La Pereyra es más que un colegio para la autora, es un lugar donde puede estudiar y convivir sanamente con sus amigos. El colegio se encargó de formarla emocional y moralmente y le enseñó a ver otro lado de la vida y del prójimo, transformándola en una persona muy diferente. La autora siempre tendrá afecto por la institución porque siempre tuvo los brazos abiertos para ayudarla a salir adelante.