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CONTENIDO __________________ 3
SINOPSIS______________________ 4
1 _____________________________ 5
2 ____________________________ 15
3 ____________________________ 29
4 ____________________________ 40
5 ____________________________ 46
6 ____________________________ 56
7 ____________________________ 67
8 ____________________________ 76
9 ____________________________ 87
10 ___________________________ 98
11 __________________________ 106
12 __________________________ 116
13 __________________________ 129
14 __________________________ 137
15 __________________________ 146
16 __________________________ 150
17 __________________________ 163
18 __________________________ 170
19 __________________________ 178
20 __________________________ 188
21 __________________________ 198
22 __________________________ 208
23 __________________________ 220
24 __________________________ 230
25 __________________________ 237
26 __________________________ 243
EPÍLOGO ___________________ 249
SOBRE LA AUTORA __________ 252
4
Un vínculo fatal que nunca estuvo a ser.
Marcella le dio a Maddox la opción imposible, y la eligió a ella.
Aun así, se pregunta si Maddox está listo para comprometerse con una
relación, o si tiene miedo de perder la libertad desinhibida que le ofrecía su estilo
de vida motero.
Toda su vida, Maddox supo quiénes eran sus enemigos, pero de repente no
sabe en quién confiar. ¿Encontrará alguna vez un lugar en la vida y familia de
Marcella, o sus viejos compañeros le darán un hogar y propósito nuevo?
5
Una sensación de libertad sin inhibiciones se apoderó de mí a
medida que me alejaba de la prisión de los últimos días. En realidad, no
había creído que Vitiello me permitiría irme, incluso si Marcella le había
pedido que me concediera misericordia, considerando que él no estaba en
el negocio de otorgar misericordia. Mi corazón se apretó al pensar en
ella. Los últimos días con solo atisbos de ella habían sido una
tortura. Echaba de menos a esta mujer, más de lo que jamás le admitiría a
nadie, ni siquiera a ella. Mis sentimientos por ella, las decisiones que había
tomado por ella, me tomaron por sorpresa y aun así me conmocionaron.
Ahora tenía cosas que arreglar antes de poder regresar con ella. De
lo contrario, mi mente siempre estaría a la deriva, y quería centrarme
exclusivamente en ella cuando estuviera con ella. Quería que lo nuestro
funcionara. Había renunciado a demasiado para que no funcionara.
Me dirigí al primer escondite en un parque cerca de nuestra antigua
casa club en Nueva Jersey, ignorando los ataques de mareo. Como era de
esperar, la caja de teca enterrada en el suelo debajo de un arbusto estaba
vacía. Quienquiera que hubiera sobrevivido al ataque también se había
dirigido primero allí. Esperaba que hubiera sido Gray. Necesitaba el
dinero. Aún tenía que volverse más ingenioso, o más bien despiadado,
como el resto de nosotros y, por lo tanto, le resultaría más difícil conseguir
dinero por otros medios.
Volviendo a montar la moto, comprobé dos puntos más dentro de
los límites de la ciudad antes de dirigirme hacia un depósito de chatarra a
unos treinta minutos fuera de la ciudad. Había sido de Cody, por eso había
evitado el lugar. Lo había usado para lavar nuestro dinero de la droga.
No tenía llaves para las puertas, así que no tuve más remedio que
estacionar la motocicleta frente a ellas y trepar por la cerca coronada con
alambre de púas. Al segundo en que mis pies tocaron el suelo del otro lado,
sonaron ladridos enfurecidos, y poco después, dos rottweilers salieron
disparados de detrás de la casa pequeña que servía como edificio de
mantenimiento.
6
No conocía a estos perros y, lo que es peor, ellos no me conocían a
mí. Lo más probable es que fueran de una de las camadas de Earl.
—Mierda —murmuré. No tenía armas encima. Por su apariencia, la
forma en que sobresalían sus costillas, los perros no habían sido
alimentados en un tiempo. Probablemente, Cody no los había cuidado bien
incluso antes de que lo capturaran. Siempre decía que los perros
hambrientos eran los mejores guardias.
Los dos rottweilers masivos cargando contra mí parecían verme
como su próxima comida. Me precipité hacia el primer montón de autos
aplastados y subí hasta llegar a la cima. Los perros saltaron al montón pero
no pudieron treparlo. Mirando a mi alrededor, descubrí una manera de
llegar al edificio, trepando de una pila a la siguiente. Los perros me
siguieron, chasqueando y gruñendo. Su pelaje estaba enmarañado y sucio,
y uno de ellos tenía un corte en el costado que parecía estar infectado. Me
deshice de mi camisa, la rasgué en dos y la arrojé en la otra dirección. Los
perros la persiguieron. Esto me daría unos segundos. Subí al techo del
edificio, luego me agarré al borde y bajé hasta que mis pies estuvieron al
nivel de la ventana. Mis bíceps gritaron en protesta.
Después de días de desnutrición, mi cuerpo no estaba en condiciones
de alcanzar los máximos logros deportivos. Apretando los dientes, pateé
la pared, intentando ganar impulso para romper la ventana. El vidrio se
astilló cuando mis pies chocaron contra él. El gruñido de un perro me
obligó a soltar el borde y me balanceé por la ventana. Fragmentos se
clavaron en mis brazos desnudos y espalda. Siseando de dolor, aterricé en
el suelo, sobre aún más fragmentos.
Parpadeé hacia la ventana por un momento. Pero las cabezas de los
perros saltadores intentando también entrar me sacaron rápidamente del
aturdimiento. Me puse de pie de un salto, balanceándome brevemente
antes de mirar a mi alrededor en busca de algo con qué defenderme.
Encontré una pistola con tres balas dentro de uno de los cajones del
escritorio. Pero entonces mis ojos se posaron en un paquete enorme con
comida para perros. Tropecé hacia él y lo arrastré hasta la puerta. El primer
perro saltó por la ventana y aterrizó en el suelo con las patas
ensangrentadas. Pateé la comida para perros de modo que se esparciera
por todo el suelo lejos de los fragmentos de vidrio. El perro se animó y,
empezó a devorar la comida sin volver a mirarme. Pobre bestia.
Abrí la puerta con cuidado y el otro rottweiler entró. Como su
compañero, me ignoró a favor de la comida. Contuve el aliento por un par
de minutos, medio tentado de comer también un par de golosinas para
perros. Mi cuerpo estaba pidiendo comida a gritos. Pero había venido por
dinero. Comencé a buscar en los otros cajones hasta que encontré las llaves
7
oxidadas del auto que Cody había mencionado en alguna ocasión. El
secreto nunca había sido su fuerte.
Las agarré y salí corriendo hacia un Chevy viejo. Abrí el maletero,
saqué la maleta de cuero y la abrí. Mi cara se partió en una sonrisa cuando
encontré varias bolsas de plástico con dinero en efectivo adentro. Al menos
cincuenta mil, por lo que parecía. Cerré la maleta, la llevé al edificio y luego
busqué las llaves de las puertas. Cuando finalmente las encontré, los
perros yacían en medio de la comida, jadeando suavemente, pero
pareciendo apaciguados.
Me dirigí hacia las puertas con las llaves y la maleta. Unos arañazos
detrás de mí me hicieron dar la vuelta preparado para luchar contra un
ataque. Para mi sorpresa, los dos rottweilers me siguieron y menearon la
cola con vacilación.
Me rasqué la cabeza.
—¿Qué voy a hacer con ustedes?
No sabía el número de Growl o lo habría llamado para que pudiera
recogerlos. Si los dejaba aquí, la próxima persona que viniera a buscar
dinero probablemente les dispararía.
Sin mencionar que el perro más grande, un macho, necesitaba
tratamiento para el corte y sus patas ensangrentadas.
Mi mirada se desvió sobre el depósito de chatarra hasta que aterrizó
en la gran caja trasera de la camioneta Ford de Cody. Con una punzada,
puse la Kawasaki en la caja de la camioneta y luego guardé la maleta en el
espacio para las piernas del auto. Al momento en que me aparté de la
puerta ambos perros se abalanzaron, primero la hembra rottweiler, luego
el macho saltó y se acomodó en el asiento del pasajero.
Sin embargo, tenía un lugar más al que ir antes de poder dejar a los
perros. Y era un encuentro que temía.
Repasé qué decir mientras conducía a la casa de mamá para explicar
lo que había sucedido, por qué había matado a Earl, pero sin importar
cuánto tiempo mi cerebro divagó tratando de encontrar las palabras
correctas, sonaron huecas y no tendrían sentido para mi madre. La mayor
parte de lo que había sucedido tampoco tenía sentido para mí.
Salió con una escopeta cuando me detuve, obviamente preocupada
por visitantes indeseados. No bajó el arma cuando me vio. Su cabello rubio
estaba en rulos por toda su cabeza y llevaba una lujosa bata de baño rosa,
sus labios pintados en un tono a juego. Al menos algunas cosas nunca
cambiaban.
8
Salté del auto, levantando mis manos por encima de mi cabeza con
una sonrisa torcida.
—Mamá, soy yo.
Mamá asintió y entrecerró los ojos. Aparentemente, yo era una de las
visitas indeseadas a las que quería intimidar con su escopeta.
—¿Qué estás haciendo aquí?
La sospecha en su voz me hizo preguntarme si sabía cómo había
matado a Earl, pero no había forma de que se corriera la voz. Nadie lo sabía
excepto los hombres de Vitiello, y dudaba que se lo contarían a alguien que
mi madre conociera. De todos modos, Vitiello había dicho que no
permitiría que se corriera la voz. Y a pesar de cualquier cosa que pensara
de Vitiello, una cosa era segura: él tenía el control absoluto de sus hombres.
—Mamá, ¿vas a dispararme?
Me acerqué, con los brazos aún levantados sobre mi cabeza.
Bajó el arma unos centímetros, pero aun así me apuntó al pecho.
—¿Qué te pasó? —preguntó mamá, mirando mi torso desnudo,
cortado y magullado.
—Esto y aquello —respondí, sin estar listo para divulgar más
información con ella apuntándome con un arma.
Ella asintió hacia la camioneta.
—¿No es de Cody?
—Sí. Pero ya no la necesitará.
Mamá asintió y sonrió con amargura.
—¿Está muerto?
—Sí. —Bajé mis manos lentamente. Mamá me contempló con recelo,
pero no disparó. No dudaba que pudiera dispararle a cualquiera si la
provocaban—. Agarré a sus perros del depósito de chatarra.
—Apuesto a que no solo a los perros —dijo en voz baja—. Guardaba
un alijo de dinero en efectivo allí. Sabes que nunca pudo mantener la boca
cerrada cuando estaba borracho.
—Era un gran bocaza. —Le di una sonrisa irónica—. ¿Quieres
guardar el arma?
Mamá negó con la cabeza.
—Aún no. Se rumora que ahora estás trabajando para los italianos.
—Mamá, no trabajo para nadie. Ya sabes lo mal que recibo órdenes.
9
Hizo un gesto hacia la camioneta.
—Debiste haber disparado a los perros. ¿No tienes suficientes
problemas?
No estaba seguro de cuánto sabía, pero considerando su renuencia a
bajar el arma, diría que demasiado.
—Earl está muerto.
Asintió solemnemente.
—Lo sé. Él y algunos hombres fueron capturados por los
italianos. Nadie sobrevive a las puntas alares.
—Sí. —No estaba seguro de si debería haber esperado lágrimas o al
menos más tristeza por parte de mamá por la muerte de Earl, pero
considerando cómo la engañaba constantemente y apenas estaba en casa,
no debería haberme sorprendido.
—Se dice que tú también fuiste capturado.
Suspiré, subiendo los escalones hacia el porche hasta que estuve
justo en frente de mamá con el barril casi tocando mi pecho.
—¿Qué más has escuchado?
—Que eres un traidor. Gray me dijo que delataste su paradero.
Mi alivio por esta confirmación, de que Gray había escapado con
vida, casi me derriba.
—Lo hice… —No llegué más lejos cuando la palma de mamá golpeó
mi mejilla.
—Si algo le hubiera pasado a Gray ese día, nunca te lo habría
perdonado.
—Lo sé, por eso me aseguré de que pudiera salvar su lamentable
culo.
—Eso me dijo.
—¿Dónde está ahora?
—No sé. Se fue ayer. Solo dejó algo de dinero y me dijo que no me
preocupara por él y que me haría sentir orgullosa.
—Maldita sea. ¿Qué demonios significa eso?
Mamá buscó mis ojos.
—Maddox, ¿por qué estás vivo, si no estás trabajando con los
italianos? No te mataron. Gray dijo que hiciste de la chica Vitiello tu mujer.
10
Mi mujer.
Me gustó cómo sonó eso.
—Significa mucho para mí.
—Más que eso si vale la pena convertirse en un traidor. Vivías para
el club. ¿Es suficiente una mujer para hacerte olvidar lo que le pasó a tu
padre?
—No lo olvidé, pero estoy harto de vivir en el pasado. Marcella me
hace querer pensar en el futuro.
—¿Qué tipo de futuro? ¿Qué quieres hacer sin el club? No conoces
ninguna otra vida.
—Lo resolveré.
Se rio oscuramente, pero al menos finalmente apuntó el cañón al
suelo.
—Si trabajas con los italianos, todos los moteros querrán tu
cabeza. Probablemente la querrán de todos modos una vez que se corra la
voz de que fuiste tú quien lo mató.
Me tensé.
—¿De qué estás hablando?
Mamá me abofeteó de nuevo. Lo vi venir, pero no intenté
defenderme. Tenía todo el derecho a estar enojada conmigo.
—Maddox, no me mientas a la cara. No soy estúpida. La información
proviene de los italianos. ¿O me estás diciendo que están difundiendo
rumores para destruir tu reputación?
Aparté la mirada de mamá. ¿Quién había difundido la verdad? Solo
muy pocas personas que conocía habían estado en la prisión de la Famiglia.
Luca, Amo, Matteo, Growl y Marcella.
Si uno de ellos difundió que había matado a mi tío, eso solo podía
servir para hacer que las otras sedes del Tartarus en el país y los nómadas
de nuestra sede buscaran vengarse de mí. Alguien había puesto una
recompensa sobre mi cabeza. Me querían muerto. La pregunta era quién.
A primera vista, Luca parecía poco probable, ya que pudo hacer que
me mataran fácilmente mientras estaba cautivo: pero no sin hacer que
Marcella se sintiera resentida con él. Hacer que los otros moteros me
cazaran le daba una manera fácil de hacer que me mataran sin ensuciarse
las manos y Marcella no lo culparía.
—¿Sabes quién está difundiendo los rumores?
11
—Gray no me lo dijo.
—¿Gray es el que te lo dijo?
—Maddox, ¿mataste a tu tío? Eso es todo lo que quiero saber.
—Mamá, sabes cómo podía ser Earl. Estaba obsesionado con la
venganza, incluso más que yo. Si nos convertimos en monstruos para
matar a un monstruo, somos tan malos como él. ¿Gray te contó lo que le
hizo a Marcella?
Mamá asintió.
—Se ha vuelto más radical a lo largo de los años. Pero debiste
manejarlo en el club. Pudiste haberlo desafiado por el puesto como
presidente.
—Nunca me habrían votado presidente. Los miembros más
progresistas y liberales se han convertido todos en nómadas a lo largo de
los años. Los hombres que permanecían en el club eran absolutamente
leales a Earl. E incluso si hubiera ganado, nunca habría aceptado la
votación. El club era toda su vida. Nada más importaba.
—Lo sé —dijo mamá con amargura. Sus ojos buscaron mi rostro—.
No sé qué pensar. No sé si eres el mismo chico que crie.
—Mamá, lo soy. Tuve que tomar una decisión al igual que Earl tomó
su decisión cuando intentó matarme con sus perros. Pero lamento que
estés sola.
Mamá se rio.
—Oh, Maddox, sabes que Earl no ha estado por aquí en casi un
año. Pero sin el club, no puedo pagar las cuentas. Los diez mil que me dejó
Gray no durarán para siempre. —Se puso un guante de goma como
siempre hacía cuando fumaba para evitar que sus dedos se pusieran
amarillos. Teniendo en cuenta que fumaba unos cuarenta cigarrillos al día,
probablemente era una buena idea.
Corrí de regreso a la camioneta y agarré treinta mil dólares de la
maleta. Me miró con una buena dosis de sospecha y no pareció apaciguarse
ni siquiera cuando se lo entregué.
—Esto debería ayudarte a pasar el año. Te enviaré dinero una vez
que empiece a ganar otra vez.
Finalmente bajó la escopeta.
—¿De verdad vas a trabajar para la mafia?
—No trabajaré para ellos, pero por ahora podría trabajar con
ellos. Estoy tan loco por esta chica… no puedo…
12
—Espero que no te haya engañado. En serio espero que haya valido
la pena renunciar a todo. Renunciaste al único hogar que tenías por esta
chica. ¿Siquiera se da cuenta de eso?
Tenía razón. El club había sido mi hogar desde que tengo
memoria. La casa de mamá en Texas y ahora aquí siempre había sido el
único lugar donde había ido a dormir.
Habían sucedido tantas cosas en los últimos días que no había tenido
tiempo de darme cuenta de que ahora no tenía hogar. Nunca había tenido
mi propio lugar, siempre me las arreglaba con una habitación en la casa
club. Había tenido hermanos de club o chicas de club que me hicieron
compañía cuando lo necesité. Me convertiría en un nómada, pero sin un
lugar al que regresar. Marcella y yo… aún no teníamos un lugar, y solo
pensar en mudarme con una mujer, aceleró mi pulso. ¿Cómo funcionaría
siquiera?
—Maddox, espero que no te arrepientas de tu decisión.
—No lo haré —dije con firmeza. Nunca me arrepentiría de haber
salvado a Marcella de la única manera posible.
¿Y matar a Earl? Le había hecho un favor. Se había librado de una
muerte cruel a manos de Vitiello.
Aun así, una diminuta parte de mí sintió una punzada al pensar en
los buenos momentos que habíamos tenido.
Mamá me agarró del antebrazo, clavando sus uñas largas.
—Me preocupo por Gray. Lo desarraigaste. Está perdido y sabes lo
mucho que necesita personas que admirar. Se meterá en problemas, puedo
sentirlo. Buscará otra sede del Tartarus a la que unirse y se hará matar
porque se pondrán en pie de guerra con los italianos. Protégelo. Tráelo de
vuelta. Asegúrate de que se quede.
—Lo protegeré. Cuando lo encuentre, lo traeré de regreso hasta aquí
y haré que termine la escuela y encuentre un trabajo decente. Aún es joven,
puede elegir un camino diferente.
—Siempre había deseado también un camino diferente para ti, pero
no con la mafia. Oh Maddox, mantente a salvo.
—Ya sabes cómo soy. No pueden matarme.
Mamá se volvió severa.
—Si algo le pasa a Gray, no te perdonaré. No vuelvas aquí sin él, ¿me
oyes? Esto es cosa tuya. Le quitaste todo lo que tenía, ahora dale algo más
por lo que vivir.
13
Tragué pesado, una fuerte sensación de culpa se instaló en mi
pecho. También había sacado a Gray de su casa, me había llevado a su
padre, incluso si solo hubieran peleado y apenas se hubieran llevado bien.
Gray no había tenido elección, a diferencia de mí. No estaba seguro si era
la persona que quería ver. Si me escucharía, o incluso volvería a casa
conmigo.
Miré hacia la camioneta.
—Ahora debería irme, no quiero traer problemas a tu puerta.
Mamá me lanzó una mirada que dejó en claro que era demasiado
tarde para eso.
—Jura que volverás con Gray —susurró con dureza, su agarre en mí
apretándose aún más.
No estaba seguro de poder prometerlo en realidad. Gray ya no era
un niño pequeño. Aun así, dije:
—Lo juro.
Me soltó al final. Era una promesa que esperaba desesperadamente
poder cumplir, por ella, por Gray, pero sobre todo por mí. No necesitaba
más equipaje de culpabilidad añadido a mi conciencia, muchas gracias.
—¿Puedes darme una de mis camisas viejas antes de irme?
Mamá desapareció dentro sin decir una palabra y no la seguí. Tenía
la sensación de que no me quería dentro de su casa en este momento. No
era bienvenido y no lo sería hasta que encontrara a Gray, e incluso después
de eso… nunca habíamos sido cercanos, pero este era probablemente el
clavo en el ataúd de nuestra relación. Regresó con dos camisas negras y me
las entregó.
Después de ponerme una de mis viejas camisetas, conduje de
regreso a la ciudad, pero finalmente me detuve a un lado de la carretera y
dejé que los perros mearan. Mi mirada se posó en la Kawasaki en la parte
de atrás y no pude resistirlo. Después de bajarla, manejé de un lado a otro
de la carretera por un tiempo, esperando despejar mi mente. No podía
dejar de pensar en Gray. Mamá siempre decía que él no habría sobrevivido
a lo que yo había presenciado. Era más blando que yo, tal vez por eso
mamá siempre lo había preferido. Si hubiera estado en su lugar, también
lo habría hecho.
Los perros esperaron junto al auto, observándome. Al final, me
detuve junto a ellos, pero me quedé en la moto. No podía explicar por qué
de repente me sentí indeciso en regresar a la ciudad. Quería volver con
Marcella. Había renunciado a todo por ella, y quería estar con ella, pero
alguien me había delatado. Dudaba que fuera Growl. No parecía del tipo
14
vengativo y en realidad no tenía motivos para hacerlo a menos que Luca
le hubiera ordenado que lo hiciera. Definitivamente, Matteo quería que me
fuera. Quizás había difundido la información. O Amo. El grandulón
definitivamente odiaba mis entrañas y quería verme muerto y lejos de su
hermana.
Ahora todos los miembros del Tartarus del país sabrían que había
matado a Earl y me verían como un traidor. Sería su objetivo principal.
Encontrar a Gray sería especialmente difícil así. Si volvía con Marcella para
decirle que tenía que buscar a mi hermano Gray, quienquiera que me
delatara probablemente se enteraría poco después y luego difundiría esa
información, tal vez incluso haría que pareciera que yo también quería
muerto a Gray.
—Mierda —murmuré. Necesitaba encontrar a mi hermano antes de
que alguien pudiera hacerle pensar que era un peligro para él, si ya no era
demasiado tarde para eso.
Me acomodé en la moto y contemplé la puesta de sol. Conducir mi
Harley hacia el atardecer siempre había significado libertad, incluso si la
vida del MC hubiera estado llena de responsabilidades y reglas.
Decidí pasar la noche en la caja de la camioneta antes de decidir qué
hacer a continuación. Estaba muerto de cansancio y necesitaba una noche
para aceptar de verdad el giro que había tomado mi vida.
15
Cuando desperté temprano en la caja de la camioneta a la mañana
siguiente, mi añoranza por Marcella era tan fuerte como la llamada de la
calle. Los dos amores de mi vida: el camino interminable que tengo por
delante y la mujer de los fríos ojos azules. Las palabras de despedida de
mamá se repetían en mi cabeza.
—No quiero volver a verte hasta que te hayas asegurado de que tu
hermano está a salvo. Esto es tu culpa.
Encontrar a Gray sería difícil. La mayoría de mis antiguos contactos
me evitarían y aquellos que no lo hicieran podrían intentar
matarme. Tenían todas las razones para no confiar en mí. Pero mamá tenía
razón. Tenía que salvar a Gray de sí mismo. No solo probablemente aún
estaba en la lista negra de Vitiello, sino que los moteros cabreados
buscando venganza también podrían estar detrás de él. Si a Gray se le
metiera en la cabeza atacar a Vitiello en venganza, no podría salvarlo.
Subí la Kawasaki a la parte trasera de la camioneta. Necesitaba
deshacerme de ella y de los perros, preferiblemente sin encontrarme con
ninguno de los hombres de Vitiello. Una vez que los perros volvieron a
tomar asiento, me dirigí hacia Nueva York. El rottweiler macho jadeó
constantemente, probablemente de dolor por el corte, así que primero
decidí llevar a los perros a un lugar seguro. Durante nuestra investigación
sobre la Famiglia y sus muchas afiliaciones, también nos encontramos con
el refugio para perros dirigido por Growl, el ejecutor de Vitiello.
Vitiello probablemente no estaría feliz si apareciera en la puerta de
su mansión sin ser invitado y no tenía forma de contactar a
Marcella. Destruimos su teléfono cuando la secuestramos y de todos
modos no había tenido tiempo de pedir su número. Ni siquiera sabía qué
decirle exactamente que no pondría en peligro mi búsqueda de Gray.
Growl había sido medio amistoso cuando hablé con él, así que
parecía una opción más segura que cualquier otro soldado de la Famiglia.
Cuando me detuve en el camino de entrada del refugio, estacioné
junto a otra camioneta grande. Ni siquiera había salido cuando Growl y un
16
alto chico larguirucho salieron de la casa y se dirigieron hacia mí. Growl se
volvió más alerta al momento en que me vio, pero al menos no sacó un
arma. Esa era la mayor amabilidad que había recibido de los italianos en
años, y todavía me sentía extraño. Dudaba que estar en términos medio
amistosos con la Famiglia dejaría de sentirse extraño.
Salí del auto, asegurándome de mantener mis manos a la vista. En
realidad no quería terminar con una bala en mi cabeza, a menos que
realmente les hubiera dado una razón para hacerlo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Growl.
—Tengo dos perros más para ti, los salvé del depósito de chatarra de
uno de mis hermanos muertos del club. Uno de ellos está herido.
Growl aún parecía cauteloso, pero parte de su resguardo
desapareció cuando vio a los perros en el asiento del pasajero.
—Muéstrame.
Me acerqué a la puerta del pasajero y la abrí.
—Salgan. —Los perros obedecieron y saltaron del auto. El mayor
gruñó cuando Growl se acercó a él, pero el hombre alto se puso en cuclillas
y habló con voz tranquila con el perro. Se calmaron pronto y se acercaron
al trote.
Les dio unas palmaditas.
—Llamaré a nuestro veterinario para que pueda mirar la herida, y
deberías regresar a la ciudad y reunirte con Luca.
Ignoré la última parte y señalé la caja de la camioneta.
—Tengo la moto de Matteo. ¿Puedo dejarla aquí para que él pueda
recogerla?
Growl se enderezó, la sospecha regresando a su rostro.
—¿Por qué no se la entregas?
—No voy a regresar a Nueva York ahora mismo. Aún tengo algunos
asuntos que atender antes de que pueda unirme al equipo de Luca.
Growl negó con la cabeza.
—Así no es cómo funciona.
—Así es cómo funciona conmigo —dije simplemente—.
Probablemente regresaré en un par de días, dile eso a Luca.
—¿Ahora de qué asunto tienes que encargarte?
17
—Eso solo es asunto mío. Pero no es nada que concierna a la
Famiglia.
—Todo concierne a la Famiglia, sobre todo si se trata de Marcella
Vitiello. ¿Ella sabe que te irás?
—Puedes decírselo. Ella lo entenderá. —En realidad no estaba
seguro de que eso fuera cierto, especialmente porque no podía darle
detalles de mis planes, no con alguien delatándome. Nunca había sido
responsable ante una mujer, excepto por mi madre cuando era un niño,
pero incluso eso se detuvo cuando me convertí en un adolescente.
Growl entrecerró los ojos.
—Si no estás seguro de Marcella o de dónde está tu lealtad, será
mejor que no regreses. Luca te regaló tu vida una vez. No volverá a ser tan
amable.
—¿Qué te importa?
—Sé dónde está mi lealtad. Luca me acogió cuando no tenía a dónde
ir. No soy alguien que pisotea un regalo como ese.
—Solo dile a Marcella que volveré una vez que me haya ocupado del
asunto y dile a Matteo que gracias por su moto.
Me giré y volví al interior del auto. No necesitaba un viaje de culpa
por parte de Growl. Tenía la intención de conducir hasta la mansión
Vitiello y preguntar por Marcella, aclarar las cosas con ella, pero encontrar
a Gray antes de que lo mataran era mi máxima prioridad. Una vez que me
dijera quién había filtrado la información sobre mí matando a su padre,
podría decidir cómo manejarlo. Ni siquiera estaba seguro de cuánto
tiempo llevaría eso, pero Marcella y yo habíamos pasado por algo peor que
unos pocos días de separación.
Nos reuniríamos pronto, y maldita sea, no podía esperar a saborearla
otra vez.
Estar en casa aún se sentía extraño después de semanas de
cautiverio. Había pasado casi todos los segundos del día con Maddox y
estar separada de él se sentía extraño. Extrañaba su presencia, incluso su
boca sucia, y en más de un sentido, pero obviamente había tomado la
18
decisión de seguir adelante y disfrutar de la libertad que solo el estilo de
vida motero podía ofrecerle.
Mis labios se torcieron con amargura a medida que observaba por la
ventana, hacia la calle frente a nuestra casa. Seguía haciéndolo, incluso si
Matteo me hubiera dicho hace una hora que Maddox no regresaría. El
secuestro había alterado mi mente, incluso si no quería admitirlo ante
nadie. Quizás era bueno que Maddox hubiera tomado la decisión que yo
había sido demasiado débil para tomar, demasiado enamorada, y había
cortado los lazos entre nosotros. ¿En serio era posible reconstruir una
relación con base de un entorno normal, sin miedo y carente de libertad?
Nunca lo sabríamos.
No odiaba a Maddox por irse. También había tenido dudas si no
hubiera sido mejor dejar que papá matara a Maddox porque entonces las
cosas habrían sido más fáciles. Una vida con Maddox habría sido un
desafío no solo para mí, sino también para mi familia y la Famiglia, uno
que no estaba segura de que todos hubieran dominado.
Amo dejó escapar un sonido bajo de disgusto.
—Deja de mirar por la ventana como un perro esperando a su
dueño. No volverá. Es un motero desleal, y estás mejor sin él.
Le di a mi hermano mi mejor mirada de muerte, furiosa por su
comparación.
—Un perro menea la cola y da la bienvenida a su dueño después de
su regreso, pero puedes apostar tu trasero a que patearé a Maddox en las
bolas cuando se pavonee de nuevo en mi vida.
Amo negó con la cabeza.
—Sé que lo harías, pero deberías dejar que papá se encargue del
idiota y hacer que lo maten. Marci, ese es el corte limpio que necesitas. Que
él aún esté ahí afuera te está frenando y en realidad no deberías permitir
que eso suceda. Necesitas tu energía y tu cerebro para mostrarles a los
soldados de papá quién manda.
Finalmente di la espalda a la ventana. Solo la ventana de Amo tenía
vista a las calles, mientras que mi ventana apuntaba hacia los jardines,
probablemente una más de las medidas de seguridad de papá.
—Nada me está frenando. Puedo separar mi corazón de mi
cerebro. Mi trabajo en la Famiglia no tiene nada que ver con Maddox y
conmigo.
—No hay un Maddox y tú. Te dejó.
Entrecerré mis ojos.
19
—No puede dejarme. No estábamos en una relación para empezar.
Amo me desestimó.
—No sigas. No quiero saber los detalles sobre tu carcelero con
estatus de beneficios.
Lancé lo primero que pude agarrar a Amo, un pesado libro de
álgebra del suelo. Apenas logró esquivarlo, luego levantó los brazos.
—Está bien. No volvamos a mencionar al motero.
—Gracias. —Avancé hacia su sofá y me hundí. Amo volvió a
concentrarse en la pantalla de su computadora, donde estaba leyendo
sobre la topografía de Pensilvania. No estaba segura si era para la tarea o
para su cacería de moteros.
—Nuestros soldados te aceptarán eventualmente —dijo Amo,
aunque había un pero oculto en su tono. Nuestros soldados. Para él, todo
sobre esto era algo natural. Fue recibido con los brazos abiertos, y nadie
cuestionó que se convertiría en Capo una vez que papá se jubilara.
También sabía lo que Amo no estaba diciendo.
—Porque respetan y temen a papá.
No lo negó.
—Me ganaré su respeto.
—Tendrás que trabajar más duro de lo que yo nunca lo haré.
Lo sabía. Despreciaban a las mujeres. Se suponía que debíamos ser
bonitas y saber cuándo mantener la boca cerrada. Me evitaría los
comentarios sexistas gracias a papá, pero los hombres no me tomarían en
serio.
—¿Aún estás segura del tatuaje? —preguntó Amo, señalando en la
dirección general de mi espalda.
Me tensé como siempre lo hacía cuando recordaba las feas palabras
tatuadas en mi espalda.
Puta Vitiello.
—Sí. No pasaré meses intentando quitarlo solo para que queden
cicatrices. La gente sabría lo que significan esas cicatrices y que lo que pasó
me molestó lo suficiente como para querer borrarlo por completo de mi
cuerpo. Eso parecería débil. Conservaré las palabras, pero las cubriré con
mi verdad.
Amo asintió.
—Quizás también me haga otro tatuaje.
20
Me burlé.
—Buena suerte para convencer a mamá. Ni siquiera te harías tu
primer tatuaje si no lo necesitaras para la Famiglia.
—Papá hablará con ella.
Puse los ojos en blanco. Sonó un golpe suave.
—Adelante —respondió Amo.
Mamá asomó la cabeza, su expresión preocupada, pero
despejándose cuando me vio.
—Marci, ahí estás. Primero fui a tu habitación.
Rara vez pasaba tiempo en mi habitación. Amo aún no se había
quejado de mi presencia. Si en realidad no le molestaba o solo era su
sobreprotección manifestándose, no estaba segura.
—¿Qué necesitas? —pregunté, dándole a mamá una sonrisa
firme. Aún estaba preocupada por mí, especialmente desde la desaparición
de Maddox. Probablemente, estaba tan aliviada en secreto por su partida
como papá, pero nunca lo diría.
—Giovanni está aquí.
Mi boca se abrió, completamente desconcertada.
—¿No llamó?
—No que yo sepa —respondió mamá. Le echó un vistazo a Amo.
Se encogió de hombros con un solo hombro.
—No tengo su número, o él el mío. No somos muy cercanos.
Me tragué la ira.
—Papá. Dudo que Giovanni se atrevería a pasar sin pedir primero
permiso.
Mamá me dio una sonrisa tranquilizadora.
—Tu padre se preocupa por ti tanto como yo. Quizás pensó que te
haría bien verlo.
Caminé por la habitación de un lado a otro.
—¿Cómo me hará bien ver a mi exnovio solo unas horas después de
que Maddox se fue?
—Las viejas llamas arden por más tiempo, ¿no? —murmuró Amo.
Le habría arrojado otro libro, y esta vez no habría fallado, si mamá
no hubiera estado presente.
21
—¿Lo verás, o debería despedirlo? —preguntó mamá—. Está en el
vestíbulo.
No podía creer que Giovanni estuviera aquí. De todas las personas
que no quería ver en este momento, él estaba en la cima.
—Despídelo. No puedo lidiar en este momento con él.
Mamá asintió y se volvió.
Maddox probablemente ya se estaba poniendo cómodo con una de
sus aventuras en este momento, haciendo que ella le diera una mamada. La
idea me puso enferma y furiosa a la vez. No me arrepentía de lo que había
pasado entre nosotros, lo había disfrutado demasiado, pero deseaba no
haberme involucrado emocionalmente.
—¡Espera! —grité, tambaleándome detrás de mamá.
Ella se volvió con las cejas arqueadas.
—Hablaré con él —dije rápidamente—. Sería de mala educación
despedirlo cuando ha venido hasta aquí.
—Eso es cierto —dijo mamá—. Ten la mente abierta.
Se refería a que quizás debería reconsiderar a Giovanni. Mi primer
instinto fue decir que no, porque romper con Giovanni se había sentido
liberador. No podía ver cómo volver a estar con él podría hacerme sentir
mejor. Volver con un exnovio solo porque una no podía estar sola o para
calmar un corazón roto era la peor opción.
—¿Debo decirle que necesitas prepararte?
Me miré por encima. Llevaba mallas de gimnasia y un suéter, ropa
que solo había usado en público en mi camino hacia o desde el
gimnasio. Aun así, negué con la cabeza.
—No tengo ganas de disfrazarme.
Giovanni podía ver mi verdadero ser, la chica del suéter sin
maquillaje. Solo era una diminuta parte de mí, pero era una que nunca
había conocido. Solo la Marcella perfecta. Seguí a mamá escaleras
abajo. Como había dicho, Giovanni esperaba en el vestíbulo,
contemplando una vieja foto familiar con leve curiosidad. Ya debe haberla
visto cien veces. Se volvió hacia mí cuando estaba en el último escalón, sus
ojos fijándose en mi atuendo. La sorpresa cruzó por su rostro, pero la
ocultó rápidamente con una sonrisa cálida.
Para mi sorpresa, ya no estaba enojada con Giovanni por sus
palabras en cuanto a terminar arruinada si rompía con él. El secuestro puso
todo en perspectiva. Se había sentido herido y conmocionado, de modo
que arremetió de la única manera que pudo.
22
Asentí hacia mamá, indicándole que podía irse. Se metió en la sala
de estar y cerró la puerta.
El silencio se extendió entre Giovanni y yo. Iba, como de costumbre,
vestido inmaculadamente con una camisa abotonada y pantalones de
Budapesters. El atuendo ya no me provocaba nada. Maddox me había
convertido en una amante de las chaquetas de cuero, las botas de motero y
los jeans, lo que me enfurecía aún más, considerando que nadie en nuestros
círculos vestía así.
—Marci —dijo Giovanni suavemente, sacándome de mis
pensamientos.
Forcé una sonrisa y bajé el último escalón, pero no me acerqué a él.
—Giovanni, te ves bien.
Era lo más tonto que podía haber dicho y solo podría superarlo si
comenzaba a hablar del clima.
Su sonrisa se ensanchó.
—También lo haces.
Negué con la cabeza.
—Estoy en ropa de gimnasia, sin maquillaje. No tienes que mentir.
—Marci, no estoy mintiendo. No soy fan de tu atuendo, pero te ves
tan hermosa como siempre.
—Gracias —dije, y sonreí con más honestidad que en todo el
día. Este comentario sobre mi atuendo me habría hecho estallar en el
pasado, pero ya no me importaba la aprobación de Giovanni. Me habían
arrebatado de las manos ser perfecta a los ojos de todos, y de muchas
maneras, eso me hizo la vida más fácil.
—¿Puedo acercarme? —preguntó Giovanni.
—¿Por qué lo preguntas? —Pero entonces, comprendí. Los rumores
habían llegado a sus oídos y pensó que tendría miedo de su cercanía. No
es que antes hubiera sido del tipo sensiblero, pero estaba segura de que su
vacilación provenía ahora de un lugar diferente.
—Seguro. Giovanni, estoy bien. No tienes que tratarme como si
fuera frágil.
Giovanni acortó la distancia entre nosotros y tomó mis manos, algo
que no esperaba, pero no me aparté. Después de todo, estar cerca de
alguien más que mi familia se sintió bien, pero Giovanni no era el hombre
que quería que me consolara. Sin embargo, ese hombre había huido como
un maldito cobarde. Dejé a un lado cualquier pensamiento sobre Maddox.
23
Giovanni me miró a los ojos. Los suyos lucían enamorados y devotos
como lo había sido antes. No huiría. No, él estaba aquí, pidiéndome una
segunda oportunidad.
—Quiero que lo intentemos otra vez. Marci, esta vez todo puede ser
diferente.
—¿Diferente cómo? —pregunté.
Bajó la voz como si temiera que alguien pudiera estar escuchando a
escondidas. Eso casi me hizo poner los ojos en blanco nuevamente.
—No me contendría más. Te daría todo lo que necesitaras. Te besaría
en todas partes, te tocaría en todas partes. Me acostaría contigo.
—¿Lo harías?
—Sí —dijo—. Ya nada nos detiene. Podríamos ser como una pareja
normal incluso sin estar casados. De todos modos, la gente no esperará las
sábanas ensangrentadas.
Me tomó un momento procesar sus palabras y luego
superarlas. Parecía aliviado de que me hubiera acostado con Maddox,
porque los rumores de que me había revolcado con un motero significaban
que ya no tenía que preservar mi virginidad. Significaba que ya no tenía
que temer a mi padre, porque en comparación con Maddox, dormir con
Giovanni era algo que papá probablemente aplaudiría.
Saqué mis manos de las suyas, una vez más enojada.
—Te equivocas. Algo nos está frenando, mis sentimientos por ti. Ya
no quiero estar contigo, ni en el sentido físico, ni tampoco emocionalmente.
Giovanni, he seguido adelante, y tú también deberías hacerlo.
—Marci, no tienes que avergonzarte de lo que pasó. Los rumores
desaparecerán eventualmente. Una vez que estemos casados, la gente solo
te verá como la mujer a mi lado.
Me costó un autocontrol imposible no gritarle con todas mis
fuerzas. De todos modos, había reprimido demasiadas emociones, pero no
quería alertar a mamá, o peor aún, a papá. Ya me estaban cuidando las 24
horas del día, los 7 días de la semana, y un colapso mental definitivamente
no ayudaría en mi caso.
—Por favor, ahora vete —presioné—. No me interesa ser la mujer al
lado de alguien en este momento. Quiero centrarme en el
trabajo. Aprender los entresijos de la Famiglia requerirá tiempo y
dedicación. Creo que deberías buscar otra mujer.
Tuve que admitir que estaba orgullosa por mi voz moderadamente
tranquila.
24
La insinuación de una sonrisa comprensiva cruzó por el rostro de
Giovanni.
—Mi padre mencionó tu plan para unirte a la Famiglia. —Sacudió la
cabeza de una manera que no podía describirse como nada más que
condescendiente—. Marci, escucha, tu padre te está complaciendo porque
te lastimaron, pero la gente está empezando a hablar. No es apropiado que
una mujer quiera un lugar en nuestras filas.
Se suponía que las mujeres no quisieran nada. Ni sexo, ni amor, y
definitivamente no un lugar en el mundo en el que nacieron.
—Solo quiero lo que me merezco como una Vitiello. Amo y Valerio
no tendrán que justificar su deseo de formar parte de la Famiglia.
—Son hombres —dijo Giovanni, como si fuera una novedad para
mí. ¿Siempre había sido así de insufrible, o había sido más dócil en el
pasado? Honestamente, no podía decirlo.
—Y soy una mujer lo suficientemente fuerte como para exigir lo
mismo.
Giovanni suspiró.
—Pero no estás enfrentándote las mismas pruebas que todos los
hombres pasan para formar parte de la Famiglia. Tenemos que hacer un
juramento, hacernos un tatuaje. Tenemos que sangrar y sufrir por la causa.
Lo perdí.
—Giovanni, fui tatuada, sangré y sufrí por una enemistad entre la
Famiglia y el Tartarus. —Aparté mi cabello a un lado, dejando al
descubierto el lóbulo de mi oreja que me faltaba. Luego abrí la cremallera
de mi suéter y tiré de la camisa debajo de modo que mi hombro estuviera
desnudo, revelando la parte superior del tatuaje. Los ojos de Giovanni se
abrieron del todo cuando lo vio—. ¿Qué tipo de dolor has sufrido que sea
peor? ¿Mmm?
—Marci, lo siento. Sufriste, tienes razón. Pero no lo hiciste pensando
en la Famiglia, no sufriste por la causa. Fuiste un daño colateral. Y si
hubieras conocido algún secreto de valor, lo habrías revelado al segundo
en que amenazaron con cortarte la oreja. —Al ver mi expresión, agregó—:
Lo cual es comprensible. Eres una mujer con un nivel diferente de
resistencia al dolor.
—Giovanni, vamos —dijo Amo arrastrando las palabras, bajando los
escalones—. La última vez que tuviste que practicar peleas, casi lloraste
porque alguien te torció la puta muñeca. Marcella es más dura que las
piedras. Si nuestro padre esperara que sufriera por la causa, ella lo haría de
nuevo y no se rompería, porque es una Vitiello. Y hacerse un tatuaje no te
25
hace más leal. Marcella vive y respira por nuestra familia, y nuestra familia
es la Famiglia.
Podría haberlo abrazado en ese momento. Podía lidiar con Giovanni
por mi cuenta, pero el apoyo de Amo y la forma casual en la que confirmó
que había sufrido por la causa tuvieron un peso diferente ante los ojos de
Giovanni. La palabra de mi hermano y mi padre probablemente siempre
pesaría más que la mía, pero me aseguraría de que mis palabras al menos
fueran escuchadas.
Amo se detuvo a mi lado, dándole a Giovanni una sonrisa un poco
inquietante.
—¿Hay algo más que quieras?
—Creo que Giovanni quiere irse ahora —dije.
Giovanni dio un paso atrás, luego otro. Asintió.
—Marcella, lamento que te sientas como te sientes. Espero que esto
no arroje una mala luz sobre ti y tu familia.
—Adiós —murmuró Amo, y Giovanni finalmente se dio la vuelta y
salió corriendo.
Dejé escapar un grito reprimido, cerrando mis manos en puños.
—Quiero golpear algo realmente duro.
—Si quieres puedes golpear mi saco de boxeo hasta derribarlo.
Ahora mismo me dirigía al gimnasio.
—Está bien —dije—. De todos modos, no tengo un mejor lugar para
estar. —Salir o reunirse con amigos aún estaba fuera de discusión.
La puerta se abrió y papá entró al vestíbulo con Valerio a su lado. La
mirada de papá se enfocó en mí inmediatamente. Debe haberse cruzado
con Giovanni o al menos haber visto su auto. Aunque de todos modos los
guardaespaldas probablemente le habían informado sobre nuestro
invitado al mismo segundo en que había llegado.
—¿Está todo bien? —preguntó papá, mirando de mí a Amo.
—Nos dirigíamos al gimnasio para poder darle una paliza al saco de
boxeo de Amo.
La preocupación llenó los ojos grises de papá.
—¿Qué pasó con Giovanni?
—Es un idiota —comentó Valerio—. Nunca me gustó y me alegro
que Marci lo haya dejado. Necesita a alguien más genial a su lado.
26
—Gracias por el consejo —dije con una sonrisa—. La próxima vez
serás el primero en conocer a mi novio.
—¿Amo? —preguntó papá, con una pizca de impaciencia en su voz.
—No pasó nada —respondí con firmeza—. Quería una segunda
oportunidad y le dije que no. Después me informó que no debería unirme
a la Famiglia porque nunca sufriría por la causa como lo hacen los
hombres. —Me encogí de hombros—. No es gran cosa.
La ira retorció el rostro de papá.
Valerio se acercó a mí.
—Algunos de mis amigos dijeron lo mismo, pero les di una patada
en el culo y les dije que eras muy dura, ahora me creen.
Revolví su melena rubia.
—Soy la chica más afortunada del mundo por tener hermanos tan
leales y brutales.
—Me ocuparé de Giovanni y los otros hombres que hablen mal de
ti.
—Papá, les demostraré mi valía.
Papá asintió distraídamente, probablemente ya estaba haciendo una
lista de personas a las que castigaría. Eso no haría que me respetaran más.
—¿Puedo hablar contigo después de mi entrenamiento? —pregunté.
—Estaré en la oficina, solo ven.
—¿Puedo ir con ustedes? —preguntó Valerio cuando Amo y yo nos
dirigimos al sótano.
—Claro, pero queremos hacer ejercicio, así que deberías ponerte
ropa de gimnasia —le dije.
—¡Vuelvo enseguida! —llamó Valerio, ya girando y corriendo
escaleras arriba.
—Es como una ardilla con esteroides. ¿De dónde saca toda su
energía? —murmuró Amo.
Sonreí y seguí a Amo hasta su gimnasio.
Amo me mostró cómo golpear el saco de boxeo, haciéndolo parecer
sin esfuerzo, y pronto mis nudillos ardieron. Valerio entró corriendo, todas
sus extremidades larguiruchas y cabello revuelto. Pronto todos nos
reíamos a medida que nos turnábamos para patear y golpear el saco.
Incluso Amo se tomó por una vez su entrenamiento solo medio en serio.
27
Cuando volví a subir las escaleras un poco más tarde y me dirigí a la
oficina de papá, me sentí más feliz que en mucho tiempo. Hoy me había
demostrado una vez más que podía sobrevivir a cualquier cosa mientras
tuviera mi familia.
Después de llamar a la puerta, entré a la oficina de papá. Me dio una
sonrisa forzada.
—Princesa, ¿de qué quieres hablar?
—Quiero escuchar tu opinión honesta sobre cómo puedo ganarme
el respeto de tus soldados y convertirme de verdad en parte de la Famiglia.
A medias no funcionará, ahora me doy cuenta de eso.
—No te verán como parte de la Famiglia mientras no te hagamos
parte oficialmente de la Famiglia.
—Entonces déjame prestar juramento.
Papá sacudió la cabeza.
—Tendrías que cortarte la palma y hacerte el tatuaje.
Arqueé las cejas. Los ojos de papá se movieron hacia el lóbulo de mi
oreja, tornándose temerosos por un momento antes de soltar un suspiro
brusco.
—Ojalá hubiera matado a Earl. ¿Estás segura de que no quieres que
mate a los otros White?
Gray y… Maddox. El hombre que seguía apareciendo en mi cabeza
sin ser invitado. Matarlo no cambiaría eso.
—Sí, estoy segura —dije con firmeza. Caminé hacia el costado de
papá y envolví mis brazos alrededor de su cuello—. Quizás tus hombres
necesiten un gesto, uno que demuestre que realmente quiero esto y que tú
también me exigirás ciertas cosas. Papá, no me importa cortarme la palma.
No después de sobrevivir al Tartarus.
—Porque sufriste cortes en manos del Tartarus por mi culpa, no
quiero que vuelvas a sufrirlos.
—Esta vez sería en mis términos, mi hoja haciendo el corte.
—No obstante, será doloroso.
—Puedo manejarlo —dije con firmeza.
—Sé que puedes. —Papá tomó mi mejilla—. Pero no te haré tatuar
delante de un salón de hombres lujuriosos. Siempre te tratarán de manera
diferente, un tatuaje no lo cambiará.
Sabía cuándo dejar de negociar.
28
—¿Cuándo puedo prestar juramento?
Papá sacudió la cabeza con una risita.
—Hay una iniciación de cuatro niños en un mes, o si quieres ser
iniciada por tu cuenta, entonces…
—No, quiero ser iniciada con los hombres.
Papá asintió una vez.
—Has elegido un camino muy difícil. Me alegro de que no tengas
que cargar además con White.
29
Me tomó dos días y algunos miles de dólares de soborno averiguar
dónde estaba Gray. Mis antiguos contactos habían recelado de mí, como
esperaba, y no habían estado dispuestos a entregar información como un
favor. Apenas había salido con vida del último bar de moteros, pero al
menos con información sobre el escondite más nuevo de Gunnar. La
noticia de que me había convertido en un traidor había circulado mucho
más rápido de lo que había previsto.
Y no solo eso, la gente sabía que había matado a Earl. Esa era
información que solo muy pocas personas tenían, y uno de ellos
obviamente había derramado los frijoles con mucho gusto, probablemente
con la esperanza de que me mataran pronto.
Tenía mis sospechas. Luca podría haberme dejado ir porque
Marcella se lo pidió, pero preferiría que nunca volviera con ella. Me quería
muerto. No tenía ninguna duda al respecto. No lo habría catalogado como
del tipo astuto, pero tiempos desesperados…
Por supuesto, no era el único que sabía que había matado a
Earl. Matteo, Amo, Marcella y al menos Growl… tal vez más de los
soldados de Luca. A excepción de Marcella, cada uno de ellos podría haber
dejado escapar la información para deshacerse de mí.
La cabaña donde Gunnar se escondía con algunos otros moteros no
estaba rodeada por una cerca como lo había estado nuestro último club,
pero eso no significaba que estuviera menos protegida. Gunnar tenía
predilección por las trampas explosivas. Algo que había aprendido en su
tiempo en el ejército y luego refinado como parte de la escena preparatoria.
Estacioné mi motocicleta en el camino de tierra que conducía a la cabaña.
Había tres huellas de neumáticos, surcos profundos que se habían hundido
en el suelo con el tiempo. Solo tenía sentido que la gente se mantuviera en
las vías si había peligro a su alrededor. El problema era que no confiaba en
que las tres pistas fueran igualmente seguras. Tenía la sensación de que
una de ellas al menos era una trampa y escondía varias bombas esperando
para destrozarme. Examiné el suelo a izquierda y derecha del camino de
tierra, esperando encontrar una señal de que era seguro allí. Pero la hierba
30
ocultaba posibles huellas y bombas del ojo. Sin mencionar que nunca había
sido bueno siguiendo pistas. Eso había sido cosa de Gray. Mi mejor
apuesta era elegir una de las pistas en el camino de tierra y esperar lo mejor.
Me puse de puntillas para tener una mejor vista de la
cabaña. Después de unos segundos, vi el techo de un camión. Si Gunnar y
sus amigos usaban el camión, podrían haber usado esta vía para llegar allí,
de modo que solo las vías exteriores serían seguras. A menos que usaran
una carretera secundaria de la que no sabía nada o no usaron en absoluto
el camión… desde mi punto de vista, ni siquiera podía ver si la cosa aún
estaba en condiciones de funcionamiento.
Respiré hondo, volví a poner en marcha mi motocicleta y estaba a
punto de entrar en la pista exterior izquierda cuando una voz me gritó:
—Si fuera tú no elegiría esa pista.
Mi cabeza se disparó en alto, mis ojos abriéndose del todo y luego
mis labios formaron una sonrisa cuando vi a Gray. No parecía en lo más
mínimo feliz de verme. Aún llevaba su chaqueta del Tartarus. Verlo apretó
mi pecho. Hasta hace poco, no había ido a ninguna parte sin mi chaqueta,
solo quitándomela para dormir, y ocasionalmente para tener sexo, aunque
a la mayoría de las mujeres les encantaba verme con ella.
Detrás de él, Gunnar también apareció, luciendo aún más infeliz.
Incluso desde la distancia, podía ver el bulto gordo en su frente, cerca de
su sien, donde lo golpeé.
—Maddox, ¿qué estás haciendo aquí? No eres bienvenido.
—Vengo en son de paz. Tenemos que hablar.
Gray negó con la cabeza. No estaba seguro si no creía que hubiese
venido en paz o si no quería hablar conmigo.
—Mad, se dice que ahora eres uno de los secuaces de Vitiello. Matar
moteros es tu trabajo nuevo. No estoy seguro de querer que estés cerca de
mí y mis amigos —gritó Gray, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Si hubiera querido matarte, podría haberlo hecho en la casa
club. No quiero a ninguno de los dos muertos, y no soy uno de los secuaces
de Vitiello, ¿de acuerdo?
No necesitaban saber que la descripción de mi trabajo futuro
implicaba perseguir a los partidarios de Earl.
Gray volvió a negar con la cabeza, murmurando algo a Gunnar. Me
estaba volviendo loco que estuviera demasiado lejos para escuchar lo que
estaba pasando.
—¿Puedo subir a hablar?
31
Gunnar me señaló con un dedo de advertencia.
—Suelta tus armas, y no intentes jodernos, Mad. Me agradabas, pero
no dudaré en matarte.
—Estoy soltando ahora mis armas. —Saqué la pistola y el cuchillo
de mi bota y mi cinturón y los dejé en el suelo de una manera muy obvia.
A pesar de lo que había sucedido, aún sentía cierta confianza en estos
dos. Quizás era una nostalgia tonta—. Hecho.
—Nuestros amigos dentro de la cabaña tienen un dedo en el gatillo
muy nervioso…
—Lo entiendo —interrumpí a Gunnar—. Me equivoco y me matan.
Me portaré bien, lo juro.
—¿Cuánto vale tu juramento? —gritó Gray—. Eres un mentiroso y
un tramposo.
—Puedes elegir el camino de la izquierda —dijo Gunnar—. El del
medio es una mala idea.
Miré a Gray, quien me había advertido sobre el camino de la
izquierda, luego de nuevo a Gunnar.
—El chico está un poco cabreado contigo por matar a su padre —
explicó Gunnar.
Gray se dio la vuelta y se alejó, dejándome con la elección de en
quién confiar. Gunnar y yo habíamos corrido muchas carreras. Me gustaba
más que todos los demás. Pero Gray era mi hermano, y un adolescente
exaltado que había perdido a su padre y al club.
—Maldición —murmuré. Tomando otra respiración profunda, tomé
el camino de la izquierda y arranqué mi moto. Mi corazón galopó como un
caballo salvaje cuando mi neumático tocó la pista y prácticamente contuve
la respiración hasta el camino de entrada donde Gunnar me esperaba con
una pistola en la mano.
Solté una carcajada cuando me detuve, abrumado por el alivio de
que no me hubieran hecho pedazos.
—Apaga el motor —ordenó Gunnar, aún con el arma apuntando a
mi cabeza.
Hice lo que me dijo y levanté las manos sobre mi cabeza con una
sonrisa irónica.
—Gunnar, vamos. No somos enemigos. No tengo nada en tu contra.
No te maté. Y no me mataste. Diría que estamos empatados.
32
—Destruiste el club —murmuró Gunnar, señalando con un dedo el
emblema del Tartarus sobre su pecho—. ¿O lo has olvidado?
—No destruí nada. Earl lo hizo cuando empezó a torturar a
Marcella. Eso fue un puto desastre. Se salió de control. Tú lo sabes, y
muchos de los nómadas también lo saben. Es por eso por lo que se fueron
en primer lugar.
Gunnar me miró.
—No diré que deberías haber hablado con Earl porque ambos
sabemos cómo habría terminado. Pero podrías haberte presentado a
votación como el nuevo presidente.
—La mayoría de los hombres que permanecían en el club eran leales
a Earl. Es por eso por lo que se quedaron y no se convirtieron en
nómadas. No habría ganado y Earl definitivamente me habría matado
entonces. Al final me quería muerto. Primero intentó matarme, así que no
estoy triste por haberlo matado.
Gunnar se encogió de hombros.
—La sede también está muerta.
—No tiene que ser así. Tú y los otros nómadas podrían reconstruirla
de nuevo, con los ideales que solía tener. Hermandad, y libertad. No
dinero, venganza y drogas.
Una parte de la sede original del Tartarus aún estaba en Texas y
algunas sedes más pequeñas estaban esparcidas por toda la Costa Este.
Pero el corazón del Tartarus siempre había sido la sede principal de Earl,
que la había seguido desde Texas hasta Jersey.
—¿Y quién debería convertirse en presidente? ¿Gray? —resopló—.
Es un niño.
—Es demasiado joven —coincidí—. Podrías encargarte del trabajo
hasta que Gray esté listo para hacerse cargo.
Gunnar sonrió.
—No soy un líder. No quiero decirles a estos chicos qué hacer. Solo
quiero andar en moto, beber una cerveza, y pasar un buen rato con mis
hermanos. Eso es todo.
—Entonces, elige a otra persona. ¿Y Roland? Está bien conectado y
le agrada a todo el mundo.
Roland había sido uno de los últimos en convertirse en nómada. Él
y yo nos llevábamos bien.
33
—Lo dijiste, le agrada a todo el mundo. ¿Alguna vez has visto a un
pres que se ganara el respeto de una pandilla de moteros por ser un buen
tipo?
Asentí hacia el arma en la mano de Gunnar.
—¿Qué tal si guardas eso? Como dije, vengo en paz. No son las
personas contra las que guardo rencor.
—Entonces, ¿aún estás a la caza?
—No de cacería, pero estaré atento al antiguo equipo de Earl. No
quiero problemas, pero no esperaré a que lleguen a mi puerta.
—¿Te refieres a la puerta de tu chica?
No lo confirmé ni lo negué, pero Gunnar se rio.
—Mierda, te tiene agarrado de las bolas.
—Como Barb te atrapó.
Gunnar se encogió de hombros.
—Barb conoce su lugar en la vida del club. Tu chica no lo
hace. Tendrás que renunciar a la vida a la que estás acostumbrado, la vida
a la que juraste tu vida. Ella no será tu mujer.
—Es quien es, y soy quien soy. Podemos seguir siendo quienes
somos y seguir juntos.
—¿Estás seguro? No puedo verte follándote a cualquier fulana o
montando tu moto toda la noche mientras eres el perro faldero de su padre.
—No seré el perro faldero de nadie, y no es como si desde hace un
buen rato has estado follando con fulanas más que Barb.
Gunnar me hizo un gesto con el dedo.
Sabía que tenía puntos válidos. Mi vida iba a cambiar drásticamente
una vez que Marcella y yo estuviéramos juntos de verdad. Ya había
cambiado al momento en que traicioné a mi club y maté a Earl. Aún no
estaba seguro de cómo saldría todo, cómo serían nuestras vidas dentro de
cinco años, pero sabía que quería que fuera con Marcella. Seguía siendo un
pensamiento impactante, uno que nunca me había considerado tener. Pero
Marcella lo había cambiado todo, hasta cierto punto, incluso a mí.
—Podrías liderar el nuevo Tartarus, ¿sabes? —dijo Gunnar en voz
baja, sorprendiéndome.
—Tú mismo lo dijiste, quemé la mayor parte de lo que era Tartarus
y maté no solo a Earl sino a otros moteros. Dudo que obtenga muchos votos
si me presento a la presidencia. Me colgarían del árbol más cercano.
34
—Podrían hacerlo, o podrías convencerlos de que estás dispuesto a
crear algo mejor.
Me reí entre dientes y me bajé de la moto.
—Gunnar, me estabas apuntando con una pistola porque no
confiabas en mí. Estos tipos me conocen aún menos, y lo que saben de mí
son los rumores de mi traición y el asesinato de Earl. No escucharán, me
dispararán y ni siquiera puedo culparlos.
Gunnar se encogió de hombros.
—Consideraría darte mi voto. No me gusta cómo manejaste las
cosas, no me gusta que estés todo enamorado de la princesa italiana, pero
creo que podrías ser un gran presidente.
Negué con la cabeza nuevamente. Siempre había querido ser
presidente del Tartarus. Durante mucho tiempo, había dejado el
pensamiento a un lado porque Gray era el heredero legítimo de Earl, y
ahora tenía que dejarlo a un lado otra vez. Ser presidente de un club de
moteros, especialmente el Tartarus con su historia de fondo, y ser el
hombre junto a Marcella (y estaba jodidamente seguro de que quería ser el
hombre a su lado) era imposible.
—Piénsalo. Hay más chicas bonitas por ahí. Quizás incluso más
bonitas que la princesa italiana.
Le di una mirada dudosa.
Se encogió de hombros.
—Quizás no más hermosas. Pero servirían.
Me acerqué a Gunnar y le di unas palmaditas en el hombro.
—Gracias. Pero no solo es su apariencia. Marcella es la reina que no
sabía que necesitaba en mi vida. No hay nadie más por la que me gustaría
que me tengan por las bolas. —Eché un vistazo a la cabaña y vi tres cabezas
observándonos a través de las ventanas cubiertas de tierra. Apuesto a que
cada uno de esos tipos tenía un arma en la mano.
—¿Gray está ahí?
—Hay un pequeño arroyo colina abajo. Va allí cuando necesita
pensar. —Gunnar me detuvo con una mano en el hombro. —El niño no
solo perdió a su padre, también perdió a su hermano.
—No me perdió.
—No lo sabía hasta hace unos minutos, y tal vez aún no lo
sabe. Podrías ser su enemigo. Tal vez soy un tonto por pensar que no eres
también el mío.
35
—Gunnar, no soy tu enemigo, y definitivamente no soy el de Gray.
—Entonces, díselo. El chico está perdido.
Reprimí mi culpa. Mis decisiones no solo me habían afectado.
También habían afectado a Gray.
—Asegúrate de que estos tipos no me hagan un agujero en la cabeza,
¿de acuerdo?
Trepé por un camino accidentado serpenteando a través del bosque
mientras seguía el sonido del agua corriendo. Gray estaba sentado sobre
una piedra maciza, fumando y observando el arroyo.
Gray no alzó la vista a pesar de que debió haber escuchado mis
pasos. Sin embargo, sus hombros se tensaron. De cerca, parecía
demacrado, como si hubiera perdido mucho peso en los pocos días que no
nos habíamos visto.
Al principio, me detuve a su lado sin decir nada. Quería que él
comenzara esta conversación, que me diera una entrada fácil. Estaba
siendo un cobarde por una vez, pero la culpa siempre me hacía sentir
incómodo.
Al final, me aclaré la garganta. Gray apartó el cigarrillo. Parecía más
viejo de lo que lo recordaba y un corte reciente le marcaba la mejilla
izquierda.
—¿No dirás algo? —pregunté.
Aún nada.
—¿Quizás explicar por qué querías matarme al enviarme por la pista
minada?
Tenía que admitir que me dolía jodidamente pensar que Gray me
quería muerto, que me odiaba lo suficiente como para querer verme
destrozado por una trampa explosiva. Quizás no debería sorprenderme.
—Jura que no mataste a nuestro padre —susurró.
—Era tu padre y no uno muy bueno.
Los ojos de Gray se abrieron del todo al comprender.
—¡En serio lo mataste! —Se puso de pie y empujó mi pecho,
haciéndome retroceder un paso—. ¡Mataste a nuestro padre!
Levanté mis manos. No tenía la menor intención de pelear con Gray.
—No era el hombre que ambos queríamos que fuera.
—¿Y qué? Él te acogió y crio, y tú lo traicionaste y mataste.
36
—Mamá nos crio y Earl nos hizo parte del Tartarus. Éramos sus
soldados más que sus hijos, lo sabes.
—¡No tenías derecho a matarlo! —Gray se volvió, secándose los ojos
con enojo. Aún era un niño en muchos aspectos. Aún no tenía la dureza de
Earl ni la mía, tenía un corazón blando. Eso probablemente cambiaría con
el tiempo, especialmente si seguía viviendo la vida de MC, pero no quería
que le pasara. Por alguna razón, imaginaba a Gray viviendo su vida como
músico, recorriendo clubes pequeños con su guitarra y cantando canciones
de amor cursis a las chicas dulces de un pueblo pequeño.
—Era yo quien lo matara, o Luca Vitiello. ¿En serio habrías preferido
que Earl muriera a manos de ese loco?
Dudo que hubiera podido matar a Earl tan fácilmente si la situación
hubiera sido diferente. A pesar de la aversión entre nosotros al final y él
intentando que me comieran los perros, había sido una figura paterna
durante la mayor parte de mi vida.
—No habría tenido que morir si no le hubieras dado a Vitiello
nuestra ubicación. Nos traicionaste a nosotros y al club. Me traicionaste.
Me di cuenta por primera vez que Gray no solo estaba cabreado y
triste, también estaba herido por mis acciones. Sus ojos estaban repletos de
dolor. Intenté tocar su hombro, pero se apartó de mi alcance y dejé caer mi
mano.
—Sabes por qué lo hice. Te lo expliqué. Y Gray, nunca quise
traicionarte. Odiabas lo que habíamos hecho tanto como yo. No eres
alguien que alguna vez lastimaría a una mujer inocente. Pero Earl no
quería escuchar razones.
Gray se hundió de nuevo en la piedra y encendió otro cigarrillo.
—¿Tienes un cigarrillo para mí? —pregunté. Tenía suficientes
cigarrillos en el bolsillo trasero, pero quería ver qué diría Gray. Me tendió
su paquete sin decir una palabra. Tomé un cigarrillo y Gray me dio fuego.
—No quería que te mataran con trampas explosivas —murmuró.
Arqueé una ceja en duda.
Gray se encogió de hombros.
—Estaba seguro de que no me escucharías. Nadie lo hace.
—Habría escuchado si Gunnar no hubiera interferido.
—Te habría detenido.
Decidí creerle. La situación entre nosotros ya estaba bastante
complicada. No quería echar más leña al fuego.
37
—¿Qué le pasó a tu mejilla?
—Te defendí. Cuando los chicos empezaron a decir que mataste a
Earl, me peleé. Saqué un cuchillo. Ellos también lo hicieron, y uno de ellos
me cortó la mejilla.
—Tienes suerte de que no te hayan matado. Las peleas con cuchillos
no son tu especialidad, Gray.
Gray me fulminó con la mirada.
—No debería haberte defendido. Ese fue mi error. Después de todo,
tenían razón. Lo mataste. Pensé que los italianos estaban difundiendo
rumores para que te mataran.
—¿Sabes quién difundió los rumores sobre mí? —pregunté.
Gray negó con la cabeza.
—Me mantuve alejado de la mafia. De todos modos, no los habría
escuchado. Y tampoco escuché a Roland y a los otros chicos cuando me lo
dijeron. Ellos probablemente sepan los nombres.
Entonces, tendría que hablar con ellos. Necesitaba encontrar al topo
que me quería muerto. Aunque la lista se hacía cada vez más larga a
medida que pasaba el tiempo.
Gray se encontró con mi mirada, con un brillo de reproche en sus
ojos.
—¿Qué quieres? Aquí no eres bienvenido. La mitad del Tartarus
quiere tu cabeza. Dudo que estés aquí para verme.
—Lo estoy. Estaba preocupado por ti —le dije.
Gray resopló.
—Me escapé de la Famiglia. Puedo sobrevivir por mi cuenta.
—Lo sé. —Finalmente di una calada a mi cigarrillo que ya se había
consumido hasta la mitad—. ¿Qué quiere la otra mitad del Tartarus? —
pregunté con curiosidad.
Gray frunció el ceño.
—Pensaban que Earl necesitaba ser controlado y piensan que eso es
lo que hiciste. Sin embargo, desconfían de ti por los italianos. ¿De verdad
estás trabajando para ellos?
—No para ellos, pero estoy trabajando con ellos para encontrar a
aquellos que todavía son leales a Earl y tienen la intención de terminar lo
que él no pudo. Protegeré a Marcella sin importar el costo.
La boca de Gray se torció.
38
—Todo el mundo dice que te tiene por las bolas porque quiere
usarte.
—Marcella no tiene motivos para utilizarme. Una vez que su padre
la salvó, podría haberme dejado caer como una papa caliente, pero se
aseguró de que estuviera a salvo.
—¿La amas?
Yo mismo había estado reflexionando esa pregunta incluso después
de decírselo. Nunca le había dicho a una chica que la amaba, y no estaba
seguro de cómo saber realmente cuándo cruzabas la línea entre estar
enamorado y amar de verdad a alguien, pero renunciar a la vida que
conocías por alguien parecía un indicador bastante bueno.
—Sí, lo hago.
Gray asintió.
—¿Gunnar sabe quién difundió los rumores sobre mí? —Quería
cambiar de tema. Hablar de emociones, especialmente de amor, con Gray
me incomodaba. Prefería guardar mis emociones y pensamientos para mí.
—Gunnar se mantuvo alejado de los italianos como yo. Apenas
escapó con vida.
Tenía que admitirlo, me había sorprendido que Gunnar hubiera
salido con vida, pero su obsesión por el entrenamiento de supervivencia
debe haber sido útil.
—¿Crees que es seguro para mí hablar con los chicos en la cabaña
para ver si pueden decirme más?
Gray asintió.
—En caso de que te lo preguntes, Gunnar está realmente cabreado
contigo. Al menos, más que los demás. Así que, si alguien te mata, sería él.
Gunnar no pareció demasiado hostil, al menos no más de lo que se
podía esperar. Si hubiera estado en su lugar, también me habría cabreado.
—¿Quiénes son los chicos con Gunnar? Dijo que Roland estaba allí.
—Roland regresó esta mañana después de hacer algunos
recados. Necesitábamos dinero. Los otros solo son un par de tipos que se
fueron en los primeros días de la búsqueda de venganza de Earl. Richie,
Kurt y Bean.
Recordaba a todos los chicos, pero no había hablado con ellos en una
eternidad.
—¿Y ninguno de ellos me va a meter una bala en la cabeza?
39
—Como dije, si Gunnar no te mató, probablemente tampoco lo
harán. Las personas que te quieren muerto no están en nuestro grupo. Pero
Earl todavía tiene muchos seguidores, especialmente en Texas. Podrían
intentar matarte a ti y a Marcella. Puedes confiar en mi palabra, nunca te
traicionaría —murmuró Gray—. Puedes irte si crees que te estoy llevando
a una trampa.
—Gray, confío en ti —le dije, pero tenía que admitir que sentía una
pizca de cautela. Tal vez solo era mi naturaleza desconfiada en general—.
Deberías irte de aquí y venir conmigo. Puedo llevarte con mamá. Está
preocupada por ti.
—No iré contigo. No hay nada a lo que pueda volver. Soy
demasiado mayor para volver a vivir con mamá.
No señalé que aún tenía diecisiete años y, por lo tanto, técnicamente
se suponía que debía vivir con mamá. Los dos casi nunca habíamos tenido
una vida familiar estándar, así que ¿por qué empezar ahora?
—Podrías venir conmigo… —Ni siquiera estaba seguro de dónde
viviría. No tenía un lugar donde quedarme. Vivir en uno de los centros
viejos del Tartarus parecía una mala idea. Ahora tenía dinero, pero
encontrar un apartamento en la ciudad aún me llevaría tiempo. Y dudaba
que Luca me permitiera dormir en la habitación de Marcella. La idea casi
me hizo sonreír, pero al mismo tiempo comprendí que en realidad
considerar vivir bajo el mismo techo con Marcella era jodidamente
aterrador. Mierda, esto en mi cerebro se estaba poniendo serio. ¿De verdad
podía hacer eso? ¿Especialmente con la complicación adicional de la
familia de Marcella?
—No me acercaré a los italianos —murmuró Gray.
—No te metas en problemas, ¿de acuerdo?
—Creo que deberías escuchar tus propios consejos. Mucha gente te
quiere muerto.
Sonreí con amargura.
—Tengo la intención de averiguar quiénes son y eliminar a tantos
como sea posible.
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Gray y yo nos dirigimos de regreso a la cabaña. Gray entró primero
y desapareció de vista durante un par de minutos. El ruido sordo de los
murmullos me llegó antes de que Gray reapareciera. Cuando me asintió,
lo seguí adentro. Bean, Kurt, Richie, Roland y Gunnar se sentaban
alrededor de una mesa de madera rústica, con botellas de cerveza frente a
ellos. Todos sus ojos me siguieron a medida que me hundía en una silla
vacía.
—Tienes bolas al venir aquí después de lo que hiciste. Y pensé que
la princesa Vitiello tenía tus pelotas en sus manos —dijo Bean, dándome
una sonrisa, revelando su diente frontal faltante. Earl lo había destrozado
y le había prohibido a Bean que lo reemplazara. Se suponía que debía
conservar la brecha como recordatorio. Poco después, Bean se había
convertido en nómada, tal vez hace dos años.
—Lo hace, de vez en cuando —dije encogiéndome de hombros.
—¿Estás seguro de que no te las ha cortado? —preguntó Richie.
Asentí hacia una botella llena.
—¿Puedo tener una? Escuchar estas estupideces me da sed.
Gunnar reprimió una sonrisa y me entregó la botella.
—Adelante. Pero ambos sabemos que no estás aquí para hacer
bromas o reconstruir viejas conexiones, ¿verdad, Mad?
—Quiero dejar una cosa clara, no tengo nada en contra de nadie en
esta mesa. No busco la cabeza de nadie a menos que ellos busquen la mía
o la de Marcella. Así que, si no tienen la intención de lastimar a mi mujer o
a mí, no los joderé.
Richie dejó su botella con una fuerza innecesaria.
—Mad, son seis contra uno. Tienes una gran bocazas si piensas que
sobrevivirías si ibas contra nosotros. Ni siquiera estás armado.
41
—Podría contigo. La mayoría de ustedes ha vivido una vida
perezosa estos últimos años. — Hice una pausa porque no era lo
suficientemente arrogante como para pensar que en realidad podía
vencerlos a todos a la vez—. ¿Y quién dice que estoy solo? Recuerda, ahora
trabajo con la mafia.
Roland se rio entre dientes.
—Mad, algunos de esos italianos también parecen querer que
mueras. No estoy seguro de que hayas elegido el lado correcto.
—¿Y quiénes son esos? Escuché que hablaste con la gente que me
quiere muerto.
—No personalmente. No me acerco ni remotamente a los hombres
de Vitiello.
Gunnar miró su botella con los ojos entrecerrados. Entrecerré mis
ojos.
—¿Tú lo hiciste?
Él suspiró.
—Me encontré con el chico gigante un día después de mi fuga. Aún
no era yo mismo y fui lo suficientemente estúpido como para esconderme
en uno de nuestros almacenes viejos. El golpe en mi cabeza en serio me
jodió.
—¿Chico gigante? ¿Te refieres a Amo?
Gunnar asintió.
—Sí. El chico me alcanzó con otro tipo, y estaba seguro de que me
acabarían allí mismo, las mierdecillas esas, pero Amo me contó cómo
mataste a Earl y que buscabas más cabezas del Tartarus.
—¿Y no tenías nada mejor que hacer que correr la voz?
Gunnar me fulminó con la mirada.
—No esperas mi lealtad, ¿verdad? Estaba jodidamente cabreado,
especialmente en los primeros días cuando tuve el dolor de cabeza de mi
vida, y no sabía que te habías asegurado de que Gray saliera con vida. Solo
le dije a uno o dos chicos, pero obviamente el rumor se extendió a partir de
ahí. Pero no me sorprendería que el chico Vitiello se lo dijera a algunos
moteros más. Parece guardarte rencor.
—Probablemente no le gusta la idea de que hundas tu fea polla en la
boca y coño de su hermana —dijo Bean riendo.
Le di un puñetazo. Gritó y se tapó la boca. Varias armas me
apuntaron.
42
Levanté mis palmas.
—No insultes a mi mujer.
Roland negó con la cabeza.
—Mad, estás intentando hacer posible lo imposible. Sigue mi
consejo, deja a los Vitiello mientras puedas. Es mejor vivir con el recuerdo
de unas noches con la princesa mimada que morir al momento en que ella
pierda el interés por ti.
Todos asintieron.
—Tal vez disfrutó el viaje salvaje de estar con un motero, pero
eventualmente elegirá a uno de los suyos —dijo Gunnar.
—No vine aquí en busca de consejos de relaciones, especialmente de
ustedes. Quería información y la conseguí, así que gracias. —Me levanté—
. ¿Van a reconstruir el Tartarus?
Roland y Gunnar intercambiaron una mirada.
—Una vez que encontremos un presidente.
Gray abrió la boca, pero la volvió a cerrar y cruzó los brazos frente
al pecho.
—Entonces, buena suerte —dije, levantándome—. Ahora debería
regresar.
—¿De vuelta a los italianos? —preguntó Bean burlándose.
—De vuelta a mi mujer. —Apreté el hombro de Gray—. Llámame si
necesitas mi ayuda, ¿de acuerdo? —Gray se encontró con mi mirada, y
luego asintió. Esperaba que en serio aceptara mi oferta—. Y visita a mamá
de vez en cuando. Se preocupa.
Gunnar se levantó y me siguió fuera de la cabaña.
—Mad, en este momento tienes más enemigos que amigos.
Asegúrate de saber quién es quién. Perteneces aquí. Espero que no te lleve
mucho tiempo darte cuenta. Nos vendría bien un líder inteligente como tú
para reconstruir lo que está roto.
Sonreí tensamente.
—Lo harán bien sin mí.
Me di la vuelta y volví a mi moto. No podía negarlo. No estaba
seguro si no extrañaría esta forma de vida. La sensación de libertad sin
inhibiciones, la hermandad como solía ser en los primeros años en que me
convertí en miembro del Tartarus. No sabía mucho sobre la vida de la
Famiglia y lo que sabía parecía estar lleno de tradiciones anticuadas y
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reglas hipócritas. No estaba seguro de poder encajar allí, pero lo intentaría
por Marcella.
Aunque, primero, antes de que pudiera siquiera pensar en trabajar
con la Famiglia, y mucho menos intentar encajar con los Vitiello, tenía que
hablar en serio con el maldito Amo Vitiello.
Para distraerme de lo que había sucedido, mamá me llevó a un día
de spa para chicas. Había concertado citas de última hora en nuestra
peluquería, salón de uñas y spa diurno favoritos.
—Será como antes. Olvidarás todas tus preocupaciones —dijo mamá
con una sonrisa amable.
Pero no fue así, y no lo hice. No entramos por la entrada principal
como en el pasado, nos colamos por la entrada del personal en la parte de
atrás, con nuestras sudaderas sobre nuestras cabezas como criminales para
evitar miradas curiosas.
La prensa se había enterado de mi rescate a estas alturas y, dado que
el abogado de papá solo había emitido una declaración muy breve y sin
incidentes, las especulaciones se estaban disparando. Después del video
filtrado de mí desnuda, todos en el país habían estado hablando de mi
secuestro. Mantenerlo en secreto había sido imposible, incluso para papá,
y ahora todos querían saber todo lo posible sobre mi regreso.
Uno de nuestros guardaespaldas ahuyentó a un paparazi que se
escondía detrás de los contenedores de basura, rompiendo su cámara (sin
duda costosa) y arrojándola al hombre que se escabulló enseguida. El
abogado de papá probablemente también tendría que encargarse de esto.
Mamá apretó mi mano y sonrió cuando finalmente nos quitamos las
sudaderas con capucha dentro del spa diurno. Olía a hierba de limón y
menta dentro del vestíbulo, un aroma familiar. Había perdido la cuenta de
las veces que mamá y yo habíamos pasado un día de chicas aquí.
44
—Marci, la prensa y todos los demás olvidarán con el tiempo lo que
pasó. Perderán interés. Solo tendremos que permanecer bajo perfil por un
tiempo.
—Te refieres a escondernos.
Mamá me dio una mirada insegura.
May, uno de los miembros del personal, se acercó a nosotras. Sonreía
como siempre, pero capté la curiosidad en sus ojos. Ella también sabía lo
que había sucedido.
Olvidar lo sucedido resultaba difícil.
Empecé a relajarme cuando mi peluquera me pidió que me quitara
el pendiente para poder lavarme el cabello adecuadamente para el
tratamiento de hidratación y brillo intenso.
—No puede —intervino mamá con voz firme—. Solo deberás tener
más cuidado. —Me tragué mi propia respuesta, pero no pude relajarme
nuevamente.
El siguiente incidente ocurrió cuando May me hizo las uñas. Estaban
parcialmente rotas y mis dedos estaban ensangrentados en algunas partes.
Pude ver las preguntas en sus ojos incluso si no hizo ninguna. Mamá siguió
lanzándonos miradas preocupadas, que tampoco gritaron normalidad.
La gota que colmó el vaso fue nuestra cita de masaje.
—Quítate la ropa y ponte cómoda —dijo May con su habitual voz
cantarina.
Empecé a quitarme la bata de baño que me había puesto al comienzo
de nuestro día de spa, pero mamá tomó mi mano, deteniéndome con ojos
alarmados.
—Tal vez hoy será mejor que nos saltemos los masajes de espalda y
solo hagamos nuestras piernas —le dijo a May.
Me tomó un momento comprender por qué. Por el tatuaje en mi
espalda.
May se congeló y yo también. Bajé la mano, dejándome la bata. May
hizo lo que mamá había dicho y solo nos masajeó las pantorrillas y los pies,
lo cual fue genial como siempre, pero no pude disfrutar ni un solo
momento.
Estuve en silencio de camino a casa e incluso cuando entramos en la
mansión. Papá estaba allí, probablemente porque mamá le había enviado
un mensaje.
Besó mi sien.
45
—Quizás deberías quedarte adentro por un par de semanas.
—No quiero esconderme. No hice nada malo —espeté.
—Por supuesto que no lo hiciste —dijo mamá—. Sabes que no es por
eso por lo que te protegemos del público. Pero ya sabes cómo es la gente.
—Quieren chismes —gruñó papá—. Deberían ir a buscar a otra
parte.
—No voy a esconderme —dije finalmente—. Se inventarán sus
propias historias si no les cuento mi versión. Cuanto más me escondo, más
piensan que tengo algo que ocultar, y esconder algo sugiere culpa. ¡No voy
a esconderme!
Papá sonrió, con una pizca de orgullo en sus ojos.
—Está bien. ¿Qué sugieres?
—La velada en la Mansión Stein en un par de semanas, quiero asistir.
Y no me colaré en los edificios por la parte de atrás ni usaré sudaderas con
capucha para cubrirme la cara. Si los paparazis quieren una foto mía, la
tendrán, en mis términos, como solía serlo.
—Intentarán atraparte inesperadamente y vulnerable. Tal vez tomen
una foto de tu oreja o tu tatuaje —dijo mamá con gentileza. Siempre
intentando protegerme.
Me encogí de hombros.
—Conozco el juego. Lo he jugado durante años y nunca obtuvieron
nada que no quisiera que obtuvieran. No tengo ninguna intención de
cambiar eso ahora. Podrán ver mi tatuaje una vez que esté alterado de la
manera que quiero, y mi oreja… —Hice una pausa. La imperfección obvia
me molestaba, no podía negarlo. Para alguien que siempre se había
esforzado por alcanzar la perfección, y quien había sido elogiada por su
belleza perfecta, era un desafío ser arrancada de ella. Pero también estaba
orgullosa de la marca, porque mostraba lo que había sobrevivido—. No
esconderé la oreja, no siempre. Llevaré la marca como cualquier hombre
de la mafia lleva sus cicatrices, con orgullo y como una señal de que hay
cosas en la vida por las que vale la pena sufrir.
—Nunca he estado más orgulloso de ti que ahora —murmuró papá.
Mamá me besó en la frente.
Sabía que a ambos todavía les preocupaba que me convirtiera en
parte de la Famiglia, que me sometiera a un peligro aún mayor, pero que
estaban orgullosos de la mujer en la que me estaba convirtiendo significaba
el mundo para mí.
46
Pasé mi última noche antes de regresar a Nueva York en una tienda
de campaña al costado de la carretera, mirando hacia el cielo nocturno, mi
cabeza zumbando con demasiados pensamientos. Despedirme hoy de
Gray me había hecho sentir nostalgia. Se sintió como una verdadera
despedida en lugar de un hasta ahora. Incluso si él y yo manteníamos
nuestro contacto, las reuniones serían pocas y espaciadas. Trabajar con
Vitiello y ser un paria en algunas partes del mundo motero dificultaría las
reuniones familiares regulares. Lo extrañaría a él y a partes de la vida que
había llevado antes, pero ninguna de esas cosas me llamaba más la
atención que mi deseo de volver a tener a Marcella en mis brazos.
A la mañana siguiente, en lugar de ir al Sphere para hablar primero
con Vitiello, o a la mansión Vitiello para ver a Marcella, si es que me dejan
verla sin una maldita cita, me dirigí al refugio de animales, con la
esperanza de encontrarme con Growl. No estaba seguro de por qué sentía
una conexión con el hombre poco hablador, pero lo hacía, tal vez porque
él también había sido enemigo de Vitiello y de alguna manera se las arregló
para convertirse en parte del equipo.
Cuando me detuve en el camino de entrada familiar, noté de
inmediato las cámaras de vigilancia recién instaladas unidas a postes
altos. Habría apostado mis bolas a que también habría detectores de
movimiento, y sabía por qué de repente estaban allí. Por mí. Y
posiblemente el resto del club de fans de Earl. Pero definitivamente yo.
Sonreí con ironía a medida que estacionaba frente a la casa y
saludaba con la mano, sabiendo que alguien me vería.
Me quité el casco, me bajé de la motocicleta e inmediatamente mis
ojos se encontraron con un largo cabello negro. Mi corazón latió con
entusiasmo. Mierda. La había extrañado.
Marcella se encontraba en cuclillas frente al área cercada donde
Growl tenía algunos de los rottweilers. No esperaba verla aquí, y era
imposible describir la avalancha de emociones que se apoderaron de mi
cuerpo. Marcella se volvió hacia el sonido del motor y, como la primera
vez que la vi, me asombró. Dudaba que eso cambiara alguna vez. No solo
47
por su belleza, sino por la forma en que se movía, la forma en que se
desenvolvía y el fuego en sus ojos.
Maldita sea.
Growl, quien había estado cerca, arrastró a Marcella detrás de él
como si representara un peligro, de modo que definitivamente aún no me
habían declarado digno de confianza. No sabría decir si Growl se
sorprendió al verme. ¿Había estado difundiendo la información sobre el
asesinato de Earl?
Sin embargo, Marcella no lo permitiría. Se apartó del agarre de
Growl y corrió hacia mí. Sonreí ante su entusiasmo hasta que comprendí
que no parecía feliz de verme. Parecía realmente cabreada. Su cabello
negro ondeó en el viento, y estaba vestida con jeans azul oscuro, una
sencilla camiseta blanca y zapatillas blancas, pero incluso con esa ropa
ordinaria, me dejó sin aliento.
El destello de duda que había sentido anoche sobre todo lo que había
renunciado y todavía estaría renunciando por Marcella se evaporó de
inmediato. Ella valía la pena.
Se detuvo abruptamente justo frente a mí, sus ojos fulgurando con
furia.
—¡Cuatro días sin una sola palabra tuya!
La alcancé, deseando un beso, un toque, cualquier cosa, pero apartó
mi mano como una mosca molesta, su rabia volviéndose aún más potente.
—Huiste. Pensé que te habías ido para siempre. Pensé que habías
jugado conmigo.
—Mierda, Blancanieves —murmuré—. Maté al puto Earl por ti.
Traicioné a mi club por ti. ¿Y crees que jugué contigo? Si ese fuera el caso,
sería el peor jugador de todos los tiempos porque ganaste en todos los
aspectos que importan.
Buscó mis ojos, intentando reunir mi honestidad obviamente. Aún
tenía algo de trabajo por hacer para tener su confianza absoluta, pero
supongo que ambos lo teníamos.
—Entonces, ¿por qué huiste?
—Tenía que asegurarme de que Gray estuviera bien. La última vez
que lo vi, huía de tu padre y sus soldados poco antes de que yo fuera
noqueado.
—¿Por qué no me dijiste que ibas a ver a tu hermano? No entiendo
por qué tuviste que huir sin una palabra. Tienes que admitir que parece
sospechoso.
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—No podía decirte a dónde iba porque alguien había dado
información sobre mí matando a mi tío y hasta que supiera quién era esa
persona, no podía arriesgarme a que hubiera noticias sobre mí buscando a
mi hermano rodando por ahí. Habría hecho las cosas más peligrosas para
él y para mí.
Resopló.
—Podrías habérmelo dicho. Puedes confiar en mí. No fui la persona
que filtró la información en caso de que eso sea lo que te preocupa.
La distancia entre nosotros me estaba volviendo loco. Solo quería
acercarme a ella y enterrar mi nariz en su garganta.
—Sé que no fuiste tú, y confío en ti.
—No lo suficiente, obviamente. —Miró hacia otro lado, hacia las
perreras, sus labios regordetes apretados y sus cejas oscuras fruncidas.
Apreté los dientes. Tenía razón. Pero aún tampoco confiaba en mí.
—No nos conocemos desde hace mucho tiempo, y la mayor parte del
tiempo fuimos enemigos.
Era extraño cuánto había arriesgado por esta mujer que apenas
conocía y, sin embargo, sabía en el fondo que lo haría otra vez.
La mirada de Marcella podría haber congelado el infierno. Estaba
muy cabreada. Sin embargo, no estaba seguro si solo estaba enojada
conmigo.
—¿Quién fue? ¿Quién filtró la información sobre ti?
Suspiré. Esta era una conversación que no había estado
esperando. Marcella era absolutamente leal a su familia y atacar a su
hermano no me daría ningún punto de bonificación, pero no le mentiría.
—Tu hermano.
Su espalda se puso rígida y negó con la cabeza de inmediato.
—Amo no iría contra las órdenes de papá y papá prohibió filtrar la
información. Tu información debe ser incorrecta. Amo no podría haberlo
hecho.
Arqueé las cejas. Era la reacción que esperaba. Su confianza en su
padre era simplemente demasiado grande.
—¿Estás segura? Estoy seguro de que tiene muchas razones para
hacerlo. Y no es que tenga que temer las repercusiones. Tu padre nunca
mataría a tu hermano por una transgresión como lo haría con sus soldados.
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—Pero por qué él… —Las cejas de Marcella se fruncieron
pensativamente. Apuesto a que encontró cien razones por las que su
hermano y el resto de su familia querían que mis viejos amigos moteros
supieran que maté a Earl. Bien podrían haber puesto un objetivo en mi
frente. Habíamos sido enemigos durante años, seguíamos siendo
enemigos, y ahora mismo temía que siguiéramos siendo enemigos durante
un tiempo, sin importar lo que Marcella quisiera—. Hablaré con él —dijo
resueltamente.
Tenía muchas ganas de arreglar las cosas con Amo, pero podría
terminar metiéndole una bala en la cabeza, así que probablemente sería
mejor que Marcella lo manejara. No quería que el puto Amo Vitiello fuera
el final de mi relación con Marcella. Growl se había acercado durante
nuestra conversación y su mirada alerta me dijo que estaba listo para
interferir si era necesario. Le di una sonrisa irónica, que por supuesto no
respondió. Sonreír no pertenecía a su repertorio estándar.
—Todo el mundo pensó que huiste porque querías tu libertad —dijo
Marcella con una voz mucho más suave.
—¿También tú?
Marcella no reaccionó, solo me miró de cerca.
—¿Alguna vez se te pasó por la cabeza?
Me acerqué. Mierda. En serio necesitaba tocarla o me volvería loco.
—Incluso si lo hice, ahora estoy aquí, ¿verdad? Estás en mi cabeza y
en mi corazón, y no puedo estar sin ti.
Marcella negó con la cabeza.
—Si crees que estar conmigo significa perder tu libertad,
probablemente sea mejor que no nos molestemos.
¿Estaba hablando jodidamente en serio? La agarré por el cuello y la
atraje bruscamente contra mí, besándola ferozmente. Se apretó contra mí
por un momento, sus labios suavizándose contra los míos, separándose,
invitándome a entrar, pero luego me empujó, mirándome enojada.
—¿Quieres un polvo de despedida?
—Mierda, Marcella. Te quiero en mi vida, todos los días. No necesito
nada más. ¿En serio crees que valdría la jodida pena conseguir esa
mirada? —Asentí hacia Growl que me miraba como una amenaza posible,
haciéndome sentir realmente bienvenido en la Famiglia.
Aún no parecía feliz. Si era posible, parecía aún más enojada.
50
—Si queremos una oportunidad, debes darte cuenta de que estar
conmigo no significa que no seas libre. No quiero ser tu grillete. Y tienes
que contarme todo. No me mentirán, ni siquiera por omisión.
—¡Maldita sea, no mentí! —gruñí.
Growl se tensó. Le di otra sonrisa irónica ante su nerviosismo. Como
si alguna vez fuera a hacerle daño a Marcella. La única sangre que
derramaría sería la suya si no dejara de irritarme los nervios.
Presionó un dedo contra mi pecho.
—Te fuiste sin decirme nada.
—Lo hice. Y lo siento, pero eso me permitió arreglar las cosas para
siempre.
Growl estaba hablando por su teléfono. No necesitaba ser psíquico
para saber que Luca estaba al otro lado de la línea.
—¿Con tu hermano?
Asentí.
—Con él y algunos de mis hermanos moteros.
Marcella inclinó la cabeza con curiosidad.
—¿No te ven como su enemigo?
—Desconfían, eso es seguro, pero estos son nómadas. Dejaron la
vida del club exactamente porque no les gustó la forma en que Earl manejó
las cosas, de modo que no derramaron demasiadas lágrimas por su muerte.
Growl se acercó aún más.
—Quiero hablar contigo.
Hizo un gesto hacia mi camioneta. Marcella dio un paso atrás y seguí
a Growl.
—No deberías haber venido de nuevo aquí. Primero debes informar
a Luca, especialmente antes de ver a Marcella.
Me reí.
—No soy uno de los hombres de Luca. Puedo hacer cualquier
mierda que quiera. —Mis ojos siguieron volviendo a Marcella. Estaba en
cuclillas frente a la cerca y hablaba con un rottweiler que estaba sentado
justo frente a ella. No estaba seguro de qué hacía más difícil apartar la
mirada, la forma en que sus jeans acentuaban su redondo trasero o la
expresión delicada en su rostro cada vez que hablaba con el perro.
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—Las mujeres como ella no aceptan mierdas de nadie y se merecen
lo mejor —gruñó Growl, siguiendo mi mirada.
—No tienes que decirme que se merece algo mejor. Todos en la
Famiglia piensan eso.
—Mi esposa se merecía algo mejor cuando nos conocimos, pero
trabajé hasta que fui digno de ella.
—Ese es mi plan —dije—. La ayudaré a ella y a la Famiglia.
Growl me contempló con una calma estoica.
—Debes informar a Luca antes de venir aquí. Si quieres ser aceptado,
tienes que seguir las reglas.
—Es curioso que digas eso, considerando que algunas personas
dentro de la Famiglia tampoco parecen seguir las reglas, ya que la
información sobre Earl está circulando por ahí.
La expresión de Growl no cambió. Si le sorprendió la noticia, lo
ocultó bien. O tal vez simplemente no le importaba una mierda. Parecía un
hombre que solo se preocupaba por sus perros y su esposa, que seguía
mencionando.
—Ahora regresaré con Marcella. Informa a Luca si quieres. —No me
detuvo, pero su mirada me siguió a medida que me acercaba a
Marcella. Los ojos atentos de Growl me dieron ganas de arrancarme la
piel. Marcella miró brevemente hacia arriba y verla de rodillas frente a mí
me dio una avalancha de imágenes que definitivamente no necesitaba en
este momento.
Me puse en cuclillas a su lado.
—¿Esa es Satan?
El perro tenía cicatrices familiares y me observaba con intensos ojos
marrones.
—Tiene un nombre nuevo —murmuró Marcella—. Odiaba llamarla
Satan.
—Los perros se acostumbran a sus nombres.
Marcella se encogió de hombros.
—A ella le gusta su nombre nuevo. Elegí Santana para ella porque
suena similar a su nombre anterior, pero me aseguro de que todos sepan
que es una niña.
Me reí. Por supuesto. Dudaba que a la perra le importara si su
nombre era niño o niña. Aun así, me asombró el cuidado de Marcella por
la bestia. Encontró mi mirada.
52
—¿Por qué me miras así?
Me di cuenta de que se estaba volviendo más cálida conmigo, pero
todavía estaba enojada y tal vez confundida por su hermano.
—Porque te extrañé, tu rostro hermoso e incluso la mirada de enojo
en tus ojos, pero sobre todo, tus labios en los míos.
Le di una sonrisa burlona, pero arqueó una ceja, rechazándome sin
pestañear. Maldita sea. Esta chica podía ser una reina de hielo.
—Estoy pensando en adoptarla. Pero papá nunca me permitiría
llevar un perro a casa. Eso está fuera de cuestión.
Miré entre Marcella y el rottweiler. Crecí con estos perros, pero en
realidad no tenía mucha experiencia en su manejo.
—¿De verdad quieres un perro así?
—Growl sabe cómo socializarlos. No puedo explicarlo, pero siento
una conexión extraña con ella. También estaba encerrada en esa jaula, y al
principio a las dos en realidad nos desagradó la otra.
—Suena como nuestra historia de amor.
Marcella me lanzó una mirada indignada, pero al menos no negó la
parte de la historia de amor. Solo nos miramos durante mucho tiempo.
—Va a ser extraño, estar juntos en el mundo…
Asentí, porque era exactamente lo que había estado pensando. Hice
un gesto a Santana.
—Si en serio quieres adoptarla, puedo acogerla una vez que tenga
un lugar para vivir. Podrías ir a visitarnos o incluso mudarte.
Me sobresalté con mis propias palabras. No podía creer que le
hubiera sugerido que viviéramos juntos.
Marcella reprimió una sonrisa, pero luego se quedó pensativa.
—Eso suena genial, sobre acogerla. Creo que deberíamos esperar con
la parte de la mudanza y todo eso, darle tiempo a mi familia para que se
acostumbre a ti y a nosotros, y a nosotros también para acostumbrarnos a
nosotros. —Hizo una pausa—. Aún tenemos un largo camino por
recorrer. Lo que pasó… me preocupa que pueda afectar una relación. Aún
no confiamos plenamente el uno en el otro, y aún hay muchos obstáculos
que superar. —Soltó un suspiro pequeño, luciendo casi asustada.
Tomé su rostro, inclinándome.
—Marcella, quiero estar contigo. No quiero nada más. Mierda,
pienso en ti cada maldito segundo del día. Si quieres tomarte las cosas con
53
calma, entonces lo haremos. No importa lo que nos depare el futuro, lo
manejaremos. Incluso tu hermano queriendo que me maten.
Marcella respiró hondo.
—Espero que te equivoques con él. Quizás tus amigos moteros te
mintieron para abrir una brecha entre nosotros.
—No mienten. Si tuvieran un problema conmigo, lo habrían
manejado directamente, probablemente con un balazo en la cabeza. Las
personas que tienen motivos para hacer que me maten a través de otros
son de tu familia, porque te prometieron mantenerme con vida.
Marcella entrecerró los ojos.
—¿Ahora no solo es Amo sino toda mi familia que quiere que
mueras?
Growl apareció a nuestro lado.
—Luca quiere hablar contigo en su oficina en el Sphere.
No me sorprendió que Growl hubiera hablado con Luca una vez más
ni tampoco que Luca quisiera verme. En realidad, aún no quería hablar con
Luca, especialmente no antes de saber si él también estaba involucrado en
la filtración de información.
—¿Ya tienes un lugar para este perro? —pregunté, señalando a
Santana.
Growl negó con la cabeza.
—Demasiados perros con demasiados problemas. Nunca vivieron
fuera de una perrera. No están entrenados y no están acostumbrados a una
vida familiar.
—Pero aún es joven, solo dos años, puede aprender, ¿verdad?
—Aprenderá, con paciencia y tiempo.
—Entonces, quiero adoptarla una vez que tenga un lugar para
vivir…
Marcella palmeó al perro a través de la cerca con una sonrisa
pequeña. Su cabello se había deslizado hacia un lado y el horrible tatuaje
que Earl le había hecho se asomaba a través de la tela de su camisa
blanca. Anoche, después de hablar con Gray, sentí brevemente una pizca
de culpa por haber matado a mi tío, pero ahora el sentimiento se
desvaneció en el aire y fue reemplazado por la misma decepción e ira que
había sentido antes de su muerte.
Mis ojos se dirigieron a su oreja que había estado cubierta por su
cabello hasta ahora. Estaba cubierta por una tirita. Marcella captó mi
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  • 2. 2 Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo alguno. Es una traducción hecha por fans y para fans. Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo. No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando a sus libros e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.
  • 3. 3 CONTENIDO __________________ 3 SINOPSIS______________________ 4 1 _____________________________ 5 2 ____________________________ 15 3 ____________________________ 29 4 ____________________________ 40 5 ____________________________ 46 6 ____________________________ 56 7 ____________________________ 67 8 ____________________________ 76 9 ____________________________ 87 10 ___________________________ 98 11 __________________________ 106 12 __________________________ 116 13 __________________________ 129 14 __________________________ 137 15 __________________________ 146 16 __________________________ 150 17 __________________________ 163 18 __________________________ 170 19 __________________________ 178 20 __________________________ 188 21 __________________________ 198 22 __________________________ 208 23 __________________________ 220 24 __________________________ 230 25 __________________________ 237 26 __________________________ 243 EPÍLOGO ___________________ 249 SOBRE LA AUTORA __________ 252
  • 4. 4 Un vínculo fatal que nunca estuvo a ser. Marcella le dio a Maddox la opción imposible, y la eligió a ella. Aun así, se pregunta si Maddox está listo para comprometerse con una relación, o si tiene miedo de perder la libertad desinhibida que le ofrecía su estilo de vida motero. Toda su vida, Maddox supo quiénes eran sus enemigos, pero de repente no sabe en quién confiar. ¿Encontrará alguna vez un lugar en la vida y familia de Marcella, o sus viejos compañeros le darán un hogar y propósito nuevo?
  • 5. 5 Una sensación de libertad sin inhibiciones se apoderó de mí a medida que me alejaba de la prisión de los últimos días. En realidad, no había creído que Vitiello me permitiría irme, incluso si Marcella le había pedido que me concediera misericordia, considerando que él no estaba en el negocio de otorgar misericordia. Mi corazón se apretó al pensar en ella. Los últimos días con solo atisbos de ella habían sido una tortura. Echaba de menos a esta mujer, más de lo que jamás le admitiría a nadie, ni siquiera a ella. Mis sentimientos por ella, las decisiones que había tomado por ella, me tomaron por sorpresa y aun así me conmocionaron. Ahora tenía cosas que arreglar antes de poder regresar con ella. De lo contrario, mi mente siempre estaría a la deriva, y quería centrarme exclusivamente en ella cuando estuviera con ella. Quería que lo nuestro funcionara. Había renunciado a demasiado para que no funcionara. Me dirigí al primer escondite en un parque cerca de nuestra antigua casa club en Nueva Jersey, ignorando los ataques de mareo. Como era de esperar, la caja de teca enterrada en el suelo debajo de un arbusto estaba vacía. Quienquiera que hubiera sobrevivido al ataque también se había dirigido primero allí. Esperaba que hubiera sido Gray. Necesitaba el dinero. Aún tenía que volverse más ingenioso, o más bien despiadado, como el resto de nosotros y, por lo tanto, le resultaría más difícil conseguir dinero por otros medios. Volviendo a montar la moto, comprobé dos puntos más dentro de los límites de la ciudad antes de dirigirme hacia un depósito de chatarra a unos treinta minutos fuera de la ciudad. Había sido de Cody, por eso había evitado el lugar. Lo había usado para lavar nuestro dinero de la droga. No tenía llaves para las puertas, así que no tuve más remedio que estacionar la motocicleta frente a ellas y trepar por la cerca coronada con alambre de púas. Al segundo en que mis pies tocaron el suelo del otro lado, sonaron ladridos enfurecidos, y poco después, dos rottweilers salieron disparados de detrás de la casa pequeña que servía como edificio de mantenimiento.
  • 6. 6 No conocía a estos perros y, lo que es peor, ellos no me conocían a mí. Lo más probable es que fueran de una de las camadas de Earl. —Mierda —murmuré. No tenía armas encima. Por su apariencia, la forma en que sobresalían sus costillas, los perros no habían sido alimentados en un tiempo. Probablemente, Cody no los había cuidado bien incluso antes de que lo capturaran. Siempre decía que los perros hambrientos eran los mejores guardias. Los dos rottweilers masivos cargando contra mí parecían verme como su próxima comida. Me precipité hacia el primer montón de autos aplastados y subí hasta llegar a la cima. Los perros saltaron al montón pero no pudieron treparlo. Mirando a mi alrededor, descubrí una manera de llegar al edificio, trepando de una pila a la siguiente. Los perros me siguieron, chasqueando y gruñendo. Su pelaje estaba enmarañado y sucio, y uno de ellos tenía un corte en el costado que parecía estar infectado. Me deshice de mi camisa, la rasgué en dos y la arrojé en la otra dirección. Los perros la persiguieron. Esto me daría unos segundos. Subí al techo del edificio, luego me agarré al borde y bajé hasta que mis pies estuvieron al nivel de la ventana. Mis bíceps gritaron en protesta. Después de días de desnutrición, mi cuerpo no estaba en condiciones de alcanzar los máximos logros deportivos. Apretando los dientes, pateé la pared, intentando ganar impulso para romper la ventana. El vidrio se astilló cuando mis pies chocaron contra él. El gruñido de un perro me obligó a soltar el borde y me balanceé por la ventana. Fragmentos se clavaron en mis brazos desnudos y espalda. Siseando de dolor, aterricé en el suelo, sobre aún más fragmentos. Parpadeé hacia la ventana por un momento. Pero las cabezas de los perros saltadores intentando también entrar me sacaron rápidamente del aturdimiento. Me puse de pie de un salto, balanceándome brevemente antes de mirar a mi alrededor en busca de algo con qué defenderme. Encontré una pistola con tres balas dentro de uno de los cajones del escritorio. Pero entonces mis ojos se posaron en un paquete enorme con comida para perros. Tropecé hacia él y lo arrastré hasta la puerta. El primer perro saltó por la ventana y aterrizó en el suelo con las patas ensangrentadas. Pateé la comida para perros de modo que se esparciera por todo el suelo lejos de los fragmentos de vidrio. El perro se animó y, empezó a devorar la comida sin volver a mirarme. Pobre bestia. Abrí la puerta con cuidado y el otro rottweiler entró. Como su compañero, me ignoró a favor de la comida. Contuve el aliento por un par de minutos, medio tentado de comer también un par de golosinas para perros. Mi cuerpo estaba pidiendo comida a gritos. Pero había venido por dinero. Comencé a buscar en los otros cajones hasta que encontré las llaves
  • 7. 7 oxidadas del auto que Cody había mencionado en alguna ocasión. El secreto nunca había sido su fuerte. Las agarré y salí corriendo hacia un Chevy viejo. Abrí el maletero, saqué la maleta de cuero y la abrí. Mi cara se partió en una sonrisa cuando encontré varias bolsas de plástico con dinero en efectivo adentro. Al menos cincuenta mil, por lo que parecía. Cerré la maleta, la llevé al edificio y luego busqué las llaves de las puertas. Cuando finalmente las encontré, los perros yacían en medio de la comida, jadeando suavemente, pero pareciendo apaciguados. Me dirigí hacia las puertas con las llaves y la maleta. Unos arañazos detrás de mí me hicieron dar la vuelta preparado para luchar contra un ataque. Para mi sorpresa, los dos rottweilers me siguieron y menearon la cola con vacilación. Me rasqué la cabeza. —¿Qué voy a hacer con ustedes? No sabía el número de Growl o lo habría llamado para que pudiera recogerlos. Si los dejaba aquí, la próxima persona que viniera a buscar dinero probablemente les dispararía. Sin mencionar que el perro más grande, un macho, necesitaba tratamiento para el corte y sus patas ensangrentadas. Mi mirada se desvió sobre el depósito de chatarra hasta que aterrizó en la gran caja trasera de la camioneta Ford de Cody. Con una punzada, puse la Kawasaki en la caja de la camioneta y luego guardé la maleta en el espacio para las piernas del auto. Al momento en que me aparté de la puerta ambos perros se abalanzaron, primero la hembra rottweiler, luego el macho saltó y se acomodó en el asiento del pasajero. Sin embargo, tenía un lugar más al que ir antes de poder dejar a los perros. Y era un encuentro que temía. Repasé qué decir mientras conducía a la casa de mamá para explicar lo que había sucedido, por qué había matado a Earl, pero sin importar cuánto tiempo mi cerebro divagó tratando de encontrar las palabras correctas, sonaron huecas y no tendrían sentido para mi madre. La mayor parte de lo que había sucedido tampoco tenía sentido para mí. Salió con una escopeta cuando me detuve, obviamente preocupada por visitantes indeseados. No bajó el arma cuando me vio. Su cabello rubio estaba en rulos por toda su cabeza y llevaba una lujosa bata de baño rosa, sus labios pintados en un tono a juego. Al menos algunas cosas nunca cambiaban.
  • 8. 8 Salté del auto, levantando mis manos por encima de mi cabeza con una sonrisa torcida. —Mamá, soy yo. Mamá asintió y entrecerró los ojos. Aparentemente, yo era una de las visitas indeseadas a las que quería intimidar con su escopeta. —¿Qué estás haciendo aquí? La sospecha en su voz me hizo preguntarme si sabía cómo había matado a Earl, pero no había forma de que se corriera la voz. Nadie lo sabía excepto los hombres de Vitiello, y dudaba que se lo contarían a alguien que mi madre conociera. De todos modos, Vitiello había dicho que no permitiría que se corriera la voz. Y a pesar de cualquier cosa que pensara de Vitiello, una cosa era segura: él tenía el control absoluto de sus hombres. —Mamá, ¿vas a dispararme? Me acerqué, con los brazos aún levantados sobre mi cabeza. Bajó el arma unos centímetros, pero aun así me apuntó al pecho. —¿Qué te pasó? —preguntó mamá, mirando mi torso desnudo, cortado y magullado. —Esto y aquello —respondí, sin estar listo para divulgar más información con ella apuntándome con un arma. Ella asintió hacia la camioneta. —¿No es de Cody? —Sí. Pero ya no la necesitará. Mamá asintió y sonrió con amargura. —¿Está muerto? —Sí. —Bajé mis manos lentamente. Mamá me contempló con recelo, pero no disparó. No dudaba que pudiera dispararle a cualquiera si la provocaban—. Agarré a sus perros del depósito de chatarra. —Apuesto a que no solo a los perros —dijo en voz baja—. Guardaba un alijo de dinero en efectivo allí. Sabes que nunca pudo mantener la boca cerrada cuando estaba borracho. —Era un gran bocaza. —Le di una sonrisa irónica—. ¿Quieres guardar el arma? Mamá negó con la cabeza. —Aún no. Se rumora que ahora estás trabajando para los italianos. —Mamá, no trabajo para nadie. Ya sabes lo mal que recibo órdenes.
  • 9. 9 Hizo un gesto hacia la camioneta. —Debiste haber disparado a los perros. ¿No tienes suficientes problemas? No estaba seguro de cuánto sabía, pero considerando su renuencia a bajar el arma, diría que demasiado. —Earl está muerto. Asintió solemnemente. —Lo sé. Él y algunos hombres fueron capturados por los italianos. Nadie sobrevive a las puntas alares. —Sí. —No estaba seguro de si debería haber esperado lágrimas o al menos más tristeza por parte de mamá por la muerte de Earl, pero considerando cómo la engañaba constantemente y apenas estaba en casa, no debería haberme sorprendido. —Se dice que tú también fuiste capturado. Suspiré, subiendo los escalones hacia el porche hasta que estuve justo en frente de mamá con el barril casi tocando mi pecho. —¿Qué más has escuchado? —Que eres un traidor. Gray me dijo que delataste su paradero. Mi alivio por esta confirmación, de que Gray había escapado con vida, casi me derriba. —Lo hice… —No llegué más lejos cuando la palma de mamá golpeó mi mejilla. —Si algo le hubiera pasado a Gray ese día, nunca te lo habría perdonado. —Lo sé, por eso me aseguré de que pudiera salvar su lamentable culo. —Eso me dijo. —¿Dónde está ahora? —No sé. Se fue ayer. Solo dejó algo de dinero y me dijo que no me preocupara por él y que me haría sentir orgullosa. —Maldita sea. ¿Qué demonios significa eso? Mamá buscó mis ojos. —Maddox, ¿por qué estás vivo, si no estás trabajando con los italianos? No te mataron. Gray dijo que hiciste de la chica Vitiello tu mujer.
  • 10. 10 Mi mujer. Me gustó cómo sonó eso. —Significa mucho para mí. —Más que eso si vale la pena convertirse en un traidor. Vivías para el club. ¿Es suficiente una mujer para hacerte olvidar lo que le pasó a tu padre? —No lo olvidé, pero estoy harto de vivir en el pasado. Marcella me hace querer pensar en el futuro. —¿Qué tipo de futuro? ¿Qué quieres hacer sin el club? No conoces ninguna otra vida. —Lo resolveré. Se rio oscuramente, pero al menos finalmente apuntó el cañón al suelo. —Si trabajas con los italianos, todos los moteros querrán tu cabeza. Probablemente la querrán de todos modos una vez que se corra la voz de que fuiste tú quien lo mató. Me tensé. —¿De qué estás hablando? Mamá me abofeteó de nuevo. Lo vi venir, pero no intenté defenderme. Tenía todo el derecho a estar enojada conmigo. —Maddox, no me mientas a la cara. No soy estúpida. La información proviene de los italianos. ¿O me estás diciendo que están difundiendo rumores para destruir tu reputación? Aparté la mirada de mamá. ¿Quién había difundido la verdad? Solo muy pocas personas que conocía habían estado en la prisión de la Famiglia. Luca, Amo, Matteo, Growl y Marcella. Si uno de ellos difundió que había matado a mi tío, eso solo podía servir para hacer que las otras sedes del Tartarus en el país y los nómadas de nuestra sede buscaran vengarse de mí. Alguien había puesto una recompensa sobre mi cabeza. Me querían muerto. La pregunta era quién. A primera vista, Luca parecía poco probable, ya que pudo hacer que me mataran fácilmente mientras estaba cautivo: pero no sin hacer que Marcella se sintiera resentida con él. Hacer que los otros moteros me cazaran le daba una manera fácil de hacer que me mataran sin ensuciarse las manos y Marcella no lo culparía. —¿Sabes quién está difundiendo los rumores?
  • 11. 11 —Gray no me lo dijo. —¿Gray es el que te lo dijo? —Maddox, ¿mataste a tu tío? Eso es todo lo que quiero saber. —Mamá, sabes cómo podía ser Earl. Estaba obsesionado con la venganza, incluso más que yo. Si nos convertimos en monstruos para matar a un monstruo, somos tan malos como él. ¿Gray te contó lo que le hizo a Marcella? Mamá asintió. —Se ha vuelto más radical a lo largo de los años. Pero debiste manejarlo en el club. Pudiste haberlo desafiado por el puesto como presidente. —Nunca me habrían votado presidente. Los miembros más progresistas y liberales se han convertido todos en nómadas a lo largo de los años. Los hombres que permanecían en el club eran absolutamente leales a Earl. E incluso si hubiera ganado, nunca habría aceptado la votación. El club era toda su vida. Nada más importaba. —Lo sé —dijo mamá con amargura. Sus ojos buscaron mi rostro—. No sé qué pensar. No sé si eres el mismo chico que crie. —Mamá, lo soy. Tuve que tomar una decisión al igual que Earl tomó su decisión cuando intentó matarme con sus perros. Pero lamento que estés sola. Mamá se rio. —Oh, Maddox, sabes que Earl no ha estado por aquí en casi un año. Pero sin el club, no puedo pagar las cuentas. Los diez mil que me dejó Gray no durarán para siempre. —Se puso un guante de goma como siempre hacía cuando fumaba para evitar que sus dedos se pusieran amarillos. Teniendo en cuenta que fumaba unos cuarenta cigarrillos al día, probablemente era una buena idea. Corrí de regreso a la camioneta y agarré treinta mil dólares de la maleta. Me miró con una buena dosis de sospecha y no pareció apaciguarse ni siquiera cuando se lo entregué. —Esto debería ayudarte a pasar el año. Te enviaré dinero una vez que empiece a ganar otra vez. Finalmente bajó la escopeta. —¿De verdad vas a trabajar para la mafia? —No trabajaré para ellos, pero por ahora podría trabajar con ellos. Estoy tan loco por esta chica… no puedo…
  • 12. 12 —Espero que no te haya engañado. En serio espero que haya valido la pena renunciar a todo. Renunciaste al único hogar que tenías por esta chica. ¿Siquiera se da cuenta de eso? Tenía razón. El club había sido mi hogar desde que tengo memoria. La casa de mamá en Texas y ahora aquí siempre había sido el único lugar donde había ido a dormir. Habían sucedido tantas cosas en los últimos días que no había tenido tiempo de darme cuenta de que ahora no tenía hogar. Nunca había tenido mi propio lugar, siempre me las arreglaba con una habitación en la casa club. Había tenido hermanos de club o chicas de club que me hicieron compañía cuando lo necesité. Me convertiría en un nómada, pero sin un lugar al que regresar. Marcella y yo… aún no teníamos un lugar, y solo pensar en mudarme con una mujer, aceleró mi pulso. ¿Cómo funcionaría siquiera? —Maddox, espero que no te arrepientas de tu decisión. —No lo haré —dije con firmeza. Nunca me arrepentiría de haber salvado a Marcella de la única manera posible. ¿Y matar a Earl? Le había hecho un favor. Se había librado de una muerte cruel a manos de Vitiello. Aun así, una diminuta parte de mí sintió una punzada al pensar en los buenos momentos que habíamos tenido. Mamá me agarró del antebrazo, clavando sus uñas largas. —Me preocupo por Gray. Lo desarraigaste. Está perdido y sabes lo mucho que necesita personas que admirar. Se meterá en problemas, puedo sentirlo. Buscará otra sede del Tartarus a la que unirse y se hará matar porque se pondrán en pie de guerra con los italianos. Protégelo. Tráelo de vuelta. Asegúrate de que se quede. —Lo protegeré. Cuando lo encuentre, lo traeré de regreso hasta aquí y haré que termine la escuela y encuentre un trabajo decente. Aún es joven, puede elegir un camino diferente. —Siempre había deseado también un camino diferente para ti, pero no con la mafia. Oh Maddox, mantente a salvo. —Ya sabes cómo soy. No pueden matarme. Mamá se volvió severa. —Si algo le pasa a Gray, no te perdonaré. No vuelvas aquí sin él, ¿me oyes? Esto es cosa tuya. Le quitaste todo lo que tenía, ahora dale algo más por lo que vivir.
  • 13. 13 Tragué pesado, una fuerte sensación de culpa se instaló en mi pecho. También había sacado a Gray de su casa, me había llevado a su padre, incluso si solo hubieran peleado y apenas se hubieran llevado bien. Gray no había tenido elección, a diferencia de mí. No estaba seguro si era la persona que quería ver. Si me escucharía, o incluso volvería a casa conmigo. Miré hacia la camioneta. —Ahora debería irme, no quiero traer problemas a tu puerta. Mamá me lanzó una mirada que dejó en claro que era demasiado tarde para eso. —Jura que volverás con Gray —susurró con dureza, su agarre en mí apretándose aún más. No estaba seguro de poder prometerlo en realidad. Gray ya no era un niño pequeño. Aun así, dije: —Lo juro. Me soltó al final. Era una promesa que esperaba desesperadamente poder cumplir, por ella, por Gray, pero sobre todo por mí. No necesitaba más equipaje de culpabilidad añadido a mi conciencia, muchas gracias. —¿Puedes darme una de mis camisas viejas antes de irme? Mamá desapareció dentro sin decir una palabra y no la seguí. Tenía la sensación de que no me quería dentro de su casa en este momento. No era bienvenido y no lo sería hasta que encontrara a Gray, e incluso después de eso… nunca habíamos sido cercanos, pero este era probablemente el clavo en el ataúd de nuestra relación. Regresó con dos camisas negras y me las entregó. Después de ponerme una de mis viejas camisetas, conduje de regreso a la ciudad, pero finalmente me detuve a un lado de la carretera y dejé que los perros mearan. Mi mirada se posó en la Kawasaki en la parte de atrás y no pude resistirlo. Después de bajarla, manejé de un lado a otro de la carretera por un tiempo, esperando despejar mi mente. No podía dejar de pensar en Gray. Mamá siempre decía que él no habría sobrevivido a lo que yo había presenciado. Era más blando que yo, tal vez por eso mamá siempre lo había preferido. Si hubiera estado en su lugar, también lo habría hecho. Los perros esperaron junto al auto, observándome. Al final, me detuve junto a ellos, pero me quedé en la moto. No podía explicar por qué de repente me sentí indeciso en regresar a la ciudad. Quería volver con Marcella. Había renunciado a todo por ella, y quería estar con ella, pero alguien me había delatado. Dudaba que fuera Growl. No parecía del tipo
  • 14. 14 vengativo y en realidad no tenía motivos para hacerlo a menos que Luca le hubiera ordenado que lo hiciera. Definitivamente, Matteo quería que me fuera. Quizás había difundido la información. O Amo. El grandulón definitivamente odiaba mis entrañas y quería verme muerto y lejos de su hermana. Ahora todos los miembros del Tartarus del país sabrían que había matado a Earl y me verían como un traidor. Sería su objetivo principal. Encontrar a Gray sería especialmente difícil así. Si volvía con Marcella para decirle que tenía que buscar a mi hermano Gray, quienquiera que me delatara probablemente se enteraría poco después y luego difundiría esa información, tal vez incluso haría que pareciera que yo también quería muerto a Gray. —Mierda —murmuré. Necesitaba encontrar a mi hermano antes de que alguien pudiera hacerle pensar que era un peligro para él, si ya no era demasiado tarde para eso. Me acomodé en la moto y contemplé la puesta de sol. Conducir mi Harley hacia el atardecer siempre había significado libertad, incluso si la vida del MC hubiera estado llena de responsabilidades y reglas. Decidí pasar la noche en la caja de la camioneta antes de decidir qué hacer a continuación. Estaba muerto de cansancio y necesitaba una noche para aceptar de verdad el giro que había tomado mi vida.
  • 15. 15 Cuando desperté temprano en la caja de la camioneta a la mañana siguiente, mi añoranza por Marcella era tan fuerte como la llamada de la calle. Los dos amores de mi vida: el camino interminable que tengo por delante y la mujer de los fríos ojos azules. Las palabras de despedida de mamá se repetían en mi cabeza. —No quiero volver a verte hasta que te hayas asegurado de que tu hermano está a salvo. Esto es tu culpa. Encontrar a Gray sería difícil. La mayoría de mis antiguos contactos me evitarían y aquellos que no lo hicieran podrían intentar matarme. Tenían todas las razones para no confiar en mí. Pero mamá tenía razón. Tenía que salvar a Gray de sí mismo. No solo probablemente aún estaba en la lista negra de Vitiello, sino que los moteros cabreados buscando venganza también podrían estar detrás de él. Si a Gray se le metiera en la cabeza atacar a Vitiello en venganza, no podría salvarlo. Subí la Kawasaki a la parte trasera de la camioneta. Necesitaba deshacerme de ella y de los perros, preferiblemente sin encontrarme con ninguno de los hombres de Vitiello. Una vez que los perros volvieron a tomar asiento, me dirigí hacia Nueva York. El rottweiler macho jadeó constantemente, probablemente de dolor por el corte, así que primero decidí llevar a los perros a un lugar seguro. Durante nuestra investigación sobre la Famiglia y sus muchas afiliaciones, también nos encontramos con el refugio para perros dirigido por Growl, el ejecutor de Vitiello. Vitiello probablemente no estaría feliz si apareciera en la puerta de su mansión sin ser invitado y no tenía forma de contactar a Marcella. Destruimos su teléfono cuando la secuestramos y de todos modos no había tenido tiempo de pedir su número. Ni siquiera sabía qué decirle exactamente que no pondría en peligro mi búsqueda de Gray. Growl había sido medio amistoso cuando hablé con él, así que parecía una opción más segura que cualquier otro soldado de la Famiglia. Cuando me detuve en el camino de entrada del refugio, estacioné junto a otra camioneta grande. Ni siquiera había salido cuando Growl y un
  • 16. 16 alto chico larguirucho salieron de la casa y se dirigieron hacia mí. Growl se volvió más alerta al momento en que me vio, pero al menos no sacó un arma. Esa era la mayor amabilidad que había recibido de los italianos en años, y todavía me sentía extraño. Dudaba que estar en términos medio amistosos con la Famiglia dejaría de sentirse extraño. Salí del auto, asegurándome de mantener mis manos a la vista. En realidad no quería terminar con una bala en mi cabeza, a menos que realmente les hubiera dado una razón para hacerlo. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Growl. —Tengo dos perros más para ti, los salvé del depósito de chatarra de uno de mis hermanos muertos del club. Uno de ellos está herido. Growl aún parecía cauteloso, pero parte de su resguardo desapareció cuando vio a los perros en el asiento del pasajero. —Muéstrame. Me acerqué a la puerta del pasajero y la abrí. —Salgan. —Los perros obedecieron y saltaron del auto. El mayor gruñó cuando Growl se acercó a él, pero el hombre alto se puso en cuclillas y habló con voz tranquila con el perro. Se calmaron pronto y se acercaron al trote. Les dio unas palmaditas. —Llamaré a nuestro veterinario para que pueda mirar la herida, y deberías regresar a la ciudad y reunirte con Luca. Ignoré la última parte y señalé la caja de la camioneta. —Tengo la moto de Matteo. ¿Puedo dejarla aquí para que él pueda recogerla? Growl se enderezó, la sospecha regresando a su rostro. —¿Por qué no se la entregas? —No voy a regresar a Nueva York ahora mismo. Aún tengo algunos asuntos que atender antes de que pueda unirme al equipo de Luca. Growl negó con la cabeza. —Así no es cómo funciona. —Así es cómo funciona conmigo —dije simplemente—. Probablemente regresaré en un par de días, dile eso a Luca. —¿Ahora de qué asunto tienes que encargarte?
  • 17. 17 —Eso solo es asunto mío. Pero no es nada que concierna a la Famiglia. —Todo concierne a la Famiglia, sobre todo si se trata de Marcella Vitiello. ¿Ella sabe que te irás? —Puedes decírselo. Ella lo entenderá. —En realidad no estaba seguro de que eso fuera cierto, especialmente porque no podía darle detalles de mis planes, no con alguien delatándome. Nunca había sido responsable ante una mujer, excepto por mi madre cuando era un niño, pero incluso eso se detuvo cuando me convertí en un adolescente. Growl entrecerró los ojos. —Si no estás seguro de Marcella o de dónde está tu lealtad, será mejor que no regreses. Luca te regaló tu vida una vez. No volverá a ser tan amable. —¿Qué te importa? —Sé dónde está mi lealtad. Luca me acogió cuando no tenía a dónde ir. No soy alguien que pisotea un regalo como ese. —Solo dile a Marcella que volveré una vez que me haya ocupado del asunto y dile a Matteo que gracias por su moto. Me giré y volví al interior del auto. No necesitaba un viaje de culpa por parte de Growl. Tenía la intención de conducir hasta la mansión Vitiello y preguntar por Marcella, aclarar las cosas con ella, pero encontrar a Gray antes de que lo mataran era mi máxima prioridad. Una vez que me dijera quién había filtrado la información sobre mí matando a su padre, podría decidir cómo manejarlo. Ni siquiera estaba seguro de cuánto tiempo llevaría eso, pero Marcella y yo habíamos pasado por algo peor que unos pocos días de separación. Nos reuniríamos pronto, y maldita sea, no podía esperar a saborearla otra vez. Estar en casa aún se sentía extraño después de semanas de cautiverio. Había pasado casi todos los segundos del día con Maddox y estar separada de él se sentía extraño. Extrañaba su presencia, incluso su boca sucia, y en más de un sentido, pero obviamente había tomado la
  • 18. 18 decisión de seguir adelante y disfrutar de la libertad que solo el estilo de vida motero podía ofrecerle. Mis labios se torcieron con amargura a medida que observaba por la ventana, hacia la calle frente a nuestra casa. Seguía haciéndolo, incluso si Matteo me hubiera dicho hace una hora que Maddox no regresaría. El secuestro había alterado mi mente, incluso si no quería admitirlo ante nadie. Quizás era bueno que Maddox hubiera tomado la decisión que yo había sido demasiado débil para tomar, demasiado enamorada, y había cortado los lazos entre nosotros. ¿En serio era posible reconstruir una relación con base de un entorno normal, sin miedo y carente de libertad? Nunca lo sabríamos. No odiaba a Maddox por irse. También había tenido dudas si no hubiera sido mejor dejar que papá matara a Maddox porque entonces las cosas habrían sido más fáciles. Una vida con Maddox habría sido un desafío no solo para mí, sino también para mi familia y la Famiglia, uno que no estaba segura de que todos hubieran dominado. Amo dejó escapar un sonido bajo de disgusto. —Deja de mirar por la ventana como un perro esperando a su dueño. No volverá. Es un motero desleal, y estás mejor sin él. Le di a mi hermano mi mejor mirada de muerte, furiosa por su comparación. —Un perro menea la cola y da la bienvenida a su dueño después de su regreso, pero puedes apostar tu trasero a que patearé a Maddox en las bolas cuando se pavonee de nuevo en mi vida. Amo negó con la cabeza. —Sé que lo harías, pero deberías dejar que papá se encargue del idiota y hacer que lo maten. Marci, ese es el corte limpio que necesitas. Que él aún esté ahí afuera te está frenando y en realidad no deberías permitir que eso suceda. Necesitas tu energía y tu cerebro para mostrarles a los soldados de papá quién manda. Finalmente di la espalda a la ventana. Solo la ventana de Amo tenía vista a las calles, mientras que mi ventana apuntaba hacia los jardines, probablemente una más de las medidas de seguridad de papá. —Nada me está frenando. Puedo separar mi corazón de mi cerebro. Mi trabajo en la Famiglia no tiene nada que ver con Maddox y conmigo. —No hay un Maddox y tú. Te dejó. Entrecerré mis ojos.
  • 19. 19 —No puede dejarme. No estábamos en una relación para empezar. Amo me desestimó. —No sigas. No quiero saber los detalles sobre tu carcelero con estatus de beneficios. Lancé lo primero que pude agarrar a Amo, un pesado libro de álgebra del suelo. Apenas logró esquivarlo, luego levantó los brazos. —Está bien. No volvamos a mencionar al motero. —Gracias. —Avancé hacia su sofá y me hundí. Amo volvió a concentrarse en la pantalla de su computadora, donde estaba leyendo sobre la topografía de Pensilvania. No estaba segura si era para la tarea o para su cacería de moteros. —Nuestros soldados te aceptarán eventualmente —dijo Amo, aunque había un pero oculto en su tono. Nuestros soldados. Para él, todo sobre esto era algo natural. Fue recibido con los brazos abiertos, y nadie cuestionó que se convertiría en Capo una vez que papá se jubilara. También sabía lo que Amo no estaba diciendo. —Porque respetan y temen a papá. No lo negó. —Me ganaré su respeto. —Tendrás que trabajar más duro de lo que yo nunca lo haré. Lo sabía. Despreciaban a las mujeres. Se suponía que debíamos ser bonitas y saber cuándo mantener la boca cerrada. Me evitaría los comentarios sexistas gracias a papá, pero los hombres no me tomarían en serio. —¿Aún estás segura del tatuaje? —preguntó Amo, señalando en la dirección general de mi espalda. Me tensé como siempre lo hacía cuando recordaba las feas palabras tatuadas en mi espalda. Puta Vitiello. —Sí. No pasaré meses intentando quitarlo solo para que queden cicatrices. La gente sabría lo que significan esas cicatrices y que lo que pasó me molestó lo suficiente como para querer borrarlo por completo de mi cuerpo. Eso parecería débil. Conservaré las palabras, pero las cubriré con mi verdad. Amo asintió. —Quizás también me haga otro tatuaje.
  • 20. 20 Me burlé. —Buena suerte para convencer a mamá. Ni siquiera te harías tu primer tatuaje si no lo necesitaras para la Famiglia. —Papá hablará con ella. Puse los ojos en blanco. Sonó un golpe suave. —Adelante —respondió Amo. Mamá asomó la cabeza, su expresión preocupada, pero despejándose cuando me vio. —Marci, ahí estás. Primero fui a tu habitación. Rara vez pasaba tiempo en mi habitación. Amo aún no se había quejado de mi presencia. Si en realidad no le molestaba o solo era su sobreprotección manifestándose, no estaba segura. —¿Qué necesitas? —pregunté, dándole a mamá una sonrisa firme. Aún estaba preocupada por mí, especialmente desde la desaparición de Maddox. Probablemente, estaba tan aliviada en secreto por su partida como papá, pero nunca lo diría. —Giovanni está aquí. Mi boca se abrió, completamente desconcertada. —¿No llamó? —No que yo sepa —respondió mamá. Le echó un vistazo a Amo. Se encogió de hombros con un solo hombro. —No tengo su número, o él el mío. No somos muy cercanos. Me tragué la ira. —Papá. Dudo que Giovanni se atrevería a pasar sin pedir primero permiso. Mamá me dio una sonrisa tranquilizadora. —Tu padre se preocupa por ti tanto como yo. Quizás pensó que te haría bien verlo. Caminé por la habitación de un lado a otro. —¿Cómo me hará bien ver a mi exnovio solo unas horas después de que Maddox se fue? —Las viejas llamas arden por más tiempo, ¿no? —murmuró Amo. Le habría arrojado otro libro, y esta vez no habría fallado, si mamá no hubiera estado presente.
  • 21. 21 —¿Lo verás, o debería despedirlo? —preguntó mamá—. Está en el vestíbulo. No podía creer que Giovanni estuviera aquí. De todas las personas que no quería ver en este momento, él estaba en la cima. —Despídelo. No puedo lidiar en este momento con él. Mamá asintió y se volvió. Maddox probablemente ya se estaba poniendo cómodo con una de sus aventuras en este momento, haciendo que ella le diera una mamada. La idea me puso enferma y furiosa a la vez. No me arrepentía de lo que había pasado entre nosotros, lo había disfrutado demasiado, pero deseaba no haberme involucrado emocionalmente. —¡Espera! —grité, tambaleándome detrás de mamá. Ella se volvió con las cejas arqueadas. —Hablaré con él —dije rápidamente—. Sería de mala educación despedirlo cuando ha venido hasta aquí. —Eso es cierto —dijo mamá—. Ten la mente abierta. Se refería a que quizás debería reconsiderar a Giovanni. Mi primer instinto fue decir que no, porque romper con Giovanni se había sentido liberador. No podía ver cómo volver a estar con él podría hacerme sentir mejor. Volver con un exnovio solo porque una no podía estar sola o para calmar un corazón roto era la peor opción. —¿Debo decirle que necesitas prepararte? Me miré por encima. Llevaba mallas de gimnasia y un suéter, ropa que solo había usado en público en mi camino hacia o desde el gimnasio. Aun así, negué con la cabeza. —No tengo ganas de disfrazarme. Giovanni podía ver mi verdadero ser, la chica del suéter sin maquillaje. Solo era una diminuta parte de mí, pero era una que nunca había conocido. Solo la Marcella perfecta. Seguí a mamá escaleras abajo. Como había dicho, Giovanni esperaba en el vestíbulo, contemplando una vieja foto familiar con leve curiosidad. Ya debe haberla visto cien veces. Se volvió hacia mí cuando estaba en el último escalón, sus ojos fijándose en mi atuendo. La sorpresa cruzó por su rostro, pero la ocultó rápidamente con una sonrisa cálida. Para mi sorpresa, ya no estaba enojada con Giovanni por sus palabras en cuanto a terminar arruinada si rompía con él. El secuestro puso todo en perspectiva. Se había sentido herido y conmocionado, de modo que arremetió de la única manera que pudo.
  • 22. 22 Asentí hacia mamá, indicándole que podía irse. Se metió en la sala de estar y cerró la puerta. El silencio se extendió entre Giovanni y yo. Iba, como de costumbre, vestido inmaculadamente con una camisa abotonada y pantalones de Budapesters. El atuendo ya no me provocaba nada. Maddox me había convertido en una amante de las chaquetas de cuero, las botas de motero y los jeans, lo que me enfurecía aún más, considerando que nadie en nuestros círculos vestía así. —Marci —dijo Giovanni suavemente, sacándome de mis pensamientos. Forcé una sonrisa y bajé el último escalón, pero no me acerqué a él. —Giovanni, te ves bien. Era lo más tonto que podía haber dicho y solo podría superarlo si comenzaba a hablar del clima. Su sonrisa se ensanchó. —También lo haces. Negué con la cabeza. —Estoy en ropa de gimnasia, sin maquillaje. No tienes que mentir. —Marci, no estoy mintiendo. No soy fan de tu atuendo, pero te ves tan hermosa como siempre. —Gracias —dije, y sonreí con más honestidad que en todo el día. Este comentario sobre mi atuendo me habría hecho estallar en el pasado, pero ya no me importaba la aprobación de Giovanni. Me habían arrebatado de las manos ser perfecta a los ojos de todos, y de muchas maneras, eso me hizo la vida más fácil. —¿Puedo acercarme? —preguntó Giovanni. —¿Por qué lo preguntas? —Pero entonces, comprendí. Los rumores habían llegado a sus oídos y pensó que tendría miedo de su cercanía. No es que antes hubiera sido del tipo sensiblero, pero estaba segura de que su vacilación provenía ahora de un lugar diferente. —Seguro. Giovanni, estoy bien. No tienes que tratarme como si fuera frágil. Giovanni acortó la distancia entre nosotros y tomó mis manos, algo que no esperaba, pero no me aparté. Después de todo, estar cerca de alguien más que mi familia se sintió bien, pero Giovanni no era el hombre que quería que me consolara. Sin embargo, ese hombre había huido como un maldito cobarde. Dejé a un lado cualquier pensamiento sobre Maddox.
  • 23. 23 Giovanni me miró a los ojos. Los suyos lucían enamorados y devotos como lo había sido antes. No huiría. No, él estaba aquí, pidiéndome una segunda oportunidad. —Quiero que lo intentemos otra vez. Marci, esta vez todo puede ser diferente. —¿Diferente cómo? —pregunté. Bajó la voz como si temiera que alguien pudiera estar escuchando a escondidas. Eso casi me hizo poner los ojos en blanco nuevamente. —No me contendría más. Te daría todo lo que necesitaras. Te besaría en todas partes, te tocaría en todas partes. Me acostaría contigo. —¿Lo harías? —Sí —dijo—. Ya nada nos detiene. Podríamos ser como una pareja normal incluso sin estar casados. De todos modos, la gente no esperará las sábanas ensangrentadas. Me tomó un momento procesar sus palabras y luego superarlas. Parecía aliviado de que me hubiera acostado con Maddox, porque los rumores de que me había revolcado con un motero significaban que ya no tenía que preservar mi virginidad. Significaba que ya no tenía que temer a mi padre, porque en comparación con Maddox, dormir con Giovanni era algo que papá probablemente aplaudiría. Saqué mis manos de las suyas, una vez más enojada. —Te equivocas. Algo nos está frenando, mis sentimientos por ti. Ya no quiero estar contigo, ni en el sentido físico, ni tampoco emocionalmente. Giovanni, he seguido adelante, y tú también deberías hacerlo. —Marci, no tienes que avergonzarte de lo que pasó. Los rumores desaparecerán eventualmente. Una vez que estemos casados, la gente solo te verá como la mujer a mi lado. Me costó un autocontrol imposible no gritarle con todas mis fuerzas. De todos modos, había reprimido demasiadas emociones, pero no quería alertar a mamá, o peor aún, a papá. Ya me estaban cuidando las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y un colapso mental definitivamente no ayudaría en mi caso. —Por favor, ahora vete —presioné—. No me interesa ser la mujer al lado de alguien en este momento. Quiero centrarme en el trabajo. Aprender los entresijos de la Famiglia requerirá tiempo y dedicación. Creo que deberías buscar otra mujer. Tuve que admitir que estaba orgullosa por mi voz moderadamente tranquila.
  • 24. 24 La insinuación de una sonrisa comprensiva cruzó por el rostro de Giovanni. —Mi padre mencionó tu plan para unirte a la Famiglia. —Sacudió la cabeza de una manera que no podía describirse como nada más que condescendiente—. Marci, escucha, tu padre te está complaciendo porque te lastimaron, pero la gente está empezando a hablar. No es apropiado que una mujer quiera un lugar en nuestras filas. Se suponía que las mujeres no quisieran nada. Ni sexo, ni amor, y definitivamente no un lugar en el mundo en el que nacieron. —Solo quiero lo que me merezco como una Vitiello. Amo y Valerio no tendrán que justificar su deseo de formar parte de la Famiglia. —Son hombres —dijo Giovanni, como si fuera una novedad para mí. ¿Siempre había sido así de insufrible, o había sido más dócil en el pasado? Honestamente, no podía decirlo. —Y soy una mujer lo suficientemente fuerte como para exigir lo mismo. Giovanni suspiró. —Pero no estás enfrentándote las mismas pruebas que todos los hombres pasan para formar parte de la Famiglia. Tenemos que hacer un juramento, hacernos un tatuaje. Tenemos que sangrar y sufrir por la causa. Lo perdí. —Giovanni, fui tatuada, sangré y sufrí por una enemistad entre la Famiglia y el Tartarus. —Aparté mi cabello a un lado, dejando al descubierto el lóbulo de mi oreja que me faltaba. Luego abrí la cremallera de mi suéter y tiré de la camisa debajo de modo que mi hombro estuviera desnudo, revelando la parte superior del tatuaje. Los ojos de Giovanni se abrieron del todo cuando lo vio—. ¿Qué tipo de dolor has sufrido que sea peor? ¿Mmm? —Marci, lo siento. Sufriste, tienes razón. Pero no lo hiciste pensando en la Famiglia, no sufriste por la causa. Fuiste un daño colateral. Y si hubieras conocido algún secreto de valor, lo habrías revelado al segundo en que amenazaron con cortarte la oreja. —Al ver mi expresión, agregó—: Lo cual es comprensible. Eres una mujer con un nivel diferente de resistencia al dolor. —Giovanni, vamos —dijo Amo arrastrando las palabras, bajando los escalones—. La última vez que tuviste que practicar peleas, casi lloraste porque alguien te torció la puta muñeca. Marcella es más dura que las piedras. Si nuestro padre esperara que sufriera por la causa, ella lo haría de nuevo y no se rompería, porque es una Vitiello. Y hacerse un tatuaje no te
  • 25. 25 hace más leal. Marcella vive y respira por nuestra familia, y nuestra familia es la Famiglia. Podría haberlo abrazado en ese momento. Podía lidiar con Giovanni por mi cuenta, pero el apoyo de Amo y la forma casual en la que confirmó que había sufrido por la causa tuvieron un peso diferente ante los ojos de Giovanni. La palabra de mi hermano y mi padre probablemente siempre pesaría más que la mía, pero me aseguraría de que mis palabras al menos fueran escuchadas. Amo se detuvo a mi lado, dándole a Giovanni una sonrisa un poco inquietante. —¿Hay algo más que quieras? —Creo que Giovanni quiere irse ahora —dije. Giovanni dio un paso atrás, luego otro. Asintió. —Marcella, lamento que te sientas como te sientes. Espero que esto no arroje una mala luz sobre ti y tu familia. —Adiós —murmuró Amo, y Giovanni finalmente se dio la vuelta y salió corriendo. Dejé escapar un grito reprimido, cerrando mis manos en puños. —Quiero golpear algo realmente duro. —Si quieres puedes golpear mi saco de boxeo hasta derribarlo. Ahora mismo me dirigía al gimnasio. —Está bien —dije—. De todos modos, no tengo un mejor lugar para estar. —Salir o reunirse con amigos aún estaba fuera de discusión. La puerta se abrió y papá entró al vestíbulo con Valerio a su lado. La mirada de papá se enfocó en mí inmediatamente. Debe haberse cruzado con Giovanni o al menos haber visto su auto. Aunque de todos modos los guardaespaldas probablemente le habían informado sobre nuestro invitado al mismo segundo en que había llegado. —¿Está todo bien? —preguntó papá, mirando de mí a Amo. —Nos dirigíamos al gimnasio para poder darle una paliza al saco de boxeo de Amo. La preocupación llenó los ojos grises de papá. —¿Qué pasó con Giovanni? —Es un idiota —comentó Valerio—. Nunca me gustó y me alegro que Marci lo haya dejado. Necesita a alguien más genial a su lado.
  • 26. 26 —Gracias por el consejo —dije con una sonrisa—. La próxima vez serás el primero en conocer a mi novio. —¿Amo? —preguntó papá, con una pizca de impaciencia en su voz. —No pasó nada —respondí con firmeza—. Quería una segunda oportunidad y le dije que no. Después me informó que no debería unirme a la Famiglia porque nunca sufriría por la causa como lo hacen los hombres. —Me encogí de hombros—. No es gran cosa. La ira retorció el rostro de papá. Valerio se acercó a mí. —Algunos de mis amigos dijeron lo mismo, pero les di una patada en el culo y les dije que eras muy dura, ahora me creen. Revolví su melena rubia. —Soy la chica más afortunada del mundo por tener hermanos tan leales y brutales. —Me ocuparé de Giovanni y los otros hombres que hablen mal de ti. —Papá, les demostraré mi valía. Papá asintió distraídamente, probablemente ya estaba haciendo una lista de personas a las que castigaría. Eso no haría que me respetaran más. —¿Puedo hablar contigo después de mi entrenamiento? —pregunté. —Estaré en la oficina, solo ven. —¿Puedo ir con ustedes? —preguntó Valerio cuando Amo y yo nos dirigimos al sótano. —Claro, pero queremos hacer ejercicio, así que deberías ponerte ropa de gimnasia —le dije. —¡Vuelvo enseguida! —llamó Valerio, ya girando y corriendo escaleras arriba. —Es como una ardilla con esteroides. ¿De dónde saca toda su energía? —murmuró Amo. Sonreí y seguí a Amo hasta su gimnasio. Amo me mostró cómo golpear el saco de boxeo, haciéndolo parecer sin esfuerzo, y pronto mis nudillos ardieron. Valerio entró corriendo, todas sus extremidades larguiruchas y cabello revuelto. Pronto todos nos reíamos a medida que nos turnábamos para patear y golpear el saco. Incluso Amo se tomó por una vez su entrenamiento solo medio en serio.
  • 27. 27 Cuando volví a subir las escaleras un poco más tarde y me dirigí a la oficina de papá, me sentí más feliz que en mucho tiempo. Hoy me había demostrado una vez más que podía sobrevivir a cualquier cosa mientras tuviera mi familia. Después de llamar a la puerta, entré a la oficina de papá. Me dio una sonrisa forzada. —Princesa, ¿de qué quieres hablar? —Quiero escuchar tu opinión honesta sobre cómo puedo ganarme el respeto de tus soldados y convertirme de verdad en parte de la Famiglia. A medias no funcionará, ahora me doy cuenta de eso. —No te verán como parte de la Famiglia mientras no te hagamos parte oficialmente de la Famiglia. —Entonces déjame prestar juramento. Papá sacudió la cabeza. —Tendrías que cortarte la palma y hacerte el tatuaje. Arqueé las cejas. Los ojos de papá se movieron hacia el lóbulo de mi oreja, tornándose temerosos por un momento antes de soltar un suspiro brusco. —Ojalá hubiera matado a Earl. ¿Estás segura de que no quieres que mate a los otros White? Gray y… Maddox. El hombre que seguía apareciendo en mi cabeza sin ser invitado. Matarlo no cambiaría eso. —Sí, estoy segura —dije con firmeza. Caminé hacia el costado de papá y envolví mis brazos alrededor de su cuello—. Quizás tus hombres necesiten un gesto, uno que demuestre que realmente quiero esto y que tú también me exigirás ciertas cosas. Papá, no me importa cortarme la palma. No después de sobrevivir al Tartarus. —Porque sufriste cortes en manos del Tartarus por mi culpa, no quiero que vuelvas a sufrirlos. —Esta vez sería en mis términos, mi hoja haciendo el corte. —No obstante, será doloroso. —Puedo manejarlo —dije con firmeza. —Sé que puedes. —Papá tomó mi mejilla—. Pero no te haré tatuar delante de un salón de hombres lujuriosos. Siempre te tratarán de manera diferente, un tatuaje no lo cambiará. Sabía cuándo dejar de negociar.
  • 28. 28 —¿Cuándo puedo prestar juramento? Papá sacudió la cabeza con una risita. —Hay una iniciación de cuatro niños en un mes, o si quieres ser iniciada por tu cuenta, entonces… —No, quiero ser iniciada con los hombres. Papá asintió una vez. —Has elegido un camino muy difícil. Me alegro de que no tengas que cargar además con White.
  • 29. 29 Me tomó dos días y algunos miles de dólares de soborno averiguar dónde estaba Gray. Mis antiguos contactos habían recelado de mí, como esperaba, y no habían estado dispuestos a entregar información como un favor. Apenas había salido con vida del último bar de moteros, pero al menos con información sobre el escondite más nuevo de Gunnar. La noticia de que me había convertido en un traidor había circulado mucho más rápido de lo que había previsto. Y no solo eso, la gente sabía que había matado a Earl. Esa era información que solo muy pocas personas tenían, y uno de ellos obviamente había derramado los frijoles con mucho gusto, probablemente con la esperanza de que me mataran pronto. Tenía mis sospechas. Luca podría haberme dejado ir porque Marcella se lo pidió, pero preferiría que nunca volviera con ella. Me quería muerto. No tenía ninguna duda al respecto. No lo habría catalogado como del tipo astuto, pero tiempos desesperados… Por supuesto, no era el único que sabía que había matado a Earl. Matteo, Amo, Marcella y al menos Growl… tal vez más de los soldados de Luca. A excepción de Marcella, cada uno de ellos podría haber dejado escapar la información para deshacerse de mí. La cabaña donde Gunnar se escondía con algunos otros moteros no estaba rodeada por una cerca como lo había estado nuestro último club, pero eso no significaba que estuviera menos protegida. Gunnar tenía predilección por las trampas explosivas. Algo que había aprendido en su tiempo en el ejército y luego refinado como parte de la escena preparatoria. Estacioné mi motocicleta en el camino de tierra que conducía a la cabaña. Había tres huellas de neumáticos, surcos profundos que se habían hundido en el suelo con el tiempo. Solo tenía sentido que la gente se mantuviera en las vías si había peligro a su alrededor. El problema era que no confiaba en que las tres pistas fueran igualmente seguras. Tenía la sensación de que una de ellas al menos era una trampa y escondía varias bombas esperando para destrozarme. Examiné el suelo a izquierda y derecha del camino de tierra, esperando encontrar una señal de que era seguro allí. Pero la hierba
  • 30. 30 ocultaba posibles huellas y bombas del ojo. Sin mencionar que nunca había sido bueno siguiendo pistas. Eso había sido cosa de Gray. Mi mejor apuesta era elegir una de las pistas en el camino de tierra y esperar lo mejor. Me puse de puntillas para tener una mejor vista de la cabaña. Después de unos segundos, vi el techo de un camión. Si Gunnar y sus amigos usaban el camión, podrían haber usado esta vía para llegar allí, de modo que solo las vías exteriores serían seguras. A menos que usaran una carretera secundaria de la que no sabía nada o no usaron en absoluto el camión… desde mi punto de vista, ni siquiera podía ver si la cosa aún estaba en condiciones de funcionamiento. Respiré hondo, volví a poner en marcha mi motocicleta y estaba a punto de entrar en la pista exterior izquierda cuando una voz me gritó: —Si fuera tú no elegiría esa pista. Mi cabeza se disparó en alto, mis ojos abriéndose del todo y luego mis labios formaron una sonrisa cuando vi a Gray. No parecía en lo más mínimo feliz de verme. Aún llevaba su chaqueta del Tartarus. Verlo apretó mi pecho. Hasta hace poco, no había ido a ninguna parte sin mi chaqueta, solo quitándomela para dormir, y ocasionalmente para tener sexo, aunque a la mayoría de las mujeres les encantaba verme con ella. Detrás de él, Gunnar también apareció, luciendo aún más infeliz. Incluso desde la distancia, podía ver el bulto gordo en su frente, cerca de su sien, donde lo golpeé. —Maddox, ¿qué estás haciendo aquí? No eres bienvenido. —Vengo en son de paz. Tenemos que hablar. Gray negó con la cabeza. No estaba seguro si no creía que hubiese venido en paz o si no quería hablar conmigo. —Mad, se dice que ahora eres uno de los secuaces de Vitiello. Matar moteros es tu trabajo nuevo. No estoy seguro de querer que estés cerca de mí y mis amigos —gritó Gray, cruzando los brazos sobre el pecho. —Si hubiera querido matarte, podría haberlo hecho en la casa club. No quiero a ninguno de los dos muertos, y no soy uno de los secuaces de Vitiello, ¿de acuerdo? No necesitaban saber que la descripción de mi trabajo futuro implicaba perseguir a los partidarios de Earl. Gray volvió a negar con la cabeza, murmurando algo a Gunnar. Me estaba volviendo loco que estuviera demasiado lejos para escuchar lo que estaba pasando. —¿Puedo subir a hablar?
  • 31. 31 Gunnar me señaló con un dedo de advertencia. —Suelta tus armas, y no intentes jodernos, Mad. Me agradabas, pero no dudaré en matarte. —Estoy soltando ahora mis armas. —Saqué la pistola y el cuchillo de mi bota y mi cinturón y los dejé en el suelo de una manera muy obvia. A pesar de lo que había sucedido, aún sentía cierta confianza en estos dos. Quizás era una nostalgia tonta—. Hecho. —Nuestros amigos dentro de la cabaña tienen un dedo en el gatillo muy nervioso… —Lo entiendo —interrumpí a Gunnar—. Me equivoco y me matan. Me portaré bien, lo juro. —¿Cuánto vale tu juramento? —gritó Gray—. Eres un mentiroso y un tramposo. —Puedes elegir el camino de la izquierda —dijo Gunnar—. El del medio es una mala idea. Miré a Gray, quien me había advertido sobre el camino de la izquierda, luego de nuevo a Gunnar. —El chico está un poco cabreado contigo por matar a su padre — explicó Gunnar. Gray se dio la vuelta y se alejó, dejándome con la elección de en quién confiar. Gunnar y yo habíamos corrido muchas carreras. Me gustaba más que todos los demás. Pero Gray era mi hermano, y un adolescente exaltado que había perdido a su padre y al club. —Maldición —murmuré. Tomando otra respiración profunda, tomé el camino de la izquierda y arranqué mi moto. Mi corazón galopó como un caballo salvaje cuando mi neumático tocó la pista y prácticamente contuve la respiración hasta el camino de entrada donde Gunnar me esperaba con una pistola en la mano. Solté una carcajada cuando me detuve, abrumado por el alivio de que no me hubieran hecho pedazos. —Apaga el motor —ordenó Gunnar, aún con el arma apuntando a mi cabeza. Hice lo que me dijo y levanté las manos sobre mi cabeza con una sonrisa irónica. —Gunnar, vamos. No somos enemigos. No tengo nada en tu contra. No te maté. Y no me mataste. Diría que estamos empatados.
  • 32. 32 —Destruiste el club —murmuró Gunnar, señalando con un dedo el emblema del Tartarus sobre su pecho—. ¿O lo has olvidado? —No destruí nada. Earl lo hizo cuando empezó a torturar a Marcella. Eso fue un puto desastre. Se salió de control. Tú lo sabes, y muchos de los nómadas también lo saben. Es por eso por lo que se fueron en primer lugar. Gunnar me miró. —No diré que deberías haber hablado con Earl porque ambos sabemos cómo habría terminado. Pero podrías haberte presentado a votación como el nuevo presidente. —La mayoría de los hombres que permanecían en el club eran leales a Earl. Es por eso por lo que se quedaron y no se convirtieron en nómadas. No habría ganado y Earl definitivamente me habría matado entonces. Al final me quería muerto. Primero intentó matarme, así que no estoy triste por haberlo matado. Gunnar se encogió de hombros. —La sede también está muerta. —No tiene que ser así. Tú y los otros nómadas podrían reconstruirla de nuevo, con los ideales que solía tener. Hermandad, y libertad. No dinero, venganza y drogas. Una parte de la sede original del Tartarus aún estaba en Texas y algunas sedes más pequeñas estaban esparcidas por toda la Costa Este. Pero el corazón del Tartarus siempre había sido la sede principal de Earl, que la había seguido desde Texas hasta Jersey. —¿Y quién debería convertirse en presidente? ¿Gray? —resopló—. Es un niño. —Es demasiado joven —coincidí—. Podrías encargarte del trabajo hasta que Gray esté listo para hacerse cargo. Gunnar sonrió. —No soy un líder. No quiero decirles a estos chicos qué hacer. Solo quiero andar en moto, beber una cerveza, y pasar un buen rato con mis hermanos. Eso es todo. —Entonces, elige a otra persona. ¿Y Roland? Está bien conectado y le agrada a todo el mundo. Roland había sido uno de los últimos en convertirse en nómada. Él y yo nos llevábamos bien.
  • 33. 33 —Lo dijiste, le agrada a todo el mundo. ¿Alguna vez has visto a un pres que se ganara el respeto de una pandilla de moteros por ser un buen tipo? Asentí hacia el arma en la mano de Gunnar. —¿Qué tal si guardas eso? Como dije, vengo en paz. No son las personas contra las que guardo rencor. —Entonces, ¿aún estás a la caza? —No de cacería, pero estaré atento al antiguo equipo de Earl. No quiero problemas, pero no esperaré a que lleguen a mi puerta. —¿Te refieres a la puerta de tu chica? No lo confirmé ni lo negué, pero Gunnar se rio. —Mierda, te tiene agarrado de las bolas. —Como Barb te atrapó. Gunnar se encogió de hombros. —Barb conoce su lugar en la vida del club. Tu chica no lo hace. Tendrás que renunciar a la vida a la que estás acostumbrado, la vida a la que juraste tu vida. Ella no será tu mujer. —Es quien es, y soy quien soy. Podemos seguir siendo quienes somos y seguir juntos. —¿Estás seguro? No puedo verte follándote a cualquier fulana o montando tu moto toda la noche mientras eres el perro faldero de su padre. —No seré el perro faldero de nadie, y no es como si desde hace un buen rato has estado follando con fulanas más que Barb. Gunnar me hizo un gesto con el dedo. Sabía que tenía puntos válidos. Mi vida iba a cambiar drásticamente una vez que Marcella y yo estuviéramos juntos de verdad. Ya había cambiado al momento en que traicioné a mi club y maté a Earl. Aún no estaba seguro de cómo saldría todo, cómo serían nuestras vidas dentro de cinco años, pero sabía que quería que fuera con Marcella. Seguía siendo un pensamiento impactante, uno que nunca me había considerado tener. Pero Marcella lo había cambiado todo, hasta cierto punto, incluso a mí. —Podrías liderar el nuevo Tartarus, ¿sabes? —dijo Gunnar en voz baja, sorprendiéndome. —Tú mismo lo dijiste, quemé la mayor parte de lo que era Tartarus y maté no solo a Earl sino a otros moteros. Dudo que obtenga muchos votos si me presento a la presidencia. Me colgarían del árbol más cercano.
  • 34. 34 —Podrían hacerlo, o podrías convencerlos de que estás dispuesto a crear algo mejor. Me reí entre dientes y me bajé de la moto. —Gunnar, me estabas apuntando con una pistola porque no confiabas en mí. Estos tipos me conocen aún menos, y lo que saben de mí son los rumores de mi traición y el asesinato de Earl. No escucharán, me dispararán y ni siquiera puedo culparlos. Gunnar se encogió de hombros. —Consideraría darte mi voto. No me gusta cómo manejaste las cosas, no me gusta que estés todo enamorado de la princesa italiana, pero creo que podrías ser un gran presidente. Negué con la cabeza nuevamente. Siempre había querido ser presidente del Tartarus. Durante mucho tiempo, había dejado el pensamiento a un lado porque Gray era el heredero legítimo de Earl, y ahora tenía que dejarlo a un lado otra vez. Ser presidente de un club de moteros, especialmente el Tartarus con su historia de fondo, y ser el hombre junto a Marcella (y estaba jodidamente seguro de que quería ser el hombre a su lado) era imposible. —Piénsalo. Hay más chicas bonitas por ahí. Quizás incluso más bonitas que la princesa italiana. Le di una mirada dudosa. Se encogió de hombros. —Quizás no más hermosas. Pero servirían. Me acerqué a Gunnar y le di unas palmaditas en el hombro. —Gracias. Pero no solo es su apariencia. Marcella es la reina que no sabía que necesitaba en mi vida. No hay nadie más por la que me gustaría que me tengan por las bolas. —Eché un vistazo a la cabaña y vi tres cabezas observándonos a través de las ventanas cubiertas de tierra. Apuesto a que cada uno de esos tipos tenía un arma en la mano. —¿Gray está ahí? —Hay un pequeño arroyo colina abajo. Va allí cuando necesita pensar. —Gunnar me detuvo con una mano en el hombro. —El niño no solo perdió a su padre, también perdió a su hermano. —No me perdió. —No lo sabía hasta hace unos minutos, y tal vez aún no lo sabe. Podrías ser su enemigo. Tal vez soy un tonto por pensar que no eres también el mío.
  • 35. 35 —Gunnar, no soy tu enemigo, y definitivamente no soy el de Gray. —Entonces, díselo. El chico está perdido. Reprimí mi culpa. Mis decisiones no solo me habían afectado. También habían afectado a Gray. —Asegúrate de que estos tipos no me hagan un agujero en la cabeza, ¿de acuerdo? Trepé por un camino accidentado serpenteando a través del bosque mientras seguía el sonido del agua corriendo. Gray estaba sentado sobre una piedra maciza, fumando y observando el arroyo. Gray no alzó la vista a pesar de que debió haber escuchado mis pasos. Sin embargo, sus hombros se tensaron. De cerca, parecía demacrado, como si hubiera perdido mucho peso en los pocos días que no nos habíamos visto. Al principio, me detuve a su lado sin decir nada. Quería que él comenzara esta conversación, que me diera una entrada fácil. Estaba siendo un cobarde por una vez, pero la culpa siempre me hacía sentir incómodo. Al final, me aclaré la garganta. Gray apartó el cigarrillo. Parecía más viejo de lo que lo recordaba y un corte reciente le marcaba la mejilla izquierda. —¿No dirás algo? —pregunté. Aún nada. —¿Quizás explicar por qué querías matarme al enviarme por la pista minada? Tenía que admitir que me dolía jodidamente pensar que Gray me quería muerto, que me odiaba lo suficiente como para querer verme destrozado por una trampa explosiva. Quizás no debería sorprenderme. —Jura que no mataste a nuestro padre —susurró. —Era tu padre y no uno muy bueno. Los ojos de Gray se abrieron del todo al comprender. —¡En serio lo mataste! —Se puso de pie y empujó mi pecho, haciéndome retroceder un paso—. ¡Mataste a nuestro padre! Levanté mis manos. No tenía la menor intención de pelear con Gray. —No era el hombre que ambos queríamos que fuera. —¿Y qué? Él te acogió y crio, y tú lo traicionaste y mataste.
  • 36. 36 —Mamá nos crio y Earl nos hizo parte del Tartarus. Éramos sus soldados más que sus hijos, lo sabes. —¡No tenías derecho a matarlo! —Gray se volvió, secándose los ojos con enojo. Aún era un niño en muchos aspectos. Aún no tenía la dureza de Earl ni la mía, tenía un corazón blando. Eso probablemente cambiaría con el tiempo, especialmente si seguía viviendo la vida de MC, pero no quería que le pasara. Por alguna razón, imaginaba a Gray viviendo su vida como músico, recorriendo clubes pequeños con su guitarra y cantando canciones de amor cursis a las chicas dulces de un pueblo pequeño. —Era yo quien lo matara, o Luca Vitiello. ¿En serio habrías preferido que Earl muriera a manos de ese loco? Dudo que hubiera podido matar a Earl tan fácilmente si la situación hubiera sido diferente. A pesar de la aversión entre nosotros al final y él intentando que me comieran los perros, había sido una figura paterna durante la mayor parte de mi vida. —No habría tenido que morir si no le hubieras dado a Vitiello nuestra ubicación. Nos traicionaste a nosotros y al club. Me traicionaste. Me di cuenta por primera vez que Gray no solo estaba cabreado y triste, también estaba herido por mis acciones. Sus ojos estaban repletos de dolor. Intenté tocar su hombro, pero se apartó de mi alcance y dejé caer mi mano. —Sabes por qué lo hice. Te lo expliqué. Y Gray, nunca quise traicionarte. Odiabas lo que habíamos hecho tanto como yo. No eres alguien que alguna vez lastimaría a una mujer inocente. Pero Earl no quería escuchar razones. Gray se hundió de nuevo en la piedra y encendió otro cigarrillo. —¿Tienes un cigarrillo para mí? —pregunté. Tenía suficientes cigarrillos en el bolsillo trasero, pero quería ver qué diría Gray. Me tendió su paquete sin decir una palabra. Tomé un cigarrillo y Gray me dio fuego. —No quería que te mataran con trampas explosivas —murmuró. Arqueé una ceja en duda. Gray se encogió de hombros. —Estaba seguro de que no me escucharías. Nadie lo hace. —Habría escuchado si Gunnar no hubiera interferido. —Te habría detenido. Decidí creerle. La situación entre nosotros ya estaba bastante complicada. No quería echar más leña al fuego.
  • 37. 37 —¿Qué le pasó a tu mejilla? —Te defendí. Cuando los chicos empezaron a decir que mataste a Earl, me peleé. Saqué un cuchillo. Ellos también lo hicieron, y uno de ellos me cortó la mejilla. —Tienes suerte de que no te hayan matado. Las peleas con cuchillos no son tu especialidad, Gray. Gray me fulminó con la mirada. —No debería haberte defendido. Ese fue mi error. Después de todo, tenían razón. Lo mataste. Pensé que los italianos estaban difundiendo rumores para que te mataran. —¿Sabes quién difundió los rumores sobre mí? —pregunté. Gray negó con la cabeza. —Me mantuve alejado de la mafia. De todos modos, no los habría escuchado. Y tampoco escuché a Roland y a los otros chicos cuando me lo dijeron. Ellos probablemente sepan los nombres. Entonces, tendría que hablar con ellos. Necesitaba encontrar al topo que me quería muerto. Aunque la lista se hacía cada vez más larga a medida que pasaba el tiempo. Gray se encontró con mi mirada, con un brillo de reproche en sus ojos. —¿Qué quieres? Aquí no eres bienvenido. La mitad del Tartarus quiere tu cabeza. Dudo que estés aquí para verme. —Lo estoy. Estaba preocupado por ti —le dije. Gray resopló. —Me escapé de la Famiglia. Puedo sobrevivir por mi cuenta. —Lo sé. —Finalmente di una calada a mi cigarrillo que ya se había consumido hasta la mitad—. ¿Qué quiere la otra mitad del Tartarus? — pregunté con curiosidad. Gray frunció el ceño. —Pensaban que Earl necesitaba ser controlado y piensan que eso es lo que hiciste. Sin embargo, desconfían de ti por los italianos. ¿De verdad estás trabajando para ellos? —No para ellos, pero estoy trabajando con ellos para encontrar a aquellos que todavía son leales a Earl y tienen la intención de terminar lo que él no pudo. Protegeré a Marcella sin importar el costo. La boca de Gray se torció.
  • 38. 38 —Todo el mundo dice que te tiene por las bolas porque quiere usarte. —Marcella no tiene motivos para utilizarme. Una vez que su padre la salvó, podría haberme dejado caer como una papa caliente, pero se aseguró de que estuviera a salvo. —¿La amas? Yo mismo había estado reflexionando esa pregunta incluso después de decírselo. Nunca le había dicho a una chica que la amaba, y no estaba seguro de cómo saber realmente cuándo cruzabas la línea entre estar enamorado y amar de verdad a alguien, pero renunciar a la vida que conocías por alguien parecía un indicador bastante bueno. —Sí, lo hago. Gray asintió. —¿Gunnar sabe quién difundió los rumores sobre mí? —Quería cambiar de tema. Hablar de emociones, especialmente de amor, con Gray me incomodaba. Prefería guardar mis emociones y pensamientos para mí. —Gunnar se mantuvo alejado de los italianos como yo. Apenas escapó con vida. Tenía que admitirlo, me había sorprendido que Gunnar hubiera salido con vida, pero su obsesión por el entrenamiento de supervivencia debe haber sido útil. —¿Crees que es seguro para mí hablar con los chicos en la cabaña para ver si pueden decirme más? Gray asintió. —En caso de que te lo preguntes, Gunnar está realmente cabreado contigo. Al menos, más que los demás. Así que, si alguien te mata, sería él. Gunnar no pareció demasiado hostil, al menos no más de lo que se podía esperar. Si hubiera estado en su lugar, también me habría cabreado. —¿Quiénes son los chicos con Gunnar? Dijo que Roland estaba allí. —Roland regresó esta mañana después de hacer algunos recados. Necesitábamos dinero. Los otros solo son un par de tipos que se fueron en los primeros días de la búsqueda de venganza de Earl. Richie, Kurt y Bean. Recordaba a todos los chicos, pero no había hablado con ellos en una eternidad. —¿Y ninguno de ellos me va a meter una bala en la cabeza?
  • 39. 39 —Como dije, si Gunnar no te mató, probablemente tampoco lo harán. Las personas que te quieren muerto no están en nuestro grupo. Pero Earl todavía tiene muchos seguidores, especialmente en Texas. Podrían intentar matarte a ti y a Marcella. Puedes confiar en mi palabra, nunca te traicionaría —murmuró Gray—. Puedes irte si crees que te estoy llevando a una trampa. —Gray, confío en ti —le dije, pero tenía que admitir que sentía una pizca de cautela. Tal vez solo era mi naturaleza desconfiada en general—. Deberías irte de aquí y venir conmigo. Puedo llevarte con mamá. Está preocupada por ti. —No iré contigo. No hay nada a lo que pueda volver. Soy demasiado mayor para volver a vivir con mamá. No señalé que aún tenía diecisiete años y, por lo tanto, técnicamente se suponía que debía vivir con mamá. Los dos casi nunca habíamos tenido una vida familiar estándar, así que ¿por qué empezar ahora? —Podrías venir conmigo… —Ni siquiera estaba seguro de dónde viviría. No tenía un lugar donde quedarme. Vivir en uno de los centros viejos del Tartarus parecía una mala idea. Ahora tenía dinero, pero encontrar un apartamento en la ciudad aún me llevaría tiempo. Y dudaba que Luca me permitiera dormir en la habitación de Marcella. La idea casi me hizo sonreír, pero al mismo tiempo comprendí que en realidad considerar vivir bajo el mismo techo con Marcella era jodidamente aterrador. Mierda, esto en mi cerebro se estaba poniendo serio. ¿De verdad podía hacer eso? ¿Especialmente con la complicación adicional de la familia de Marcella? —No me acercaré a los italianos —murmuró Gray. —No te metas en problemas, ¿de acuerdo? —Creo que deberías escuchar tus propios consejos. Mucha gente te quiere muerto. Sonreí con amargura. —Tengo la intención de averiguar quiénes son y eliminar a tantos como sea posible.
  • 40. 40 Gray y yo nos dirigimos de regreso a la cabaña. Gray entró primero y desapareció de vista durante un par de minutos. El ruido sordo de los murmullos me llegó antes de que Gray reapareciera. Cuando me asintió, lo seguí adentro. Bean, Kurt, Richie, Roland y Gunnar se sentaban alrededor de una mesa de madera rústica, con botellas de cerveza frente a ellos. Todos sus ojos me siguieron a medida que me hundía en una silla vacía. —Tienes bolas al venir aquí después de lo que hiciste. Y pensé que la princesa Vitiello tenía tus pelotas en sus manos —dijo Bean, dándome una sonrisa, revelando su diente frontal faltante. Earl lo había destrozado y le había prohibido a Bean que lo reemplazara. Se suponía que debía conservar la brecha como recordatorio. Poco después, Bean se había convertido en nómada, tal vez hace dos años. —Lo hace, de vez en cuando —dije encogiéndome de hombros. —¿Estás seguro de que no te las ha cortado? —preguntó Richie. Asentí hacia una botella llena. —¿Puedo tener una? Escuchar estas estupideces me da sed. Gunnar reprimió una sonrisa y me entregó la botella. —Adelante. Pero ambos sabemos que no estás aquí para hacer bromas o reconstruir viejas conexiones, ¿verdad, Mad? —Quiero dejar una cosa clara, no tengo nada en contra de nadie en esta mesa. No busco la cabeza de nadie a menos que ellos busquen la mía o la de Marcella. Así que, si no tienen la intención de lastimar a mi mujer o a mí, no los joderé. Richie dejó su botella con una fuerza innecesaria. —Mad, son seis contra uno. Tienes una gran bocazas si piensas que sobrevivirías si ibas contra nosotros. Ni siquiera estás armado.
  • 41. 41 —Podría contigo. La mayoría de ustedes ha vivido una vida perezosa estos últimos años. — Hice una pausa porque no era lo suficientemente arrogante como para pensar que en realidad podía vencerlos a todos a la vez—. ¿Y quién dice que estoy solo? Recuerda, ahora trabajo con la mafia. Roland se rio entre dientes. —Mad, algunos de esos italianos también parecen querer que mueras. No estoy seguro de que hayas elegido el lado correcto. —¿Y quiénes son esos? Escuché que hablaste con la gente que me quiere muerto. —No personalmente. No me acerco ni remotamente a los hombres de Vitiello. Gunnar miró su botella con los ojos entrecerrados. Entrecerré mis ojos. —¿Tú lo hiciste? Él suspiró. —Me encontré con el chico gigante un día después de mi fuga. Aún no era yo mismo y fui lo suficientemente estúpido como para esconderme en uno de nuestros almacenes viejos. El golpe en mi cabeza en serio me jodió. —¿Chico gigante? ¿Te refieres a Amo? Gunnar asintió. —Sí. El chico me alcanzó con otro tipo, y estaba seguro de que me acabarían allí mismo, las mierdecillas esas, pero Amo me contó cómo mataste a Earl y que buscabas más cabezas del Tartarus. —¿Y no tenías nada mejor que hacer que correr la voz? Gunnar me fulminó con la mirada. —No esperas mi lealtad, ¿verdad? Estaba jodidamente cabreado, especialmente en los primeros días cuando tuve el dolor de cabeza de mi vida, y no sabía que te habías asegurado de que Gray saliera con vida. Solo le dije a uno o dos chicos, pero obviamente el rumor se extendió a partir de ahí. Pero no me sorprendería que el chico Vitiello se lo dijera a algunos moteros más. Parece guardarte rencor. —Probablemente no le gusta la idea de que hundas tu fea polla en la boca y coño de su hermana —dijo Bean riendo. Le di un puñetazo. Gritó y se tapó la boca. Varias armas me apuntaron.
  • 42. 42 Levanté mis palmas. —No insultes a mi mujer. Roland negó con la cabeza. —Mad, estás intentando hacer posible lo imposible. Sigue mi consejo, deja a los Vitiello mientras puedas. Es mejor vivir con el recuerdo de unas noches con la princesa mimada que morir al momento en que ella pierda el interés por ti. Todos asintieron. —Tal vez disfrutó el viaje salvaje de estar con un motero, pero eventualmente elegirá a uno de los suyos —dijo Gunnar. —No vine aquí en busca de consejos de relaciones, especialmente de ustedes. Quería información y la conseguí, así que gracias. —Me levanté— . ¿Van a reconstruir el Tartarus? Roland y Gunnar intercambiaron una mirada. —Una vez que encontremos un presidente. Gray abrió la boca, pero la volvió a cerrar y cruzó los brazos frente al pecho. —Entonces, buena suerte —dije, levantándome—. Ahora debería regresar. —¿De vuelta a los italianos? —preguntó Bean burlándose. —De vuelta a mi mujer. —Apreté el hombro de Gray—. Llámame si necesitas mi ayuda, ¿de acuerdo? —Gray se encontró con mi mirada, y luego asintió. Esperaba que en serio aceptara mi oferta—. Y visita a mamá de vez en cuando. Se preocupa. Gunnar se levantó y me siguió fuera de la cabaña. —Mad, en este momento tienes más enemigos que amigos. Asegúrate de saber quién es quién. Perteneces aquí. Espero que no te lleve mucho tiempo darte cuenta. Nos vendría bien un líder inteligente como tú para reconstruir lo que está roto. Sonreí tensamente. —Lo harán bien sin mí. Me di la vuelta y volví a mi moto. No podía negarlo. No estaba seguro si no extrañaría esta forma de vida. La sensación de libertad sin inhibiciones, la hermandad como solía ser en los primeros años en que me convertí en miembro del Tartarus. No sabía mucho sobre la vida de la Famiglia y lo que sabía parecía estar lleno de tradiciones anticuadas y
  • 43. 43 reglas hipócritas. No estaba seguro de poder encajar allí, pero lo intentaría por Marcella. Aunque, primero, antes de que pudiera siquiera pensar en trabajar con la Famiglia, y mucho menos intentar encajar con los Vitiello, tenía que hablar en serio con el maldito Amo Vitiello. Para distraerme de lo que había sucedido, mamá me llevó a un día de spa para chicas. Había concertado citas de última hora en nuestra peluquería, salón de uñas y spa diurno favoritos. —Será como antes. Olvidarás todas tus preocupaciones —dijo mamá con una sonrisa amable. Pero no fue así, y no lo hice. No entramos por la entrada principal como en el pasado, nos colamos por la entrada del personal en la parte de atrás, con nuestras sudaderas sobre nuestras cabezas como criminales para evitar miradas curiosas. La prensa se había enterado de mi rescate a estas alturas y, dado que el abogado de papá solo había emitido una declaración muy breve y sin incidentes, las especulaciones se estaban disparando. Después del video filtrado de mí desnuda, todos en el país habían estado hablando de mi secuestro. Mantenerlo en secreto había sido imposible, incluso para papá, y ahora todos querían saber todo lo posible sobre mi regreso. Uno de nuestros guardaespaldas ahuyentó a un paparazi que se escondía detrás de los contenedores de basura, rompiendo su cámara (sin duda costosa) y arrojándola al hombre que se escabulló enseguida. El abogado de papá probablemente también tendría que encargarse de esto. Mamá apretó mi mano y sonrió cuando finalmente nos quitamos las sudaderas con capucha dentro del spa diurno. Olía a hierba de limón y menta dentro del vestíbulo, un aroma familiar. Había perdido la cuenta de las veces que mamá y yo habíamos pasado un día de chicas aquí.
  • 44. 44 —Marci, la prensa y todos los demás olvidarán con el tiempo lo que pasó. Perderán interés. Solo tendremos que permanecer bajo perfil por un tiempo. —Te refieres a escondernos. Mamá me dio una mirada insegura. May, uno de los miembros del personal, se acercó a nosotras. Sonreía como siempre, pero capté la curiosidad en sus ojos. Ella también sabía lo que había sucedido. Olvidar lo sucedido resultaba difícil. Empecé a relajarme cuando mi peluquera me pidió que me quitara el pendiente para poder lavarme el cabello adecuadamente para el tratamiento de hidratación y brillo intenso. —No puede —intervino mamá con voz firme—. Solo deberás tener más cuidado. —Me tragué mi propia respuesta, pero no pude relajarme nuevamente. El siguiente incidente ocurrió cuando May me hizo las uñas. Estaban parcialmente rotas y mis dedos estaban ensangrentados en algunas partes. Pude ver las preguntas en sus ojos incluso si no hizo ninguna. Mamá siguió lanzándonos miradas preocupadas, que tampoco gritaron normalidad. La gota que colmó el vaso fue nuestra cita de masaje. —Quítate la ropa y ponte cómoda —dijo May con su habitual voz cantarina. Empecé a quitarme la bata de baño que me había puesto al comienzo de nuestro día de spa, pero mamá tomó mi mano, deteniéndome con ojos alarmados. —Tal vez hoy será mejor que nos saltemos los masajes de espalda y solo hagamos nuestras piernas —le dijo a May. Me tomó un momento comprender por qué. Por el tatuaje en mi espalda. May se congeló y yo también. Bajé la mano, dejándome la bata. May hizo lo que mamá había dicho y solo nos masajeó las pantorrillas y los pies, lo cual fue genial como siempre, pero no pude disfrutar ni un solo momento. Estuve en silencio de camino a casa e incluso cuando entramos en la mansión. Papá estaba allí, probablemente porque mamá le había enviado un mensaje. Besó mi sien.
  • 45. 45 —Quizás deberías quedarte adentro por un par de semanas. —No quiero esconderme. No hice nada malo —espeté. —Por supuesto que no lo hiciste —dijo mamá—. Sabes que no es por eso por lo que te protegemos del público. Pero ya sabes cómo es la gente. —Quieren chismes —gruñó papá—. Deberían ir a buscar a otra parte. —No voy a esconderme —dije finalmente—. Se inventarán sus propias historias si no les cuento mi versión. Cuanto más me escondo, más piensan que tengo algo que ocultar, y esconder algo sugiere culpa. ¡No voy a esconderme! Papá sonrió, con una pizca de orgullo en sus ojos. —Está bien. ¿Qué sugieres? —La velada en la Mansión Stein en un par de semanas, quiero asistir. Y no me colaré en los edificios por la parte de atrás ni usaré sudaderas con capucha para cubrirme la cara. Si los paparazis quieren una foto mía, la tendrán, en mis términos, como solía serlo. —Intentarán atraparte inesperadamente y vulnerable. Tal vez tomen una foto de tu oreja o tu tatuaje —dijo mamá con gentileza. Siempre intentando protegerme. Me encogí de hombros. —Conozco el juego. Lo he jugado durante años y nunca obtuvieron nada que no quisiera que obtuvieran. No tengo ninguna intención de cambiar eso ahora. Podrán ver mi tatuaje una vez que esté alterado de la manera que quiero, y mi oreja… —Hice una pausa. La imperfección obvia me molestaba, no podía negarlo. Para alguien que siempre se había esforzado por alcanzar la perfección, y quien había sido elogiada por su belleza perfecta, era un desafío ser arrancada de ella. Pero también estaba orgullosa de la marca, porque mostraba lo que había sobrevivido—. No esconderé la oreja, no siempre. Llevaré la marca como cualquier hombre de la mafia lleva sus cicatrices, con orgullo y como una señal de que hay cosas en la vida por las que vale la pena sufrir. —Nunca he estado más orgulloso de ti que ahora —murmuró papá. Mamá me besó en la frente. Sabía que a ambos todavía les preocupaba que me convirtiera en parte de la Famiglia, que me sometiera a un peligro aún mayor, pero que estaban orgullosos de la mujer en la que me estaba convirtiendo significaba el mundo para mí.
  • 46. 46 Pasé mi última noche antes de regresar a Nueva York en una tienda de campaña al costado de la carretera, mirando hacia el cielo nocturno, mi cabeza zumbando con demasiados pensamientos. Despedirme hoy de Gray me había hecho sentir nostalgia. Se sintió como una verdadera despedida en lugar de un hasta ahora. Incluso si él y yo manteníamos nuestro contacto, las reuniones serían pocas y espaciadas. Trabajar con Vitiello y ser un paria en algunas partes del mundo motero dificultaría las reuniones familiares regulares. Lo extrañaría a él y a partes de la vida que había llevado antes, pero ninguna de esas cosas me llamaba más la atención que mi deseo de volver a tener a Marcella en mis brazos. A la mañana siguiente, en lugar de ir al Sphere para hablar primero con Vitiello, o a la mansión Vitiello para ver a Marcella, si es que me dejan verla sin una maldita cita, me dirigí al refugio de animales, con la esperanza de encontrarme con Growl. No estaba seguro de por qué sentía una conexión con el hombre poco hablador, pero lo hacía, tal vez porque él también había sido enemigo de Vitiello y de alguna manera se las arregló para convertirse en parte del equipo. Cuando me detuve en el camino de entrada familiar, noté de inmediato las cámaras de vigilancia recién instaladas unidas a postes altos. Habría apostado mis bolas a que también habría detectores de movimiento, y sabía por qué de repente estaban allí. Por mí. Y posiblemente el resto del club de fans de Earl. Pero definitivamente yo. Sonreí con ironía a medida que estacionaba frente a la casa y saludaba con la mano, sabiendo que alguien me vería. Me quité el casco, me bajé de la motocicleta e inmediatamente mis ojos se encontraron con un largo cabello negro. Mi corazón latió con entusiasmo. Mierda. La había extrañado. Marcella se encontraba en cuclillas frente al área cercada donde Growl tenía algunos de los rottweilers. No esperaba verla aquí, y era imposible describir la avalancha de emociones que se apoderaron de mi cuerpo. Marcella se volvió hacia el sonido del motor y, como la primera vez que la vi, me asombró. Dudaba que eso cambiara alguna vez. No solo
  • 47. 47 por su belleza, sino por la forma en que se movía, la forma en que se desenvolvía y el fuego en sus ojos. Maldita sea. Growl, quien había estado cerca, arrastró a Marcella detrás de él como si representara un peligro, de modo que definitivamente aún no me habían declarado digno de confianza. No sabría decir si Growl se sorprendió al verme. ¿Había estado difundiendo la información sobre el asesinato de Earl? Sin embargo, Marcella no lo permitiría. Se apartó del agarre de Growl y corrió hacia mí. Sonreí ante su entusiasmo hasta que comprendí que no parecía feliz de verme. Parecía realmente cabreada. Su cabello negro ondeó en el viento, y estaba vestida con jeans azul oscuro, una sencilla camiseta blanca y zapatillas blancas, pero incluso con esa ropa ordinaria, me dejó sin aliento. El destello de duda que había sentido anoche sobre todo lo que había renunciado y todavía estaría renunciando por Marcella se evaporó de inmediato. Ella valía la pena. Se detuvo abruptamente justo frente a mí, sus ojos fulgurando con furia. —¡Cuatro días sin una sola palabra tuya! La alcancé, deseando un beso, un toque, cualquier cosa, pero apartó mi mano como una mosca molesta, su rabia volviéndose aún más potente. —Huiste. Pensé que te habías ido para siempre. Pensé que habías jugado conmigo. —Mierda, Blancanieves —murmuré—. Maté al puto Earl por ti. Traicioné a mi club por ti. ¿Y crees que jugué contigo? Si ese fuera el caso, sería el peor jugador de todos los tiempos porque ganaste en todos los aspectos que importan. Buscó mis ojos, intentando reunir mi honestidad obviamente. Aún tenía algo de trabajo por hacer para tener su confianza absoluta, pero supongo que ambos lo teníamos. —Entonces, ¿por qué huiste? —Tenía que asegurarme de que Gray estuviera bien. La última vez que lo vi, huía de tu padre y sus soldados poco antes de que yo fuera noqueado. —¿Por qué no me dijiste que ibas a ver a tu hermano? No entiendo por qué tuviste que huir sin una palabra. Tienes que admitir que parece sospechoso.
  • 48. 48 —No podía decirte a dónde iba porque alguien había dado información sobre mí matando a mi tío y hasta que supiera quién era esa persona, no podía arriesgarme a que hubiera noticias sobre mí buscando a mi hermano rodando por ahí. Habría hecho las cosas más peligrosas para él y para mí. Resopló. —Podrías habérmelo dicho. Puedes confiar en mí. No fui la persona que filtró la información en caso de que eso sea lo que te preocupa. La distancia entre nosotros me estaba volviendo loco. Solo quería acercarme a ella y enterrar mi nariz en su garganta. —Sé que no fuiste tú, y confío en ti. —No lo suficiente, obviamente. —Miró hacia otro lado, hacia las perreras, sus labios regordetes apretados y sus cejas oscuras fruncidas. Apreté los dientes. Tenía razón. Pero aún tampoco confiaba en mí. —No nos conocemos desde hace mucho tiempo, y la mayor parte del tiempo fuimos enemigos. Era extraño cuánto había arriesgado por esta mujer que apenas conocía y, sin embargo, sabía en el fondo que lo haría otra vez. La mirada de Marcella podría haber congelado el infierno. Estaba muy cabreada. Sin embargo, no estaba seguro si solo estaba enojada conmigo. —¿Quién fue? ¿Quién filtró la información sobre ti? Suspiré. Esta era una conversación que no había estado esperando. Marcella era absolutamente leal a su familia y atacar a su hermano no me daría ningún punto de bonificación, pero no le mentiría. —Tu hermano. Su espalda se puso rígida y negó con la cabeza de inmediato. —Amo no iría contra las órdenes de papá y papá prohibió filtrar la información. Tu información debe ser incorrecta. Amo no podría haberlo hecho. Arqueé las cejas. Era la reacción que esperaba. Su confianza en su padre era simplemente demasiado grande. —¿Estás segura? Estoy seguro de que tiene muchas razones para hacerlo. Y no es que tenga que temer las repercusiones. Tu padre nunca mataría a tu hermano por una transgresión como lo haría con sus soldados.
  • 49. 49 —Pero por qué él… —Las cejas de Marcella se fruncieron pensativamente. Apuesto a que encontró cien razones por las que su hermano y el resto de su familia querían que mis viejos amigos moteros supieran que maté a Earl. Bien podrían haber puesto un objetivo en mi frente. Habíamos sido enemigos durante años, seguíamos siendo enemigos, y ahora mismo temía que siguiéramos siendo enemigos durante un tiempo, sin importar lo que Marcella quisiera—. Hablaré con él —dijo resueltamente. Tenía muchas ganas de arreglar las cosas con Amo, pero podría terminar metiéndole una bala en la cabeza, así que probablemente sería mejor que Marcella lo manejara. No quería que el puto Amo Vitiello fuera el final de mi relación con Marcella. Growl se había acercado durante nuestra conversación y su mirada alerta me dijo que estaba listo para interferir si era necesario. Le di una sonrisa irónica, que por supuesto no respondió. Sonreír no pertenecía a su repertorio estándar. —Todo el mundo pensó que huiste porque querías tu libertad —dijo Marcella con una voz mucho más suave. —¿También tú? Marcella no reaccionó, solo me miró de cerca. —¿Alguna vez se te pasó por la cabeza? Me acerqué. Mierda. En serio necesitaba tocarla o me volvería loco. —Incluso si lo hice, ahora estoy aquí, ¿verdad? Estás en mi cabeza y en mi corazón, y no puedo estar sin ti. Marcella negó con la cabeza. —Si crees que estar conmigo significa perder tu libertad, probablemente sea mejor que no nos molestemos. ¿Estaba hablando jodidamente en serio? La agarré por el cuello y la atraje bruscamente contra mí, besándola ferozmente. Se apretó contra mí por un momento, sus labios suavizándose contra los míos, separándose, invitándome a entrar, pero luego me empujó, mirándome enojada. —¿Quieres un polvo de despedida? —Mierda, Marcella. Te quiero en mi vida, todos los días. No necesito nada más. ¿En serio crees que valdría la jodida pena conseguir esa mirada? —Asentí hacia Growl que me miraba como una amenaza posible, haciéndome sentir realmente bienvenido en la Famiglia. Aún no parecía feliz. Si era posible, parecía aún más enojada.
  • 50. 50 —Si queremos una oportunidad, debes darte cuenta de que estar conmigo no significa que no seas libre. No quiero ser tu grillete. Y tienes que contarme todo. No me mentirán, ni siquiera por omisión. —¡Maldita sea, no mentí! —gruñí. Growl se tensó. Le di otra sonrisa irónica ante su nerviosismo. Como si alguna vez fuera a hacerle daño a Marcella. La única sangre que derramaría sería la suya si no dejara de irritarme los nervios. Presionó un dedo contra mi pecho. —Te fuiste sin decirme nada. —Lo hice. Y lo siento, pero eso me permitió arreglar las cosas para siempre. Growl estaba hablando por su teléfono. No necesitaba ser psíquico para saber que Luca estaba al otro lado de la línea. —¿Con tu hermano? Asentí. —Con él y algunos de mis hermanos moteros. Marcella inclinó la cabeza con curiosidad. —¿No te ven como su enemigo? —Desconfían, eso es seguro, pero estos son nómadas. Dejaron la vida del club exactamente porque no les gustó la forma en que Earl manejó las cosas, de modo que no derramaron demasiadas lágrimas por su muerte. Growl se acercó aún más. —Quiero hablar contigo. Hizo un gesto hacia mi camioneta. Marcella dio un paso atrás y seguí a Growl. —No deberías haber venido de nuevo aquí. Primero debes informar a Luca, especialmente antes de ver a Marcella. Me reí. —No soy uno de los hombres de Luca. Puedo hacer cualquier mierda que quiera. —Mis ojos siguieron volviendo a Marcella. Estaba en cuclillas frente a la cerca y hablaba con un rottweiler que estaba sentado justo frente a ella. No estaba seguro de qué hacía más difícil apartar la mirada, la forma en que sus jeans acentuaban su redondo trasero o la expresión delicada en su rostro cada vez que hablaba con el perro.
  • 51. 51 —Las mujeres como ella no aceptan mierdas de nadie y se merecen lo mejor —gruñó Growl, siguiendo mi mirada. —No tienes que decirme que se merece algo mejor. Todos en la Famiglia piensan eso. —Mi esposa se merecía algo mejor cuando nos conocimos, pero trabajé hasta que fui digno de ella. —Ese es mi plan —dije—. La ayudaré a ella y a la Famiglia. Growl me contempló con una calma estoica. —Debes informar a Luca antes de venir aquí. Si quieres ser aceptado, tienes que seguir las reglas. —Es curioso que digas eso, considerando que algunas personas dentro de la Famiglia tampoco parecen seguir las reglas, ya que la información sobre Earl está circulando por ahí. La expresión de Growl no cambió. Si le sorprendió la noticia, lo ocultó bien. O tal vez simplemente no le importaba una mierda. Parecía un hombre que solo se preocupaba por sus perros y su esposa, que seguía mencionando. —Ahora regresaré con Marcella. Informa a Luca si quieres. —No me detuvo, pero su mirada me siguió a medida que me acercaba a Marcella. Los ojos atentos de Growl me dieron ganas de arrancarme la piel. Marcella miró brevemente hacia arriba y verla de rodillas frente a mí me dio una avalancha de imágenes que definitivamente no necesitaba en este momento. Me puse en cuclillas a su lado. —¿Esa es Satan? El perro tenía cicatrices familiares y me observaba con intensos ojos marrones. —Tiene un nombre nuevo —murmuró Marcella—. Odiaba llamarla Satan. —Los perros se acostumbran a sus nombres. Marcella se encogió de hombros. —A ella le gusta su nombre nuevo. Elegí Santana para ella porque suena similar a su nombre anterior, pero me aseguro de que todos sepan que es una niña. Me reí. Por supuesto. Dudaba que a la perra le importara si su nombre era niño o niña. Aun así, me asombró el cuidado de Marcella por la bestia. Encontró mi mirada.
  • 52. 52 —¿Por qué me miras así? Me di cuenta de que se estaba volviendo más cálida conmigo, pero todavía estaba enojada y tal vez confundida por su hermano. —Porque te extrañé, tu rostro hermoso e incluso la mirada de enojo en tus ojos, pero sobre todo, tus labios en los míos. Le di una sonrisa burlona, pero arqueó una ceja, rechazándome sin pestañear. Maldita sea. Esta chica podía ser una reina de hielo. —Estoy pensando en adoptarla. Pero papá nunca me permitiría llevar un perro a casa. Eso está fuera de cuestión. Miré entre Marcella y el rottweiler. Crecí con estos perros, pero en realidad no tenía mucha experiencia en su manejo. —¿De verdad quieres un perro así? —Growl sabe cómo socializarlos. No puedo explicarlo, pero siento una conexión extraña con ella. También estaba encerrada en esa jaula, y al principio a las dos en realidad nos desagradó la otra. —Suena como nuestra historia de amor. Marcella me lanzó una mirada indignada, pero al menos no negó la parte de la historia de amor. Solo nos miramos durante mucho tiempo. —Va a ser extraño, estar juntos en el mundo… Asentí, porque era exactamente lo que había estado pensando. Hice un gesto a Santana. —Si en serio quieres adoptarla, puedo acogerla una vez que tenga un lugar para vivir. Podrías ir a visitarnos o incluso mudarte. Me sobresalté con mis propias palabras. No podía creer que le hubiera sugerido que viviéramos juntos. Marcella reprimió una sonrisa, pero luego se quedó pensativa. —Eso suena genial, sobre acogerla. Creo que deberíamos esperar con la parte de la mudanza y todo eso, darle tiempo a mi familia para que se acostumbre a ti y a nosotros, y a nosotros también para acostumbrarnos a nosotros. —Hizo una pausa—. Aún tenemos un largo camino por recorrer. Lo que pasó… me preocupa que pueda afectar una relación. Aún no confiamos plenamente el uno en el otro, y aún hay muchos obstáculos que superar. —Soltó un suspiro pequeño, luciendo casi asustada. Tomé su rostro, inclinándome. —Marcella, quiero estar contigo. No quiero nada más. Mierda, pienso en ti cada maldito segundo del día. Si quieres tomarte las cosas con
  • 53. 53 calma, entonces lo haremos. No importa lo que nos depare el futuro, lo manejaremos. Incluso tu hermano queriendo que me maten. Marcella respiró hondo. —Espero que te equivoques con él. Quizás tus amigos moteros te mintieron para abrir una brecha entre nosotros. —No mienten. Si tuvieran un problema conmigo, lo habrían manejado directamente, probablemente con un balazo en la cabeza. Las personas que tienen motivos para hacer que me maten a través de otros son de tu familia, porque te prometieron mantenerme con vida. Marcella entrecerró los ojos. —¿Ahora no solo es Amo sino toda mi familia que quiere que mueras? Growl apareció a nuestro lado. —Luca quiere hablar contigo en su oficina en el Sphere. No me sorprendió que Growl hubiera hablado con Luca una vez más ni tampoco que Luca quisiera verme. En realidad, aún no quería hablar con Luca, especialmente no antes de saber si él también estaba involucrado en la filtración de información. —¿Ya tienes un lugar para este perro? —pregunté, señalando a Santana. Growl negó con la cabeza. —Demasiados perros con demasiados problemas. Nunca vivieron fuera de una perrera. No están entrenados y no están acostumbrados a una vida familiar. —Pero aún es joven, solo dos años, puede aprender, ¿verdad? —Aprenderá, con paciencia y tiempo. —Entonces, quiero adoptarla una vez que tenga un lugar para vivir… Marcella palmeó al perro a través de la cerca con una sonrisa pequeña. Su cabello se había deslizado hacia un lado y el horrible tatuaje que Earl le había hecho se asomaba a través de la tela de su camisa blanca. Anoche, después de hablar con Gray, sentí brevemente una pizca de culpa por haber matado a mi tío, pero ahora el sentimiento se desvaneció en el aire y fue reemplazado por la misma decepción e ira que había sentido antes de su muerte. Mis ojos se dirigieron a su oreja que había estado cubierta por su cabello hasta ahora. Estaba cubierta por una tirita. Marcella captó mi