Una niña que quería conocer a Dios compartió su comida con un anciano solitario en el parque. Pasaron la tarde sonriendo y comiendo juntos sin hablar. Al regresar a casa, la niña le dijo a su madre que había almorzado con Dios y que Él tiene la sonrisa más hermosa. El anciano también regresó a casa feliz y le dijo a su nieto que había almorzado con Dios en el parque y que Él es más joven de lo que pensaba. La moraleja es que los pequeños actos de bondad como compartir una