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Capriles: el resentimiento de la debilidad
1. Capriles: El resentimiento de la debilidad
rubén ramos
Con ocasión del proceso electoral presidencial que vivió Venezuela en el 2012,
la agudeza política del presidente Hugo Chávez bautizó al ex-candidato de la
masonería sionista, como “majunche”. La cría más débil de una parición de
zorros. Pero no por débil la menos astuta. La cría enfermiza, pero no por esto
la menos peligrosa.
Viendo los acontecimientos de los últimos días, cuánta precisión hubo en el
juicio del Comandante Chávez. Capriles no es sino un ser típicamente
enfermizo, de aquellos que no pueden sanar, menos aún sanarse a sí mismo.
Un “decadente”, que acepta lo que le imponen, a sabiendas que lo perjudica.
Cuando Chávez lo desmerecía como contrincante político, aludía a quien,
como dijera Nietzche, no está “tallado en madera a la vez, dura, suave y
olorosa”; “a quien no le hace bien a sus sentidos, a quien le es ajena la
desgracia y la culpa”. A quien resulta sabio en el arte de predisponer a los
demás en contra de cualquier valor que se sitúe por encima de su mezquindad
y egoísmo. A quien honra con creces a los judíos de la sinagoga de Satanás.
Chávez se refería con lo de “majunche” a quien carecía de una naturaleza
fuerte como para poder ser su adversario. A quien apenas le reconocía el
pathos de la agresividad nutrida en los instintos de venganza y de rencor que
forman parte de su debilidad.
Es esta debilidad la que ha reblandecido su tino político frente al triunfo de
Nicolás Maduro. La que lo hace incapaz de distinguir entre los intereses de la
Patria que hay que defender y los intereses de los dueños del imperio del
mercado, del consumismo y de la violencia que quiere imponer en Venezuela el
sionismo imperialista. Su debilidad lo hace al propio tiempo un enfermo de
resentimiento.
No debería llamarnos a sorpresa. Pues, quienes digitan a los “lideres”,
candidatos y presidentes en la mayoría de nuestros países lo hacen de entre
los débiles y resentidos. Los hombres y mujeres que dirigen la construcción de
la Patria Grande no están entre los que adolecen de coraje frente al Imperio e
incluso frente a la muerte. No son hijos de la siniestra oscuridad de los
iluministas, rosacruces y masones del “nuevo orden mundial”.
El enojo, la susceptibilidad enfermiza, la impotencia para reconocerse dignos,
identifica a quienes hoy quieren vengarse de su propia debilidad, ocultándose
en el crimen alevoso contra gente indefensa, en el placer del odio, en la forma
más ruin de reaccionar frente a una derrota electoral. El pueblo no le aseguró
triunfo alguno a Capriles. ¿Por qué entonces su reclamo? Tiene los votos que
identifica a quienes se han hecho cuerpo e instinto de su debilidad y
2. resentimiento. Tiene los votos de un líder impuesto por el imperialismo, a la
medida de David.
Ajena a todo afecto de amistad, los resentidos, para cuya cura no existe
remedio alguno, han hecho de los médicos cubanos el blanco de sus
debilidades. Cuba ha sido y sigue siendo el único país que a la enemistad
diseminada por el poder norteamericano entre nuestros pueblos y en el mundo,
ha opuesto la amistad, frente al odio el amor, frente a la muerte la vida, frente a
la enfermedad la salud.
La resistencia del pueblo venezolano es hoy contra los instintos de venganza,
de rencor, de resentimiento. Es la resistencia frente a quienes se sienten
decadentes y débiles; frente a quienes no aceptan el avance victorioso de un
pueblo joven, sano, vigoroso.
Nada anima a este pueblo a ser belicoso. Atacar forma parte de los instintos
que identifica a los resentidos. A los agresores externos e internos que fundan
en el terror el ejercicio de la política. No sólo en el terror físico de los
asesinatos, los atentados, la quema de locales, la persecución, la violencia,
sino también el terror mediático de una prensa mezquina y torpe nacional e
internacional. En las dos formas de terror de lo que se trata es de atacar: atacar
las causas justas del pueblo venezolano apoyándose en los aliados de siempre
(la OEA, los gobiernos serviles); atacar a su Presidente vendiendo la idea de
una situación de peligro general para “la” democracia; atacar la memoria de su
líder pretendiendo hacer creer que se trata de una dictadura.
Sembrar el terror atacando ha sido su práctica de siempre. Lo hicieron ayer en
Guatemala, después en Cuba, en Chile, en Perú, en Grenada, en Panamá, en
Nicaragua, en El Salvador, en Honduras. Lo intentaron en Bolivia, en Ecuador y
hoy están buscando los adversarios propicios en Venezuela. No los
encontrarán porque aquí la Patria Nueva se construye sobre la base de la
armonía, la paz, la igualdad, el bienestar de quienes hasta ayer no sabían lo
que era salud, educación, trabajo, vivienda, soberanía, dignidad.
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