El documento describe cómo en Lima, Perú, la gente parece pasar la mayor parte del tiempo comiendo en banquetes y eventos sociales. Esto contrasta con la pobreza generalizada en el país. Aunque una pequeña élite de Lima vive bien, la mayoría de los peruanos solo tienen maíz y hojas de coca para comer. Los banquetes constantes de Lima parecen burlarse de los millones de peruanos pobres.
1. Refieren que en la epoca del Virreinato un personaje
de Madrid, departiendo sobre cosas de América con
un recién llegado de Ultramar, tuvo la ocurrencia de
preguntarle, ¿Qué harán ahora en Lima? —Repicar y
quemar coheter, respondió el ultramarino, dando señales
de conocer a los limeños de entonces. Si hoy, en alguna
parte del Globo, nos dirigieran la misma interrogante,
nosotros no vacilaríamos en contestar: lo que en Lima
hacen ahora es comer.
Los almuerzos suceden a los almuerzos, los lunches a
los lunches, las comidas a las comidas, las cenas a las
cenas. Se engulle sólidos y se bebe líquidos a punto que
bajo el lema de Vida Social o Notas Sociales, los diarios
serios han abierto una sección especialmente consagrada
a contarnos dónde funcionan con mayor actividad las
cucharas, los tenedores y las copas. Hay la bolsa culinaria,
como hay la bolsa mercantil. Las redacciones parece
que tuvieran personas encargadas de huronear en las
canastas del recado para ver cuáles llevan una gallina,
y husmear alrededor de los fogones para descubrir
cuáles trascienden a extraordinario. El menú de las
comidas merece lugar tan importante como la relación
de una corrida o de una fiesta religiosa; así que todo
buen periodista debe tener en su mesa de redacción un
Arte de Cocina junto al Año Cristiano y a un libro de
Tauromaquia.
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2. Los diarios no necesitan afanarse mucho para inquirir
noticias gastronómicas y llevar tanto la baja de los vecinos
que ponen mantel largo como el alza de los que se limitan
al puchero cotidiano: los anfitriones mismos se cuidan
de llevar el dato al periódico, muy ufanos de reunir seis
comensales y muy convencidos de ejercer una de las más
altas funciones sociales al comerse un pavo y destapar
una botella de champagne. Merced a la divulgación de
los ágapes caseros, ya estamos en condiciones de no
ignorar cuándo echa sus primeros dientes el hijo de un
subprefecto y cuándo cumple los setenticinco la suegra de
un ministro.
Los banquetes a los verdaderos y a los falsos personajes
se repiten con frecuencia que raya en lo maravilloso, en
lo inverosímil. Al pobre Candamo, con ofrecerle tanta
comilona, le apresuramos su viaje para el otro mundo, a
Menéndez Pidal le hicimos conocer indigestiones más
serias que las producidas por el garbanzo y el gazpacho, a
Sáenz Peña le dimos razón para sostener que una batería
de cocina puede hacer tanto mal como una de Schneider-
Canet, a Root no le derribamos de una buena enteritis
por haber tenido la feliz idea de salvarse a tiempo.
Vivimos en perpetuas bodas de Camacho. En las cinco
partes del mundo no hay hombres más atareados que los
marmitones de nuestros clubs y de nuestros hoteles. Las
quijadas de muchas gentes han resuelto el problema del
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3. movimiento continuo, los vientres de muchas personas
han denunciado profundidades mayores que las del
Océano Pacífico. Algunos dan señales de convertirse
en sacos digestivos con el accesorio de tentáculos para
coger la presa; otros andan en camino de volverse
monstruos acéfalos y llevar en ambos hemisferios un
simple conato de circunvoluciones cerebrales. Banquete
al pasado y al futuro jefe de la Nación, banquete al
senador y al diputado electos, banquete al nuevo juez
de Primera Instancia, banquete al vocal últimamente
jubilado, banquete al militar ascendido ayer, banquete al
financista que llega, banquete al Encargado de Negocios
que prepara su viaje, banquete al ganante de un premio
en la lotería, banquete al héroe de heroísmos venideros,
banquete al joven sesentón que piensa abandonar la vida
de soltero. Todo el mundo disfruta de su banquete, menos
las pobres mujeres que, sin embargo, tendrían derecho
a la reciprocidad, ya que prodigan tantos beneficios y
tantas gollerías a nuncios, delegados, arzobispos, obispos,
canónigos, etcétera. Bien merecerían su convite las
piadosas damas que suministran leche pura a los hijos
legítimos de uniones católicas, mientras no darían ni agua
con visos o amagos de leche a los hambrientos mamones
concebidos en la inmundicia del pecado.
Ese banquetear de Lima (digamos de una fracción
limeña) contrasta con la miseria general del país, da la
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4. falsa nota de regocijo en el doloroso concierto del Perú,
es un escarnio sangriento a los millares de, infelices
que tienen por único alimento un puñado de cancha
y unas hojas de coca. Vemos la prosperidad de una
oligarquía, el bienestar de un compadraje; no miramos
la prosperidad ni el bienestar de un pueblo. Lima es no
sólo, el gran receptáculo donde vienen a centralizarse las
aguas sucias y las aguas limpias de los departamentos:
es la inmensa ventosa que chupa la sangre de toda la
Nación. Esas quintas, esos chalets, esos palacetes, esos
coches, esos trajes de seda y esos aderezos de brillantes,
provienen de los tajos en la carne del pueblo, representan
las sangrías administradas en forma de contribuciones
fiscales y gabelas de todo género. Merced a las sociedades
anónimas, todo ha sido monopolizado y es disfrutado por
un diminuto círculo de traficantes egoístas y absorbentes.
Fuera de ellos, nada para nadie, lo mismo en los negocios
que en la política, salvo haciendo los postulantes el
sacrificio de convicciones y dignidad. Consigna -la
abyección y la obediencia.
[1907]
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