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Samsara (1)
                          6 A.I.; 13 de marzo

    Antes de que empezaran las grandes guerras que dieron nombre a
Ragnaraka, fue hallada una diosa en los lindes donde más tarde se
construyó Olimpo.
    Bautizada como Samsara, se convirtió en princesa tras ser
adoptada por el Rey Adapa, que no tomó esposa.
    Adapa supo darle buena vida, ya que era el señor del Bosque
Helheim, hogar de paz en Edén.
    Naturaleza y tecnología se combinaban en el inmenso bosque,
donde los edificios apenas alcanzaban las copas de los gigantescos
árboles que los protegían de climas adversos y de depredadores
gigantes.
    La jovencísima Samsara desarrolló su poder muy tempranamente:
a sus seis años se descubrió que poseía la capacidad de controlar el
numen, la sustancia elemental y mágica que reside en el interior de
algunos seres humanos y les permite moldearla para formular hechizos
como si ellos mismos fueran elementales.
    Adapa estaba orgulloso, sabía que había acertado apadrinándola, y
cuando fuera viejo, la Princesa reinaría eternamente, tomando su
legado y protegiendo Bosque Helheim.
    Cuando Samsara cumplió siete años, las noticias anunciaron la
llegada de una nave foránea que fue vista en Hades y tras varios viajes
estableció una nueva colonia en Raurava que no tardó en convertirse
en una metrópolis más tarde conocida como Muspelheim, la ciudad de
bronce.
    Los viajeros, que se hacían llamar galoms, eran idénticos a los
seres humanos, solo que poseían dos cuernos en sus cabezas que los
diferenciaban de éstos. Hasta la fecha, estos seres habían sido
conocidos solamente a través de leyendas.
    Al parecer, el laxo de vida de esta especie era tres veces mayor
que el de un humano, y por tanto, su forma de envejecer, también era
tres veces más lenta. Quizás por eso los bardos hablaban de ellos
como si de inmortales se tratase.
                                   1
Por suerte para todos, los galoms llegaron en son de paz, y de
hecho, los grandes avances tecnológicos, tanto en medicina como en
ingeniería, surgieron en aquella época gracias a ellos.
    Midgard, el lugar donde nacen los dioses para hacerse con
seguidores que a su muerte descansarán en el Asgard, es un universo
compuesto por seis dimensiones de infinita extensión.
    Cada dimensión se encuentra paralela al resto de dimensiones,
recibiendo cada una de estas el nombre de Planos elementales.
    El nombre de estas dimensiones se debe a que la enorme
extensión de los territorios es completamente plana, con las simples
perturbaciones del terreno debido a las montañas o mares que se han
formado, y, en cada una de ellas, predomina uno de los elementos que
abarcan la magia, de manera que, luz, oscuridad, fuego, agua, viento y
naturaleza conforman estos reinos.
    Sin embargo, en inmensos mundos donde los elementos imperan
de forma radical sobre el resto, no hay lugar para los humanos, por lo
que estos solo habitan su propio mundo cuando mueren y van al
Asgard. Aquellos que fallecieron sin dios, vagan por el Limbo
eternamente.
    El espíritu de supervivencia, no obstante, ha llevado a los
humanos a crear sus civilizaciones en los inestables planos
elementales, a pesar de que las proporciones de éstos sean inmensas
para ellos.
    Edén, el Plano elemental de la luz, donde se halla Olimpo, es el
lugar más habitable. Sus tierras prósperas albergan criaturas que, a
pesar de ser gigantescas, son casi inofensivas, en múltiples ocasiones
benignas, que tratan de convivir con los humanos.
    No obstante, no todos estos planos son tan agradables. Hades, el
Plano elemental de la sombra, posee también estables lugares donde
se han erigido inmensas ciudades, pero la energía negativa de la
sombra colma de malestar a sus habitantes, de manera que es un
mundo dejado a la pobreza, la desesperación y la extinción,
continuamente acechado por titánicos seres elementales de la sombra.
    Los ardientes páramos de Raurava, el Plano elemental del fuego,
son roca magmática calcificada, producto de la lava reseca por el paso
de los milenios. Los volcanes, ríos y mares de magma candente hacen

                                  2
difícil la construcción de los reinos humanos, que conviven con la
inquietud de ser arrollados por las erupciones o el ataque de los titanes
de fuego, tan fácilmente irritables.
     Las civilizaciones de la helada Atlántida, el Plano elemental del
agua, construyeron sus ciudades sobre las inmensas masas de hielo
que forman sus continentes, y coexisten con la incansable lluvia y las
largas nevadas que congelan los restos de mar que aún permiten la
circulación de navíos. Cuentan las leyendas que algún día Atlántida
será un páramo infinito de hielo que aislará la vida marítima de los
humanos y que congelará las plantas, matando al ganado y dejando
lugar al hambre; entonces los viejos titanes retomarán su plano para
ellos solo.
     El reino de Tellus, el Plano elemental de la naturaleza, es un
enorme paraíso natural donde la vegetación cubre con rapidez
cualquier tipo de construcción. Es un mundo que posee vida propia y
consume todo aquello que crea que le ataca, cubriéndolo de flora; por
lo que los humanos se organizan en grandes tribus y llevan a cabo una
forma de vida cuasi primitiva, cohabitando en muchos casos con
animales o con los pacíficos titanes de los bosques.
     Y el más inhabitable de todos es Eolo, el Plano elemental del
viento, donde ráfagas incesantes remueven asteroides que, de no ser
por la elevada tecnología alcanzada, que mantienen unidos estos
fragmentos de roca mediante puentes de acero artificiales, se perderían
en el inmenso vacío que es este reino gris y sin fondo.
     Se calcula que el equilibrio de especies es de mil quinientos
humanos por cada titán, una cifra que revela con claridad que las
proporciones de los planos están hechas a medida para ellos, que se
desplazan más rápidamente que sus conquistadores de carne y hueso.
     La inconsistente superficie de los planos ha llevado a los humanos
a construir ciudades que albergan varios millones de habitantes en las
zonas más seguras, llegando a considerarse pequeñas aquellas que
poseen menos de cinco decenas de millones.
     Las construcciones son, en su mayoría, edificios altísimos que se
yerguen en busca del cielo; esto se debe a que aprovechan todo
territorio habitable al límite.


                                    3
Los viajes de un lugar a otro dentro de un mismo plano pueden
durar varios días, semanas, y en ocasiones incluso meses. No obstante,
cada plano elemental posee cinco portales dimensionales que los
mantienen conectados entre sí. Esto no quiere decir que los
desplazamientos de un plano a otro sean rápidos, ya que a veces
alcanzar un portal dimensional puede llevar igualmente un periodo
largo de tiempo.
     Los mapas elaborados por cartógrafos y científicos delimitan un
plano no porque éste acabe, sino porque la exploración más allá de
esos límites ha supuesto viajes de décadas que no han encontrado nada
más, ni siquiera con la instalación de telescopios e incluso satélites.
     La salida y puesta de los soles, inmensas masas esféricas de fuego
que surcan los cielos sin sentido, iluminan con periodicidad
matemática los planos elementales, siguiendo rutas que son un
misterio por la distancia que se marcan entre ellos mismos, regulada
por las horas.
     Los soles viajan en grupos, así que nunca hay un número exacto
sobre los cielos. Cuando un sol, o un grupo de estos, está demasiado
lejos para iluminar, es cuando llega la noche, hasta que aparece uno
nuevo.
     No se sabe el destino de estos astros, lo que es seguro es que cada
sol solo es visto una vez, y cuando se marcha, se pierde en las infinitas
dimensiones del plano elemental.
     Cada plano elemental tiene unas horas de iluminación diferentes a
las del resto, siendo Hades el que más tiempo pasa a oscuras, llegando
a abarcar meses de eterna penumbra por la ausencia de soles.
     Las estrellas son más misteriosas aún, pues se cree que en ellas
reside el alma de los héroes caídos, que observan desde el Asgard a
sus seguidores en vida, y se han convertido en el objeto de muchos
rezos, considerando a su hermanas fugaces como el paso de dioses
antiguos que quieren ser recordados y la gente les pide deseos en el
lapso que las ven, que ellos toman como rezos.
     Y así es Midgard.
     El Asgard es un misterio que ni siquiera los dioses mundanos
conocen hasta que culminan con su evolución al morir.


                                    4
Además del Midgard y el Asgard, existe el Shambhalla, una
dimensión misteriosa a la que tan solo parece poder llegarse a través
de la mente y que algunos creen que es solo una concepción, donde
residen los seres de complejidad superior que dan sentido al vasto
universo que ellos mismos han creado.
    Midgard, Asgard y Shambhalla conforman la tríade del universo
denominado Ragnaraka.
    Por si fuera poco, las dificultades terrenales de Midgard están
alimentadas por las guerras entre aquellos que pretenden colonizar los
reinos elementales. Guerras entre ellos mismos.
    A pesar de ser considerado como un líder político por la fama que
tenía la ciudad que reinaba, Adapa se mantuvo al margen de las
negociaciones con los galoms, pues una terrible enfermedad abordó a
su hija adoptiva.
    Cuando cumplió los nueve años, Samsara degeneraba físicamente,
lo que llevó a tener que adaptarle varios implantes cibernéticos para
que pudiera moverse. Su padre envejeció más aquellos años de lo que
lo había hecho en toda su vida.
    Cuando la noticia de que la Princesa Samsara había enfermado
recorrió todo Midgard, Pandora, la Emperatriz de los galoms,
comunicó personalmente una visita a Bosque Helheim para expresar
su respeto hacia la princesa.
    Este anuncio causó gran conmoción en Midgard.
    - Va a venir a verte la Emperatriz –le sonrió su padre.
    - Dicen que es maga –comentó divertida la niña, que no conocía la
gravedad de su padecimiento.
    Samsara siempre había tenido el pelo muy corto, de un castaño
intenso, sin llegar a oscuro. Los rayos de luz que entraban por la
ventana hacían brillar su cabello y durante algunos instantes parecía
que su enfermedad desaparecía.
    Sus ojos eran demasiado inocentes, siempre expectantes, siempre
abiertos de par en par y observando cada detalle.
    Cuando su padre se marchó, incorporó su débil cuerpo hasta
sentarse sobre la cama.
    Miró por la ventana.


                                  5
En aquel entonces los edificios, a pesar de ser grandes, no lo eran
tanto como lo serían en el futuro, así que la Princesa, desde un
doceavo piso alcanzaba a ver la pista de aterrizaje donde esperaba que
fuera recibida la Emperatriz.
     <<Seguro que es hermosa. –Pensaba en Pandora-. Y poderosa. La
llaman Emperatriz; incluso mi padre, que es Rey>>.
     En la pista de aterrizaje, soldados formados del ejército de Bosque
Helheim protegían al Rey Adapa, que aguardaba.
     Samsara se sorprendió al ver que Pandora venía sola, pilotando
ella misma una lujosa nave, de una tecnología muy superior a la que
conocían.
     <<No tiene séquito, como mi padre. –Parecía decepcionada-. A lo
mejor “Emperatriz” es otra palabra que utilizan los galoms>>.
     Comparar a Pandora, una mujer joven, seria, poseída por la
seguridad en sí misma, y elegante incluso en la distancia, con el Rey
Adapa, un hombre que rozaba los sesenta años y envejecía por
minutos, gordinflón y con una larga y descuidada barba canosa,
cambió el concepto de la niña.
     <<Rebosa energía>>.
     Observó desde la ventana las mutuas muestras de cortesía que se
mostraban, como grandes señores que eran ambos.
     <<Mi padre sigue siendo el Rey. –Se sonrió a sí misma: aún sentía
orgullo por él-. Y yo la Princesa>>.
     Se dejó caer sobre la cama y aguardó la visita de la Emperatriz.
     Contempló su brazo izquierdo, pura mezcla de hierro y cables
conectados a sus nervios.
     Se sentía incómoda por el cableado que mantenía estables sus
constantes vitales, conectado a su cerebro, pulmones y corazón.
     La niña se fiaba demasiado de la tecnología, y pensaba que
sencillamente no había otro medio de subsistencia. No se comparaba
con otra gente, sana y enérgica, sino que asumió el papel que le tocaba
vivir en el momento que empezó a palidecer.
     Cuando sonó la puerta, entraron dos guardias seguidos de su
padre, y después, Pandora. En aquel momento verificó el enorme
parecido entre los galoms y los humanos, pues hasta el habla era


                                   6
similar. Solo la diferenciaban los enormes cuernos enroscados que
tenía en ambas sienes.
    Las largas ropas aterciopeladas de Pandora, su pintura de ojos
purpúrea, así como las uñas negras y diversas joyas que poseía, le
daban un aspecto esotérico; sin embargo su presencia irradiaba
seguridad y quietud. Sus ojos violetas parecían absorber la energía de
cuanto miraba, y un agradable y fuerte perfume de moras la envolvía
con mesura.
    Pandora también la observó a ella: estaba conectada a varias
máquinas con cables que le salían de la cabeza; poseía implantes
mecánicos en brazos y piernas, incluso en parte del pecho para
mantener estable su respiración. Era una imagen desagradable, lo
sabía bien.
    <<Así no parezco una princesa…>>.
    - Mis respetos, Samsara, me llamo Pandora –se presentó la
Emperatriz. Su voz era sibilina, tal como había imaginado.
    - Encantada –titubeó la niña, que no esperaba que se le dirigiera
tan cortésmente.
    - Permitidme que le haga un examen –pidió Pandora, dedicando
una mirada rogadora al Rey.
    Adapa alzó su mano, señalándole que podía hacerlo.
    De su lustrosa túnica, Pandora extrajo un artefacto esférico y
plagado de runas.
    - ¿Qué es eso? –preguntó Samsara al verla.
    - Querida Princesa –sonrió Pandora-, esto es la Esfera de Tartarus,
un producto de la tecnomagia que utilizamos en mi reino natal. Nos
ayudará en vuestra recuperación, espero.
    Con naturalidad, Pandora situó sus dedos sobre la esfera y ésta
proyectó la imagen holográfica de un hexágono. Desde el centro de la
figura surgió una mancha que se extendió hasta cubrirla entera y
sobrepasarla.
    - Alucinante… -La galom parecía sorprendida.
    - ¿Qué sucede? –comentó su padre, tan esperanzado como
inquieto.
    - ¿Tenéis idea de cuánto poder posee vuestra hija? –dijo Pandora.
En su voz existía un toque de sorpresa y seducción-. Con el

                                   7
entrenamiento adecuado su enfermedad no tardará en mermar. Nunca
había visto nada igual, jamás… sobrepasa los límites de los seis
númenes… es extraño que esta enfermedad la invada. De haber nacido
en mi reino, ya habría sido curada hace tiempo.
    El Rey y la Princesa intercambiaron miradas de esperanza. Habían
sido largos años, y muy duros.
    Quizás la llegada de los galoms hubiera sido un milagro de
aquellos dioses a los que su padre decía que rezaba todas las noches.
    De repente, y rompiendo con la calma que empezaba a reinar,
Samsara gritó de dolor, llevándose la mano a las costillas. La máquina
de las pulsaciones cardíacas comenzó a chirriar en señal de alarma, y
en cuestión de segundos un grupo de médicos había rodeado la
camilla.
    - ¡Apartaos! –dijo en tono imperativo Pandora, con tal matiz de
superioridad que impidió a los médicos proseguir.
    La voz de Pandora resonó en el cerebro de Samsara. Sabía que era
imposible llevarle la contraria a la Emperatriz, tal era el furor que
manifestaba.
    De las manos de Pandora surgieron unos pequeños filamentos casi
etéreos, intangibles, pero muy brillantes.
    Aquello era magia pura, numen moldeado y convertido extraído
de su interior, con la rapidez de un elemental, materializado.
    Cuando posó la mano sobre su costado, los filamentos parecieron
penetrar en su interior, y la calma la invadió.
    Sintió un extraño frío que le recorrió arterias, venas y nervios,
neutralizando el daño de los órganos, reestructurando el tejido celular.
Antes de que pudiera darse cuenta, el dolor había desaparecido.
    - Gracias… -suspiró la Princesa.
    Adapa estaba atónito, y no pudo más que tomarle la mano cuando
vio que estaba estable.
    Parecía nervioso, se lo veía en los ojos.
    - Gracias… mil gracias –dijo Adapa, mirando a la Emperatriz,
emocionado por lo que acababa de presenciar-. Sois una verdadera
santa, nadie había sido capaz de calmar estos dolores. No sé cómo
agradecéroslo.


                                   8
- No me deis las gracias a mí, dádselas al inventor de la esfera, a
mi maestro Tartarus –respondió Pandora, aún contemplándola con
fascinación, como si aliviarle el dolor hubiese sido un mero
pasatiempo-. Princesa Samsara ¿qué sabéis sobre el poder que reside
en vos? –curioseó la galom.
    - Sé utilizar conjuros de nivel básico, no he tenido tiempo para
desarrollar mis poderes –respondió dulcemente-. Pero me gustaría
manejar el numen como tú.
    - Cariño, háblale con más respeto, es la Emperatriz…
    - No importa –sacudió la cabeza Pandora-. Soy yo quien está en
vuestro palacio.
    - ¿Tú tienes un palacio, Emperatriz?
    - Puedes llamarme Pandora –respondió en un tono que parecía
humilde-. Pero sí, de momento tengo un pequeño palacio en
Muspelheim ¿habéis oído hablar de mi ciudad?
    La niña asintió.
    Cuando la presencia de Pandora se había vuelto cómoda, la
habitación quedó vacía de médicos y la guardia real permaneció en la
puerta, dejando un espacio de intimidad.
    - ¿Cuántos conjuros conocéis? –indagó Pandora. Parecía presa de
la curiosidad.
    - Dos o tres de cada tipo de numen –respondió Samsara-. Sin
embargo del numen de agua controlo una cantidad mayor.
    - ¿Sabéis cómo les llamamos en mi reino natal a los usuarios del
numen de agua? –preguntó Pandora, recibiendo una negación por
parte de Samsara, que meneaba la cabeza de lado a lado-.
Hidromantes.
    - Vaya… ¿y a los de fuego?
    - Piromantes.
    - Qué interesante… ¿está muy avanzada la magia allí?
    - Mucho más que aquí –respondió con seguridad arrebatadora-.
Nosotros manipulamos la magia como si fuéramos elementales; a
veces incluso mejor, ya que utilizamos la tecnología como medio para
canalizarla, grabando runas en muchos aparatos. Es lo que llamamos
tecnomagia. –La galom le pareció más orgullosa de los suyos de lo


                                   9
que su padre lo había estado los últimos años-. Algunos dicen que
utilizamos la magia de los dioses, y vos sois una diosa ¿no es así?
     Samsara asintió.
     - ¿Cómo se llama tu reino? –quiso saber la niña.
     - Es el Tártaro, y se halla en las regiones exteriores del territorio
al que vosotros llamáis Hades –explicó Pandora, a la vez que
intercambiaba miradas con Adapa-. Yo podría enseñaros los secretos
que poseéis en vuestro interior –continuó con su conversación
anterior-. Gozáis de un poder que desconocéis, una energía que podría
sanar pueblos enteros, combatir ejércitos e incluso reparar desastres
naturales…
     Samsara se fascinó. No podía creer que aquella señora hubiera
podido valorar tan rápidamente un potencial que ella misma no
conocía.
     - ¿Cómo… cómo sabes nuestro idioma? –Samsara esperaba que
aquellos foráneos hablaran de forma extraña, así que le sorprendió
mucho.
     - El habla es un don de los entes, Princesa –respondió Pandora-.
Sé que habréis oído esa leyenda que relata que un ser llegó hasta el
continente Lágrima de Namtar con el primer humano y sabía la lengua
de un reino lejano. Puede que ese reino fuera el Tártaro y que ya
alguien viniera hasta aquí entonces –relató con indiferencia-.
Seguramente la lengua que aquí conocéis naciera en mi reino.
     <<No solo es hermosa y poderosa: también es lista. Y sabia>>.
     - ¿Y cómo es el Tártaro? –indagaba curiosa la niña.
     - El Tártaro es tan grande como la región de Hades, y está vacío
de titanes, todo construido –Pandora hacía gala de las infraestructuras
de su reino-. Está presidido por Tartarus, nuestro maestro.
     - ¿Y también hay otro Raurava allí, y otro Eolo, y otra Atlántida?
–quiso saber Samsara.
     - No. –Ladeó la cabeza como si estuviese decepcionada por no
responder satisfactoriamente-. No existen las conexiones con el resto
de planos elementales que hay aquí –Parecía herida en el orgullo-.
Desde que llegamos comenzamos nuestras investigaciones en
Raurava, e incluso planeamos hacer habitable Eolo.


                                   10
- Entonces… ¿en el Tártaro siempre es de noche? –curioseó la
princesa, que le resultaba espeluznante aquel lugar que imaginaba.
     - Me temo que una gran parte del tiempo, sí. Es el plano de la
sombra, recordad –expuso la Emperatriz-. Pero nuestra tecnología nos
permite tenerlo iluminado continuamente.
     Había un halo de seducción en las palabras de la galom, algo de lo
que la princesa no parecía darse cuenta, pero percibía que no era bien
recibido en los oídos de su padre.
     - Si no hay portales… -dudó Samsara- ¿cómo conocéis la
existencia de otros planos?
     - Es la magia –respondió misteriosamente la mujer-. En el Tártaro
hay magos tan poderosos que pueden abrir durante algunos segundos
portales hacia las otras dimensiones.
     - Es muy raro que nazcan allí usuarios de númenes diferentes del
de la sombra ¿no? –se extrañó Samsara-. Me refiero a que, siendo tan
lejana la distancia hasta los portales… es difícil que tú nacieras con
los seis númenes…
     - Mi maestro y yo bebimos del grial de Pangea –sonrió triunfadora
la Emperatriz. Samsara sabía que Pangea era un mundo de leyenda, un
lugar donde los dioses y los humanos compartían un poder
inimaginable por igual.
     La Princesa alucinaba. En el Tártaro existían poderes que ella ni
siquiera podía soñar. Lo que en el mundo que ella conocían no podía
hacerse ni con magia ni con tecnología, ellos podían conseguirlo por
ambos medios.
     - ¿Si yo soy una diosa significa que algún día seré tan fuerte como
los de Pangea o el Tártaro? –quiso saber Samsara, que había perdido
esperanzas en su vida terrenal.
     - Lo seréis aún más. Pero no tenéis por qué esperar a crear vuestro
asgard. Vuestro padre lo sabe.
     La mirada que Pandora dirigió a su padre era afilada.
     - ¿Y si el Tártaro es tan próspero por qué habéis venido aquí? –A
Samsara le resultaba muy extraño aquello.
     - Eso es porque los galoms nos guiamos a través de seres de
inteligencia superior –Dijo sin dudarlo Pandora-. Canalizamos la


                                  11
energía de los entes que llega desde Shambhalla, y nos envían
mensajes a través de la Esfera de Tartarus.
     - ¿Y qué mensajes os trajeron hasta aquí?
     - Eso no es realmente importante –Respondió con un gesto
insípido-. Lo que realmente nos llamó la atención es que los mensajes
apuntaran a vos.
     - ¿A mí? –Aquello removió su curiosidad interior aún más.
     - Los entes no se equivocan –aseguró Pandora-. Cuando alguien
nos da una señal, acudimos a ella.
     - ¿Porque estoy enferma y vais a curarme en el Tártaro?
     Un brillo de satisfacción se vislumbraba en aquellos ojos violetas
de la Emperatriz.
     - Eso por supuesto –respondió. Por su mirada diría que su mente
trabajaba a toda velocidad-. Viviréis eternamente, un don que no se le
concede a cualquiera y con el que muchos soñamos. Es una clara señal
divina el que a parte de ser diosa alberguéis los seis númenes en
vuestro interior.
     >Pero la magia no puede ser utilizada por cualquiera –prosiguió,
haciendo ahínco en estas palabras, que pronunció con cierto grado
autoritario-; por eso debéis aprender a usarla como es debido.
     >Los resultados de un mal uso de la magia son similares a los de
la medicina –aseguró-. Incluso sería posible que vuestra enfermedad
se deba a una acumulación de numen caótico que se ha encargado de
destruir a otros númenes.
     Samsara se miró las manos y recordó los hechizos que había
utilizado, sin pararse a pensar.
     - Toda la magia que he utilizado ha sido leyéndola de libros. Los
libros no se equivocan ¿no? –Estaba asustada, y sabía que su padre no
entendía de magia-. Tú eres todopoderosa, dímelo.
     - Jajaja –rió, tratando de fingir una modestia que se eclipsaba por
un claro orgullo palpable-, no soy todopoderosa, Princesa. Solo soy
alguien que erra por Midgard en busca de respuestas. Quizás vos me
deis más de lo que yo puedo ofreceros.
     La mirada de la Princesa se torció y pareció triste un momento.
Los ojos se le llenaron de lágrimas.


                                  12
- He leído en un libro que mi enfermedad es una maldición que
me han echado los elementales de sombra o de la naturaleza, porque
no quieren que los humanos gobiernen sobre ellos –explicó la niña
con un halo de inocencia y culpabilidad-. Pero yo no quiero gobernar
sobre ellos, yo quiero todos, juntos…
     - No podemos –la interrumpió Pandora. En aquel momento le
resultó muy siniestra, y hablaba con una dureza tal propia de un
enemigo-. Los elementales pueblan Midgard desde sus inicios y nos
ven como extranjeros. No son como nosotros: vos me recibís en
vuestro palacio de buen grado, y ellos, en un mundo tan gigantesco,
no son capaces de aceptar a unos pocos de nosotros. –La ira se le
derramaba del alma y casi se volvía tangible-. Esos titanes esperan que
muramos para ir a nuestro lugar y dejarlos en paz. Pero no le daremos
esa satisfacción. No podemos esperar a llegar a un asgard para ser
felices, sino que hemos de alcanzarlo antes. Hacer de Midgard nuestro
asgard, donde podamos vivir en armonía con el resto de especies.
     - Ejem… -carraspeó su padre-. Mi hija es demasiado pequeña para
entender esos asuntos. La guerra no es asunto suyo.
     - Eso mismo pensábamos nosotros –respondió Pandora con
severidad, equilibrando su tono de voz-. Pero no todos tenemos que
luchar, pues para eso contamos con un ejército de valientes, y con la
experiencia, y por supuesto, con nuestra tecnología.
     Samsara meditó unos instantes, y Adapa la contempló.
     - Hemos nacido para luchar. –Fue lo que concluyó la Princesa-.
Algunos libramos nuestra propia batalla contra la enfermedad, pero
algún día la enfermedad nos matará a menos que acabemos nosotros
con ella. –Miró a Pandora y ésta le asintió-. Pero la magia, ese caos
que dices que se crea en mi interior, es porque el cuerpo humano no
está hecho para la magia ¿verdad? –Pandora entrecerró los ojos en
señal de observación. La Princesa era demasiado lista para ser solo
una niña-. ¿Cómo sabremos, entonces, si la enfermedad de Midgard
no somos nosotros, en lugar de los elementales?
     Aquello dejó sin palabras a la Emperatriz, en incluso su propio
padre se quedó perplejo ante la reflexión.
     - Nadie merece que le ataquen, de la misma manera que nadie
merece la pobreza –respondió la pensativa galom-. Pero vivir sin un

                                  13
hogar verdadero, morando en lugares deshabitados y ser atacados por
seres primitivos y arrogantes… si ese es nuestro destino, si ese es el
destino que los entes nos han brindado, entonces no podemos
aceptarlo de brazos cruzados.
     >Por eso nuestro Imperio no rinde cuentas a los entes, y tampoco
se doblega ante los titanes, por poderosos que estos sean.
     - Pero hay magos que han pactado con titanes ¿no es así? –
Samsara estaba confusa ¿Pandora quería explorar la magia o acabar
con ella?
     - Solo aquellos incapaces de valorarse a sí mismos. Los
elementales tienen su magia, los animales dientes y garras. La
humanidad tiene el don de la tecnología. –Su voz pausada estaba
cargada de cavilaciones, y su repuesta había sido estudiada por la
seguridad que desprendía-. No conozco ningún elemental que utilice
la tecnología ¿por qué íbamos nosotros a necesitar de ellos si además
somos capaces de hacer magia?
     <<¿Y si existe algún elemental capaz de manipular la tecnología?
–No se atrevió a preguntarlo-. Yo… no quiero guerras. Solo quiero
curarme, esa es mi guerra>>.
     Aquella tarde concluyó sin mayores elucubraciones políticas o
éticas. Todo se limitó a una charla sobre la magia con la Emperatriz,
observada directamente por su padre.
     Los asuntos de estado llegaron al anochecer, cuando en el gran
salón del trono se preparó una cena privada para Adapa y Pandora.
     - Ahora debemos despedirnos, Princesa –le dijo la galom-. Pero es
muy posible que volvamos a vernos.
     - Eso espero –le sonrió.
     La Emperatriz se despidió besándola en la frente.
     Cuando los vio desaparecer por la puerta, la Princesa se quedó de
nuevo a solas con sus pensamientos, con sus esperanzas resucitadas.
     <<Eso espero>>.


                          Año 0; 1 de enero



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La historia de Samsara

  • 1. Samsara (1) 6 A.I.; 13 de marzo Antes de que empezaran las grandes guerras que dieron nombre a Ragnaraka, fue hallada una diosa en los lindes donde más tarde se construyó Olimpo. Bautizada como Samsara, se convirtió en princesa tras ser adoptada por el Rey Adapa, que no tomó esposa. Adapa supo darle buena vida, ya que era el señor del Bosque Helheim, hogar de paz en Edén. Naturaleza y tecnología se combinaban en el inmenso bosque, donde los edificios apenas alcanzaban las copas de los gigantescos árboles que los protegían de climas adversos y de depredadores gigantes. La jovencísima Samsara desarrolló su poder muy tempranamente: a sus seis años se descubrió que poseía la capacidad de controlar el numen, la sustancia elemental y mágica que reside en el interior de algunos seres humanos y les permite moldearla para formular hechizos como si ellos mismos fueran elementales. Adapa estaba orgulloso, sabía que había acertado apadrinándola, y cuando fuera viejo, la Princesa reinaría eternamente, tomando su legado y protegiendo Bosque Helheim. Cuando Samsara cumplió siete años, las noticias anunciaron la llegada de una nave foránea que fue vista en Hades y tras varios viajes estableció una nueva colonia en Raurava que no tardó en convertirse en una metrópolis más tarde conocida como Muspelheim, la ciudad de bronce. Los viajeros, que se hacían llamar galoms, eran idénticos a los seres humanos, solo que poseían dos cuernos en sus cabezas que los diferenciaban de éstos. Hasta la fecha, estos seres habían sido conocidos solamente a través de leyendas. Al parecer, el laxo de vida de esta especie era tres veces mayor que el de un humano, y por tanto, su forma de envejecer, también era tres veces más lenta. Quizás por eso los bardos hablaban de ellos como si de inmortales se tratase. 1
  • 2. Por suerte para todos, los galoms llegaron en son de paz, y de hecho, los grandes avances tecnológicos, tanto en medicina como en ingeniería, surgieron en aquella época gracias a ellos. Midgard, el lugar donde nacen los dioses para hacerse con seguidores que a su muerte descansarán en el Asgard, es un universo compuesto por seis dimensiones de infinita extensión. Cada dimensión se encuentra paralela al resto de dimensiones, recibiendo cada una de estas el nombre de Planos elementales. El nombre de estas dimensiones se debe a que la enorme extensión de los territorios es completamente plana, con las simples perturbaciones del terreno debido a las montañas o mares que se han formado, y, en cada una de ellas, predomina uno de los elementos que abarcan la magia, de manera que, luz, oscuridad, fuego, agua, viento y naturaleza conforman estos reinos. Sin embargo, en inmensos mundos donde los elementos imperan de forma radical sobre el resto, no hay lugar para los humanos, por lo que estos solo habitan su propio mundo cuando mueren y van al Asgard. Aquellos que fallecieron sin dios, vagan por el Limbo eternamente. El espíritu de supervivencia, no obstante, ha llevado a los humanos a crear sus civilizaciones en los inestables planos elementales, a pesar de que las proporciones de éstos sean inmensas para ellos. Edén, el Plano elemental de la luz, donde se halla Olimpo, es el lugar más habitable. Sus tierras prósperas albergan criaturas que, a pesar de ser gigantescas, son casi inofensivas, en múltiples ocasiones benignas, que tratan de convivir con los humanos. No obstante, no todos estos planos son tan agradables. Hades, el Plano elemental de la sombra, posee también estables lugares donde se han erigido inmensas ciudades, pero la energía negativa de la sombra colma de malestar a sus habitantes, de manera que es un mundo dejado a la pobreza, la desesperación y la extinción, continuamente acechado por titánicos seres elementales de la sombra. Los ardientes páramos de Raurava, el Plano elemental del fuego, son roca magmática calcificada, producto de la lava reseca por el paso de los milenios. Los volcanes, ríos y mares de magma candente hacen 2
  • 3. difícil la construcción de los reinos humanos, que conviven con la inquietud de ser arrollados por las erupciones o el ataque de los titanes de fuego, tan fácilmente irritables. Las civilizaciones de la helada Atlántida, el Plano elemental del agua, construyeron sus ciudades sobre las inmensas masas de hielo que forman sus continentes, y coexisten con la incansable lluvia y las largas nevadas que congelan los restos de mar que aún permiten la circulación de navíos. Cuentan las leyendas que algún día Atlántida será un páramo infinito de hielo que aislará la vida marítima de los humanos y que congelará las plantas, matando al ganado y dejando lugar al hambre; entonces los viejos titanes retomarán su plano para ellos solo. El reino de Tellus, el Plano elemental de la naturaleza, es un enorme paraíso natural donde la vegetación cubre con rapidez cualquier tipo de construcción. Es un mundo que posee vida propia y consume todo aquello que crea que le ataca, cubriéndolo de flora; por lo que los humanos se organizan en grandes tribus y llevan a cabo una forma de vida cuasi primitiva, cohabitando en muchos casos con animales o con los pacíficos titanes de los bosques. Y el más inhabitable de todos es Eolo, el Plano elemental del viento, donde ráfagas incesantes remueven asteroides que, de no ser por la elevada tecnología alcanzada, que mantienen unidos estos fragmentos de roca mediante puentes de acero artificiales, se perderían en el inmenso vacío que es este reino gris y sin fondo. Se calcula que el equilibrio de especies es de mil quinientos humanos por cada titán, una cifra que revela con claridad que las proporciones de los planos están hechas a medida para ellos, que se desplazan más rápidamente que sus conquistadores de carne y hueso. La inconsistente superficie de los planos ha llevado a los humanos a construir ciudades que albergan varios millones de habitantes en las zonas más seguras, llegando a considerarse pequeñas aquellas que poseen menos de cinco decenas de millones. Las construcciones son, en su mayoría, edificios altísimos que se yerguen en busca del cielo; esto se debe a que aprovechan todo territorio habitable al límite. 3
  • 4. Los viajes de un lugar a otro dentro de un mismo plano pueden durar varios días, semanas, y en ocasiones incluso meses. No obstante, cada plano elemental posee cinco portales dimensionales que los mantienen conectados entre sí. Esto no quiere decir que los desplazamientos de un plano a otro sean rápidos, ya que a veces alcanzar un portal dimensional puede llevar igualmente un periodo largo de tiempo. Los mapas elaborados por cartógrafos y científicos delimitan un plano no porque éste acabe, sino porque la exploración más allá de esos límites ha supuesto viajes de décadas que no han encontrado nada más, ni siquiera con la instalación de telescopios e incluso satélites. La salida y puesta de los soles, inmensas masas esféricas de fuego que surcan los cielos sin sentido, iluminan con periodicidad matemática los planos elementales, siguiendo rutas que son un misterio por la distancia que se marcan entre ellos mismos, regulada por las horas. Los soles viajan en grupos, así que nunca hay un número exacto sobre los cielos. Cuando un sol, o un grupo de estos, está demasiado lejos para iluminar, es cuando llega la noche, hasta que aparece uno nuevo. No se sabe el destino de estos astros, lo que es seguro es que cada sol solo es visto una vez, y cuando se marcha, se pierde en las infinitas dimensiones del plano elemental. Cada plano elemental tiene unas horas de iluminación diferentes a las del resto, siendo Hades el que más tiempo pasa a oscuras, llegando a abarcar meses de eterna penumbra por la ausencia de soles. Las estrellas son más misteriosas aún, pues se cree que en ellas reside el alma de los héroes caídos, que observan desde el Asgard a sus seguidores en vida, y se han convertido en el objeto de muchos rezos, considerando a su hermanas fugaces como el paso de dioses antiguos que quieren ser recordados y la gente les pide deseos en el lapso que las ven, que ellos toman como rezos. Y así es Midgard. El Asgard es un misterio que ni siquiera los dioses mundanos conocen hasta que culminan con su evolución al morir. 4
  • 5. Además del Midgard y el Asgard, existe el Shambhalla, una dimensión misteriosa a la que tan solo parece poder llegarse a través de la mente y que algunos creen que es solo una concepción, donde residen los seres de complejidad superior que dan sentido al vasto universo que ellos mismos han creado. Midgard, Asgard y Shambhalla conforman la tríade del universo denominado Ragnaraka. Por si fuera poco, las dificultades terrenales de Midgard están alimentadas por las guerras entre aquellos que pretenden colonizar los reinos elementales. Guerras entre ellos mismos. A pesar de ser considerado como un líder político por la fama que tenía la ciudad que reinaba, Adapa se mantuvo al margen de las negociaciones con los galoms, pues una terrible enfermedad abordó a su hija adoptiva. Cuando cumplió los nueve años, Samsara degeneraba físicamente, lo que llevó a tener que adaptarle varios implantes cibernéticos para que pudiera moverse. Su padre envejeció más aquellos años de lo que lo había hecho en toda su vida. Cuando la noticia de que la Princesa Samsara había enfermado recorrió todo Midgard, Pandora, la Emperatriz de los galoms, comunicó personalmente una visita a Bosque Helheim para expresar su respeto hacia la princesa. Este anuncio causó gran conmoción en Midgard. - Va a venir a verte la Emperatriz –le sonrió su padre. - Dicen que es maga –comentó divertida la niña, que no conocía la gravedad de su padecimiento. Samsara siempre había tenido el pelo muy corto, de un castaño intenso, sin llegar a oscuro. Los rayos de luz que entraban por la ventana hacían brillar su cabello y durante algunos instantes parecía que su enfermedad desaparecía. Sus ojos eran demasiado inocentes, siempre expectantes, siempre abiertos de par en par y observando cada detalle. Cuando su padre se marchó, incorporó su débil cuerpo hasta sentarse sobre la cama. Miró por la ventana. 5
  • 6. En aquel entonces los edificios, a pesar de ser grandes, no lo eran tanto como lo serían en el futuro, así que la Princesa, desde un doceavo piso alcanzaba a ver la pista de aterrizaje donde esperaba que fuera recibida la Emperatriz. <<Seguro que es hermosa. –Pensaba en Pandora-. Y poderosa. La llaman Emperatriz; incluso mi padre, que es Rey>>. En la pista de aterrizaje, soldados formados del ejército de Bosque Helheim protegían al Rey Adapa, que aguardaba. Samsara se sorprendió al ver que Pandora venía sola, pilotando ella misma una lujosa nave, de una tecnología muy superior a la que conocían. <<No tiene séquito, como mi padre. –Parecía decepcionada-. A lo mejor “Emperatriz” es otra palabra que utilizan los galoms>>. Comparar a Pandora, una mujer joven, seria, poseída por la seguridad en sí misma, y elegante incluso en la distancia, con el Rey Adapa, un hombre que rozaba los sesenta años y envejecía por minutos, gordinflón y con una larga y descuidada barba canosa, cambió el concepto de la niña. <<Rebosa energía>>. Observó desde la ventana las mutuas muestras de cortesía que se mostraban, como grandes señores que eran ambos. <<Mi padre sigue siendo el Rey. –Se sonrió a sí misma: aún sentía orgullo por él-. Y yo la Princesa>>. Se dejó caer sobre la cama y aguardó la visita de la Emperatriz. Contempló su brazo izquierdo, pura mezcla de hierro y cables conectados a sus nervios. Se sentía incómoda por el cableado que mantenía estables sus constantes vitales, conectado a su cerebro, pulmones y corazón. La niña se fiaba demasiado de la tecnología, y pensaba que sencillamente no había otro medio de subsistencia. No se comparaba con otra gente, sana y enérgica, sino que asumió el papel que le tocaba vivir en el momento que empezó a palidecer. Cuando sonó la puerta, entraron dos guardias seguidos de su padre, y después, Pandora. En aquel momento verificó el enorme parecido entre los galoms y los humanos, pues hasta el habla era 6
  • 7. similar. Solo la diferenciaban los enormes cuernos enroscados que tenía en ambas sienes. Las largas ropas aterciopeladas de Pandora, su pintura de ojos purpúrea, así como las uñas negras y diversas joyas que poseía, le daban un aspecto esotérico; sin embargo su presencia irradiaba seguridad y quietud. Sus ojos violetas parecían absorber la energía de cuanto miraba, y un agradable y fuerte perfume de moras la envolvía con mesura. Pandora también la observó a ella: estaba conectada a varias máquinas con cables que le salían de la cabeza; poseía implantes mecánicos en brazos y piernas, incluso en parte del pecho para mantener estable su respiración. Era una imagen desagradable, lo sabía bien. <<Así no parezco una princesa…>>. - Mis respetos, Samsara, me llamo Pandora –se presentó la Emperatriz. Su voz era sibilina, tal como había imaginado. - Encantada –titubeó la niña, que no esperaba que se le dirigiera tan cortésmente. - Permitidme que le haga un examen –pidió Pandora, dedicando una mirada rogadora al Rey. Adapa alzó su mano, señalándole que podía hacerlo. De su lustrosa túnica, Pandora extrajo un artefacto esférico y plagado de runas. - ¿Qué es eso? –preguntó Samsara al verla. - Querida Princesa –sonrió Pandora-, esto es la Esfera de Tartarus, un producto de la tecnomagia que utilizamos en mi reino natal. Nos ayudará en vuestra recuperación, espero. Con naturalidad, Pandora situó sus dedos sobre la esfera y ésta proyectó la imagen holográfica de un hexágono. Desde el centro de la figura surgió una mancha que se extendió hasta cubrirla entera y sobrepasarla. - Alucinante… -La galom parecía sorprendida. - ¿Qué sucede? –comentó su padre, tan esperanzado como inquieto. - ¿Tenéis idea de cuánto poder posee vuestra hija? –dijo Pandora. En su voz existía un toque de sorpresa y seducción-. Con el 7
  • 8. entrenamiento adecuado su enfermedad no tardará en mermar. Nunca había visto nada igual, jamás… sobrepasa los límites de los seis númenes… es extraño que esta enfermedad la invada. De haber nacido en mi reino, ya habría sido curada hace tiempo. El Rey y la Princesa intercambiaron miradas de esperanza. Habían sido largos años, y muy duros. Quizás la llegada de los galoms hubiera sido un milagro de aquellos dioses a los que su padre decía que rezaba todas las noches. De repente, y rompiendo con la calma que empezaba a reinar, Samsara gritó de dolor, llevándose la mano a las costillas. La máquina de las pulsaciones cardíacas comenzó a chirriar en señal de alarma, y en cuestión de segundos un grupo de médicos había rodeado la camilla. - ¡Apartaos! –dijo en tono imperativo Pandora, con tal matiz de superioridad que impidió a los médicos proseguir. La voz de Pandora resonó en el cerebro de Samsara. Sabía que era imposible llevarle la contraria a la Emperatriz, tal era el furor que manifestaba. De las manos de Pandora surgieron unos pequeños filamentos casi etéreos, intangibles, pero muy brillantes. Aquello era magia pura, numen moldeado y convertido extraído de su interior, con la rapidez de un elemental, materializado. Cuando posó la mano sobre su costado, los filamentos parecieron penetrar en su interior, y la calma la invadió. Sintió un extraño frío que le recorrió arterias, venas y nervios, neutralizando el daño de los órganos, reestructurando el tejido celular. Antes de que pudiera darse cuenta, el dolor había desaparecido. - Gracias… -suspiró la Princesa. Adapa estaba atónito, y no pudo más que tomarle la mano cuando vio que estaba estable. Parecía nervioso, se lo veía en los ojos. - Gracias… mil gracias –dijo Adapa, mirando a la Emperatriz, emocionado por lo que acababa de presenciar-. Sois una verdadera santa, nadie había sido capaz de calmar estos dolores. No sé cómo agradecéroslo. 8
  • 9. - No me deis las gracias a mí, dádselas al inventor de la esfera, a mi maestro Tartarus –respondió Pandora, aún contemplándola con fascinación, como si aliviarle el dolor hubiese sido un mero pasatiempo-. Princesa Samsara ¿qué sabéis sobre el poder que reside en vos? –curioseó la galom. - Sé utilizar conjuros de nivel básico, no he tenido tiempo para desarrollar mis poderes –respondió dulcemente-. Pero me gustaría manejar el numen como tú. - Cariño, háblale con más respeto, es la Emperatriz… - No importa –sacudió la cabeza Pandora-. Soy yo quien está en vuestro palacio. - ¿Tú tienes un palacio, Emperatriz? - Puedes llamarme Pandora –respondió en un tono que parecía humilde-. Pero sí, de momento tengo un pequeño palacio en Muspelheim ¿habéis oído hablar de mi ciudad? La niña asintió. Cuando la presencia de Pandora se había vuelto cómoda, la habitación quedó vacía de médicos y la guardia real permaneció en la puerta, dejando un espacio de intimidad. - ¿Cuántos conjuros conocéis? –indagó Pandora. Parecía presa de la curiosidad. - Dos o tres de cada tipo de numen –respondió Samsara-. Sin embargo del numen de agua controlo una cantidad mayor. - ¿Sabéis cómo les llamamos en mi reino natal a los usuarios del numen de agua? –preguntó Pandora, recibiendo una negación por parte de Samsara, que meneaba la cabeza de lado a lado-. Hidromantes. - Vaya… ¿y a los de fuego? - Piromantes. - Qué interesante… ¿está muy avanzada la magia allí? - Mucho más que aquí –respondió con seguridad arrebatadora-. Nosotros manipulamos la magia como si fuéramos elementales; a veces incluso mejor, ya que utilizamos la tecnología como medio para canalizarla, grabando runas en muchos aparatos. Es lo que llamamos tecnomagia. –La galom le pareció más orgullosa de los suyos de lo 9
  • 10. que su padre lo había estado los últimos años-. Algunos dicen que utilizamos la magia de los dioses, y vos sois una diosa ¿no es así? Samsara asintió. - ¿Cómo se llama tu reino? –quiso saber la niña. - Es el Tártaro, y se halla en las regiones exteriores del territorio al que vosotros llamáis Hades –explicó Pandora, a la vez que intercambiaba miradas con Adapa-. Yo podría enseñaros los secretos que poseéis en vuestro interior –continuó con su conversación anterior-. Gozáis de un poder que desconocéis, una energía que podría sanar pueblos enteros, combatir ejércitos e incluso reparar desastres naturales… Samsara se fascinó. No podía creer que aquella señora hubiera podido valorar tan rápidamente un potencial que ella misma no conocía. - ¿Cómo… cómo sabes nuestro idioma? –Samsara esperaba que aquellos foráneos hablaran de forma extraña, así que le sorprendió mucho. - El habla es un don de los entes, Princesa –respondió Pandora-. Sé que habréis oído esa leyenda que relata que un ser llegó hasta el continente Lágrima de Namtar con el primer humano y sabía la lengua de un reino lejano. Puede que ese reino fuera el Tártaro y que ya alguien viniera hasta aquí entonces –relató con indiferencia-. Seguramente la lengua que aquí conocéis naciera en mi reino. <<No solo es hermosa y poderosa: también es lista. Y sabia>>. - ¿Y cómo es el Tártaro? –indagaba curiosa la niña. - El Tártaro es tan grande como la región de Hades, y está vacío de titanes, todo construido –Pandora hacía gala de las infraestructuras de su reino-. Está presidido por Tartarus, nuestro maestro. - ¿Y también hay otro Raurava allí, y otro Eolo, y otra Atlántida? –quiso saber Samsara. - No. –Ladeó la cabeza como si estuviese decepcionada por no responder satisfactoriamente-. No existen las conexiones con el resto de planos elementales que hay aquí –Parecía herida en el orgullo-. Desde que llegamos comenzamos nuestras investigaciones en Raurava, e incluso planeamos hacer habitable Eolo. 10
  • 11. - Entonces… ¿en el Tártaro siempre es de noche? –curioseó la princesa, que le resultaba espeluznante aquel lugar que imaginaba. - Me temo que una gran parte del tiempo, sí. Es el plano de la sombra, recordad –expuso la Emperatriz-. Pero nuestra tecnología nos permite tenerlo iluminado continuamente. Había un halo de seducción en las palabras de la galom, algo de lo que la princesa no parecía darse cuenta, pero percibía que no era bien recibido en los oídos de su padre. - Si no hay portales… -dudó Samsara- ¿cómo conocéis la existencia de otros planos? - Es la magia –respondió misteriosamente la mujer-. En el Tártaro hay magos tan poderosos que pueden abrir durante algunos segundos portales hacia las otras dimensiones. - Es muy raro que nazcan allí usuarios de númenes diferentes del de la sombra ¿no? –se extrañó Samsara-. Me refiero a que, siendo tan lejana la distancia hasta los portales… es difícil que tú nacieras con los seis númenes… - Mi maestro y yo bebimos del grial de Pangea –sonrió triunfadora la Emperatriz. Samsara sabía que Pangea era un mundo de leyenda, un lugar donde los dioses y los humanos compartían un poder inimaginable por igual. La Princesa alucinaba. En el Tártaro existían poderes que ella ni siquiera podía soñar. Lo que en el mundo que ella conocían no podía hacerse ni con magia ni con tecnología, ellos podían conseguirlo por ambos medios. - ¿Si yo soy una diosa significa que algún día seré tan fuerte como los de Pangea o el Tártaro? –quiso saber Samsara, que había perdido esperanzas en su vida terrenal. - Lo seréis aún más. Pero no tenéis por qué esperar a crear vuestro asgard. Vuestro padre lo sabe. La mirada que Pandora dirigió a su padre era afilada. - ¿Y si el Tártaro es tan próspero por qué habéis venido aquí? –A Samsara le resultaba muy extraño aquello. - Eso es porque los galoms nos guiamos a través de seres de inteligencia superior –Dijo sin dudarlo Pandora-. Canalizamos la 11
  • 12. energía de los entes que llega desde Shambhalla, y nos envían mensajes a través de la Esfera de Tartarus. - ¿Y qué mensajes os trajeron hasta aquí? - Eso no es realmente importante –Respondió con un gesto insípido-. Lo que realmente nos llamó la atención es que los mensajes apuntaran a vos. - ¿A mí? –Aquello removió su curiosidad interior aún más. - Los entes no se equivocan –aseguró Pandora-. Cuando alguien nos da una señal, acudimos a ella. - ¿Porque estoy enferma y vais a curarme en el Tártaro? Un brillo de satisfacción se vislumbraba en aquellos ojos violetas de la Emperatriz. - Eso por supuesto –respondió. Por su mirada diría que su mente trabajaba a toda velocidad-. Viviréis eternamente, un don que no se le concede a cualquiera y con el que muchos soñamos. Es una clara señal divina el que a parte de ser diosa alberguéis los seis númenes en vuestro interior. >Pero la magia no puede ser utilizada por cualquiera –prosiguió, haciendo ahínco en estas palabras, que pronunció con cierto grado autoritario-; por eso debéis aprender a usarla como es debido. >Los resultados de un mal uso de la magia son similares a los de la medicina –aseguró-. Incluso sería posible que vuestra enfermedad se deba a una acumulación de numen caótico que se ha encargado de destruir a otros númenes. Samsara se miró las manos y recordó los hechizos que había utilizado, sin pararse a pensar. - Toda la magia que he utilizado ha sido leyéndola de libros. Los libros no se equivocan ¿no? –Estaba asustada, y sabía que su padre no entendía de magia-. Tú eres todopoderosa, dímelo. - Jajaja –rió, tratando de fingir una modestia que se eclipsaba por un claro orgullo palpable-, no soy todopoderosa, Princesa. Solo soy alguien que erra por Midgard en busca de respuestas. Quizás vos me deis más de lo que yo puedo ofreceros. La mirada de la Princesa se torció y pareció triste un momento. Los ojos se le llenaron de lágrimas. 12
  • 13. - He leído en un libro que mi enfermedad es una maldición que me han echado los elementales de sombra o de la naturaleza, porque no quieren que los humanos gobiernen sobre ellos –explicó la niña con un halo de inocencia y culpabilidad-. Pero yo no quiero gobernar sobre ellos, yo quiero todos, juntos… - No podemos –la interrumpió Pandora. En aquel momento le resultó muy siniestra, y hablaba con una dureza tal propia de un enemigo-. Los elementales pueblan Midgard desde sus inicios y nos ven como extranjeros. No son como nosotros: vos me recibís en vuestro palacio de buen grado, y ellos, en un mundo tan gigantesco, no son capaces de aceptar a unos pocos de nosotros. –La ira se le derramaba del alma y casi se volvía tangible-. Esos titanes esperan que muramos para ir a nuestro lugar y dejarlos en paz. Pero no le daremos esa satisfacción. No podemos esperar a llegar a un asgard para ser felices, sino que hemos de alcanzarlo antes. Hacer de Midgard nuestro asgard, donde podamos vivir en armonía con el resto de especies. - Ejem… -carraspeó su padre-. Mi hija es demasiado pequeña para entender esos asuntos. La guerra no es asunto suyo. - Eso mismo pensábamos nosotros –respondió Pandora con severidad, equilibrando su tono de voz-. Pero no todos tenemos que luchar, pues para eso contamos con un ejército de valientes, y con la experiencia, y por supuesto, con nuestra tecnología. Samsara meditó unos instantes, y Adapa la contempló. - Hemos nacido para luchar. –Fue lo que concluyó la Princesa-. Algunos libramos nuestra propia batalla contra la enfermedad, pero algún día la enfermedad nos matará a menos que acabemos nosotros con ella. –Miró a Pandora y ésta le asintió-. Pero la magia, ese caos que dices que se crea en mi interior, es porque el cuerpo humano no está hecho para la magia ¿verdad? –Pandora entrecerró los ojos en señal de observación. La Princesa era demasiado lista para ser solo una niña-. ¿Cómo sabremos, entonces, si la enfermedad de Midgard no somos nosotros, en lugar de los elementales? Aquello dejó sin palabras a la Emperatriz, en incluso su propio padre se quedó perplejo ante la reflexión. - Nadie merece que le ataquen, de la misma manera que nadie merece la pobreza –respondió la pensativa galom-. Pero vivir sin un 13
  • 14. hogar verdadero, morando en lugares deshabitados y ser atacados por seres primitivos y arrogantes… si ese es nuestro destino, si ese es el destino que los entes nos han brindado, entonces no podemos aceptarlo de brazos cruzados. >Por eso nuestro Imperio no rinde cuentas a los entes, y tampoco se doblega ante los titanes, por poderosos que estos sean. - Pero hay magos que han pactado con titanes ¿no es así? – Samsara estaba confusa ¿Pandora quería explorar la magia o acabar con ella? - Solo aquellos incapaces de valorarse a sí mismos. Los elementales tienen su magia, los animales dientes y garras. La humanidad tiene el don de la tecnología. –Su voz pausada estaba cargada de cavilaciones, y su repuesta había sido estudiada por la seguridad que desprendía-. No conozco ningún elemental que utilice la tecnología ¿por qué íbamos nosotros a necesitar de ellos si además somos capaces de hacer magia? <<¿Y si existe algún elemental capaz de manipular la tecnología? –No se atrevió a preguntarlo-. Yo… no quiero guerras. Solo quiero curarme, esa es mi guerra>>. Aquella tarde concluyó sin mayores elucubraciones políticas o éticas. Todo se limitó a una charla sobre la magia con la Emperatriz, observada directamente por su padre. Los asuntos de estado llegaron al anochecer, cuando en el gran salón del trono se preparó una cena privada para Adapa y Pandora. - Ahora debemos despedirnos, Princesa –le dijo la galom-. Pero es muy posible que volvamos a vernos. - Eso espero –le sonrió. La Emperatriz se despidió besándola en la frente. Cuando los vio desaparecer por la puerta, la Princesa se quedó de nuevo a solas con sus pensamientos, con sus esperanzas resucitadas. <<Eso espero>>. Año 0; 1 de enero 14