"La belleza es el resplandor de la Verdad"
S. Agustín de Hipona
El desvarío del hacer ha encontrado en la actualidad sus máximas, tristemente pareciera que aquella idea de servicio que se desprendía de los entusiastas modernos a propósito de sus obras, maneras y operaciones; se hubiese diluido...
2024-EL CAMBIO CLIMATICO Y SUS EFECTOS EN EL PERÚ Y EL MUNDO.pdf
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1.
Una
temporada
para
el
perfeccionamiento
Francisco Fernández. (ffernandezurdaneta@gmail.com)
de
la
Claridad.
Una
temporada
para
el
perfeccionamiento
de
la
Claridad
Francisco Fernández.
Promoción MDA 2010-2011
Septiembre 2012
Palabras claves: Verdad, San Agustín, Francisco Fernández, Materialidad, Honestidad, Razón.
"La
belleza
es
el
resplandor
de
la
Verdad"
S.
Agustín
de
Hipona
El
desvarío
del
hacer
ha
encontrado
en
la
actualidad
sus
máximas,
tristemente
pareciera
que
aquella
idea
de
servicio
que
se
desprendía
de
los
entusiastas
modernos
a
propósito
de
sus
obras,
maneras
y
operaciones;
se
hubiese
diluido,
poco
menos
de
un
siglo
después,
en
banalidades
tan
llamativas
como
las
cornisas
y
florituras
que,
convirtiéndose
en
proscritas
del
justo
proceder
de
la
arquitectura,
se
eliminaran
del
vocabulario
académico
como
si
de
un
cáncer
se
tratase.
Fue
también
rápida
la
degradación
en
la
que
se
tradujo
el
pensamiento
moderno
que
intentó
convertirse
en
un
proceso
masificado
de
operación,
cuando
el
correcto
proceder
de
la
modernidad,
aquella
que
huía
de
la
perversión
de
la
copia,
y
que
salió
de
las
manos
de
los
más
acertados
maestros,
devino
en
un
afincado
sistema
de
calcado
que
terminó
violentando
a
sus
habitantes,
y
se
convirtió
en
el
infinito
constructo
de
las
barriadas
periféricas
y
el
anonimato
del
hábitat
"racionalista".
El
proceso
de
deterioro
termina
con
una
ciudad
indigesta
de
arquitectura
mediocre,
con
un
voluptuoso
caldo
de
cultivo
para
infinitas
patologías
del
hábitat,
nunca
antes
vistas
en
la
sociedad.
Justamente
el
problema
de
la
copia
subyace,
por
antonomasia,
en
la
incapacidad
de
concebir
una
realidad
sin
su
marco
circunstancial
y
en
la
permanencia
de
una
forma
carente
de
esencias.
La
acción,
es
decir,
copiar;
surgió
por
tanto
de
la
idea
de
masificación,
"transversalismo"
según
lo
mentase
Deleuze,
que
como
uno
de
los
muchos
y
muy
utilizados
términos
en
la
actualidad,
ocasiona
que
de
alguna
manera
se
descargue
de
complejidad
un
evento,
en
pro
de
servir
a
un
sistema
distinto
del
habitual,
lo
cual
genera
a
su
vez
diluidos
discursos
que
terminan
manifestando
la
superficialidad
con
la
que
se
aborda
el
deforme
amasijo
de
adiciones
en
el
que
se
ha
convertido
un
gran
porcentaje
del
hacer
arquitectónico.
El
proceso
de
Crisis
levanta
hoy
un
anhelo,
el
cual
no
es
más
que
la
afincada
necesidad
de
una
vuelta
hacia
la
maestría
del
hacer,
con
la
sencillez
de
medios;
incluso
tal
vez
en
la
parquedad
de
ellos.
Inexorable
debe
ser
la
acción
del
arquitecto
como
proveedor
de
respuestas
objetivas,
carentes
de
simbolismos
y
sentimentalismos,
a
propósito
de
cualquier
problema
en
cuya
solución
pudiese
entrar
la
arquitectura,
y
aún
así,
con
estas
limitantes
impuestas
por
la
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de la Universidad de Navarra
2.
Una
temporada
para
el
perfeccionamiento
Francisco Fernández. (ffernandezurdaneta@gmail.com)
de
la
Claridad.
universalidad
de
la
razón,
llegar
a
conmover
con
dichas
piezas;
que
se
conviertan
no
sólo
en
elementos
definidos
de
un
ámbito
propio,
sino
de
la
construcción
de
una
trascendencia
hacia
el
espacio
producto
de
su
multiplicación
en
el
territorio.
Es
justamente
necesario
el
que
la
arquitectura
trasluzca
sus
maneras,
que
aún
en
el
más
pesado
de
los
materiales
pueda
observarse
claramente
la
totalidad
de
intenciones,
contenidos
y
voluntades.
Que
el
espacio
sea
consecuencia
de
un
proceso
recíproco
entre
él
y
su
materialidad
y
viceversa,
que
se
evite
por
tanto
la
proyección
o
la
elaboración
de
un
elemento
arquitectónico
que
parta
de
forma
exclusiva
de
un
punto,
sea
el
que
fuere.
La
arquitectura
debe
ocurrir
siempre
al
unísono,
caóticamente;
para
converger
en
un
extremo
ordenado,
claro
y
definido,
como
un
estandarte
del
pensamiento
racional
conjugado
con
la
inexorable
Verdad
del
hacer
correcto.
Es
por
tanto
que
conceptualismos,
transversalidades,
demagogias,
y
superficialidades
deben
ser
dejadas
en
los
márgenes
del
recorrido
para
que
la
obra
sea,
sencillamente,
una
consecuencia
de
la
necesidad
que
la
solicitó.
Que
esos
afanes
epiteliales,
la
nefasta
confusión
del
todo
es
posible
y
del
discurrir
pervertidamente
orgánico
de
una
obra
vayan
quedando
como
remanentes,
en
pro
de
un
proceder
estructurado
siempre
por
la
objetividad.
Tal
vez
sea
momento
de
que
la
arquitectura
pase
nuevamente
al
anonimato,
donde
nadie,
por
muy
asombrosa
que
sea
una
obra,
se
pregunte
el
apellido
tras
su
autoría,
porque
será,
sencillamente,
y
tal
y
como
ocurre
con
las
catedrales
góticas
aún
mil
años
después,
producto
eficiente
de
una
voluntad
y
una
materialidad
que
nos
conmueve.
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