Este documento argumenta que Jesús no fue el dador de la ley sino que el único dador de la ley es Yahweh. Señala que la ley de Yahweh es perfecta y Jesús no tenía la autoridad para cancelarla o hacer una nueva ley. También indica que Jesús vino como redentor para redimir a los que han transgredido la ley de Yahweh y no como legislador o juez. Finalmente concluye que no hay evidencia bíblica de que Jesús haya dado una nueva ley.