Era el más joven de su familia y el más bien parecido. Sus formas eran armoniosas pero aun así no dejaba de ser un chico. Su principal ocupación era fuera de casa y no que no supiese cocinar o limpiar, o levantar y armar su tienda de campaña, sino que las ocupaciones de los jóvenes de su edad y de su condición social lo obligaron a ser un especialista en la crianza de ovejas.
la Eucaristia es una Fiesta-Explicación para niños
David
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DAVID
“EL
AMADO”
Pr.
Yván
Balabarca
C.
Era el más joven de su familia y el más bien parecido. Sus formas eran
armoniosas pero aun así no dejaba de ser un chico. Su principal ocupación era fuera de
casa y no que no supiese cocinar o limpiar, o levantar y armar su tienda de campaña,
sino que las ocupaciones de los jóvenes de su edad y de su condición social lo obligaron
a ser un especialista en la crianza de ovejas.
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Esta ocupación lo había preparado para algo más. Y esto es posible cuando el
pastor se acostumbra a los olores propios de las ovejas. Con olores así, cualquier otro
olor te es inofensivo. Estaba acostumbrado a ir delante de ellas porque las ovejas en
aquella parte del mundo están acostumbradas ver a su pastor adelante, marcando el
camino. Estaba acostumbrado a ayudar a parir a sus ovejas, de tal modo que el primer
olor que la nueva ovejita percibía era el de su pastor.
Además estaba acostumbrado a la paciencia al tener que pasar largas horas
contemplando los campos en constante vigilancia. Pero David, de quien hablamos en
esta historia, no desaprovechó el tiempo, sino que en esos largos momentos de
vigilancia aprendió a tocar un instrumento, y como la práctica hace al maestro, lo tocó
con gran maestría al punto que su fama como músico llegó hasta los oídos del rey de
Israel, el hombre más alto del pueblo de Dios: Saúl.
Saúl, por su constante desobediencia, fue rechazado por Dios. Saúl no estaba
arrepentido de sus pecados. Si lo hubiera estado, habría confesado sus faltas y las habría
dejado. Pero él no estaba arrepentido, sino que tenía un gran remordimiento, y esto no
genera paz, sino ansiedad. Como había sido rechazado como rey de Israel de parte de
Dios, entonces buscaba y maquinaba la forma de perpetuarse en el trono.
Esta situación le había generado amargos episodios de dolor y desdicha. Fue
tanto así que sus sirvientes le aconsejaron que viniese a su presencia un músico dotado
para tocar música que lo tranquilizara. ¿Y quién mejor que David? Es una gran elección
el aprovechar todo tiempo libre.
Así es que se conocieron Saúl y David. El primero en medio de gran dolor y
remordimiento, el segundo en medio de la paz que emana de la vida sencilla y el
contentamiento en las cosas simples. El criar ovejas lo preparó para estar frente al rey y
no desubicarse.
Un día el profeta Samuel fue llevado a la casa de Isaí. Tenía la misión de buscar
al nuevo rey de Israel, al sucesor de Saúl. Aquí hay algo que me causa emoción. Dios
no necesita a un formidable guerrero para ganar sus batallas, ni necesita a los sabios
para defender sus palabras. Lo que Dios busca son hombres buenos, de limpio corazón,
sinceros y honestos, que deseen hacer la voluntad del Señor.
Cuando llegó a ver a Isaí, este le presentó a sus siete hijos. Cuando le presentó al
primero, Abinadab, Samuel pensó que este era el nuevo rey de Israel, pero Dios no mira
lo que el hombre ve. El hombre se deja llevar por lo que ven sus ojos, mas Jehová ve el
corazón. Luego que pasaron los siete hijos de Isaí, el Señor le reveló a Samuel que entre
ellos no estaba el futuro rey. Samuel preguntó si había otro hijo más, y entonces y solo
entonces se trajo a Samuel del campo donde cumplía fielmente su labor de cuidar
ovejas.
“El
solitario
pastorcillo
se
sorprendió
al
recibir
la
llamada
inesperada
del
mensajero,
que
le
anunció
que
el
profeta
había
llegado
a
Belén
y
le
mandaba
llamar.
Preguntó
asombrado
por
qué
el
profeta
y
juez
de
Israel
deseaba
verlo;
pero
sin
tardanza
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alguna
obedeció
al
llamamiento.
“Era
rubio,
de
hermoso
parecer
y
de
bello
aspecto”.
Mientras
Samuel
miraba
con
placer
al
joven
pastor,
bien
parecido,
varonil
y
modesto,
le
habló
la
voz
del
Señor
diciendo:
“Levántate
y
úngelo,
porque
este
es”.1
Cuando llegó frente a Samuel, este lo vio hermoso, rubio y de buen parecer, pero
aún un adolescente. Pero donde el hombre ve un joven con limitaciones, Dios ve un rey.
Donde el hombre ve solo un pastorcillo, Jehová ve un guerrero. David fue ungido
entonces rey de Israel.
Por otro lado, en cierta ciudad de Filistea, varios años antes, un jovencito
descubrió que era más alto que los demás. Su hogar probablemente fue un hogar
disfuncional, por lo que imagino que este niño creció en las calles de filistea. Se hizo
rudo y su contextura física lo hizo no solamente rebelde sino desafiante.
Cuando llegó a la edad en que debía ir a servir a las órdenes del rey de su
ciudad, causó gran asombro por su tamaño y fuerza física. Medía como tres metros. Fue
adiestrado para la guerra pero las armas convencionales eran muy pequeñas para él así
que tuvieron que fundirse armas para el tamaño del gigante.
Era un hombre de tres metros, pero no de contextura débil, sino un gigante de
nobles dimensiones. Su sola presencia infundía respeto, y si a esto le añadimos sus
pésimos modales, entonces tenemos una máquina de guerra formidable.
Un día los filisteos llegaron a Israel para presentar batalla. Y Saúl convocó a
todas sus fuerzas, y los tres hermanos mayores de David asistieron a presentar sus
respetos y armas al rey.
Es indescriptible el dolor de aquella mamá y casi puedo verla orar de rodillas en
algún paraje solitario por la vida de cada uno de sus hijos que se iban a pelear por su
nación.
David era aún pequeño, y más aun, su padre quería cuidar de él. Después de todo
era el futuro rey de Israel.
Mientras David permaneció en casa, sus hermanos se encontraron con una
realidad aterradora: Un gigante de tres metros de altura presentó un desafío a la nación
de Dios.
1 Samuel 17:4-10 “Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el
cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo. 5 Y traía un
casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco
mil siclos de bronce. 6 Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce
entre sus hombros. 7 El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro
de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él. 8 Y se paró y
dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden
de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre
1
Elena
G.
De
White,
Patriarcas
y
profetas,
627.
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vosotros un hombre que venga contra mí. 9 Si él pudiere pelear conmigo, y me
venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere,
vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. 10 Y añadió el filisteo: Hoy yo he
desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo”.
Adivinen ¿Quién debía pelear con Goliat? Pues nada más y nada menos que el
rey Saúl quien era el israelita más alto de todos (1 Samuel 9:2 “Y tenía él un hijo que se
llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que
él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo”). Pero Saúl tenía miedo.
Durante cuarenta días el gigante blasfemó e insultó al pueblo de Dios, en
constante desafío, ante las impotentes y temerosas fuerzas de Israel.
Ansioso por saber noticias de sus hijos, Isaí mandó a David a empaparse de
noticias frescas de sus hermanos.
1 Samuel 17:17-18 “Y dijo Isaí a David su hijo: Toma ahora para tus hermanos
un efa de este grano tostado, y estos diez panes, y llévalo pronto al campamento a tus
hermanos. 18 Y estos diez quesos de leche los llevarás al jefe de los mil; y mira si tus
hermanos están buenos, y toma prendas de ellos”.
Cuando el jovencito llegó y buscó a sus hermanos, los vio tan temerosos que le
causó gran curiosidad conocer el motivo de su miedo. Cuando de repente el gigante
volvió a blasfemar el nombre de Dios, y fue oído por David. Entonces, encendido en
indignación David dijo:
1 Samuel 17:26 “¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el
oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los
escuadrones del Dios viviente?”
La actitud valiente de David y sus palabras le fueron referidas al rey y este lo
llamó. Cuando lo vio llegar lo reconoció. ¿No era este su músico? ¿Acaso no era un
pastor? ¿Cómo pretendía ser capaz de presentar batalla a un hombre que casi lo
duplicaba en tamaño y además en destreza militar? ¡Imposible!
Pero Dios pone sus propósitos en los corazones de sus hijos:
1 Samuel 17:32-37 “Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a
causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. 33 Dijo Saúl a David: No podrás
tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre
de guerra desde su juventud. 34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las
ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la
manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra
mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu
siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha
provocado al ejército del Dios viviente. Añadió David: Jehová, que me ha librado de
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las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este
filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo”.
Entonces Saúl vistió a David con su armadura personal. ¡Qué torpeza!,
recuerden que Saúl era un hombre alto y David solo un adolescente en crecimiento. La
armadura le quedaba tan grande que el muchacho parecía un maniquí vistiendo una
armadura XXXL. Un total mamarracho.
David se quitó todas esas cosas y solo hizo lo que sabía hacer.
1 Samuel 17:40 “Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas
del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su
mano, y se fue hacia el filisteo”.
Pero no estaba solo. Sino que el gran príncipe del cielo acompañaba a su fiel
siervo.
El gigante vio a David, y entró en diabólica ira. Era el mismo diablo gritando
contra el humilde pastor. Pero David no confió en el Señor.
1 Samuel 17:45-47 “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo
vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel,
a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te
cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las
bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta
congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la
batalla, y él os entregará en nuestras manos”.
“La ira de Goliat llegó al extremo. Furiosamente, empujó hacia atrás el yelmo
que le protegía la frente, y corrió para vengarse de su adversario. El hijo de Isaí se
estaba preparando para recibir a su enemigo. "Y aconteció que, como el Filisteo se
levantó para ir y llegarse contra David, David se dio prisa, y corrió al combate contra el
Filisteo. Y metiendo David su mano en el saco, tomó de allí una piedra, y tirósela con
la honda, e hirió al Filisteo en la frente: y la piedra quedó hincada en la frente, y cayó en
tierra sobre su rostro”.2
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Elena
G.
de
White,
Patriarcas
y
profetas.
701,
702.
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Dios protegió a David y no solo eso sino que lo que era humanamente imposible
por la espada, fue posible por una pequeña piedra que fue lanzada con toda las fuerzas
que daban la fe y la lealtad en el Señor. Era el milagro de la fe.
Todos quedaron en silencio estupefacto. Saúl estaba con la boca abierta y los
filisteos también. Los hermanos de David que estaban con la mirada oculta por no
querer ver como su hermano era machacado, salieron de sus temores al ser avisados que
el gigante murió, pero entraron en estado de shock.
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Inmediatamente David tomó la espada del filisteo, y le cortó la cabeza. No dejó
nada al azar. El trabajo debía ser terminado. Dios hizo su parte, tiró al suelo al gigante,
pero ahora el hombre debe hacer lo que puede hacer. El filisteo blasfemo debía morir.
1 Samuel 17:52 “Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y
siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón”.
¿Acaso hoy tienes gigantes blasfemos que te quieren hacer dudar de Dios en este
día? ¿Los gigantes de la duda, de la crisis económica, de la enfermedad, de la muerte,
de la persecución, de la soledad, del pecado, se han plantado delante de ti para vencerte?
Pues debes decidir qué papel vas a jugar. El de una víctima temerosa o el de un
guerrero de fe del Señor.
Todos los gigantes serán vencidos si estás dispuesto a tomar la espada del Espíritu
Santo para vencer a todas las huestes del mal. Hoy debes tomar la decisión de vencer a
los Goliats de tu vida. No olvides que tú, al igual que David, eres amado, amada, por
Dios.
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