El documento describe el contrabando que ocurrió en la Sierra de Cortegana durante períodos de inestabilidad política y económica. Inicialmente durante la regencia de María Cristina de Borbón en la década de 1830, grupos marginados robaban ganado y bienes de primera necesidad para traficarlos en Portugal. Tras la Guerra Civil española, decenas de residentes formaron cuadrillas para contrabandear harina y café desde Portugal y sobrevivir, dado el hambre y la pobreza resultantes del conflicto. Estas cuadrillas clandest
Introducción:Los objetivos de Desarrollo Sostenible
Contrabando en la Sierra durante la posguerra
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Siempre que nos referimos al contrabando en la Sierra, lo relacionamos con
el mundo de los mochileros durante la posguerra, los llamados cafeteros; pero
hubo un contrabando muy anterior al final de la Guerra Civil, coincidiendo
con la inestabilidad política que se originó al iniciarse la Regencia de la Reina
Gobernadora María Cristina de Borbón. Un contrabando muy diferente al que
posteriormenteconocimos.Se trataban de grupos de marginados socialmente
-generalmente desertores del ejército- que robaban bestias y productos de
primera necesidad y que luego traficaban con ellos en Portugal. En abril de
1835, las fuerzas de Cortegana y su escribano don Alonso Salazar participaron
en un cerco al pueblo de Galaroza y procedieron a la detención de varios
vecinos que traficaban con bestias. Según la prensa monárquica, estos
"malhechores", a veces, intentaban asaltar las cárceles de los pueblos de la
Sierra con la intención de formar con ellos una partida de latrofacciosos. En
1840 los carabineros de Cortegana apresaron 7 caballerías menores y una
mayor cargadas de sal en la trocha de Campanillo, término de Cortegana.
Estos movimientos de contrabandistas fueron la causa de que, ya con Isabel
II como reina, se reorganizara el control fronterizo. Cortegana pasó a ser
punto de confrontación de 2ª línea en sustitución de Cabeza Rubias, y Rosal
de Cristina como 1ª línea. La demarcación de Cortegana abarcaba desde los
confines de Extremadura (aún hoy se conserva el nombre de caseta
Cortegana), Cumbres de San Bartolomé, El Cañito, Huerta del Cebollar,
Ermita de Elisea, El Lechoso, La Pica, Venta Quemada, Fuente de la Pelada,
Rivera del Carpio, Casa Majada de don Pedro García, Puerto Lobosillo hasta
Cabezas Rubias.
No obstante el trapicheo con productos como la sal, la muselina y la harina
continuó, a pesar de contar ya Cortegana con un gran destacamento de
Carabineros. En 1851 incluso tuvo que intervenir el coronel comandante de
Carabineros para aplacar un alboroto que se produjo entre paisanos de
Cortegana y los Carabineros por cuestiones de contrabando.
Estos altercados entre contrabandistas y fuerzas del orden no terminaron;
incluso a final del siglo XIX, en 1895, actuaban violentamente con asaltos a
los molinos de harina. El más grave sucedió en un molino entre Cortegana y
Aroche donde 9 individuos lo asaltaron y se llevaron, además de la mercancía
existente, a la hija del molinero a la que atropellaron brutalmente. Luego, las
fuerzas públicas detuvieron a 8 de ellos. Por primera vez las autoridades
admiten que gentes delorden estaban implicadas en este tipo de contrabando,
concretamente eran funcionarios del orden judicial.
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Los precedentes históricos del contrabando en la Sierra evidencian que
siempre estuvo relacionado con épocas de corrupción y miseria. Tras el final
de la Guerra Civil se acrecentaron las consecuencias del conflicto bélico: una
elevada mortalidad debida a los doscientosasesinatos, numerosas detenciones
de izquierdistas en las cárceles, pocos nacimientos y matrimonios celebrados,
el exilio forzoso para muchas familias, la obligada movilidad en busca de
nuevos horizontes, las desigualdades sociales..., y el hambre cayó sobre la
mayoría de los corteganeses y se consumó la frase que un hacendado
corteganés anunció a los vecinos de Chanza el día en que entraron las tropas
rebeldes: "Ahora sí que vais a trabajar por un cacho de tocino".
Decenas de corteganeses formaron cuadrillas de mochileros con el fin de
encontrar en la frontera portuguesa los productos que escaseaban y traficar
con ellos para sobrevivir, especialmente con la harina y el café. Estas cuadrillas
de mochileros fueron consecuencia de la necesidad y penuria económica en
que centenares de corteganeses vivían, hombres que se sentían perdidos y que
no temían al Gobierno ni a Tribunal alguno. No nacieron cafeteros, se
hicieron cafeteros por la situación límite de pobreza y desamparo en que
vivían porque el hambre no respeta el orden impuesto. No obstante, la vida en
cuadrilla era una minúscula sociedad muy atractiva, una manera de ser, de
organizarse y de contar con la ayuda de muchos de los vecinos rayanos que
estaban obligados a entenderse, pues de nuevo estaban fuera de la ley. Frente
al poderestatalautárquico y dictatorial surgía el poder de una comunidad que
tiene que sobrevivir y en donde las mujeres de los cafeteros desempeñaron un
papel fundamental en la distribución y venta de la mercancía.
Cuadrillas de 5 o 6 hombres hambrientos y clandestinos miembros de una
minúscula sociedad regida por las reglas del parentesco, la vecindad, la
amistad, la espontaneidad y la flexibilidad donde sus miembros se prestan
apoyo físico y moral, y donde sólo valen la experiencia y dotes personales para
cumplir las pocas normas establecidas por ellos: guardar silencio, respetar las
pertenencias de los demás,caminaren hilera y compartirun lenguaje con unos
signos que sólo ellos conocen. Unos hombres resistentes a los chantajes de los
guardinhas y de los guardias civiles de frontera.
Asumiendo los peligros el guía encabezaba la cuadrilla, la posición más
peligrosa, quien vigila las sombras y movimientos y quien dirige la estrategia
para alcanzar las tres cantinas establecidas en la Raya. Un guía que necesita
conocerbien el terreno, gozardel sentido de la orientación, tener buena vista
y oído, intuición, carisma, fortaleza, arrojo y valentía para sortear las
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dificultades y alcanzar los marcos fronterizos 1006, 1007, 1008..., una piedras
clavadas caprichosamente por dos dictadores: uno portugués que se
aprovechaba de las miserias de los cafeteros al procurarse grandes divisas, y
otro español que estaba más preocupado de sus ideas moralistas que de la
hambruna de muchos corteganeses.
La guerra del hambre trajo de nuevo los mismos componentes de la Guerra
Civil: la cárcel, el exilio y la muerte.