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EL TRAIDOR
Otro año, otro Día de Visita.
Hace dos años, cuando era un iniciado, fingía que mi propio Día de Visita
no existía, encerrado en la sala de entrenamiento con un saco de boxeo.
Estaba allí durante tanto tiempo que olía el sudor polvoriento durante
varios días. El año pasado, el primer año que entrené iniciados, hice lo
mismo, a pesar de que Zeke y Shauna me invitaron a pasar el día con sus
familias en su lugar.
Este año tengo cosas más importantes que hacer que golpear un saco y
estar deprimido sobre mi disfuncional familia. Me voy a la sala de control.
Camino por el Pozo, esquivando reencuentros llenos de lágrimas y
carcajadas. Las familias siempre pueden reunirse en el Día de Visita,
incluso si son de diferentes facciones, pero con el tiempo, por lo general
dejan de venir. Después de todo es “Facción antes que la sangre”. La
mayor parte de ropa mezclada que veo pertenece a familias de transferidos:
la hermana de Erudición de Will está vestida de azul claro, los padres de
Verdad de Peter están en blanco y negro. Por un momento miro a sus
padres, y me pregunto si ellos lo convirtieron en la persona que es. Pero la
mayoría de las veces, supongo que las personas no son tan fáciles de
explicar.
Se supone que debo estar en una misión, pero me detengo junto al
abismo, presionándome en la barandilla. Trozos de papel flotan en el agua.
Ahora que sé dónde están los escalones tallados en la piedra en la pared
de enfrente, puedo verlos de inmediato, y la puerta oculta que conduce a
ellos. Sonrío un poco, pensando en las noches que he pasado en esas
rocas con Zeke o Shauna, a veces hablando y a veces simplemente
sentándonos y escuchando el movimiento del agua.
Oigo pasos que se acercan, y miro por encima del hombro. Tris está
caminando hacia mí, escondida bajo el brazo vestido de gris de una mujer
de Abnegación. Natalie Prior. Me pongo rígido, de repente desesperado por
escapar… ¿Y si Natalie sabe quién soy, de dónde vengo? ¿Qué pasa si se le
escapa, aquí, rodeados de toda esta gente?
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No es posible que me reconozca. No luzco para nada como el chico que
conocía, larguirucho, encorvado y enterrado en tela.
Cuando está lo suficientemente cerca, extiende su mano.
—Hola, mi nombre es Natalie. Soy la madre de Beatrice.
Beatrice. Ese nombre es tan equivocado para ella.
Estrecho la mano de Natalie y la sacudo. Nunca he sido aficionado a la
sacudida de manos de Osadía. Es demasiado impredecible: nunca sabes
cuán fuerte apretar, cuántas veces sacudir.
—Cuatro —le digo—. Encantado de conocerle.
—Cuatro —dice Natalie, y sonríe—. ¿Es un apodo?
—Sí —le digo. Cambio de tema—. Su hija está haciéndolo bien aquí. He
estado supervisando su formación.
—Eso es bueno de escuchar —dice ella—. Sé algunas cosas acerca de la
iniciación de Osadía, y estaba preocupada por ella.
Echo un vistazo a Tris. Hay color en sus mejillas, se ve feliz, como si ver a
su madre le está haciendo algo de bien. Por primera vez, comprendo muy
bien lo mucho que ha cambiado desde la primera vez que la vi,
tambaleándose sobre la plataforma de madera, de aspecto frágil, como si el
impacto de la red deberían haberla destrozado. Ya no se ve frágil, con las
sombras de moretones en su cara y una nueva estabilidad en su forma de
permanecer de pie, como si estuviera lista para cualquier cosa.
—No debe preocuparse —le digo a Natalie.
Tris mira hacia otro lado. Creo que todavía está enojada conmigo por la
forma en que rocé su oreja con ese cuchillo. Supongo que en realidad no la
culpo.
—Luces familiar por alguna razón, Cuatro —dice Natalie. Me gustaría
pensar que su comentario fue animado si no fuera por la forma en que me
mira, como si me examinara.
—No puedo imaginar por qué —le digo, con tanta frialdad que puedo
manejar—. No hago un hábito el asociarme con Abnegación.
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Ella no reacciona de la manera en que esperaba, con sorpresa, miedo o ira.
Solo se ríe.
—Pocas personas lo hacen, en estos días. No lo tomo como algo personal.
Si ella me reconoce, no parece muy dispuesta a decirlo. Intento relajarme.
—Bueno, las dejaré para su reunión —les digo.
En mi pantalla, los vídeos de seguridad cambian desde el vestíbulo de la
Espira al agujero cercado por cuatro edificios, la entrada inicial a Osadía.
Una multitud está reunida alrededor del agujero, escalando dentro y fuera
de él, supongo que para probar la red.
—¿No involucrado en el Día de Visita? —Mi supervisor, Gus, se sitúa en mi
hombro, bebiendo de una taza de café. No es tan viejo, pero hay una calva
en la coronilla de su cabeza. Mantiene el resto de su cabello corto, incluso
más corto que el mío. Sus lóbulos están estirados con discos anchos—. No
pensé que te vería de nuevo hasta que la iniciación hubiera terminado.
—Supuse que también podría hacer algo productivo.
En mi pantalla, todo el mundo se arrastra fuera del agujero y se mantiene
al margen, sus espaldas contra uno de los edificios. Una figura oscura se
mueve lentamente hacia el borde del techo alto por encima del agujero,
corre unos pasos y salta. Mi estómago cae como si yo fuera el que saltó, y
la figura desaparece bajo el pavimento. Nunca me acostumbraré a ver eso.
—Parecen estar teniendo un buen momento —dice Gus, sorbiendo su
café—. Bueno, siempre eres bienvenido a trabajar cuando no estés de
turno, pero no es un crimen tener un poco de diversión sin sentido,
Cuatro.
Él se aleja, y murmuro:
—Así me han dicho.
Miro por encima de la sala de control. Está casi vacía, en el Día de Visita,
solo unas pocas personas tienen la obligación de trabajar, y por lo general
son los más antiguos. Gus se encorva sobre su pantalla. Otros dos lo
flanquean, escaneando a través de imágenes con sus auriculares medio
puestos. Y luego estoy yo.
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Escribo un comando, evocando la imagen que guardé la semana pasada.
Ésta muestra a Max en su oficina, sentado en su ordenador. Él presiona
las teclas con el dedo índice, buscando las adecuadas durante varios
segundos entre golpeteos. No muchos en Osadía saben cómo escribir
correctamente, especialmente Max, de quien me han dicho ha pasado la
mayor parte de su tiempo en Osadía patrullando el sector Sin Facción con
un arma a su lado, él no debe haber previsto que iba a necesitar usar una
computadora. Me inclino cerca de la pantalla para asegurarme de que los
números que anoté antes son los adecuados. Si los son, tengo la
contraseña de la cuenta de Max escrita en un pedazo de papel en mi
bolsillo.
Desde que me di cuenta que Max estaba trabajando estrechamente con
Jeanine Matthews, y comencé a sospechar que tenían algo que ver con la
muerte de Amar, he estado buscando una manera de investigar más a
fondo. Cuando lo vi digitar su contraseña el otro día, encontré una.
084628. Sí, los números parecen correctos. Evoco la grabación de
seguridad en vivo una vez más, y la ciclo a través de la cámara hasta que
encuentro las que muestran la oficina de Max y el pasillo más allá de ella.
Luego escribo el comando para poner las imágenes de la oficina de Max
fuera de rotación, de modo que Gus y los otros no las verán; solo se
reproducirá en mi pantalla. Las imágenes de toda la ciudad están siempre
divididas por cuántas personas estén en la sala de control, por lo que no
todos están mirando las mismas al mismo tiempo. Se supone que solo
debemos poner las imágenes en la rotación general durante unos segundos
a la vez, si necesitamos un vistazo más de cerca a algo, pero con suerte
esto no me llevará mucho tiempo. Me deslizo fuera de la habitación y
camino hacia los ascensores.
Este nivel de la Espira está casi vacío; todo el mundo se ha ido. Eso hará
que sea más fácil para mí hacer lo que tengo que hacer. Viajo en el
ascensor hasta el décimo piso, y camino resueltamente hacia la oficina de
Max. He descubierto que cuando vas a escondidas, lo mejor es no parecer
como si estuvieras yendo a escondidas. Escribo en el dispositivo en mi
bolsillo mientras camino, y doy vuelta a la esquina hacia la oficina de Max.
Empujo la puerta con mi zapato, hoy más temprano, después de que me
asegurara que había ido al Pozo para empezar los preparativos del Día de
Visita, me arrastré hasta aquí y tapé la cerradura. Cierro la puerta tras de
mí, no enciendo las luces, y me pongo en cuclillas al lado de su escritorio.
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No quiero mover la silla para sentarme en ella; no quiero que él vea que
algo de esta sala ha cambiado cuando regrese.
La pantalla me pide una contraseña. Mi boca se siente seca. Tomo el papel
de mi bolsillo y lo desdoblo contra el escritorio mientras escribo: 084628.
La pantalla cambia. No puedo creer que funcionó.
De prisa. Si Gus descubre que no estoy, que estoy aquí, no sé lo que voy a
decir, qué excusa podría darle que suene razonable. Inserto la unidad
flash y transfiero el programa que puse allí antes. Le pregunté a Lauren,
una de los técnicos en Osadía y mi compañera instructora de iniciación,
por un programa que hiciera a una computadora un espejo de otra, bajo el
pretexto de que quería jugarle una broma a Zeke cuando estuviéramos en
el trabajo. Ella estaba feliz de ayudar, otra cosa que he descubierto es que
en Osadía siempre están dispuestos a una broma, y rara vez en busca de
una mentira.
Con unas pocas pulsaciones de teclas, el programa está instalado y
enterrado en algún lugar de la computadora de Max al que estoy seguro
que nunca se molestaría en acceder. Pongo la unidad flash en mi bolsillo,
junto con el trozo de papel con su contraseña en él, y salgo de la oficina
sin dejar mis huellas dactilares en el cristal de la puerta.
Eso fue fácil, pienso, mientras camino hacia los ascensores de nuevo.
Según mi reloj, solo me tomó cinco minutos. Puedo afirmar que estaba en
un descanso en el baño si alguien pregunta.
Pero cuando vuelvo a la sala de control, Gus está de pie frente a mi
computadora, mirando a mi pantalla.
Me congelo. ¿Cuánto tiempo ha estado allí? ¿Me vio irrumpir en la oficina
de Max?
—Cuatro —dice Gus, sonando serio—. ¿Por qué aislaste esta grabación?
No se supone que saques imágenes de la rotación, lo sabes.
—Yo… —¡Miente! ¡Miente ahora!—. Me pareció ver algo —término sin
convicción—. Se nos permite aislar secuencias si vemos algo fuera de lo
común.
Gus se mueve hacia mí.
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—Entonces —dice—, ¿por qué te acabo de ver en esta pantalla saliendo de
ese mismo pasillo?
Señala el pasillo en mi pantalla. Mi garganta se aprieta.
—Me pareció ver algo, y subí a investigarlo —le digo—. Lo siento, solo
quería moverme.
Me mira fijamente, mordiendo el interior de su mejilla. No me muevo. No
miro hacia otro lado.
—Si alguna vez ves algo fuera de lo normal de nuevo, sigue el protocolo.
Informa a tu supervisor, quien es… ¿quién, una vez más?
—Tú —le digo, suspirando un poco. No me gusta ser tratado con
condescendencia.
—Correcto. Veo que puedes mantenerte al día —dice—. Honestamente,
Cuatro, después de más de un año de trabajar aquí no debería haber
tantas irregularidades en tu desempeño laboral. Tenemos reglas muy
claras, y todo lo que tienes que hacer es seguirlas. Esta es la última
advertencia. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —le digo. Me han castigado varias veces por sacar
secuencias de la rotación para ver encuentros con Jeanine Matthews y
Max, o con Max y Eric. Nunca me dieron ninguna información útil, y casi
siempre me atraparon.
—Bueno. —Su voz se aligera un poco—. Buena suerte con los iniciados.
¿Tienes a los transferidos de nuevo este año?
—Sí —le digo—. Lauren se quedó con los nacidos en Osadía.
—Ah, qué pena. Tenía la esperanza de que llegaras a conocer a mi
hermana menor —dice Gus—. Si fuera tú, iría a hacer algo para relajarme.
Estamos bien aquí. Simplemente deja correr esas secuencias antes de irte.
Él regresa a su computadora, y yo aflojo mi mandíbula. Ni siquiera estaba
consciente de que lo estaba haciendo. Con mi rostro palpitante, apago el
ordenador y salgo de la sala de control. No puedo creer que me salí con la
mía.
Ahora, con este programa instalado en el equipo de Max, puedo ir a través
de todos y cada uno de sus archivos de relativa intimidad desde la sala de
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control. Puedo averiguar exactamente lo que él y Jeanine Matthews se
traen entre manos.
Esa noche sueño que estoy caminando por los pasillos de la Espira, y
estoy solo, pero los pasillos no terminan, y la vista desde las ventanas no
cambia, las galerías de las vías del tren se curvan en edificios altos, el sol
enterrado en las nubes. Siento que estoy caminando durante horas, y
cuando me despierto con un sobresalto, es como si nunca dormí en
absoluto.
Entonces oigo un golpe y una voz gritando:
—¡Abre!
Esto se siente más como una pesadilla que el hastío del que acabo de
escapar; estoy seguro que son soldados de Osadía que vienen a mi puerta
porque se enteraron de que soy Divergente, o que estoy espiando a Max, o
que me he puesto en contacto con mi madre Sin Facción el pasado año.
Todas las cosas que dicen “traidor a la facción”.
Los soldados de Osadía vienen a matarme, pero mientras camino hacia la
puerta, me doy cuenta que si iban a hacer eso, no harían tanto ruido en el
pasillo. Y además, esa es la voz de Zeke.
—Zeke —digo cuando abro la puerta—. ¿Cuál es tu problema? Estamos a
mitad de la noche.
Hay una línea de sudor en su frente, y está sin aliento. Debe haber corrido
hasta aquí.
—Estaba trabajando el turno nocturno en la sala de control —dice Zeke—.
Algo pasó en el dormitorio de los transferidos.
Por alguna razón, mi primer pensamiento es ella, sus grandes ojos
mirándome desde lo más recóndito de mi memoria.
—¿Qué? —digo—. ¿A quién?
—Caminamos y hablamos —dice Zeke.
Me pongo los zapatos y me cubro con mi chaqueta y lo sigo por el pasillo.
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—El chico de Erudición. El rubio —dice Zeke.
Tengo que reprimir un suspiro de alivio. No es ella. Nada le pasó a ella.
—¿Will?
—No, el otro.
—Edward.
—Sí, Edward. Fue atacado. Apuñalado.
—¿Está muerto?
—Vive. Recibió el golpe en el ojo.
Me detengo.
—¿En el ojo?
Zeke asiente.
—¿A quién le dijiste?
—Al supervisor nocturno. Él fue a decirle a Eric, Eric dijo que lo resolvería.
—Claro que lo hará. —Giro a la derecha, lejos del dormitorio de los
transferidos.
—¿A dónde vas? —dice Zeke.
—¿Edward ya está en la enfermería? —Camino hacia atrás mientras hablo.
Zeke asiente.
—Entonces voy a ver a Max —le digo.
La sede de Osadía no es tan grande como para no saber dónde vive la
gente. El apartamento de Max está enterrado profundamente en los
pasillos subterráneos de la sede, cerca de una puerta trasera que se abre
justo al lado de las vías del tren. Marcho hacia ella, siguiendo las lámparas
de emergencia funcionando por nuestro generador solar.
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Golpeo en la puerta de metal con mi puño, despertando a Max del mismo
modo que Zeke me despertó. Él abre la puerta unos segundos más tarde,
sus pies desnudos y sus ojos salvajes.
—¿Qué pasó? —dice.
—Uno de mis iniciados fue apuñalado en el ojo —digo.
—¿Y has venido aquí? ¿Alguien informó a Eric?
—Sí. De eso es lo que quiero hablar contigo. ¿Te importa si entro?
No espero por su respuesta, lo rozo al pasar a su lado y entro en su sala de
estar. Él enciende la luz, mostrando el espacio más desordenado que
jamás he visto, tazas usadas y platos esparcidos a través de la mesita de
café, todos los cojines del sofá en medio del desorden, el suelo gris con
polvo.
—Quiero que la iniciación vuelva a lo que era antes de que Eric lo hiciera
más competitivo —digo—, y lo quiero fuera de mi sala de entrenamiento.
—No creerás que es culpa de Eric que un iniciado resultara herido —dice
Max, cruzando sus brazos—. O que estás en posición de hacer exigencias.
—Sí, es su culpa, ¡por supuesto que es su culpa! —digo, más fuerte de lo
que quería—. ¡Si todos ellos no estuvieran luchando por uno de los diez
puestos, no estarían tan desesperados como para estar listos para
atacarse el uno al otro! ¡Los tiene tan tensos, por supuesto que al final van
a explotar!
Max está callado. Parece molesto, pero no me llama ridículo, lo cual es un
comienzo.
—¿No crees que el iniciado que hizo el ataque debería ser responsable? —
dice Max—. ¿No crees que él o ella sea el único culpable, en lugar de Eric?
—Por supuesto que él, ella, quién sea, debería ser responsable —digo—.
Pero esto nunca habría ocurrido si Eric…
—No puedes decir eso con certeza —dice Max.
—Puedo decirlo con la certeza de una persona razonable.
—¿Yo no soy razonable? —Su voz es baja, peligrosa, y de repente recuerdo
que Max no es solo el líder de Osadía a quien le agrado por alguna razón
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inexplicable, es el líder de Osadía que está trabajando estrechamente con
Jeanine Matthews, aquella que designó a Eric, aquella que probablemente
tuvo algo que ver con la muerte de Amar.
—Eso no es lo quería decir —digo, tratando de mantener la calma.
—Deberías tener más cuidado al comunicar exactamente lo que quieres
decir —dice Max, acercándose a mí—. O alguien comenzará a pensar que
insultas a tus superiores.
No respondo. Él se mueve aún más cerca.
—O cuestionando los valores de tu facción —dice, y sus ojos inyectados en
sangre se desvían hacia mi hombro, donde las llamas de Osadía de mi
tatuaje sobresalen por el cuello de mi camisa. Desde que los tengo, he
escondido los símbolos de las cinco facciones que cubren mi espalda, pero
por alguna razón, en este momento, me aterra que Max sepa sobre ellos.
Que sepa lo que significan, que no soy un miembro perfecto de Osadía; soy
alguien que cree que más de una virtud debe ser apreciada; soy
Divergente.
—Tuviste la oportunidad de convertirte en un líder de Osadía —dice Max—
. Tal vez podrías haber evitado este incidente si no te hubieras echado
atrás como un cobarde. Pero lo hiciste. Ahora tienes que lidiar con las
consecuencias.
Su rostro está mostrando su edad. Tiene líneas que no tenía el año
pasado, o el año anterior, y su piel es de un marrón grisáceo, como si
hubiera sido espolvoreado con ceniza.
—Eric está tan implicado en la iniciación como lo está porque tú te negaste
a seguir las órdenes el año pasado… —El año pasado, en la sala de
entrenamiento, detuve todas las peleas antes de que las lesiones se
convirtieran en demasiado graves, en contra de las órdenes de Eric que las
luchas solo se detendrían cuando una persona fuera incapaz de continuar.
Como resultado, casi pierdo mi posición como instructor de iniciación; lo
hubiera hecho, si Max no se hubiera involucrado—… y yo quise darte otra
oportunidad para hacerlo bien, con una supervisión más estricta —dice
Max—. Estás fallando en hacerlo. Has ido demasiado lejos.
El sudor que había hecho camino hacia aquí se había vuelto frío. Él
retrocede y abre sus puertas otra vez.
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—Sal de mi apartamento y lidia con tus iniciados —dice Max—. No me
dejes ver que te salgas de la línea otra vez.
—Sí, señor —digo reservadamente, y salgo.
Voy a ver a Edward en la enfermería temprano en la mañana, cuando el
sol está saliendo, brillando a través del techo de vidrio del Pozo. Su cabeza
está envuelta en vendas blancas, y no se mueve, no habla. No le digo nada,
solo me siento junto a su cabeza y veo los minutos hacer tic tac en el reloj
de pared.
He sido un idiota. Pensé que era invencible, que el deseo de Max de
tenerme como un compañero líder nunca vacilaría, que en algún nivel
confiaba en mí. Debería haberlo sabido mejor. Todo lo que Max quería era
un peón… eso es lo que dijo mi madre.
No puedo ser un peón. Pero no estoy seguro de lo que debería ser en su
lugar.
El escenario que Tris Prior inventa es inquietante y casi hermoso, el cielo
de color hiel, la hierba seca extendiéndose kilómetros en cada dirección.
Ver la simulación de miedo de otros es extraño. Íntimo. No me siento bien
obligando a otras personas a ser vulnerable, aunque no me agraden. Cada
ser humano tiene derecho a sus secretos. Ver los temores de mis iniciados,
uno tras otro, me hace sentir que mi piel ha sido raspada crudamente con
lija.
En la simulación de Tris, la hierba seca está perfectamente inmóvil. Si el
aire no estuviera estancado, diría que esto era un sueño, no una pesadilla;
pero el aire estancando significa solo una cosa para mí, y eso es una
tormenta que se avecina.
Una sombra se mueve a través de la hierba, y un gran pájaro negro
aterriza en su hombro, curvando sus garras en su camisa. Mis dedos
pican, recordando cómo toqué su hombro cuando ingresó en la sala de
simulación, cómo aparté su cabello suavemente de su cuello para
inyectarla. Estúpido. Descuidado.
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Ella le pega al pájaro negro, duro, y luego todo sucede a la vez. El trueno
retumba; el cielo se oscurece, no con nubes de tormenta, sino con pájaros,
un increíblemente enorme enjambre de ellos, moviéndose al unísono como
muchas partes de una misma mente.
El sonido de su grito es el peor sonido del mundo, desesperado, ella está
desesperada por ayuda y yo estoy desesperado por ayudarla, aunque sé
que lo que estoy viendo no es real, lo sé. Los cuervos siguen llegando,
implacables, rodeándola, enterrándola viva con plumas oscuras. Ella grita
pidiendo ayuda y yo no puedo ayudarla, y no quiero ver esto, no quiero ver
otro segundo.
Pero entonces, ella empieza a moverse, cambiando de posición para así
estar tumbada en la hierba, cediendo, relajándose. Si está sufriendo ahora
no lo demuestra; solo cierra los ojos y se rinde, y de alguna manera, eso es
peor que sus gritos pidiendo ayuda.
Entonces termina.
Se alza de golpe en la silla metálica, se sacude su cuerpo para deshacerse
de las aves, aunque se han ido. Luego se hace un ovillo y esconde su
rostro.
Extiendo la mano para tocar su hombro, para tranquilizarla, y ella golpea
mi brazo, con fuerza.
—¡No me toques!
—Ya terminó —digo, encogiéndome; ella pega más fuerte de lo que se da
cuenta. Ignoro el dolor y recorro una mano sobre su cabello, porque soy
estúpido, e inoportuno y estúpido…
—Tris.
Ella solo se balancea de adelante hacia atrás, calmándose a sí misma.
—Tris, voy a llevarte de vuelta a los dormitorios, ¿de acuerdo?
—¡No! No pueden verme… no así…
Esto es lo que ha creado el nuevo sistema de Eric: un ser humano valiente
acaba de derrotar a uno de sus peores temores en menos de cinco
minutos, un calvario que le lleva a la mayoría de la gente por lo menos dos
veces ese tiempo, pero ella está aterrorizada de volver al pasillo, de ser
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vista como una persona débil o vulnerable de cualquier modo. Tris es de
Osadía, simple y llanamente, pero esta facción ya no es realmente Osadía.
—Oh, cálmate —digo, más irritable de lo que quiero ser—. Te sacaré por la
puerta de atrás.
—No necesito que lo hagas… —Puedo ver sus manos temblando mientras
se encoge de hombros ante mi oferta.
—Tonterías —digo. Tomo su brazo y la ayudo a pararse. Ella limpia sus
ojos mientras me muevo hacia la puerta de atrás. Amar una vez me llevó a
través de esta puerta, trató de regresarme al dormitorio incluso cuando no
quería que lo hiciera, de la manera que ella probablemente no quiere que
yo lo haga ahora. ¿Cómo es posible vivir la misma historia dos veces,
desde diferentes puntos de vista?
Ella aparta su brazo del mío y se vuelve hacia mí.
—¿Por qué me hiciste eso? ¿Cuál fue el punto de eso, eh? ¡No sabía que al
elegir Osadía, estaba firmando para semanas de tortura!
Si ella fuera alguien más, cualquiera de los otros iniciados, le habría
gritado por insubordinación una docena de veces. Me hubiera sentido
amenazado por sus constantes ataques contra mi persona, y trataría de
aplastar sus sublevación con crueldad, de la manera en que le hice a
Christina en el primer día de su iniciación. Pero Tris se ganó mi respeto
cuando saltó en primer lugar, en la red; cuando me retó en su primera
comida; cuando no fue disuadida por mis desagradables respuestas a las
preguntas; cuando levantó su voz por Al y me miró fijamente a los ojos
mientras le lanzaba cuchillos. Ella no es mi subordinada, no podría serlo.
—¿Creías que la superación de la cobardía sería fácil? —digo.
—¡Eso no es superar la cobardía! ¡La cobardía es cómo decides ser en la
vida real, y en la vida real, no estoy siendo picoteada a muerte por cuervos,
Cuatro!
Ella comienza a llorar, pero estoy tan sorprendido por lo que dijo como
para sentirme incómodo con sus lágrimas. No está aprendiendo las
lecciones que Eric quiere que aprenda. Está aprendiendo cosas diferentes,
cosas más sabias.
—Quiero volver a casa —dice.
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Sé dónde están las cámaras en este pasillo. Espero que ninguna de ellas
haya captado lo que dijo.
—Aprender a pensar en un ambiente de miedo es una lección que todos,
incluso tu Estirada familia, tiene que aprender —digo. Dudo de un montón
de cosas acerca de la iniciación de Osadía, pero las simulaciones de miedo
no son una de ellas; son la forma más sencilla para que una persona
atraiga sus propios temores y los conquiste, mucho más sencillo que las
dagas o la lucha—. Eso es lo que estamos tratando de enseñarles. Si no
puedes aprenderlo, deberás irte de aquí de inmediato, porque no te
querremos.
Soy duro con ella porque sé que puede manejarlo. Y también porque no sé
de qué otra manera ser.
—Estoy tratando. Pero fallé. Estoy fallando.
Casi siento ganas de reír.
—¿Cuánto tiempo crees que pasaste en esa alucinación, Tris?
—No lo sé. ¿Media hora?
—Tres minutos —digo—. Lo hiciste tres veces más rápido que cualquiera
de los otros iniciados. Quienquiera que seas, no eres un fracaso.
Podrías ser Divergente, pienso. Pero ella no hizo nada para cambiar la
simulación, así que, tal vez no lo es. Tal vez solo es valiente.
Le sonrío.
—Mañana vas a ser mejor en esto. Ya lo verás.
—¿Mañana?
Está más tranquila ahora. Le toco la espalda, justo debajo de los hombros.
—¿Cuál fue tu primera alucinación? —me pregunta.
—No fue un “cuál” sino más bien un “quién”. —Mientras lo estoy diciendo,
creo que solo debería decirle el primer obstáculo en mi pasaje de miedo, el
miedo a las alturas, aunque no es exactamente lo que está preguntando.
Cuando estoy con ella no puedo controlar lo que digo como lo hago con
otras personas. Digo cosas vagas, porque eso es lo más cerca que puedo
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llegar a evitar de decir cualquier cosa, mi mente alterada por la sensación
de su cuerpo a través de su camisa—. No es importante.
—¿Y has superado ese miedo ahora?
—Todavía no. —Estamos en la puerta del dormitorio. El paseo nunca ha
sido tan rápido. Pongo mis manos en los bolsillos, así no hago nada
estúpido con ellas de nuevo—. Tal vez nunca pueda.
—¿Así que no se van?
—A veces lo hacen. Y a veces nuevos temores los reemplazan. Pero perder
el miedo no es el punto. Eso es imposible. Se trata de aprender a controlar
tu miedo, y cómo ser libre de él, ese es el punto.
Ella asiente. No sé por qué aquí, pero si tuviera que suponer, diría que
eligió Osadía por su libertad. Abnegación habría ahogado la chispa en ella
hasta extinguirla. Osadía, con todos sus defectos, ha encendido la chispa
en una llama.
—De todos modos —le digo—. Tus temores son raramente lo que parecen
ser en la simulación.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, ¿tienes realmente miedo de los cuervos? —Sonrío—. ¿Cuando
ves uno, escapas gritando?
—No, creo que no.
Ella se acerca a mí. Me sentía más seguro cuando había más espacio entre
nosotros. Al estar aún más cerca, pienso en tocarla, y mi boca se seca.
Casi nunca pienso en la gente de esa manera, acerca de chicas de esa
manera.
—Entonces, ¿a qué le tengo miedo realmente? —dice.
—No lo sé —le digo—. Solo tú puedes saber.
—No sabía que Osadía sería tan difícil.
Me alegro de tener algo más en qué pensar, aparte de lo fácil que sería
poner mi mano en el arco de su espalda.
—Me han dicho que no siempre fue así. Ser de Osadía, quiero decir.
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—¿Qué ha cambiado?
—El liderazgo. La persona que controla la formación marca la pauta de la
conducta en Osadía. Hace seis años Max y los otros líderes cambiaron los
métodos de entrenamiento para hacerlos más competitivos y más brutales.
—Hace seis años, la parte de la formación de combate era breve y no
incluía el combate con los nudillos al desnudo. Los Iniciados llevaban
guantes. Se hacía hincapié en ser fuerte y capaz, y en el desarrollo de la
camaradería con los otros iniciados. E incluso cuando yo era un iniciado,
era mejor que esto, un potencial ilimitado para los iniciados a convertirse
en miembros, las peleas que se detenían cuando una persona cedía—.
Dijeron que eran para probar la fuerza de las personas. Y eso cambió las
prioridades de Osadía en su conjunto. Te apuesto a que no adivinas quién
es el nuevo protegido de los líderes.
Por supuesto, lo hace de inmediato.
—Entonces, si fuiste clasificado de primero en tu clase de iniciados, ¿cuál
fue el rango de Eric?
—Segundo.
—Así que, él fue su segunda elección para el liderazgo. Y tú fuiste su
primera opción.
Perceptiva. No sé si yo fui la primera opción, pero era sin duda una opción
mejor que Eric.
—¿Por qué dices eso?
—La forma en que Eric estaba actuando en la cena la primera noche.
Celoso, a pesar de que tiene lo que quiere.
Nunca he pensado en Eric de esa manera. ¿Celoso? ¿De qué? Nunca he
tomado nada de él, nunca he supuesto una amenaza real para él. Él es el
que vino tras Amar, quien vino tras de mí. Pero tal vez tenga razón, quizás
nunca vi lo frustrado que estaba al ser el segundo de un transferido de
Abnegación, después de todo su gran esfuerzo, o que me vi favorecido por
Max para el liderazgo, incluso cuando él fue colocado aquí específicamente
para tomar el papel de líder.
Ella se seca su cara.
—¿Me veo como si hubiera estado llorando?
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La pregunta parece casi divertida para mí. Sus lágrimas se desvanecieron
casi tan rápido como llegaron, y ahora su rostro está normal otra vez, sus
ojos secos, su cabello alisado. Como si nada hubiera ocurrido, como si no
acabara de pasar tres minutos abrumada por el terror. Es más fuerte que
yo.
—Hmm. —Me inclino más cerca, haciendo de examinarla una broma, pero
entonces no es una broma, y estoy tan cerca, y estamos compartiendo un
respiro.
—No, Tris —digo—. Te ves… —Trato con una expresión de Osadía—. Dura
como un clavo.
Ella sonríe un poco. Así que yo también.
—Oye —dice Zeke adormilado, con la cabeza apoyada en su puño—.
¿Quieres terminar esto por mí? Prácticamente necesito poner cinta en mis
ojos para mantenerlos abiertos.
—Lo siento —le digo—. Solo tengo que utilizar un ordenador. Sabes son
solo las nueve en punto, ¿no?
Bosteza.
—Me canso cuando mi mente está aburrida. Sin embargo, el turno casi
termina.
Me encanta la sala de control en la noche. Solo hay tres personas que
supervisan la sala, así que la habitación está en silencio excepto por el
zumbido de las computadoras. A través de las ventanas no veo más que
una rendija de la luna; todo lo demás está oscuro. Es difícil encontrar la
paz en la sede de Osadía, y este es el lugar donde la encuentro más a
menudo.
Zeke da la espalda a su pantalla. Yo me siento en una computadora a
unos asientos más allá de él, y muevo la pantalla lejos de la habitación.
Entonces abro una sesión, utilizando el nombre de la cuenta falsa que
configuré hace varios meses, así nadie sería capaz de rastrearla hasta mí.
Una vez que estoy conectado, abro el programa reflejo que me permite
utilizar el ordenador de Max de forma remota. Se tarda un segundo en
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arrancar, pero cuando lo hace, es como si estuviera sentado en la oficina
de Max, usando la misma máquina que él utiliza.
Trabajo de forma rápida, sistemáticamente. Él ordena sus carpetas con
números, así que no sé lo que cada una va a contener. La mayoría son
benignas, listas de miembros de Osadía o los horarios de los eventos. Abro
y cierro en cuestión de segundos.
Voy más profundo en los archivos, carpeta tras carpeta, y luego encuentro
algo extraño. Una lista de suministros, pero los suministros no incluyen
alimentos o tela o cualquier otra cosa que me esperaba para la mundana
vida en Osadía; la lista es para armas. Jeringas. Y algo marcado como
Suero D2.
Solo me puedo imaginar una cosa para que Osadía requiera tener tantas
armas: un ataque. ¿Pero de quién?
Compruebo la sala de control de nuevo, mis latidos golpeando en mi
cabeza. Zeke está jugando un juego en el ordenador que él mismo escribió.
El segundo operador de sala de control se desplomó hacia un lado, con los
ojos medio cerrados. El tercero está agitando su vaso de agua ociosamente
con su popote, mirando por las ventanas. Nadie me está prestando
atención.
Abro más archivos. Después de algunos esfuerzos inútiles, encuentro un
mapa. Está marcado en su mayoría con letras y números, así que al
principio no sé lo que está mostrando.
Pero luego abro un mapa de la ciudad, en la base de datos de Osadía para
compararlos, y me recargo en mi silla mientras me doy cuenta en qué
calles el mapa de Max se está centrando.
El sector de Abnegación.
El ataque será contra Abnegación.
Por supuesto debería haber sido obvio. ¿A quién más podrían Max y
Jeanine molestarse en atacar? La venganza de Max y Jeanine es en contra
de Abnegación, y siempre lo ha sido. Debí haberme dado cuenta cuando
los de Erudición liberaron esa historia de mi padre, el marido y padre
monstruoso. Lo único cierto que han escrito, por lo que puedo decir.
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Zeke empuja mi pierna con su pie.
—El turno ha terminado. ¿Hora de dormir?
—No —le digo—. Necesito un trago.
Él se anima notablemente. No es todas las noches que me decido a
abandonar mi existencia retirada y estéril para una noche de indulgencia
en Osadía.
—Soy tu hombre —dice.
Cierro el programa, mi cuenta, todo. También trato de dejar la información
sobre el ataque a Abnegación detrás, hasta que pueda averiguar qué hacer
con ella, pero me persigue todo el camino hasta el ascensor, a través del
vestíbulo y por las rutas de acceso a la parte inferior del Pozo.
Emerjo de la simulación con una sensación de pesadez en la boca del
estómago. Me separo de los cables y me levanto. Ella todavía está
recuperándose de la sensación de casi ahogarse, agitando sus manos y
respirando profundamente. La miro por un momento, no estando seguro
de cómo decir lo que tengo que decir.
—¿Qué? —dice.
—¿Cómo hiciste eso?
—¿Hacer qué?
—Romper el vidrio.
—No lo sé.
Asiento, y le ofrezco mi mano. Ella se levanta sin ningún problema, pero
evita mis ojos. Reviso las esquinas de la habitación por las cámaras. Hay
una, justo dónde pensé que estaría, justo frente a nosotros. Tomo su codo
y la conduzco fuera de la habitación, a un lugar donde sé que no vamos a
ser observados, en el ángulo muerto entre dos puntos de vigilancia.
—¿Qué? —dice con irritación.
—Eres Divergente —le digo. No he sido muy bueno con ella hoy. Anoche la
vi a ella y sus amigos junto al abismo, y en un error de juicio, o sobriedad,
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me llevó a inclinarme demasiado cerca, para decirle que se veía bien. Me
preocupa que fuera demasiado lejos. Ahora estoy aún más preocupado,
pero por diferentes razones.
Ella rompió el cristal. Es Divergente. Está en peligro.
Me mira fijamente.
Entonces se hunde en la pared, adoptando un aura casi convincente de
informalidad.
—¿Qué es Divergente?
—No te hagas la tonta —le digo—. Lo sospeché la última vez, pero esta vez
es obvio. Manipulaste la simulación; eres Divergente. Borraré las
imágenes, pero a menos que quieras terminar muerta en el fondo del
abismo, ¡tienes que encontrar la manera de ocultarlo durante las
simulaciones! Ahora, si me disculpas.
Camino de vuelta a la sala de simulación, cerrando la puerta detrás de mí.
Es fácil borrar las grabaciones, solo pulsar unas teclas y listo, expediente
limpio. Vuelvo a comprobar su archivo, asegurándome de que lo único que
hay ahí son los datos de la primera simulación. Tendré que encontrar una
manera de explicar a dónde fueron los datos de esta sesión. Una buena
mentira, una que Eric y Max creerán realmente.
En un apuro, saco mi navaja y la introduzco entre los paneles que cubren
la placa principal de la computadora, haciendo palanca para separarlos.
Luego me dirijo al pasillo, a la fuente de agua potable, y lleno mi boca con
agua.
Cuando vuelvo a la sala de simulación, escupo un poco de agua en el
espacio entre los paneles. Quito mi cuchillo y espero.
Un minuto o más después, la pantalla se oscurece. La sede de Osadía está
básicamente labrada en la piedra, los daños por el agua pasan todo el
tiempo.
Estaba desesperado.
Envié un mensaje con el mismo hombre Sin Facción que usé como
mensajero la última vez que quise estar en contacto con mi madre. Me las
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arreglé para reunirme con ella dentro del último vagón del tren a las diez y
quince desde la sede de Osadía. Asumo que ella sabrá cómo encontrarme.
Me siento con la espalda contra la pared, un brazo envuelto alrededor de
una de mis rodillas, mientras veo pasar la ciudad. Los trenes nocturnos no
se mueven tan rápido como los diurnos entre paradas. Es fácil observar
cómo los edificios cambian a medida que el tren se acerca al centro de la
ciudad, cómo se tornan más altos pero estrechos, cómo pilas de cristal se
acumulan junto a las pequeñas estructuras de piedra más antiguas. Como
una ciudad en capas, una sobre otra, y sucesivamente.
Alguien corre al lado del tren cuando llega a la parte norte de la ciudad.
Me pongo de pie, sosteniendo una de las manijas a lo largo de la pared, y
Evelyn entra tropezando en el vagón llevando botas de Cordialidad, un
vestido de Erudición, y una chaqueta de Osadía. Su cabello peinado hacia
atrás, haciendo que su severo rostro se vea aún más severo.
—Hola —dice ella.
—Hola —le digo.
—Cada vez que te veo, estás más grande —dice—. Supongo que no tiene
sentido preocuparme de que estés comiendo bien.
—Podría decir lo mismo de ti —le digo—, pero por razones distintas.
Sé que no está comiendo bien. Es una Sin Facción, y Abnegación no ha
estado prestando tanta ayuda como lo hacen normalmente, con Erudición
presionando de la manera en que lo hacen.
Llego a mi espalda y agarro la mochila que traje con las latas de la
despensa de Osadía.
—Es solo sopa y verduras insípidas, pero es mejor que nada —digo cuando
se la ofrezco a ella.
—¿Quién dice que necesito tu ayuda? —dice Evelyn con cuidado—. Lo
estoy haciendo muy bien, ya sabes.
—Sí, eso no es para ti —digo—. Es para todos tus amigos delgados. Si yo
fuera tú, no devolvería los alimentos.
—No lo voy hacer —dice, tomando la mochila—. Simplemente no estoy
acostumbrada a tu preocupación. Es un poco cautivador.
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—Estoy familiarizado con el sentimiento —le digo con frialdad—. ¿Cuánto
tiempo pasó antes de que te presentaras en mi vida? ¿Siete años?
Evelyn suspira.
—Si me pediste que viniera hasta aquí solo para empezar esta discusión
otra vez, me temo que no puedo quedarme mucho tiempo.
—No —le digo—. No, no es por eso que te pedí venir aquí.
No quería ponerme en contacto con ella en absoluto, pero sabía que no
podía contarle a ninguno en Osadía lo que había averiguado sobre el
ataque en Abnegación, no sé cuán leales a la facción y a sus políticas son,
y tenía que decírselo a alguien. La última vez que hablé con Evelyn,
parecía saber cosas acerca de la ciudad que yo no. Supuse que podría
saber cómo ayudarme con esto, antes de que fuera demasiado tarde.
Es un riesgo, pero no estoy seguro a quién más acudir.
—He estado vigilando a Max —le digo—. Dijiste que los de Erudición
estaban involucrados con Osadía, y tenías razón. Están planeando algo
juntos, Max, Jeanine y quién sabe quiénes más.
Le explico lo que vi en la computadora de Max, las listas de suministros y
los mapas. Le digo lo que he observado en la actitud de los de Erudición
hacia Abnegación, los informes, cómo incluso están envenenando las
mentes de Osadía contra nuestra antigua facción.
Cuando termino, Evelyn no se ve sorprendida, o incluso agravada. De
hecho, no tengo ni idea de cómo leer su expresión. Permanece en silencio
durante unos segundos, y luego dice:
—¿Has visto alguna indicación de cuándo podría suceder esto?
—No —digo.
—¿Qué hay de los números? ¿Qué tan grande es el ejército de Osadía y
Erudición que tienen intención de utilizar? ¿A partir de dónde pretenden
provocarlo?
—No sé —digo, frustrado—. Realmente no me importa, tampoco. No
importa cuántos reclutas reúnan, van a masacrar Abnegación en cuestión
de segundos. No es como si estuviesen capacitados para defenderse…
tampoco lo harían incluso si supieran cómo.
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—Sabía que algo estaba pasando —dice Evelyn, frunciendo el ceño—.
Ahora, las luces de la sede de Erudición están encendidas todo el tiempo.
Lo que significa que ya no tienen miedo de meterse en problemas con los
líderes del consejo, lo cual… sugiere algo acerca de su creciente
desacuerdo.
—Está bien —digo—. ¿Cómo les advertimos?
—¿Advertir a quién?
—¡A Abnegación! —le digo con vehemencia—. ¿Cómo podemos advertir a
Abnegación de que serán asesinados, cómo le advertimos a Osadía que sus
líderes están conspirando contra el consejo, cómo…?
Hago una pausa. Evelyn está de pie con las manos sueltas a sus lados,
con el rostro relajado y pasivo. Nuestra ciudad está cambiando, Tobias. Eso
es lo que me dijo cuando nos volvimos a ver. En algún momento, pronto,
todos tendrán que elegir un lado, y conozco uno en el cual preferirías estar.
—Ya lo sabías —digo despacio, tratando de procesar la verdad—. Sabías
que estaban planeando algo como esto, y ha sido por un tiempo. Estabas
esperando. Contando con ello.
—No tengo ningún afecto por mi antigua facción. No quiero que ellos, o
cualquier otra facción, siga controlando esta ciudad y su gente —dice
Evelyn—. Si alguien quiere encargarse de mis enemigos por mí, voy a
dejarlos.
—No puedo creerte —le digo—. No todos son Marcus, Evelyn. Están
indefensos.
—Crees que son tan inocentes —dice ella—. No los conoces. Yo los
conozco, los he visto por lo que realmente son.
Su voz es baja y gutural.
—¿Cómo crees que tu padre consiguió mentirte acerca de mí todos estos
años? ¿Crees que los otros líderes de Abnegación no lo ayudaron, no
perpetuaron la mentira? Ellos sabían que no estaba embarazada, que
nadie había llamado a un médico, que no había ningún cuerpo. Pero aun
así te dijeron que estaba muerta, ¿no?
No se me había ocurrido antes. No había ningún cuerpo. Ningún cuerpo,
pero aún así todos los hombres y mujeres que estaban sentados en la casa
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de mi padre esa horrible mañana y la siguiente tarde en el funeral,
participaron del juego de fingir para mí, y para el resto de la comunidad de
Abnegación, incluso diciendo en su silencio: A nadie se le ocurriría
dejarnos. ¿Quién lo querría?
No debería estar tan sorprendido al descubrir que una facción está llena
de mentirosos, pero creo que hay partes de mí que aún son ingenuas,
todavía como un niño.
Ya no.
—Piensa en ello —dice Evelyn—. Esas personas, el tipo de gente que le
dice a un niño que su madre murió solo para salvar las apariencias, ¿son
los que tú quieres ayudar? ¿O quieres ayudar a sacarlos del poder?
Pensé que lo sabía. Aquellos inocentes de Abnegación, con sus constantes
actos de servicio y sus deferentes inclinaciones de cabeza, necesitaban ser
salvados.
Pero esos mentirosos, quienes me obligaron al dolor, quienes me dejaron a
solas con el hombre que me causó dolor, ¿deberían salvarse?
No puedo mirarla, no puedo responderle. Espero que el tren pase en la
plataforma y luego, salto sin mirar atrás.
—No te lo tomes a mal, pero te ves horrible.
Shauna se hunde en la silla junto a la mía, dejando la bandeja en la mesa.
De repente, siento que la conversación de ayer con mi madre fue como un
ruido ensordecedor que alteró mi audición, y ahora cualquier otro sonido
suena amortiguado. Siempre supe que mi padre era cruel. Pero siempre
pensé que los otros de Abnegación eran inocentes; en el fondo, siempre
pensé en mí mismo como un débil por alejarme de ellos, como una especie
de traidor a mis propios valores.
Ahora parece que sin importar lo que decida, estaré traicionando a
alguien. Si les advierto a los de Abnegación sobre los planes de ataque que
encontré en el ordenador de Max, estaré traicionando a Osadía. Si no les
advierto, traiciono a mi antigua facción de nuevo, y de un modo mucho
mayor del que lo hice antes. No tengo más remedio que decidir, y la idea de
decidir me hace sentir enfermo.
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Hoy lo pasé del único modo que sabía: me levanté y fui a trabajar.
Publiqué la lista de clasificación, la cual fue una fuente de cierta
contienda, conmigo abogando por dar mayor peso a la mejora, y Eric
abogando por la firmeza. Fui a comer. Pasando a través de la rutina como
si solo fuera memoria muscular.
—¿Vas a comer algo de eso? —dice Shauna, asintiendo hacia mi plato
lleno de comida.
Me encojo de hombros.
—Tal vez.
Puedo decir que está a punto de preguntar qué está mal, así que lanzo un
nuevo tema.
—¿Cómo está Lynn?
—Lo sabes mejor que yo —dice—. Al ver sus miedos y todo eso.
Corto un pedazo de mi trozo de carne y mastico.
—¿Cómo es eso? —pregunta con cautela, levantando una ceja—. Ver todos
sus miedos, quiero decir.
—No puedo hablar contigo acerca de sus miedos —le digo—. Lo sabes.
—¿Esa es tu regla o una regla de Osadía?
—¿Importa?
Shauna suspira.
—A veces siento que ni siquiera la conozco, eso es todo.
Comemos el resto de nuestra comida sin hablar. Eso es lo que más me
gusta de Shauna: no siente la necesidad de llenar los espacios vacíos.
Cuando terminamos, nos vamos del comedor juntos, y Zeke nos llama
desde el otro lado del Pozo.
—¡Oye! —dice. Está envolviendo un rollo de cinta alrededor de su dedo—.
¿Quieren ir a golpear algo?
—¡Sí! —digo con Shauna al unísono.
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Caminamos hacia la sala de entrenamiento, Shauna actualiza a Zeke
sobre su semana en la valla:
—Hace dos días el idiota que estaba de patrulla comenzó a volverse loco,
jurando que vio algo ahí fuera… Resulta que era una bolsa de plástico… —
Y Zeke desliza su brazo sobre los hombros de ella. Paso los dedos por mis
nudillos y trato de no interponerme en su camino.
Cuando nos acercamos a la sala de entrenamiento, me parece escuchar
voces en su interior. Con el ceño fruncido, empujo la puerta con el pie. En
el interior están Lynn, Uriah, Marlene, y… Tris. La colisión de mundos me
asusta un poco.
—Me pareció escuchar algo aquí —digo.
Uriah está disparando a un blanco con una de las armas de perdigones de
plástico que los de Osadía guardan para diversión, sé con seguridad que él
no posee una, por lo que debe ser de Zeke, y Marlene está masticando
algo. Ella me sonríe y me saluda cuando entro.
—Resulta que es el idiota de mi hermano —dice Zeke—. Se supone que no
deberías estar aquí a estas horas. Cuidado, o Cuatro le dirá a Eric, y luego
serás tan bueno como escalpado.
Uriah mete la pistola debajo de la cintura del pantalón, contra la parte
baja de su espalda, sin activar el seguro. Probablemente va a terminar con
un moretón en el trasero después de que la pistola se dispare en su
pantalón. No se lo menciono.
Sostengo la puerta abierta para urgirlos pasar a través de ella. A medida
que pasa, Lynn me dice:
—No le dirías a Eric.
—No, no lo haría —digo. Cuando Tris pasa a mi lado, extiendo la mano, y
se ajusta automáticamente en el espacio entre sus omóplatos. Ni siquiera
sé si eso fue intencional o no. Y a decir verdad, no me importa.
Los otros comienzan a recorrer el pasillo, nuestro plan original era perder
el tiempo en la olvidada sala de entrenamiento cuando Uriah y Zeke
comienzan a discutir, y Shauna y Marlene comparten el resto de un bollo.
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—Espera un segundo —le digo a Tris. Se vuelve hacia mí, con cara de
preocupación, así que trato de sonreír, pero es difícil sentir ganas de
sonreír en estos momentos.
Me di cuenta de la tensión en la sala de entrenamiento cuando publiqué la
lista de clasificación esta tarde, nunca pensé, cuando estaba calculando
los puntos para las clasificaciones, que tal vez debería rebajarle puntos
para su protección. Habría sido un insulto a su habilidad en las
simulaciones ponerla más abajo de la lista, pero tal vez hubiera preferido
el insulto a la creciente brecha entre ella y sus compañeros transferidos.
A pesar de que está pálida, agotada, hay pequeños cortes alrededor de
cada una de sus uñas, y tiene una mirada vacilante en sus ojos, sé que no
es así. Esta chica nunca querría ser la protegida en el medio del grupo,
nunca.
—Perteneces aquí, ¿lo sabes? —le digo—. Perteneces con nosotros.
Terminará pronto, así que… solo aguanta, ¿de acuerdo?
Mi nuca se siente repentinamente caliente, y me rasco con una mano,
incapaz de mirarla a los ojos, aunque puedo sentir los suyos sobre mí a
medida que se extiende el silencio.
Pero entonces desliza sus dedos entre los míos, y me quedo mirándola,
sorprendido. Aprieto su mano, ligeramente, y me doy cuenta a través de mi
confusión y cansancio, que a pesar de que la he tocado media docena de
veces, cada una con falta de juicio, esta es la primera vez que me lo
devuelve.
Luego se vuelve y corre alcanzando a sus amigos.
Y yo permanezco en el pasillo, solo, sonriendo como un idiota.
Trato de dormir durante la mayor parte de una hora, retorciéndome bajo
las sábanas para encontrar una posición cómoda. Pero parece que alguien
ha reemplazado mi colchón por un saco de piedras. O tal vez es solo que
mi mente está demasiado ocupada para dormir.
Con el tiempo me doy por vencido, me pongo los zapatos, la chaqueta y
camino a la Espira, como lo hago cada vez que no puedo dormir. Pienso
sobre ejecutar el programa de paisaje del miedo otra vez, pero creo que
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esta tarde no repuse mi suministro de suero de simulación, y sería una
molestia conseguir algo ahora. En su lugar entro a la sala de control,
donde Gus me saluda con un gruñido y los otros dos del personal ni
siquiera notaron que entré.
Trato de no ir a través de los archivos de Max de nuevo, siento que sé todo
lo que necesito saber, algo malo se acerca y no tengo ni idea si voy a tratar
de detenerlo.
Necesito decírselo a alguien, necesito a alguien que comparta esto conmigo,
para que me diga qué hacer. Pero no hay nadie en quien confiaría algo
como esto. Incluso mis amigos aquí nacieron y crecieron en Osadía, ¿cómo
puedo saber que no irían a confiar en sus líderes implícitamente? No
puedo saberlo.
Por alguna razón, el rostro de Tris me viene a la mente, abierto pero severo
mientras sujeta mi mano en el pasillo.
Me desplazo por las imágenes, mirando por encima de las calles de la
ciudad y luego regreso a la sede de Osadía. La mayoría de los pasillos
están tan oscuros, no podría ver nada incluso si estuviera ahí. En mis
auriculares, solo escucho el agua corriendo en el abismo o el silbido del
viento a través de los callejones. Suspiro, reclinando mi cabeza en mi
mano, y observo las imágenes cambiando, una tras otra, y dejo que me
arrullen en algo así como dormir.
—Vete a la cama, Cuatro —dice Gus desde el otro lado de la habitación.
Me despierto de un sobresalto, y asiento. Si no estoy realmente mirando
las imágenes, no es una buena idea para mí estar en la sala de control.
Cierro la sesión de mi cuenta y avanzo por el pasillo hacia el ascensor,
parpadeando para despertarme.
Mientras camino cruzando el vestíbulo, escucho un grito que viene de
abajo, viniendo del Pozo. No es un grito alegre de Osadía, o el grito de
alguien que está asustado, o encantado, o cualquier cosa, sino de un tono
en particular, el tono particular de terror.
Pequeñas piedras se dispersan detrás de mí mientras corro hacia el fondo
del Pozo, mi respiración rápida y pesada, pero en partes iguales.
Tres personas altas, vestidos con ropas negras están parados cerca de la
barandilla abajo. Están reunidos alrededor de un cuarto, un blanco más
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pequeño, y aunque no puedo ver mucho de ellos, conozco una pelea
cuando la veo. O, la llamaría una pelea, si no fueran tres contra uno.
Uno de los atacantes gira, viéndome, y corre a toda velocidad en la otra
dirección. Cuando me acerco veo a uno de los atacantes que se quedó
sujetando al blanco, por encima del abismo, y grito:
—¡Oye!
Veo su cabello, rubio, y apenas puedo ver nada más. Choco con uno de los
atacantes: Drew, lo sé por el color de su cabello, rojo-naranja; y lo golpeo
contra la barandilla del abismo. Lo golpeo una vez, dos y tres veces en la
cara, hasta que cae al suelo, y luego lo estoy pateando y no puedo pensar,
no puedo pensar en nada.
—Cuatro. —La voz de ella suena tranquila, irregular, y es la única cosa
que posiblemente me podría alcanzar en este lugar. Está colgando de la
barandilla, colgando sobre el abismo como un pedazo de cebo en un
anzuelo de pesca. El otro, el último atacante, se fue.
Corro hacia ella, agarrándola por debajo de sus hombros, y la jalo por
encima del borde de la barandilla. La sostengo contra mí. Presiona su cara
contra mi hombro, retorciendo sus dedos en mi camisa.
Drew está sobre el suelo, colapsado. Lo escucho gemir mientras la llevo
lejos, no a la enfermería, donde los otros, quienes fueron tras ella
pensarían en buscarla, sino a mi apartamento en su aislado pasillo aparte.
Camino a través de la puerta del apartamento y la recuesto sobre mi cama.
Paso mis dedos por encima de su nariz y pómulos para revisar si están
rotos, entonces siento su pulso, y me inclino más cerca para escuchar su
respiración. Todo parece normal, constante. Incluso el golpe en la parte
posterior de su cabeza, aunque hinchado y raspado, no parece grave. No
está gravemente herida, pero podría estarlo.
Mis manos tiemblan cuando me alejo de ella. Ella no está gravemente
herida, pero Drew podría estarlo. Ni siquiera sé cuántas veces le pegué
hasta que finalmente ella dijo mi nombre y desperté. El resto de mi cuerpo
empieza a temblar también, y me aseguro de que haya una almohada de
apoyo para su cabeza, luego dejo el apartamento para regresar a la
barandilla junto al Pozo. En el camino, trato de reproducir los últimos
minutos en mi mente, trato de recordar lo que golpeé, cuándo y con qué
fuerza, pero todo se pierde en un ataque vertiginoso de ira.
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Me pregunto si así es como era para él, pienso, recordando la mirada
salvaje y frenética en los ojos de Marcus cada vez que se enojaba.
Cuando llego a la barandilla, Drew aún está ahí, acostado en una extraña
posición, acurrucado en el suelo. Coloco su brazo sobre mis hombros y
medio lo levantó, medio lo arrastró a la enfermería.
Cuando regreso a mi apartamento, inmediatamente entro al baño para
lavar la sangre de mis manos, algunos de mis nudillos están partidos,
cortados por el impacto con la cara de Drew. Si Drew estaba ahí, el otro
atacante tenía que ser Peter, ¿pero quién era el tercero? No era Molly, la
forma era demasiado alta, demasiado grande. De hecho, solo hay un
iniciado de ese tamaño.
Al.
Verifico mi reflejo, como si fuera a ver pequeños pedazos de Marcus
regresándome la mirada ahí. Hay un corte en la esquina de mi boca,
¿Drew me regresó el golpe en algún momento? No importa. Mi lapsus de
memoria, no importa. Lo que importa es que Tris está respirando.
Mantengo mis manos bajo el agua fría hasta que sale clara, entonces las
seco con la toalla y voy al congelador por una bolsa de hielo. Mientras la
llevo hacia ella, me doy cuenta de que está despierta.
—Tus manos —dice, y es una cosa ridícula para decir, tan estúpida, estar
preocupada por mis manos cuando estaba colgando sobre el abismo por su
garganta.
—Mis manos —digo malhumorado—, no son de tu incumbencia.
Me inclino sobre ella, deslizando el hielo debajo de su cabeza, donde
anteriormente sentí un golpe. Levanta su mano y sus dedos tocan
ligeramente mi boca.
Nunca pensé que podrías sentir un toque de esta manera, como una
descarga de energía. Sus dedos son suaves, curiosos.
—Tris —digo—. Estoy bien.
—¿Por qué estabas ahí?
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—Venía de la sala de control. Escuché un grito.
—¿Qué hiciste con ellos?
—Dejé a Drew en la enfermería hace media hora. Peter y Al escaparon.
Drew afirmó que solo estaban tratando de asustarte. Por lo menos, creo
que eso es lo que estaba tratando de decir.
—¿Está en mal estado?
—Vivirá. En qué condición, no puedo decirlo —espeto.
No debería dejarle ver este lado de mí, la parte que obtiene salvaje placer
del dolor de Drew. No debería tener este lado.
Agarra mi brazo, apretándolo.
—Bien —dice.
Bajo mi mirada hacia ella. También tiene ese lado, debe tenerlo. Vi la
manera en que se veía cuando venció a Molly, como si fuera a seguir
adelante sin importar si su oponente se encontraba o no inconsciente.
Quizás ella y yo somos iguales.
Su rostro se contorsiona, retuerce, y empieza a llorar. La mayoría de las
veces, cuando alguien llora delante de mí, me siento asfixiado, como si
necesitara escapar de su compañía con el fin de respirar. No me siento de
esa manera con ella. No me preocupo con ella, de que espere demasiado de
mí, o que necesite algo de mí en lo absoluto. Me agacho en el suelo, para
así estar al mismo nivel, y la observo detenidamente por un momento.
Entonces toco su mejilla con mi mano, cuidando no presionar contra
cualquiera de sus moretones aún formándose. Paso mi pulgar sobre su
mejilla. Su piel está caliente.
No tengo la palabra correcta para cómo se ve, pero incluso ahora, con
partes de su rostro hinchados y descolorido, hay algo que llama la
atención en ella, algo que no vi antes.
En este momento soy capaz de aceptar la inevitabilidad de lo que siento,
aunque no con alegría. Necesito hablar con alguien. Necesito confiar en
alguien. Y por alguna razón, lo sé, sé que es ella.
Tendré que empezar por contarle mi nombre.
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Me acerco a Eric en la fila del desayuno, parándome detrás de él con mi
bandeja mientras utiliza una cuchara de mango largo para servir huevos
revueltos en su plato.
—Si te contara que uno de los iniciados fue atacado anoche por algunos de
los otros iniciados —digo—, ¿incluso te importaría?
Empuja los huevos a un costado de su plato, y levanta un hombro.
—Puede que me importe que su instructor no parezca capaz de controlar a
sus iniciados —dice Eric mientras agarro un tazón de cereales para mí.
Observa mis nudillos partidos—. Puede que me importe que este hipotético
ataque fuera el segundo bajo la vigilancia de ese instructor… considerando
que los que nacieron en Osadía no parecen tener este problema.
—Las tensiones entre los transferidos son naturalmente mayores; no se
conocen entre sí, o a esta facción, y sus orígenes son muy diferentes —
digo—. Y tú eres su líder, ¿no deberías ser responsable de mantenerlos
“bajo control”?
Coloca un pedazo de pan tostado junto a sus huevos con algunas pinzas.
Luego se inclina cerca de mi oído y dice:
—Estás en la cuerda floja, Tobias —sisea—. Discutir conmigo delante de
los otros. “Perder” los resultados de la simulación. Tu evidente preferencia
hacia los iniciados más débiles en la clasificación. Incluso ahora Max está
de acuerdo. Si hubo un ataque, no creo que él estaría muy contento
contigo, y no podría oponerse cuando sugiera que te saquen de tu cargo.
—Entonces estarías sacando un instructor de los iniciados una semana
antes del final de la iniciación.
—Puedo terminarlo yo mismo.
—Solo puedo imaginar lo que sería bajo tu supervisión —digo,
entrecerrando mis ojos—. Incluso no necesitaríamos hacer ninguna
reducción. Todos ellos morirían o huirían por su cuenta.
—Si no eres cuidadoso no tendrás que imaginarte nada. —Llega al final de
la línea de alimentos y gira hacia mí—. Los entornos competitivos crean
tensión, Cuatro. Es natural que la tensión se libere de alguna manera. —
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Sonríe un poco, estirando la piel entre sus piercings—. Un ataque sin duda
nos mostraría quiénes son los más fuertes y los más débiles, en una
situación del mundo real, ¿no lo crees? De esa manera no tendríamos que
depender de los resultados de las pruebas en lo absoluto. Podríamos tomar
una decisión más informada acerca de quién no pertenece aquí. Eso es…
en caso de que un ataque llegara a ocurrir.
La implicación es clara: Como sobreviviente al ataque, Tris sería vista
como alguien más débil que los otros iniciados, y alimentaría la
eliminación. Eric no tendría prisa en ayudar a la víctima, sino que más
bien propondría su expulsión de Osadía, como lo hizo antes de que
Edward se fuera por su propia voluntad. No quiero que Tris sea forzada a
ser una Sin Facción.
—Correcto —digo ligeramente—. Bueno, entonces es una buena cosa que
no hayan ocurrido ataques recientemente.
Vierto un poco de leche sobre mi cereal y camino hacia mi mesa. Eric no le
hará nada a Peter, Drew, o Al, y yo no puedo hacer nada sin salirme de la
línea y sufrir las repercusiones. Pero quizás, quizás no tengo que hacer
esto solo. Coloco mi bandeja entre Zeke y Shauna y digo:
—Necesito su ayuda con algo.
Después de que termina la explicación del pasaje del miedo y los iniciados
son despedidos para el almuerzo, llevo a Peter a un lado en la sala de
observación junto a la sala de simulación vacía. Contiene filas de sillas,
listas para que los iniciados se sienten mientras esperan para tomar su
examen final. También están Zeke y Shauna.
—Necesitamos tener una charla —digo.
Zeke se abalanza hacia Peter, derribándolo contra la pared de concreto con
fuerza atemorizante. Peter se golpea la parte de atrás de su cabeza, y hace
una mueca de dolor.
—Hola —dice Zeke, y Shauna avanza hacia ellos, haciendo girar un
cuchillo sobre su palma.
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—¿Qué es esto? —dice Peter. Ni siquiera se ve un poco asustado, incluso
cuando Shauna agarra la cuchilla por el mango y toca su mejilla con la
punta, creando un hoyuelo—. ¿Tratando de asustarme? —se burla.
—No —digo—. Tratando de hacer un punto. No eres el único con amigos
que están dispuestos a hacer un poco de daño.
—No creo que los instructores de iniciación supongan una amenaza para
los iniciados, ¿cierto? —Peter me mira con ojos muy abiertos, una mirada
que podría confundir con inocencia si no supiera cómo es en realidad—.
Sin embargo, tendré que preguntarle a Eric, solo para estar seguro.
—No te amenazo —digo—. Ni siquiera te estoy tocando. Y de acuerdo con
las imágenes de esta habitación que se almacenan en las computadoras de
la sala de control, ni siquiera estamos aquí ahora mismo.
Zeke sonríe como si no pudiera evitarlo. Esa fue su idea.
—Soy quien te está amenazando —dice Shauna, casi en un gruñido—. Un
ataque violento más y te voy a enseñar una lección sobre la justicia. —
Sostiene la punta del cuchillo sobre su ojo, y lo lleva hacia abajo
lentamente, presionando la punta en su párpado. Peter se congela, sin
apenas moverse, incluso para respirar—. Ojo por ojo. Moretón por
moretón.
—Puede que a Eric no le importe si vas tras tus compañeros —dice Zeke—,
pero a nosotros sí, y hay un montón de gente en Osadía como nosotros.
Gente que no cree que deberías poner una mano sobre tus compañeros
miembros de la facción. Gente que escucha los chismes, y los extenderá
como un reguero de pólvora. No pasará mucho tiempo para que les
digamos qué tipo de gusano eres, o para que ellos puedan hacer tu vida
muy, muy difícil. Verás, en Osadía, la reputación tiende a quedarse.
—Empezaremos con todos tus posibles empleadores —dice Shauna—. Los
supervisores en la sala de control: Zeke puede encargarse de ellos; los
líderes en la valla: yo me encargaré de esos. Tori conoce a todos en el
Pozo… Cuatro, eres amigo de Tori, ¿verdad?
—Sí, lo soy —digo. Me acerco a Peter, e inclinó mi cabeza—. Puedes ser
capaz de causar dolor, iniciado… pero nosotros podemos hacer tu vida
miserable.
Shauna aleja el cuchillo de los ojos de Peter.
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—Piensa en ello.
Zeke suelta la camisa de Peter y la alisa, sin dejar de sonreír. De alguna
manera, la combinación de la ferocidad de Shauna y la jovialidad de Zeke
es lo suficientemente extraña como para ser amenazante. Zeke se despide
de Peter con la mano, y todos nos vamos juntos.
—De todos modos quieres que hablemos con los demás, ¿cierto? —me
pregunta Zeke.
—Oh, sí —digo—. Por supuesto. No solo sobre Peter. También sobre Drew
y Al.
—Tal vez si sobrevive a la iniciación, tropezaré accidentalmente con él y
caerá directo en el abismo —dice Zeke esperanzado, haciendo un gesto de
caída en picada con la mano.
A la mañana siguiente, hay una multitud reunida en el abismo, todos
silenciosos e inmóviles, aunque el olor del desayuno nos atrae hacia la
cafetería. No tengo que preguntar por qué están reunidos.
Me han dicho que esto ocurre casi todos los años. Una muerte. Como la de
Amar, repentina, terrible, y un desperdicio. Un cuerpo es sacado del
abismo como un pez en un anzuelo. Por lo general alguien joven: un
accidente, a causa de una maniobra temeraria que fue mal, o tal vez no un
accidente, una mente herida aún más perjudicada por la oscuridad, la
presión, el dolor de Osadía.
No sé cómo sentirme acerca de esas muertes. Culpable, tal vez, por no ver
el dolor. Triste, de que algunas personas no puedan encontrar otra manera
de escapar.
Oigo el nombre del difunto dicho más adelante, y ambas emociones me
golpean con fuerza.
Al. Al. Al.
Mi iniciado… mi responsabilidad, y fallé, porque he estado tan obsesionado
con atrapar a Max y a Jeanine, o culpando a Eric de todo, o con mi
indecisión acerca de advertir a Abnegación. No… ninguna de esas cosas
tanto como esto: que me alejé de ellos para mi propia protección, cuando
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debería haber estado sacándolos de los lugares oscuros de aquí y
llevándolos a los más claros. Riendo con amigos en las rocas del abismo.
Hacerse tatuajes nocturnos después de un juego de Reto. Un mar de
abrazos después de que se anuncian las clasificaciones. Esas son las cosas
que podría haberle mostrado… incluso si no lo hubiesen ayudado, debería
haberlo intentado.
Sé una cosa: después de que se haga la iniciación de este año, Eric no
tendrá que esforzarse tanto para expulsarme de esta posición. Ya me fui.
Al. Al. Al.
¿Por qué todos los muertos se convierten en héroes en Osadía? ¿Por qué
necesitamos que lo sean? Tal vez sean los únicos que podemos encontrar
en una facción de líderes corruptos, colegas competitivos e instructores
cínicos. Los muertos pueden ser nuestros héroes porque no nos pueden
decepcionar más tarde; solo mejoran con el tiempo, a medida que nos
olvidamos más y más de ellos.
Al era inseguro y sensible, y luego celoso y violento, y luego murió.
Hombres más suaves que Al han vivido y hombres más duros que Al han
muerto y no hay explicación para nada de eso.
Pero Tris quiere una, anhela una, lo veo en su rostro, una especie de
hambre. O de ira. O ambas cosas. No puedo imaginar que sea sencillo
apreciar a alguien, odiarlo, y luego perderlo antes que cualquiera de esos
sentimientos sean resueltos. La sigo lejos del cántico de Osadía porque soy
lo suficientemente arrogante como para creer que puedo hacerla sentir
mejor.
Claro. Seguro. O tal vez la sigo porque estoy cansado de estar tan alejado
de todo el mundo, y ya no estoy seguro de que sea la mejor forma de estar.
—Tris —digo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —dice amargamente—. ¿No deberías estar
presentando tus respetos?
—¿No deberías hacerlo tú? —Me muevo hacia ella.
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—No puedes presentar respetos cuando no tienes ninguno. —Estoy
sorprendido, por un momento, de que pueda llegar a ser tan fría: Tris no
siempre es agradable, pero raramente es desdeñosa sobre cualquier cosa.
Solo le toma un segundo para negar con la cabeza—. No quise decir eso.
—Ah.
—Esto es ridículo —dice, sonrojándose—. ¿Se lanza a un abismo y Eric
está llamándolo valiente? ¿Eric, quien intentó que lanzaras cuchillos a la
cabeza de Al? —Su rostro se contorsiona—. ¡Él no era valiente! ¡Estaba
deprimido y era un cobarde y casi me mata! ¿Esa es la clase de cosas que
respetamos aquí?
—¿Qué quieres que hagan? —digo lo más suavemente que puedo; lo cual
no es decir mucho—. ¿Condenarlo? Al ya está muerto. Él no puede oírlo, y
ya es demasiado tarde.
—No se trata de Al —dice ella—. ¡Se trata de todos lo que observan! Todos
los que ahora ven el lanzarse al abismo como una opción viable. Quiero
decir, ¿por qué no hacerlo si después todo el mundo te clama un héroe?
¿Por qué no hacerlo si todo el mundo recordará tu nombre? —Pero por
supuesto, esto se trata de Al, y ella lo sabe—. Es… —Está esforzándose,
luchando consigo misma—. No puedo… ¡Esto nunca habría ocurrido en
Abnegación! ¡Nada de esto! Nunca. Este lugar lo deformó y lo arruinó, y no
me importa si decir eso me hace una Estirada, no me importa, ¡no me
importa!
Mi paranoia está tan profundamente arraigada, que miro automáticamente
a la cámara enterrada en la pared por encima del bebedero, disfrazada por
la lámpara azul fijada allí. La gente en la sala de control puede vernos, y si
somos desafortunados, también podrían elegir este momento para
escucharnos. Puedo verlo ahora, Eric llamando a Tris una traidora a la
facción, el cuerpo de Tris en el pavimento cerca de las vías del tren…
—Ten cuidado, Tris —digo.
—¿Eso es todo lo que puedes decir? —Me frunce el ceño—. ¿Que debería
tener cuidado? ¿Eso es todo?
Entiendo que mi respuesta no era exactamente lo que ella esperaba, pero
para alguien que acaba de arremeter contra la imprudencia de los de
Osadía, sin duda está actuando como uno de ellos.
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—Eres tan mala como los de Verdad, ¿sabes? —digo. Los de Verdad
siempre están hablando, sin pensar jamás en las consecuencias. La aparto
del bebedero, y entonces estoy cerca de su rostro y puedo ver sus ojos
apagados flotando en el agua del río subterráneo y no puedo soportarlo, no
cuando acaba de ser atacada y quién sabe qué habría pasado si no la
hubiese oído gritar—. No voy a decir esto de nuevo, así que escucha con
atención. —Pongo mis manos sobre sus hombros—. Te están vigilando. A
ti, en particular.
Recuerdo los ojos de Eric en ella después del lanzamiento de cuchillos. Sus
preguntas sobre sus datos de simulación eliminados. Alegué daños por
agua. Él pensó que era interesante que los daños por agua se produjeran
ni cinco minutos después de que terminara la simulación de Tris.
Interesante.
—Suéltame —dice ella.
Lo hago, de inmediato. No me gusta escuchar su voz de esa manera.
—¿También te están vigilando a ti?
Siempre lo han hecho y siempre lo harán.
—Sigo tratando de ayudarte, pero te niegas a ser ayudada.
—Oh, cierto. Tu ayuda —dice ella—. Apuñalar mi oreja con un cuchillo,
burlarte de mí y gritarme más de lo que le gritas a cualquier otra persona,
seguro es de gran ayuda.
—¿Burlarme de ti? ¿Te refieres a cuando arrojé los cuchillos? ¡No estaba
burlándome de ti! —Niego con la cabeza—. Estaba recordándote que si
fallabas, alguien más tendría que tomar tu lugar.
Para mí, en ese momento, casi parecía obvio. Pensé, dado que ella parecía
entenderme mejor que la mayoría de la gente, que también podría
entender eso. Pero por supuesto que no lo hizo. No es una lectora de
mentes.
—¿Por qué? —dice.
—Porque… eres de Abnegación —digo—. Y… es cuando estás actuando
desinteresadamente que eres más valiente. Y si yo fuera tú, haría un mejor
trabajo en fingir que ese impulso altruista va a desaparecer, porque si la
gente equivocada lo descubre… bueno, no va a ser bueno para ti.
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—¿Por qué? ¿Por qué les preocupan mis intenciones?
—Las intenciones son lo único que a ellos les importa. Tratan de hacerte
creer que les importa lo que haces, pero no lo hacen. No quieren que te
comportes de cierta manera, quieren que pienses de cierta manera. De
modo que seas fácil de entender. De modo que no supongas una amenaza
para ellos.
Pongo la mano en la pared cerca de su rostro y me inclino hacia ella,
pensando en los tatuajes formando una línea en mi espalda. Hacerme los
tatuajes no era lo que me convertía en un traidor a la facción. Era lo que
significaban para mí: un escape a la estrechez de miras de cualquier
facción, el pensamiento que penetra todas las diferentes partes de mí,
reduciéndome a una sola versión de mí mismo.
—No entiendo por qué les importa lo que pienso, mientras esté actuando
como ellos quieren que actúe —dice ella.
—Ahora estás actuando como quieren que actúes, ¿pero qué sucede
cuando tu cerebro programado para Abnegación te dice que hagas algo
más, algo que ellos no quieren?
Por mucho que me caiga bien, Zeke es el ejemplo perfecto. Nacido en
Osadía. Criado en Osadía. Elegido para Osadía. Puedo contar con él para
abordar todo de la misma manera. Fue entrenado desde su nacimiento.
Para él, no hay otras opciones.
—Podría no necesitar que me ayudes. ¿Alguna vez pensaste eso? —dice.
Quiero reírme ante la pregunta. Por supuesto que no me necesita. ¿Acaso
alguna vez se trató de eso?—. No soy débil, lo sabes. Puedo hacer esto
sola.
—Crees que mi primer instinto es protegerte. —Me muevo de modo que
estoy un poco más cerca de ella—. Porque eres pequeña, o una chica, o
una Estirada. Pero estás equivocada.
Incluso más cerca. Toco su barbilla, y por un momento pienso en cerrar
esta brecha por completo.
—Mi primer instinto es empujarte hasta tus límites, solo para ver cuán
duro tengo que presionar —digo, y es una admisión extraña y peligrosa. No
tengo intención de causarle ningún daño, y nunca la tendré, y espero que
sepa que eso no es lo que quiero decir—. Pero me resisto a ello.
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—¿Por qué tu primer instinto es ese? —dice.
—El miedo no te doblega —digo—. Te despierta. Lo he visto. Es fascinante.
—Sus ojos en cada simulación del miedo, son como hielo y acero, una
llama azul. La chica pequeña y delgada, con los brazos tensos como el
alambre. Una contradicción andante. Mi mano se desliza sobre su
mandíbula, toca su cuello—. A veces solo quiero volver a verlo. Quiero
verte despierta.
Sus manos tocan mi cintura, y se empuja contra mí, o me hala contra ella,
no puedo decir cuál. Sus manos se mueven por mi espalda, y la deseo, de
un modo que no he sentido antes, no solo algún tipo de impulso físico sin
sentido, sino un deseo real, específico. No por “alguien”, solo por ella.
Le toco la espalda, el cabello. Es suficiente, por ahora.
—¿Debería estar llorando? —pregunta, y me toma un segundo darme
cuenta que está hablando de Al otra vez. Bien, porque si este abrazo le da
ganas de llorar, tendría que admitir no saber absolutamente nada sobre el
romance. Lo cual podría ser cierto de todos modos—. ¿Hay algo malo en
mí?
—¿Crees que sé algo sobre las lágrimas? —Las mías vienen sin preguntar y
desaparecen a los pocos segundos.
—Si lo hubiera perdonado… ¿crees que estaría vivo ahora?
—No lo sé. —Pongo mi mano en su mejilla, mis dedos extendiéndose hacia
atrás hasta su oreja. Ella es realmente pequeña. Eso no me importa.
—Siento que es mi culpa —dice ella.
Yo también.
—No es tu culpa. —Acerco mi frente a la suya. Su respiración es cálida
contra mi rostro. Tenía razón, esto es mejor que mantener la distancia,
esto es mucho mejor.
—Pero debería haberlo hecho. Debería haberlo perdonado.
—Quizás. Tal vez hay algo más que todos podríamos haber hecho —le digo,
y entonces sin pensar escupo un cliché de Abnegación—. Pero tenemos
que dejar que la culpa nos recuerde hacerlo mejor la próxima vez.
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Se aleja de inmediato, y siento ese impulso familiar, de ser malo con ella
para que olvide lo que dije, así no me pregunta nada.
—¿De qué facción vienes, Cuatro?
Creo que lo sabes.
—No importa. Aquí es donde estoy ahora. Algo que harías bien en recordar
para ti misma.
Ya no quiero estar cerca de ella; es todo lo que quiero hacer.
Quiero besarla; pero ahora no es el momento.
Rozo mis labios en su frente, y ninguno de los dos nos movemos. No hay
vuelta atrás ahora, no para mí.
Algo que ella dijo se me queda grabado todo el día. Esto nunca habría
ocurrido en Abnegación.
Al principio me encuentro pensando: Simplemente no sabe cómo son en
realidad.
Pero estoy equivocado, y ella tiene razón. Al no habría muerto en
Abnegación, y tampoco la habría atacado allí. Puede que no sean
puramente buenos como yo una vez creí, o quería creer, pero ciertamente
no son malos tampoco.
Veo el mapa del sector de Abnegación, el que encontré en la computadora
de Max, impreso en mis párpados cuando cierro los ojos. Si les advierto o
si no lo hago, soy un traidor de cualquier manera, por una cosa u otra. Así
que si la lealtad es imposible, ¿qué es lo que estoy esforzándome por
alcanzar en su lugar?
Me toma un rato pensar en un plan, cómo seguir con esto. Si ella fuera
una chica de Osadía normal y yo fuera un chico de Osadía normal, la
invitaría a salir en una cita y nos besaríamos en el abismo, y podría hacer
alarde de mi conocimiento de la sede de Osadía. Pero eso se siente
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demasiado ordinario, después de las cosas que nos hemos dicho, después
de haber visto las partes más oscuras de su mente.
Tal vez ese es el problema, todo es de un solo lado en este momento,
porque la conozco, sé a qué le tiene miedo, qué ama y qué odia, pero todo
lo que ella sabe de mí es lo que le he dicho. Y lo que le he dicho es tan vago
como para ser despreciable, porque tengo un problema con la
especificidad.
Después de eso ya sé qué hacer, el problema es simplemente hacerlo.
Enciendo la computadora en la sala del pasaje del miedo y lo configuro
para que siga mi programa. Tomo dos jeringas del suero del miedo del
depósito y las guardo en la pequeña caja negra que tengo para este
propósito. Luego me voy al dormitorio de los transferidos, sin estar seguro
de cómo podré tenerla sola el tiempo suficiente para pedirle que salga
conmigo.
Pero entonces la veo con Will y Christina, de pie cerca de la barandilla, y
sé que debería llamarla y preguntarle, pero no puedo hacerlo. ¿Estoy loco,
pensando en dejarla entrar en mi cabeza? ¿Dejando que vea a Marcus, que
sepa mi nombre, que sepa todo lo que tan duramente he tratado de
mantener oculto?
Recorro los caminos del Pozo una vez más, con el estómago revuelto.
Alcanzo el vestíbulo, las luces de la ciudad están empezando a apagarse
alrededor de nosotros. Escucho sus pasos en las escaleras. Vino detrás de
mí.
Giro la caja negra en mi mano.
—Ya que estás aquí —digo, como si fuera casual, lo que es ridículo—, bien
podrías entrar conmigo.
—¿En tu pasaje del miedo?
—Sí.
—¿Puedo hacer eso?
—El suero te conecta al programa, pero el programa determina cuál pasaje
atraviesas. Y ahora está configurado para hacernos pasar por el mío.
—¿Dejarías que lo viera?
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No puedo mirarla directamente.
—¿Por qué crees que voy a entrar? —Mi estómago duele aún más—. Hay
algunas cosas que quiero mostrarte.
Abro la caja y saco la primera jeringa. Ella inclina la cabeza, e inyecto el
suero, como lo hago siempre durante las simulaciones del miedo. Pero en
lugar de inyectarme con la otra jeringa, le ofrezco la caja. Se supone que
esta es mi manera de igualar las cosas, después de todo.
—Nunca he hecho esto antes —dice.
—Justo aquí. —Toco el lugar. Tiembla un poco mientras introduce la aguja
y el profundo dolor es familiar, pero ya no me molesta. He hecho esto
demasiadas veces. Miro su rostro. No hay vuelta atrás. No hay vuelta
atrás. Es tiempo de ver de qué estamos hechos los dos.
Tomo su mano, o tal vez ella toma la mía, y caminamos juntos a la sala del
pasaje del miedo.
—Veamos si puedes descubrir por qué me llaman Cuatro.
La puerta se cierra tras de nosotros, y la habitación se torna oscura. Se
acerca más a mí y dice:
—¿Cuál es tu verdadero nombre?
—Veamos si también puedes descubrir eso.
La simulación empieza.
La habitación se abre a un ancho cielo azul, y estamos en el techo del
edificio, rodeados por la ciudad, brillando bajo el sol. Es hermoso solo por
un momento, antes de que el viento sople, fiero y poderoso, y coloco mi
brazo a su alrededor ya que sé que ella es más estable que yo, en este
lugar.
Tengo problemas para respirar, lo que es normal para mí, aquí. Encuentro
la ráfaga de aire sofocante y la altura hace que quiera acurrucarme en una
bola y esconderme.
—Tenemos que saltar, ¿verdad? —dice, y recuerdo que no puedo
acurrucarme en una bola y esconderme; tengo que enfrentar esto ahora.
Asiento.
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—A la cuenta de tres, ¿bien?
Asiento de nuevo. Todo lo que tengo que hacer es seguirla, eso es todo lo
que tengo que hacer.
Cuenta hasta tres y me arrastra detrás de ella mientras corre, como si
fuera un velero y yo un ancla, empujándonos hacia abajo. Caemos y lucho
contra la sensación en cada centímetro, el terror gritando en cada nervio, y
luego estoy en el suelo, apretando mi pecho.
Me ayuda a ponerme de pie. Me siento estúpido, recordando cómo escaló
esa rueda de la fortuna sin dudar.
—¿Qué sigue?
Quiero decirle que no es un juego; mis miedos no son atracciones
emocionantes a las que puede subir. Pero probablemente no lo quiere decir
de esa manera.
—Es…
La pared viene de la nada, golpeando su espalda, mi espalda, por ambos
lados. Forzándonos a acercarnos, más cerca de lo que hemos estado antes.
—Confinamiento —digo, y es peor de lo usual con ella aquí, tomando la
mitad del aire. Gruño un poco, encorvándome hacia ella. Odio estar aquí.
Odio estar aquí.
—Oye —dice —, está bien. Ven…
Pone mi brazo alrededor de ella. Siempre he pensado que ella es enjuta, ni
un gramo extra de nada en ella. Pero su cintura es suave.
—Esta es la primera vez que soy feliz de ser tan pequeña —dice.
—Mmhmm.
Ella está hablando de cómo salir. Una estrategia para el pasaje del miedo.
Yo estoy tratando de concentrarme en respirar. Luego nos empuja hacia
abajo, para hacer la caja más pequeña, y se da vuelta por lo que su
espalda queda contra mi pecho, de modo que estoy completamente
envuelto alrededor de ella.
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—Esto es peor —digo, porque con mi nerviosismo por la caja y mi
nerviosismo por tocarla combinados, no puedo ni pensar bien—. Esto es
definitivamente…
—Shh. Brazos alrededor de mí.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura, y entierro mi rostro en su
hombro. Huele a jabón de Osadía, y dulce, como a manzana.
Estoy olvidando dónde estoy.
Está hablando acerca del pasaje del miedo de nuevo, y estoy escuchando,
pero también estoy concentrado en cómo se siente.
—Entonces trata de olvidar que estamos aquí —termina.
—¿Sí? —Coloco mi boca contra su oído, a propósito esta vez, para
mantener la distracción, pero también porque tengo la sensación que no
soy el único que está distraído—. Así tan fácil, ¿eh?
—Sabes, la mayoría de los chicos disfrutarían el estar atrapados en
lugares cerrados con una chica.
—¡No la gente claustrofóbica, Tris!
—Bueno, bueno. —Guía mi mano a su pecho, justo donde su clavícula se
hunde. De repente, en todo lo que puedo pensar es en lo que quiero, que
no tiene nada que ver con salir de esta caja—. Siente mi pulso. ¿Puedes
sentirlo?
—Sí.
—¿Sientes lo estable que es?
Sonrío contra su hombro.
—Es rápido.
—Sí, bueno, eso no tiene nada que ver con la caja. —Claro que no tiene
nada que ver—. Cada vez que me sientas respirar, tú respiras. Concéntrate
en eso.
Respiramos juntos, una, dos veces.
—¿Por qué no me dices de dónde proviene este miedo? Tal vez hablando de
él nos ayudaría de alguna forma.
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Siento que este temor ya debería haber desaparecido, pero lo que ella está
haciendo me mantiene en un nivel constante de inquietud mayor, sin
apartar por completo el miedo. Trato de concentrarme en su pregunta de
dónde viene esta caja.
—Um… bien. —Bueno, solo hazlo, solo di algo real—. Este proviene de mi…
fantástica niñez. Castigos de la niñez. El diminuto armario de las
escaleras.
Encerrado en la oscuridad para pensar en lo que hice. Era mejor que otros
castigos, pero algunas veces estaba ahí demasiado tiempo, desesperado
por aire fresco.
—Mi madre guardaba nuestros abrigos de invierno en nuestro armario —
dice, y es algo tonto de decir después de lo que le acabo de decir, pero
puedo notar que no sabe qué más hacer.
—Ya no quiero hablar de eso en realidad —digo con un jadeo. No sabe qué
decir porque nadie sabría qué decir, porque mi dolorosa infancia es
demasiado patética para que alguien más lo entienda, mi corazón se
acelera de nuevo.
—Bueno. Entonces… yo puedo hablar. Pregúntame algo.
Levanto mi cabeza. Estaba funcionando antes, concentrarme en ella. El
rápido latido de su corazón, su cuerpo contra el mío. Dos fuertes
esqueletos envueltos en músculo entretejidos; dos transferidos de
Abnegación trabajando en dejar atrás el flirteo tentativo.
—¿Por qué te late tan rápido el corazón, Tris?
—Bueno, yo… apenas te conozco. —La imagino con el ceño fruncido—.
Apenas te conozco y estoy hacinada contra ti en una caja, Cuatro, ¿tú qué
crees?
—Si estuviéramos en tu pasaje del miedo… —digo—. ¿Estaría yo en él?
—No te tengo miedo.
—Claro que no. No me refería a eso. —No me refería a: ¿Estás asustada de
mí?, sino a: ¿Soy lo suficientemente importante para ti para estar en el
pasaje de todas formas?
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Probablemente no. Ella tiene razón, apenas me conoce. Pero igual: Su
corazón está acelerado.
Me rio, y las paredes se quiebran como si mi risa las sacudiera y rompiera,
y el aire se abre alrededor de nosotros. Trago una gran bocanada de aire, y
nos separamos. Me mira, suspicaz.
—Tal vez te eliminaron de Verdad, porque eres una mentirosa terrible —
digo.
—Creo que mi prueba de aptitud lo descartó bastante bien.
—La prueba de aptitud no te dice nada.
—¿Qué estás tratando de decirme? ¿La prueba no es la razón por la que
terminaste en Osadía?
Me encojo de hombros.
—No exactamente, no. Yo…
Veo algo con el rabillo del ojo, y me vuelvo para encararlo.
Una mujer de cara sencilla y olvidable está al otro lado de la habitación.
Entre ella y nosotros hay una mesa con una pistola sobre ella.
—Tienes que matarla —dice Tris.
—Cada vez.
—Ella no es real.
—Se ve real. Se siente real.
—Si fuera real, ya te hubiera matado a ti.
—Está bien. Solo… lo haré. —Empiezo a avanzar hacia la mesa—. Este no
es tan malo. No hay tanto pánico involucrado.
El pánico y el terror no son los únicos tipos de miedo. Hay tipos más
profundos. La aprensión y el pavor.
Cargo el arma sin pensar en ello, la sostengo frente a mí y miro su rostro.
Está en blanco, como si supiera lo que voy a hacer y lo aceptara.
No está vestida en las ropas de ninguna facción, pero podría ser de
Abnegación, de pie ahí esperando que la hiera, de la manera en que ellos
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lo harían. De la manera en que ellos lo harán, si Max y Jeanine y Evelyn se
interponen en el camino.
Cierro un ojo, concentrándome en el objetivo, y disparo.
Ella cae, y pienso cuando golpeé a Drew hasta que casi estuvo
inconsciente.
La mano de Tris se cierra alrededor de mi brazo.
—Vamos. Sigue moviéndote.
Caminamos más allá de la mesa, y tiemblo de miedo. Esperar por este
último obstáculo puede ser un miedo en sí mismo.
—Aquí vamos —digo.
Arrastrándose al círculo de luz que ahora ocupamos está una figura
oscura, paseándose de manera que solo el borde de su zapato es visible.
Luego da un paso hacia nosotros, Marcus con sus ojos oscuros como
pozos, sus ropas grises y su corte de cabello casi al ras, enseñando los
contornos de su cráneo.
—Marcus —susurra.
Lo observo. Esperando que caiga el primer golpe.
—Esta es la parte en la que averiguas mi nombre.
—¿Eres…? —Ella sabe, ahora. Lo sabrá para siempre; no podré hacerla
olvidar aunque quisiera—. Tobias.
Ha pasado tanto tiempo desde que alguien ha dicho mi nombre de esa
manera, como si fuera una revelación y no una amenaza.
Marcus desenreda un cinturón de su puño.
—Esto es por tu propio bien —dice, y quiero gritar.
Se multiplica inmediatamente, rodeándonos, los cinturones arrastrándose
en los azulejos blancos. Me acurruco en mí mismo, encorvando mi
espalda, esperando, y esperando. El cinturón retrocede y me encojo antes
de que golpee, pero luego no lo hace.
Tris se para frente a mí, su brazo en alto, tensa de pies a cabeza. Aprieta
sus dientes mientras el cinturón se envuelve alrededor de su brazo, y luego
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lo libera y arremete. El movimiento es tan poderoso que estoy sorprendido
por lo fuerte que se ve, por lo fuerte que el cinturón golpea la piel de
Marcus.
Él embiste contra Tris, y doy un paso frente a ella. Estoy listo esta vez,
listo para defenderme.
Pero el momento nunca viene. Las luces se alzan y el paisaje del miedo ha
terminado.
—¿Eso es todo? —dice ella mientras veo el lugar en el que Marcos estuvo—
. ¿Esos eran tus peores miedos? ¿Por qué solo tienes cuatro…? Oh.
Ella me mira.
—Es por eso que te llaman…
Tenía miedo que si ella sabía de Marcus, me vería con lástima y que me
haría sentir débil, pequeño y vacío.
Pero vio a Marcus y lo miró a él, con ira y sin miedo. Me hizo sentir, no
débil, sino poderoso. Lo suficientemente fuerte para defenderme.
Tiro de ella hacia mí por el codo, y beso su mejilla, lentamente, dejando
que su piel queme la mía. La abrazo fuertemente, encorvándome hacia
ella.
—Oye. —Suspira—. Lo superamos.
Paso mis dedos por su cabello.
—Tú hiciste que lo superara —digo.
La llevo a las rocas a las que Zeke, Shauna y yo vamos algunas veces,
tarde en la noche. Tris y yo nos sentamos en una piedra plana suspendida
sobre el agua, y el rocío moja mis zapatos, pero no está tan fría para que
me importe. Como todos los iniciados, ella está demasiado concentrada en
la prueba de aptitud, y yo estoy esforzándome para hablar con ella de eso.
Pensé que cuando dijera un secreto, el resto vendría tropezándose
después, pero la franqueza es un hábito que formas con el tiempo, y no
con un interruptor al que le das vuelta cuando quieras, me estoy dando
cuenta.
PÁGINA51
—Estas son cosas que no le digo a la gente, sabes. Ni siquiera a mis
amigos. —Observo el agua oscura y turbia y las cosas que trae, pedazos de
basura, ropa descartada, botellas que flotan como pequeños botes
emprendiendo un viaje—. Mi resultado fue el esperado. Abnegación.
—Oh. —Frunce el entrecejo—. ¿Pero escogiste Osadía de todas formas?
—Por necesidad.
—¿Por qué tuviste que irte?
Aparto la vista, no estando seguro de poder darle voz a mis razones,
porque admitirlas me hace un traidor a las facciones, me hacen sentir
como un cobarde.
—Tenías que alejarte de tu padre —dice—. ¿Es por eso que no quieres ser
un líder de Osadía? ¿Porque si lo fueras, tal vez lo verías de nuevo?
Me encojo de hombros.
—Eso, y que siempre he sentido que no pertenezco por completo entre los
de Osadía. No de la manera en que son ahora, de todas formas. —No es
exactamente la verdad. No estoy seguro si este es el momento de decirle lo
que sé acerca de Max y Jeanine y el ataque; egoístamente, quiero guardar
este momento para mí, solo por un rato.
—Pero… eres increíble —dice. Levanto mis cejas hacia ella. Parece
avergonzada—. Me refiero, ante los estándares de Osadía. Nunca se han
escuchado cuatro miedos. ¿Cómo no podrías pertenecer aquí?
Me encojo de hombros de nuevo. Mientras pasa más tiempo, más extraño
encuentro que mi pasaje del miedo no esté acribillado con miedos como el
de los demás. Muchas cosas me ponen nervioso, ansioso, incómodo… pero
cuando me enfrento a esas cosas, puedo actuar, nunca me paralizo. Mis
cuatro miedos, si no soy cuidadoso, me paralizarán. Esa es la única
diferencia.
—Tengo la teoría que el desinterés y la valentía no son tan diferentes. —
Levanto la mirada al Pozo, elevándose alto sobre nosotros. Desde aquí solo
puedo ver un pedazo pequeño del cielo nocturno—. Toda tu vida has sido
entrenada para que te olvides de ti misma, así que cuando estás en
peligro, se convierte en tu primer instinto. Puedo pertenecer a Abnegación
igual de fácil.
PÁGINA52
—Sí, bueno. Dejé Abnegación porque no era lo suficientemente caritativa,
sin importar lo mucho que tratara de serlo.
—Eso no es completamente cierto —dije con una sonrisa—. Esa chica que
dejó que alguien le lanzara cuchillos para salvar a un amigo, quien golpeó
a mi padre con un cinturón para protegerme, esa chica desinteresada, ¿no
eres tú?
En esta luz, se ve como si viniera de otro mundo, sus ojos traducidos en
algo tan pálido que parecen brillar en la oscuridad.
—Has estado prestando mucha atención, ¿verdad? —pregunta, como si
acabara de leerme la mente. Pero no está hablando acerca de mí
observando su rostro.
—Me gusta observar a la gente —digo astutamente.
—Tal vez fuiste eliminado de Verdad, Cuatro, porque eres un mentiroso
terrible.
Bajo mi mano y la coloco junto a la ella y me inclino acercándome.
—Bien. —Su nariz larga y estrecha no está hinchada por el ataque, y
tampoco su boca. Tiene una linda boca—. Te he observado porque me
gustas. Y… no me llames “Cuatro”, ¿de acuerdo? Es… agradable.
Escuchar mi nombre de nuevo.
Se ve momentáneamente perpleja.
—Pero eres mayor que yo… Tobias.
Suena tan bien cuando ella lo dice. Como si no tuviera nada de qué
avergonzarme.
—Sí, esa brecha inmensa de dos años es realmente insuperable, ¿verdad?
—No estoy tratando de ser autocrítica —dice tercamente—. Simplemente,
no lo entiendo. Soy más joven. No soy bonita. Yo…
Me río, y beso su sien.
—No finjas —dice, sonando un poco sin aliento—. Sabes que no lo soy. No
soy fea, pero ciertamente no soy bonita.
La palabra “bonita”, y todo lo que representa, parece completamente inútil
ahora que no tengo paciencia para ella.
PÁGINA53
—Bien. No eres bonita. ¿Y? —Muevo mis labios a su mejilla, tratando de
reunir un poco de coraje—. Me gusta como te ves. —Retrocedo—. Eres
muy inteligente. Eres valiente. Y aunque sabes acerca de Marcus… no me
estás mirando de esa manera. Como si fuera… un cachorro pateado o algo.
—Bueno —dice objetivamente—. No lo eres.
Mis instintos fueron correctos: Es digna de confianza. De confiarle mis
secretos, mi vergüenza, el nombre que abandoné. Con las verdades
hermosas y las horribles. Lo sé.
Toco sus labios con los míos. Nuestros ojos se encuentran y sonrío, y la
beso de nuevo, esta vez más seguro.
No es suficiente. La acerco, la beso con más fuerza. Ella revive, colocando
sus brazos a mí alrededor e inclinándose hacia mí y todavía no es
suficiente, ¿cómo puede serlo?
La acompaño al dormitorio de los transferidos, mis zapatos aún húmedos
por el rocío del río, y me sonríe mientras se desliza a través de la puerta.
Empiezo a caminar hacia mi apartamento, y no toma mucho tiempo para
que el alivio vertiginoso dé paso a la inquietud de nuevo. En algún
momento entre ver ese cinturón enroscarse en su brazo en mi pasaje del
miedo y decirle que el desinterés y la valentía eran a menudo lo mismo,
tomé una decisión.
Doblo en la siguiente esquina, no hacia mi apartamento, sino hacia una
escalera que lleva al exterior, justo al lado del apartamento de Max.
Reduzco la velocidad cuando paso por su puerta, temeroso que mis pasos
serán lo suficientemente fuertes para despertarlo. Irracional.
Mi corazón late con fuerza cuando alcanzo la cima de las escaleras. Un
tren está pasando, su lado plateado atrapando la luz de la luna. Camino
bajo las líneas y me dirijo al sector de Abnegación.
Tris vino de Abnegación, parte de su poder innato viene de ellos, siempre
que está llamada a defender a las personas que son más débiles que ella. Y
no puedo soportar pensar en los hombres y mujeres que son como ella
PÁGINA54
cayendo ante las armas de Osadía y Erudición. Puede que ellos me hayan
mentido, y tal vez les haya fallado cuando escogí Osadía, y tal vez estoy
fallándole a Osadía ahora, pero no quiero fallarme a mí mismo. Y yo¸ sin
importar a la facción en la que esté, sé lo que tengo que hacer.
El sector de Abnegación está tan limpio, sin rastro de basura en las calles,
aceras o jardines. Los edificios grises idénticos están gastados en lugares
en donde la gente abnegada se ha negado a repararlos, cuando el sector
Sin Facción realmente los necesita, pero están pulcros y sin marcas. Las
calles aquí podrían ser un laberinto, pero no me he ido el tiempo suficiente
para olvidar el camino a la casa de Marcus.
Es extraño lo rápido que se convirtió en su casa, en lugar de mía, en mi
mente.
Tal vez no deba decirle a él; podría decirle a otro líder de Abnegación, pero
él es el que tiene mayor influencia, y hay una parte de él que es mi padre
todavía, que trató de protegerme porque soy Divergente. Trato de recordar
el oleaje de poder que sentí en mi pasaje del miedo, cuando Tris me mostró
que es solo un hombre, no un monstruo, y que puedo enfrentarlo. Pero ella
no está conmigo ahora, y me siento endeble, como si estuviera hecho de
papel.
Camino la vía hacia la casa, y mis piernas están rígidas, como si no
tuvieran articulaciones. No toco la puerta, no quiero despertar a nadie
más. Alcanzo bajo el tapete por la llave de repuesto y abro la puerta
delantera.
Es tarde, pero la luz sigue encendida en la cocina. Para el momento en que
atravieso la puerta, él ya está de pie donde puedo verlo. Detrás de él, la
mesa de la cocina está cubierta de papeles. No está usando sus zapatos,
están en la alfombra de la sala, sus cordones desabrochados, y sus ojos
lucen tan ensombrecidos como lo son en mis pesadillas sobre él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Me observa de arriba abajo. Me pregunto
qué está mirando hasta que recuerdo que estoy usando el negro de
Osadía, botas pesadas y una chaqueta, con un tatuaje en mi cuello. Se
acerca y noto que soy tan alto como él, y más fuerte de lo que jamás he
sido.
No podría dominarme ahora.
—No eres bienvenido en esta casa —dice.
#0.4. El Traidor - Veronica Roth
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#0.4. El Traidor - Veronica Roth

  • 2. PÁGINA2 EL TRAIDOR Otro año, otro Día de Visita. Hace dos años, cuando era un iniciado, fingía que mi propio Día de Visita no existía, encerrado en la sala de entrenamiento con un saco de boxeo. Estaba allí durante tanto tiempo que olía el sudor polvoriento durante varios días. El año pasado, el primer año que entrené iniciados, hice lo mismo, a pesar de que Zeke y Shauna me invitaron a pasar el día con sus familias en su lugar. Este año tengo cosas más importantes que hacer que golpear un saco y estar deprimido sobre mi disfuncional familia. Me voy a la sala de control. Camino por el Pozo, esquivando reencuentros llenos de lágrimas y carcajadas. Las familias siempre pueden reunirse en el Día de Visita, incluso si son de diferentes facciones, pero con el tiempo, por lo general dejan de venir. Después de todo es “Facción antes que la sangre”. La mayor parte de ropa mezclada que veo pertenece a familias de transferidos: la hermana de Erudición de Will está vestida de azul claro, los padres de Verdad de Peter están en blanco y negro. Por un momento miro a sus padres, y me pregunto si ellos lo convirtieron en la persona que es. Pero la mayoría de las veces, supongo que las personas no son tan fáciles de explicar. Se supone que debo estar en una misión, pero me detengo junto al abismo, presionándome en la barandilla. Trozos de papel flotan en el agua. Ahora que sé dónde están los escalones tallados en la piedra en la pared de enfrente, puedo verlos de inmediato, y la puerta oculta que conduce a ellos. Sonrío un poco, pensando en las noches que he pasado en esas rocas con Zeke o Shauna, a veces hablando y a veces simplemente sentándonos y escuchando el movimiento del agua. Oigo pasos que se acercan, y miro por encima del hombro. Tris está caminando hacia mí, escondida bajo el brazo vestido de gris de una mujer de Abnegación. Natalie Prior. Me pongo rígido, de repente desesperado por escapar… ¿Y si Natalie sabe quién soy, de dónde vengo? ¿Qué pasa si se le escapa, aquí, rodeados de toda esta gente?
  • 3. PÁGINA3 No es posible que me reconozca. No luzco para nada como el chico que conocía, larguirucho, encorvado y enterrado en tela. Cuando está lo suficientemente cerca, extiende su mano. —Hola, mi nombre es Natalie. Soy la madre de Beatrice. Beatrice. Ese nombre es tan equivocado para ella. Estrecho la mano de Natalie y la sacudo. Nunca he sido aficionado a la sacudida de manos de Osadía. Es demasiado impredecible: nunca sabes cuán fuerte apretar, cuántas veces sacudir. —Cuatro —le digo—. Encantado de conocerle. —Cuatro —dice Natalie, y sonríe—. ¿Es un apodo? —Sí —le digo. Cambio de tema—. Su hija está haciéndolo bien aquí. He estado supervisando su formación. —Eso es bueno de escuchar —dice ella—. Sé algunas cosas acerca de la iniciación de Osadía, y estaba preocupada por ella. Echo un vistazo a Tris. Hay color en sus mejillas, se ve feliz, como si ver a su madre le está haciendo algo de bien. Por primera vez, comprendo muy bien lo mucho que ha cambiado desde la primera vez que la vi, tambaleándose sobre la plataforma de madera, de aspecto frágil, como si el impacto de la red deberían haberla destrozado. Ya no se ve frágil, con las sombras de moretones en su cara y una nueva estabilidad en su forma de permanecer de pie, como si estuviera lista para cualquier cosa. —No debe preocuparse —le digo a Natalie. Tris mira hacia otro lado. Creo que todavía está enojada conmigo por la forma en que rocé su oreja con ese cuchillo. Supongo que en realidad no la culpo. —Luces familiar por alguna razón, Cuatro —dice Natalie. Me gustaría pensar que su comentario fue animado si no fuera por la forma en que me mira, como si me examinara. —No puedo imaginar por qué —le digo, con tanta frialdad que puedo manejar—. No hago un hábito el asociarme con Abnegación.
  • 4. PÁGINA4 Ella no reacciona de la manera en que esperaba, con sorpresa, miedo o ira. Solo se ríe. —Pocas personas lo hacen, en estos días. No lo tomo como algo personal. Si ella me reconoce, no parece muy dispuesta a decirlo. Intento relajarme. —Bueno, las dejaré para su reunión —les digo. En mi pantalla, los vídeos de seguridad cambian desde el vestíbulo de la Espira al agujero cercado por cuatro edificios, la entrada inicial a Osadía. Una multitud está reunida alrededor del agujero, escalando dentro y fuera de él, supongo que para probar la red. —¿No involucrado en el Día de Visita? —Mi supervisor, Gus, se sitúa en mi hombro, bebiendo de una taza de café. No es tan viejo, pero hay una calva en la coronilla de su cabeza. Mantiene el resto de su cabello corto, incluso más corto que el mío. Sus lóbulos están estirados con discos anchos—. No pensé que te vería de nuevo hasta que la iniciación hubiera terminado. —Supuse que también podría hacer algo productivo. En mi pantalla, todo el mundo se arrastra fuera del agujero y se mantiene al margen, sus espaldas contra uno de los edificios. Una figura oscura se mueve lentamente hacia el borde del techo alto por encima del agujero, corre unos pasos y salta. Mi estómago cae como si yo fuera el que saltó, y la figura desaparece bajo el pavimento. Nunca me acostumbraré a ver eso. —Parecen estar teniendo un buen momento —dice Gus, sorbiendo su café—. Bueno, siempre eres bienvenido a trabajar cuando no estés de turno, pero no es un crimen tener un poco de diversión sin sentido, Cuatro. Él se aleja, y murmuro: —Así me han dicho. Miro por encima de la sala de control. Está casi vacía, en el Día de Visita, solo unas pocas personas tienen la obligación de trabajar, y por lo general son los más antiguos. Gus se encorva sobre su pantalla. Otros dos lo flanquean, escaneando a través de imágenes con sus auriculares medio puestos. Y luego estoy yo.
  • 5. PÁGINA5 Escribo un comando, evocando la imagen que guardé la semana pasada. Ésta muestra a Max en su oficina, sentado en su ordenador. Él presiona las teclas con el dedo índice, buscando las adecuadas durante varios segundos entre golpeteos. No muchos en Osadía saben cómo escribir correctamente, especialmente Max, de quien me han dicho ha pasado la mayor parte de su tiempo en Osadía patrullando el sector Sin Facción con un arma a su lado, él no debe haber previsto que iba a necesitar usar una computadora. Me inclino cerca de la pantalla para asegurarme de que los números que anoté antes son los adecuados. Si los son, tengo la contraseña de la cuenta de Max escrita en un pedazo de papel en mi bolsillo. Desde que me di cuenta que Max estaba trabajando estrechamente con Jeanine Matthews, y comencé a sospechar que tenían algo que ver con la muerte de Amar, he estado buscando una manera de investigar más a fondo. Cuando lo vi digitar su contraseña el otro día, encontré una. 084628. Sí, los números parecen correctos. Evoco la grabación de seguridad en vivo una vez más, y la ciclo a través de la cámara hasta que encuentro las que muestran la oficina de Max y el pasillo más allá de ella. Luego escribo el comando para poner las imágenes de la oficina de Max fuera de rotación, de modo que Gus y los otros no las verán; solo se reproducirá en mi pantalla. Las imágenes de toda la ciudad están siempre divididas por cuántas personas estén en la sala de control, por lo que no todos están mirando las mismas al mismo tiempo. Se supone que solo debemos poner las imágenes en la rotación general durante unos segundos a la vez, si necesitamos un vistazo más de cerca a algo, pero con suerte esto no me llevará mucho tiempo. Me deslizo fuera de la habitación y camino hacia los ascensores. Este nivel de la Espira está casi vacío; todo el mundo se ha ido. Eso hará que sea más fácil para mí hacer lo que tengo que hacer. Viajo en el ascensor hasta el décimo piso, y camino resueltamente hacia la oficina de Max. He descubierto que cuando vas a escondidas, lo mejor es no parecer como si estuvieras yendo a escondidas. Escribo en el dispositivo en mi bolsillo mientras camino, y doy vuelta a la esquina hacia la oficina de Max. Empujo la puerta con mi zapato, hoy más temprano, después de que me asegurara que había ido al Pozo para empezar los preparativos del Día de Visita, me arrastré hasta aquí y tapé la cerradura. Cierro la puerta tras de mí, no enciendo las luces, y me pongo en cuclillas al lado de su escritorio.
  • 6. PÁGINA6 No quiero mover la silla para sentarme en ella; no quiero que él vea que algo de esta sala ha cambiado cuando regrese. La pantalla me pide una contraseña. Mi boca se siente seca. Tomo el papel de mi bolsillo y lo desdoblo contra el escritorio mientras escribo: 084628. La pantalla cambia. No puedo creer que funcionó. De prisa. Si Gus descubre que no estoy, que estoy aquí, no sé lo que voy a decir, qué excusa podría darle que suene razonable. Inserto la unidad flash y transfiero el programa que puse allí antes. Le pregunté a Lauren, una de los técnicos en Osadía y mi compañera instructora de iniciación, por un programa que hiciera a una computadora un espejo de otra, bajo el pretexto de que quería jugarle una broma a Zeke cuando estuviéramos en el trabajo. Ella estaba feliz de ayudar, otra cosa que he descubierto es que en Osadía siempre están dispuestos a una broma, y rara vez en busca de una mentira. Con unas pocas pulsaciones de teclas, el programa está instalado y enterrado en algún lugar de la computadora de Max al que estoy seguro que nunca se molestaría en acceder. Pongo la unidad flash en mi bolsillo, junto con el trozo de papel con su contraseña en él, y salgo de la oficina sin dejar mis huellas dactilares en el cristal de la puerta. Eso fue fácil, pienso, mientras camino hacia los ascensores de nuevo. Según mi reloj, solo me tomó cinco minutos. Puedo afirmar que estaba en un descanso en el baño si alguien pregunta. Pero cuando vuelvo a la sala de control, Gus está de pie frente a mi computadora, mirando a mi pantalla. Me congelo. ¿Cuánto tiempo ha estado allí? ¿Me vio irrumpir en la oficina de Max? —Cuatro —dice Gus, sonando serio—. ¿Por qué aislaste esta grabación? No se supone que saques imágenes de la rotación, lo sabes. —Yo… —¡Miente! ¡Miente ahora!—. Me pareció ver algo —término sin convicción—. Se nos permite aislar secuencias si vemos algo fuera de lo común. Gus se mueve hacia mí.
  • 7. PÁGINA7 —Entonces —dice—, ¿por qué te acabo de ver en esta pantalla saliendo de ese mismo pasillo? Señala el pasillo en mi pantalla. Mi garganta se aprieta. —Me pareció ver algo, y subí a investigarlo —le digo—. Lo siento, solo quería moverme. Me mira fijamente, mordiendo el interior de su mejilla. No me muevo. No miro hacia otro lado. —Si alguna vez ves algo fuera de lo normal de nuevo, sigue el protocolo. Informa a tu supervisor, quien es… ¿quién, una vez más? —Tú —le digo, suspirando un poco. No me gusta ser tratado con condescendencia. —Correcto. Veo que puedes mantenerte al día —dice—. Honestamente, Cuatro, después de más de un año de trabajar aquí no debería haber tantas irregularidades en tu desempeño laboral. Tenemos reglas muy claras, y todo lo que tienes que hacer es seguirlas. Esta es la última advertencia. ¿De acuerdo? —De acuerdo —le digo. Me han castigado varias veces por sacar secuencias de la rotación para ver encuentros con Jeanine Matthews y Max, o con Max y Eric. Nunca me dieron ninguna información útil, y casi siempre me atraparon. —Bueno. —Su voz se aligera un poco—. Buena suerte con los iniciados. ¿Tienes a los transferidos de nuevo este año? —Sí —le digo—. Lauren se quedó con los nacidos en Osadía. —Ah, qué pena. Tenía la esperanza de que llegaras a conocer a mi hermana menor —dice Gus—. Si fuera tú, iría a hacer algo para relajarme. Estamos bien aquí. Simplemente deja correr esas secuencias antes de irte. Él regresa a su computadora, y yo aflojo mi mandíbula. Ni siquiera estaba consciente de que lo estaba haciendo. Con mi rostro palpitante, apago el ordenador y salgo de la sala de control. No puedo creer que me salí con la mía. Ahora, con este programa instalado en el equipo de Max, puedo ir a través de todos y cada uno de sus archivos de relativa intimidad desde la sala de
  • 8. PÁGINA8 control. Puedo averiguar exactamente lo que él y Jeanine Matthews se traen entre manos. Esa noche sueño que estoy caminando por los pasillos de la Espira, y estoy solo, pero los pasillos no terminan, y la vista desde las ventanas no cambia, las galerías de las vías del tren se curvan en edificios altos, el sol enterrado en las nubes. Siento que estoy caminando durante horas, y cuando me despierto con un sobresalto, es como si nunca dormí en absoluto. Entonces oigo un golpe y una voz gritando: —¡Abre! Esto se siente más como una pesadilla que el hastío del que acabo de escapar; estoy seguro que son soldados de Osadía que vienen a mi puerta porque se enteraron de que soy Divergente, o que estoy espiando a Max, o que me he puesto en contacto con mi madre Sin Facción el pasado año. Todas las cosas que dicen “traidor a la facción”. Los soldados de Osadía vienen a matarme, pero mientras camino hacia la puerta, me doy cuenta que si iban a hacer eso, no harían tanto ruido en el pasillo. Y además, esa es la voz de Zeke. —Zeke —digo cuando abro la puerta—. ¿Cuál es tu problema? Estamos a mitad de la noche. Hay una línea de sudor en su frente, y está sin aliento. Debe haber corrido hasta aquí. —Estaba trabajando el turno nocturno en la sala de control —dice Zeke—. Algo pasó en el dormitorio de los transferidos. Por alguna razón, mi primer pensamiento es ella, sus grandes ojos mirándome desde lo más recóndito de mi memoria. —¿Qué? —digo—. ¿A quién? —Caminamos y hablamos —dice Zeke. Me pongo los zapatos y me cubro con mi chaqueta y lo sigo por el pasillo.
  • 9. PÁGINA9 —El chico de Erudición. El rubio —dice Zeke. Tengo que reprimir un suspiro de alivio. No es ella. Nada le pasó a ella. —¿Will? —No, el otro. —Edward. —Sí, Edward. Fue atacado. Apuñalado. —¿Está muerto? —Vive. Recibió el golpe en el ojo. Me detengo. —¿En el ojo? Zeke asiente. —¿A quién le dijiste? —Al supervisor nocturno. Él fue a decirle a Eric, Eric dijo que lo resolvería. —Claro que lo hará. —Giro a la derecha, lejos del dormitorio de los transferidos. —¿A dónde vas? —dice Zeke. —¿Edward ya está en la enfermería? —Camino hacia atrás mientras hablo. Zeke asiente. —Entonces voy a ver a Max —le digo. La sede de Osadía no es tan grande como para no saber dónde vive la gente. El apartamento de Max está enterrado profundamente en los pasillos subterráneos de la sede, cerca de una puerta trasera que se abre justo al lado de las vías del tren. Marcho hacia ella, siguiendo las lámparas de emergencia funcionando por nuestro generador solar.
  • 10. PÁGINA10 Golpeo en la puerta de metal con mi puño, despertando a Max del mismo modo que Zeke me despertó. Él abre la puerta unos segundos más tarde, sus pies desnudos y sus ojos salvajes. —¿Qué pasó? —dice. —Uno de mis iniciados fue apuñalado en el ojo —digo. —¿Y has venido aquí? ¿Alguien informó a Eric? —Sí. De eso es lo que quiero hablar contigo. ¿Te importa si entro? No espero por su respuesta, lo rozo al pasar a su lado y entro en su sala de estar. Él enciende la luz, mostrando el espacio más desordenado que jamás he visto, tazas usadas y platos esparcidos a través de la mesita de café, todos los cojines del sofá en medio del desorden, el suelo gris con polvo. —Quiero que la iniciación vuelva a lo que era antes de que Eric lo hiciera más competitivo —digo—, y lo quiero fuera de mi sala de entrenamiento. —No creerás que es culpa de Eric que un iniciado resultara herido —dice Max, cruzando sus brazos—. O que estás en posición de hacer exigencias. —Sí, es su culpa, ¡por supuesto que es su culpa! —digo, más fuerte de lo que quería—. ¡Si todos ellos no estuvieran luchando por uno de los diez puestos, no estarían tan desesperados como para estar listos para atacarse el uno al otro! ¡Los tiene tan tensos, por supuesto que al final van a explotar! Max está callado. Parece molesto, pero no me llama ridículo, lo cual es un comienzo. —¿No crees que el iniciado que hizo el ataque debería ser responsable? — dice Max—. ¿No crees que él o ella sea el único culpable, en lugar de Eric? —Por supuesto que él, ella, quién sea, debería ser responsable —digo—. Pero esto nunca habría ocurrido si Eric… —No puedes decir eso con certeza —dice Max. —Puedo decirlo con la certeza de una persona razonable. —¿Yo no soy razonable? —Su voz es baja, peligrosa, y de repente recuerdo que Max no es solo el líder de Osadía a quien le agrado por alguna razón
  • 11. PÁGINA11 inexplicable, es el líder de Osadía que está trabajando estrechamente con Jeanine Matthews, aquella que designó a Eric, aquella que probablemente tuvo algo que ver con la muerte de Amar. —Eso no es lo quería decir —digo, tratando de mantener la calma. —Deberías tener más cuidado al comunicar exactamente lo que quieres decir —dice Max, acercándose a mí—. O alguien comenzará a pensar que insultas a tus superiores. No respondo. Él se mueve aún más cerca. —O cuestionando los valores de tu facción —dice, y sus ojos inyectados en sangre se desvían hacia mi hombro, donde las llamas de Osadía de mi tatuaje sobresalen por el cuello de mi camisa. Desde que los tengo, he escondido los símbolos de las cinco facciones que cubren mi espalda, pero por alguna razón, en este momento, me aterra que Max sepa sobre ellos. Que sepa lo que significan, que no soy un miembro perfecto de Osadía; soy alguien que cree que más de una virtud debe ser apreciada; soy Divergente. —Tuviste la oportunidad de convertirte en un líder de Osadía —dice Max— . Tal vez podrías haber evitado este incidente si no te hubieras echado atrás como un cobarde. Pero lo hiciste. Ahora tienes que lidiar con las consecuencias. Su rostro está mostrando su edad. Tiene líneas que no tenía el año pasado, o el año anterior, y su piel es de un marrón grisáceo, como si hubiera sido espolvoreado con ceniza. —Eric está tan implicado en la iniciación como lo está porque tú te negaste a seguir las órdenes el año pasado… —El año pasado, en la sala de entrenamiento, detuve todas las peleas antes de que las lesiones se convirtieran en demasiado graves, en contra de las órdenes de Eric que las luchas solo se detendrían cuando una persona fuera incapaz de continuar. Como resultado, casi pierdo mi posición como instructor de iniciación; lo hubiera hecho, si Max no se hubiera involucrado—… y yo quise darte otra oportunidad para hacerlo bien, con una supervisión más estricta —dice Max—. Estás fallando en hacerlo. Has ido demasiado lejos. El sudor que había hecho camino hacia aquí se había vuelto frío. Él retrocede y abre sus puertas otra vez.
  • 12. PÁGINA12 —Sal de mi apartamento y lidia con tus iniciados —dice Max—. No me dejes ver que te salgas de la línea otra vez. —Sí, señor —digo reservadamente, y salgo. Voy a ver a Edward en la enfermería temprano en la mañana, cuando el sol está saliendo, brillando a través del techo de vidrio del Pozo. Su cabeza está envuelta en vendas blancas, y no se mueve, no habla. No le digo nada, solo me siento junto a su cabeza y veo los minutos hacer tic tac en el reloj de pared. He sido un idiota. Pensé que era invencible, que el deseo de Max de tenerme como un compañero líder nunca vacilaría, que en algún nivel confiaba en mí. Debería haberlo sabido mejor. Todo lo que Max quería era un peón… eso es lo que dijo mi madre. No puedo ser un peón. Pero no estoy seguro de lo que debería ser en su lugar. El escenario que Tris Prior inventa es inquietante y casi hermoso, el cielo de color hiel, la hierba seca extendiéndose kilómetros en cada dirección. Ver la simulación de miedo de otros es extraño. Íntimo. No me siento bien obligando a otras personas a ser vulnerable, aunque no me agraden. Cada ser humano tiene derecho a sus secretos. Ver los temores de mis iniciados, uno tras otro, me hace sentir que mi piel ha sido raspada crudamente con lija. En la simulación de Tris, la hierba seca está perfectamente inmóvil. Si el aire no estuviera estancado, diría que esto era un sueño, no una pesadilla; pero el aire estancando significa solo una cosa para mí, y eso es una tormenta que se avecina. Una sombra se mueve a través de la hierba, y un gran pájaro negro aterriza en su hombro, curvando sus garras en su camisa. Mis dedos pican, recordando cómo toqué su hombro cuando ingresó en la sala de simulación, cómo aparté su cabello suavemente de su cuello para inyectarla. Estúpido. Descuidado.
  • 13. PÁGINA13 Ella le pega al pájaro negro, duro, y luego todo sucede a la vez. El trueno retumba; el cielo se oscurece, no con nubes de tormenta, sino con pájaros, un increíblemente enorme enjambre de ellos, moviéndose al unísono como muchas partes de una misma mente. El sonido de su grito es el peor sonido del mundo, desesperado, ella está desesperada por ayuda y yo estoy desesperado por ayudarla, aunque sé que lo que estoy viendo no es real, lo sé. Los cuervos siguen llegando, implacables, rodeándola, enterrándola viva con plumas oscuras. Ella grita pidiendo ayuda y yo no puedo ayudarla, y no quiero ver esto, no quiero ver otro segundo. Pero entonces, ella empieza a moverse, cambiando de posición para así estar tumbada en la hierba, cediendo, relajándose. Si está sufriendo ahora no lo demuestra; solo cierra los ojos y se rinde, y de alguna manera, eso es peor que sus gritos pidiendo ayuda. Entonces termina. Se alza de golpe en la silla metálica, se sacude su cuerpo para deshacerse de las aves, aunque se han ido. Luego se hace un ovillo y esconde su rostro. Extiendo la mano para tocar su hombro, para tranquilizarla, y ella golpea mi brazo, con fuerza. —¡No me toques! —Ya terminó —digo, encogiéndome; ella pega más fuerte de lo que se da cuenta. Ignoro el dolor y recorro una mano sobre su cabello, porque soy estúpido, e inoportuno y estúpido… —Tris. Ella solo se balancea de adelante hacia atrás, calmándose a sí misma. —Tris, voy a llevarte de vuelta a los dormitorios, ¿de acuerdo? —¡No! No pueden verme… no así… Esto es lo que ha creado el nuevo sistema de Eric: un ser humano valiente acaba de derrotar a uno de sus peores temores en menos de cinco minutos, un calvario que le lleva a la mayoría de la gente por lo menos dos veces ese tiempo, pero ella está aterrorizada de volver al pasillo, de ser
  • 14. PÁGINA14 vista como una persona débil o vulnerable de cualquier modo. Tris es de Osadía, simple y llanamente, pero esta facción ya no es realmente Osadía. —Oh, cálmate —digo, más irritable de lo que quiero ser—. Te sacaré por la puerta de atrás. —No necesito que lo hagas… —Puedo ver sus manos temblando mientras se encoge de hombros ante mi oferta. —Tonterías —digo. Tomo su brazo y la ayudo a pararse. Ella limpia sus ojos mientras me muevo hacia la puerta de atrás. Amar una vez me llevó a través de esta puerta, trató de regresarme al dormitorio incluso cuando no quería que lo hiciera, de la manera que ella probablemente no quiere que yo lo haga ahora. ¿Cómo es posible vivir la misma historia dos veces, desde diferentes puntos de vista? Ella aparta su brazo del mío y se vuelve hacia mí. —¿Por qué me hiciste eso? ¿Cuál fue el punto de eso, eh? ¡No sabía que al elegir Osadía, estaba firmando para semanas de tortura! Si ella fuera alguien más, cualquiera de los otros iniciados, le habría gritado por insubordinación una docena de veces. Me hubiera sentido amenazado por sus constantes ataques contra mi persona, y trataría de aplastar sus sublevación con crueldad, de la manera en que le hice a Christina en el primer día de su iniciación. Pero Tris se ganó mi respeto cuando saltó en primer lugar, en la red; cuando me retó en su primera comida; cuando no fue disuadida por mis desagradables respuestas a las preguntas; cuando levantó su voz por Al y me miró fijamente a los ojos mientras le lanzaba cuchillos. Ella no es mi subordinada, no podría serlo. —¿Creías que la superación de la cobardía sería fácil? —digo. —¡Eso no es superar la cobardía! ¡La cobardía es cómo decides ser en la vida real, y en la vida real, no estoy siendo picoteada a muerte por cuervos, Cuatro! Ella comienza a llorar, pero estoy tan sorprendido por lo que dijo como para sentirme incómodo con sus lágrimas. No está aprendiendo las lecciones que Eric quiere que aprenda. Está aprendiendo cosas diferentes, cosas más sabias. —Quiero volver a casa —dice.
  • 15. PÁGINA15 Sé dónde están las cámaras en este pasillo. Espero que ninguna de ellas haya captado lo que dijo. —Aprender a pensar en un ambiente de miedo es una lección que todos, incluso tu Estirada familia, tiene que aprender —digo. Dudo de un montón de cosas acerca de la iniciación de Osadía, pero las simulaciones de miedo no son una de ellas; son la forma más sencilla para que una persona atraiga sus propios temores y los conquiste, mucho más sencillo que las dagas o la lucha—. Eso es lo que estamos tratando de enseñarles. Si no puedes aprenderlo, deberás irte de aquí de inmediato, porque no te querremos. Soy duro con ella porque sé que puede manejarlo. Y también porque no sé de qué otra manera ser. —Estoy tratando. Pero fallé. Estoy fallando. Casi siento ganas de reír. —¿Cuánto tiempo crees que pasaste en esa alucinación, Tris? —No lo sé. ¿Media hora? —Tres minutos —digo—. Lo hiciste tres veces más rápido que cualquiera de los otros iniciados. Quienquiera que seas, no eres un fracaso. Podrías ser Divergente, pienso. Pero ella no hizo nada para cambiar la simulación, así que, tal vez no lo es. Tal vez solo es valiente. Le sonrío. —Mañana vas a ser mejor en esto. Ya lo verás. —¿Mañana? Está más tranquila ahora. Le toco la espalda, justo debajo de los hombros. —¿Cuál fue tu primera alucinación? —me pregunta. —No fue un “cuál” sino más bien un “quién”. —Mientras lo estoy diciendo, creo que solo debería decirle el primer obstáculo en mi pasaje de miedo, el miedo a las alturas, aunque no es exactamente lo que está preguntando. Cuando estoy con ella no puedo controlar lo que digo como lo hago con otras personas. Digo cosas vagas, porque eso es lo más cerca que puedo
  • 16. PÁGINA16 llegar a evitar de decir cualquier cosa, mi mente alterada por la sensación de su cuerpo a través de su camisa—. No es importante. —¿Y has superado ese miedo ahora? —Todavía no. —Estamos en la puerta del dormitorio. El paseo nunca ha sido tan rápido. Pongo mis manos en los bolsillos, así no hago nada estúpido con ellas de nuevo—. Tal vez nunca pueda. —¿Así que no se van? —A veces lo hacen. Y a veces nuevos temores los reemplazan. Pero perder el miedo no es el punto. Eso es imposible. Se trata de aprender a controlar tu miedo, y cómo ser libre de él, ese es el punto. Ella asiente. No sé por qué aquí, pero si tuviera que suponer, diría que eligió Osadía por su libertad. Abnegación habría ahogado la chispa en ella hasta extinguirla. Osadía, con todos sus defectos, ha encendido la chispa en una llama. —De todos modos —le digo—. Tus temores son raramente lo que parecen ser en la simulación. —¿Qué quieres decir? —Bueno, ¿tienes realmente miedo de los cuervos? —Sonrío—. ¿Cuando ves uno, escapas gritando? —No, creo que no. Ella se acerca a mí. Me sentía más seguro cuando había más espacio entre nosotros. Al estar aún más cerca, pienso en tocarla, y mi boca se seca. Casi nunca pienso en la gente de esa manera, acerca de chicas de esa manera. —Entonces, ¿a qué le tengo miedo realmente? —dice. —No lo sé —le digo—. Solo tú puedes saber. —No sabía que Osadía sería tan difícil. Me alegro de tener algo más en qué pensar, aparte de lo fácil que sería poner mi mano en el arco de su espalda. —Me han dicho que no siempre fue así. Ser de Osadía, quiero decir.
  • 17. PÁGINA17 —¿Qué ha cambiado? —El liderazgo. La persona que controla la formación marca la pauta de la conducta en Osadía. Hace seis años Max y los otros líderes cambiaron los métodos de entrenamiento para hacerlos más competitivos y más brutales. —Hace seis años, la parte de la formación de combate era breve y no incluía el combate con los nudillos al desnudo. Los Iniciados llevaban guantes. Se hacía hincapié en ser fuerte y capaz, y en el desarrollo de la camaradería con los otros iniciados. E incluso cuando yo era un iniciado, era mejor que esto, un potencial ilimitado para los iniciados a convertirse en miembros, las peleas que se detenían cuando una persona cedía—. Dijeron que eran para probar la fuerza de las personas. Y eso cambió las prioridades de Osadía en su conjunto. Te apuesto a que no adivinas quién es el nuevo protegido de los líderes. Por supuesto, lo hace de inmediato. —Entonces, si fuiste clasificado de primero en tu clase de iniciados, ¿cuál fue el rango de Eric? —Segundo. —Así que, él fue su segunda elección para el liderazgo. Y tú fuiste su primera opción. Perceptiva. No sé si yo fui la primera opción, pero era sin duda una opción mejor que Eric. —¿Por qué dices eso? —La forma en que Eric estaba actuando en la cena la primera noche. Celoso, a pesar de que tiene lo que quiere. Nunca he pensado en Eric de esa manera. ¿Celoso? ¿De qué? Nunca he tomado nada de él, nunca he supuesto una amenaza real para él. Él es el que vino tras Amar, quien vino tras de mí. Pero tal vez tenga razón, quizás nunca vi lo frustrado que estaba al ser el segundo de un transferido de Abnegación, después de todo su gran esfuerzo, o que me vi favorecido por Max para el liderazgo, incluso cuando él fue colocado aquí específicamente para tomar el papel de líder. Ella se seca su cara. —¿Me veo como si hubiera estado llorando?
  • 18. PÁGINA18 La pregunta parece casi divertida para mí. Sus lágrimas se desvanecieron casi tan rápido como llegaron, y ahora su rostro está normal otra vez, sus ojos secos, su cabello alisado. Como si nada hubiera ocurrido, como si no acabara de pasar tres minutos abrumada por el terror. Es más fuerte que yo. —Hmm. —Me inclino más cerca, haciendo de examinarla una broma, pero entonces no es una broma, y estoy tan cerca, y estamos compartiendo un respiro. —No, Tris —digo—. Te ves… —Trato con una expresión de Osadía—. Dura como un clavo. Ella sonríe un poco. Así que yo también. —Oye —dice Zeke adormilado, con la cabeza apoyada en su puño—. ¿Quieres terminar esto por mí? Prácticamente necesito poner cinta en mis ojos para mantenerlos abiertos. —Lo siento —le digo—. Solo tengo que utilizar un ordenador. Sabes son solo las nueve en punto, ¿no? Bosteza. —Me canso cuando mi mente está aburrida. Sin embargo, el turno casi termina. Me encanta la sala de control en la noche. Solo hay tres personas que supervisan la sala, así que la habitación está en silencio excepto por el zumbido de las computadoras. A través de las ventanas no veo más que una rendija de la luna; todo lo demás está oscuro. Es difícil encontrar la paz en la sede de Osadía, y este es el lugar donde la encuentro más a menudo. Zeke da la espalda a su pantalla. Yo me siento en una computadora a unos asientos más allá de él, y muevo la pantalla lejos de la habitación. Entonces abro una sesión, utilizando el nombre de la cuenta falsa que configuré hace varios meses, así nadie sería capaz de rastrearla hasta mí. Una vez que estoy conectado, abro el programa reflejo que me permite utilizar el ordenador de Max de forma remota. Se tarda un segundo en
  • 19. PÁGINA19 arrancar, pero cuando lo hace, es como si estuviera sentado en la oficina de Max, usando la misma máquina que él utiliza. Trabajo de forma rápida, sistemáticamente. Él ordena sus carpetas con números, así que no sé lo que cada una va a contener. La mayoría son benignas, listas de miembros de Osadía o los horarios de los eventos. Abro y cierro en cuestión de segundos. Voy más profundo en los archivos, carpeta tras carpeta, y luego encuentro algo extraño. Una lista de suministros, pero los suministros no incluyen alimentos o tela o cualquier otra cosa que me esperaba para la mundana vida en Osadía; la lista es para armas. Jeringas. Y algo marcado como Suero D2. Solo me puedo imaginar una cosa para que Osadía requiera tener tantas armas: un ataque. ¿Pero de quién? Compruebo la sala de control de nuevo, mis latidos golpeando en mi cabeza. Zeke está jugando un juego en el ordenador que él mismo escribió. El segundo operador de sala de control se desplomó hacia un lado, con los ojos medio cerrados. El tercero está agitando su vaso de agua ociosamente con su popote, mirando por las ventanas. Nadie me está prestando atención. Abro más archivos. Después de algunos esfuerzos inútiles, encuentro un mapa. Está marcado en su mayoría con letras y números, así que al principio no sé lo que está mostrando. Pero luego abro un mapa de la ciudad, en la base de datos de Osadía para compararlos, y me recargo en mi silla mientras me doy cuenta en qué calles el mapa de Max se está centrando. El sector de Abnegación. El ataque será contra Abnegación. Por supuesto debería haber sido obvio. ¿A quién más podrían Max y Jeanine molestarse en atacar? La venganza de Max y Jeanine es en contra de Abnegación, y siempre lo ha sido. Debí haberme dado cuenta cuando los de Erudición liberaron esa historia de mi padre, el marido y padre monstruoso. Lo único cierto que han escrito, por lo que puedo decir.
  • 20. PÁGINA20 Zeke empuja mi pierna con su pie. —El turno ha terminado. ¿Hora de dormir? —No —le digo—. Necesito un trago. Él se anima notablemente. No es todas las noches que me decido a abandonar mi existencia retirada y estéril para una noche de indulgencia en Osadía. —Soy tu hombre —dice. Cierro el programa, mi cuenta, todo. También trato de dejar la información sobre el ataque a Abnegación detrás, hasta que pueda averiguar qué hacer con ella, pero me persigue todo el camino hasta el ascensor, a través del vestíbulo y por las rutas de acceso a la parte inferior del Pozo. Emerjo de la simulación con una sensación de pesadez en la boca del estómago. Me separo de los cables y me levanto. Ella todavía está recuperándose de la sensación de casi ahogarse, agitando sus manos y respirando profundamente. La miro por un momento, no estando seguro de cómo decir lo que tengo que decir. —¿Qué? —dice. —¿Cómo hiciste eso? —¿Hacer qué? —Romper el vidrio. —No lo sé. Asiento, y le ofrezco mi mano. Ella se levanta sin ningún problema, pero evita mis ojos. Reviso las esquinas de la habitación por las cámaras. Hay una, justo dónde pensé que estaría, justo frente a nosotros. Tomo su codo y la conduzco fuera de la habitación, a un lugar donde sé que no vamos a ser observados, en el ángulo muerto entre dos puntos de vigilancia. —¿Qué? —dice con irritación. —Eres Divergente —le digo. No he sido muy bueno con ella hoy. Anoche la vi a ella y sus amigos junto al abismo, y en un error de juicio, o sobriedad,
  • 21. PÁGINA21 me llevó a inclinarme demasiado cerca, para decirle que se veía bien. Me preocupa que fuera demasiado lejos. Ahora estoy aún más preocupado, pero por diferentes razones. Ella rompió el cristal. Es Divergente. Está en peligro. Me mira fijamente. Entonces se hunde en la pared, adoptando un aura casi convincente de informalidad. —¿Qué es Divergente? —No te hagas la tonta —le digo—. Lo sospeché la última vez, pero esta vez es obvio. Manipulaste la simulación; eres Divergente. Borraré las imágenes, pero a menos que quieras terminar muerta en el fondo del abismo, ¡tienes que encontrar la manera de ocultarlo durante las simulaciones! Ahora, si me disculpas. Camino de vuelta a la sala de simulación, cerrando la puerta detrás de mí. Es fácil borrar las grabaciones, solo pulsar unas teclas y listo, expediente limpio. Vuelvo a comprobar su archivo, asegurándome de que lo único que hay ahí son los datos de la primera simulación. Tendré que encontrar una manera de explicar a dónde fueron los datos de esta sesión. Una buena mentira, una que Eric y Max creerán realmente. En un apuro, saco mi navaja y la introduzco entre los paneles que cubren la placa principal de la computadora, haciendo palanca para separarlos. Luego me dirijo al pasillo, a la fuente de agua potable, y lleno mi boca con agua. Cuando vuelvo a la sala de simulación, escupo un poco de agua en el espacio entre los paneles. Quito mi cuchillo y espero. Un minuto o más después, la pantalla se oscurece. La sede de Osadía está básicamente labrada en la piedra, los daños por el agua pasan todo el tiempo. Estaba desesperado. Envié un mensaje con el mismo hombre Sin Facción que usé como mensajero la última vez que quise estar en contacto con mi madre. Me las
  • 22. PÁGINA22 arreglé para reunirme con ella dentro del último vagón del tren a las diez y quince desde la sede de Osadía. Asumo que ella sabrá cómo encontrarme. Me siento con la espalda contra la pared, un brazo envuelto alrededor de una de mis rodillas, mientras veo pasar la ciudad. Los trenes nocturnos no se mueven tan rápido como los diurnos entre paradas. Es fácil observar cómo los edificios cambian a medida que el tren se acerca al centro de la ciudad, cómo se tornan más altos pero estrechos, cómo pilas de cristal se acumulan junto a las pequeñas estructuras de piedra más antiguas. Como una ciudad en capas, una sobre otra, y sucesivamente. Alguien corre al lado del tren cuando llega a la parte norte de la ciudad. Me pongo de pie, sosteniendo una de las manijas a lo largo de la pared, y Evelyn entra tropezando en el vagón llevando botas de Cordialidad, un vestido de Erudición, y una chaqueta de Osadía. Su cabello peinado hacia atrás, haciendo que su severo rostro se vea aún más severo. —Hola —dice ella. —Hola —le digo. —Cada vez que te veo, estás más grande —dice—. Supongo que no tiene sentido preocuparme de que estés comiendo bien. —Podría decir lo mismo de ti —le digo—, pero por razones distintas. Sé que no está comiendo bien. Es una Sin Facción, y Abnegación no ha estado prestando tanta ayuda como lo hacen normalmente, con Erudición presionando de la manera en que lo hacen. Llego a mi espalda y agarro la mochila que traje con las latas de la despensa de Osadía. —Es solo sopa y verduras insípidas, pero es mejor que nada —digo cuando se la ofrezco a ella. —¿Quién dice que necesito tu ayuda? —dice Evelyn con cuidado—. Lo estoy haciendo muy bien, ya sabes. —Sí, eso no es para ti —digo—. Es para todos tus amigos delgados. Si yo fuera tú, no devolvería los alimentos. —No lo voy hacer —dice, tomando la mochila—. Simplemente no estoy acostumbrada a tu preocupación. Es un poco cautivador.
  • 23. PÁGINA23 —Estoy familiarizado con el sentimiento —le digo con frialdad—. ¿Cuánto tiempo pasó antes de que te presentaras en mi vida? ¿Siete años? Evelyn suspira. —Si me pediste que viniera hasta aquí solo para empezar esta discusión otra vez, me temo que no puedo quedarme mucho tiempo. —No —le digo—. No, no es por eso que te pedí venir aquí. No quería ponerme en contacto con ella en absoluto, pero sabía que no podía contarle a ninguno en Osadía lo que había averiguado sobre el ataque en Abnegación, no sé cuán leales a la facción y a sus políticas son, y tenía que decírselo a alguien. La última vez que hablé con Evelyn, parecía saber cosas acerca de la ciudad que yo no. Supuse que podría saber cómo ayudarme con esto, antes de que fuera demasiado tarde. Es un riesgo, pero no estoy seguro a quién más acudir. —He estado vigilando a Max —le digo—. Dijiste que los de Erudición estaban involucrados con Osadía, y tenías razón. Están planeando algo juntos, Max, Jeanine y quién sabe quiénes más. Le explico lo que vi en la computadora de Max, las listas de suministros y los mapas. Le digo lo que he observado en la actitud de los de Erudición hacia Abnegación, los informes, cómo incluso están envenenando las mentes de Osadía contra nuestra antigua facción. Cuando termino, Evelyn no se ve sorprendida, o incluso agravada. De hecho, no tengo ni idea de cómo leer su expresión. Permanece en silencio durante unos segundos, y luego dice: —¿Has visto alguna indicación de cuándo podría suceder esto? —No —digo. —¿Qué hay de los números? ¿Qué tan grande es el ejército de Osadía y Erudición que tienen intención de utilizar? ¿A partir de dónde pretenden provocarlo? —No sé —digo, frustrado—. Realmente no me importa, tampoco. No importa cuántos reclutas reúnan, van a masacrar Abnegación en cuestión de segundos. No es como si estuviesen capacitados para defenderse… tampoco lo harían incluso si supieran cómo.
  • 24. PÁGINA24 —Sabía que algo estaba pasando —dice Evelyn, frunciendo el ceño—. Ahora, las luces de la sede de Erudición están encendidas todo el tiempo. Lo que significa que ya no tienen miedo de meterse en problemas con los líderes del consejo, lo cual… sugiere algo acerca de su creciente desacuerdo. —Está bien —digo—. ¿Cómo les advertimos? —¿Advertir a quién? —¡A Abnegación! —le digo con vehemencia—. ¿Cómo podemos advertir a Abnegación de que serán asesinados, cómo le advertimos a Osadía que sus líderes están conspirando contra el consejo, cómo…? Hago una pausa. Evelyn está de pie con las manos sueltas a sus lados, con el rostro relajado y pasivo. Nuestra ciudad está cambiando, Tobias. Eso es lo que me dijo cuando nos volvimos a ver. En algún momento, pronto, todos tendrán que elegir un lado, y conozco uno en el cual preferirías estar. —Ya lo sabías —digo despacio, tratando de procesar la verdad—. Sabías que estaban planeando algo como esto, y ha sido por un tiempo. Estabas esperando. Contando con ello. —No tengo ningún afecto por mi antigua facción. No quiero que ellos, o cualquier otra facción, siga controlando esta ciudad y su gente —dice Evelyn—. Si alguien quiere encargarse de mis enemigos por mí, voy a dejarlos. —No puedo creerte —le digo—. No todos son Marcus, Evelyn. Están indefensos. —Crees que son tan inocentes —dice ella—. No los conoces. Yo los conozco, los he visto por lo que realmente son. Su voz es baja y gutural. —¿Cómo crees que tu padre consiguió mentirte acerca de mí todos estos años? ¿Crees que los otros líderes de Abnegación no lo ayudaron, no perpetuaron la mentira? Ellos sabían que no estaba embarazada, que nadie había llamado a un médico, que no había ningún cuerpo. Pero aun así te dijeron que estaba muerta, ¿no? No se me había ocurrido antes. No había ningún cuerpo. Ningún cuerpo, pero aún así todos los hombres y mujeres que estaban sentados en la casa
  • 25. PÁGINA25 de mi padre esa horrible mañana y la siguiente tarde en el funeral, participaron del juego de fingir para mí, y para el resto de la comunidad de Abnegación, incluso diciendo en su silencio: A nadie se le ocurriría dejarnos. ¿Quién lo querría? No debería estar tan sorprendido al descubrir que una facción está llena de mentirosos, pero creo que hay partes de mí que aún son ingenuas, todavía como un niño. Ya no. —Piensa en ello —dice Evelyn—. Esas personas, el tipo de gente que le dice a un niño que su madre murió solo para salvar las apariencias, ¿son los que tú quieres ayudar? ¿O quieres ayudar a sacarlos del poder? Pensé que lo sabía. Aquellos inocentes de Abnegación, con sus constantes actos de servicio y sus deferentes inclinaciones de cabeza, necesitaban ser salvados. Pero esos mentirosos, quienes me obligaron al dolor, quienes me dejaron a solas con el hombre que me causó dolor, ¿deberían salvarse? No puedo mirarla, no puedo responderle. Espero que el tren pase en la plataforma y luego, salto sin mirar atrás. —No te lo tomes a mal, pero te ves horrible. Shauna se hunde en la silla junto a la mía, dejando la bandeja en la mesa. De repente, siento que la conversación de ayer con mi madre fue como un ruido ensordecedor que alteró mi audición, y ahora cualquier otro sonido suena amortiguado. Siempre supe que mi padre era cruel. Pero siempre pensé que los otros de Abnegación eran inocentes; en el fondo, siempre pensé en mí mismo como un débil por alejarme de ellos, como una especie de traidor a mis propios valores. Ahora parece que sin importar lo que decida, estaré traicionando a alguien. Si les advierto a los de Abnegación sobre los planes de ataque que encontré en el ordenador de Max, estaré traicionando a Osadía. Si no les advierto, traiciono a mi antigua facción de nuevo, y de un modo mucho mayor del que lo hice antes. No tengo más remedio que decidir, y la idea de decidir me hace sentir enfermo.
  • 26. PÁGINA26 Hoy lo pasé del único modo que sabía: me levanté y fui a trabajar. Publiqué la lista de clasificación, la cual fue una fuente de cierta contienda, conmigo abogando por dar mayor peso a la mejora, y Eric abogando por la firmeza. Fui a comer. Pasando a través de la rutina como si solo fuera memoria muscular. —¿Vas a comer algo de eso? —dice Shauna, asintiendo hacia mi plato lleno de comida. Me encojo de hombros. —Tal vez. Puedo decir que está a punto de preguntar qué está mal, así que lanzo un nuevo tema. —¿Cómo está Lynn? —Lo sabes mejor que yo —dice—. Al ver sus miedos y todo eso. Corto un pedazo de mi trozo de carne y mastico. —¿Cómo es eso? —pregunta con cautela, levantando una ceja—. Ver todos sus miedos, quiero decir. —No puedo hablar contigo acerca de sus miedos —le digo—. Lo sabes. —¿Esa es tu regla o una regla de Osadía? —¿Importa? Shauna suspira. —A veces siento que ni siquiera la conozco, eso es todo. Comemos el resto de nuestra comida sin hablar. Eso es lo que más me gusta de Shauna: no siente la necesidad de llenar los espacios vacíos. Cuando terminamos, nos vamos del comedor juntos, y Zeke nos llama desde el otro lado del Pozo. —¡Oye! —dice. Está envolviendo un rollo de cinta alrededor de su dedo—. ¿Quieren ir a golpear algo? —¡Sí! —digo con Shauna al unísono.
  • 27. PÁGINA27 Caminamos hacia la sala de entrenamiento, Shauna actualiza a Zeke sobre su semana en la valla: —Hace dos días el idiota que estaba de patrulla comenzó a volverse loco, jurando que vio algo ahí fuera… Resulta que era una bolsa de plástico… — Y Zeke desliza su brazo sobre los hombros de ella. Paso los dedos por mis nudillos y trato de no interponerme en su camino. Cuando nos acercamos a la sala de entrenamiento, me parece escuchar voces en su interior. Con el ceño fruncido, empujo la puerta con el pie. En el interior están Lynn, Uriah, Marlene, y… Tris. La colisión de mundos me asusta un poco. —Me pareció escuchar algo aquí —digo. Uriah está disparando a un blanco con una de las armas de perdigones de plástico que los de Osadía guardan para diversión, sé con seguridad que él no posee una, por lo que debe ser de Zeke, y Marlene está masticando algo. Ella me sonríe y me saluda cuando entro. —Resulta que es el idiota de mi hermano —dice Zeke—. Se supone que no deberías estar aquí a estas horas. Cuidado, o Cuatro le dirá a Eric, y luego serás tan bueno como escalpado. Uriah mete la pistola debajo de la cintura del pantalón, contra la parte baja de su espalda, sin activar el seguro. Probablemente va a terminar con un moretón en el trasero después de que la pistola se dispare en su pantalón. No se lo menciono. Sostengo la puerta abierta para urgirlos pasar a través de ella. A medida que pasa, Lynn me dice: —No le dirías a Eric. —No, no lo haría —digo. Cuando Tris pasa a mi lado, extiendo la mano, y se ajusta automáticamente en el espacio entre sus omóplatos. Ni siquiera sé si eso fue intencional o no. Y a decir verdad, no me importa. Los otros comienzan a recorrer el pasillo, nuestro plan original era perder el tiempo en la olvidada sala de entrenamiento cuando Uriah y Zeke comienzan a discutir, y Shauna y Marlene comparten el resto de un bollo.
  • 28. PÁGINA28 —Espera un segundo —le digo a Tris. Se vuelve hacia mí, con cara de preocupación, así que trato de sonreír, pero es difícil sentir ganas de sonreír en estos momentos. Me di cuenta de la tensión en la sala de entrenamiento cuando publiqué la lista de clasificación esta tarde, nunca pensé, cuando estaba calculando los puntos para las clasificaciones, que tal vez debería rebajarle puntos para su protección. Habría sido un insulto a su habilidad en las simulaciones ponerla más abajo de la lista, pero tal vez hubiera preferido el insulto a la creciente brecha entre ella y sus compañeros transferidos. A pesar de que está pálida, agotada, hay pequeños cortes alrededor de cada una de sus uñas, y tiene una mirada vacilante en sus ojos, sé que no es así. Esta chica nunca querría ser la protegida en el medio del grupo, nunca. —Perteneces aquí, ¿lo sabes? —le digo—. Perteneces con nosotros. Terminará pronto, así que… solo aguanta, ¿de acuerdo? Mi nuca se siente repentinamente caliente, y me rasco con una mano, incapaz de mirarla a los ojos, aunque puedo sentir los suyos sobre mí a medida que se extiende el silencio. Pero entonces desliza sus dedos entre los míos, y me quedo mirándola, sorprendido. Aprieto su mano, ligeramente, y me doy cuenta a través de mi confusión y cansancio, que a pesar de que la he tocado media docena de veces, cada una con falta de juicio, esta es la primera vez que me lo devuelve. Luego se vuelve y corre alcanzando a sus amigos. Y yo permanezco en el pasillo, solo, sonriendo como un idiota. Trato de dormir durante la mayor parte de una hora, retorciéndome bajo las sábanas para encontrar una posición cómoda. Pero parece que alguien ha reemplazado mi colchón por un saco de piedras. O tal vez es solo que mi mente está demasiado ocupada para dormir. Con el tiempo me doy por vencido, me pongo los zapatos, la chaqueta y camino a la Espira, como lo hago cada vez que no puedo dormir. Pienso sobre ejecutar el programa de paisaje del miedo otra vez, pero creo que
  • 29. PÁGINA29 esta tarde no repuse mi suministro de suero de simulación, y sería una molestia conseguir algo ahora. En su lugar entro a la sala de control, donde Gus me saluda con un gruñido y los otros dos del personal ni siquiera notaron que entré. Trato de no ir a través de los archivos de Max de nuevo, siento que sé todo lo que necesito saber, algo malo se acerca y no tengo ni idea si voy a tratar de detenerlo. Necesito decírselo a alguien, necesito a alguien que comparta esto conmigo, para que me diga qué hacer. Pero no hay nadie en quien confiaría algo como esto. Incluso mis amigos aquí nacieron y crecieron en Osadía, ¿cómo puedo saber que no irían a confiar en sus líderes implícitamente? No puedo saberlo. Por alguna razón, el rostro de Tris me viene a la mente, abierto pero severo mientras sujeta mi mano en el pasillo. Me desplazo por las imágenes, mirando por encima de las calles de la ciudad y luego regreso a la sede de Osadía. La mayoría de los pasillos están tan oscuros, no podría ver nada incluso si estuviera ahí. En mis auriculares, solo escucho el agua corriendo en el abismo o el silbido del viento a través de los callejones. Suspiro, reclinando mi cabeza en mi mano, y observo las imágenes cambiando, una tras otra, y dejo que me arrullen en algo así como dormir. —Vete a la cama, Cuatro —dice Gus desde el otro lado de la habitación. Me despierto de un sobresalto, y asiento. Si no estoy realmente mirando las imágenes, no es una buena idea para mí estar en la sala de control. Cierro la sesión de mi cuenta y avanzo por el pasillo hacia el ascensor, parpadeando para despertarme. Mientras camino cruzando el vestíbulo, escucho un grito que viene de abajo, viniendo del Pozo. No es un grito alegre de Osadía, o el grito de alguien que está asustado, o encantado, o cualquier cosa, sino de un tono en particular, el tono particular de terror. Pequeñas piedras se dispersan detrás de mí mientras corro hacia el fondo del Pozo, mi respiración rápida y pesada, pero en partes iguales. Tres personas altas, vestidos con ropas negras están parados cerca de la barandilla abajo. Están reunidos alrededor de un cuarto, un blanco más
  • 30. PÁGINA30 pequeño, y aunque no puedo ver mucho de ellos, conozco una pelea cuando la veo. O, la llamaría una pelea, si no fueran tres contra uno. Uno de los atacantes gira, viéndome, y corre a toda velocidad en la otra dirección. Cuando me acerco veo a uno de los atacantes que se quedó sujetando al blanco, por encima del abismo, y grito: —¡Oye! Veo su cabello, rubio, y apenas puedo ver nada más. Choco con uno de los atacantes: Drew, lo sé por el color de su cabello, rojo-naranja; y lo golpeo contra la barandilla del abismo. Lo golpeo una vez, dos y tres veces en la cara, hasta que cae al suelo, y luego lo estoy pateando y no puedo pensar, no puedo pensar en nada. —Cuatro. —La voz de ella suena tranquila, irregular, y es la única cosa que posiblemente me podría alcanzar en este lugar. Está colgando de la barandilla, colgando sobre el abismo como un pedazo de cebo en un anzuelo de pesca. El otro, el último atacante, se fue. Corro hacia ella, agarrándola por debajo de sus hombros, y la jalo por encima del borde de la barandilla. La sostengo contra mí. Presiona su cara contra mi hombro, retorciendo sus dedos en mi camisa. Drew está sobre el suelo, colapsado. Lo escucho gemir mientras la llevo lejos, no a la enfermería, donde los otros, quienes fueron tras ella pensarían en buscarla, sino a mi apartamento en su aislado pasillo aparte. Camino a través de la puerta del apartamento y la recuesto sobre mi cama. Paso mis dedos por encima de su nariz y pómulos para revisar si están rotos, entonces siento su pulso, y me inclino más cerca para escuchar su respiración. Todo parece normal, constante. Incluso el golpe en la parte posterior de su cabeza, aunque hinchado y raspado, no parece grave. No está gravemente herida, pero podría estarlo. Mis manos tiemblan cuando me alejo de ella. Ella no está gravemente herida, pero Drew podría estarlo. Ni siquiera sé cuántas veces le pegué hasta que finalmente ella dijo mi nombre y desperté. El resto de mi cuerpo empieza a temblar también, y me aseguro de que haya una almohada de apoyo para su cabeza, luego dejo el apartamento para regresar a la barandilla junto al Pozo. En el camino, trato de reproducir los últimos minutos en mi mente, trato de recordar lo que golpeé, cuándo y con qué fuerza, pero todo se pierde en un ataque vertiginoso de ira.
  • 31. PÁGINA31 Me pregunto si así es como era para él, pienso, recordando la mirada salvaje y frenética en los ojos de Marcus cada vez que se enojaba. Cuando llego a la barandilla, Drew aún está ahí, acostado en una extraña posición, acurrucado en el suelo. Coloco su brazo sobre mis hombros y medio lo levantó, medio lo arrastró a la enfermería. Cuando regreso a mi apartamento, inmediatamente entro al baño para lavar la sangre de mis manos, algunos de mis nudillos están partidos, cortados por el impacto con la cara de Drew. Si Drew estaba ahí, el otro atacante tenía que ser Peter, ¿pero quién era el tercero? No era Molly, la forma era demasiado alta, demasiado grande. De hecho, solo hay un iniciado de ese tamaño. Al. Verifico mi reflejo, como si fuera a ver pequeños pedazos de Marcus regresándome la mirada ahí. Hay un corte en la esquina de mi boca, ¿Drew me regresó el golpe en algún momento? No importa. Mi lapsus de memoria, no importa. Lo que importa es que Tris está respirando. Mantengo mis manos bajo el agua fría hasta que sale clara, entonces las seco con la toalla y voy al congelador por una bolsa de hielo. Mientras la llevo hacia ella, me doy cuenta de que está despierta. —Tus manos —dice, y es una cosa ridícula para decir, tan estúpida, estar preocupada por mis manos cuando estaba colgando sobre el abismo por su garganta. —Mis manos —digo malhumorado—, no son de tu incumbencia. Me inclino sobre ella, deslizando el hielo debajo de su cabeza, donde anteriormente sentí un golpe. Levanta su mano y sus dedos tocan ligeramente mi boca. Nunca pensé que podrías sentir un toque de esta manera, como una descarga de energía. Sus dedos son suaves, curiosos. —Tris —digo—. Estoy bien. —¿Por qué estabas ahí?
  • 32. PÁGINA32 —Venía de la sala de control. Escuché un grito. —¿Qué hiciste con ellos? —Dejé a Drew en la enfermería hace media hora. Peter y Al escaparon. Drew afirmó que solo estaban tratando de asustarte. Por lo menos, creo que eso es lo que estaba tratando de decir. —¿Está en mal estado? —Vivirá. En qué condición, no puedo decirlo —espeto. No debería dejarle ver este lado de mí, la parte que obtiene salvaje placer del dolor de Drew. No debería tener este lado. Agarra mi brazo, apretándolo. —Bien —dice. Bajo mi mirada hacia ella. También tiene ese lado, debe tenerlo. Vi la manera en que se veía cuando venció a Molly, como si fuera a seguir adelante sin importar si su oponente se encontraba o no inconsciente. Quizás ella y yo somos iguales. Su rostro se contorsiona, retuerce, y empieza a llorar. La mayoría de las veces, cuando alguien llora delante de mí, me siento asfixiado, como si necesitara escapar de su compañía con el fin de respirar. No me siento de esa manera con ella. No me preocupo con ella, de que espere demasiado de mí, o que necesite algo de mí en lo absoluto. Me agacho en el suelo, para así estar al mismo nivel, y la observo detenidamente por un momento. Entonces toco su mejilla con mi mano, cuidando no presionar contra cualquiera de sus moretones aún formándose. Paso mi pulgar sobre su mejilla. Su piel está caliente. No tengo la palabra correcta para cómo se ve, pero incluso ahora, con partes de su rostro hinchados y descolorido, hay algo que llama la atención en ella, algo que no vi antes. En este momento soy capaz de aceptar la inevitabilidad de lo que siento, aunque no con alegría. Necesito hablar con alguien. Necesito confiar en alguien. Y por alguna razón, lo sé, sé que es ella. Tendré que empezar por contarle mi nombre.
  • 33. PÁGINA33 Me acerco a Eric en la fila del desayuno, parándome detrás de él con mi bandeja mientras utiliza una cuchara de mango largo para servir huevos revueltos en su plato. —Si te contara que uno de los iniciados fue atacado anoche por algunos de los otros iniciados —digo—, ¿incluso te importaría? Empuja los huevos a un costado de su plato, y levanta un hombro. —Puede que me importe que su instructor no parezca capaz de controlar a sus iniciados —dice Eric mientras agarro un tazón de cereales para mí. Observa mis nudillos partidos—. Puede que me importe que este hipotético ataque fuera el segundo bajo la vigilancia de ese instructor… considerando que los que nacieron en Osadía no parecen tener este problema. —Las tensiones entre los transferidos son naturalmente mayores; no se conocen entre sí, o a esta facción, y sus orígenes son muy diferentes — digo—. Y tú eres su líder, ¿no deberías ser responsable de mantenerlos “bajo control”? Coloca un pedazo de pan tostado junto a sus huevos con algunas pinzas. Luego se inclina cerca de mi oído y dice: —Estás en la cuerda floja, Tobias —sisea—. Discutir conmigo delante de los otros. “Perder” los resultados de la simulación. Tu evidente preferencia hacia los iniciados más débiles en la clasificación. Incluso ahora Max está de acuerdo. Si hubo un ataque, no creo que él estaría muy contento contigo, y no podría oponerse cuando sugiera que te saquen de tu cargo. —Entonces estarías sacando un instructor de los iniciados una semana antes del final de la iniciación. —Puedo terminarlo yo mismo. —Solo puedo imaginar lo que sería bajo tu supervisión —digo, entrecerrando mis ojos—. Incluso no necesitaríamos hacer ninguna reducción. Todos ellos morirían o huirían por su cuenta. —Si no eres cuidadoso no tendrás que imaginarte nada. —Llega al final de la línea de alimentos y gira hacia mí—. Los entornos competitivos crean tensión, Cuatro. Es natural que la tensión se libere de alguna manera. —
  • 34. PÁGINA34 Sonríe un poco, estirando la piel entre sus piercings—. Un ataque sin duda nos mostraría quiénes son los más fuertes y los más débiles, en una situación del mundo real, ¿no lo crees? De esa manera no tendríamos que depender de los resultados de las pruebas en lo absoluto. Podríamos tomar una decisión más informada acerca de quién no pertenece aquí. Eso es… en caso de que un ataque llegara a ocurrir. La implicación es clara: Como sobreviviente al ataque, Tris sería vista como alguien más débil que los otros iniciados, y alimentaría la eliminación. Eric no tendría prisa en ayudar a la víctima, sino que más bien propondría su expulsión de Osadía, como lo hizo antes de que Edward se fuera por su propia voluntad. No quiero que Tris sea forzada a ser una Sin Facción. —Correcto —digo ligeramente—. Bueno, entonces es una buena cosa que no hayan ocurrido ataques recientemente. Vierto un poco de leche sobre mi cereal y camino hacia mi mesa. Eric no le hará nada a Peter, Drew, o Al, y yo no puedo hacer nada sin salirme de la línea y sufrir las repercusiones. Pero quizás, quizás no tengo que hacer esto solo. Coloco mi bandeja entre Zeke y Shauna y digo: —Necesito su ayuda con algo. Después de que termina la explicación del pasaje del miedo y los iniciados son despedidos para el almuerzo, llevo a Peter a un lado en la sala de observación junto a la sala de simulación vacía. Contiene filas de sillas, listas para que los iniciados se sienten mientras esperan para tomar su examen final. También están Zeke y Shauna. —Necesitamos tener una charla —digo. Zeke se abalanza hacia Peter, derribándolo contra la pared de concreto con fuerza atemorizante. Peter se golpea la parte de atrás de su cabeza, y hace una mueca de dolor. —Hola —dice Zeke, y Shauna avanza hacia ellos, haciendo girar un cuchillo sobre su palma.
  • 35. PÁGINA35 —¿Qué es esto? —dice Peter. Ni siquiera se ve un poco asustado, incluso cuando Shauna agarra la cuchilla por el mango y toca su mejilla con la punta, creando un hoyuelo—. ¿Tratando de asustarme? —se burla. —No —digo—. Tratando de hacer un punto. No eres el único con amigos que están dispuestos a hacer un poco de daño. —No creo que los instructores de iniciación supongan una amenaza para los iniciados, ¿cierto? —Peter me mira con ojos muy abiertos, una mirada que podría confundir con inocencia si no supiera cómo es en realidad—. Sin embargo, tendré que preguntarle a Eric, solo para estar seguro. —No te amenazo —digo—. Ni siquiera te estoy tocando. Y de acuerdo con las imágenes de esta habitación que se almacenan en las computadoras de la sala de control, ni siquiera estamos aquí ahora mismo. Zeke sonríe como si no pudiera evitarlo. Esa fue su idea. —Soy quien te está amenazando —dice Shauna, casi en un gruñido—. Un ataque violento más y te voy a enseñar una lección sobre la justicia. — Sostiene la punta del cuchillo sobre su ojo, y lo lleva hacia abajo lentamente, presionando la punta en su párpado. Peter se congela, sin apenas moverse, incluso para respirar—. Ojo por ojo. Moretón por moretón. —Puede que a Eric no le importe si vas tras tus compañeros —dice Zeke—, pero a nosotros sí, y hay un montón de gente en Osadía como nosotros. Gente que no cree que deberías poner una mano sobre tus compañeros miembros de la facción. Gente que escucha los chismes, y los extenderá como un reguero de pólvora. No pasará mucho tiempo para que les digamos qué tipo de gusano eres, o para que ellos puedan hacer tu vida muy, muy difícil. Verás, en Osadía, la reputación tiende a quedarse. —Empezaremos con todos tus posibles empleadores —dice Shauna—. Los supervisores en la sala de control: Zeke puede encargarse de ellos; los líderes en la valla: yo me encargaré de esos. Tori conoce a todos en el Pozo… Cuatro, eres amigo de Tori, ¿verdad? —Sí, lo soy —digo. Me acerco a Peter, e inclinó mi cabeza—. Puedes ser capaz de causar dolor, iniciado… pero nosotros podemos hacer tu vida miserable. Shauna aleja el cuchillo de los ojos de Peter.
  • 36. PÁGINA36 —Piensa en ello. Zeke suelta la camisa de Peter y la alisa, sin dejar de sonreír. De alguna manera, la combinación de la ferocidad de Shauna y la jovialidad de Zeke es lo suficientemente extraña como para ser amenazante. Zeke se despide de Peter con la mano, y todos nos vamos juntos. —De todos modos quieres que hablemos con los demás, ¿cierto? —me pregunta Zeke. —Oh, sí —digo—. Por supuesto. No solo sobre Peter. También sobre Drew y Al. —Tal vez si sobrevive a la iniciación, tropezaré accidentalmente con él y caerá directo en el abismo —dice Zeke esperanzado, haciendo un gesto de caída en picada con la mano. A la mañana siguiente, hay una multitud reunida en el abismo, todos silenciosos e inmóviles, aunque el olor del desayuno nos atrae hacia la cafetería. No tengo que preguntar por qué están reunidos. Me han dicho que esto ocurre casi todos los años. Una muerte. Como la de Amar, repentina, terrible, y un desperdicio. Un cuerpo es sacado del abismo como un pez en un anzuelo. Por lo general alguien joven: un accidente, a causa de una maniobra temeraria que fue mal, o tal vez no un accidente, una mente herida aún más perjudicada por la oscuridad, la presión, el dolor de Osadía. No sé cómo sentirme acerca de esas muertes. Culpable, tal vez, por no ver el dolor. Triste, de que algunas personas no puedan encontrar otra manera de escapar. Oigo el nombre del difunto dicho más adelante, y ambas emociones me golpean con fuerza. Al. Al. Al. Mi iniciado… mi responsabilidad, y fallé, porque he estado tan obsesionado con atrapar a Max y a Jeanine, o culpando a Eric de todo, o con mi indecisión acerca de advertir a Abnegación. No… ninguna de esas cosas tanto como esto: que me alejé de ellos para mi propia protección, cuando
  • 37. PÁGINA37 debería haber estado sacándolos de los lugares oscuros de aquí y llevándolos a los más claros. Riendo con amigos en las rocas del abismo. Hacerse tatuajes nocturnos después de un juego de Reto. Un mar de abrazos después de que se anuncian las clasificaciones. Esas son las cosas que podría haberle mostrado… incluso si no lo hubiesen ayudado, debería haberlo intentado. Sé una cosa: después de que se haga la iniciación de este año, Eric no tendrá que esforzarse tanto para expulsarme de esta posición. Ya me fui. Al. Al. Al. ¿Por qué todos los muertos se convierten en héroes en Osadía? ¿Por qué necesitamos que lo sean? Tal vez sean los únicos que podemos encontrar en una facción de líderes corruptos, colegas competitivos e instructores cínicos. Los muertos pueden ser nuestros héroes porque no nos pueden decepcionar más tarde; solo mejoran con el tiempo, a medida que nos olvidamos más y más de ellos. Al era inseguro y sensible, y luego celoso y violento, y luego murió. Hombres más suaves que Al han vivido y hombres más duros que Al han muerto y no hay explicación para nada de eso. Pero Tris quiere una, anhela una, lo veo en su rostro, una especie de hambre. O de ira. O ambas cosas. No puedo imaginar que sea sencillo apreciar a alguien, odiarlo, y luego perderlo antes que cualquiera de esos sentimientos sean resueltos. La sigo lejos del cántico de Osadía porque soy lo suficientemente arrogante como para creer que puedo hacerla sentir mejor. Claro. Seguro. O tal vez la sigo porque estoy cansado de estar tan alejado de todo el mundo, y ya no estoy seguro de que sea la mejor forma de estar. —Tris —digo. —¿Qué estás haciendo aquí? —dice amargamente—. ¿No deberías estar presentando tus respetos? —¿No deberías hacerlo tú? —Me muevo hacia ella.
  • 38. PÁGINA38 —No puedes presentar respetos cuando no tienes ninguno. —Estoy sorprendido, por un momento, de que pueda llegar a ser tan fría: Tris no siempre es agradable, pero raramente es desdeñosa sobre cualquier cosa. Solo le toma un segundo para negar con la cabeza—. No quise decir eso. —Ah. —Esto es ridículo —dice, sonrojándose—. ¿Se lanza a un abismo y Eric está llamándolo valiente? ¿Eric, quien intentó que lanzaras cuchillos a la cabeza de Al? —Su rostro se contorsiona—. ¡Él no era valiente! ¡Estaba deprimido y era un cobarde y casi me mata! ¿Esa es la clase de cosas que respetamos aquí? —¿Qué quieres que hagan? —digo lo más suavemente que puedo; lo cual no es decir mucho—. ¿Condenarlo? Al ya está muerto. Él no puede oírlo, y ya es demasiado tarde. —No se trata de Al —dice ella—. ¡Se trata de todos lo que observan! Todos los que ahora ven el lanzarse al abismo como una opción viable. Quiero decir, ¿por qué no hacerlo si después todo el mundo te clama un héroe? ¿Por qué no hacerlo si todo el mundo recordará tu nombre? —Pero por supuesto, esto se trata de Al, y ella lo sabe—. Es… —Está esforzándose, luchando consigo misma—. No puedo… ¡Esto nunca habría ocurrido en Abnegación! ¡Nada de esto! Nunca. Este lugar lo deformó y lo arruinó, y no me importa si decir eso me hace una Estirada, no me importa, ¡no me importa! Mi paranoia está tan profundamente arraigada, que miro automáticamente a la cámara enterrada en la pared por encima del bebedero, disfrazada por la lámpara azul fijada allí. La gente en la sala de control puede vernos, y si somos desafortunados, también podrían elegir este momento para escucharnos. Puedo verlo ahora, Eric llamando a Tris una traidora a la facción, el cuerpo de Tris en el pavimento cerca de las vías del tren… —Ten cuidado, Tris —digo. —¿Eso es todo lo que puedes decir? —Me frunce el ceño—. ¿Que debería tener cuidado? ¿Eso es todo? Entiendo que mi respuesta no era exactamente lo que ella esperaba, pero para alguien que acaba de arremeter contra la imprudencia de los de Osadía, sin duda está actuando como uno de ellos.
  • 39. PÁGINA39 —Eres tan mala como los de Verdad, ¿sabes? —digo. Los de Verdad siempre están hablando, sin pensar jamás en las consecuencias. La aparto del bebedero, y entonces estoy cerca de su rostro y puedo ver sus ojos apagados flotando en el agua del río subterráneo y no puedo soportarlo, no cuando acaba de ser atacada y quién sabe qué habría pasado si no la hubiese oído gritar—. No voy a decir esto de nuevo, así que escucha con atención. —Pongo mis manos sobre sus hombros—. Te están vigilando. A ti, en particular. Recuerdo los ojos de Eric en ella después del lanzamiento de cuchillos. Sus preguntas sobre sus datos de simulación eliminados. Alegué daños por agua. Él pensó que era interesante que los daños por agua se produjeran ni cinco minutos después de que terminara la simulación de Tris. Interesante. —Suéltame —dice ella. Lo hago, de inmediato. No me gusta escuchar su voz de esa manera. —¿También te están vigilando a ti? Siempre lo han hecho y siempre lo harán. —Sigo tratando de ayudarte, pero te niegas a ser ayudada. —Oh, cierto. Tu ayuda —dice ella—. Apuñalar mi oreja con un cuchillo, burlarte de mí y gritarme más de lo que le gritas a cualquier otra persona, seguro es de gran ayuda. —¿Burlarme de ti? ¿Te refieres a cuando arrojé los cuchillos? ¡No estaba burlándome de ti! —Niego con la cabeza—. Estaba recordándote que si fallabas, alguien más tendría que tomar tu lugar. Para mí, en ese momento, casi parecía obvio. Pensé, dado que ella parecía entenderme mejor que la mayoría de la gente, que también podría entender eso. Pero por supuesto que no lo hizo. No es una lectora de mentes. —¿Por qué? —dice. —Porque… eres de Abnegación —digo—. Y… es cuando estás actuando desinteresadamente que eres más valiente. Y si yo fuera tú, haría un mejor trabajo en fingir que ese impulso altruista va a desaparecer, porque si la gente equivocada lo descubre… bueno, no va a ser bueno para ti.
  • 40. PÁGINA40 —¿Por qué? ¿Por qué les preocupan mis intenciones? —Las intenciones son lo único que a ellos les importa. Tratan de hacerte creer que les importa lo que haces, pero no lo hacen. No quieren que te comportes de cierta manera, quieren que pienses de cierta manera. De modo que seas fácil de entender. De modo que no supongas una amenaza para ellos. Pongo la mano en la pared cerca de su rostro y me inclino hacia ella, pensando en los tatuajes formando una línea en mi espalda. Hacerme los tatuajes no era lo que me convertía en un traidor a la facción. Era lo que significaban para mí: un escape a la estrechez de miras de cualquier facción, el pensamiento que penetra todas las diferentes partes de mí, reduciéndome a una sola versión de mí mismo. —No entiendo por qué les importa lo que pienso, mientras esté actuando como ellos quieren que actúe —dice ella. —Ahora estás actuando como quieren que actúes, ¿pero qué sucede cuando tu cerebro programado para Abnegación te dice que hagas algo más, algo que ellos no quieren? Por mucho que me caiga bien, Zeke es el ejemplo perfecto. Nacido en Osadía. Criado en Osadía. Elegido para Osadía. Puedo contar con él para abordar todo de la misma manera. Fue entrenado desde su nacimiento. Para él, no hay otras opciones. —Podría no necesitar que me ayudes. ¿Alguna vez pensaste eso? —dice. Quiero reírme ante la pregunta. Por supuesto que no me necesita. ¿Acaso alguna vez se trató de eso?—. No soy débil, lo sabes. Puedo hacer esto sola. —Crees que mi primer instinto es protegerte. —Me muevo de modo que estoy un poco más cerca de ella—. Porque eres pequeña, o una chica, o una Estirada. Pero estás equivocada. Incluso más cerca. Toco su barbilla, y por un momento pienso en cerrar esta brecha por completo. —Mi primer instinto es empujarte hasta tus límites, solo para ver cuán duro tengo que presionar —digo, y es una admisión extraña y peligrosa. No tengo intención de causarle ningún daño, y nunca la tendré, y espero que sepa que eso no es lo que quiero decir—. Pero me resisto a ello.
  • 41. PÁGINA41 —¿Por qué tu primer instinto es ese? —dice. —El miedo no te doblega —digo—. Te despierta. Lo he visto. Es fascinante. —Sus ojos en cada simulación del miedo, son como hielo y acero, una llama azul. La chica pequeña y delgada, con los brazos tensos como el alambre. Una contradicción andante. Mi mano se desliza sobre su mandíbula, toca su cuello—. A veces solo quiero volver a verlo. Quiero verte despierta. Sus manos tocan mi cintura, y se empuja contra mí, o me hala contra ella, no puedo decir cuál. Sus manos se mueven por mi espalda, y la deseo, de un modo que no he sentido antes, no solo algún tipo de impulso físico sin sentido, sino un deseo real, específico. No por “alguien”, solo por ella. Le toco la espalda, el cabello. Es suficiente, por ahora. —¿Debería estar llorando? —pregunta, y me toma un segundo darme cuenta que está hablando de Al otra vez. Bien, porque si este abrazo le da ganas de llorar, tendría que admitir no saber absolutamente nada sobre el romance. Lo cual podría ser cierto de todos modos—. ¿Hay algo malo en mí? —¿Crees que sé algo sobre las lágrimas? —Las mías vienen sin preguntar y desaparecen a los pocos segundos. —Si lo hubiera perdonado… ¿crees que estaría vivo ahora? —No lo sé. —Pongo mi mano en su mejilla, mis dedos extendiéndose hacia atrás hasta su oreja. Ella es realmente pequeña. Eso no me importa. —Siento que es mi culpa —dice ella. Yo también. —No es tu culpa. —Acerco mi frente a la suya. Su respiración es cálida contra mi rostro. Tenía razón, esto es mejor que mantener la distancia, esto es mucho mejor. —Pero debería haberlo hecho. Debería haberlo perdonado. —Quizás. Tal vez hay algo más que todos podríamos haber hecho —le digo, y entonces sin pensar escupo un cliché de Abnegación—. Pero tenemos que dejar que la culpa nos recuerde hacerlo mejor la próxima vez.
  • 42. PÁGINA42 Se aleja de inmediato, y siento ese impulso familiar, de ser malo con ella para que olvide lo que dije, así no me pregunta nada. —¿De qué facción vienes, Cuatro? Creo que lo sabes. —No importa. Aquí es donde estoy ahora. Algo que harías bien en recordar para ti misma. Ya no quiero estar cerca de ella; es todo lo que quiero hacer. Quiero besarla; pero ahora no es el momento. Rozo mis labios en su frente, y ninguno de los dos nos movemos. No hay vuelta atrás ahora, no para mí. Algo que ella dijo se me queda grabado todo el día. Esto nunca habría ocurrido en Abnegación. Al principio me encuentro pensando: Simplemente no sabe cómo son en realidad. Pero estoy equivocado, y ella tiene razón. Al no habría muerto en Abnegación, y tampoco la habría atacado allí. Puede que no sean puramente buenos como yo una vez creí, o quería creer, pero ciertamente no son malos tampoco. Veo el mapa del sector de Abnegación, el que encontré en la computadora de Max, impreso en mis párpados cuando cierro los ojos. Si les advierto o si no lo hago, soy un traidor de cualquier manera, por una cosa u otra. Así que si la lealtad es imposible, ¿qué es lo que estoy esforzándome por alcanzar en su lugar? Me toma un rato pensar en un plan, cómo seguir con esto. Si ella fuera una chica de Osadía normal y yo fuera un chico de Osadía normal, la invitaría a salir en una cita y nos besaríamos en el abismo, y podría hacer alarde de mi conocimiento de la sede de Osadía. Pero eso se siente
  • 43. PÁGINA43 demasiado ordinario, después de las cosas que nos hemos dicho, después de haber visto las partes más oscuras de su mente. Tal vez ese es el problema, todo es de un solo lado en este momento, porque la conozco, sé a qué le tiene miedo, qué ama y qué odia, pero todo lo que ella sabe de mí es lo que le he dicho. Y lo que le he dicho es tan vago como para ser despreciable, porque tengo un problema con la especificidad. Después de eso ya sé qué hacer, el problema es simplemente hacerlo. Enciendo la computadora en la sala del pasaje del miedo y lo configuro para que siga mi programa. Tomo dos jeringas del suero del miedo del depósito y las guardo en la pequeña caja negra que tengo para este propósito. Luego me voy al dormitorio de los transferidos, sin estar seguro de cómo podré tenerla sola el tiempo suficiente para pedirle que salga conmigo. Pero entonces la veo con Will y Christina, de pie cerca de la barandilla, y sé que debería llamarla y preguntarle, pero no puedo hacerlo. ¿Estoy loco, pensando en dejarla entrar en mi cabeza? ¿Dejando que vea a Marcus, que sepa mi nombre, que sepa todo lo que tan duramente he tratado de mantener oculto? Recorro los caminos del Pozo una vez más, con el estómago revuelto. Alcanzo el vestíbulo, las luces de la ciudad están empezando a apagarse alrededor de nosotros. Escucho sus pasos en las escaleras. Vino detrás de mí. Giro la caja negra en mi mano. —Ya que estás aquí —digo, como si fuera casual, lo que es ridículo—, bien podrías entrar conmigo. —¿En tu pasaje del miedo? —Sí. —¿Puedo hacer eso? —El suero te conecta al programa, pero el programa determina cuál pasaje atraviesas. Y ahora está configurado para hacernos pasar por el mío. —¿Dejarías que lo viera?
  • 44. PÁGINA44 No puedo mirarla directamente. —¿Por qué crees que voy a entrar? —Mi estómago duele aún más—. Hay algunas cosas que quiero mostrarte. Abro la caja y saco la primera jeringa. Ella inclina la cabeza, e inyecto el suero, como lo hago siempre durante las simulaciones del miedo. Pero en lugar de inyectarme con la otra jeringa, le ofrezco la caja. Se supone que esta es mi manera de igualar las cosas, después de todo. —Nunca he hecho esto antes —dice. —Justo aquí. —Toco el lugar. Tiembla un poco mientras introduce la aguja y el profundo dolor es familiar, pero ya no me molesta. He hecho esto demasiadas veces. Miro su rostro. No hay vuelta atrás. No hay vuelta atrás. Es tiempo de ver de qué estamos hechos los dos. Tomo su mano, o tal vez ella toma la mía, y caminamos juntos a la sala del pasaje del miedo. —Veamos si puedes descubrir por qué me llaman Cuatro. La puerta se cierra tras de nosotros, y la habitación se torna oscura. Se acerca más a mí y dice: —¿Cuál es tu verdadero nombre? —Veamos si también puedes descubrir eso. La simulación empieza. La habitación se abre a un ancho cielo azul, y estamos en el techo del edificio, rodeados por la ciudad, brillando bajo el sol. Es hermoso solo por un momento, antes de que el viento sople, fiero y poderoso, y coloco mi brazo a su alrededor ya que sé que ella es más estable que yo, en este lugar. Tengo problemas para respirar, lo que es normal para mí, aquí. Encuentro la ráfaga de aire sofocante y la altura hace que quiera acurrucarme en una bola y esconderme. —Tenemos que saltar, ¿verdad? —dice, y recuerdo que no puedo acurrucarme en una bola y esconderme; tengo que enfrentar esto ahora. Asiento.
  • 45. PÁGINA45 —A la cuenta de tres, ¿bien? Asiento de nuevo. Todo lo que tengo que hacer es seguirla, eso es todo lo que tengo que hacer. Cuenta hasta tres y me arrastra detrás de ella mientras corre, como si fuera un velero y yo un ancla, empujándonos hacia abajo. Caemos y lucho contra la sensación en cada centímetro, el terror gritando en cada nervio, y luego estoy en el suelo, apretando mi pecho. Me ayuda a ponerme de pie. Me siento estúpido, recordando cómo escaló esa rueda de la fortuna sin dudar. —¿Qué sigue? Quiero decirle que no es un juego; mis miedos no son atracciones emocionantes a las que puede subir. Pero probablemente no lo quiere decir de esa manera. —Es… La pared viene de la nada, golpeando su espalda, mi espalda, por ambos lados. Forzándonos a acercarnos, más cerca de lo que hemos estado antes. —Confinamiento —digo, y es peor de lo usual con ella aquí, tomando la mitad del aire. Gruño un poco, encorvándome hacia ella. Odio estar aquí. Odio estar aquí. —Oye —dice —, está bien. Ven… Pone mi brazo alrededor de ella. Siempre he pensado que ella es enjuta, ni un gramo extra de nada en ella. Pero su cintura es suave. —Esta es la primera vez que soy feliz de ser tan pequeña —dice. —Mmhmm. Ella está hablando de cómo salir. Una estrategia para el pasaje del miedo. Yo estoy tratando de concentrarme en respirar. Luego nos empuja hacia abajo, para hacer la caja más pequeña, y se da vuelta por lo que su espalda queda contra mi pecho, de modo que estoy completamente envuelto alrededor de ella.
  • 46. PÁGINA46 —Esto es peor —digo, porque con mi nerviosismo por la caja y mi nerviosismo por tocarla combinados, no puedo ni pensar bien—. Esto es definitivamente… —Shh. Brazos alrededor de mí. Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura, y entierro mi rostro en su hombro. Huele a jabón de Osadía, y dulce, como a manzana. Estoy olvidando dónde estoy. Está hablando acerca del pasaje del miedo de nuevo, y estoy escuchando, pero también estoy concentrado en cómo se siente. —Entonces trata de olvidar que estamos aquí —termina. —¿Sí? —Coloco mi boca contra su oído, a propósito esta vez, para mantener la distracción, pero también porque tengo la sensación que no soy el único que está distraído—. Así tan fácil, ¿eh? —Sabes, la mayoría de los chicos disfrutarían el estar atrapados en lugares cerrados con una chica. —¡No la gente claustrofóbica, Tris! —Bueno, bueno. —Guía mi mano a su pecho, justo donde su clavícula se hunde. De repente, en todo lo que puedo pensar es en lo que quiero, que no tiene nada que ver con salir de esta caja—. Siente mi pulso. ¿Puedes sentirlo? —Sí. —¿Sientes lo estable que es? Sonrío contra su hombro. —Es rápido. —Sí, bueno, eso no tiene nada que ver con la caja. —Claro que no tiene nada que ver—. Cada vez que me sientas respirar, tú respiras. Concéntrate en eso. Respiramos juntos, una, dos veces. —¿Por qué no me dices de dónde proviene este miedo? Tal vez hablando de él nos ayudaría de alguna forma.
  • 47. PÁGINA47 Siento que este temor ya debería haber desaparecido, pero lo que ella está haciendo me mantiene en un nivel constante de inquietud mayor, sin apartar por completo el miedo. Trato de concentrarme en su pregunta de dónde viene esta caja. —Um… bien. —Bueno, solo hazlo, solo di algo real—. Este proviene de mi… fantástica niñez. Castigos de la niñez. El diminuto armario de las escaleras. Encerrado en la oscuridad para pensar en lo que hice. Era mejor que otros castigos, pero algunas veces estaba ahí demasiado tiempo, desesperado por aire fresco. —Mi madre guardaba nuestros abrigos de invierno en nuestro armario — dice, y es algo tonto de decir después de lo que le acabo de decir, pero puedo notar que no sabe qué más hacer. —Ya no quiero hablar de eso en realidad —digo con un jadeo. No sabe qué decir porque nadie sabría qué decir, porque mi dolorosa infancia es demasiado patética para que alguien más lo entienda, mi corazón se acelera de nuevo. —Bueno. Entonces… yo puedo hablar. Pregúntame algo. Levanto mi cabeza. Estaba funcionando antes, concentrarme en ella. El rápido latido de su corazón, su cuerpo contra el mío. Dos fuertes esqueletos envueltos en músculo entretejidos; dos transferidos de Abnegación trabajando en dejar atrás el flirteo tentativo. —¿Por qué te late tan rápido el corazón, Tris? —Bueno, yo… apenas te conozco. —La imagino con el ceño fruncido—. Apenas te conozco y estoy hacinada contra ti en una caja, Cuatro, ¿tú qué crees? —Si estuviéramos en tu pasaje del miedo… —digo—. ¿Estaría yo en él? —No te tengo miedo. —Claro que no. No me refería a eso. —No me refería a: ¿Estás asustada de mí?, sino a: ¿Soy lo suficientemente importante para ti para estar en el pasaje de todas formas?
  • 48. PÁGINA48 Probablemente no. Ella tiene razón, apenas me conoce. Pero igual: Su corazón está acelerado. Me rio, y las paredes se quiebran como si mi risa las sacudiera y rompiera, y el aire se abre alrededor de nosotros. Trago una gran bocanada de aire, y nos separamos. Me mira, suspicaz. —Tal vez te eliminaron de Verdad, porque eres una mentirosa terrible — digo. —Creo que mi prueba de aptitud lo descartó bastante bien. —La prueba de aptitud no te dice nada. —¿Qué estás tratando de decirme? ¿La prueba no es la razón por la que terminaste en Osadía? Me encojo de hombros. —No exactamente, no. Yo… Veo algo con el rabillo del ojo, y me vuelvo para encararlo. Una mujer de cara sencilla y olvidable está al otro lado de la habitación. Entre ella y nosotros hay una mesa con una pistola sobre ella. —Tienes que matarla —dice Tris. —Cada vez. —Ella no es real. —Se ve real. Se siente real. —Si fuera real, ya te hubiera matado a ti. —Está bien. Solo… lo haré. —Empiezo a avanzar hacia la mesa—. Este no es tan malo. No hay tanto pánico involucrado. El pánico y el terror no son los únicos tipos de miedo. Hay tipos más profundos. La aprensión y el pavor. Cargo el arma sin pensar en ello, la sostengo frente a mí y miro su rostro. Está en blanco, como si supiera lo que voy a hacer y lo aceptara. No está vestida en las ropas de ninguna facción, pero podría ser de Abnegación, de pie ahí esperando que la hiera, de la manera en que ellos
  • 49. PÁGINA49 lo harían. De la manera en que ellos lo harán, si Max y Jeanine y Evelyn se interponen en el camino. Cierro un ojo, concentrándome en el objetivo, y disparo. Ella cae, y pienso cuando golpeé a Drew hasta que casi estuvo inconsciente. La mano de Tris se cierra alrededor de mi brazo. —Vamos. Sigue moviéndote. Caminamos más allá de la mesa, y tiemblo de miedo. Esperar por este último obstáculo puede ser un miedo en sí mismo. —Aquí vamos —digo. Arrastrándose al círculo de luz que ahora ocupamos está una figura oscura, paseándose de manera que solo el borde de su zapato es visible. Luego da un paso hacia nosotros, Marcus con sus ojos oscuros como pozos, sus ropas grises y su corte de cabello casi al ras, enseñando los contornos de su cráneo. —Marcus —susurra. Lo observo. Esperando que caiga el primer golpe. —Esta es la parte en la que averiguas mi nombre. —¿Eres…? —Ella sabe, ahora. Lo sabrá para siempre; no podré hacerla olvidar aunque quisiera—. Tobias. Ha pasado tanto tiempo desde que alguien ha dicho mi nombre de esa manera, como si fuera una revelación y no una amenaza. Marcus desenreda un cinturón de su puño. —Esto es por tu propio bien —dice, y quiero gritar. Se multiplica inmediatamente, rodeándonos, los cinturones arrastrándose en los azulejos blancos. Me acurruco en mí mismo, encorvando mi espalda, esperando, y esperando. El cinturón retrocede y me encojo antes de que golpee, pero luego no lo hace. Tris se para frente a mí, su brazo en alto, tensa de pies a cabeza. Aprieta sus dientes mientras el cinturón se envuelve alrededor de su brazo, y luego
  • 50. PÁGINA50 lo libera y arremete. El movimiento es tan poderoso que estoy sorprendido por lo fuerte que se ve, por lo fuerte que el cinturón golpea la piel de Marcus. Él embiste contra Tris, y doy un paso frente a ella. Estoy listo esta vez, listo para defenderme. Pero el momento nunca viene. Las luces se alzan y el paisaje del miedo ha terminado. —¿Eso es todo? —dice ella mientras veo el lugar en el que Marcos estuvo— . ¿Esos eran tus peores miedos? ¿Por qué solo tienes cuatro…? Oh. Ella me mira. —Es por eso que te llaman… Tenía miedo que si ella sabía de Marcus, me vería con lástima y que me haría sentir débil, pequeño y vacío. Pero vio a Marcus y lo miró a él, con ira y sin miedo. Me hizo sentir, no débil, sino poderoso. Lo suficientemente fuerte para defenderme. Tiro de ella hacia mí por el codo, y beso su mejilla, lentamente, dejando que su piel queme la mía. La abrazo fuertemente, encorvándome hacia ella. —Oye. —Suspira—. Lo superamos. Paso mis dedos por su cabello. —Tú hiciste que lo superara —digo. La llevo a las rocas a las que Zeke, Shauna y yo vamos algunas veces, tarde en la noche. Tris y yo nos sentamos en una piedra plana suspendida sobre el agua, y el rocío moja mis zapatos, pero no está tan fría para que me importe. Como todos los iniciados, ella está demasiado concentrada en la prueba de aptitud, y yo estoy esforzándome para hablar con ella de eso. Pensé que cuando dijera un secreto, el resto vendría tropezándose después, pero la franqueza es un hábito que formas con el tiempo, y no con un interruptor al que le das vuelta cuando quieras, me estoy dando cuenta.
  • 51. PÁGINA51 —Estas son cosas que no le digo a la gente, sabes. Ni siquiera a mis amigos. —Observo el agua oscura y turbia y las cosas que trae, pedazos de basura, ropa descartada, botellas que flotan como pequeños botes emprendiendo un viaje—. Mi resultado fue el esperado. Abnegación. —Oh. —Frunce el entrecejo—. ¿Pero escogiste Osadía de todas formas? —Por necesidad. —¿Por qué tuviste que irte? Aparto la vista, no estando seguro de poder darle voz a mis razones, porque admitirlas me hace un traidor a las facciones, me hacen sentir como un cobarde. —Tenías que alejarte de tu padre —dice—. ¿Es por eso que no quieres ser un líder de Osadía? ¿Porque si lo fueras, tal vez lo verías de nuevo? Me encojo de hombros. —Eso, y que siempre he sentido que no pertenezco por completo entre los de Osadía. No de la manera en que son ahora, de todas formas. —No es exactamente la verdad. No estoy seguro si este es el momento de decirle lo que sé acerca de Max y Jeanine y el ataque; egoístamente, quiero guardar este momento para mí, solo por un rato. —Pero… eres increíble —dice. Levanto mis cejas hacia ella. Parece avergonzada—. Me refiero, ante los estándares de Osadía. Nunca se han escuchado cuatro miedos. ¿Cómo no podrías pertenecer aquí? Me encojo de hombros de nuevo. Mientras pasa más tiempo, más extraño encuentro que mi pasaje del miedo no esté acribillado con miedos como el de los demás. Muchas cosas me ponen nervioso, ansioso, incómodo… pero cuando me enfrento a esas cosas, puedo actuar, nunca me paralizo. Mis cuatro miedos, si no soy cuidadoso, me paralizarán. Esa es la única diferencia. —Tengo la teoría que el desinterés y la valentía no son tan diferentes. — Levanto la mirada al Pozo, elevándose alto sobre nosotros. Desde aquí solo puedo ver un pedazo pequeño del cielo nocturno—. Toda tu vida has sido entrenada para que te olvides de ti misma, así que cuando estás en peligro, se convierte en tu primer instinto. Puedo pertenecer a Abnegación igual de fácil.
  • 52. PÁGINA52 —Sí, bueno. Dejé Abnegación porque no era lo suficientemente caritativa, sin importar lo mucho que tratara de serlo. —Eso no es completamente cierto —dije con una sonrisa—. Esa chica que dejó que alguien le lanzara cuchillos para salvar a un amigo, quien golpeó a mi padre con un cinturón para protegerme, esa chica desinteresada, ¿no eres tú? En esta luz, se ve como si viniera de otro mundo, sus ojos traducidos en algo tan pálido que parecen brillar en la oscuridad. —Has estado prestando mucha atención, ¿verdad? —pregunta, como si acabara de leerme la mente. Pero no está hablando acerca de mí observando su rostro. —Me gusta observar a la gente —digo astutamente. —Tal vez fuiste eliminado de Verdad, Cuatro, porque eres un mentiroso terrible. Bajo mi mano y la coloco junto a la ella y me inclino acercándome. —Bien. —Su nariz larga y estrecha no está hinchada por el ataque, y tampoco su boca. Tiene una linda boca—. Te he observado porque me gustas. Y… no me llames “Cuatro”, ¿de acuerdo? Es… agradable. Escuchar mi nombre de nuevo. Se ve momentáneamente perpleja. —Pero eres mayor que yo… Tobias. Suena tan bien cuando ella lo dice. Como si no tuviera nada de qué avergonzarme. —Sí, esa brecha inmensa de dos años es realmente insuperable, ¿verdad? —No estoy tratando de ser autocrítica —dice tercamente—. Simplemente, no lo entiendo. Soy más joven. No soy bonita. Yo… Me río, y beso su sien. —No finjas —dice, sonando un poco sin aliento—. Sabes que no lo soy. No soy fea, pero ciertamente no soy bonita. La palabra “bonita”, y todo lo que representa, parece completamente inútil ahora que no tengo paciencia para ella.
  • 53. PÁGINA53 —Bien. No eres bonita. ¿Y? —Muevo mis labios a su mejilla, tratando de reunir un poco de coraje—. Me gusta como te ves. —Retrocedo—. Eres muy inteligente. Eres valiente. Y aunque sabes acerca de Marcus… no me estás mirando de esa manera. Como si fuera… un cachorro pateado o algo. —Bueno —dice objetivamente—. No lo eres. Mis instintos fueron correctos: Es digna de confianza. De confiarle mis secretos, mi vergüenza, el nombre que abandoné. Con las verdades hermosas y las horribles. Lo sé. Toco sus labios con los míos. Nuestros ojos se encuentran y sonrío, y la beso de nuevo, esta vez más seguro. No es suficiente. La acerco, la beso con más fuerza. Ella revive, colocando sus brazos a mí alrededor e inclinándose hacia mí y todavía no es suficiente, ¿cómo puede serlo? La acompaño al dormitorio de los transferidos, mis zapatos aún húmedos por el rocío del río, y me sonríe mientras se desliza a través de la puerta. Empiezo a caminar hacia mi apartamento, y no toma mucho tiempo para que el alivio vertiginoso dé paso a la inquietud de nuevo. En algún momento entre ver ese cinturón enroscarse en su brazo en mi pasaje del miedo y decirle que el desinterés y la valentía eran a menudo lo mismo, tomé una decisión. Doblo en la siguiente esquina, no hacia mi apartamento, sino hacia una escalera que lleva al exterior, justo al lado del apartamento de Max. Reduzco la velocidad cuando paso por su puerta, temeroso que mis pasos serán lo suficientemente fuertes para despertarlo. Irracional. Mi corazón late con fuerza cuando alcanzo la cima de las escaleras. Un tren está pasando, su lado plateado atrapando la luz de la luna. Camino bajo las líneas y me dirijo al sector de Abnegación. Tris vino de Abnegación, parte de su poder innato viene de ellos, siempre que está llamada a defender a las personas que son más débiles que ella. Y no puedo soportar pensar en los hombres y mujeres que son como ella
  • 54. PÁGINA54 cayendo ante las armas de Osadía y Erudición. Puede que ellos me hayan mentido, y tal vez les haya fallado cuando escogí Osadía, y tal vez estoy fallándole a Osadía ahora, pero no quiero fallarme a mí mismo. Y yo¸ sin importar a la facción en la que esté, sé lo que tengo que hacer. El sector de Abnegación está tan limpio, sin rastro de basura en las calles, aceras o jardines. Los edificios grises idénticos están gastados en lugares en donde la gente abnegada se ha negado a repararlos, cuando el sector Sin Facción realmente los necesita, pero están pulcros y sin marcas. Las calles aquí podrían ser un laberinto, pero no me he ido el tiempo suficiente para olvidar el camino a la casa de Marcus. Es extraño lo rápido que se convirtió en su casa, en lugar de mía, en mi mente. Tal vez no deba decirle a él; podría decirle a otro líder de Abnegación, pero él es el que tiene mayor influencia, y hay una parte de él que es mi padre todavía, que trató de protegerme porque soy Divergente. Trato de recordar el oleaje de poder que sentí en mi pasaje del miedo, cuando Tris me mostró que es solo un hombre, no un monstruo, y que puedo enfrentarlo. Pero ella no está conmigo ahora, y me siento endeble, como si estuviera hecho de papel. Camino la vía hacia la casa, y mis piernas están rígidas, como si no tuvieran articulaciones. No toco la puerta, no quiero despertar a nadie más. Alcanzo bajo el tapete por la llave de repuesto y abro la puerta delantera. Es tarde, pero la luz sigue encendida en la cocina. Para el momento en que atravieso la puerta, él ya está de pie donde puedo verlo. Detrás de él, la mesa de la cocina está cubierta de papeles. No está usando sus zapatos, están en la alfombra de la sala, sus cordones desabrochados, y sus ojos lucen tan ensombrecidos como lo son en mis pesadillas sobre él. —¿Qué estás haciendo aquí? —Me observa de arriba abajo. Me pregunto qué está mirando hasta que recuerdo que estoy usando el negro de Osadía, botas pesadas y una chaqueta, con un tatuaje en mi cuello. Se acerca y noto que soy tan alto como él, y más fuerte de lo que jamás he sido. No podría dominarme ahora. —No eres bienvenido en esta casa —dice.