Los avatares para el juego dramático en entornos virtuales
Imagenes de mujer en la cristiandad
1. Imágenes de mujeres en los inicios
de la cristiandad
Monique Alexandre
Del anuncio del Reino a la Iglesia: papeles, ministerios, poder de las mujeres
Condena, exaltación: entre estos dos polos oscila la imagen de la mujer. Al
comienzo de su tratado sobre El arreglo personal de las mujeres, Tertuliano
increpa a su lectora y le recuerda el Génesis, 3:
Das a luz entre dolores y angustias, mujer; sufres la atracción de tu marido y él es tu señor. ¿E ignoras
que eres Eva? Vive aún en este mundo la sentencia de Dios contra tu sexo. Vive, pues, y es necesario que
así sea, como acusada. Eres la puerta del diablo. Eres tú quien ha roto el sello del Árbol; eres la primera que
ha violado la ley divina; eres tú quien ha embaucado a aquel a quien el diablo no pudo atacar; eres tú quien
ha vencido tan fácilmente al hombre, imagen de Dios. Es tu salario, la muerte, lo que ha valido la muerte al
Hijo de Dios. ¿Y aún piensas cubrir de adornos tus túnicas de piel?
Pero María, la nueva Eva, cubre de gloria a sus compañeras. Un sermón de
Proclo de Constantinopla la elogia de esta guisa:
Por María, todas las mujeres son bienhechoras. La mujer ya no es maldita, pues su raza ha conseguido
con qué superar en gloria incluso a los ángeles. Ahora Eva está curada, la Egipcia, silenciada; Dalila,
sepultada; Jezabel, olvidada, y ni a Herodías se menciona ya. Ahora se admira el catálogo de las mujeres.
Se elogia a Sara, campo fértil de los pueblos; se honra a Rebeca como hábil proveedora de bendiciones;
también se admira a Lea como madre del antepasado, se ensalza a Débora porque condujo al combate
superando la naturaleza, se llama bienaventurada a Isabel porque llevó en su seno al precursor y saltó de
gozo ante la aproximación de la gracia, y se adora a María como madre y sierva, nube y cámara nupcial,
origen del Señor.
Equivalencia, sumisión en la asamblea, en la familia: también aquí se expresa
una tensión. “Pues cuantos fuisteis bautizados en Cristo, os revestisteis de Cristo.
No hay judío, ni griego; ni siervo, ni libre; ni hombre, ni mujer. Porque todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús”, escribe Pablo. Pero una epístola pastoral
decreta:
Las mujeres escuchen en silencio las instrucciones con entera sumisión. Pues no permito a la mujer que