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LUIS CERNUDA
                                                             Un río, un amor (1929)
Remordimiento en traje de noche                           Durango
Un hombre gris avanza por la calle de niebla;             Las palabras quisieran expresar los guerreros,
No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vacío;                 Bellos guerreros impasibles,
Vacío como pampa, como mar, como viento,                  Con el mañana gris abrazado, como un amante,
Desiertos tan amargos bajo un cielo implacable.           Sin dejarles partir hacia las olas.

Es el tiempo pasado, y sus alas ahora                     Por la ventana abierta
Entre la sombra encuentran una pálida fuerza;             Muestra el destino su silencio;
Es el remordimiento, que de noche, dudando;               Sólo nubes con nubes, siempre nubes
En secreto aproxima su sombra descuidada.                 Más allá de otras nubes semejantes,
                                                          Sin palabras, sin voces,
No estrechéis esa mano. La yedra altivamente              Sin decir, sin saber;
Ascenderá cubriendo los troncos del invierno.             Últimas soledades que no aguardan mañana.
Invisible en la calma el hombre gris camina.
¿No sentís a los muertos? Mas la tierra está sorda.       Durango está vacío
                                                          Al pie de tanto miedo infranqueable;
Quisiera estar solo en el sur                             Llora consigo a solas la juventud sangrienta
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur                 De los guerreros bellos como luz, como espuma.
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores              Por sorpresa los muros
o huyendo en un galope de caballos furiosos.              Alguna mano dejan revolando a veces;
El sur es un desierto que llora mientras canta,           Sus dedos entreabiertos
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;              Dicen adiós a nadie,
hacia el mar encamina sus deseos amargos                  Saben algo quizá ignorado en Durango.
abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido.           En Durango postrado,
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;       Con hambre, miedo, frío,
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.            Pues sus bellos guerreros sólo dieron,
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.                Raza estéril en flor, tristeza, lágrimas.


                                                      Los placeres prohibidos (1931)
Diré cómo nacisteis                                       De un régimen caído.
Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos,
Como nace un deseo sobre torres de espanto,               Placeres prohibidos, planetas terrenales,
Amenazadores barrotes, hiel descolorida,                  Miembros de mármol con sabor de estío,
Noche petrificada a fuerza de puños,                      Jugo de esponjas abandonadas por el mar,
Ante todos, incluso el más rebelde,                       Flores de hierro, resonantes como el pecho de un
Apto solamente en la vida sin muros.                      hombre.

Corazas infranqueables, lanzas o puñales,                 Soledades altivas, coronas derribadas,
Todo es bueno si deforma un cuerpo;                       Libertades memorables, manto de juventudes;
Tu deseo es beber esas hojas lascivas                     Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
O dormir en esa agua acariciadora.                        Es vil como un rey, como sombra de rey
No importa;                                               Arrastrándose a los pies de la tierra
Ya declaran tu espíritu impuro.                           Para conseguir un trozo de vida.

No importa la pureza, los dones que un destino            No sabía los límites impuestos,
Levantó hacia las aves con manos imperecederas;           Límites de metal o papel,
No importa la juventud, sueño más que hombre,             Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan
La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la               alta,
tempestad                                                 Adonde no llegan realidades vacías,



Antología de poesía del siglo XX                                                                                   1
Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes                   De otro lado vosotros, placeres prohibidos,
derruidos.                                                    Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
                                                              Tendéis en una mano el misterio.
Extender entonces una mano                                    Sabor que ninguna amargura corrompe,
Es hallar una montaña que prohíbe,                            Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.
Un bosque impenetrable que niega,
Un mar que traga adolescentes rebeldes.                       Abajo, estatuas anónimas,
                                                              Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,           Una chispa de aquellos placeres
Ávidos dientes sin carne todavía,                             Brilla en la hora vengativa.
Amenazan abriendo sus torrentes,                              Su fulgor puede destruir vuestro mundo.

En medio de la multitud
En medio de la multitud le vi pasar, con sus ojos tan rubios como la cabellera. Marchaba abriendo el aire y los
cuerpos; una mujer se arrodilló a su paso. Yo sentí cómo la sangre desertaba mis venas gota a gota.

Vacío, anduve sin rumbo por la ciudad. Gentes extrañas pasaban a mi lado sin verme. Un cuerpo se derritió con
leve susurro al tropezarme. Anduve más y más.

No sentía mis pies. Quise cogerlos en mi mano y no hallé mis manos; quise gritar, y no hallé mi voz. La niebla me
envolvía.

Me pesaba la vida como un remordimiento; quise arrojarla de mí. Mas era imposible, porque estaba muerto y
andaba entre los muertos.

                                                  Qué ruido tan triste
                            Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
                                     parece como el viento que se mece en otoño
                                             sobre adolescentes mutilados,
                                              mientras las manos llueven,
                                  manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
                                         cataratas de manos que fueron un día
                                      flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
                                      Las flores son arena y los niños son hojas,
                                           y su leve ruido es amable al oído
                                      cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
                                                 cuando besan el fondo
                                            de un hombre joven y cansado
                                        porque antaño soñó mucho día y noche.
                                                Mas los niños no saben,
                                      ni tampoco las manos llueven como dicen;
                                así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
                                       invoca los bolsillos que abandonan arena,
                                                   arena de las flores,
                                  para que un día decoren su semblante de muerto.

No decía palabras                                             surtidores de sueño
No decía palabras,                                            hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta                  Un roce al paso,
cuya respuesta no existe,                                     una mirada fugaz entre las sombras,
una hoja cuya rama no existe,                                 bastan para que el cuerpo se abra en dos,
un mundo cuyo cielo no existe.                                ávido de recibir en sí mismo
                                                              otro cuerpo que sueñe;
La angustia se abre paso entre los huesos,                    mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
remonta por las venas                                         iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
hasta abrirse en la piel,




Antología de poesía del siglo XX                                                                                      2
Auque sólo sea una esperanza                                  Convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie              un hombre.
sabe.
                                                              Pero el hombre se agita en todas direcciones,
Si el hombre pudiera decir                                    Sueña con libertades, compite con el viento,
Si el hombre pudiera decir lo que ama,                        Hasta que un día la quemadura se borra,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo            Volviendo a ser piedra en el camino de nadie.
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,                               Yo, que no soy piedra, sino camino
Para saludar la verdad erguida en medio,                      Que cruzan al pasar los pies desnudos,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad           Muero de amor por todos ellos;
de su amor,                                                   Les doy mi cuerpo para que lo pisen,
La verdad de sí mismo,                                        Aunque les lleve a una ambición o a una nube,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,                   Sin que ninguno comprenda
Sino amor o deseo,                                            Que ambiciones o nubes
Yo sería aquel que imaginaba;                                 No valen un amor que se entrega
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,                 Te quiero
La verdad de su amor verdadero.                               Te lo he dicho con el viento,
                                                              jugueteando como animalillo en la arena.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso           O iracundo como órgano tempestuoso.
en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;                      Te lo he dicho con el sol,
Alguien por quien me olvido de esta existencia                que dora cuerpos juveniles
mezquina,                                                     y sonríe en todas las cosas inocentes.
Por quien el día y la noche son para mí lo que
quiera,                                                       Te lo he dicho con las nubes,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu         frentes melancólicas que sostienen el cielo,
Como leños perdidos que el mar anega o levanta                tristezas fugitivas.
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,                              Te lo he dicho con las plantas,
La única libertad por que muero.                              leves criaturas transparentes
                                                              que se cubren de rubor repentino.
Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;                               Te lo he dicho con el agua,
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he                vida luminosa que vela en un fondo de sombra;
vivido.                                                       te lo he dicho con el miedo,
                                                              te lo he dicho con la alegría,
Unos cuerpos son como flores                                  con el hastío, con las terribles palabras.
Unos cuerpos son como flores,
Otros como puñales,                                           Pero así no me basta:
Otros como cintas de agua;                                    más allá de la vida,
Pero todos, temprano o tarde,                                 quiero decírtelo con la muerte;
Serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,              más allá del amor,
                                                              quiero decírtelo con el olvido.

                                                        Donde habite el olvido (1933)
                                              Donde habite el olvido
                                              Donde habite el olvido,
                                         En los vastos jardines sin aurora;
                                                 Donde yo sólo sea
                                   Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
                                   Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
                                              Donde mi nombre deje
                                   Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
                                             Donde el deseo no exista.



Antología de poesía del siglo XX                                                                                  3
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
                                                No esconda como acero
                                                   En mi pecho su ala,
                             Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
                           Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
                                            Sometiendo a otra vida su vida,
                                   Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
                                  Donde penas y dichas no sean más que nombres,
                                    Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
                                    Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
                                              Disuelto en niebla, ausencia,
                                          Ausencia leve como carne de niño.
                                                     Allá, allá lejos;
                                                 Donde habite el olvido.

Yo fui                                                        Los fantasmas del deseo
Yo fui                                                        Yo no te conocía, tierra;
                                                              con los ojos inertes, la mano aleteante,
Columna ardiente, luna de primavera,                          lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,
Mar dorado, ojos grandes.                                     aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
                                                              un tumulto sediento de postrarse,
Busqué lo que pensaba;                                        como huracán henchido aquí en el pecho;
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido,                    ignorándote, tierra mía,
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.                   ignorando tu alentar, huracán o tumulto,
                                                              idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy
Canté, subí,                                                  a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.
Fui luz un día                                                Bien sé ahora que tú eres
Arrastrado en la llama.                                       quien me dicta esta forma y este ansia;
                                                              sé al fin que el mar esbelto,
Como un golpe de viento                                       la enamorada luz, los niños sonrientes,
Que deshace la sombra,                                        no son sino tú misma;
Caí en lo negro,                                              que los vivos, los muertos,
En el mundo insaciable.                                       el placer y la pena,
                                                              la soledad, la amistad,
He sido.                                                      la miseria, el poderoso estúpido,
                                                              el hombre enamorado, el canalla,
Adolescente fui en días idénticos a nubes                     son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy;
Adolescente fui en días idénticos a nubes,                    mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,
cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,                  para llevar tu afán que nada satisface.
y extraño es, si ese recuerdo busco,                          El amor no tiene esta o aquella forma,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.                no puede detenerse en criatura alguna;
                                                              todas son por igual viles y soñadoras.
Perder placer es triste                                       Placer que nunca muere
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;                beso que nunca muere,
aquél fui, aquél fui, aquél he sido;                          sólo en ti misma encuentro, tierra mía.
era la ignorancia mi sombra.                                  Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,
                                                              rizosos o lánguidos como una primavera,
Ni gozo ni pena; fui niño                                     sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
prisionero entre muros cambiantes;                            que tanto he amado inútilmente,
historias como cuerpos, cristales como cielos,                no es en vosotros donde la vida está, sino en la
sueño luego, un sueño más alto que la vida.                   tierra,
                                                              en la tierra que aguarda, aguarda siempre
Cuando la muerte quiera                                       con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.
una verdad quitar de entre mis manos,                         Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes
las hallará vacías, como en la adolescencia                   este mundo divino que ahora es mío,
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.                   mío como lo soy yo mismo,
                                                              como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis
                                                              brazos,



Antología de poesía del siglo XX                                                                                   4
como la arena, que al besarla los labios                  con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es
finge otros labios, dúctiles al deseo,                    mío,
hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.          sino el deseo de todos,
Como la arena, tierra,                                    malvados, inocentes,
como la arena misma,                                      enamorados o canallas.
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad     Tierra, tierra y deseo.
es mentira.                                               Una forma perdida.
Tú sola quedas con el deseo,
                                                                     Las nubes (1940)
Un español habla de su tierra                             Y allí la voz dispuso
Las playas, parameras                                     Que hablase tu silencio.
Al rubio sol durmiendo,
Los oteros, las vegas                                     Contigo solo estaba,
En paz, a solas, lejos;                                   En ti sola creyendo;
                                                          Pensar tu nombre ahora
Los castillos, ermitas,                                   Envenena mis sueños.
Cortijos y conventos,
La vida con la historia,                                  Amargos son los días
Tan dulces al recuerdo,                                   De la vida, viviendo
                                                          Sólo una larga espera
Ellos, los vencedores                                     A fuerza de recuerdos.
Caínes sempiternos,
De todo me arrancaron.                                    Un día, tú ya libre
Me dejan el destierro.                                    De la mentira de ellos,
                                                          Me buscarás. Entonces
Una mano divina                                           ¿Qué ha de decir un muerto?
Tu tierra alzó en mi cuerpo

                                                  Como quien espera el alba (1944)
La familia                                                Que al rezo de los otros nunca calma
¿Recuerdas tú, recuerdas aun la escena                    La amargura de haber vivido inútilmente.
A que día tras día asististe paciente
En la niñez, remota como sueño de alba?                   Suya no fue la culpa si te hicieron
El silencio pesado, las cortinas caídas,                  En un rato de olvido indiferente,
El círculo de luz sobre el mantel, solemne                Repitiendo tan sólo un gesto trasmitido
Como paño de altar, y alrededor sentado                   Por otros y copiado sin una urgencia propia,
Aquel concilio familiar, que tantos ya cantaron,          Cuya intención y alcance no pensaban.
Bien que tú, de entraña dura, aún no lo has hecho.        Tampoco fue tu culpa si no les comprepdiste:
                                                          Al menos has tenido la fuerza de ser franco
Era a la cabecera el padre adusto,                        Para con ellos y contigo mismo.
La madre caprichosa estaba en frente,
Con la hermana mayor imposible y desdichada,              Se propusieron, como los hombres todos, lo
y la menor más dulce, quizá no más dichosa,               durable,
El hogar contigo mismo componiendo,                       Lo que les aprovecha, aunque en torno miren
La casa familiar, el nido de los hombres,                 Que nada dura en ellos ni aprovecha,
Inconsistente y rígido, tal vidrio                        Que nada es suyo, ni ese trago de agua
Que todos quiebran, pero nadie dobla.                     Refrescando sus fauces en verano,
                                                          Ni la llama que templa sus manos en invierno,
Presidían mudos, graves, la penumbra,                     Ni el cuerpo que penetran con deseo
Ojos que no miraban los ojos de los otros,                Dos soledades en una carne sola.
Mientras sus manos pálidas alzaban como hostia
Un pedazo de pan, un fruto, una copa con agua,            Ellos te dieron todo: cuando animal inerme
y aunque entonces vivían en ellos presentiste,            Te atendieron con leche y con abrigo;
Tras la carne vestida, el doliente fantasma               Después, cuando creció tu cuerpo a par del alma,



Antología de poesía del siglo XX                                                                                 5
Con dios y con moral te proveyeron,                     Da reglas que prohiben y condenan.
Recibiendo deleite tras de azuzarte a veces             ¿Es toda acción humana, como estimas ahora,
Para tu fuerza tierna doblegar a sus leyes.             Fruto de imitación y de inconsciencia?
Te dieron todo, sí: vida que no pedías,
y con ella la muerte de dura compañera.                 Por esta extraña llama hoy trémula en tus manos,
                                                        Que aun deseándolo, temes ha de apagarse un día,
Pero algo más había, agazapado                          Hasta ti trasmitida con la herencia humana
Dentro de ti, como alimaña en cueva oscura,             De experiencias inútiles y empresas inestables
Que no te dieron ellos, yeso eres:                      Obrando el bien y el mal sin proponérselo,
Fuerza de soledad, en ti pensarte vivo,                 No prevalezcan las puertas del infierno
Ganando tu verdad con tus errores.                      Sobre vosotros ni vuestras obras de la carne,
Así, tan libremente, el agua brota y corre,             Oh padre taciturno que no le conociste,
Sin servidumbre de mover batanes,                       Oh madre melancólica que no le comprendiste.
Irreductible al mar, que es su destino.
                                                        Que a esas sombras remotas no perturbe
Aquel amor de ellos te apresaba                         En los limbos finales de la nada
Como prenda medida para otros,                          Tu memoria como un remordimiento.
y aquella generosidad, que comprar pretendía            Este cónclave fantasmal que los evoca,
Tu asentimiento a cuanto                                Ofreciendo tu sangre tal bebida propicia
No era según el alma tuya.                              Para hacer a los idos visibles un momento,
A odiar entonces aprendiste el amor que no sabe         Perdón y paz os traiga a ti y a ellos.
Arder anónimo sin recompensa alguna.
                                                        El andaluz
El tiempo que pasó, desvaneciéndolos                    Sombra hecha de luz,
Como burbuja sobre la haz del agua,                     que templando repele,
Rompió la pobre tiranía que levantaron,                 es fuego con nieve
y libre al fin quedaste, a solas con tu vida,           el andaluz.
Entre tantos de aquellos que, sin hogar ni gente,       Enigma al trasluz,
Dueños en vida son del ancho olvido.                    pues va entre gente solo,
                                                        es amor con odio
Luego con embeleso probando cuanto era                  el andaluz.
Costumbre suya prohibir en otros                        Oh hermano mío, tú.
y a cuyo trasgresor la excomunión seguía,               Dios, que te crea,
Te acordaste de ellos, sonriendo apenado.               será quién comprenda
Cómo se engaña el hombre y cuán en vano                 al andaluz.

                                                    Vivir sin estar viviendo (1949)
Un contemporáneo                                        Con lo que halla, aun cuando sea huella
Le conocí hace ya tiempo;                               Ajena superpuesta a la que busca.
Déjame que recuerde. Si la memoria falla
A mi edad, cuando trata de imaginarse algo              Era de edad mediana
Que en años mozos fuimos, aún más cuando                Al conocerlo yo, enseñando,
persigue                                                No sé, idioma o metafísica, en puesto subalterno,
La figura del hombre sólo visto un momento.             Como extraño que ha de ganar la vida
                                                        Por malas circunstancias y carece de apoyo.
Nunca pensé que alguien viniera a preguntarme
Por tal persona, sin familiar, amigo,                   A esta ciudad había venido
Posición o fortuna; viviendo oscuramente,               Desde el norte, donde antes estuvo
Con los gestos diarios de cualquiera                    En circunstancias aún peores; ya conoce
A quien ya nadie nombra tras de muerto.                 Aquella gente practica y tacaña, que buscando
                                                        Va por la vida sólo rendimiento,
Que de espejo nos sirva                                 y poco rendimiento de tal hombre traslucía.
El prójimo, y nuestra propia imagen
Observemos en él, mas no la suya,                       Aquí se hallaba a gusto, en lo posible
Ocurre a veces. Quien interroga a otros                 Para quien no parecía a gusto en. parte alguna,
Por un desconocido, debe contentarse                    Aun cuando, ido, no quisiera



Antología de poesía del siglo XX                                                                            6
Regresar, ni a varios conocidos                       Festejado tal dios por muchedumbres,
Locales recordó. Así trataba acaso                    Por esas muchedumbres tal animal colgado.
Que lo pasado fuera pasado realmente                  Bien que ello nos repugne, justicia pura y simple.
y comenzar en limpio nueva etapa.
                                                      Mas eso no se aplica a nuestro hombre.
No le vi mucho, rehusando,                            ¿Acaso hubo exceso en el olvido
A lo que entiendo, el trato y compañía,               Que vivió día a día? Hecho a medida
Acaso huraño y receloso en algo                       Del propio ser oscuro, exacto era; y a la muerte
Para mí indiferente. Poco hablaba,                    Se lleva aquello que tomamos
Aunque en rara ocasión hablaba todo                   De la vida, o lo que ella nos da: olvido
Lo callado hasta entonces, altero, abrupto,           Acá, y olvido allá para él. Es lo mismo.
Y pareciendo luego avergonzado.
                                                      Ser de Sansueña
Pero seamos francos: yo no le quería                  Acaso allí estará, cuatro costados
Bien, y un día, conversando                           Bañados en los mares, al centro la meseta
Temas insustanciales, el tiempo, los deportes,        Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra
La política, sentí temor extraño                      Original de tantos, como tú, dolidos
Que en burla, no hacia mí, sino a los hombres todos   De ella y por ella dolientes.
En mí representados, fuera a sacar la lengua.
                                                      Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo
Lo que pensó, amó, odió, le dejó indiferente,         Para de sí arrojarte. En ella el hombre
Ignoro; como lo ignoro igual hasta de otros           Que otra cosa no pudo, por error naciendo,
Que conocí mejor. Nuestro vivir, de muchedumbre       Sucumbe de verdad, y como en pago
A solas con un dios, un demonio o una nada,           Ocasional de otros errores inmortales.
Supongo que era el suyo también. ¿Por qué no
habría de serIo?                                      Inalterable, en violento claroscuro,
                                                      Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil,
Su pensamiento hoy puede leerse                       Con nieves y resoles, riadas y sequías;
Tras la obra, y ella sabrá decirle                    Almendros y chumberas, espartos y naranjos
Más que yo. Aunque supongo                            Crecen en ella, ya desierto, ya oasis.
Tales escritos sin valor alguno,
y aquí ninguno se cuidaba de su autor o ellos.        Junto a la iglesia está la casa llana,
                                                      Al lado del palacio está la timba,
Esta fama postrera no la mueve,                       El alarido ronco junto a la voz serena,
En mozos tan despiertos, amor de hacer justicia,      El amor junto alodio, y la caricia junto
Sino' gusto de hallar razón contra nosotros           A la puñalada. Allí es extremo todo.
Los viejos, el estorbo palmario en el camino,
Al cual no basta el apartar, mas el desprecio         La nobleza plebeya, el populacho noble,
Debe añadirse. Pues, ¿acaso,                          La pueblan; dando terratenientes y toreros,
Vive desconocido el poeta futuro?                     Curas y caballistas, vagos y visionarios,
                                                      Guapos y guerrilleros. Tú compatriota,
Sabemos que un poeta es otra cosa;                    Bien que ello te repugne, de su fauna.
La chispa que le anima pronto prende
En quienes junto a él cruzan la vida,                 Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
Sus versos aceptados tal moneda corriente.            La corrupción, del amor la no correspondencia;
Lope fue siempre el listo Lope, vivo o muerto.        y ser de aquella tierra lo pagas con no serIo
                                                      De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
Tan vulgar como quiera será el vulgo,                 Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.
Pero la voz del vulgo es voz divina,
Por estos tiempos nuestros a lo menos;                Si en otro tiempo hubiera sido nuestra.
y el vulgo era ignorante de ese hombre                Cuando gentes extrañas la temían y odiaban,
Mientras viviera, en signo                            y mucho era ser de ella; cuando toda
Que siempre ignorará su póstuma excelencia.           Su sinrazón congénita, ya locura hoy,
                                                      Como admirable paradoja se imponía.
La sociedad es justa, a todos trata
Como merecen; si hay exceso                           Vivieron muerte, sí, pero con gloria
Primero, con idéntico exceso retrocede,               Monstruosa. Hoy la vida morimos
Recobrando nivel. Piense de alguno,                   En ajeno rincón. Y mientras tanto



Antología de poesía del siglo XX                                                                           7
Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,                Para vivir por ti, como tú vives
crecen, prosperan.                                          Por mí, aunque no lo sepas,
                                                            Por este amor tan hondo que te tengo.
Vivir para ver esto.
Vivir para ver esto.                                        Un hombre con su amor
                                                            Si todo fuera dicho
Sombra de mí                                                Y entre tú y yo la cuenta
Bien sé yo que esta imagen                                  Se saldara, aún tendría
Fija siempre en la mente                                    Con tu cuerpo una deuda.
No eres tú, sino sombra
Del amor que en mí existe                                   Pues ¿quién pondría precio
Antes que el tiempo acabe.                                  A esta paz, olvidado
Mi amor así visible me pareces,                             En ti, que al fin conocen
Por mí dotado de esa gracia misma                           Mis labios por tus labios?
Que me hace sufrir, llorar, desesperarme
De todo a veces, mientras otras                             En tregua con la vida,
Me levanta hasta el cielo en nuestra vida,                  No saber, querer nada,
Sintiendo las dulzuras que se guardan                       NI esperar: tu presencia
Sólo a los elegidos tras el mundo.                          Y mi amor. Eso basta.
y aunque conozco eso, luego pienso
Que sin ti, sin el raro                                     Tú y mi amor, mientras miro
Pretexto que me diste,                                      Dormir tu cuerpo cuando
Mi amor, que afuera está con su ternura,                    Amanece. Así mira
Allá dentro de mí hoy seguiría                              Un dios lo que ha creado.
Dormido todavía y a la espera
De alguien que, a su llamada,                               Mas mi amor nada puede
Le hiciera al fin latir gozosamente.                        Sin que tu cuerpo acceda:
Entonces te doy gracias y te digo:                          Él sólo informa un mito
Para esto vine al mundo, y a esperarte;                     En tu hermosa materia.

                                                     Desolación de la quimera (1962)
Es lástima que fuera mi tierra                              Con restaurados restos y reliquias,
Cuando allá dicen unos                                      A la que dan escolta hábitos y uniformes,
Que mis versos nacieron                                     En medio del silencio: todos mudos,
De la separación y la nostalgia                             Desolados del desorden endémico
Por la que fue mi tierra,                                   Que el temor, sin domarlo, así doblega.
¿Sólo la más remota oyen entre mis voces?
Hablan en el poeta voces varias:                            La vida siempre obtiene
Escuchemos su coro concertado,                              Revancha contra quienes la negaron:
Adonde la creída dominante                                  La historia de mi tierra fue actuada
Es tan sólo una voz entre las otras.                        Por enemigos enconados de la vida.
                                                            El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora,
Lo que el espíritu del hombre                               Sino de siempre. Por eso es hoy.
Ganó para el espíritu del hombre                            La existencia española, llegada al paroxismo,
A través de los siglos,                                     Estúpida y cruel como su fiesta de los toros.
Es patrimonio nuestro y es herencia
De los hombres futuros.                                     Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo
Al tolerar que nos lo nieguen                               En creer que la razón de soberbia adolece
y secuestren, el hombre entonces baja,                      y ante el cual se grita impune:
¿Y cuánto?, en esa dura escala                              Muera la inteligencia, predestinado estaba
Que desde el animal llega hasta el hombre.                  A acabar adorando las cadenas
                                                            y que ese culto obsceno le trajese
Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos,          .Adonde hoy le vemos: en cadenas,
Adonde ahora todo nace muerto,                              Sin alegría, libertad ni pensamiento.
Vive muerto y muere muerto;
Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa                     Si yo soy español, lo soy.



Antología de poesía del siglo XX                                                                             8
A la manera de aquellos que no pueden                            y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron.
Ser otra cosa: y entre todas las cargas
Que, al nacer yo, el destino pusiera                             No hablo para quienes una burla del destino
Sobre mí, ha sido ésa la más dura.                               Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas
No he cambiado de tierra,                                        (Quien habla a solas espera hablar a Dios un día)
Porque no es posible a quien su lengua une,                      O para aquellos pocos que me escuchen
Hasta la muerte, al menester de poesía.                          Con bien dispuesto entendimiento.
                                                                 Aquellos que como yo respeten
La poesía habla en nosotros                                      El albedrío libre humano
La misma lengua con que hablaron antes,                          Disponiendo la vida que hoy es nuestra,
y mucho antes de nacer nosotros,                                 Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra
Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia;               vida.
No es el poeta sólo quien ahí habla,
Sino las bocas mudas de los suyos                                ¿Qué herencia sino ésa recibimos?
A quienes él da voz y les libera.                                ¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno                               Peregrino
Su tradición escoge, ni su tierra,                               ¿Volver? Vuelva el que tenga,
Ni tampoco su lengua; él las sirve,                              Tras largos años, tras un largo viaje,
Fielmente si es posible.                                         Cansancio del camino y la codicia
Mas la fidelidad más alta                                        De su tierra, su casa, sus amigos,
Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo                          Del amor que al regreso fiel le espere.
Pues, sirviéndola, así a la poesía
Al mismo tiempo sirvo.                                           Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
                                                                 Sino seguir libre adelante,
Soy español sin ganas                                            Disponible por siempre, mozo o viejo,
Que vive como puede bien lejos de su tierra                      Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin pesar ni nostalgia. He aprendido                             Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
El oficio de hombre duramente,
Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero                     Sigue, sigue adelante y no regreses,
No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de            Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
ser la mía,                                                      No eches de menos un destino más fácil,
Cuyas maneras rara vez me fueron propias,                        Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto                         Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

A sus paisanos (fragmento)
No me queréis, lo sé, y que os molesta                           ¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos
Cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende.                          inventados de mí por cuatro amigos
¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?                             (¿Amigos?), que jamás quisisteis
Porque no es la persona y su leyenda                             ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban
Lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve.                     a la persona misma así traspuesta.
                                                                 Más vuestra mala fe los ha aceptado.
Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado                     Hecha está la leyenda, y vosotros, de mí
Lengua alguna, caísteis sobre un libro                           desconocidos,
Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer                   Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente,
libro.                                                           Sin otro escrúpulo, a vuestra voz la propalais.
Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea.
                                                    Despedida
                                                    Muchachos
                                    Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
                                                      Adiós.
                                                    Muchachos
                                    Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
                                                      Adiós.

                                           El tiempo de una vida nos separa
                                                     Infranqueable:
                                          A un lado la juventud libre y risueña;



Antología de poesía del siglo XX                                                                                     9
A otro la vejez humillante e inhóspita.

                                                    De joven no sabía
                                          Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
                                                 De viejo la he aprendido
                                     y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente

                                                  Mano de viejo mancha
                                          El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
                                           Con solitaria dignidad el viejo debe
                                         Pasar de largo junto a la tentación tardía.

                                    Frescos y codiciables son los labios besados,
                              Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
                                      ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
                                               Bien lo sé: no lo hay.

                                                 Qué dulce hubiera sido
                                         En vuestra compañía vivir un tiempo:
                                      Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
                                        Compartir bebida y alimento en una mesa.
                                               Sonreír, conversar, pasearse
                                   Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

                                      Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
                                       Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
                       No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren
                                  En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

                                    Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
                                       Que yo pronto he de irme, confiado,
                                     Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
                            Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

                                          Adiós, adiós, compañeros imposibles.
                                                Que ya tan sólo aprendo
                                                   A morir, deseando
                                          Veros de nuevo, hermosos igualmente
                                                   En alguna otra vida.




Antología de poesía del siglo XX                                                                 10
A otro la vejez humillante e inhóspita.

                                                    De joven no sabía
                                          Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
                                                 De viejo la he aprendido
                                     y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente

                                                  Mano de viejo mancha
                                          El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
                                           Con solitaria dignidad el viejo debe
                                         Pasar de largo junto a la tentación tardía.

                                    Frescos y codiciables son los labios besados,
                              Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
                                      ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
                                               Bien lo sé: no lo hay.

                                                 Qué dulce hubiera sido
                                         En vuestra compañía vivir un tiempo:
                                      Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
                                        Compartir bebida y alimento en una mesa.
                                               Sonreír, conversar, pasearse
                                   Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

                                      Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
                                       Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
                       No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren
                                  En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

                                    Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
                                       Que yo pronto he de irme, confiado,
                                     Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
                            Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

                                          Adiós, adiós, compañeros imposibles.
                                                Que ya tan sólo aprendo
                                                   A morir, deseando
                                          Veros de nuevo, hermosos igualmente
                                                   En alguna otra vida.




Antología de poesía del siglo XX                                                                 10
A otro la vejez humillante e inhóspita.

                                                    De joven no sabía
                                          Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
                                                 De viejo la he aprendido
                                     y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente

                                                  Mano de viejo mancha
                                          El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
                                           Con solitaria dignidad el viejo debe
                                         Pasar de largo junto a la tentación tardía.

                                    Frescos y codiciables son los labios besados,
                              Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
                                      ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
                                               Bien lo sé: no lo hay.

                                                 Qué dulce hubiera sido
                                         En vuestra compañía vivir un tiempo:
                                      Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
                                        Compartir bebida y alimento en una mesa.
                                               Sonreír, conversar, pasearse
                                   Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

                                      Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
                                       Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
                       No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren
                                  En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

                                    Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
                                       Que yo pronto he de irme, confiado,
                                     Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
                            Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

                                          Adiós, adiós, compañeros imposibles.
                                                Que ya tan sólo aprendo
                                                   A morir, deseando
                                          Veros de nuevo, hermosos igualmente
                                                   En alguna otra vida.




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Antología Luis Cernuda

  • 1. LUIS CERNUDA Un río, un amor (1929) Remordimiento en traje de noche Durango Un hombre gris avanza por la calle de niebla; Las palabras quisieran expresar los guerreros, No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vacío; Bellos guerreros impasibles, Vacío como pampa, como mar, como viento, Con el mañana gris abrazado, como un amante, Desiertos tan amargos bajo un cielo implacable. Sin dejarles partir hacia las olas. Es el tiempo pasado, y sus alas ahora Por la ventana abierta Entre la sombra encuentran una pálida fuerza; Muestra el destino su silencio; Es el remordimiento, que de noche, dudando; Sólo nubes con nubes, siempre nubes En secreto aproxima su sombra descuidada. Más allá de otras nubes semejantes, Sin palabras, sin voces, No estrechéis esa mano. La yedra altivamente Sin decir, sin saber; Ascenderá cubriendo los troncos del invierno. Últimas soledades que no aguardan mañana. Invisible en la calma el hombre gris camina. ¿No sentís a los muertos? Mas la tierra está sorda. Durango está vacío Al pie de tanto miedo infranqueable; Quisiera estar solo en el sur Llora consigo a solas la juventud sangrienta Quizá mis lentos ojos no verán más el sur De los guerreros bellos como luz, como espuma. de ligeros paisajes dormidos en el aire, con cuerpos a la sombra de ramas como flores Por sorpresa los muros o huyendo en un galope de caballos furiosos. Alguna mano dejan revolando a veces; El sur es un desierto que llora mientras canta, Sus dedos entreabiertos y esa voz no se extingue como pájaro muerto; Dicen adiós a nadie, hacia el mar encamina sus deseos amargos Saben algo quizá ignorado en Durango. abriendo un eco débil que vive lentamente. En el sur tan distante quiero estar confundido. En Durango postrado, La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta; Con hambre, miedo, frío, su niebla misma ríe, risa blanca en el viento. Pues sus bellos guerreros sólo dieron, Su oscuridad, su luz son bellezas iguales. Raza estéril en flor, tristeza, lágrimas. Los placeres prohibidos (1931) Diré cómo nacisteis De un régimen caído. Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos, Como nace un deseo sobre torres de espanto, Placeres prohibidos, planetas terrenales, Amenazadores barrotes, hiel descolorida, Miembros de mármol con sabor de estío, Noche petrificada a fuerza de puños, Jugo de esponjas abandonadas por el mar, Ante todos, incluso el más rebelde, Flores de hierro, resonantes como el pecho de un Apto solamente en la vida sin muros. hombre. Corazas infranqueables, lanzas o puñales, Soledades altivas, coronas derribadas, Todo es bueno si deforma un cuerpo; Libertades memorables, manto de juventudes; Tu deseo es beber esas hojas lascivas Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua, O dormir en esa agua acariciadora. Es vil como un rey, como sombra de rey No importa; Arrastrándose a los pies de la tierra Ya declaran tu espíritu impuro. Para conseguir un trozo de vida. No importa la pureza, los dones que un destino No sabía los límites impuestos, Levantó hacia las aves con manos imperecederas; Límites de metal o papel, No importa la juventud, sueño más que hombre, Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la alta, tempestad Adonde no llegan realidades vacías, Antología de poesía del siglo XX 1
  • 2. Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes De otro lado vosotros, placeres prohibidos, derruidos. Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita, Tendéis en una mano el misterio. Extender entonces una mano Sabor que ninguna amargura corrompe, Es hallar una montaña que prohíbe, Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan. Un bosque impenetrable que niega, Un mar que traga adolescentes rebeldes. Abajo, estatuas anónimas, Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla; Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte, Una chispa de aquellos placeres Ávidos dientes sin carne todavía, Brilla en la hora vengativa. Amenazan abriendo sus torrentes, Su fulgor puede destruir vuestro mundo. En medio de la multitud En medio de la multitud le vi pasar, con sus ojos tan rubios como la cabellera. Marchaba abriendo el aire y los cuerpos; una mujer se arrodilló a su paso. Yo sentí cómo la sangre desertaba mis venas gota a gota. Vacío, anduve sin rumbo por la ciudad. Gentes extrañas pasaban a mi lado sin verme. Un cuerpo se derritió con leve susurro al tropezarme. Anduve más y más. No sentía mis pies. Quise cogerlos en mi mano y no hallé mis manos; quise gritar, y no hallé mi voz. La niebla me envolvía. Me pesaba la vida como un remordimiento; quise arrojarla de mí. Mas era imposible, porque estaba muerto y andaba entre los muertos. Qué ruido tan triste Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman, parece como el viento que se mece en otoño sobre adolescentes mutilados, mientras las manos llueven, manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas, cataratas de manos que fueron un día flores en el jardín de un diminuto bolsillo. Las flores son arena y los niños son hojas, y su leve ruido es amable al oído cuando ríen, cuando aman, cuando besan, cuando besan el fondo de un hombre joven y cansado porque antaño soñó mucho día y noche. Mas los niños no saben, ni tampoco las manos llueven como dicen; así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños, invoca los bolsillos que abandonan arena, arena de las flores, para que un día decoren su semblante de muerto. No decía palabras surtidores de sueño No decía palabras, hechos carne en interrogación vuelta a las nubes. acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, porque ignoraba que el deseo es una pregunta Un roce al paso, cuya respuesta no existe, una mirada fugaz entre las sombras, una hoja cuya rama no existe, bastan para que el cuerpo se abra en dos, un mundo cuyo cielo no existe. ávido de recibir en sí mismo otro cuerpo que sueñe; La angustia se abre paso entre los huesos, mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne, remonta por las venas iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo. hasta abrirse en la piel, Antología de poesía del siglo XX 2
  • 3. Auque sólo sea una esperanza Convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie un hombre. sabe. Pero el hombre se agita en todas direcciones, Si el hombre pudiera decir Sueña con libertades, compite con el viento, Si el hombre pudiera decir lo que ama, Hasta que un día la quemadura se borra, Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo Volviendo a ser piedra en el camino de nadie. Como una nube en la luz; Si como muros que se derrumban, Yo, que no soy piedra, sino camino Para saludar la verdad erguida en medio, Que cruzan al pasar los pies desnudos, Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad Muero de amor por todos ellos; de su amor, Les doy mi cuerpo para que lo pisen, La verdad de sí mismo, Aunque les lleve a una ambición o a una nube, Que no se llama gloria, fortuna o ambición, Sin que ninguno comprenda Sino amor o deseo, Que ambiciones o nubes Yo sería aquel que imaginaba; No valen un amor que se entrega Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos Proclama ante los hombres la verdad ignorada, Te quiero La verdad de su amor verdadero. Te lo he dicho con el viento, jugueteando como animalillo en la arena. Libertad no conozco sino la libertad de estar preso O iracundo como órgano tempestuoso. en alguien Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; Te lo he dicho con el sol, Alguien por quien me olvido de esta existencia que dora cuerpos juveniles mezquina, y sonríe en todas las cosas inocentes. Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, Te lo he dicho con las nubes, Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu frentes melancólicas que sostienen el cielo, Como leños perdidos que el mar anega o levanta tristezas fugitivas. Libremente, con la libertad del amor, La única libertad que me exalta, Te lo he dicho con las plantas, La única libertad por que muero. leves criaturas transparentes que se cubren de rubor repentino. Tú justificas mi existencia: Si no te conozco, no he vivido; Te lo he dicho con el agua, Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vida luminosa que vela en un fondo de sombra; vivido. te lo he dicho con el miedo, te lo he dicho con la alegría, Unos cuerpos son como flores con el hastío, con las terribles palabras. Unos cuerpos son como flores, Otros como puñales, Pero así no me basta: Otros como cintas de agua; más allá de la vida, Pero todos, temprano o tarde, quiero decírtelo con la muerte; Serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden, más allá del amor, quiero decírtelo con el olvido. Donde habite el olvido (1933) Donde habite el olvido Donde habite el olvido, En los vastos jardines sin aurora; Donde yo sólo sea Memoria de una piedra sepultada entre ortigas Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Donde mi nombre deje Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, Donde el deseo no exista. Antología de poesía del siglo XX 3
  • 4. En esa gran región donde el amor, ángel terrible, No esconda como acero En mi pecho su ala, Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, Sometiendo a otra vida su vida, Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. Donde penas y dichas no sean más que nombres, Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, Disuelto en niebla, ausencia, Ausencia leve como carne de niño. Allá, allá lejos; Donde habite el olvido. Yo fui Los fantasmas del deseo Yo fui Yo no te conocía, tierra; con los ojos inertes, la mano aleteante, Columna ardiente, luna de primavera, lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa, Mar dorado, ojos grandes. aunque, alentar juvenil, sintiera a veces un tumulto sediento de postrarse, Busqué lo que pensaba; como huracán henchido aquí en el pecho; Pensé, como al amanecer en sueño lánguido, ignorándote, tierra mía, Lo que pinta el deseo en días adolescentes. ignorando tu alentar, huracán o tumulto, idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy Canté, subí, a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir. Fui luz un día Bien sé ahora que tú eres Arrastrado en la llama. quien me dicta esta forma y este ansia; sé al fin que el mar esbelto, Como un golpe de viento la enamorada luz, los niños sonrientes, Que deshace la sombra, no son sino tú misma; Caí en lo negro, que los vivos, los muertos, En el mundo insaciable. el placer y la pena, la soledad, la amistad, He sido. la miseria, el poderoso estúpido, el hombre enamorado, el canalla, Adolescente fui en días idénticos a nubes son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy; Adolescente fui en días idénticos a nubes, mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles, cosa grácil, visible por penumbra y reflejo, para llevar tu afán que nada satisface. y extraño es, si ese recuerdo busco, El amor no tiene esta o aquella forma, que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy. no puede detenerse en criatura alguna; todas son por igual viles y soñadoras. Perder placer es triste Placer que nunca muere como la dulce lámpara sobre el lento nocturno; beso que nunca muere, aquél fui, aquél fui, aquél he sido; sólo en ti misma encuentro, tierra mía. era la ignorancia mi sombra. Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos, rizosos o lánguidos como una primavera, Ni gozo ni pena; fui niño sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos prisionero entre muros cambiantes; que tanto he amado inútilmente, historias como cuerpos, cristales como cielos, no es en vosotros donde la vida está, sino en la sueño luego, un sueño más alto que la vida. tierra, en la tierra que aguarda, aguarda siempre Cuando la muerte quiera con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos. una verdad quitar de entre mis manos, Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes las hallará vacías, como en la adolescencia este mundo divino que ahora es mío, ardientes de deseo, tendidas hacia el aire. mío como lo soy yo mismo, como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos, Antología de poesía del siglo XX 4
  • 5. como la arena, que al besarla los labios con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es finge otros labios, dúctiles al deseo, mío, hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos. sino el deseo de todos, Como la arena, tierra, malvados, inocentes, como la arena misma, enamorados o canallas. la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad Tierra, tierra y deseo. es mentira. Una forma perdida. Tú sola quedas con el deseo, Las nubes (1940) Un español habla de su tierra Y allí la voz dispuso Las playas, parameras Que hablase tu silencio. Al rubio sol durmiendo, Los oteros, las vegas Contigo solo estaba, En paz, a solas, lejos; En ti sola creyendo; Pensar tu nombre ahora Los castillos, ermitas, Envenena mis sueños. Cortijos y conventos, La vida con la historia, Amargos son los días Tan dulces al recuerdo, De la vida, viviendo Sólo una larga espera Ellos, los vencedores A fuerza de recuerdos. Caínes sempiternos, De todo me arrancaron. Un día, tú ya libre Me dejan el destierro. De la mentira de ellos, Me buscarás. Entonces Una mano divina ¿Qué ha de decir un muerto? Tu tierra alzó en mi cuerpo Como quien espera el alba (1944) La familia Que al rezo de los otros nunca calma ¿Recuerdas tú, recuerdas aun la escena La amargura de haber vivido inútilmente. A que día tras día asististe paciente En la niñez, remota como sueño de alba? Suya no fue la culpa si te hicieron El silencio pesado, las cortinas caídas, En un rato de olvido indiferente, El círculo de luz sobre el mantel, solemne Repitiendo tan sólo un gesto trasmitido Como paño de altar, y alrededor sentado Por otros y copiado sin una urgencia propia, Aquel concilio familiar, que tantos ya cantaron, Cuya intención y alcance no pensaban. Bien que tú, de entraña dura, aún no lo has hecho. Tampoco fue tu culpa si no les comprepdiste: Al menos has tenido la fuerza de ser franco Era a la cabecera el padre adusto, Para con ellos y contigo mismo. La madre caprichosa estaba en frente, Con la hermana mayor imposible y desdichada, Se propusieron, como los hombres todos, lo y la menor más dulce, quizá no más dichosa, durable, El hogar contigo mismo componiendo, Lo que les aprovecha, aunque en torno miren La casa familiar, el nido de los hombres, Que nada dura en ellos ni aprovecha, Inconsistente y rígido, tal vidrio Que nada es suyo, ni ese trago de agua Que todos quiebran, pero nadie dobla. Refrescando sus fauces en verano, Ni la llama que templa sus manos en invierno, Presidían mudos, graves, la penumbra, Ni el cuerpo que penetran con deseo Ojos que no miraban los ojos de los otros, Dos soledades en una carne sola. Mientras sus manos pálidas alzaban como hostia Un pedazo de pan, un fruto, una copa con agua, Ellos te dieron todo: cuando animal inerme y aunque entonces vivían en ellos presentiste, Te atendieron con leche y con abrigo; Tras la carne vestida, el doliente fantasma Después, cuando creció tu cuerpo a par del alma, Antología de poesía del siglo XX 5
  • 6. Con dios y con moral te proveyeron, Da reglas que prohiben y condenan. Recibiendo deleite tras de azuzarte a veces ¿Es toda acción humana, como estimas ahora, Para tu fuerza tierna doblegar a sus leyes. Fruto de imitación y de inconsciencia? Te dieron todo, sí: vida que no pedías, y con ella la muerte de dura compañera. Por esta extraña llama hoy trémula en tus manos, Que aun deseándolo, temes ha de apagarse un día, Pero algo más había, agazapado Hasta ti trasmitida con la herencia humana Dentro de ti, como alimaña en cueva oscura, De experiencias inútiles y empresas inestables Que no te dieron ellos, yeso eres: Obrando el bien y el mal sin proponérselo, Fuerza de soledad, en ti pensarte vivo, No prevalezcan las puertas del infierno Ganando tu verdad con tus errores. Sobre vosotros ni vuestras obras de la carne, Así, tan libremente, el agua brota y corre, Oh padre taciturno que no le conociste, Sin servidumbre de mover batanes, Oh madre melancólica que no le comprendiste. Irreductible al mar, que es su destino. Que a esas sombras remotas no perturbe Aquel amor de ellos te apresaba En los limbos finales de la nada Como prenda medida para otros, Tu memoria como un remordimiento. y aquella generosidad, que comprar pretendía Este cónclave fantasmal que los evoca, Tu asentimiento a cuanto Ofreciendo tu sangre tal bebida propicia No era según el alma tuya. Para hacer a los idos visibles un momento, A odiar entonces aprendiste el amor que no sabe Perdón y paz os traiga a ti y a ellos. Arder anónimo sin recompensa alguna. El andaluz El tiempo que pasó, desvaneciéndolos Sombra hecha de luz, Como burbuja sobre la haz del agua, que templando repele, Rompió la pobre tiranía que levantaron, es fuego con nieve y libre al fin quedaste, a solas con tu vida, el andaluz. Entre tantos de aquellos que, sin hogar ni gente, Enigma al trasluz, Dueños en vida son del ancho olvido. pues va entre gente solo, es amor con odio Luego con embeleso probando cuanto era el andaluz. Costumbre suya prohibir en otros Oh hermano mío, tú. y a cuyo trasgresor la excomunión seguía, Dios, que te crea, Te acordaste de ellos, sonriendo apenado. será quién comprenda Cómo se engaña el hombre y cuán en vano al andaluz. Vivir sin estar viviendo (1949) Un contemporáneo Con lo que halla, aun cuando sea huella Le conocí hace ya tiempo; Ajena superpuesta a la que busca. Déjame que recuerde. Si la memoria falla A mi edad, cuando trata de imaginarse algo Era de edad mediana Que en años mozos fuimos, aún más cuando Al conocerlo yo, enseñando, persigue No sé, idioma o metafísica, en puesto subalterno, La figura del hombre sólo visto un momento. Como extraño que ha de ganar la vida Por malas circunstancias y carece de apoyo. Nunca pensé que alguien viniera a preguntarme Por tal persona, sin familiar, amigo, A esta ciudad había venido Posición o fortuna; viviendo oscuramente, Desde el norte, donde antes estuvo Con los gestos diarios de cualquiera En circunstancias aún peores; ya conoce A quien ya nadie nombra tras de muerto. Aquella gente practica y tacaña, que buscando Va por la vida sólo rendimiento, Que de espejo nos sirva y poco rendimiento de tal hombre traslucía. El prójimo, y nuestra propia imagen Observemos en él, mas no la suya, Aquí se hallaba a gusto, en lo posible Ocurre a veces. Quien interroga a otros Para quien no parecía a gusto en. parte alguna, Por un desconocido, debe contentarse Aun cuando, ido, no quisiera Antología de poesía del siglo XX 6
  • 7. Regresar, ni a varios conocidos Festejado tal dios por muchedumbres, Locales recordó. Así trataba acaso Por esas muchedumbres tal animal colgado. Que lo pasado fuera pasado realmente Bien que ello nos repugne, justicia pura y simple. y comenzar en limpio nueva etapa. Mas eso no se aplica a nuestro hombre. No le vi mucho, rehusando, ¿Acaso hubo exceso en el olvido A lo que entiendo, el trato y compañía, Que vivió día a día? Hecho a medida Acaso huraño y receloso en algo Del propio ser oscuro, exacto era; y a la muerte Para mí indiferente. Poco hablaba, Se lleva aquello que tomamos Aunque en rara ocasión hablaba todo De la vida, o lo que ella nos da: olvido Lo callado hasta entonces, altero, abrupto, Acá, y olvido allá para él. Es lo mismo. Y pareciendo luego avergonzado. Ser de Sansueña Pero seamos francos: yo no le quería Acaso allí estará, cuatro costados Bien, y un día, conversando Bañados en los mares, al centro la meseta Temas insustanciales, el tiempo, los deportes, Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra La política, sentí temor extraño Original de tantos, como tú, dolidos Que en burla, no hacia mí, sino a los hombres todos De ella y por ella dolientes. En mí representados, fuera a sacar la lengua. Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo Lo que pensó, amó, odió, le dejó indiferente, Para de sí arrojarte. En ella el hombre Ignoro; como lo ignoro igual hasta de otros Que otra cosa no pudo, por error naciendo, Que conocí mejor. Nuestro vivir, de muchedumbre Sucumbe de verdad, y como en pago A solas con un dios, un demonio o una nada, Ocasional de otros errores inmortales. Supongo que era el suyo también. ¿Por qué no habría de serIo? Inalterable, en violento claroscuro, Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil, Su pensamiento hoy puede leerse Con nieves y resoles, riadas y sequías; Tras la obra, y ella sabrá decirle Almendros y chumberas, espartos y naranjos Más que yo. Aunque supongo Crecen en ella, ya desierto, ya oasis. Tales escritos sin valor alguno, y aquí ninguno se cuidaba de su autor o ellos. Junto a la iglesia está la casa llana, Al lado del palacio está la timba, Esta fama postrera no la mueve, El alarido ronco junto a la voz serena, En mozos tan despiertos, amor de hacer justicia, El amor junto alodio, y la caricia junto Sino' gusto de hallar razón contra nosotros A la puñalada. Allí es extremo todo. Los viejos, el estorbo palmario en el camino, Al cual no basta el apartar, mas el desprecio La nobleza plebeya, el populacho noble, Debe añadirse. Pues, ¿acaso, La pueblan; dando terratenientes y toreros, Vive desconocido el poeta futuro? Curas y caballistas, vagos y visionarios, Guapos y guerrilleros. Tú compatriota, Sabemos que un poeta es otra cosa; Bien que ello te repugne, de su fauna. La chispa que le anima pronto prende En quienes junto a él cruzan la vida, Las cosas tienen precio. Lo es del poderío Sus versos aceptados tal moneda corriente. La corrupción, del amor la no correspondencia; Lope fue siempre el listo Lope, vivo o muerto. y ser de aquella tierra lo pagas con no serIo De ninguna: deambular, vacuo y nulo, Tan vulgar como quiera será el vulgo, Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce. Pero la voz del vulgo es voz divina, Por estos tiempos nuestros a lo menos; Si en otro tiempo hubiera sido nuestra. y el vulgo era ignorante de ese hombre Cuando gentes extrañas la temían y odiaban, Mientras viviera, en signo y mucho era ser de ella; cuando toda Que siempre ignorará su póstuma excelencia. Su sinrazón congénita, ya locura hoy, Como admirable paradoja se imponía. La sociedad es justa, a todos trata Como merecen; si hay exceso Vivieron muerte, sí, pero con gloria Primero, con idéntico exceso retrocede, Monstruosa. Hoy la vida morimos Recobrando nivel. Piense de alguno, En ajeno rincón. Y mientras tanto Antología de poesía del siglo XX 7
  • 8. Los gusanos, de ella y su ruina irreparable, Para vivir por ti, como tú vives crecen, prosperan. Por mí, aunque no lo sepas, Por este amor tan hondo que te tengo. Vivir para ver esto. Vivir para ver esto. Un hombre con su amor Si todo fuera dicho Sombra de mí Y entre tú y yo la cuenta Bien sé yo que esta imagen Se saldara, aún tendría Fija siempre en la mente Con tu cuerpo una deuda. No eres tú, sino sombra Del amor que en mí existe Pues ¿quién pondría precio Antes que el tiempo acabe. A esta paz, olvidado Mi amor así visible me pareces, En ti, que al fin conocen Por mí dotado de esa gracia misma Mis labios por tus labios? Que me hace sufrir, llorar, desesperarme De todo a veces, mientras otras En tregua con la vida, Me levanta hasta el cielo en nuestra vida, No saber, querer nada, Sintiendo las dulzuras que se guardan NI esperar: tu presencia Sólo a los elegidos tras el mundo. Y mi amor. Eso basta. y aunque conozco eso, luego pienso Que sin ti, sin el raro Tú y mi amor, mientras miro Pretexto que me diste, Dormir tu cuerpo cuando Mi amor, que afuera está con su ternura, Amanece. Así mira Allá dentro de mí hoy seguiría Un dios lo que ha creado. Dormido todavía y a la espera De alguien que, a su llamada, Mas mi amor nada puede Le hiciera al fin latir gozosamente. Sin que tu cuerpo acceda: Entonces te doy gracias y te digo: Él sólo informa un mito Para esto vine al mundo, y a esperarte; En tu hermosa materia. Desolación de la quimera (1962) Es lástima que fuera mi tierra Con restaurados restos y reliquias, Cuando allá dicen unos A la que dan escolta hábitos y uniformes, Que mis versos nacieron En medio del silencio: todos mudos, De la separación y la nostalgia Desolados del desorden endémico Por la que fue mi tierra, Que el temor, sin domarlo, así doblega. ¿Sólo la más remota oyen entre mis voces? Hablan en el poeta voces varias: La vida siempre obtiene Escuchemos su coro concertado, Revancha contra quienes la negaron: Adonde la creída dominante La historia de mi tierra fue actuada Es tan sólo una voz entre las otras. Por enemigos enconados de la vida. El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora, Lo que el espíritu del hombre Sino de siempre. Por eso es hoy. Ganó para el espíritu del hombre La existencia española, llegada al paroxismo, A través de los siglos, Estúpida y cruel como su fiesta de los toros. Es patrimonio nuestro y es herencia De los hombres futuros. Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo Al tolerar que nos lo nieguen En creer que la razón de soberbia adolece y secuestren, el hombre entonces baja, y ante el cual se grita impune: ¿Y cuánto?, en esa dura escala Muera la inteligencia, predestinado estaba Que desde el animal llega hasta el hombre. A acabar adorando las cadenas y que ese culto obsceno le trajese Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos, .Adonde hoy le vemos: en cadenas, Adonde ahora todo nace muerto, Sin alegría, libertad ni pensamiento. Vive muerto y muere muerto; Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa Si yo soy español, lo soy. Antología de poesía del siglo XX 8
  • 9. A la manera de aquellos que no pueden y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron. Ser otra cosa: y entre todas las cargas Que, al nacer yo, el destino pusiera No hablo para quienes una burla del destino Sobre mí, ha sido ésa la más dura. Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas No he cambiado de tierra, (Quien habla a solas espera hablar a Dios un día) Porque no es posible a quien su lengua une, O para aquellos pocos que me escuchen Hasta la muerte, al menester de poesía. Con bien dispuesto entendimiento. Aquellos que como yo respeten La poesía habla en nosotros El albedrío libre humano La misma lengua con que hablaron antes, Disponiendo la vida que hoy es nuestra, y mucho antes de nacer nosotros, Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia; vida. No es el poeta sólo quien ahí habla, Sino las bocas mudas de los suyos ¿Qué herencia sino ésa recibimos? A quienes él da voz y les libera. ¿Qué herencia sino ésa dejaremos? ¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno Peregrino Su tradición escoge, ni su tierra, ¿Volver? Vuelva el que tenga, Ni tampoco su lengua; él las sirve, Tras largos años, tras un largo viaje, Fielmente si es posible. Cansancio del camino y la codicia Mas la fidelidad más alta De su tierra, su casa, sus amigos, Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo Del amor que al regreso fiel le espere. Pues, sirviéndola, así a la poesía Al mismo tiempo sirvo. Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas, Sino seguir libre adelante, Soy español sin ganas Disponible por siempre, mozo o viejo, Que vive como puede bien lejos de su tierra Sin hijo que te busque, como a Ulises, Sin pesar ni nostalgia. He aprendido Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope. El oficio de hombre duramente, Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero Sigue, sigue adelante y no regreses, No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de Fiel hasta el fin del camino y tu vida, ser la mía, No eches de menos un destino más fácil, Cuyas maneras rara vez me fueron propias, Tus pies sobre la tierra antes no hollada, Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto Tus ojos frente a lo antes nunca visto. A sus paisanos (fragmento) No me queréis, lo sé, y que os molesta ¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos Cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende. inventados de mí por cuatro amigos ¿Culpa mía tal vez o es de vosotros? (¿Amigos?), que jamás quisisteis Porque no es la persona y su leyenda ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban Lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve. a la persona misma así traspuesta. Más vuestra mala fe los ha aceptado. Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado Hecha está la leyenda, y vosotros, de mí Lengua alguna, caísteis sobre un libro desconocidos, Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente, libro. Sin otro escrúpulo, a vuestra voz la propalais. Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea. Despedida Muchachos Que nunca fuisteis compañeros de mi vida, Adiós. Muchachos Que no seréis nunca compañeros de mi vida, Adiós. El tiempo de una vida nos separa Infranqueable: A un lado la juventud libre y risueña; Antología de poesía del siglo XX 9
  • 10. A otro la vejez humillante e inhóspita. De joven no sabía Ver la hermosura, codiciarla, poseerla; De viejo la he aprendido y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente Mano de viejo mancha El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo. Con solitaria dignidad el viejo debe Pasar de largo junto a la tentación tardía. Frescos y codiciables son los labios besados, Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen. ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio? Bien lo sé: no lo hay. Qué dulce hubiera sido En vuestra compañía vivir un tiempo: Bañarse juntos en aguas de una playa caliente, Compartir bebida y alimento en una mesa. Sonreír, conversar, pasearse Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música. Seguid, seguid así, tan descuidadamente, Atrayendo al amor, atrayendo al deseo. No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren En este transeúnte inmune en apariencia a ellas. Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires. Que yo pronto he de irme, confiado, Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe. Adiós, adiós, compañeros imposibles. Que ya tan sólo aprendo A morir, deseando Veros de nuevo, hermosos igualmente En alguna otra vida. Antología de poesía del siglo XX 10
  • 11. A otro la vejez humillante e inhóspita. De joven no sabía Ver la hermosura, codiciarla, poseerla; De viejo la he aprendido y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente Mano de viejo mancha El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo. Con solitaria dignidad el viejo debe Pasar de largo junto a la tentación tardía. Frescos y codiciables son los labios besados, Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen. ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio? Bien lo sé: no lo hay. Qué dulce hubiera sido En vuestra compañía vivir un tiempo: Bañarse juntos en aguas de una playa caliente, Compartir bebida y alimento en una mesa. Sonreír, conversar, pasearse Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música. Seguid, seguid así, tan descuidadamente, Atrayendo al amor, atrayendo al deseo. No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren En este transeúnte inmune en apariencia a ellas. Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires. Que yo pronto he de irme, confiado, Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe. Adiós, adiós, compañeros imposibles. Que ya tan sólo aprendo A morir, deseando Veros de nuevo, hermosos igualmente En alguna otra vida. Antología de poesía del siglo XX 10
  • 12. A otro la vejez humillante e inhóspita. De joven no sabía Ver la hermosura, codiciarla, poseerla; De viejo la he aprendido y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente Mano de viejo mancha El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo. Con solitaria dignidad el viejo debe Pasar de largo junto a la tentación tardía. Frescos y codiciables son los labios besados, Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen. ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio? Bien lo sé: no lo hay. Qué dulce hubiera sido En vuestra compañía vivir un tiempo: Bañarse juntos en aguas de una playa caliente, Compartir bebida y alimento en una mesa. Sonreír, conversar, pasearse Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música. Seguid, seguid así, tan descuidadamente, Atrayendo al amor, atrayendo al deseo. No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren En este transeúnte inmune en apariencia a ellas. Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires. Que yo pronto he de irme, confiado, Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe. Adiós, adiós, compañeros imposibles. Que ya tan sólo aprendo A morir, deseando Veros de nuevo, hermosos igualmente En alguna otra vida. Antología de poesía del siglo XX 10