1. Interior de una peluquería. Una ventana y una puerta de entrada. Un sillón giratorio
de peluquero, una silla, una mesita con tijeras, peine, utensilios para afeitar. Un
paño blanco, grande, y unos trapos sucios. Dos tachos en el suelo, uno grande, uno
chico, con tapas. Una escoba y una pala. Un espejo movible de pie. En el suelo, a los
pies del sillón, una gran cantidad de pelo cortado. El peluquero espera su último
cliente del día, bojea una revista sentado en el sillón. Es un hombre grande,
taciturno, de gestos lentos. Tiene una mirada cargada, pero inescrutable. No saber
lo que hay detrás de esa mirada es lo que desconcierta. No levanta nunca la voz, que
es triste, arrastrada. Entra Hombre, es de aspecto muy tímido e inseguro.
2. El peluquero levanta los ojos de la revista, lo mira. El hombre intenta una sonrisa,
que no obtiene la menor respuesta y mira su reloj furtivamente. Luego espera.
Buenas tardes
…Tardes…
3. El Peluquero arroja la revista sobre la mesa y se levanta como con furia contenida. Pero
en lugar de ocuparse de su cliente, se acerca a la ventana y dándole la espalda, mira
hacia afuera.
Hace calor. ¿Se
nubló?
¿Barba?
No, no… yo me afeito
solo… Bueno, tal vez
me haga la barba. Sí,
sí, también la barba.
El hombre se acerca al sillón y pone pie en el posapié. Mira al peluquero esperando el
ofrecimiento. El Hombre no se atreve a sentarse y saca el pie. Luego toca el sillón
tímidamente y le habla. Pero El Peluquero no contesta. Inclina la cabeza y mira
fijamente al asiento del sillón. El Hombre le sigue la mirada del Peluquero. Ve pelos
cortados sobre el asiento e impulsivamente los saca, sosteniéndolos en la mano.
4. A mí no me molesta dar
una mano. Para eso
estamos, ¿no? Hoy me
toca a mí, mañana a vos.
5. El Peluquero no lo atiende porque está observando fijamente el suelo. El Hombre sigue
su mirada y El Peluquero lo mira como esperando determinada actitud. Entonces, El
Hombre recoge rápidamente la alusión. Toma la escoba y barre. Amontona los pelos
cortados. Mira al Peluquero, contento. El Peluquero vuelve la cabeza hacia la pala,
apenas sí señala un gesto de la mano. El Hombre reacciona velozmente. Toma la pala,
recoge el cabello del suelo, se ayuda con la mano. Sopla para barrer los últimos, pero
desparrama los de la pala. Turbado, mira fugazmente al Peluquero, y con la ayuda de
un pañuelo que saca del bolsillo, termina de juntarlos sobre la pala. Se incorpora,
sosteniendo la pala. Mira a su alrededor, ve los tachos, abre el más grande.
Bastantes
Usted debe estar
cansado, ¿muchos
clientes?
6. El Peluquero se acerca al espejo y se mira. Se acerca y se aleja, como si
no se viera bien. Mira después al Hombre, como si este fuera culpable.
Éste, impulsivamente, toma el trapo con el que limpió el sillón y limpia
el espejo. El Peluquero le saca el trapo de las manos y le da otro más
chico. Limpia empeñosamente el espejo. Lo escupe y lo refriega.
¿Moscas?
¡¿Polvo?! Polvo. No, no,
empañado… por mi
aliento.
Se mira en el espejo, se pasa la mano por las mejillas, apreciando si
tiene barba. Se toca el pelo, que lleva largo, se estira los mechones. El
Peluquero se sienta en el sillón y le señala los objetos para afeitar,
Hombre mira los utensilios y luego al Peluquero. El Hombre recibe la
insinuación.
7. Bueno, si usted quiere,
¿por qué no? Una vez, de
chico, todos cruzaban un
charco maloliente, verde
y yo no quise. ¡Yo no!,
dije. ¡Que lo crucen los
imbéciles!
Anímese
Le tiembla la mano, le mete la brocha enjabonada en la boca.
Lentamente, el Peluquero toma un extremo del paño y se limpia.
Después lo mira y le acerca la navaja a la cara. Observa la navaja. Es
vieja y oxidada.
8. Está oxidada,
vieja… sin filo.
Claro, usted tiene
más experiencia
que yo... Le creo.
Impecable
Corta espantosamente. Quiere arreglar el asunto, pero lo empeora, cada vez más
nervioso. Corta un gran mechón, pero se asusta de lo que ha hecho. Se separa unos
pasos sosteniendo el mechón en la mano. Se lo quiere pegar en la cabeza al
9. Peluquero, y para eso, moja el mechón con saliva. Insiste pero no puede, entonces
sonríe falsamente risueño. El Hombre deja caer el mechón, lo aleja con el pie y vuelve
a cortar. El Peluquero se va acercando al espejo y se da cuenta que es un
mamarracho, pero no revela una furia ostensible.
¡Deme otra
oportunidad! ¡No
terminé! Lo rebajo
un poco acá, y las
patillas, ¡me faltan
las patillas!
10. El Peluquero le señala el sillón. Y El Hombre, incrédulo, acepta el ofrecimiento.El
Peluquero hace girar el sillón. Toma la navaja, sonríe. El Hombre levanta la cabeza.
Córteme
bien…
parejito.
¡Barba y pelo!
11. El Peluquero le hunde la navaja, y el hombre grita. El paño blanco está empapado de sangre que
escurre hacia el piso. El Peluquero seca delicadamente. Suspira largamente. Se decide por tomar la
revista y sentarse. Se lleva la mano a la cabeza, tira y es una peluca la que se saca. La arroja sobre la
cabeza del Hombre. Abre la revista, comienza a silbar dulcemente.