2. Tiene un estructura más o menos
padronizada, siguiendo en parte las más
antiguas epopeyas occidentales, como la
Riada. Comienza con un pedido de atención y
el anuncio de su contenido, casi siempre
seguido de la explicación de que el relato será
acompañado por una guitarra, o que los
versos serán cantados.
En este relato hay un narrador que presenta a
otro narrados, que es quien cuenta a un niño
la historia del conflicto entre Pantaleón
Mancuello y el Arcángel Gabriel.
Exsiste en la novela elementos propios del
relato lineal, a veces deliberadamente tosco y
despojado casi totalmente de artificios
literarios, típico del compuesto, el género
excluye la metáfora para concentrarse en la
narración.
3. Mancuello nos plantea una visión desoladora.
El pueblo no es el actor de su propia
liberación; es solo un testigo de lo que le
ocurre a él mismo. Mira los hechos como si
fuera extraño a ellos, pese a padecerlos en su
propia carne.
4. MANCUELLO Y LA PERDIZ reconstruye el entero imaginario
colectivo paraguayo, con sus mitos, sus tabúes y sus
esperanzas, con un trasfondo de omnipresente irracionalidad.
En ese empeño, nos propone un reencuentro con la tradición
oral, territorio poblado de los signos que revelan, de manera
inequívoca, la huella inconfundible del mestizaje cultural. Uno
de sus escenarios más sugerentes es aquél donde se producen
los contactos y conflictos de dos lenguas. Es el campo donde el
autor realiza una sorprendente cosecha, y donde obtiene las
claves que le permitirán construir su discurso narrativo. Al
aprovechar inteligentemente todos los recursos de la oralidad,
logra constituir un hito relevante en el doloroso camino de la
literatura paraguaya hacia su definitiva madurez.