Era un tiempo de apostasía en el pueblo de Israel. Tal es el rey, tal es el pueblo y el rey que tuvo Israel no fue otro que el malvado Rey Acab quien se casó con una mujer pagana llamada Jezabel la cual lo indujo a introducir como nunca antes la idolatría en el pueblo de Dios.
La idolatría es un mal común. Solo hay una forma de deshacerse de la idolatría y es rompiendo los ídolos.
Pienso que hay tres clases de ídolos. Los ídolos de los procesos, los ídolos de las personas y los ídolos de las sustancias.
Luisa de Marillac y la educación de las niñas pobres
Elías
1. Elías
Pr. Yván Balabarca Cárdenas
Era un tiempo de apostasía en el pueblo de Israel. Tal es el rey, tal es el pueblo y el rey
que tuvo Israel no fue otro que el malvado Rey Acab quien se casó con una mujer
pagana llamada Jezabel la cual lo indujo a introducir como nunca antes la idolatría en el
pueblo de Dios.
La idolatría es un mal común. Solo hay una forma de deshacerse de la idolatría y es
rompiendo los ídolos.
Pienso que hay tres clases de ídolos. Los ídolos de los procesos, los ídolos de las
personas y los ídolos de las sustancias.
En cuanto a procesos están los videojuegos, la pornografía, la masturbación, los juegos
de azar, el trabajo e incluso la misma religión. La idolatría en estos procesos se
manifiesta cuando invierte tiempo y dinero valiosos que podrían invertirse de manera
saludable a las personas que se aman.
Cuando se deja de comer, y de estudiar por hacer las actividades ilícitas, se deja de
conversar con la familia, se deja de estudiar. Entonces estamos frente a una idolatría.
La idolatría a las personas se manifiesta en tener muchos enamorados, o en necesitar la
aprobación constante de todos.
La idolatría a las sustancias se manifiesta en las adicciones a las drogas ilícitas (PBC,
éxtasis, crack) o a las drogas lícitas como el café, el té y otros más.
2. Incluso alguna práctica sana en sí misma como los deportes, la música, el internet y la
religión podrían tornarse en ídolos cuando se descuida el trabajo, la familia y la salud
por practicarlas.
Un ídolo puede ser considerado como una adicción y se deben tomar medidas para que
las acciones malas desaparezcan y las acciones que en sí son buenas sean desarrolladas
con moderación.
En el caso del pueblo de Israel, eran adictos a todo lo que tenían que ver con el culto a
Baal. Esto es las prácticas sexuales indebidas, la embriaguez y una religión depravada
que solo buscaba el ensalzamiento hedonista y egoísta. Aun los niños eran sacrificados
en la desorientación de los idólatras.
Frente a esto hubo un hombre capaz de ponerse al frente del rey y gritarle su verdad.
Fue Elías de Tisbi. Elías se presentó ante el rey con un mensaje del Señor: “Vive Jehová
Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío, en estos años, sino
por mi palabra” (1 Reyes 17:1).
Fue increíble. De pronto el Señor llevó a su siervo a morar en el arroyo de Querit para
preservar su vida porque en su desorientación el rey lejos de aceptar el consejo del
profeta, pretendió encontrarlo y matarlo impulsado por su mujer Jezabel.
Elías fue sustentado milagrosamente por el agua del arroyo y unos cuervos traían pan y
carne para que comiera. Es otras palabras una hamburguesa con su refresco. Este
alimento lo mantuvo firme y fuerte en medio de la miseria y el hambre que azotó Israel
por la falta de agua.
Pero un día el arroyo de Querit se secó.
Puede que estés atravesando grandes bendiciones como Elías en el arroyo. Puede que
lleguen bendiciones en abundancia como el pan y la carne que le trajeron al profeta los
cuervos. Pero ojo. Puede que un día el arroyo se seque.
Puede que esté leyendo este libro una persona que está atravesando un tiempo de vacas
flacas. El arroyo se secó. El que hayamos tenido un periodo de paz y abundancia de
parte de Dios y este haya secado no significa que Dios nos haya dejado de amar sino
que el Señor quiere brindarnos otra experiencia igual de valiosa.
Pero los que tienen el corazón de cabrito gritan, claman, se quejan y lloran. Busquemos
tener el corazón de oveja para ir detrás del pastor por dondequiera que va.
Esto muchas veces es difícil porque atentará contra nuestra comodidad y nuestros
planes humanos pero es necesario que vayamos tras el Señor dejando atrás nuestros
ídolos; aquellos que nos atan y detienen en nuestro progreso espiritual.
Elías fue llevado por orden de Dios hacia un pueblito llamado Sarepta, de Sidón.
Cuando llegó allí pudo observar a una mujer delgada, pero aquella delgadez no propia
de la genética hereditaria de padres enclenques sino aquella delgadez tísica de la falta
3. de comida y la enfermedad. Aquella mujer había llegado a abandonarse a la muerte.
Estaba ya muerta, pero viva. Solo recogía lo último de leña hierbas secas para poder
cocinar y comer lo último de comida, ella y su hijo, y dejarse morir.
Es posible que quien lea esto esté sintiéndose como muerto en vida. Abandonado a su
suerte. Sin esperanza ni de vivir.
Puede que seas un joven cuyos padres han abandonado, pero no hablo del abandono
físico solamente, sino del abandono emocional. Aquel abandono que tiene al padre y a
la madre cerca, pero a la vez, ausentes. Padres que sienten que son buenos padres
porque dan comida, casa y castigo.
Puede que seas una persona que está atravesando problemas económicos y no veas
ninguna solución posible. Puede que seas una persona que ya no le encuentra sentido a
la vida por una decepción.
Puede que seas una persona que ha perdido a un ser muy amado, arrebatado de tu lado
por aquel enemigo insaciable, la muerte.
Puede que seas como aquella mujer. Muerta en vida. Es que no necesitamos estar
muertos para realmente estarlo. Estar muerto también tiene que ver con haber perdido
toda esperanza de vivir. Sin norte, sino objetivos.
Puede que tu familia este muerta en vida, que tu trabajo este muerto en vida, que tus
hijos estén muertos en vida, que tus negocios estén muertos en vida. Como sea, aquella
mujer solo esperaba morir y terminar con su dolor. Pero el Señor tenía un plan
maravilloso con aquella mujer. Sus dioses sidonios no la escucharon, pero el Dios todo
poderoso no desamparó aquella sincera alma.
Cuando aquella mujer levantó la vista vio a un hombre fornido acercarse a ella. Ese
hombre no tenía las marcas de la delgadez fruto del hambre prolongado. Parecía que
viniese de un lugar distante donde la sequía no hubiera afectado.
Aquel hombre se detuvo delante de ella y le dijo:
-‐ “Buen día. Te suplico que me invites un poco de agua
La mujer sin contestar fue a traerle la poco agua que tenía, total, mejor que se la dé a
este extranjero que tenía mejores oportunidades de vida. Entonces escuchó otro
pedido…
-‐ “también te ruego me traigas un poco de pan en tu mano”.
Entonces ella se dio cuenta que este era un hombre de Dios. Tan bien cuidado y con
tanta confianza que le dijo:
-‐ “Vive el Eterno tu Dios, que no tengo pan cocido. Sólo tengo un puñado de
harina en la tinaja y un poco de aceite en una vasija. Ahora juntaba esta leña,
para prepararlo para mí y mi hijo, para comerlo, y después morir”
4. Era un drama. En más de una ocasión esta mujer se vio atormentada con el llanto de
hambre de su hijo, y ahora debía decidir entre dar el último bocado de pan o a su hijo o
a este extraño en buena condición física.
Elías le contestó entonces:
-‐ “No temas. Ve, haz como has dicho. Pero hazme a mí primero un panecillo
cocido bajo la ceniza, y tráemelo. Después harás, para ti y para tu hijo. Porque el
Eterno, Dios de Israel, ha dicho: La harina no escaseará de la tinaja, ni el aceite
de la botija, hasta que el Eterno envíe lluvia sobre la tierra”.
Esto era sin sentido. ¿No había escuchado aquel extraño que todo tenía un poco de
harina?, ¿acaso no entendió que luego se dejarían morir de hambre?. Pero el profeta ve
cosas que los otros no ven. Le declaró una promesa de esperanza.
-‐ “No temas. Ve, haz como has dicho. Pero hazme a mí primero un panecillo
cocido bajo la ceniza, y tráemelo. Después harás, para ti y para tu hijo. Porque el
Eterno, Dios de Israel, ha dicho: La harina no escaseará de la tinaja, ni el aceite
de la botija, hasta que el Eterno envíe lluvia sobre la tierra”.
En otras palabras, “sí, te entendí, se que no tienes más, pero igual dame a mi primero…
y ojo, a mi me gusta cocido debajo de las cenizas. Luego lo limpias y me lo traes,
porque debajo de las cenizas agarra un sabor mar rico. Y luego prepararás para ti y para
tu hijo… (Silencio)… pero ¿porque te me quedas mirando? El Señor verdadero ha dicho
que la harina de tu botija no se acabará y el aceite de tu botellita no cesará de salir hasta
que Dios haga pasar la crisis… ¿Crees?”.
Entonces la mujer se aferró de uñas y dientes de la oportunidad que estaba recibiendo.
Se le ofrecía la salvación completa de esos momentos de crisis.
Echó mano de la poca fe que le quedaba y decidió creer en el Dios del profeta y grande
fue su sorpresa cuando luego de servir al profeta encontró que su harina y su aceite no
escasearon.
Cree, porque al que cree todo le es posible.
Luego de varios días, el hijo de la mujer murió. A veces las cosas marchan muy bien. A
veces todo va de lo mejor, pero un día, ¡Zas!, todo cambia. Es como si estuviéramos en
medio de arenas movedizas, mientras más tratamos de salir, más nos hundimos.
Decisiones que tomamos o simplemente situaciones coyunturales o lo que sea, hacen
que nos encontremos en situaciones muy desagradables. A veces no nos explicamos
porque el Señor nos prueba tanto.
Pero recuerda el Salmo 23, “aunque ande en valle de sombra de muerte”. Es decir, el
pastor Jesucristo no solo nos garantiza que andaremos por un lugar de delicados pastos,
sino que también nos garantiza que atravesaremos valles de sombras de muerte.
5. Es decir. La vida cristiana no es color de rosa muchas veces. A veces hay pruebas que
nos buscamos solitos o otros nos meten o simplemente un día nos encontramos en
medio de ellas sin saber cómo ni porque, pero estamos en medio de la tempestad.
Entonces lo mejor que podemos hacer es: ¿quejarnos?, ¿llorar?, ¿resentirnos?. Pues no.
Debemos dar gracias a Dios y confiar ciegamente en su bondad.
-‐ “Pero pastor” – tu me dirás – “uno es humano, uno reacciona mal muchas
veces”.
Sí. Es cierto, pero quiero decirte también que tenemos la oportunidad de clamar
(Jeremías 33:3) al Señor y Él responderá de manera maravillosa. Tienes derecho a
ponerte triste, pero no como aquellos que no tienen esperanza.
La mujer lloró y e increpó al profeta:
-‐ ¿Qué tienes contra mí, varón de Dios? ¿Has venido a recordarme mis pecados, y
hacer morir a mi hijo?
Aquella mujer aun no creía en el don de profecía manifestado en Elías. Pensó que el
milagro de cada día de que la harina y el aceita que no escaseaba era un resultado
natural.
Tantas veces hemos pensado igual. El respirar, el ver, le caminar, el oir, el tocar, el
gustar, el hablar… todo es tan del diario y tan natural que ya ni damos gracias a Dios
por ello.
El profeta tomó el cadáver del niño y luego de buscar a Dios en oración, el Señor
resucitó al infante.
Fue un milagro. Entonces la mujer dijo:
“Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la Palabra del Eterno es verdad en tu
boca”.
Esa mujer necesitó que su hijo muera para poder reconocer al Dios eterno y el don de
profecía manifestado en Elías.
¿Qué necesitas tú?
Acompáñame en esta oración:
Querido Señor, quiero creer, pero en el fondo dudo. Por favor, a ti no te puedo engañar,
ayudame a creer en tu Palabra.
En el nombre de Jesús.
Amén.