El documento describe la crisis de valores en Venezuela reflejada en el caos vehicular y la anarquía en las calles. Los ciudadanos ignoran las leyes de tránsito y priorizan su conveniencia personal sobre la seguridad de los demás. Esta falta de respeto por las normas y el derecho ajeno es síntoma de una crisis de valores más profunda en la sociedad venezolana. Las autoridades deben enfrentar este problema de salud pública con educación vial y haciendo cumplir las leyes.
Manual de usuario de camioneta Mitsubishi L200.pdf
Caos vehicular y crisis de valores
1. Caos vehicular y crisis de valores
Siempre he creído que, antes que su historia o su folklor, que su música o su sistema
económico o político, lo que mejor define a un país en estos tiempos tempestuosos que
vivimos es la manera como sus ciudadanos se comportan frente al volante. Así, el mejor
indicador del grado de desarrollo de una nación es la mayor o menor disposición que
muestre su población a acatar las regulaciones relativas al tránsito automotor. No es
casual que en los países avanzados existe un respeto riguroso, casi reverencial, a las
leyes de tránsito, y en las naciones menos avanzadas, como la nuestra, las normas que
regulan el tráfico (y todas las normas en general) son vistas con creciente desdén, como
si, a fin de cuentas, solo se tratara de una mera formalidad, de una abstracción a la que
nadie presta la menor atención, ni siquiera las autoridades que están obligados a
hacerlas respetar.
En este campo, la situación de Venezuela es verdaderamente dramática. El caos, la
anarquía, y el irrespeto por derecho ajeno se han enseñoreado en las calles y avenidas de
Venezuela. Cada quien interpreta las señales de tránsito según su conveniencia. La luz
roja del semáforo significa para muchos “quítense, que tengo prisa”, el hombrillo
constituye para los más temerarios el canal de circulación rápido, la prohibición de
manejar un vehículo bajo los efectos del alcohol es, para unos cuantos irresponsables,
una invitación a violar la norma en nombre de la diversión sin límites. El
medalaganismo adquirió carta de ciudadanía en nuestras destartaladas vías de
circulación. Y a nadie parece importarle.
Demás está decir que la profundización de este grave problema es un trasunto de la
crisis de valores que aqueja a buena parte de la sociedad venezolana. Si, al conducir sus
carros, un número significativo de compatriotas prefiere poner en riesgo sus vidas y las
de sus conciudadanos antes que someterse a los dictados de la ley, es debido a que, en
su día a día, las transgresiones de la norma, el desprecio por el derecho de los demás,
constituyen una condición sine qua non de su modus vivendi, una clara manifestación
de su naturaleza trasgresora.
Ha llegado la hora de que las autoridades entiendan que este es un asunto de salud
pública que debe ser enfrentado con prontitud. Quizás la educación vial se un buen
punto de partida en este sentido. ¿Qué están esperando para hacer algo?