La juventud es valorada por su energía y belleza física, mientras que la vejez es asociada con la sabiduría. Sin embargo, las sociedades modernas carecen de un valor auténtico de la vejez y promueven una ilusión de juventud eterna que lleva al consumismo y narcisismo. Lo verdaderamente sabio es aceptar la condición humana de envejecimiento y finitud desde la juventud para vivir con propósito y dignidad a lo largo de toda la vida.
Acercamiento pastoral a las culturas juveniles - Oscar Pérez
Guguguuu
1. Mito de la juventud
Lo que está contando el mito en realidad es que la especie humana está
inevitablemente afectada por el deterioro personal, y que ese deterioro personal es
precisamente una marca de la condición humana.
En la antigüedad siempre se tuvo el valor de la juventud, el valor de la energía y
de la belleza física, pero también se reivindicaba la vejez como fuente de sabiduría
y de conocimiento.
Hoy en día las sociedades carecen de un valor auténtico de la vejez y le restan el
valor verdadero a la finitud y al misterio de la muerte. Por eso, el único valor que
se rescata de la juventud es un valor ilusorio y narcisista.
Es verdad que la juventud es la sal de la vida, porque los jóvenes traen consigo la
posibilidad de futuro y la continuidad de la vida, pero lo grave es que las
sociedades actuales construyan ilusiones de juventud eterna que lo único que
hacen son convertir a las personas en máquinas de consumo. La gente se opera,
tienen obsesión con la calvicie, obsesión con la figura y se vuelve prisionera en un
narcisismo enfermizo.
La ilusión de la juventud eterna es nada más que un condicionamiento cultural que
lleva al consumo y a la locura y que por otra parte anula un proceso de evolución
personal necesario, sin el cual terminamos por convertirnos en personas vacías,
tristes y superficiales.
En los pueblos de la antigüedad la vejez estaba asociada a la sabiduría. La
persona madura era tomada como un ser que había llegado a un determinado
punto de su vida, pero también a un determinado estado de su alma.
Lo realmente sabio es desde la juventud aceptar la condición humana con su
finitud. Teniendo eso en cuenta se debe encontrar el propio destino y se debe
también poder vivir con grandeza y dignidad toda la vida.