Carlos bostezó mientras jugaba al fútbol y contagió su bostezo a un loro. El loro propagó el bostezo a muchas personas en Socuéllamos y a toda una escuela. El bostezo luego se extendió a una tienda de animales y a presidentes de varios países. Finalmente, debido a tantos bostezos contagiosos, todo el mundo se quedó dormido para descansar de la crisis económica.