1. DEPRESION: LA CARCEL DEL ALMA
"Saca mi alma de la cárcel..." (Sal. 142:7)
La depresión fue definida por Andrew Solomon como un parásito que chupa la savia de
nuestra vida. Es como tragarse su propio funeral y/o vestir una ropa de madera. La
depresión es la cárcel del alma, la mazmorra que cautiva las emociones y priva a millones
de personas de nutrir el alma de la esperanza para el mañana. La depresión se clasifica
como una enfermedad, y esta enfermedad, que tiene múltiples causas, afecta a ricos y
pobres, jóvenes y viejos, médicos y analfabetos, religiosos y ateos. La depresión es una
enfermedad que causa muchas otras. Si no se trata adecuadamente puede culminar en
tragedias irremediables. La depresión es la principal causa de suicidio en el mundo.
John Piper, en su libro La sonrisa escondida de Dios, habla de esto con esmerado cuidado.
Hay dos posiciones que circulan entre los evangélicos sobre el tema, que muestran un
desequilibrio peligroso. La primera conecta la depresión con una acción demoníaca. Los
defensores de esta escuela sostienen que las personas deprimidas son oprimidos y hasta
poseídos por demonios. La segunda interpretación vincula la depresión con algún pecado
específico que no se ha confesado. Por lo tanto, una persona está deprimida porque oculta
un pecado que debe ser confesado y abandonado. Nosotros no avalamos estas dos
interpretaciones. Juzgamos que son deficientes e injustas. Es muy cierto que una persona
puede estar deprimida a causa de su implicación con los demonios y también como
resultado de algún pecado oculto. Sin embargo, una persona puede ser afectada por la
depresión, incluso llevando una vida llena del Espíritu Santo. Al igual que una persona
puede estar llena del Espíritu y tener un problema del corazón, una persona también puede
estar llena de la presencia de Dios y afrontar el drama de la depresión.
Si hay varias causas que provocan la depresión, también hay varios síntomas que la revelan.
El primer síntoma es que la persona deprimida está tomando una desesperanza crónica y
comienza a ver la vida a través del lente oscuro del pesimismo. No ve una luz al final del
túnel ni las ventanas de escape. Fue lo que pasó con el profeta Elías. Pensó que sólo él
quedaba de los profetas de Dios en Israel, cuando en realidad había siete mil que no se
habían inclinado ante Baal. El segundo síntoma es mirar la vida a través del lente
retrovisor. Una persona deprimida siente una gran añoranza por los buenos momentos que
pasaron y siente una gran desesperanza por la incertidumbre del futuro. Se siente en un
calabozo, sin fuerza y valor para salir de esta prisión del alma. En esta saga llena de
terrores, coquetea con la muerte misma. No es que su deseo sea de hecho morir, pero siente
un dolor tan profundo en el alma que el único alivio que puede imaginar es el alivio de la
muerte. No hay que subestimar estos presagios que acechan en el alma de una persona
deprimida. Este es un tipo de alarma, una trompeta que necesita encontrar oídos sensibles.
Es por esta razón, que el tercer síntoma de una persona deprimida es un completo
desaliento con relación al futuro. Es el deseo de cerrar las cortinas de la vida y poner punto
final a la existencia.
2. ¿Cómo debemos tratar con la depresión? Cómo ayudar a una persona deprimida? En primer
lugar, tenemos que orar por ella y con ella. También debemos cerciorarnos si esa persona
está recibiendo el tratamiento médico adecuado para su enfermedad. Sin embargo, tenemos
que estar cerca de ella, ofreciéndole un hombro para llorar, un oído atento y un corazón
generoso. Por último, tenemos que compartir con ella la esperanza del evangelio, el poder
de la gracia de Dios y la consolación de las Escrituras. Dios nos da la vida de acuerdo a Su
Palabra. Él saca el alma de la prisión. Brilla en el túnel oscuro dando esperanza en nuestro
sufrimiento. Dios conoce los gemidos de nuestra alma y pone en nuestros labios, la canción
de la victoria.
Tenemos que entender, sin embargo, que la depresión es una enfermedad que debe tratarse
con medicamentos, acompañamiento y fe. Los hombres de Dios como David Brainerd,
John Bunyam y Charles Spurgeon se enfrentaron a la depresión. El salmista oró: "Oh,
señor, saca mi alma de la cárcel". Hay esperanza para aquellos que son atormentados en
esta mazmorra. No mires más allá de las circunstancias y sentimientos; Mira hacia arriba;
Mira a Dios! El sol brillará otra vez!
Artículo publicado por HernándezDíasLópez y traducido por Ismael Quintero Rojas