La atmósfera primitiva de la Tierra contenía altos niveles de dióxido de carbono y falta de oxígeno, junto con altas temperaturas y presión atmosférica, lo que hacía imposible la vida. Estaba compuesta principalmente por dióxido de carbono, hidrógeno y helio procedentes de la nebulosa solar, así como metano, amoniaco y vapor de agua, creando condiciones desfavorables para los procesos biológicos.