El estudiante encontró que las clases eran aburridas pero aprendió de mala gana. Los profesores normalmente lo mandaban a clases de apoyo y a extraordinarios. Las calificaciones no siempre eran justas y una maestra lo mandó directamente a extraordinario. Entre clases, los estudiantes se entretenían lanzándose cosas o jugando fútbol. Al final, el estudiante se dio cuenta que con solo asistir a clases, prestar atención y hacer tareas ya tenía la mitad de la calificación asegurada.