinó un centímetro y mostró sus colmillos. Y por muy aterradora que fuera esa visión, fortalecí los hombros e incliné la barbilla hacia arriba. —Quiero que mi hembra se llene. — Se acercó un poco más. —Te necesito gruesa y perfecta para poder sujetar algo mientras te follo. — Oh, santa mierda. Mi corazón latió más fuerte.
  • 59. — ¿Me entiendes?— ¿Realmente esperaba que respondiera? Cuando no respondí, dio un sonido de advertencia. —Te lo voy a dejar claro, hembra, quiero que comas y comas bien. Siempre tendrás tu ración. Nunca pasarás hambre — antes de que me diera cuenta, alargó la mano y su enorme pata me cubrió el lado de la cara, abarcando toda la palma de la mano —Mi único propósito es cuidar de ti, y lo haré tan bien que nunca te quedarás sin nada. — Su voz era un sonido ronco. Lo sentí arrollar justo entre mis piernas. Se apartó y exhalé, dándome cuenta de que había retenido la respiración porque me afectaba de una manera que no me sentía cómoda reconociendo. —Porque lo que he planeado para ti, pequeña — dijo, y dejó que su negra mirada recorriera mis pechos, luego mis muslos y volviera a mi cara. Sentí esa mirada—. Lo que he planeado para ti me da más hambre que nunca.— Podía sentir lo rápido que respiraba, podía oír cómo me llenaba la cabeza y ahogaba todos los demás sonidos. —Qué ojos tan grandes tienes. — susurré antes de poder detenerme. —Mmmm, para ver mejor mi plenitud de tu exuberante cuerpo, mi Pajarito. — Me pasé la lengua por el labio inferior y dije: —Qué dientes tan afilados tienes. — Me observó como un depredador. —Los mejores para destruir cualquier cosa que piense en hacerte daño. — Sus dientes se veían tan feroces mientras arrastraba su lengua a lo largo de ellos, como si ya pudiera saborearme. De nuevo, sentí que me invadía esa sensación que me confundía, pero que me hacía querer sentir más.
  • 60. —Come, preciosa. — dijo de repente, sacándome de mis pensamientos y alejando los sentimientos que eran curiosamente fuertes dentro de mí para que volviera a la realidad. Exhalé una respiración temblorosa y me llevé el trozo de carne a la boca, diciéndome a mí misma que solo era comida. Para escapar, necesitaría mis fuerzas. Después de observar el trozo de carne, me lo metí en la boca y empecé a masticar, gratamente sorprendida por su sabor. Estaba un poco en el lado de la caza, y era duro mientras masticaba, pero el sabor era bueno y me di cuenta de lo hambrienta que estaba realmente. Tomé otro trozo. Se inclinó un poco hacia delante y retrocedí. El sonido que salió de él no era uno que pudiera describir. Pero sentí, extrañamente, que le agradaba que estuviera comiendo. Antes de darme cuenta, me había comido la mitad de las tiras de carne que había en la roca. Wolf emitió un gruñido y se puso de pie, acercándose a una pared lateral antes de agacharse para recoger lo que parecía una vejiga de agua. Se giró y volvió hacia mí, y en contra de mi buen juicio miré hacia abajo, esperando ver una enorme polla balanceándose entre sus piernas. Pero me sorprendió ver... nada. No, eso no era exacto. Pude ver sus grandes y pesadas pelotas, y por encima de ellas había un enorme y peludo bulto. Y cuanto más lo miraba, más veía que las cosas cambiaban. Sentí que mis ojos se abrían de par en par cuando empezó a excitarse, su polla saliendo de ese bulto por encima de su saco. Mi boca se aflojó a medida que pasaban los segundos. Una parte de mí debería haber sentido asco por lo que veía. Pero la verdad era que apreté los muslos porque el calor se instaló justo en el centro de mí.
  • 61. Y luego estaba completamente erecto. Su polla era similar a la humana, pero no. La circunferencia de Wolf era tan gruesa como mi muñeca, y la longitud debía ser la mitad de mi antebrazo. Su prepucio colgaba ligeramente sobre la corona de la cabeza, pero podía distinguir el contorno de la cresta por debajo. Y ya goteaba copiosas cantidades de presemen que caían sobre sus musculosos y peludos muslos. —Cuanto más te quedes mirando, más duro me pondré.— Me observaba con un claro calor detrás de sus ojos negros. —Tengo que orinar — solté y me puse de pie, mis rodillas se tambaleaban mientras respiraba profundamente, tratando en vano -y sin lograrlo- de actuar como si no acabara de ver su polla salir de ese bolsillo peludo sobre sus enormes bolas. La aprensión me hizo alejarme de él y acercarme a la entrada de la cueva, con las manos en la pared rocosa detrás de mí. Porque la verdad era que necesitaba algo que me mantuviera estable y con los pies en la tierra. Pero él no me permitió poner demasiada distancia entre nosotros mientras me seguía, con su polla aún dura rebotando ligeramente por sus pasos. Una vez en la boca de la cueva, me giré y me alejé unos pasos más antes de detenerme y respirar una bocanada del frío aire nocturno. Un escalofrío me recorrió. Lo intenté todo para volver a sentir una apariencia de normalidad. ¿Alguna vez me he sentido realmente “normal”? Podía sentir a Wolf justo detrás de mí, pero no me volví. Su presencia era lo más tangible que había sentido nunca. Me rodeé la cintura con los brazos, el acto fue una reacción involuntaria que no tenía nada que ver con el frío y sí con el hecho de que lo escuché acercarse, de que encontré el calor de su cuerpo cubriéndome. Cómo olí ese aroma familiar que no pude localizar hasta que…
  • 62. Se me aceleró el pulso cuando me di cuenta de ello. Tuve que inclinar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a la cara, y antes de darme cuenta, Wolf estaba bajando la parte superior de su cuerpo para que su cara estuviera justo delante de la mía. Sus fosas nasales se ensancharon mientras inhalaba profundamente, y juro que sonrió. —Estuviste en mi habitación —susurré—. La forma en que hueles... eras tú. — No respondió, no lo negó ni lo confirmó. Me soltó después de que diera un paso atrás. —Te vi. Te quería. Así que te tomé. — dijo de nuevo, con tanta claridad, con tanta naturalidad, que era exasperante. —Hay una pequeña cosa llamada consentimiento, Wolf... — El sonido que salió de él hizo que el resto de lo que iba a decir muriera en mi lengua. —Repite eso. — ¿Hablaba en serio? —Jódete, amigo— De nuevo, hizo ese sonido, y sentí las vibraciones por todo mi cuerpo. —Repite eso también — sus dientes brillaron mientras sonreía. El bastardo —. De hecho, di las dos en la misma frase. Di, 'jodeme, Wolf'.— —Eres una bestia y un pervertido. — sentí que mis ojos se abrían de par en par mientras las palabras salían solas de mi boca. Sus ojos se entrecerraron mientras inhalaba de nuevo. — ¿Por qué haces eso?— —Hacer qué. — me miraba fijamente a la boca mientras hacía la pregunta. —Seguir... oliéndome. —
  • 63. Su mirada volvió a subir lentamente por mi cara para poder mirarme a los ojos. —Porque tu olor es tan bueno, Pajarito. Tu coño huele tan bien cuando te mojas. — Sentí que mi cara ardía. —No estoy... no estoy excitada. — me tragué el grueso nudo que tenía en la garganta y retrocedí un paso. Él me siguió. —Mmmm, te olvidas de que puedo notar cuando mientes— su mirada bajó a mis labios— Y el aroma de tu frustración por el hecho de estar excitada por mí hace que tu olor sea aún más adictivo. — ¿Podía oír lo fuerte que latía mi corazón? Sonaba como tambores de guerra en mis oídos. —Me preguntaste por qué te tomé, y te dije que porque te deseaba, pero tal vez necesites escucharlo de otra manera — extendió la mano, y me quedé tan congelada en el sitio que dejé que me tocara, que me acariciara la mejilla de nuevo y que suavizará la yema de su pulgar sobre mi piel — Cuando te vi, supe que serías mía. Tu cuerpo está hecho para soportar la follada que pienso darle a mi compañera. Tus curvas y tu grosor fueron creados para llevar a mis grandes cachorros.— Mi coño hormigueó. La perra traidora. Sentí el suave rasguño de una garra mortal bajando por mi sien y respiré hondo. Porque se sentía bien. —Nunca he deseado nada más que a ti. — Sentí su cálido aliento rozando mi cara y mi cuello. Se inclinó de nuevo y sentí una corriente de aire a lo largo de la concha de mi oreja, la sensación húmeda de su nariz moviéndose contra mi mejilla.
  • 64. No supe por qué lo hice, pero cerré los ojos y me estremecí. Debería haberme disgustado que Wolf estuviera tan cerca de mí, tocándome. Pero cuando sentí que algo cálido y húmedo se deslizaba por un lado de mi cara, y le oí retumbar por lo bajo, no pude detener la excitación que me reclamó de repente. Tampoco pude evitar el pequeño gemido que se deslizó entre mis labios separados. Me estaba lamiendo, arrastrando su enorme lengua por mi cara y saboreandome. Sentí mi pulso latiendo justo entre mis muslos. Wolf se apretaba contra mi cuerpo, con su piel gruesa pero suave. Las puntas de mis dedos cosquilleaban, instándome a alcanzarlo y tocarlo. No sabía qué me pasaba, por qué no estaba gritando y llorando e intentando escapar ahora mismo. Pero, que Dios me ayude, no quería moverme. No quería que se detuviera. Así que no me moví, y en su lugar me incliné más cerca, levantando mis manos, y justo cuando estaba a punto de colocarlas en su pecho, enroscando mis dedos en su piel, él dio un paso atrás. Me sorprendió lo... decepcionada que estaba por eso. Cuando abrí los ojos, hizo un sonido en el fondo de su pecho. ¿Se estaba riendo de mi reacción? Mis mejillas se calentaron y apreté los dientes mientras intentaba alejar la vergüenza. Pero cuando lo miré a la cara, no vi nada más que esa frialdad que llevaba tan bien. Me di cuenta de que sus orificios nasales se agitaban, su pecho subía y bajaba. Estaba afectado. Igual que yo. Miré su mandíbula, su cuello y finalmente su pecho. Sentí que las náuseas volvían a surgir en mí. ¿Cómo diablos había olvidado que estaba cubierto de sangre? ¿Estaba tan hambrienta de cualquier tipo de atención que el sentido común y mi instinto de supervivencia habían pasado de repente a un segundo
  • 65. plano? Me tendió la pata y la miré fijamente, pero no hice ningún movimiento para darle mi mano, que obviamente quería. Dio un gruñido frustrado y fue él quien tomó mi mano, aunque su toque seguía siendo suave. Wolf sostuvo mi palma en la suya y la enorme diferencia de tamaño entre nosotros... entre otras cosas, me sobresaltó de nuevo. Todo lo relacionado con Wolf estaba magnificado. Como una chica más grande y con más curvas toda mi vida, nunca me había sentido “pequeña”. No es que quisiera serlo nunca. Así estaba hecha, y lo aceptaba a rajatabla. Pero ahora mismo, mirando a esta bestia de dos metros, me sentía minúscula. Rompible. ¿Y por qué me sentía excitada por eso? Dejé que me guiara por el bosque, la noche era tan espesa que me era imposible ver nada. Así que tuve que confiar en él, aunque no tuviera ninguna razón para hacerlo. No nos alejamos mucho de la boca de la cueva antes de que el sonido del agua balbuceante rompiera el silencio. Aunque sentía agotamiento por todo, cuando atravesamos el claro y pude ver una pequeña cascada de chorros que desembocaba en un generoso charco de agua, que luego continuaba río abajo, parte de mí cansancio se desvaneció. Me dolía el cuerpo de tanto correr e intentar -y no conseguir- alejarme de Wolf. Además del hecho de que me había caído varias veces en la persecución y estaba bastante segura de que tenía algunos desagradables moretones ocultos bajo la ropa, tenía una sensación casi de serenidad al estar aquí afuera. No tenía miedo a pesar de la espesa oscuridad que nos rodeaba y de los depredadores que había cerca. ¿Cómo podría hacerlo si Wolf estaba a un metro de mí y lo único que recordaba era que me había dicho que destruiría todo lo que pensara en hacerme daño?
  • 66. Había una especie de resplandor etéreo que se proyectaba a lo largo de la parte superior del agua, y una brisa fresca aprovechó ese momento para rozarme, moviendo los mechones de mi pelo a lo largo de mis hombros. Estaba tan ensimismada en mis pensamientos y en la apreciación de la vista que no me di cuenta de que Wolf me instaba a sentarme en una gran roca al borde del agua. Por un segundo me limité a mirarlo, y había una extraña pesadez que parecía rodearnos mientras él me devolvía la mirada. Hizo otro sonido, una serie de gruñidos y ronroneos, antes de darse la vuelta y dirigirse hacia el agua. Me pregunté más de una vez si estaba soñando. Porque todo esto era demasiado irreal para ser la vida. Pero parecía real. Se sentía real. Con curiosidad, lo vi caminar hacia el agua y meterse en ella, avanzando hacia el centro. No me miró de inmediato mientras empezaba a lavarse, las gotas salpicando su cuerpo, su pelaje oscuro casi parecía negro ahora que estaba mojado y pegado a su cuerpo. Pude ver claramente lo musculoso y duro que era por todas partes. Hombros enormes, anchos, brazos largos con bíceps abultados, antebrazos cortados y definidos que me hicieron apretar los muslos. Puede que no fuera humano, pero era lo más masculino y poderoso que había visto en mis veintidós años de vida. Miré a mí alrededor, dándome cuenta de que podía intentar escabullirme mientras él no miraba y estaba preocupado. Incluso apoyé las manos en la roca y estuve a punto de impulsarme hacia arriba. Pero sabía... sabía que era inútil. Al menos en este momento. Tenía que ser inteligente, porque si intentaba escapar ahora, él solo me atraparía, y entonces sus defensas se levantarían. Tenía que bajarlas, hacerle creer que era sumisa a sus formas, para que no estuviera en guardia. Y entonces intentaría irme. Eso era lo más sensato.
  • 67. Y cuando se dio la vuelta, no pude evitar el fuerte aliento que respiré. El bastardo se estaba poniendo duro. Mire con una extraña especie de asombro y fascinación cómo emergía su polla y se agachaba para envolverse con su gran y carnosa pata. Y cuanto más miraba, más dura se ponía. Sus enormes y peludas pelotas empezaron a balancearse ligeramente mientras se masturbaba delante de mí. No debería haber mirado, pero ¿cómo diablos iba a dejar de mirar mientras se daba placer? Estaba claro que era un maldito exhibicionista. Supongo que eso me convertía en una voyeur, porque mi coño estaba empapado viéndolo masturbarse. Con la luz de la luna proyectando un resplandor plateado sobre su cuerpo, me quedé mirando su polla. Tan larga. Tan gruesa. Y como estaba tan jodidamente duro, cada vez que su palma se acercaba a la base, podía ver esas crestas elevadas a lo largo de toda la longitud. ¿Con nervaduras integradas para su placer? Bueno, maldita sea. También tenía un anillo hinchado en el centro de su polla, uno que podía ver palpitando incluso desde esta corta distancia. Mi garganta estaba tan condenadamente apretada y mi boca tan seca. Intenté como un demonio dejar de mirarlo, pero los sonidos que hacía, los gruñidos y gemidos que salían de su pecho, me decían que le gustaba que fuera una pervertida, aparentemente. ¿Cómo podía llamarlo pervertido cuando yo hacía lo mismo? Deslizó la palma de la mano hasta la punta y luego la volvió a subir, tirando del prepucio para que pudiera ver la gruesa corona de su polla por debajo. Pude distinguir cómo su rabo se movía de un lado a otro, salpicando ligeramente el agua como si no pudiera evitarlo.
  • 68. El semen goteaba constantemente por la ancha punta, y me di cuenta de que la raja tenía que ser así de grande porque esa criatura probablemente se corría como un maldito géiser. A mi coño pareció gustarle eso -especialmente cuando imaginé todo su semen saliendo disparado mientras se corría- porque mis músculos internos se tensaron por sí solos. Era casi como si mi cuerpo quisiera que algo grande y grueso se introdujera en mi interior. Oh, Dios mío, era una perra asquerosa, loca también. ¿Quién se ponía cachondo pensando en una criatura lobuna que se corriera por todas partes? ¿Qué tipo de persona era secuestrada y se le mojaba el coño con la sola idea de rodear con su mano ese monstruo de polla y ver si sus dedos se tocaban? Yo. Yo era esa perra asquerosa, y ni siquiera estaba luchando contra ello.
  • 69. Capítulo 10 WOLF Mi pajarito pensó que no la veía buscando un escape. ¿No entendía que no había ningún lugar al que pudiera huir sin que yo la siguiera? ¿Acaso mi Marcella no se dio cuenta de que no había un lugar donde pudiera esconderse y yo no pudiera encontrarla? Su olor estaba totalmente arraigado en mí. Era una parte de mí ahora. Y cuanto antes aceptara que era mía, más placer podría darle. Y quería darle una cantidad inconmensurable. Pero le permití tener esta falsa bravuconería, esta falsa idea de que podría dejarme atrás. Yo era una bestia salvaje y primitiva, en cuerpo y mente, mis instintos eran brutales y estaban en sintonía con la supervivencia. Y ahora que tenía a mi Marcella, lo era aún más. Porque nada me la quitaría, ni siquiera mi pequeña compañera luchando contra esto. Solo tendría que demostrarle lo bien que estaba conmigo, lo bien que la trataría. Ella sería mi reina, mi alfa. Adoraría el suelo que pisara y me aseguraría de que tuviera todo lo que pudiera desear. Solo quería que se diera cuenta de que era mía y que nunca la dejaría ir.
  • 70. Y cuando sentí que me miraba de nuevo, mi polla se endureció, se alargó. Rodeé mi polla con la pata y le di un buen par de golpes. Me sentí bien al masturbarme, sabiendo que ella me miraba. Era increíble oler su excitación y todo el dulce néctar que se derramaba entre sus muslos. Gruesos hilos de mi semen se derramaron de mí, cayendo al agua, haciéndose aún más prominentes a medida que mi deseo crecía. Pero quería que ella viera todo de mí. Quería ver sus ojos abrirse de par en par y su respiración entrecortada mientras me acariciaba y me corría realmente en todo el lugar, derramando mi semilla en el agua como lo haría en su cuerpo, en su boca... en lo profundo de su vientre. —Ven aquí, preciosa. —seguía sentada en la roca, pero podía oír su uña humana roma raspando la roca. Pude ver cómo apretaba los muslos, cómo se aceleraba su respiración. Se quedó mirando mi erección. Dejé que mirara hasta la saciedad mientras me palpaba. Sostuve la pesada longitud mientras arrastraba la palma de la mano hasta la corona antes de deslizarla de nuevo hasta la base, tirando del prepucio hacia abajo para que ella pudiera ver la cabeza bulbosa e hinchada por la que goteaba continuamente mi semilla. Observé cómo se mordía el labio, sus pequeños dientes blancos contrastaban con la carne roja, y pude ver el rubor que se abría paso desde su cara, bajando por su cuello y desapareciendo bajo la tela que cubría sus tetas. Quería chuparlas, quería ver cómo se hacían más grandes, más redondas, goteando leche a medida que se ponía pesada con mis cachorros. Y lamer esos pezones llenos y oscuros, lamiendo el dulce líquido que se derramaría de las puntas y alimentaría y nutriría a nuestros hijos. —He dicho que vengas aquí, Marcella. — mi voz era ronca y dentada, el lado primitivo subiendo y queriendo simplemente ir hacia ella y hacer que hiciera lo que quería, para mostrarle que su vacilación no era necesaria.