2. ¿Cual fue mayor?
¿La alegría de María en Belén
o aquella otra de la mañana
de Pascua?
¿Cual fue más emotiva la de
la Anunciación o, aquella
otra, de la
visitación a su prima Isabel?
3. ¿Qué alegría fue más
radiante?
¿La de las Bodas de Caná
ante el agua convertida
en vino o la sonrisa que
apareció en sus labios en
el encuentro con el
Resucitado?
4. Ni mayor, ni menor. En
María, todo es alegría
y de la buena. Sabía
que,
en el principio y final
de todas las cosas,
Dios habitaba y, por lo
tanto, sólo restaba el
vivir con alegría.
5. El mundo en el que nos
movemos está
sembrado de tristezas.
Es raro encontrar
dos semanas seguidas,
dos meses continuos,
sin sobresaltos que
amenazan
nuestra felicidad.
6. ¿Cual fue el secreto de la
felicidad de María? Ni
más ni menos que DIOS.
7. Dios estaba inundando
todo su ser; lo que era y
pensaba, lo que creía y
hacía, lo que soñaba y
esperaba.
María, sabía
perfectamente,
que la armonía con Dios
era fuente de paz y de
felicidad.
8. Algo parecido nos
ocurre a muchos de
nosotros (pueblos,
ciudades, santuarios...)
cuando ponemos a
María muy cerca de
nuestras batallas,
proyectos, ilusiones y
trabajos.
9. Sentir su compañía en el
caminar, su complicidad
en nuestras decisiones,
su mano en el día a día,
10. hace que nos sintamos
más felices, más
contentos, más
dispuestos a vivir con
optimismo nuestra vida.
11. ¿Es María causa de
alegría para nuestra fe?
¿Es motor de sonrisas y
de horizontes nobles?
23. Dios te salve María,
llena eres de Gracia,
el Señor es contigo,
Bendita eres entre
todas las mujeres y
Bendito es el fruto
de tu vientre Jesús.
24. Santa María Madre de
Dios, ruega por nosotros
pecadores ahora y en la
ahora
de nuestra muerte.
Amén
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