Literatura del descubrimiento l conquista y la colonia.
1. La literatura colonial de América.
La sociedad colonial americana. La sociedad colonial de América es una mezcla de
español e indio. Se generan aquí ciertas peculiaridades en lo relativo a la literatura.
Aunque la novela de caballería tuvo gran auge en España, en América se prohibiría
tanto su lectura como su escritura. Por esta razón aparece muy tardíamente: en el siglo
XVIII. Sin embargo la poesía sí es cultivada. Así como un nuevo grupo de crónicas
distintas a las de la conquista.
Propio de la literatura épica es La Araucana, de Alonso de Ercilla. La obra trata de
los araucanos, un pueblo amerindio de la parte central y meridional de Chile y del
occidente de Argentina. Los araucanos se vieron envueltos durante más de 300 años
en una guerra interminable en defensa de sus posesiones tradicionales, y expulsaron
reiteradas veces a los españoles. Su capacidad de resistencia comenzó a debilitarse a
finales del siglo XVIII; sin embargo, no se rindieron hasta 1883, tras la pacificación de la
Araucanía por las fuerzas revolucionarias. La primera fase de su lucha contra los
españoles es la que inmortaliza Alonso de Ercilla en La Araucana (1569-1589)
En la poesía lírica barroca sobresale Sor Juana Inés de la Cruz, a quien se le conoció
como la décima musa. Durante su vida adquirió una bien ganada fama de monja
artista y sabia. Esto por su buena cantidad de composiciones poéticas y por su
biblioteca personal de casi cuatro mil volúmenes. Movida por la compasión, a sus
cuarenta años abandona toda actividad intelectual y vende sus libros para regalarles el
dinero a los pobres.
Conozcamos de Sor Juana su soneto Detente sombra.
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
Sor Juana escribió mucha poesía, villancicos y también teatro. Sin embargo siempre se
le recuerda por su gran poema (una redondilla) titulado Hombres necios.
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
2. Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no está claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana;
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende
y la que es fácil, enfada?
Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
3. ¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
La Araucana. Don Alonso de Ercilla y Zúñiga es el escritor de La araucana; obra
que toma su nombre por la guerra entre españoles conquistadores y los araucanos,
pueblo amerindio de la zona central de Chile y occidental de Argentina. Su nombre en
quechua es auca y en idioma araucano es mapuche, que significa gente de la tierra.
En 1555, el joven Alonso se embarcó rumbo al Perú, y posteriormente llegó a Chile en
1557. Luego, el 26 de junio de aquel año, los españoles desembarcaron en la Isla
Quiriquina, desde donde pasaron a la destruida ciudad de Concepción (hoy Penco)
donde construyeron un fuerte para repeler los constantes ataques de los araucanos.
Tras sangrientos combates siguieron hacia el sur, hasta finalmente llegar a la isla
grande de Chiloé, desde donde comenzó el retorno. El propio Ercilla puntualiza haber
sido el primero en llegar a las costas chilotas, y es exacto en señalar la hora y la fecha
(28-II-1558):
Aquí llegó, donde otro no ha llegado,
don Alonso de Ercilla, que el primero
en un pequeño barco deslastrado,
con solos diez pasó el desaguadero
Queda claro que el poeta y soldado Ercilla estuvo en el teatro de operaciones de la
Guerra de Arauco en 1557 hasta finales del año siguiente, luego que fuera desterrado
por el gobernador García Hurtado de Mendoza.
4. El héroe mapuche en la obra La araucana es el indio caupolicán. Caupolicán Nació a
principios del siglo XVI en el valle del Pilmaiquén, en 1553 fue elegido toqui (cacique
que tomaba la dirección militar de las tropas araucanas). Organizó junto con el caudillo
araucano Lautaro la resistencia contra los españoles y ambos llegaron a capturar y dar
muerte al conquistador Pedro de Valdivia en diciembre de ese año. Su gran carisma
hizo que fuera elegido jefe único tras el fallecimiento de Lautaro en abril de 1557 para
enfrentarse a las tropas españolas. No obtuvo ninguna victoria y perdió gran parte de
su ejército. Batido en retirada a las montañas cercanas a la recién fundada ciudad de
Cañete de la Frontera (la actual Cañete, en la provincia chilena de Arauco) durante el
gobierno de García Hurtado de Mendoza, fue apresado por Alonso de Reinoso el 5 de
febrero de 1558. A cambio de su libertad, ofreció devolver a los españoles los objetos
arrebatados a Valdivia, pero aquéllos no confiaron en
sus ofertas y fue condenado a morir empalado.
Monumento en honor al héroe mapuche
Caupolicán, de quien Ercilla dijera:
Y el bárbaro, en el hombro la gran
viga, sin muestra de mudanza y
pesadumbre, venciendo con esfuerzo
la fatiga, y creciendo la fuerza por
costumbre.