Jesús se dirige a la ciudad de Naín acompañado por sus discípulos y una gran multitud. Al llegar a la puerta de la ciudad, se encuentra con el entierro de un joven, hijo único de una viuda. Jesús se conmueve y le dice a la mujer que no llore, luego toca el féretro y ordena al joven levantarse, lo que ocurre. Todos quedan asombrados y alaban a Dios, diciendo que un gran profeta ha aparecido y Dios ha visitado a su pueblo.