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1
Teresa de Jesús pensó y procedió a la
medida de lo más auténticamente humano
Teresa de Jesús transparentó humanidad; leerla, escucharla y hacerse presente en su
diario vivir es vislumbrar y confirmarse de una realización humana plena; es poder
identificar lo más auténticamente humano y ponerlo nombre. Con ella y por ella
podemos intuir y penetrar en el misterio del ser humano. Además, Teresa fue una
persona transparente. Evocando sus palabras, sus gestos y su actuar se asiste, en directo,
a la transmisión de su intimidad, realidad intensa y llena de novedad y sorpresas, la
propia de una mujer maravillosa de la España del S. XVI.
Comienzo esta reflexión haciéndome eco de unas palabras del poeta Gabriel y Galán
que reflejan este mismo pensamiento. Teresa fue:
“Mujer de inteligencia peregrina
Y corazón sublime de cristiana.
Fue muy divina cuanto más humana,
Más humana cuanto más divina”.
Teresa llega a la historia en un momento en que no pocos piensan que para acercarse a
Dios hay que alejarse de lo humano. Su gran propuesta es otra. El camino para
acercarse al Padre es el que Dios hizo para acercarse al ser humano: humanizarse.
Ese camino a no pocos les daba y les da miedo. Sin embargo, eso es Jesús encarnado.
No lo olvidemos, nuestros instintos de “endiosamiento” a veces son más fuertes que la
sencillez de lo humano.
I. Teresa, en clave antropológica
De entrada quiero presentar lo más significativo del marco referencial de la
antropología de nuestros días. También quiero señalar como Teresa encaja
adecuadamente en esta temática. Por supuesto que la palabra “antropología” no la habrá
escuchado ni pronunciado nunca en su vida. Sin embargo quiso y supo vivir plenamente
su condición de ser humano, de mujer, creyente seguidara de alguien que se hizo
plenamente hombre.
La transmisión de la película de la historia de Teresa de Ávila, vista en clave
antropológica, tiene cuatro actos. Su relación
 con Dios,
 con ella misma,
 con las demás y los demás seres humanos
 y con el creado.
Para ella, digámoslo de entrada, la persona es una fuente de relaciones; más aún, está
hecha de relaciones (GS 13). Es original e intenso su modo de dirigirse e intercambiar
2
con Dios y de quedar en contemplación; se desnuda de sí misma y sin ningún pudor da
cuenta de su vida. Ésta es su relación más fuerte y la que marca con la debida tonalidad
todas las demás. Teresa llega a una fusión total con Dios que la lleva a exclamar en un
gesto de absoluta entrega al Señor: “Vuestra soy”1
. Sus vivencias más profundas van en
esta línea y ayudan a conocerla en su zona más personal, en su otra relación fuerte en la
que entra en la intimidad y desde la que engancha con Dios y también con quienes la
rodean. “Habla de Dios hablando de sí misma”. “El conocimiento propio es el pan con
el que todos los manjares se han de comer” (V 14,15). En el horizonte de su
interioridad aparece Dios. Pasa del yo al “Tú” divino. Damos un paso más. Teresa
transmite y entra en comunión con sus hermanas y las personas más diversas que
encuentra en sus caminos de gran andariega. Escuchó muchas veces que bastaba la
relación con Dios y sobraban las amistades con otros de los que había que sospechar;
Teresa con mucha fuerza y atrevimiento afirmará de un modo tajante que para tratar a
Dios vienen bien los amigos (CE 11,4). En fin, toca la tierra, la naturaleza, la realidad
creada y lo hace a través de su cuerpo de mujer, de sus manos y de sus ojos que
contemplan admirados y nada menos que a Dios creador presente en su obra, la
creación. En su vida cuentan mucho los animales y las plantas, los caminos y las
montañas; “el agua que late en el aljibe”. “Un agua trae otra agua” (V 19,2). “Nosotras
no somos ángeles, sino que tenemos cuerpo; queremos hacernos ángeles estando en la
tierra y eso es desatino” (V 22,10).
La relacionalidad es clave en la persona humana. Todas estas relaciones, a las que nos
hemos referido, bien combinadas nos hacen originales, singulares y nos llevan a una
vida plena. Debajo de las palabras hay todo un mundo por descubrir y hay una vida por
experimentar. Esto se puede advertir fácilmente en Teresa, esa mujer que no tiene
máscaras ni disfraces y sí una gran intensidad vital. Se desnuda ante sus lectores y ante
la grandeza de los paisajes castellanos. Todo proceso auténtico de humanización es una
fuente interior de relación cuya dinámica de intercambio es la misma; supone una
concienciación de las relaciones que establecemos y de sus motivaciones. Surge una
nueva relacionalidad, que nos humaniza y potencia. Así nos la describe Clara
Temporelli:“Viviendo la amistad como un don que libera de la soledad, del orgullo, del
individualismo, desde la ética del cuidado y la justicia. La amistad es humildad para
reconocer que necesitamos ayuda, que necesitamos cuidar y ser cuidadas, que necesitamos
dar y recibir apoyos gratuitos, que necesitamos dar y recibir afecto y comunicación
transparente, y desarrollar esa capacidad para hacer compañía al espíritu de otra persona
desde la experiencia de una alianza fiable” (“Amigas fuertes de Dios”, 2. ODN, Compañía
de María).
También con el aporte de la Antropología de nuestros días es importante afirmar de
entrada que en Teresa, hablar de Dios es hablar del ser humano; del ser humano que es
espiritual; con frecuencia se refiere a la “vida en el Espíritu”; contempla la gracia como
fuente de liberación y camino de libertad; a Teresa la mueve el Espíritu; ella escribe
orando y vive cultivando la vida del espíritu que hay en ella. Hablar de la vida es hablar
del ser humano que es sique, alma y latido. “Tal vez se reían de mí, y hasta dirán que
todo eso está muy claro y tendrán razón; aunque para mí fue difícil de comprender
durante algún tiempo. Bien entendía que tenia alma: más no entendía lo que merecía
esta alma y quién está dentro de ella, pues las vanidades de la vida me impedían verlo”
1
A. Crespo Hidalgo, Fuga y retorno de Teresa, la secreta seducción de Teresa de Ávila, San Pablo,
Madrid, 2015
3
(CP 32). Hablar del ser humano es hablar del cuerpo, de la naturaleza; es hablar del
ser corporal. La corporeidad fue muy importante en Teresa; corporeidad que a veces es
presentada en contraste, y para nada en oposición, con la mística. Por eso se enfrenta a
algunas corrientes espiritualistas que afirmaban que era necesario huir de las cosas
corpóreas para avanzar en el espíritu. A mí no me harán confesar que es buen camino
(6M 7,5). La palabra encarnación, la realidad del Cristo encarnado marcó el
pensamiento y el proceder de la Santa; como su maestro, Jesús, ella también se encarnó
en el diario vivir. Fue una mujer del día a día, de lo cotidiano y del compromiso.
Estas tres dimensiones para Teresa nos determinan a hacer, a conseguir que la
humanidad en ella acontezca, se realice. Tuvo una conciencia clara que era lo que hacía
y que sus acciones eran relevantes. Al proceder y actuar se da cuenta que todo lo
auténticamente humano es espiritual, síquico y corporal. Ella sabía que oraba con su
cuerpo y con su alma; ella juntó, aprendió y enseñó a juntar e integrar las tres
realidades. Necesitó hacerlo para ser mujer plena en esos días, reformadora y, sobre
todo, enamorada de Dios.
Su modo atrevido de proceder hizo que Teresa llegara a ser una de las figuras más
fascinantes de la historia. Me atrevería a decir, que ella misma intuyó esta realidad:
“¿No es linda cosa que una pobre monja de San José puede llegar a señorear toda la
tierra y los elementos?“ (CP 19,4). Y también una mujer fuerte, apasionada y
plenamente humana. Alguien se ha animado a llamarla “la mujer de lo imposible”
(Mario Escobar)2
ya que su vida fue una extraordinaria manifestación de la misericordia
de Dios”. Es una mujer que luchó por reformar una congregación religiosa y terminó
reformando la espiritualidad de todo un imperio. Teresa es la Teresa de todos nosotros;
su vida es la vida de una mujer fuerte que trató de hacer realidad lo imposible y de
inmediato.
Su modo de vivir su realidad humana se convirtió en una propuesta para su tiempo.
Ahora ella nos hace propuestas serias a las mujeres y hombres de este siglo XXI. Tiene
un aporte antropológico consistente y valioso. Pero he podido darme cuenta que muchas
veces está gran intuición y propuesta está ausente o no suficientemente bien presentada
en las síntesis que se hacen de su mensaje y de su testimonio de vida. Se ha dado un
gran paso en lo que llamamos “teresianismo”; ya para nada es un estudio espiritual y
devoto y por supuesto, menos aún virtuoso y milagrero. No dudo que hoy existen
estupendos trabajos sobre su teología y su espiritualidad. Se ha hecho con el aporte de la
historia, la sociología, la filosofía, la Sagrada escritura, la sicología y la espiritualidad y,
por supuesto, de la teología. Falta el aporte más explicito de la antropología y no dudo
que toca el turno a los buenos antropólogos para ahondar este tema; su aporte siempre
será una novedad.
Así será ya que lo que escribió y lo que vivió está lleno de maravillosas intuiciones
antropológicas. Más aún, ir en esa dirección es un estupendo modo de acercar a Santa
Teresa a la sensibilidad religiosa de nuestros días. Destacar la dimensión antropológica
de la santa contribuirá a una rica visión de las transformaciones que el ser humano está
llamado a hacer en nuestros días. Veamos esta sugerencia en la perspectiva de que los
ricos y variados aspectos no se van a agotar nunca más. Ello contribuirá a resignificar la
figura genial de Santa Teresa; a hacer que la Santa esté siempre de actualidad.
2
M. Escobar, La mujer de lo imposible, Teresa de Ávila, Stella Maris, Barcelona, 2015
4
Identificar bien la antropología subyacente al pensamiento y proceder teresiano ha sido
mi gran intención y propósito pero debo reconocer ante ustedes, público que me
escucha, que a medida que avanzaba en el estudio me daba cuenta que no estaba
suficientemente iniciado en el conjunto del teresianismo. Por lo mismo, debo confesar
que fue más que un poco atrevido o inconsciente de mí parte, el aceptar la presentación
de este tema.
Con este tema, con esta reflexión podemos asumir algo maravilloso. Teresa en cierto
modo se inmortalizo; hizo y propuso muchas cosas “para siempre”. No es normal
cambiar de “ruota” y dejar de lado lo que es significativo: “No, hermanas mías, no es
tiempo con Dios de negocios de poca importancia”. No es fácil cambiar el teclado de la
escucha; Teresa lo escribe a los jóvenes del tiempo; no hay duda que les quiere hacer
solidarios y consistentes y para ello no conviene cambiar el teclado de la escucha. Sus
grandes intuiciones antropológicas están llenas de fuerza y de originalidad. Han
perdurado porque venían de la mejor tradición; muchas de ellas del Evangelio.
Por eso y para eso Teresa, se hizo protagonista de su vida; supo echar para adelante, ser
concreta y decidida, sin complejos ni debilidades “femeninas”; fue organizadora de la
vida de otros y no solo mujeres sino también hombres. Es santa de verdad pero para
conseguirlo no se amoldó a los cánones machistas. Fue mujer fuera donde las haya.
Vivió una unión mística con Jesús de dónde le viene un empuje y visión del mundo
maravillosa. De ahí le llega una fuerza única para ser defensora de la dignidad humana
frente a discriminaciones por motivos sociales o religiosos. Teresa nunca se rindió en
esta batalla pero sufrió, sin duda, la discriminación tremenda de la mujer de su tiempo.
Como ella misma expresó, le molestó mucho que el mundo tuviera “acorraladas” a las
mujeres y no tuvo ambages en confesar que veía “tanto amor y más fe en las mujeres”
que en los hombres. Fue mujer en una Iglesia de hombres. La tenemos que considerar
como un aldabonazo del mejor humanismo y para meditar sobre el papel de la mujer en
la Iglesia en su tiempo y en el nuestro. Fundó su gran opción en la verdad; su vida fue
una búsqueda apasionada de la verdad. La buscó por todos los caminos: escrituras,
libros religiosos, predicadores, teólogos y letrados. El conocimiento de la verdad fue
uno de los empeños que más tiempo y trabajo le costaron (C 3,2). De todas formas para
ella “el libro vivo” (V 26,2) fue el Señor y en él es donde más aprendió. Fue su mejor
fuente de referencia.
No se puede dejar de decir que vive su condición de mujer en unos días en que la mujer
no tenía acceso a los estudios y era mal visto que supiera leer. Se afirmaba que estaba
inclinada al mal y era manipulable por el demonio. Era solo un objeto y siempre
sometida al hombre. Estaba acorralada y debía llorar en secreto lo que no podía decir en
público. Duro es saber que cuando algunos contemporáneos trataban de alabar a
Teresa llegaban a decir que “no parecía mujer” o que “tenia ánimos de varón”. A
pesar de todos estos prejuicios Teresa defiende y pone por obra el derecho de la mujer a
pensar por sí misma y a tomar decisiones. Le abre su corazón al Señor y le dice: "Señor
de mi alma, cuando andabais por el mundo no aborrecisteis a las mujeres. Antes las
favorecisteis siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en
los hombres… “3
. La frase se completaba con un tú no cambias, Señor. Sigues
queriendo lo mismo.
3
P. S. A. Donoso Brant, Santa Teresa de Jesús nos habla de Dios, Monte Carmelo, Burgos, 2015
5
Así, también, llegamos a asombrarnos por estar ante una mujer humanísima y de una
riqueza y variedad de experiencias que después de 500 años nos sigue asombrando y
descolocando. Ella tiene un método que nace de la principal dimensión de su
realización humana, la oración. Es una orante. Detrás de esta opción de vida hay toda
una visión del ser humano. Para ella se aprende a orar orando; se aprende a ser persona
humana ejercitándonos en el arte del pensar, sentir, crear, amar y proceder en la
oración. Trató de cincelar un estilo de vida4
. Para ello Teresa se da cuenta que tiene que
definirse en una serie de facetas: en la pobreza, lo femenino, el vigor, la fortaleza, el
amor, la libertad, la cruz, la alegría, su pertenencia y vinculación con instituciones y
grupos como la Iglesia. Todo ello contribuirá a cincelar poco a poco el estilo personal y
comunitario de su vida. Todo ello lleva a andar en verdad y de tal forma que no sea
necesario “retractarse”.
Una palabra sobre el estilo de esta presentación. En ella se trata de tener una
conversación de Teresa con los que deseamos vivir de una manera apasionante la
experiencia sana y positiva de nuestra condición humana y enfocada hacia la libertad
del amor y hacia el amor de la libertad; en el fondo, para quienes queremos andar el
camino del crecimiento, la maduración y la integración basado en la confianza en Dios
y en el ser humano y que pretenda adentrarse en lo profundo de su vida. La experiencia
de humanización vivida por Teresa nos abre un abanico de posibilidades y anima a
avanzar. “Iré hablando con ellas” (Inicio del libro de las Moradas). Siglos después
sigue hablando con nosotros y entre otras cosas para que “nos hagamos espaldas unos a
otros entre los que sirven a Dios para ir adelante” (V 7,22). Esto se ha escrito para
quienes desean crecer en humanidad a partir de la experiencia de humanidad de Teresa;
experiencia abierta pero no indefinida; llena de sabiduría y con estupendas intuiciones
del misterio profundo del ser humano y de Dios.
En nuestro modo de proceder, dejaremos mucho la palabra a Teresa. La saborearemos y
si es posible la recrearemos en nuestro contexto. No dudamos que ella nos dará
concreción y también horizonte. Será para nosotros trampolín para ir más arriba y más
allá. Partiendo de esa palabra llegaremos a cinco grandes secciones de la presentación.
En este año Teresiano es importante conocer y desarrollar la antropología que subyace
al pensamiento de Santa Teresa. Está claro que la mediación de la humanidad de Cristo
fue central en el pensamiento y en el proceder de la Santa. Su humanidad puede influir,
a su vez, en nuestro pensamiento y modo de proceder. Para ello, va a ser importante
tratar:
- La visión del ser humano que tuvo Teresa, mujer del s. XVI
- El rostro humano de Teresa: ¿qué perfil encarnó y nos ofrece?
- ¿Cómo se ejercitó en humanidad?
- ¿Qué nos propone a las mujeres y hombres del siglo XXI?
II. La visión del ser humano que tuvo Teresa
4
T. Álvarez, Comentarios al Camino de perfección, Monte Carmelo, Burgos, 2011
6
Desde hace años tengo una costumbre que por supuesto considero buena. Para conocer
y situar el tono vital y espiritual de las personas cercanas suelo hacerles una pregunta:
¿qué es para ti el ser humano? ¿Dibújalo, descríbelo y nárralo? Alguno podría pensar
que es una pregunta genérica; sin embargo, delata muy bien la calidad y experiencia
espiritual de las diferentes personas. Por supuesto que la pregunta no es de libro y por
tanto menos tiene que serlo la respuesta. Algunas de las respuestas me ha impactado y
otras me han decepcionado. ¡Qué imagen y que experiencia tan pobre tenemos a veces
de la persona humana! Con alguna frecuencia nos quedamos en la caricatura. Es la
pregunta que ahora le hacemos a Teresa. Puede ser que nos diga: “Tomen el libro de la
Vida y háganle hablar y nos mostrará la imagen del ser humano que yo tenía; la que
había grabado en mi corazón con la fuerza de la oración e impreso en los folios escritos
de mi puño y letra”.
Entremos en la presentación de esta respuesta. Teresa para ser plenamente ser humano
miró a Jesús. Así ella también descubrió, se motivó y encarnó el valor divino de lo
humano y el valor humano de lo divino. No podía ser de otra manera ya que de las
cuatro relaciones de la persona humana, a las que ya hemos hecho alusión, la más fuerte
y central en Teresa es la relación Dios, en Jesucristo-Ser humano. Ella nos va a repetir
que cuando se vive una real experiencia de Dios se despliega un dinamismo humano,
fuerte, intenso y rico que se advierte en el pensamiento, la cultura, la expresión artística,
literaria, el compromiso social y el actuar cotidiano y el modo de sentir y proceder.
Teresa invita a “ver, palpar y oír a Jesús”. De las manos de Santa Teresa estamos
invitados a acercarnos a la persona humana y como a Jesús “contemplarla y verla”; eso
es algo incontenible y se tiene que comunicar. Así emerge una capacidad creadora
maravillosa que toca las más altas cuotas del espíritu y se transforma en
contemplación5
. Para ella todo gira en torno al Cristo humanado y de forma concreta
hecho pinturas, grabados, esculturas, narración. “Miremos al glorioso San Pablo, que
parece se le llenaba la boca siempre con Jesús, como quien le tenía bien en el corazón.
Yo he mirado con cuidado… de algunos santos… y no iban por otro camino que este de
la humanidad de Jesús” (V 22,7). “Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos
imaginarle a él humano (V 22, 9).Para ella el arte era “el fulgor de la gracia”.
De una u otra forma Teresa supo que la dimensión fundamental de la persona humana
es espontáneamente concebida como vertical, finalizada en Dios; la suya es una
antropología marcadamente teologal; supo que entre naturaleza y gracia se da
complementariedad; pero también supo de la visión dualista del hombre y de la
creación, de lo natural y lo sobrenatural y que la gracia era algo extraño a la naturaleza.
Sin embargo, para ella está claro que “el hombre solo tiene una vocación y esta es
divina” (GS 22). El gran aporte de Teresa, la mística, consiste en haber vivido e
invitado a vivir que somos plena comunión con Dios y para hacerla realidad se da en
nosotros un dinamismo interior que culmina en esta unión con Dios y tiende así a la
realización plena. El ser humano es “capaz de Dios”. Mérito, también, de la Santa ha
sido el descubrimiento de la interioridad de la persona humana, en la línea de la
subjetividad moderna y que es capaz de abrirla a una intersubjetividad muy bien
ejercitada. ¡Qué bien llega al interior de su alma! (V 4,7) pero lo hace en conversación
con los lectores a los que tiene siempre presentes por su modo coloquial de escribir (CE
19,1).
5
E. A. Moreno Sancho, La imagen de Cristo en la contemplación de Santa Teresa, Monte Carmelo,
Burgos, 2007ediencia y Transgresión, Monte Carmelo, Burgos, 2015
7
Teresa va intuyendo los elementos fundamentales de su antropología en su itinerario
místico espiritual. Nos revela y transmite la “verdad” sobre el ser humano al compartir
y casi revelarnos su experiencia mística. Su antropología es muy experiencial. La
protagonista de esta propuesta es alguien configurada en Cristo en todos los aspectos.
Pero configurada de tal modo que los valores de carácter y psique de Teresa no quedan
anulados; se transforman. Todo en ella queda potenciado y vivificado por la gracia. Ella
misma se da cuenta que la verdad de este conocimiento no aturde sino que despierta
para más amar y servir a Dios. No hay duda que tuvo un profundo y original
conocimiento de sí. Así se puede ver en la sexta y séptima Morada. En virtud de este
conocimiento, impulsado por la dialéctica del amor, la persona alcanza la verdad.
Verdad que para Teresa no es un “que” sino un “quien”, una persona marcada por el
amor y el conocimiento que son una sola cosa. En cierto sentido, Teresa no se
configura consigo misma sino con Cristo. De ahí nace en ella un gran deseo: “¡Oh, libre
albedrío tan esclavo de tu libertad sino vives clavado con el temor y amor de quién te ha
creado! ¡Oh, cuándo llegará el feliz día en que te veas anegado en el océano infinito de
la suma Verdad, donde ya no será libre para pecar ni querrás serlo, porque estarás
protegido de toda miseria y naturalizado con la vida misma de Dios” (Exclamaciones
17,4)6
.
El aporte de Teresa es la versión cristiana más completa e íntegra de la subjetividad
humana y tiene el mérito de hablar de lo que ha vivido. “De lo que no hay experiencia
mal se puede dar razón cierta” (M 6, 9,4). Así llega a convertir la oración en la esencia
del cristianismo ya que acierta a actualizarla por medio del amor. Casi me atrevería a
decir en el elemento clave de su antropología; por eso escucha la voz del Amado:
“Conócete en mí” y te conocerás muy bien a ti.
Por eso nos repetirá que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Jesús. Esta
es la imagen que Teresa lleva gravada en el alma (V 37,4). Por tanto, “miradle” es la
consigna para eso; le importa “tener una imagen o retrato de este Señor” (C 26,9). Para
ella seguirlo pasa por “poner los ojos en Jesús” (C 2,1). Por una gracia especial que
recibe esa imagen se convierte en “imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo vivo…
que es el mismo Señor”. (V 28,8). Esa imagen queda esculpida en el alma como en un
espejo hasta convertirse en una compañía ininterrumpida (M 6 7,9; 8 1-9). Desaparece
por el pecado que en Teresa tiene una clara dimensión antropológica: no es solo ofensa
a Dios sino también mal para el hombre.
El hombre nuevo es otro tema de la antropología teresiana. Corresponde a la imagen
paulina de la realidad pascual que es renovación y santificación; tiene su origen en la
nueva existencia histórica inaugurada por la resurrección de Cristo que nos hace pasar
de la muerte a la vida, o mejor aún nos lleva a dar la vida. Lo mismo que ocurre con el
gusano “grande y feo” que se transforma “en una mariposica blanca, muy graciosa” (M
5, 2,2). Cristo nos convierte en nueva criatura y el efecto primordial de esta
transformación es la dilatación de la caridad (M 5, 2,12) que hace crecer en nosotros el
deseo de servir. “¡Muera, muera este gusano, como lo hace en acabando de hacer lo que
ha creado! Y veréis cómo vemos a Dios y nos vemos tan metidas en su grandeza como
lo está este gusanillo en este capucho” (M 5, 2,6).
6
J.M. Morilla Delgado, Conócete en mí, itinerario místico experiencial en Teresa de Ávila, Monte
Carmelo, Burgos, 2015
8
Para Santa Teresa ya existía la expresión de “hombre nuevo”, ser humano que se hace
tal recorriendo el camino de las bienaventuranzas7
. Teresa nos ofrece un itinerario;
itinerario que ella aclara, vive y anima a vivir. Las bienaventuranzas nos hacen
llamados, discípulos y amigos; y en ella todo pasa por una etapa de adolescencia,
juventud y madurez del hombre nuevo. Para precisar este proceso lo mejor es seguir las
propuestas que hace en Las Moradas o el Castillo interior. Siete serán las moradas para
llegar hasta la Trinidad. Para alcanzar esa plenitud de humanidad se precisa “ascética”
o pasos de transición hasta llegar a los pasos de unión. Santa Teresa pide tres actitudes
esenciales: conocimiento personal, conversión y humildad. Conociéndose a uno mismo
conoce uno a Cristo y conociendo a Cristo se conoce uno a sí mismo. La conversión es
la actitud de progreso en la vida humana. La humildad es el “humus” imprescindible
para avanzar en la identidad personal. Humildad es “andar en verdad ante Dios, los
demás y uno mismo”. No hay duda que el ser humano nuevo tiene que ser hombre y
mujer de su tiempo y estar marcado por determinadas convicciones y hacer de esto
mismo un modo de vivir. Teresa nos dirá que la identidad del ser humano nuevo no es
únicamente el resultado de una opción personal ni de unas opciones discontinuas
tomadas a lo largo de la vida sino el fruto, sobre todo, del don de Dios que configura al
ser humano de una manera nueva. Para Teresa está claro que “al revelarnos lo que es el
ser humano, Jesús nos ha mostrado también el camino que hay que recorrer para
alcanzar la plena realización humana” (CC 180, 4). No hay ninguna duda que “los
grados de oración enseñados por Santa Teresa representan otros tantos grados de
superación y ascenso hacia la humanización plena; la que ella buscó y la que estamos
queriendo vivir en el s. XXI.
Para evocar esta visión haremos uso de sus grandes escritos. En ellos encontramos
cuatro caminos o métodos diversos para hacer antropología. Alguno de ellos original y
novedoso para nuestros días:
1. El libro de la Vida que nos lleva a una antropología narrativa.
Así es. En él se nos cuenta la trayectoria de una reformadora, santa y sobre todo
enamorada de Dios. Teresa es una de las figuras más fascinantes de la historia
española. Pero también fue una mujer fuerte, apasionada y profundamente humana. Su
vida ha dado para la reflexión profunda y también para las historias noveladas o las
novelas históricas. Esa trayectoria de humanización seguida por Santa Teresa
conmueve. Esa humanidad plena es alcanzable si nos lo proponemos de verdad como lo
es la santidad8
. Bien se entiende y se toma conciencia de ese empeño leyendo las
palabras de José Hierro: “Alegría es sentir el alma, en cada instante, nuestra y viva. Y
es, cuando más se siente el alma cuando la llevamos herida” (José Hierro); y eso se
cuenta y se narra.
En este libro nos relata su vida y nos lleva a encontrarnos con el auténtico ser humano
que ella encarnó; como bien se ha dicho, lo pondremos en clave de camino de
humanización. Es una autobiografía y también una antropología narrativa. Sus
experiencias cristológicas impregnan su visión de ser humano y se convierten en el hilo
conductor de todos los acontecimientos de esa historia. La antropología narrativa relata
y señala etapas y muestra procesos.
7
J. Galiana Guerrero, Realización del hombre nuevo, en el camino de las bienaventuranzas con Teresa de
Jesús, Monte Carmelo, Burgos, 2015
8
I. Guerrero, Teresa de Jesús, La dama herida, San Pablo, Madrid, 2014
9
En este libro el huerto es el icono que recoge el pensamiento sobre lo humano. Por
supuesto que la experiencia de realización humana es el pilar fundamental de la obra
teresiana. El libro de la Vida es un texto con contexto y con sujeto. Un sujeto que se va
haciendo y diciendo para él y para nosotros que lo leemos aunque el verdadero
destinatario de los escritos de la Santa es Dios en persona ya que con él habla cuando
escribe.
En esa narración antropológica hay un proceso de lucha y de conquista; un claro intento
de llegar a una meta. Se nos cuentan los detalles de una aventura humana. Existe un hilo
de Ariadna salvador: la oración.
Justamente en el c. XXII entra el tema clave de Teresa: la humanidad de Jesús,
mediación absoluta para todo encuentro con Dios y con los demás. Por eso, a partir del
capítulo siguiente se va a centrar en el espacio interior de Teresa. En la obra no falta el
deterioro de la imagen del ser humano; Teresa acude a las imágenes y nos habla del
infierno y de la noche. El dinamismo del amor se concreta en determinados rasgos y se
desborda en los demás. Y las imágenes serán el agua viva y el fuego de las que ya
hablaremos más adelante9
.
Por supuesto que la imprescindible mediación de Cristo hombre es clave para Teresa.
Sobre esta misma clave vuelve Teresa y con insistencia: “Es muy buen amigo Cristo,
porque le miramos hombre y le vemos con flaquezas y trabajos, y es compañía (V
22,10).
Narrar, contar es una manera de describir y de decir. En el libro de la Vida Teresa narra
su vida. Con esa narración dice mucho. Esas narraciones incluyen el diario vivir, los
acontecimientos de familia, los milagros que hacía ya que tuvo fama de milagrera, los
engaños del demonio, las fundaciones… Esta constatación viva de hechos de una u otra
forma va acompañada de una interpretación profundamente antropológica: nuestra vida
está hecha de fenómenos varios que marcan el camino por el que Dios nos lleva. En ese
caminar no vamos solos. Ni nos debemos empeñar en llegar a la meta los primeros y
solos sino a tiempo y bien acompañados (Machado).
2. El libro del Camino como una antropología humanista
La oración de Santa Teresa en el Camino de perfección está planteada como un camino
hacia lo plenitud de lo humano10
, como un viaje para dejar que Dios nos llene de verdad
y de amor. En él invita a dejar de estar “huecas” en el interior (C 28,10). En realidad,
Teresa nos presenta los auténticos elementos de la antropología humanista: las
relaciones horizontales y la atención al espacio interior de la persona (C pról. 3).
Humanismo y vida interior profunda son los dos pivotes en torno a los cuales Teresa
hace girar su vida y su obra. La oración potencia todo lo humano. Todo ello hay que
amalgamarlo con el amor, la libertad y la humildad.
9
R. Rossi, Teresa de Ávila, biografía de una escritora, Icaria, Barcelona, 1997
10
J. A. Marcos, Un viaje a la plenitud. El camino de perfección de Teresa de Jesús, Ed. Espiritualidad,
Madrid, 2010
10
Uno de los grandes encantos y de los atractivos más poderosos del Camino de
perfección es la asombrosa capacidad de estilo y lenguaje para escribir dialogando con
todo el mundo, contigo y conmigo mismo. Ese lenguaje marca o brota de su manera de
vivir y de orar. No hay duda que el proceder antropológico de Teresa la lleva a trazar el
esbozo de un nuevo estilo de hermandad y recreación (F 13, 5). Ello no impide que la
oración sea el tema estrella y entendida tanto como “presencia” como “relación”. Bien
podemos afirmar que humanismo y vida interior profunda son los dos pivotes en torno
a los que Teresa hace girar su obra. Estamos ante un nuevo estilo de vida que
desemboca en la oración contemplativa que a su vez potencia todo lo evangélico, todo
lo humano verdadero de la vida humana.
El amor fraterno en Teresa supone que no se hace acepción de personas, no crea
“bandillos”. “En San José todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han
de querer, todas se han de ayudar; y guárdense, por amor de Dios de todas las
particularidades por santas que sean” (C 4.7). La segunda nota del amor fraterno es que
es donación; el amor no es voluble ni se deja llevar por pasajeras emociones; va unido
al sufrimiento; tiene la doble capacidad para la compasión y la congratulación; implica
también la capacidad para relativizar y desdramatizar.
Del amor pasamos a la dimensión orante y mundo interior. La oración aparece en el
Camino como un “viaje”; en las Moradas como una puerta y en la Vida como un
dialogo de enamorados. Presenta las tres expresiones principales de la misma: la
meditación consciente ya que siempre fue muy opuesta a la recitación mecánica de
formulas y acentuaba mucho el hablar con el Señor (C 25, 3); la oración centrante en la
que se tiene que dar el recogimiento y el entrar cabe si y encontrarse con la verdad de
la vida. (C 26,3). Así llegamos a la oración contemplativa, oración de unión por la que
uno se hace una misma cosa con el Señor (C 31,2); siempre es un regalo, un don; en
ella se da la ausencia progresiva del pensamiento conceptual. Aquí y así es otra la
persona que tenemos delante.
El humanismo evangélico teresiano trata de acentuar el humanismo de Jesús. “Traer a
Jesús muy humanado” es frase de Santa Teresa y nos remite a la encarnación y también
al corazón de su antropología11
. “La historia del hombre ha alcanzado su cumbre en el
designio del amor de Dios. Dios ha entrado en la historia de la humanidad y, en cuanto
hombre, se ha convertido en sujeto suyo, uno de los millones y millones de seres
nacidos de mujer y al mismo tiempo único. A través de la encarnación, Dios ha dado a
la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde los comienzos y se la ha
concedido de una manera definitiva” (RH 1).
Esa especial manera que junta la tolerancia e introduce el amor mutuo, está marcada por
la libertad y el desasimiento; pone la humildad y autoconocimiento con la oración
centrante y añade el perdón como autentificación y condición del viaje místico. Así se
da una auténtica transformación del psiquismo humano, es decir, de la totalidad de la
persona humana: la memoria ya purificada, el entendimiento trascendido y la voluntad
focalizada en amar casi sin ser consciente de que se ama. Así nacen las alas para volar.
Así también nace el esfuerzo para llegar a la fertilidad: “La tierra que no es labrada
llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así es el entendimiento del hombre”. En una
11
C. Di Sante, El hombre en la presencia de Dios, humanismo bíblico
11
palabra, Teresa pone nombre a los elementos humanos que se convierten en propuesta
con ocasión de la encarnación de Jesús en el seno de una mujer por nombre María.
Marcaría esta antropología humanista de Teresa con las tres “F”. La de la felicidad,
fecundidad y fidelidad. En esas clave se puede resumir el pensamiento humanista de
Teresa, la Santa. El camino es camino de felicidad. Teresa fue feliz haciendo felices a
muchos y a muchas; supo hacerlo. A ello hace referencia en el libro de la Vida y del
Camino. Supo dar fecundidad a su vida y pagar el precio por ello. Precio a veces alto y
siempre ofrecido a gusto. Con esfuerzo y con la gracia de Dios fue fiel. El “para
siempre, para siempre” dio un tono de plenitud a su vida. Estas tres dimensiones no es
fácil encontrarlas en las personas de hoy. Nuestra cultura las separa y llega anularlas.
No las cultiva.
3. El libro de las Moradas como una antropología simbólica y mística
Las Moradas es un verdadero tratado de psicoanálisis cuando todavía quedaban varios
siglos por delante hasta que llegara Freud. Pero al mismo tiempo tenemos que aceptar
que es la antropología propia de una contemplativa, vive realidades sublimes y la
comparte con símbolos e imágenes. Teresa había tenido experiencias nuevas de su
realidad y las va contar de un modo más bien simbólico. Para ello usará mucho nuevas
imágenes: la de concebir al alma como un castillo y en él habita Dios y para llegar hasta
él hay que hacer un itinerario. Itinerario que en buena parte coincide con la
autobiografía espiritual de la Santa. Pero ahora no lo presenta tanto como narración
sino como una realidad más bien simbólica. Más que hablar de su propia vida a Teresa
le interesa entrar en el misterio de la vida del ser humano en el castillo de sí mismo.
Ella quiere que pongamos los ojos en Cristo, en el centro y en el reino que queremos
ganar. Por su carácter simbólico las Moradas están llenas de símbolos y también de
aportes importantes para la comprensión de la persona humana.
Todo el viaje contado en las Moradas no es otra cosa que el viaje de la vida humana y
termina con la apelación teresiana a la libertad, la meta del camino y aventura espiritual
de toda experiencia mística. Para Teresa los seres humanos estamos hechos para una
libertad nueva y encantadora; esa libertad que fluye lenta y no se diseca nunca y llega
hasta el misterio de la mística: el sueño soñado y eterno de la vida. Junto a la libertad
está la otra clave y meta; la del amor vivido en las pequeñas cosas que nos llevan a la
mística de la vida cotidiana, la del amor hecho historia: “Que el Señor no mira tanto la
grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (7M 4,15). Frente a todas estas
sublimes realidades también nos plantea Teresa cosas tan interesantes como el poder y
el peligro de la imaginación, “la loca de la casa” que trastoca todo, enturbian los buenos
enamoramientos y nos lleva a ver lo que está arriba y abajo.
La alegoría del huerto es un estupendo pequeño tratado de antropología; leerlo le deja a
uno con muchas intuiciones de sana humanidad. Bien podría decir que se puede ver
como un proceso antropológico que nos lleva al corazón de la persona humana. La
alegoría de las moradas da pie a una antropología mística y plenamente realística y no
siempre fácil de traducir a las categorías actuales y hacerla creíble.
Serían cuatro las etapas a recorrer. Una primera es la meditación y el propio
conocimiento; me deja con la experiencia de lo que yo sé de mí; lo que yo veo cuando
12
me miro al espejo. En una segunda etapa pasamos de la meditación a la contemplación
y es ahí donde nos abrimos a los demás y así nos completamos. Y así llegamos a la
tercera etapa: abandono confiado y protagonismo divino; etapa novedosa para la
reflexión antropológica de entonces y de ahora. A ella nos hemos referido ya y
volveremos de nuevo. La cuarta etapa es como la meta y el horizonte del conocimiento
y vivencia antropológica. En ella llegamos a experimentar el amor en la libertad. Juntar
bien estas dos palabras ha sido la meta de la historia de la humanidad. El aporte de
Teresa con esta reflexión es de alto nivel.
La estación término del viaje espiritual está adornada no solo de “regalos”; también en
ella son fundantes las obras y el servicio (7M 4,4). El edificio que se ha ido
construyendo a lo largo de todo el viaje tiene como fundamento la humildad pero su
verdadero fundamento no solo está hecho “de rezar y contemplar” sino de procurar
“virtudes y ejercicio de ellas”. Es el camino para crecer y para no quedarse “enanas”.
Todo el viaje de las Moradas no es otra cosa que el viaje de la vida humana, terminada
con la apelación teresiana a la libertad pero constituido por el amor hecho historia: “que
el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (7 M
4,15).
4. Las cartas, una antropología femenina
Las cartas son páginas de mujer, escritas con fina y conmovedora suavidad; para
escribirlas no bastaba ser escritora, ni doctora mística, ni reformadora. Es preciso ser
mujer.
Son el mejor espejo de su humanidad femenina; el mejor espejo de su capacidad de
comunicación; en ellas desciende a los detalles de mujer y mezcla lo sencillo con un
sano realismo. Cuando escribe bromea, informa, aconseja, riñe. Ayudan mucha a
conocer las amistades que armó la Santa con monjas, con teólogos, mercaderes,
arrieros, familiares, clérigos, nobleza, corte… En ellas se encuentra mucho de la vida de
la Iglesia de ese tiempo en España. No falta lo más íntimo y personal que pasó por el
corazón de Teresa mujer.
No es lo mismo escribir cartas hoy que hace 20 años y hace 20 años que hace 500. En
aquellos días y a Teresa le pasó que tantas veces lo realizó “muy de noche y sabiendo
que el día siguiente se iba el mensajero”.
Las cartas de Teresa comenzaban con el anagrama: JHS y coronaba la “H” con un rasgo
horizontal que convierte el asta en cruz. Al principio firmaba como Teresa de Ahumada
y después Teresa de Jesús. En todas las cartas palpita una Teresa llena de humanidad
femenina; en ella poco a poco se va configurando su condición de mujer vivida en unas
situaciones difíciles y en contextos desafiantes12
. A medida que se avanza en la lectura
de la carta que concluye que el ser humano, y en concreto Teresa, configura un
determinado medio social y es configurada por ese medio; fue creadora de cultura y su
carisma personal y comunitario lo presenta hecho cultura. Así se presenta su
autorrealización en la que se mezcla que por lo demás supone, como bien sabemos, una
12
A. Pérez, Teresa de Jesús, la Santa inquieta y andariega, Pliego Vida Nueva, 2952, agosto 2015
13
mezcla de culturas debido a su origen familiar. Ella también supo de una realidad muy
fuerte del momento actual como es la interculturalidad.
5. El misterio de la persona humana en Teresa.
Cuando uno abre un libro como estudioso de la antropología espera que le descubra
algo nuevo sobre el ser humano. De otra forma sería incomprensible que siguiéramos
acercándonos a los libros cuando la lectura es uno de los gestos más gratuitos e
innecesarios. Más aún, cuando hemos entrado en el corazón de un buen texto uno nota
que le está pasando algo y que algo se mueve por dentro. En lenguaje de San Ignacio,
se producen mociones. Eso me ha ocurrido a mí con la lectura de las obras de la Santa.
Revolucionan por dentro y por fuera; interpelan y al mismo tiempo hacen propuestas.
Un gran cuestionamiento sigue siendo la pregunta “conócete a ti mismo”. Cuando se
trata de proyectar luz sobre este enigma surgen las diferentes concepciones
antropológicas. Santa Teresa da un paso en este aspecto destacando la necesidad de
poner ese gran deseo en relación con lo distinto de sí e identificando la persona con la
vocación, la encarnación y la comunión.
Esta reflexión hará que la actualidad de Santa Teresa sea en estos comienzos del S. XXI
más extensa y más amplia de lo que nunca ha sido. Es apasionante entrar en esta
realización humana concreta que fue Teresa. En ella encontramos un conjunto muy
humano de contradicciones como en toda existencia humana: por una parte es
organizadora práctica y eficiente y por otra presencia intrépida y exuberante, capaz de
violar las reglas de la vida monástica a fin de conseguir sus objetivos situándose por
delante de la misma Inquisición. No resulta difícil borrar los siglos que nos separan de
Teresa, de esta “novia de Dios”13
. Así la sacamos del ámbito de lo doctrinal, espiritual y
devocional; mejor aún, todas esas dimensiones tan típicas de la Santa y las
incorporamos o contextualizamos en la visión de la persona humana de nuestros días.
Le damos horizonte.
Así, también, incorporamos con fuerza una dimensión que Santa Teresa se resistió a
perder; la de mujer. “Basta ser mujer para caérseme las alas” (V 10,8) se quejaba
amargamente. Así podremos ir quitando todos los aderezos y “afeites” que el paso del
tiempo ha ido poniendo en ella. Todo ello en un momento en que por ser mujer, como
ahora, no era reconocida dentro de la Iglesia su condición igualitaria. Teresa era una
mujer, muy mujer y muy lista; determinada, leída y un poco presumida cuando no la
trataban como ella quería. Se movía por el mundo con la autoridad de un hombre; era
dada a la guasa y la alegría. Como inteligente que era tenía un extraordinario sentido
del humor. Encajó perfectamente en el molde de la auténtica humanidad
Así recuperamos la verdad sobre la Santa y a la Santa Teresa auténtica e
inolvidablemente verdadera. Para ello hay que ir a la Teresa histórica y no quedarse en
la imaginaria, oficial o popular que nos ha transmitido un retrato suyo muy sublimizado,
casi virtual: la mística de ojos transpuestos con una daga encendida en el corazón; lo de
la doctora con birrete de catedrática y pluma en mano siempre mirando al cielo. Pero
con bastante frecuencia se olvidan de retratar sus alpargatas desgastadas y
polvorientas, sus pucheros o su silla de montar. La campana rota con la que inauguraba
conventos o los tachones y borrones de tinta en sus cartas y libros.
13
C. Medico, Teresa de Jesús, una mujer extraordinaria, Embolsillo, Madrid, 2010
14
En el mundo de los imposibles azotado por la guerra, la pobreza, el hambre, las
desigualdades e injusticias, Teresa se levanta de nuevo como un modelo a seguir. La
sociedad necesita referentes éticos y humanos que la muestren el camino del amor, el
servicio y la libertad. Fue una mujer que logró lo imposible, porque su espiritualidad la
llevó a comprender que lo que es imposible para el hombre no es imposible para Dios.
El tiempo es despiadado con los mortales, aunque algunos, como Santa Teresa hayan
alcanzado para siempre la inmortalidad. Eso no cambiaría la visión que la Santa tenía
del mundo. Para ella la vida es “una mala noche en una mala posada”.
Teresa nos revela la plenitud de la verdad sobre el ser humano. Para ella “hay un sol del
que emana una gran luz” (M 7, 2,8) y que nos deja claro que “la persona humana es una
criatura hecha a la imagen del Dios” (M 7, 1, 1). Por lo mismo toda ella es “un espejo
claro” en cuyo centro se representa a Cristo14
.
No hay duda que un estupendo resumen de esta propuesta antropológica de la Santa lo
hizo nuestro Papa emérito, Benedicto XVI en una de sus últimas audiencias: “ “En
nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, Teresa nos enseña a ser
testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir
realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo del corazón humano, ese deseo
de buscar a Dios, de dialogar con él y de ser sus amigos. Que el ejemplo de esta Santa
castellana, profundamente contemplativa y eficazmente activa nos impulse también a
nosotros a dedicar cada día un tiempo adecuado a la oración, a buscar a Dios, para
verlo, para entrar en su amistad y así en su verdadera vida”.
Todos los grandes proyectos humanos, personales o comunitarios tienen que tener
como punto de partida una manera de comprender la persona y la vida humana; una
antropología que para los creyentes como Teresa será bíblico-teológica, arraigada en la
Palabra de Dios, en el Hombre Jesús, que nos desvela nuestra verdad más profunda, la
vocación de hijos e hijas y de hermanos y hermanas, a la vez que nos revela el Amor del
Padre15
.
Por supuesto, la antropología teresiana es vivida y testificada en sus escritos por una
mujer que hizo experiencia de lo que significa ser criatura, hecha a imagen y semejanza
de Dios y seguidora de Jesús, hijo de Dios encarnado en el seno de María. Que “puede
tener conversación nada menos que con Dios. Habitada por Él en lo muy interior de su
persona”. Esta comunicación entre criatura y creador la vive y la presenta Teresa
como una realidad existencial y relacional. Para ella “la persona es tan capaz de gozar
de sus Majestad como el cristal para resplandecer en el sol” (I M 2,1).
Esta antropología cristiana y teresiana, tiene que ser más y mejor releída hoy a la luz de
las ciencias humanas. Desde ellas, entendemos a la persona como un todo, sin
dualismos entre alma y cuerpo; no cerrada ni estática, sino abierta y dinámica;
interrelacionada y marcada por la interioridad. Un ser humano –hombre o mujer–, se va
haciendo, en interacción con los otros y con la realidad y sobre todo con Dios; vive en
14
J.M. Morilla Delgado, Conócete en mi, itinerario místico experiencial en Teresa de Ávila, Monte
Carmelo, Burgos, 2015
15
GS 22.
15
proceso de integración y que va construyendo su identidad en la historia. De las ciencias
humanas aprendemos a ser sanos, sabios y globalizados.
Una antropología que no se confunde con enfoques psicológicos de la persona humana;
que parte de los cómo de la realidad humana y llega a los por qué de la misma. La
aportación de la psicología nos explica procesos y dinamismos; nos da claves para
entender y acompañar, pero termina dejándonos en el umbral del misterio del ser
humano. Le cuesta ofrecer el sentido y el porqué de nuestro ser y proceder. Para ello
precisamos el aporte de la antropología.
- Antropología bíblica: sostenida por la Palabra de Dios y en la que Teresa se
apoya
La Biblia presenta desde el Génesis a la persona humana como creatura e imagen de
Dios. El Creador modela al ser humano y lo hace con barro, con “arcilla del suelo”. Se
mancha las manos, se implica del todo con su criatura y “sopla en su nariz aliento de
vida” (Gén. 2,7). Los relatos de la creación del hombre y la mujer destacan su condición
de misterio. La criatura humana es polvo de la tierra, pero tiene el aliento divino, es
pecadora y agraciada al mismo tiempo. Ésta es su paradoja y condición. Para Teresa
está claro que La persona hecha a imagen de Dios,
habitada por Dios, es de gran
dignidad, hermosura y capacidad. “No estamos huecos en el interior” (C. 28,10; V 7,17;
9,3). Esta dimensión de la capacidad para la Santa cuenta mucho. Se siente capaz y
capaz de servir a los demás.
El ser humano es creatura, aunque ocupa un puesto privilegiado entre las criaturas,
(Gén. 1, 26-28); además, es señor de todas ellas. Esta preeminencia del hombre y la
mujer en la creación no les viene de su propio poder, sino de la tarea confiada por Dios:
el cuidado de la vida, de la naturaleza; del hacer que los recursos lleguen para todos
compartiéndolos debidamente.
El ser humano no es Dios, es diferente de Dios y no existe sino en relación a su
Creador. No se ha dado la vida a sí mismo, ni tampoco posee las claves del bien y del
mal. Es limitado, frágil, vulnerable y se sabe en contradicción consigo mismo. Esto lo
experimenta con mucha fuerza Teresa. Somos capaces de decisión y de responsabilidad
personal, pero podemos cerrarnos y vivir al margen de la verdad más honda, tanto
personal como ajena; podemos afirmarnos incluso frente a al Creador. Vivimos el
drama de la libertad condicionada y limitada, que supone también la tentación y el
pecado (Gén. 3).
El ser humano, que es creatura, está hecho a imagen y semejanza de Dios. Esto es a la
vez regalo, es decir, capacidad para ser interlocutor de Dios y colaborador en su obra.
Y promesa de la plenificación de ese regalo. Una realidad dinámica que se realiza en la
temporalidad de la historia. Regalo y promesa conviven en la persona con sus huellas de
tierra y barro.
Esta imagen y semejanza con Dios en la persona humana se manifiesta también y se
explicita en la reciprocidad de la pareja. Dios nos creó hombre y mujer, con igual
dignidad. La diferencia sexual y nuestra dimensión corporal es lugar de encuentro y
posibilidad gozosa de relación. No hay humanidad sin alteridad.
16
Ser persona es aceptar con realismo los límites de la libertad. Pide no pretender vivir
desde una omnipotencia narcisista y destructora. Es aceptar, también, que se es diferente
de los otros y complementario con ellos. En su diversidad y alteridad se juega su ser
humano. Acoger la diferencia y la soledad que conlleva es condición y posibilidad para
unas relaciones auténticas. Somos desde la relación y en una relación que nos
estructura, a imagen de la Trinidad. La relación y sobre todo la nacida del amor y para
el amor es clave.
En el Nuevo Testamento y especialmente en Pablo, Cristo es la verdadera Imagen de
Dios, revelador del Padre que a su vez revela a la persona, a la propia persona y la lleva
a la plenitud. La creación a imagen y semejanza de Dios pasa a ser ahora la creación en
Cristo. Según nuestra fe llegamos a la plenitud por la configuración con Cristo vivida
en la tensión entre la experiencia de contradicción y pecado y la experiencia de la
gratuidad del don de Dios como salvación. Un largo camino que se recorre en una doble
dinámica: “Despójense de su vida anterior... y revístanse de entrañas de misericordia, de
bondad, de humildad, mansedumbre...” (Ef. 4,20 y 55) y en la acogida del misterio que
nos habita: “en nuestro rostro resplandece la gloria de Dios... este tesoro lo llevamos
en vasijas de barro.”(1 Cor 3, 18).
Pablo considera la existencia humana y a la persona en una dialéctica: “Realmente, mi
proceder no lo comprendo puesto que no hago lo que quiero sino que hago lo que
aborrezco”16
. Aporta una luz importante en la antropología del pecado y la gracia. El
Nuevo Testamento deja claro que en el ser humano conviven el trigo y la cizaña y que
no es impedimento para que allí acontezca gratuitamente el Reino, el don que es Jesús
como salvación. Los evangelios, una vez más, están hechos a la medida de lo más
auténticamente humano. Recorrer sus páginas es recibir las mejores orientaciones para
una realización humana verdadera.
- La principal fuente de inspiración de la visión de la persona humana de Teresa: La
humanidad de Cristo
La humanidad de Cristo tiene para Santa Teresa especial importancia en su experiencia de
fe y en su pedagogía de la fe. Esta centralidad se sitúa en el contexto de dos preocupaciones
que están en el trasfondo: la primera tiene que ver con el parecer de “letrados” y
espirituales”, expresado en algunos libros de oración en el sentido de que en los grados más
altos de la experiencia mística se debía prescindir de todo objeto corpóreo. Santa Teresa ve
aquí peligro de una experiencia de fe que se desentiende –o desvaloriza– la encarnación: Os
parecerá que quien goza de cosas tan altas, no tendrá meditación en los misterios de la
Sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo, porque se ejercitará ya toda en amor…
y que cuando ya han pasado de los principios es mejor tratar en cosas de la Divinidad y huir
de las corpóreas, a mí no me harán confesar que es buen camino” (6 M 7, 5).
La segunda preocupación tiene que ver con el peligro de entender la vida mística como una
experiencia que se distancia de la experiencia cotidiana de la vida, a menudo marcada por lo
difícil, lo trabajoso, lo árido. Es el riesgo de pensar que quien está unido a Dios
experimentará frecuentemente “gustos” y “consolaciones”, y le serán dispensadas las
sequedades de la vida. Santa Teresa lo ejemplifica en la tentación de querer ser María y ya
no Marta.
17
Teresa se deja tocar por la humanidad de Cristo, vista con sus propios ojos. Para ella Jesús
es luz y camino. Santa Teresa nos dice que si nos apartamos de la humanidad de Cristo no
podremos alcanzar los estados más plenos de la experiencia mística, representada en las
últimas dos Moradas, “porque si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el
camino; harto será si se están en las demás [moradas] con seguridad. Porque el mismo
Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede ninguno ir al
Padre sino por Él; y ‘quien me ve a Mí ve a mi Padre’” (6 Moradas 7, 6). Esta experiencia
de la humanidad de Cristo tiene dos dimensiones importantes de considerar:
Vivir con Cristo (traerlo “cabe sí”): Meditar en la divinidad prescindiendo de la humanidad
de Cristo es algo que sólo puede ocurrir en ocasiones muy excepcionales, es una
experiencia que solo unos pocos hacen. Acercarnos a su humanidad, en cambio, es una
manera más simple de estar con Él, de tenerlo junto a nosotros (“traerlo cabe sí”) cada vez
que queramos. En esa humanidad se nos revela un Jesús cercano, amigo, esposo. En ese
sentido, la humanidad de Cristo para Teresa es la puerta que hace posible la intimidad, la
cercanía: “En veros cabe mí, he visto todos los bienes… es ayuda y da esfuerzo; nunca
falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y
que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad Sacratísima, en
quien dijo Su Majestad se deleita (Mt 3, 17). Por esta puerta hemos de entrar si queremos
nos muestre la soberana Majestad grandes secretos” (Vida 22, 6). Por eso puede decir:
“¿qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y
tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y
siempre le trajera cabe sí” (Vida 22, 7). Con respecto a esta relación de amistad con
el Señor nos cuenta: “Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor en
viéndole, como con quien tenía conversación tan continua. Veía que aunque era Dios, que
era Hombre que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a muchas caídas por el
primer pecado que Él había venido a reparar. Puedo tratar como con amigo, aunque es
Señor, porque entiendo no es como los que acá tenemos por señores, que todo el señorío
ponen en autoridades postizas” (Vida 37, 5). En esta relación de intimidad quedan
dispensadas las formalidades, pues debemos ponernos delante de Cristo tal
cual somos; por ello Santa Teresa recomienda: “Puede presentarse delante de Cristo y
acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y
hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en
sus contentos y no olvidarse por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras
conforme a su deseo y necesidad” (Vida 12, 1).
Por otro lado, en la humanidad de Cristo se manifiesta su vulnerabilidad, lo cual hace más
fácil aproximarse a Él, porque se nos presenta necesitado: “Tenía este modo de oración,
que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de
mí; y hallábame mejor, a mi parecer, de las partes a donde le veía más solo. Parecíame a mí
que estando solo y afligido, como persona necesitada, me había de admitir a mí… En
especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto; allí era mi acompañarle. Pensaba en
aquel sudor y aflicción que allí había tenido. Si podía deseaba limpiarle aquel penoso
sudor” (Vida 9, 2).
Teresa da un paso más quiere vivir como Jesús; encarnar su humanidad. Para ella no hay
nada más grande que Dios puede regalarnos que “darnos vida que sea imitando a la que
vivió su Hijo tan amado; y así tengo yo por cierto, que son estas mercedes para fortalecer
nuestra flaqueza… para poderle imitar en el mucho padecer” (7 Moradas 4, 4). Es
interesante que afirme esto en las séptimas Moradas, cuando se podría pensar que se vive un
estado místico separado de lo concreto. Es importante percibir que la humanidad de Cristo
no se encierra en sí misma, pues está siempre trascendida hacia Dios, porque en la vida de
18
Cristo encontramos la máxima expresión del amor de Dios por nosotros: “Siempre que se
piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y más grande
nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor… recuremos
ir mirando esto siempre y despertándonos para amar, porque si una vez nos hace el Señor
merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil y obraremos muy
en breve y muy sin trabajo” (Vida 22, 14).
Santa Teresa resintió mucho cuando les restringen los libros que puede leer, pues algunos
libros religiosos se consideraban peligrosos dado que estaban escritos como novelas y
podían ser distractivos. Ahí le dice el Señor: “No tengas pena, que Yo te daré libro vivo’…
Después lo entendí muy bien porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que
veía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras,
que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros. Su Majestad ha sido el libro
verdadero a donde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja impreso lo que se
ha de leer y hacer de manera que no se puede olvidar! ¿Quién ve al Señor cubierto de llagas
que no las abrace y las ame y las desee? ¿Quién ve algo de la gloria que da a los que le
sirven que no conozca es todo nonada cuanto se puede hacer y padecer, pues tal premio
esperamos?” (Vida 26, 5).
Teresa nos insiste de uno y otro modo que si queremos vivir como Cristo debemos
conocerlo, lo cual es posible aproximándonos a su vida, Pasión y muerte, tal como aparece
en las Sagradas Escrituras. Debemos aproximarnos a él en la narratividad de su humanidad,
pero, también, en la narratividad que generan esos relatos en la persona, por ejemplo,
cuando imaginamos una escena del Evangelio (algo así como una “narratividad
imaginativa”). Da la impresión que para Santa Teresa el texto y la imagen van juntos. Este
amor de Dios manifestado en Jesucristo se manifiesta en toda su intensidad en su Pasión, en
todo lo que tuvo que sufrir por nosotros, por eso la invitación de Santa Teresa: “Poned los
ojos en el Crucificado y se os hará todo poco. Si Su Majestad nos mostró el amor con tan
admirables obras y tormento, ¿cómo queréis contentarle con solo palabras? ¿Sabéis qué es
ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro, que es
el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo
el mundo, como Él lo fue” (7 Moradas 4, 8). En la Pasión de Cristo se manifiesta el amor
extremo de Dios por nosotros y, eso, por el valor extremo que cada uno de nosotros tiene
delante de Dios: “Mirad lo que costó a nuestro Esposo el amo que nos tuvo, que por
librarnos de la muerte, la murió tan penosa como la muerte en la cruz” (5 Morada 3, 12).
Mirar este amor extremo de Cristo nos despierta a amar así como Él lo hizo. No se trata
sólo de traer al corazón acciones y hechos vividos por el Señor, sino de una aproximación
amorosa y personal: “Una gran ganancia saca el alma de esta merced del Señor, que es
cuando piensa en Él, o en su vida y pasión, acordarse de su mansísimo y hermoso rostro,
que es grandísimo consuelo… hace harto consuelo y provecho tan sabrosa memoria” (6
Moradas 9, 14).
La plenitud de esta relación con Cristo es la unión con Él. Santa Teresa recurre a
expresiones de San Pablo: “‘Para mí vivir es Cristo y la muerte una ganancia’ (Flp 1, 21);
así me parece puede decir aquí el alma, porque es a donde la mariposilla, que hemos dicho,
muere y con grandísimo gozo, porque su vida ya es Cristo” (7 Moradas 2, 5). Es una unidad
con el Padre y con el Hijo: “Y así, orando una vez Jesucristo nuestro Señor por sus
Apóstoles…, dijo que fuesen una sola cosa con el Padre y con Él, como Jesucristo nuestro
Señor está en el Padre y el Padre en Él (Jn 17, 21)” (7 Moradas 2, 7)17
.
17
19
Después de lo presentado sobre la humanidad de Jesús es bueno hacerse la pregunta ¿Qué
es lo que más me llama la atención de la centralidad de la humanidad de Cristo en la
experiencia de Santa Teresa? ¿Qué ha significado en mi vida vivir con Cristo y vivir como
Cristo?
Siguiendo con la explicitación de todo lo que Teresa recibió por acercarse a Jesús,
realización plena de humanidad, la Santa quiere que seamos “almas con arrimo”. Santa
Teresa va a combatir la tentación de aquellos que, por pensar que están en un estado
elevado de contemplación, pueden olvidarse las cosas de todos los días: las
responsabilidades, los trabajos grandes y pequeños, el tedio habitual de la vida cotidiana.
Para Teresa el problema era “andarme en aquel embebecimiento, aguardando aquel regalo
[los gustos y consolaciones en la oración]. Y vi claramente que iba mal: porque como no
podía ser tenerle siempre, andaba el pensamiento de aquí para allí, y el alma me parece
como un ave revolando que no haya adónde parar y perdiendo harto tiempo, y no
aprovechando en las virtudes ni medrando en la oración” (6 Moradas 7, 15). De este modo
se corre el peligro de “andar el alma en el aire… porque parece que no trae arrimo, por
mucho que le parece anda llena de Dios” (Vida 22, 9). Si Jesús abrazó esta vida con sus
dolores y sequedades, cuánto más nosotros: “¿Y no tenemos vergüenza de querer gustos en
la oración y quejarnos de sequedades? Nunca os acaezca, hermanas; abrazaos con la cruz
que vuestro esposo llevó sobre Sí y entender que esta ha de ser vuestra empresa: la que más
pudiere padecer, que padezca más por Él y será la mejor librada. Lo demás, como cosa
accesoria, si os lo diere el Señor, dadle muchas gracias” (2 Moradas 7).
En ocasiones este “desarrimo” se debe a que estamos demasiado preocupados de lo
grandioso, de nuestros sueños, de grandes ideales, de las hazañas que haremos, por ello
Santa Teresa advierte: “Algunas veces nos pone el demonio deseos grandes, porque no
echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a nuestro Señor en cosas posibles, y
quedamos contentas con haber deseado las imposibles… No hagamos torres sin
fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se
hacen” (7 Moradas 4, 14). Para ejemplifi car esta tentación recurre a la metáfora de Marta y
María: “Es un poco de falta de humildad de quererse levantar el alma hasta que el Señor la
levante y no contentarse con meditar cosa tan preciosa [la humanidad de Cristo], y querer
ser María antes que haya trabajado con Marta” (Vida 22, 9). Por eso nos exhorta:
“Creedme, que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre
consigo, y no hacerle mal hospedaje, no dándole de comer. ¿Cómo se lo diera María,
sentada siempre a los pies, si su hermana no le ayudara?”(7 Moradas 4, 12).
Lo fundamental es asumir la vida tal como ella se nos presenta, sin evadir las sequedades ni
los sufrimientos. Es una invitación a vivir lo gozoso y lo árido con serenidad, desde una paz
fundamental que nos da la confianza de estar con el Señor. Por eso Santa Teresa nos dice
que la verdadera pobreza de espíritu “es no buscar consuelo ni gusto en la oración… sino
consolación en los trabajos por amor de Él que siempre vivió en ellos, y estar en ellos y las
sequedades quieta” (Vida 22, 11).
Es interesante cómo la Santa tiene una radical experiencia de la persona humana que,
más allá de los límites culturales vivió como mujer y supo ofrecernos intuiciones
antropológicas maravillosas y bastantes de ellas con auténticas buenas noticias y válidas
para todos los tiempos. Esas experiencias las comunica, sirviéndose de unos símbolos y
20
metáforas muy sencillas y así llega a superar el lenguaje incapaz de expresar su riqueza
y hondura vital18
.
Teresa de Jesús se sabe mujer situada en un espacio y un tiempo, en la historia. Se
experimenta inacabada y por tanto necesitada, vulnerable. Para seguir adelante en
nuestra reflexión vamos a ver cómo sus intuiciones antropológicas las expresa mediante
imágenes vivas, dinámicas. Hemos elegido algunas más significativas, ya que ponen de
relieve dimensiones esenciales de la persona.
III. Con cuatro imágenes
Nos hemos acercado ya antes a los grandes escritos de la Santa para ahondar en sus
grandes intuiciones antropológicas. Ahora lo hacemos de nuevo. En este nuevo intento
nos quedamos en las imágenes con las que nos transmite su visión de la persona
humana; imágenes a las que sí dejamos hablar. Por sí solas dicen mucho y lo hacen muy
bien. En Teresa el lenguaje adquiere una gran densidad porque habla desde el amor;
amor que no está en el “yo” sino entre el “yo” y el “tú”. Es como el aire que respiramos.
La relación amorosa tal como la presenta hace que entremos en una auténtica relación
de intercambio que viene expresada icónicamente por la fuerza que tiene en sí en quien
la experimenta. “Quienes han vivido desde lo hondo esa experiencia de cambio: los
convertidos, los poetas, los místicos… la han expresado en imágenes y símbolos, que nos
cuestionan mucho más que las palabras y que las teorías”. (Tomás Álvarez, ocd).
- La persona, castillo habitado
La persona, como ya hemos visto, es criatura hecha a imagen y semejanza de Dios; goza
de “gran dignidad, hermosura y capacidad”. “No está hueca por dentro” (C. 28,10), sino
habitada en su interior por el mismo Dios (I M 1, 1-5), quien pacientemente espera el
momento oportuno para el encuentro.
Es como un castillo con muchas estancias, que ella misma ha de recorrer, no de forma
lineal sino circular. “No habéis de entender estas moradas unas en pos de otras como
cosa hilada, sino poned los ojos en el centro, que es la pieza u palacio adonde está el
Rey, y considerad como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas
coberturas, que todo lo sabroso, cercan” (I M 2,8). Las diferentes moradas expresan los
distintos niveles de relación personal con Dios y consigo misma, con las personas y con
el mundo. La central de todas ellas la unión con Dios: “Pasa esa secreta unión en el
centro muy interior del alma que debe ser a donde está el mismo Dios… la
comunicación con Dios, la paz y el deleite son inefables… queda el espíritu de esta
alma, hecho una cosa con Dios, que como es también espíritu, ha querido su Majestad
mostrar el amor que nos tiene en dar a entender a algunas personas hasta dónde llega,
para que alabemos su grandeza, porque de tal manera ha querido juntarse con la
criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar Él de ella”
(VII M, 2,3).
18
A. Vigueras, Teresa de Jesús y la humanidad de Cristo, Rev. Testimonio, núm. 267, “No está la cosa en
pensar mucho sino en amar mucho”, enero 2015, pág. 80-86.
21
Esencial para este viaje hacia el interior es el conocimiento propio. Teresa advierte que
“no debemos poner los ojos en nuestra miseria y límites” o en nosotras mismas, sino en
“Cristo, nuestro Bien”. Ya que sólo en la relación con él, la persona va reconociendo su
identidad, el misterio de su libertad y el deseo, que le hace salir de sí. La Santa nos
advierte también de un peligro que ella conoce por experiencia: es posible vivir al
margen de nuestra realidad más honda (I M 1,6-8). Podemos incluso negarnos al amor,
cerrándonos sobre nosotras mismas.
Toda persona experimenta el conflicto, el límite humano, la tentación de autoengaño, el
pecado radical. De ahí la necesidad de hacer el camino siempre acompañadas. Dios es
quien, desde el centro, dinamiza el proceso. Pero necesitamos testigos que nos ayuden
en el discernimiento de lo que Dios va obrando en nosotros. El avance no se produce
por nuestros méritos o esfuerzos personales, sino cuando asumimos el riesgo de amar y
confiar.
Teresa nos sitúa en una antropología de éxodo o de salida, frente a una antropología del
autocentramiento19
. Entiende a la persona en un doble movimiento: entrar dentro de sí,
tomar conciencia de quién soy y con quiénes vivo; aceptar mi realidad y la del otro/otra.
Y a la vez, salir de una misma. Vivir en relación creciente de entrega, de compartir lo
mejor de sí generando relaciones nuevas.
- La persona, gusano-mariposa
La persona creyente está llamada a vivir el amor transformante, la transformación en
Cristo. “Y acaba este gusano, que es grande y feo, y sale del mismo capucho una
mariposita blanca, muy graciosa” (V M2, 2). Mediante el símbolo de la crisálida
Mariposa, Teresa nos muestra que la gracia supone cambios radicales, auténticos
procesos de conversión en el itinerario de la relación con Dios y con la realidad. Todo
un camino de muerte-vida, pérdida-ganancia, venta-compra, según la lógica del
seguimiento, que se vive con Cristo y en Cristo.
Él va centrando todas las potencialidades de la persona. Todas sus dimensiones se van
ordenando en la relación vital con Jesús y su Reino. Las crisis, las contradicciones, los
fracasos... pueden convertirse en lugar de encuentro. No se trata de vivir desde la ley, el
deber, el esfuerzo voluntarista. La persona, sabiéndose amada, se dispone y responde
amando. El amor, como la amistad, tiene sus propias condiciones. Para Teresa el amor
lo transforma todo. Penetra nuestros sentidos y estos llegan a “sentir” al modo de Dios.
Se nos abren los ojos y nuestros oídos atienden y escuchan con claridad e intensidad.
Nos ayuda a centrarnos en Jesús y a re-conocerle y amarle y hacer que otros le re-
conozcan y le amen.
- La persona, huerto, jardín, paraíso.
La persona “que comienza a tratar de amistad con Dios ha de hacer cuenta que
comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas,
para que se deleite el Señor” (V 11,6). Ella misma es huerto que se cultiva, campo a la
intemperie, en el que se ha de remover la tierra para que pueda acoger la lluvia y
conseguir que lo cultivado crezca y de fruto.
19
J. Masiá Clavel, El animal vulnerable, Univ. Comillas, Madrid, 1997
22
El agua de la vida es la relación con el Dios personal en la que se fundan las demás
relaciones. Amistad que es don que se acoge, no conquista. Invitación del Señor, que
requiere, por nuestra parte, correspondencia.
La persona es también hortelano de su propio huerto. “Hemos de procurar, como
buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no
se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor, para dar recreación
a este Señor nuestro…” (Ídem).
Teresa sabe que cada una tiene que hacerse cargo de su vida, de lo que es y puede llegar
a ser desplegando sus potencialidades. Un camino que va desde el esfuerzo inicial del
hortelano -su disposición y cuidado de las plantas- hasta poder acoger el don.
El símbolo del huerto nos educa en una actitud de escucha y agradecimiento. Nos invita
a entender a la persona humana como un ser que se recibe de Otro. Que aprende en la
escucha, el silencio, la acogida, la espera. Que responde desde el agradecimiento y el
reconocimiento del don, sin dejar de asumir su iniciativa responsable.
- La persona, amiga y esposa
La imagen tan humana de la amistad es quizás la que mejor expresa la experiencia
teresiana de la oración, y su sentido profético hoy, como relación viva e interpersonal
con Dios. Relación que implica diálogo de amor, intimidad, reciprocidad, realismo, y
desarrolla la capacidad de relación con todos y todas.
Si no hay diálogo, comunicación, si no se da la amistad, la intimidad, no hay
crecimiento personal. La persona es alguien que va descubriendo su dignidad y sentido
en la relación. Somos lo que son nuestras relaciones. Nuestra interacción con el mundo
circundante, con los demás, implica poner en juego determinadas dimensiones:
Afectividad, corporalidad, racionalidad, aspectos que se enriquecen en mutuo
intercambio y circularidad.
Una mujer tan bien dotada para las relaciones como Teresa vivió una experiencia
incomparable de intimidad y amistad con Jesús; una relación esponsal desde la Alianza
de amor, concretada en la relación viva, afectiva y creyente con la Humanidad de
Cristo. El matrimonio espiritual, en la experiencia teresiana representa la culminación
de ese proceso de relación de amistad con Dios y unión auténticamente transformante:
“De aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino
como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía” (CC 29; VII M
2,1)...Teresa no se cierra en un intimismo: La máxima interioridad es máxima
exterioridad, compromiso con todo lo creado y con los preferidos de ese Jesús “amigo
verdadero”.
La comunidad de fe es lugar de crecimiento espiritual cuando en ella se comparte la
experiencia de Dios y se reorienta la vida por el discernimiento y el acompañamiento
mutuos. Teresa de Jesús testifica que es posible experimentar a Dios Trinidad en esta
vida como gracia que acontece en ese centro personal, como secreta unión esponsal en
la que todo el ser se comunica, deleita y sacia, habilitando y liberando a la persona para
23
más amar, conocer y servir. Así llegamos en Teresa al culmen del itinerario espiritual
(VII M 4,8).
La imagen teresiana nos habla también de pasión. La vida no es sino entrega y donación
apasionada y apasionante. Entrega y donación creativa que permite afrontar nuevas
relaciones e interrogantes sin respuestas previas, que ayuda a caminar formulando
preguntas. Interpretar la aventura humana como historia de amistad es entenderse ante
Dios y los demás en solidaridad radical20
.
IV. El rostro humano de Teresa. El perfil que nos ofrece
Ahora nos acercamos a Santa Teresa desde la perspectiva de su realización humana.
Como ya hemos dicho, estaba hecha a la medida de lo más auténticamente humano. Es
verdad que rompe todos los esquemas y escapa de todas las casillas en las que
pretendamos meterla. Clave en este perfil es el que Teresa fue una mujer apasionada y
apasionante. No queda indiferente ante nada. Pone intensidad en todo y a todos. Junta
todo y bien; encarna la realidad de una gran soñadora metida en un convento.
Este rostro humano de Teresa nace de la visión que ella misma tiene de lo humano, de
su visión antropológica; habla del ser humano hablando de sí misma y su discurso es el
propio de una mujer autónoma y liberada.
Otro rasgo importante en Teresa es la transparencia. Aparece sobre todo en su retrato.
En él se podría leer lo que era esta gran mujer. Hay realidades y personas transparentes.
A través de ellas podemos intuir el misterio del ser humano, la verdad de la vida y por
supuesto de Dios. Uno de esos seres transparentes es Teresa. Una mujer apasionante a
cada paso y sorprendente en cada uno de los mil rincones de su alma. Teresa es
verdadera. Bien podemos decir, también, de ella que no tenía doblez ni engaño.
¿Qué encontramos si miramos su rostro? Alguien nos diría ¿qué vemos si describimos
su personalidad? En ese rostro leemos lo que en él se refleja y la humanidad que
transmite. Su personalidad fue muy compleja y rica. No hay ninguna duda que se mejor
retrato son sus propias obras; también su estilo literario la refleja. Escribe como es y es
como escribe.
Es un rostro de mujer. Teresa es mujer y gozó de serlo; lamentó que por serlo en esa
sociedad y en esa Iglesia androcéntrica no pudiera ser más libre. A veces se compara
con los varones y los admira pero quizás en sus palabras y en sus escritos se refleja una
fina ironía y en más de una ocasión les cuestiona por su falta de osadía para emprender
las grandes empresas de Dios. A pesar de su mucha racionalidad, Teresa es
apasionadamente afectiva. Su conversión definitiva la liberó de dependencias afectivas
y la dejó con una gran libertad para amar apasionadamente, sin peligros ni escrúpulos
morales. En el arte de amar sacó buena nota21
. Buena nota sacó, también, en la manera
de vivir la libertad. Juntar este aspecto a una mujer en el s. XVI es referirnos a algo casi
20
Estas seis últimas páginas están muy inspiradas en el Proyecto de Formación de la Compañía de Santa
Teresa. La congregación ha hecho, de manera muy acertada, una propuesta de formación en la que se es
muy fiel al gran principio de “humanizar humanizándose”. Las jóvenes religiosas de la Congregación se
humanizan con el pensamiento y el testimonio de mujer plena de Santa Teresa. El trabajo es muy valioso.
21
D. De Pablo Maroto, Teresa, doctora de una Iglesia en crisis, Monte Carmelo, Burgos, 1981
24
milagroso. Sin embargo, llegó a una estupenda vivencia de la libertad; más aún, como
escritora mística era más libre que sus mismos censores o teólogos. No se calló. Quería
dar “voces” y escribir con “muchas manos” para gritar el mundo y a la Iglesia lo que
ella sentía de Dios, de Jesús y del ser humano. Fuerte fue en ella, también, el sentido de
la verdad. No se cansa de confesar que escribía con verdad, exponiendo lo que sucedía y
anticipándose en muchos siglos a proponer ciertos temas.
También estuvo enriquecida con muchas cualidades humanas con las que consiguió
que varios enemigos se convirtieran en amigos. Su belleza natural era una de ellas;
también le sirvió mucho su gran optimismo y talante positivo ante las contrariedades de
su salud y de la vida. La ayudó mucho su carácter amable, su buen humor, el hablar
sincero y directo, su magnanimidad para compartir o dar; su agradecimiento, suavidad y
cercanía al que le tocaba sufrir.
Todo esto le llevó a Fray Luis de León a afirmar que su persona atraía a las gentes como
el imán al hierro. No hay duda que todo esto le dotó de una gran capacidad para
encontrarse con las personas y para derribar las barreras que le venían de las autoridades
tanto civiles como religiosas. Le lleva, también, a buscar y hacer vivo el recuerdo de la
gran Teresa. Pero va más lejos. Produce un sano e intenso enamoramiento de su persona
que es la mejor manera de hacerla presente en la memoria y en el día a día de nuestras
vidas.
Para completar este perfil de humanidad que supo encarnar, Teresa hace bien en desatar
varios aspectos que le llegan a uno espontáneamente después de estar un tiempo en
compañía de la Santa como me ha pasado a mí con ocasión de la elaboración de esta
reflexión. Vamos ahora a precisar los aspectos más importantes de este perfil y con
todos ellos daremos la verdadera imagen de la Santa.
- La interioridad.
Aspecto clave de la antropología teresiana. Recibe los nombres más diversos:
“interioridad disidente”, “espacio interior”, “intimidad sorprendida”, “introspección”,
“flujo de conciencia”. No hay duda que en la compañía de Teresa nos convertimos en
espectadores de su mundo interior y del nuestro. Para ello lo esencial es lo interior. Es
fuerte la expresión en este aspecto de Jesús Cotta: “Teresa es políticamente incorrecta y,
además, tan graciosa y natural la puñetera, que uno recibe como agua de mayo sus
confidencias”22
. Sabe impactar el alma que camina hacia la morada interior “donde Dios
vive”.
El centro comienza a ser lo fundamental y una auténtica fuente viva, el “brasero”; un
verdadero fuego que enciende otros fuegos. Hacia ese centro converge todo. Estamos
llamados a vivir centrados, conectados con Dios y con lo mejor de nosotros mismos.
Todo tiene que pasar por el corazón. Por supuesto que el modelo que usa para
reconstruir su interioridad es el propio de una mujer del S. XVI. Un gran acierto suyo es
juntar ese espacio interior con la intimidad personal.
- La autenticidad y verdad
22
J. Cotta, Teresa, mon amour: Teresa de Jesús, Mono Azul Editora, Sevilla, 2008
25
Lo interior es auténtico. La transparencia fue nota distintiva en Teresa de Ávila. Brota
de su interioridad. Lleva a conocer y expresar lo que somos con llaneza y simplicidad.
Transparencia que permite entrar en lo profundo de sus experiencias de humanidad, de
su visión y compartir sobre el ser humano. Bien sabemos que tendemos a vivir en lo
epidérmico, alguien ha dicho, como turistas del Espíritu tocándolo todo con los ojos,
los oídos y los labios pero sin llegar al corazón y a la meta y entrar en lo profundo.
Con harta frecuencia nos falta el silencio, el desierto, la escucha, la contemplación.
Poner los ojos en sí misma, en quien verdaderamente eres, procurar conocerse a sí
misma es de lo que saldrá el no hincharse como la rana y querer ser buey. Tiene otra
expresión todavía más atinada. Esta autenticidad nos hará andar en verdad (6M. 10,7)
que nace de un propio y humilde conocimiento (F 5,16).
Teresa prefiere lo natural sobre lo artificial y la llaneza frente a la afectación. En ella
hay una enorme sinceridad de vida. La naturalidad es la palabra “leitmotiv” que
impregna tanto la personalidad como la espiritualidad de esta mujer. Llaneza y claridad
son las dos dimensiones que marcan su lenguaje, su persona y su actuar. El camino de la
verdad fue su camino (V 1,5); Teresa, no es dada a las ceremonias y al cumplimiento.
Es impresionante la cantidad de veces que repite la palabra verdad al final del libro
sobre la Vida (V 40, 3-4).
Teresa pidió y testimonio coherencia de vida: “ser tales“–dirá con su lenguaje del siglo
XVI– que puedan orar con una disposición de su vida consecuente con la oración que
dirigen a Dios. De esa forma nos invita a asumir nuestra opción de VC con la máxima
coherencia.
“Procuremos ser tales que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios,
que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado para ayudar
ahora al Señor” (CP 3, 1-2). “Sería engañar el mundo otra cosa, hacernos pobres no lo
siendo de espíritu, sino en lo exterior” (CP 2, 3).
Pero no se trata de una respuesta motivada solamente por la fría reflexión de los hechos. Ya
hemos visto cómo ella asume la situación con toda su pasión y capacidad de amor. Amor a
la humanidad y amor a Dios a quien siente que también esta realidad le afecta. Y además y
sobre todo, Teresa recomienda poner en práctica el amor, ya que según ella el verdadero
amor “no está ocioso”.
- La audacia y la osadía
Solo con la verdad se puede llegar a la osadía. Para ella, la audacia y la osadía, son
santas y nacen de la fuerza interior que tuvo y, por supuesto, de su experiencia mística.
Poseen audacia los que son lúcidos en la comprensión de sí mismos. “Oso decir que no
creáis a quien os dijere otra cosa” (M VI, 7,5).Teresa confiesa que “andaban los
tiempos recios” (V 33,5), pero no se para; sigue adelante. No hay duda que en todo
momento pone de manifiesto un optimismo antropológico. La audacia o determinación
es más necesaria que nunca para “aventurar” la vida. A más de uno de Teresa lo que le
fascina es justamente el exceso, el autoconocimiento. Ella no se para.
La audacia y la osadía teresianas se extienden a todos los ámbitos de la vida; por eso
llega con tanta facilidad a la determinada determinación. Habla de “santa osadía” (C
41,4) y de la que lleva a la perseverancia. No hay que pararse, venga lo que viniere,
suceda lo que sucediere, trabaje lo que trabajare, murmure quien murmurare, siquiera
26
llega allá, siquiera se muera en el camino” (C 21,2). A Teresa no le paran las
dificultades, las tentaciones y tampoco los peligros. Multiplica el bien. Es atrevida y
arriesgada, afrontar lo difícil que para nada le paraliza.
El contacto con Teresa lleva a sentir que es la hora de buscar alternativas a tantas
propuestas ensayadas que no han sido generadoras de vida; que es bueno apostar por
alternativas que giren alrededor de la indignación y creatividad de las nuevas
generaciones; alternativas que brotan de la auténtica compasión ante los nuevos rostros
de la pobreza; alternativas para vivir en armonía con la creación desde un aprendizaje
humilde de la sabiduría de nuestra mejor tradición; alternativas que se empeñan en
mantener y desarrollar el gran tesoro de la reflexión teológica desde una perspectiva
interdisciplinaria como camino de acompañamiento espiritual hacia una fe cada vez más
honda, más alegre, más libre y liberadora; alternativas que apuntan desde una visión de
Iglesia como pueblo de Dios a una verdadera comunión eclesial, de respeto y
colaboración mutua.
Pero hay una alternativa para Teresa que es de vida o muerte. Lo formula con una
imagen impactante: El mundo está ardiendo. Atención y urgencia a lo que está pasando:
“¡Oh Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin fatigarse mucho! ¿Qué es esto
(que sucede) ahora con los cristianos? ¿Siempre han de ser los que más os deben, los que os
fatiguen? Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo... ¿Y hemos de
gastar tiempo en cosas que por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en
el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca
importancia” (CP 1, 5).
- La fraternidad
Solo con estas cualidades bien vividas se llega a la auténtica fraternidad. A Teresa la
audacia le viene de saber que no está sola. Dios me ha dado hermanas. De esa
convicción y realidad le viene una fuerza especial. “El Señor nos juntó” y “todas se han
de querer” y “se han de juntar”. Todo ello se puede dar cuando haya amor; no un amor
abstracto sino concreto como la persona de carne y hueso que está a mi lado. La
comunidad se debe convertir en escuela de amistad. Para ello no ayuda la masa sino los
pequeños grupos que permiten el ambiente y el trato familiar. Teresa fue una mujer
comunitaria y le ayudó mucho en ello su capacidad para comunicar, su simpatía y
apertura. “procuren ser amables”, “todas han de ser amigas”. La comunidad se rige
por el amor. A la priora la recomienda: “procure ser amada para que sea obedecida”
(Cons. 34). La vida comunitaria ha de ser el lugar que ayude a la transformación del ser
y en una lucha constante contra el egoísmo y eso en buena parte se consigue poniendo
por obra los pequeños servicios que cada día se nos ofrecen. La piedra de toque de
nuestras relaciones con Dios serán las relaciones establecidas en el seno de la
comunidad que llegan a convertirse en “una estrella que dará de sí gran resplandor” (V
32,11). Una buena intuición antropológica fue juntar la fraternidad a la comunidad y la
comunidad a la fraternidad.
Amó apasionadamente a sus hermanas; amó con intensidad. De ella también podemos
decir que el mal lo hizo mal y el bien lo hizo muy bien. Contagió el bien. Disfrutó con
la fiesta, las coplas, el canto y lo lúdico. Todo en ella era, en buena ley, parte del
universo teresiano. Nos introduce en el mundo de lo gratuito que es tan importante en
27
la vida. Para Teresa el amor se coloca en el vértice y su práctica incluye la dimensión
comunitaria y la actitud fraterna.
Esa fraternidad hay que cultivarla. No se consigue recordando insistentemente derechos
y deberes. Es importante, también, dedicar tiempo a “lo que más gusto les diere” y a
“procurar holgaros” y eso es la recreación (C 7,7). En ella se refresca el corazón. Por lo
mismo, ésta no se ha de suprimir cuando comulgan como sugerían algunos visitadores
(Carta 144, 2).
- La libertad.
En la auténtica fraternidad no falta la libertad. Brota espontáneamente. ¡Qué libres son
en sus relaciones los que bien se aman! Para Teresa es la ofrenda de sí misma por amor
y no tiene nada que ver con el pensamiento de Sartre: “El hombre es condenado a ser
libre”. Por el contrario, la libertad en Teresa está en función de la Verdad y del amor;
es uno de los atributos más elevados de la persona y la hace a ésta, en cierto modo,
semejante a Dios.
Ninguna otra criatura está adornada con esta potestad. La libertad es potestad que hace a
la persona capaz de elegir entre Dios y lo que no es Dios, ante lo cual hasta el mismo
Dios se detiene. Ver la vida en clave de libertad era es mucho para el siglo XVI y para
que lo diga una mujer, una monja y abulense. Pero esa libertad es algo muy grande ya
que lleva a Teresa a “mirar como desde lo alto”. El vuelo es aquí la gran metáfora de la
libertad: ahora le “nacieron alas para bien volar”.
La propia interioridad es concebida como espacio de libertad. Pero toma forma frente a
los demás y frente a las cosas que tanta veces nos quitan la libertad de espíritu ya que
nos atan, nos lían y nos apegan. Por eso la libertad se ha de procurar y para ello un buen
camino es “desasirse de lo creado”. El mensaje frente al consumismo actual es muy
claro.
La personase humaniza, se va haciendo libre en la medida en que opta por amar,
aceptando y superando, con realismo y conciencia, el sufrimiento y los límites que le
imponen su fragilidad y su situacióni
. Desde su propia libertad asume su proceso de
dignificación. Somos responsables de las relaciones que vivimos en nuestros contextos,
nos forman y los formamos a medida que ahondamos nuestra condición de personas
libres y liberadas.
- La alegría
Si hay algo que es libre es la alegría. Esta no se puede imponer. Ambas dimensiones del
ser humano en la Santa están conectadas. “Las cosas del alma siempre se han de
considerar con plenitud, anchura y grandeza” (1 M 2,8). Se tiene que caminar con buen
ánimo y el cultivo de la mentalidad positiva. Teresa alimenta esa alegría con la mística
del gozo; ese gozo que se experimenta en la auténtica contemplación que transciende
todo discurso y lleva a disfrutar la vida como puro don y regalo –“allí va guisado lo que
ha de comer”. El humor teresiano aflora continuamente y se expresa en el reírse de uno
28
mismo, de la vida y del propio decir. Es expresión de madurez humana y de una
felicidad cultivada y contagiada.
El contento interior y la alegría son ingredientes claves de la espiritualidad teresiana y
también del vivir bien. El contento tiene una dimensión hacia dentro y otra de alteridad,
de apertura a los demás. Se trata de dar contento a los otros y por supuesto a sí mismo.
“En esto me daba el Señor gracia, en dar contento adondequiera que estuviere” (V 2,8).
La santa lo repitió varias veces que “el contento y la alegría a diferencia de los recursos
de la vida humana no disminuyen al darse, sino que crecen. Cuanto más felices hacemos
a los demás más felices somos. Por lo demás como ocurre con el amor: Y crece la
caridad con ser comunicada” (V 7,22). Así escribe y así habla la misma que había
escrito que “la vida es una mala noche en una mala posada”.
Solía repetir con frecuencia: “Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía” y tenía
muy claro que “un santo triste es un triste santo” y añadía: “Dios nos libre de los santos
encapotados”. Le gustaba el buen humor y la sencillez y tenía la boca llena de alegría.
Esto le ayudó a que se le abrieran muchas puertas y se le facilitaran las diversas
relaciones. Pero también le creó dificultades entre los que no creían compatible la
santidad y la alegría y hacían del buen humor sinónimo de superficialidad y la ligereza.
Teresa ofrece un camino de alegría evangélica. Un claro síntoma de cambio para la Santa
fue el ingrediente de la alegría con el que organiza la vida religiosa reformada (F 13, 5).
Esta alegría penetra las estructuras, los horarios, el tono formativo. El hecho de ser monja
es para ella una fuente de alegría (V 35, 12). En la vida consagrada encuentra fuentes de
alegría: la pobreza evangélica, la acogida del pobre, la fraternidad comunitaria, las gracias
místicas. Está claro que “la alegría interior” es ingrediente indispensable del humanismo
teresiano. La vida consagrada hoy se tiene que hacer eco de la vida de Teresa y asumir su
experiencia evangélica de la felicidad. Son enormes las consecuencias que trae una vida
religiosa triste y manifiestamente infeliz. La interpelación principal que nos producen las
palabras y el testimonio de Teresa es que si no conseguimos estar felices en la vida
consagrada hay que cambiar la vida consagrada o dejar la vida consagrada.
- La humildad
La humildad entra en esta presentación no por la ventana sino por la puerta. No se
puede hablar de Teresa sin referirse a la humildad y a continuación de la alegría. Y eso
aunque pueda parecer lo contrario. Para Teresa es el ejercicio principal de la oración (C
17,1). Es indispensable para crecer. La humildad para Teresa es “andar en verdad” (6
M 10,7) y andar así regala ánimo y tranquilidad para todo. Es fundamental entender
bien la humildad porque si no, se puede bloquear todo el camino y hacer mucho daño.
Humildad no es “encogerse” ya que un alma apretada no puede agradar a Dios. A la
humildad Teresa le da cuatro dimensiones: andar en verdad delante de Dios, delante de
nosotros mismos, delante de los demás y del mundo. Vivir en humildad es una actitud
muy noble, profundamente cristiana y humana. Hay que superar la aceptación popular
que reduce la humildad a ser una persona apocada, callada y sufrida. La verdadera
humildad integra muy bien las diferentes relaciones entre Dios, el mundo, los demás y
el yo.
Con todo lo que fue e hizo, sin embargo, es grande su insistencia en que hay que
cimentarse en la humildad; es la dama ante la que Dios se rinde. Además, para ella no
29
puede haber humildad sin amor ni amor sin humildad (C 16,3). En fin, acertó a ser
grande y humilde al mismo tiempo.
- La mente abierta y el corazón despierto
Teresa tiene siempre delante de si múltiples posibilidades; se le abren muchos caminos
por donde ir y llevar a Dios (C 5,5). Jesús busca desenmascarar al Dios de los celosos.
Según el evangelio el Dios de Jesús es un Dios que no se deja acaparar por una casta de
gentes pías y virtuosas. El desprecio del otro convierte en falsa automáticamente toda
relación con Dios y toda espiritualidad.
La mente abierta refleja y expresa un sano humanismo y pone en evidencia la calidad
humana de esta mujer, Teresa. De forma concreta la persona de mente abierta acierta
juntar la relativización y el ser audaces. La mente abierta evita que se encoja el ánimo y
se arrincone el ánima (C 41,8). Necesita que todo pase por el corazón. Da horizonte a
nuestros insignificantes accidentes de la vida cotidiana y relativiza nuestras pequeñas e
inevitables incoherencias diarias. Ensancha nuestra ánima. Es una invitación a vivir
siempre con un optimismo que bien le podemos llamar transcendente y al mismo
tiempo cordial.
Esa mente amplia se la dieron los libros. Tenía una gran adicción a la lectura. Teresa
fue una mujer culta23
. “Si no tenía libro nuevo no parece que tuviera contento” (V 2,1).
Se formó con mente abierta. Escuchaba a todos y de todo. Es larga la lista de fuentes
literarias que llegaron a formar parte del universo religioso teresiano. Teresa fue una
mujer muy cultivada y autodidacta; desconfiaba de la ignorancia y de los ignorantes.
Leer y escribir fueron para Teresa dos poderosas formas de orar.
Esa mente amplia le dio un corazón grande. Todo lo pasaba por él. Amaba lo que creía;
y como mujer, sobre todo, enseñaba a amar lo que se creía. Su cordialidad contribuyo a
ensanchar su mente y a acoger la verdad.
Sin olvidar esta encarnación que ella hizo de los diferentes aspectos de la persona
humana vamos a dar un paso más y describir la visión global de la persona humana que
Teresa tenía; será una presentación holística de su persona que nos permitirá dar el salto
a la persona humana en general. En ese momento haremos antropología pura y nos
ayudará la fenomenología, las más altas intuiciones místicas, la hermenéutica y el
lenguaje original de la Santa. Nos ayudará, sobre todo, la visión concreta que ella
misma tiene del ser humano en toda su amplitud y tanto en su dimensión de
interioridad como de apertura.
En Teresa la pasión por lo humano es fundamental cuando se analiza su visión
antropológica; ella habla del ser humano hablando de sí misma y su discurso es el de
una mujer autónoma, libre, audaz, con fuerte interioridad y contemplativa. Contará,
también, el buen humor y la sororidad. De todo ello se sirve para entrar en la aventura
espiritual en la que Santa Teresa se metió.
En ella el hilo para hacer el camino es la determinación. En el crecimiento está en juego
algo muy importante: una existencia con sentido. Ahí reside el secreto de la felicidad.
23
T. Álvarez, Cultura de una mujer del s. XVI, el caso de Santa Teresa de Jesús, Monte Carmelo, Burgos,
2006
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CONGRESO TERESIANO CHILE - P. José María Arnaiz sm: La mirada antropológica de Teresa de Jesús

  • 1. 1 Teresa de Jesús pensó y procedió a la medida de lo más auténticamente humano Teresa de Jesús transparentó humanidad; leerla, escucharla y hacerse presente en su diario vivir es vislumbrar y confirmarse de una realización humana plena; es poder identificar lo más auténticamente humano y ponerlo nombre. Con ella y por ella podemos intuir y penetrar en el misterio del ser humano. Además, Teresa fue una persona transparente. Evocando sus palabras, sus gestos y su actuar se asiste, en directo, a la transmisión de su intimidad, realidad intensa y llena de novedad y sorpresas, la propia de una mujer maravillosa de la España del S. XVI. Comienzo esta reflexión haciéndome eco de unas palabras del poeta Gabriel y Galán que reflejan este mismo pensamiento. Teresa fue: “Mujer de inteligencia peregrina Y corazón sublime de cristiana. Fue muy divina cuanto más humana, Más humana cuanto más divina”. Teresa llega a la historia en un momento en que no pocos piensan que para acercarse a Dios hay que alejarse de lo humano. Su gran propuesta es otra. El camino para acercarse al Padre es el que Dios hizo para acercarse al ser humano: humanizarse. Ese camino a no pocos les daba y les da miedo. Sin embargo, eso es Jesús encarnado. No lo olvidemos, nuestros instintos de “endiosamiento” a veces son más fuertes que la sencillez de lo humano. I. Teresa, en clave antropológica De entrada quiero presentar lo más significativo del marco referencial de la antropología de nuestros días. También quiero señalar como Teresa encaja adecuadamente en esta temática. Por supuesto que la palabra “antropología” no la habrá escuchado ni pronunciado nunca en su vida. Sin embargo quiso y supo vivir plenamente su condición de ser humano, de mujer, creyente seguidara de alguien que se hizo plenamente hombre. La transmisión de la película de la historia de Teresa de Ávila, vista en clave antropológica, tiene cuatro actos. Su relación  con Dios,  con ella misma,  con las demás y los demás seres humanos  y con el creado. Para ella, digámoslo de entrada, la persona es una fuente de relaciones; más aún, está hecha de relaciones (GS 13). Es original e intenso su modo de dirigirse e intercambiar
  • 2. 2 con Dios y de quedar en contemplación; se desnuda de sí misma y sin ningún pudor da cuenta de su vida. Ésta es su relación más fuerte y la que marca con la debida tonalidad todas las demás. Teresa llega a una fusión total con Dios que la lleva a exclamar en un gesto de absoluta entrega al Señor: “Vuestra soy”1 . Sus vivencias más profundas van en esta línea y ayudan a conocerla en su zona más personal, en su otra relación fuerte en la que entra en la intimidad y desde la que engancha con Dios y también con quienes la rodean. “Habla de Dios hablando de sí misma”. “El conocimiento propio es el pan con el que todos los manjares se han de comer” (V 14,15). En el horizonte de su interioridad aparece Dios. Pasa del yo al “Tú” divino. Damos un paso más. Teresa transmite y entra en comunión con sus hermanas y las personas más diversas que encuentra en sus caminos de gran andariega. Escuchó muchas veces que bastaba la relación con Dios y sobraban las amistades con otros de los que había que sospechar; Teresa con mucha fuerza y atrevimiento afirmará de un modo tajante que para tratar a Dios vienen bien los amigos (CE 11,4). En fin, toca la tierra, la naturaleza, la realidad creada y lo hace a través de su cuerpo de mujer, de sus manos y de sus ojos que contemplan admirados y nada menos que a Dios creador presente en su obra, la creación. En su vida cuentan mucho los animales y las plantas, los caminos y las montañas; “el agua que late en el aljibe”. “Un agua trae otra agua” (V 19,2). “Nosotras no somos ángeles, sino que tenemos cuerpo; queremos hacernos ángeles estando en la tierra y eso es desatino” (V 22,10). La relacionalidad es clave en la persona humana. Todas estas relaciones, a las que nos hemos referido, bien combinadas nos hacen originales, singulares y nos llevan a una vida plena. Debajo de las palabras hay todo un mundo por descubrir y hay una vida por experimentar. Esto se puede advertir fácilmente en Teresa, esa mujer que no tiene máscaras ni disfraces y sí una gran intensidad vital. Se desnuda ante sus lectores y ante la grandeza de los paisajes castellanos. Todo proceso auténtico de humanización es una fuente interior de relación cuya dinámica de intercambio es la misma; supone una concienciación de las relaciones que establecemos y de sus motivaciones. Surge una nueva relacionalidad, que nos humaniza y potencia. Así nos la describe Clara Temporelli:“Viviendo la amistad como un don que libera de la soledad, del orgullo, del individualismo, desde la ética del cuidado y la justicia. La amistad es humildad para reconocer que necesitamos ayuda, que necesitamos cuidar y ser cuidadas, que necesitamos dar y recibir apoyos gratuitos, que necesitamos dar y recibir afecto y comunicación transparente, y desarrollar esa capacidad para hacer compañía al espíritu de otra persona desde la experiencia de una alianza fiable” (“Amigas fuertes de Dios”, 2. ODN, Compañía de María). También con el aporte de la Antropología de nuestros días es importante afirmar de entrada que en Teresa, hablar de Dios es hablar del ser humano; del ser humano que es espiritual; con frecuencia se refiere a la “vida en el Espíritu”; contempla la gracia como fuente de liberación y camino de libertad; a Teresa la mueve el Espíritu; ella escribe orando y vive cultivando la vida del espíritu que hay en ella. Hablar de la vida es hablar del ser humano que es sique, alma y latido. “Tal vez se reían de mí, y hasta dirán que todo eso está muy claro y tendrán razón; aunque para mí fue difícil de comprender durante algún tiempo. Bien entendía que tenia alma: más no entendía lo que merecía esta alma y quién está dentro de ella, pues las vanidades de la vida me impedían verlo” 1 A. Crespo Hidalgo, Fuga y retorno de Teresa, la secreta seducción de Teresa de Ávila, San Pablo, Madrid, 2015
  • 3. 3 (CP 32). Hablar del ser humano es hablar del cuerpo, de la naturaleza; es hablar del ser corporal. La corporeidad fue muy importante en Teresa; corporeidad que a veces es presentada en contraste, y para nada en oposición, con la mística. Por eso se enfrenta a algunas corrientes espiritualistas que afirmaban que era necesario huir de las cosas corpóreas para avanzar en el espíritu. A mí no me harán confesar que es buen camino (6M 7,5). La palabra encarnación, la realidad del Cristo encarnado marcó el pensamiento y el proceder de la Santa; como su maestro, Jesús, ella también se encarnó en el diario vivir. Fue una mujer del día a día, de lo cotidiano y del compromiso. Estas tres dimensiones para Teresa nos determinan a hacer, a conseguir que la humanidad en ella acontezca, se realice. Tuvo una conciencia clara que era lo que hacía y que sus acciones eran relevantes. Al proceder y actuar se da cuenta que todo lo auténticamente humano es espiritual, síquico y corporal. Ella sabía que oraba con su cuerpo y con su alma; ella juntó, aprendió y enseñó a juntar e integrar las tres realidades. Necesitó hacerlo para ser mujer plena en esos días, reformadora y, sobre todo, enamorada de Dios. Su modo atrevido de proceder hizo que Teresa llegara a ser una de las figuras más fascinantes de la historia. Me atrevería a decir, que ella misma intuyó esta realidad: “¿No es linda cosa que una pobre monja de San José puede llegar a señorear toda la tierra y los elementos?“ (CP 19,4). Y también una mujer fuerte, apasionada y plenamente humana. Alguien se ha animado a llamarla “la mujer de lo imposible” (Mario Escobar)2 ya que su vida fue una extraordinaria manifestación de la misericordia de Dios”. Es una mujer que luchó por reformar una congregación religiosa y terminó reformando la espiritualidad de todo un imperio. Teresa es la Teresa de todos nosotros; su vida es la vida de una mujer fuerte que trató de hacer realidad lo imposible y de inmediato. Su modo de vivir su realidad humana se convirtió en una propuesta para su tiempo. Ahora ella nos hace propuestas serias a las mujeres y hombres de este siglo XXI. Tiene un aporte antropológico consistente y valioso. Pero he podido darme cuenta que muchas veces está gran intuición y propuesta está ausente o no suficientemente bien presentada en las síntesis que se hacen de su mensaje y de su testimonio de vida. Se ha dado un gran paso en lo que llamamos “teresianismo”; ya para nada es un estudio espiritual y devoto y por supuesto, menos aún virtuoso y milagrero. No dudo que hoy existen estupendos trabajos sobre su teología y su espiritualidad. Se ha hecho con el aporte de la historia, la sociología, la filosofía, la Sagrada escritura, la sicología y la espiritualidad y, por supuesto, de la teología. Falta el aporte más explicito de la antropología y no dudo que toca el turno a los buenos antropólogos para ahondar este tema; su aporte siempre será una novedad. Así será ya que lo que escribió y lo que vivió está lleno de maravillosas intuiciones antropológicas. Más aún, ir en esa dirección es un estupendo modo de acercar a Santa Teresa a la sensibilidad religiosa de nuestros días. Destacar la dimensión antropológica de la santa contribuirá a una rica visión de las transformaciones que el ser humano está llamado a hacer en nuestros días. Veamos esta sugerencia en la perspectiva de que los ricos y variados aspectos no se van a agotar nunca más. Ello contribuirá a resignificar la figura genial de Santa Teresa; a hacer que la Santa esté siempre de actualidad. 2 M. Escobar, La mujer de lo imposible, Teresa de Ávila, Stella Maris, Barcelona, 2015
  • 4. 4 Identificar bien la antropología subyacente al pensamiento y proceder teresiano ha sido mi gran intención y propósito pero debo reconocer ante ustedes, público que me escucha, que a medida que avanzaba en el estudio me daba cuenta que no estaba suficientemente iniciado en el conjunto del teresianismo. Por lo mismo, debo confesar que fue más que un poco atrevido o inconsciente de mí parte, el aceptar la presentación de este tema. Con este tema, con esta reflexión podemos asumir algo maravilloso. Teresa en cierto modo se inmortalizo; hizo y propuso muchas cosas “para siempre”. No es normal cambiar de “ruota” y dejar de lado lo que es significativo: “No, hermanas mías, no es tiempo con Dios de negocios de poca importancia”. No es fácil cambiar el teclado de la escucha; Teresa lo escribe a los jóvenes del tiempo; no hay duda que les quiere hacer solidarios y consistentes y para ello no conviene cambiar el teclado de la escucha. Sus grandes intuiciones antropológicas están llenas de fuerza y de originalidad. Han perdurado porque venían de la mejor tradición; muchas de ellas del Evangelio. Por eso y para eso Teresa, se hizo protagonista de su vida; supo echar para adelante, ser concreta y decidida, sin complejos ni debilidades “femeninas”; fue organizadora de la vida de otros y no solo mujeres sino también hombres. Es santa de verdad pero para conseguirlo no se amoldó a los cánones machistas. Fue mujer fuera donde las haya. Vivió una unión mística con Jesús de dónde le viene un empuje y visión del mundo maravillosa. De ahí le llega una fuerza única para ser defensora de la dignidad humana frente a discriminaciones por motivos sociales o religiosos. Teresa nunca se rindió en esta batalla pero sufrió, sin duda, la discriminación tremenda de la mujer de su tiempo. Como ella misma expresó, le molestó mucho que el mundo tuviera “acorraladas” a las mujeres y no tuvo ambages en confesar que veía “tanto amor y más fe en las mujeres” que en los hombres. Fue mujer en una Iglesia de hombres. La tenemos que considerar como un aldabonazo del mejor humanismo y para meditar sobre el papel de la mujer en la Iglesia en su tiempo y en el nuestro. Fundó su gran opción en la verdad; su vida fue una búsqueda apasionada de la verdad. La buscó por todos los caminos: escrituras, libros religiosos, predicadores, teólogos y letrados. El conocimiento de la verdad fue uno de los empeños que más tiempo y trabajo le costaron (C 3,2). De todas formas para ella “el libro vivo” (V 26,2) fue el Señor y en él es donde más aprendió. Fue su mejor fuente de referencia. No se puede dejar de decir que vive su condición de mujer en unos días en que la mujer no tenía acceso a los estudios y era mal visto que supiera leer. Se afirmaba que estaba inclinada al mal y era manipulable por el demonio. Era solo un objeto y siempre sometida al hombre. Estaba acorralada y debía llorar en secreto lo que no podía decir en público. Duro es saber que cuando algunos contemporáneos trataban de alabar a Teresa llegaban a decir que “no parecía mujer” o que “tenia ánimos de varón”. A pesar de todos estos prejuicios Teresa defiende y pone por obra el derecho de la mujer a pensar por sí misma y a tomar decisiones. Le abre su corazón al Señor y le dice: "Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo no aborrecisteis a las mujeres. Antes las favorecisteis siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres… “3 . La frase se completaba con un tú no cambias, Señor. Sigues queriendo lo mismo. 3 P. S. A. Donoso Brant, Santa Teresa de Jesús nos habla de Dios, Monte Carmelo, Burgos, 2015
  • 5. 5 Así, también, llegamos a asombrarnos por estar ante una mujer humanísima y de una riqueza y variedad de experiencias que después de 500 años nos sigue asombrando y descolocando. Ella tiene un método que nace de la principal dimensión de su realización humana, la oración. Es una orante. Detrás de esta opción de vida hay toda una visión del ser humano. Para ella se aprende a orar orando; se aprende a ser persona humana ejercitándonos en el arte del pensar, sentir, crear, amar y proceder en la oración. Trató de cincelar un estilo de vida4 . Para ello Teresa se da cuenta que tiene que definirse en una serie de facetas: en la pobreza, lo femenino, el vigor, la fortaleza, el amor, la libertad, la cruz, la alegría, su pertenencia y vinculación con instituciones y grupos como la Iglesia. Todo ello contribuirá a cincelar poco a poco el estilo personal y comunitario de su vida. Todo ello lleva a andar en verdad y de tal forma que no sea necesario “retractarse”. Una palabra sobre el estilo de esta presentación. En ella se trata de tener una conversación de Teresa con los que deseamos vivir de una manera apasionante la experiencia sana y positiva de nuestra condición humana y enfocada hacia la libertad del amor y hacia el amor de la libertad; en el fondo, para quienes queremos andar el camino del crecimiento, la maduración y la integración basado en la confianza en Dios y en el ser humano y que pretenda adentrarse en lo profundo de su vida. La experiencia de humanización vivida por Teresa nos abre un abanico de posibilidades y anima a avanzar. “Iré hablando con ellas” (Inicio del libro de las Moradas). Siglos después sigue hablando con nosotros y entre otras cosas para que “nos hagamos espaldas unos a otros entre los que sirven a Dios para ir adelante” (V 7,22). Esto se ha escrito para quienes desean crecer en humanidad a partir de la experiencia de humanidad de Teresa; experiencia abierta pero no indefinida; llena de sabiduría y con estupendas intuiciones del misterio profundo del ser humano y de Dios. En nuestro modo de proceder, dejaremos mucho la palabra a Teresa. La saborearemos y si es posible la recrearemos en nuestro contexto. No dudamos que ella nos dará concreción y también horizonte. Será para nosotros trampolín para ir más arriba y más allá. Partiendo de esa palabra llegaremos a cinco grandes secciones de la presentación. En este año Teresiano es importante conocer y desarrollar la antropología que subyace al pensamiento de Santa Teresa. Está claro que la mediación de la humanidad de Cristo fue central en el pensamiento y en el proceder de la Santa. Su humanidad puede influir, a su vez, en nuestro pensamiento y modo de proceder. Para ello, va a ser importante tratar: - La visión del ser humano que tuvo Teresa, mujer del s. XVI - El rostro humano de Teresa: ¿qué perfil encarnó y nos ofrece? - ¿Cómo se ejercitó en humanidad? - ¿Qué nos propone a las mujeres y hombres del siglo XXI? II. La visión del ser humano que tuvo Teresa 4 T. Álvarez, Comentarios al Camino de perfección, Monte Carmelo, Burgos, 2011
  • 6. 6 Desde hace años tengo una costumbre que por supuesto considero buena. Para conocer y situar el tono vital y espiritual de las personas cercanas suelo hacerles una pregunta: ¿qué es para ti el ser humano? ¿Dibújalo, descríbelo y nárralo? Alguno podría pensar que es una pregunta genérica; sin embargo, delata muy bien la calidad y experiencia espiritual de las diferentes personas. Por supuesto que la pregunta no es de libro y por tanto menos tiene que serlo la respuesta. Algunas de las respuestas me ha impactado y otras me han decepcionado. ¡Qué imagen y que experiencia tan pobre tenemos a veces de la persona humana! Con alguna frecuencia nos quedamos en la caricatura. Es la pregunta que ahora le hacemos a Teresa. Puede ser que nos diga: “Tomen el libro de la Vida y háganle hablar y nos mostrará la imagen del ser humano que yo tenía; la que había grabado en mi corazón con la fuerza de la oración e impreso en los folios escritos de mi puño y letra”. Entremos en la presentación de esta respuesta. Teresa para ser plenamente ser humano miró a Jesús. Así ella también descubrió, se motivó y encarnó el valor divino de lo humano y el valor humano de lo divino. No podía ser de otra manera ya que de las cuatro relaciones de la persona humana, a las que ya hemos hecho alusión, la más fuerte y central en Teresa es la relación Dios, en Jesucristo-Ser humano. Ella nos va a repetir que cuando se vive una real experiencia de Dios se despliega un dinamismo humano, fuerte, intenso y rico que se advierte en el pensamiento, la cultura, la expresión artística, literaria, el compromiso social y el actuar cotidiano y el modo de sentir y proceder. Teresa invita a “ver, palpar y oír a Jesús”. De las manos de Santa Teresa estamos invitados a acercarnos a la persona humana y como a Jesús “contemplarla y verla”; eso es algo incontenible y se tiene que comunicar. Así emerge una capacidad creadora maravillosa que toca las más altas cuotas del espíritu y se transforma en contemplación5 . Para ella todo gira en torno al Cristo humanado y de forma concreta hecho pinturas, grabados, esculturas, narración. “Miremos al glorioso San Pablo, que parece se le llenaba la boca siempre con Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado… de algunos santos… y no iban por otro camino que este de la humanidad de Jesús” (V 22,7). “Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos imaginarle a él humano (V 22, 9).Para ella el arte era “el fulgor de la gracia”. De una u otra forma Teresa supo que la dimensión fundamental de la persona humana es espontáneamente concebida como vertical, finalizada en Dios; la suya es una antropología marcadamente teologal; supo que entre naturaleza y gracia se da complementariedad; pero también supo de la visión dualista del hombre y de la creación, de lo natural y lo sobrenatural y que la gracia era algo extraño a la naturaleza. Sin embargo, para ella está claro que “el hombre solo tiene una vocación y esta es divina” (GS 22). El gran aporte de Teresa, la mística, consiste en haber vivido e invitado a vivir que somos plena comunión con Dios y para hacerla realidad se da en nosotros un dinamismo interior que culmina en esta unión con Dios y tiende así a la realización plena. El ser humano es “capaz de Dios”. Mérito, también, de la Santa ha sido el descubrimiento de la interioridad de la persona humana, en la línea de la subjetividad moderna y que es capaz de abrirla a una intersubjetividad muy bien ejercitada. ¡Qué bien llega al interior de su alma! (V 4,7) pero lo hace en conversación con los lectores a los que tiene siempre presentes por su modo coloquial de escribir (CE 19,1). 5 E. A. Moreno Sancho, La imagen de Cristo en la contemplación de Santa Teresa, Monte Carmelo, Burgos, 2007ediencia y Transgresión, Monte Carmelo, Burgos, 2015
  • 7. 7 Teresa va intuyendo los elementos fundamentales de su antropología en su itinerario místico espiritual. Nos revela y transmite la “verdad” sobre el ser humano al compartir y casi revelarnos su experiencia mística. Su antropología es muy experiencial. La protagonista de esta propuesta es alguien configurada en Cristo en todos los aspectos. Pero configurada de tal modo que los valores de carácter y psique de Teresa no quedan anulados; se transforman. Todo en ella queda potenciado y vivificado por la gracia. Ella misma se da cuenta que la verdad de este conocimiento no aturde sino que despierta para más amar y servir a Dios. No hay duda que tuvo un profundo y original conocimiento de sí. Así se puede ver en la sexta y séptima Morada. En virtud de este conocimiento, impulsado por la dialéctica del amor, la persona alcanza la verdad. Verdad que para Teresa no es un “que” sino un “quien”, una persona marcada por el amor y el conocimiento que son una sola cosa. En cierto sentido, Teresa no se configura consigo misma sino con Cristo. De ahí nace en ella un gran deseo: “¡Oh, libre albedrío tan esclavo de tu libertad sino vives clavado con el temor y amor de quién te ha creado! ¡Oh, cuándo llegará el feliz día en que te veas anegado en el océano infinito de la suma Verdad, donde ya no será libre para pecar ni querrás serlo, porque estarás protegido de toda miseria y naturalizado con la vida misma de Dios” (Exclamaciones 17,4)6 . El aporte de Teresa es la versión cristiana más completa e íntegra de la subjetividad humana y tiene el mérito de hablar de lo que ha vivido. “De lo que no hay experiencia mal se puede dar razón cierta” (M 6, 9,4). Así llega a convertir la oración en la esencia del cristianismo ya que acierta a actualizarla por medio del amor. Casi me atrevería a decir en el elemento clave de su antropología; por eso escucha la voz del Amado: “Conócete en mí” y te conocerás muy bien a ti. Por eso nos repetirá que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Jesús. Esta es la imagen que Teresa lleva gravada en el alma (V 37,4). Por tanto, “miradle” es la consigna para eso; le importa “tener una imagen o retrato de este Señor” (C 26,9). Para ella seguirlo pasa por “poner los ojos en Jesús” (C 2,1). Por una gracia especial que recibe esa imagen se convierte en “imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo vivo… que es el mismo Señor”. (V 28,8). Esa imagen queda esculpida en el alma como en un espejo hasta convertirse en una compañía ininterrumpida (M 6 7,9; 8 1-9). Desaparece por el pecado que en Teresa tiene una clara dimensión antropológica: no es solo ofensa a Dios sino también mal para el hombre. El hombre nuevo es otro tema de la antropología teresiana. Corresponde a la imagen paulina de la realidad pascual que es renovación y santificación; tiene su origen en la nueva existencia histórica inaugurada por la resurrección de Cristo que nos hace pasar de la muerte a la vida, o mejor aún nos lleva a dar la vida. Lo mismo que ocurre con el gusano “grande y feo” que se transforma “en una mariposica blanca, muy graciosa” (M 5, 2,2). Cristo nos convierte en nueva criatura y el efecto primordial de esta transformación es la dilatación de la caridad (M 5, 2,12) que hace crecer en nosotros el deseo de servir. “¡Muera, muera este gusano, como lo hace en acabando de hacer lo que ha creado! Y veréis cómo vemos a Dios y nos vemos tan metidas en su grandeza como lo está este gusanillo en este capucho” (M 5, 2,6). 6 J.M. Morilla Delgado, Conócete en mí, itinerario místico experiencial en Teresa de Ávila, Monte Carmelo, Burgos, 2015
  • 8. 8 Para Santa Teresa ya existía la expresión de “hombre nuevo”, ser humano que se hace tal recorriendo el camino de las bienaventuranzas7 . Teresa nos ofrece un itinerario; itinerario que ella aclara, vive y anima a vivir. Las bienaventuranzas nos hacen llamados, discípulos y amigos; y en ella todo pasa por una etapa de adolescencia, juventud y madurez del hombre nuevo. Para precisar este proceso lo mejor es seguir las propuestas que hace en Las Moradas o el Castillo interior. Siete serán las moradas para llegar hasta la Trinidad. Para alcanzar esa plenitud de humanidad se precisa “ascética” o pasos de transición hasta llegar a los pasos de unión. Santa Teresa pide tres actitudes esenciales: conocimiento personal, conversión y humildad. Conociéndose a uno mismo conoce uno a Cristo y conociendo a Cristo se conoce uno a sí mismo. La conversión es la actitud de progreso en la vida humana. La humildad es el “humus” imprescindible para avanzar en la identidad personal. Humildad es “andar en verdad ante Dios, los demás y uno mismo”. No hay duda que el ser humano nuevo tiene que ser hombre y mujer de su tiempo y estar marcado por determinadas convicciones y hacer de esto mismo un modo de vivir. Teresa nos dirá que la identidad del ser humano nuevo no es únicamente el resultado de una opción personal ni de unas opciones discontinuas tomadas a lo largo de la vida sino el fruto, sobre todo, del don de Dios que configura al ser humano de una manera nueva. Para Teresa está claro que “al revelarnos lo que es el ser humano, Jesús nos ha mostrado también el camino que hay que recorrer para alcanzar la plena realización humana” (CC 180, 4). No hay ninguna duda que “los grados de oración enseñados por Santa Teresa representan otros tantos grados de superación y ascenso hacia la humanización plena; la que ella buscó y la que estamos queriendo vivir en el s. XXI. Para evocar esta visión haremos uso de sus grandes escritos. En ellos encontramos cuatro caminos o métodos diversos para hacer antropología. Alguno de ellos original y novedoso para nuestros días: 1. El libro de la Vida que nos lleva a una antropología narrativa. Así es. En él se nos cuenta la trayectoria de una reformadora, santa y sobre todo enamorada de Dios. Teresa es una de las figuras más fascinantes de la historia española. Pero también fue una mujer fuerte, apasionada y profundamente humana. Su vida ha dado para la reflexión profunda y también para las historias noveladas o las novelas históricas. Esa trayectoria de humanización seguida por Santa Teresa conmueve. Esa humanidad plena es alcanzable si nos lo proponemos de verdad como lo es la santidad8 . Bien se entiende y se toma conciencia de ese empeño leyendo las palabras de José Hierro: “Alegría es sentir el alma, en cada instante, nuestra y viva. Y es, cuando más se siente el alma cuando la llevamos herida” (José Hierro); y eso se cuenta y se narra. En este libro nos relata su vida y nos lleva a encontrarnos con el auténtico ser humano que ella encarnó; como bien se ha dicho, lo pondremos en clave de camino de humanización. Es una autobiografía y también una antropología narrativa. Sus experiencias cristológicas impregnan su visión de ser humano y se convierten en el hilo conductor de todos los acontecimientos de esa historia. La antropología narrativa relata y señala etapas y muestra procesos. 7 J. Galiana Guerrero, Realización del hombre nuevo, en el camino de las bienaventuranzas con Teresa de Jesús, Monte Carmelo, Burgos, 2015 8 I. Guerrero, Teresa de Jesús, La dama herida, San Pablo, Madrid, 2014
  • 9. 9 En este libro el huerto es el icono que recoge el pensamiento sobre lo humano. Por supuesto que la experiencia de realización humana es el pilar fundamental de la obra teresiana. El libro de la Vida es un texto con contexto y con sujeto. Un sujeto que se va haciendo y diciendo para él y para nosotros que lo leemos aunque el verdadero destinatario de los escritos de la Santa es Dios en persona ya que con él habla cuando escribe. En esa narración antropológica hay un proceso de lucha y de conquista; un claro intento de llegar a una meta. Se nos cuentan los detalles de una aventura humana. Existe un hilo de Ariadna salvador: la oración. Justamente en el c. XXII entra el tema clave de Teresa: la humanidad de Jesús, mediación absoluta para todo encuentro con Dios y con los demás. Por eso, a partir del capítulo siguiente se va a centrar en el espacio interior de Teresa. En la obra no falta el deterioro de la imagen del ser humano; Teresa acude a las imágenes y nos habla del infierno y de la noche. El dinamismo del amor se concreta en determinados rasgos y se desborda en los demás. Y las imágenes serán el agua viva y el fuego de las que ya hablaremos más adelante9 . Por supuesto que la imprescindible mediación de Cristo hombre es clave para Teresa. Sobre esta misma clave vuelve Teresa y con insistencia: “Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos hombre y le vemos con flaquezas y trabajos, y es compañía (V 22,10). Narrar, contar es una manera de describir y de decir. En el libro de la Vida Teresa narra su vida. Con esa narración dice mucho. Esas narraciones incluyen el diario vivir, los acontecimientos de familia, los milagros que hacía ya que tuvo fama de milagrera, los engaños del demonio, las fundaciones… Esta constatación viva de hechos de una u otra forma va acompañada de una interpretación profundamente antropológica: nuestra vida está hecha de fenómenos varios que marcan el camino por el que Dios nos lleva. En ese caminar no vamos solos. Ni nos debemos empeñar en llegar a la meta los primeros y solos sino a tiempo y bien acompañados (Machado). 2. El libro del Camino como una antropología humanista La oración de Santa Teresa en el Camino de perfección está planteada como un camino hacia lo plenitud de lo humano10 , como un viaje para dejar que Dios nos llene de verdad y de amor. En él invita a dejar de estar “huecas” en el interior (C 28,10). En realidad, Teresa nos presenta los auténticos elementos de la antropología humanista: las relaciones horizontales y la atención al espacio interior de la persona (C pról. 3). Humanismo y vida interior profunda son los dos pivotes en torno a los cuales Teresa hace girar su vida y su obra. La oración potencia todo lo humano. Todo ello hay que amalgamarlo con el amor, la libertad y la humildad. 9 R. Rossi, Teresa de Ávila, biografía de una escritora, Icaria, Barcelona, 1997 10 J. A. Marcos, Un viaje a la plenitud. El camino de perfección de Teresa de Jesús, Ed. Espiritualidad, Madrid, 2010
  • 10. 10 Uno de los grandes encantos y de los atractivos más poderosos del Camino de perfección es la asombrosa capacidad de estilo y lenguaje para escribir dialogando con todo el mundo, contigo y conmigo mismo. Ese lenguaje marca o brota de su manera de vivir y de orar. No hay duda que el proceder antropológico de Teresa la lleva a trazar el esbozo de un nuevo estilo de hermandad y recreación (F 13, 5). Ello no impide que la oración sea el tema estrella y entendida tanto como “presencia” como “relación”. Bien podemos afirmar que humanismo y vida interior profunda son los dos pivotes en torno a los que Teresa hace girar su obra. Estamos ante un nuevo estilo de vida que desemboca en la oración contemplativa que a su vez potencia todo lo evangélico, todo lo humano verdadero de la vida humana. El amor fraterno en Teresa supone que no se hace acepción de personas, no crea “bandillos”. “En San José todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar; y guárdense, por amor de Dios de todas las particularidades por santas que sean” (C 4.7). La segunda nota del amor fraterno es que es donación; el amor no es voluble ni se deja llevar por pasajeras emociones; va unido al sufrimiento; tiene la doble capacidad para la compasión y la congratulación; implica también la capacidad para relativizar y desdramatizar. Del amor pasamos a la dimensión orante y mundo interior. La oración aparece en el Camino como un “viaje”; en las Moradas como una puerta y en la Vida como un dialogo de enamorados. Presenta las tres expresiones principales de la misma: la meditación consciente ya que siempre fue muy opuesta a la recitación mecánica de formulas y acentuaba mucho el hablar con el Señor (C 25, 3); la oración centrante en la que se tiene que dar el recogimiento y el entrar cabe si y encontrarse con la verdad de la vida. (C 26,3). Así llegamos a la oración contemplativa, oración de unión por la que uno se hace una misma cosa con el Señor (C 31,2); siempre es un regalo, un don; en ella se da la ausencia progresiva del pensamiento conceptual. Aquí y así es otra la persona que tenemos delante. El humanismo evangélico teresiano trata de acentuar el humanismo de Jesús. “Traer a Jesús muy humanado” es frase de Santa Teresa y nos remite a la encarnación y también al corazón de su antropología11 . “La historia del hombre ha alcanzado su cumbre en el designio del amor de Dios. Dios ha entrado en la historia de la humanidad y, en cuanto hombre, se ha convertido en sujeto suyo, uno de los millones y millones de seres nacidos de mujer y al mismo tiempo único. A través de la encarnación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde los comienzos y se la ha concedido de una manera definitiva” (RH 1). Esa especial manera que junta la tolerancia e introduce el amor mutuo, está marcada por la libertad y el desasimiento; pone la humildad y autoconocimiento con la oración centrante y añade el perdón como autentificación y condición del viaje místico. Así se da una auténtica transformación del psiquismo humano, es decir, de la totalidad de la persona humana: la memoria ya purificada, el entendimiento trascendido y la voluntad focalizada en amar casi sin ser consciente de que se ama. Así nacen las alas para volar. Así también nace el esfuerzo para llegar a la fertilidad: “La tierra que no es labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así es el entendimiento del hombre”. En una 11 C. Di Sante, El hombre en la presencia de Dios, humanismo bíblico
  • 11. 11 palabra, Teresa pone nombre a los elementos humanos que se convierten en propuesta con ocasión de la encarnación de Jesús en el seno de una mujer por nombre María. Marcaría esta antropología humanista de Teresa con las tres “F”. La de la felicidad, fecundidad y fidelidad. En esas clave se puede resumir el pensamiento humanista de Teresa, la Santa. El camino es camino de felicidad. Teresa fue feliz haciendo felices a muchos y a muchas; supo hacerlo. A ello hace referencia en el libro de la Vida y del Camino. Supo dar fecundidad a su vida y pagar el precio por ello. Precio a veces alto y siempre ofrecido a gusto. Con esfuerzo y con la gracia de Dios fue fiel. El “para siempre, para siempre” dio un tono de plenitud a su vida. Estas tres dimensiones no es fácil encontrarlas en las personas de hoy. Nuestra cultura las separa y llega anularlas. No las cultiva. 3. El libro de las Moradas como una antropología simbólica y mística Las Moradas es un verdadero tratado de psicoanálisis cuando todavía quedaban varios siglos por delante hasta que llegara Freud. Pero al mismo tiempo tenemos que aceptar que es la antropología propia de una contemplativa, vive realidades sublimes y la comparte con símbolos e imágenes. Teresa había tenido experiencias nuevas de su realidad y las va contar de un modo más bien simbólico. Para ello usará mucho nuevas imágenes: la de concebir al alma como un castillo y en él habita Dios y para llegar hasta él hay que hacer un itinerario. Itinerario que en buena parte coincide con la autobiografía espiritual de la Santa. Pero ahora no lo presenta tanto como narración sino como una realidad más bien simbólica. Más que hablar de su propia vida a Teresa le interesa entrar en el misterio de la vida del ser humano en el castillo de sí mismo. Ella quiere que pongamos los ojos en Cristo, en el centro y en el reino que queremos ganar. Por su carácter simbólico las Moradas están llenas de símbolos y también de aportes importantes para la comprensión de la persona humana. Todo el viaje contado en las Moradas no es otra cosa que el viaje de la vida humana y termina con la apelación teresiana a la libertad, la meta del camino y aventura espiritual de toda experiencia mística. Para Teresa los seres humanos estamos hechos para una libertad nueva y encantadora; esa libertad que fluye lenta y no se diseca nunca y llega hasta el misterio de la mística: el sueño soñado y eterno de la vida. Junto a la libertad está la otra clave y meta; la del amor vivido en las pequeñas cosas que nos llevan a la mística de la vida cotidiana, la del amor hecho historia: “Que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (7M 4,15). Frente a todas estas sublimes realidades también nos plantea Teresa cosas tan interesantes como el poder y el peligro de la imaginación, “la loca de la casa” que trastoca todo, enturbian los buenos enamoramientos y nos lleva a ver lo que está arriba y abajo. La alegoría del huerto es un estupendo pequeño tratado de antropología; leerlo le deja a uno con muchas intuiciones de sana humanidad. Bien podría decir que se puede ver como un proceso antropológico que nos lleva al corazón de la persona humana. La alegoría de las moradas da pie a una antropología mística y plenamente realística y no siempre fácil de traducir a las categorías actuales y hacerla creíble. Serían cuatro las etapas a recorrer. Una primera es la meditación y el propio conocimiento; me deja con la experiencia de lo que yo sé de mí; lo que yo veo cuando
  • 12. 12 me miro al espejo. En una segunda etapa pasamos de la meditación a la contemplación y es ahí donde nos abrimos a los demás y así nos completamos. Y así llegamos a la tercera etapa: abandono confiado y protagonismo divino; etapa novedosa para la reflexión antropológica de entonces y de ahora. A ella nos hemos referido ya y volveremos de nuevo. La cuarta etapa es como la meta y el horizonte del conocimiento y vivencia antropológica. En ella llegamos a experimentar el amor en la libertad. Juntar bien estas dos palabras ha sido la meta de la historia de la humanidad. El aporte de Teresa con esta reflexión es de alto nivel. La estación término del viaje espiritual está adornada no solo de “regalos”; también en ella son fundantes las obras y el servicio (7M 4,4). El edificio que se ha ido construyendo a lo largo de todo el viaje tiene como fundamento la humildad pero su verdadero fundamento no solo está hecho “de rezar y contemplar” sino de procurar “virtudes y ejercicio de ellas”. Es el camino para crecer y para no quedarse “enanas”. Todo el viaje de las Moradas no es otra cosa que el viaje de la vida humana, terminada con la apelación teresiana a la libertad pero constituido por el amor hecho historia: “que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (7 M 4,15). 4. Las cartas, una antropología femenina Las cartas son páginas de mujer, escritas con fina y conmovedora suavidad; para escribirlas no bastaba ser escritora, ni doctora mística, ni reformadora. Es preciso ser mujer. Son el mejor espejo de su humanidad femenina; el mejor espejo de su capacidad de comunicación; en ellas desciende a los detalles de mujer y mezcla lo sencillo con un sano realismo. Cuando escribe bromea, informa, aconseja, riñe. Ayudan mucha a conocer las amistades que armó la Santa con monjas, con teólogos, mercaderes, arrieros, familiares, clérigos, nobleza, corte… En ellas se encuentra mucho de la vida de la Iglesia de ese tiempo en España. No falta lo más íntimo y personal que pasó por el corazón de Teresa mujer. No es lo mismo escribir cartas hoy que hace 20 años y hace 20 años que hace 500. En aquellos días y a Teresa le pasó que tantas veces lo realizó “muy de noche y sabiendo que el día siguiente se iba el mensajero”. Las cartas de Teresa comenzaban con el anagrama: JHS y coronaba la “H” con un rasgo horizontal que convierte el asta en cruz. Al principio firmaba como Teresa de Ahumada y después Teresa de Jesús. En todas las cartas palpita una Teresa llena de humanidad femenina; en ella poco a poco se va configurando su condición de mujer vivida en unas situaciones difíciles y en contextos desafiantes12 . A medida que se avanza en la lectura de la carta que concluye que el ser humano, y en concreto Teresa, configura un determinado medio social y es configurada por ese medio; fue creadora de cultura y su carisma personal y comunitario lo presenta hecho cultura. Así se presenta su autorrealización en la que se mezcla que por lo demás supone, como bien sabemos, una 12 A. Pérez, Teresa de Jesús, la Santa inquieta y andariega, Pliego Vida Nueva, 2952, agosto 2015
  • 13. 13 mezcla de culturas debido a su origen familiar. Ella también supo de una realidad muy fuerte del momento actual como es la interculturalidad. 5. El misterio de la persona humana en Teresa. Cuando uno abre un libro como estudioso de la antropología espera que le descubra algo nuevo sobre el ser humano. De otra forma sería incomprensible que siguiéramos acercándonos a los libros cuando la lectura es uno de los gestos más gratuitos e innecesarios. Más aún, cuando hemos entrado en el corazón de un buen texto uno nota que le está pasando algo y que algo se mueve por dentro. En lenguaje de San Ignacio, se producen mociones. Eso me ha ocurrido a mí con la lectura de las obras de la Santa. Revolucionan por dentro y por fuera; interpelan y al mismo tiempo hacen propuestas. Un gran cuestionamiento sigue siendo la pregunta “conócete a ti mismo”. Cuando se trata de proyectar luz sobre este enigma surgen las diferentes concepciones antropológicas. Santa Teresa da un paso en este aspecto destacando la necesidad de poner ese gran deseo en relación con lo distinto de sí e identificando la persona con la vocación, la encarnación y la comunión. Esta reflexión hará que la actualidad de Santa Teresa sea en estos comienzos del S. XXI más extensa y más amplia de lo que nunca ha sido. Es apasionante entrar en esta realización humana concreta que fue Teresa. En ella encontramos un conjunto muy humano de contradicciones como en toda existencia humana: por una parte es organizadora práctica y eficiente y por otra presencia intrépida y exuberante, capaz de violar las reglas de la vida monástica a fin de conseguir sus objetivos situándose por delante de la misma Inquisición. No resulta difícil borrar los siglos que nos separan de Teresa, de esta “novia de Dios”13 . Así la sacamos del ámbito de lo doctrinal, espiritual y devocional; mejor aún, todas esas dimensiones tan típicas de la Santa y las incorporamos o contextualizamos en la visión de la persona humana de nuestros días. Le damos horizonte. Así, también, incorporamos con fuerza una dimensión que Santa Teresa se resistió a perder; la de mujer. “Basta ser mujer para caérseme las alas” (V 10,8) se quejaba amargamente. Así podremos ir quitando todos los aderezos y “afeites” que el paso del tiempo ha ido poniendo en ella. Todo ello en un momento en que por ser mujer, como ahora, no era reconocida dentro de la Iglesia su condición igualitaria. Teresa era una mujer, muy mujer y muy lista; determinada, leída y un poco presumida cuando no la trataban como ella quería. Se movía por el mundo con la autoridad de un hombre; era dada a la guasa y la alegría. Como inteligente que era tenía un extraordinario sentido del humor. Encajó perfectamente en el molde de la auténtica humanidad Así recuperamos la verdad sobre la Santa y a la Santa Teresa auténtica e inolvidablemente verdadera. Para ello hay que ir a la Teresa histórica y no quedarse en la imaginaria, oficial o popular que nos ha transmitido un retrato suyo muy sublimizado, casi virtual: la mística de ojos transpuestos con una daga encendida en el corazón; lo de la doctora con birrete de catedrática y pluma en mano siempre mirando al cielo. Pero con bastante frecuencia se olvidan de retratar sus alpargatas desgastadas y polvorientas, sus pucheros o su silla de montar. La campana rota con la que inauguraba conventos o los tachones y borrones de tinta en sus cartas y libros. 13 C. Medico, Teresa de Jesús, una mujer extraordinaria, Embolsillo, Madrid, 2010
  • 14. 14 En el mundo de los imposibles azotado por la guerra, la pobreza, el hambre, las desigualdades e injusticias, Teresa se levanta de nuevo como un modelo a seguir. La sociedad necesita referentes éticos y humanos que la muestren el camino del amor, el servicio y la libertad. Fue una mujer que logró lo imposible, porque su espiritualidad la llevó a comprender que lo que es imposible para el hombre no es imposible para Dios. El tiempo es despiadado con los mortales, aunque algunos, como Santa Teresa hayan alcanzado para siempre la inmortalidad. Eso no cambiaría la visión que la Santa tenía del mundo. Para ella la vida es “una mala noche en una mala posada”. Teresa nos revela la plenitud de la verdad sobre el ser humano. Para ella “hay un sol del que emana una gran luz” (M 7, 2,8) y que nos deja claro que “la persona humana es una criatura hecha a la imagen del Dios” (M 7, 1, 1). Por lo mismo toda ella es “un espejo claro” en cuyo centro se representa a Cristo14 . No hay duda que un estupendo resumen de esta propuesta antropológica de la Santa lo hizo nuestro Papa emérito, Benedicto XVI en una de sus últimas audiencias: “ “En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo del corazón humano, ese deseo de buscar a Dios, de dialogar con él y de ser sus amigos. Que el ejemplo de esta Santa castellana, profundamente contemplativa y eficazmente activa nos impulse también a nosotros a dedicar cada día un tiempo adecuado a la oración, a buscar a Dios, para verlo, para entrar en su amistad y así en su verdadera vida”. Todos los grandes proyectos humanos, personales o comunitarios tienen que tener como punto de partida una manera de comprender la persona y la vida humana; una antropología que para los creyentes como Teresa será bíblico-teológica, arraigada en la Palabra de Dios, en el Hombre Jesús, que nos desvela nuestra verdad más profunda, la vocación de hijos e hijas y de hermanos y hermanas, a la vez que nos revela el Amor del Padre15 . Por supuesto, la antropología teresiana es vivida y testificada en sus escritos por una mujer que hizo experiencia de lo que significa ser criatura, hecha a imagen y semejanza de Dios y seguidora de Jesús, hijo de Dios encarnado en el seno de María. Que “puede tener conversación nada menos que con Dios. Habitada por Él en lo muy interior de su persona”. Esta comunicación entre criatura y creador la vive y la presenta Teresa como una realidad existencial y relacional. Para ella “la persona es tan capaz de gozar de sus Majestad como el cristal para resplandecer en el sol” (I M 2,1). Esta antropología cristiana y teresiana, tiene que ser más y mejor releída hoy a la luz de las ciencias humanas. Desde ellas, entendemos a la persona como un todo, sin dualismos entre alma y cuerpo; no cerrada ni estática, sino abierta y dinámica; interrelacionada y marcada por la interioridad. Un ser humano –hombre o mujer–, se va haciendo, en interacción con los otros y con la realidad y sobre todo con Dios; vive en 14 J.M. Morilla Delgado, Conócete en mi, itinerario místico experiencial en Teresa de Ávila, Monte Carmelo, Burgos, 2015 15 GS 22.
  • 15. 15 proceso de integración y que va construyendo su identidad en la historia. De las ciencias humanas aprendemos a ser sanos, sabios y globalizados. Una antropología que no se confunde con enfoques psicológicos de la persona humana; que parte de los cómo de la realidad humana y llega a los por qué de la misma. La aportación de la psicología nos explica procesos y dinamismos; nos da claves para entender y acompañar, pero termina dejándonos en el umbral del misterio del ser humano. Le cuesta ofrecer el sentido y el porqué de nuestro ser y proceder. Para ello precisamos el aporte de la antropología. - Antropología bíblica: sostenida por la Palabra de Dios y en la que Teresa se apoya La Biblia presenta desde el Génesis a la persona humana como creatura e imagen de Dios. El Creador modela al ser humano y lo hace con barro, con “arcilla del suelo”. Se mancha las manos, se implica del todo con su criatura y “sopla en su nariz aliento de vida” (Gén. 2,7). Los relatos de la creación del hombre y la mujer destacan su condición de misterio. La criatura humana es polvo de la tierra, pero tiene el aliento divino, es pecadora y agraciada al mismo tiempo. Ésta es su paradoja y condición. Para Teresa está claro que La persona hecha a imagen de Dios, habitada por Dios, es de gran dignidad, hermosura y capacidad. “No estamos huecos en el interior” (C. 28,10; V 7,17; 9,3). Esta dimensión de la capacidad para la Santa cuenta mucho. Se siente capaz y capaz de servir a los demás. El ser humano es creatura, aunque ocupa un puesto privilegiado entre las criaturas, (Gén. 1, 26-28); además, es señor de todas ellas. Esta preeminencia del hombre y la mujer en la creación no les viene de su propio poder, sino de la tarea confiada por Dios: el cuidado de la vida, de la naturaleza; del hacer que los recursos lleguen para todos compartiéndolos debidamente. El ser humano no es Dios, es diferente de Dios y no existe sino en relación a su Creador. No se ha dado la vida a sí mismo, ni tampoco posee las claves del bien y del mal. Es limitado, frágil, vulnerable y se sabe en contradicción consigo mismo. Esto lo experimenta con mucha fuerza Teresa. Somos capaces de decisión y de responsabilidad personal, pero podemos cerrarnos y vivir al margen de la verdad más honda, tanto personal como ajena; podemos afirmarnos incluso frente a al Creador. Vivimos el drama de la libertad condicionada y limitada, que supone también la tentación y el pecado (Gén. 3). El ser humano, que es creatura, está hecho a imagen y semejanza de Dios. Esto es a la vez regalo, es decir, capacidad para ser interlocutor de Dios y colaborador en su obra. Y promesa de la plenificación de ese regalo. Una realidad dinámica que se realiza en la temporalidad de la historia. Regalo y promesa conviven en la persona con sus huellas de tierra y barro. Esta imagen y semejanza con Dios en la persona humana se manifiesta también y se explicita en la reciprocidad de la pareja. Dios nos creó hombre y mujer, con igual dignidad. La diferencia sexual y nuestra dimensión corporal es lugar de encuentro y posibilidad gozosa de relación. No hay humanidad sin alteridad.
  • 16. 16 Ser persona es aceptar con realismo los límites de la libertad. Pide no pretender vivir desde una omnipotencia narcisista y destructora. Es aceptar, también, que se es diferente de los otros y complementario con ellos. En su diversidad y alteridad se juega su ser humano. Acoger la diferencia y la soledad que conlleva es condición y posibilidad para unas relaciones auténticas. Somos desde la relación y en una relación que nos estructura, a imagen de la Trinidad. La relación y sobre todo la nacida del amor y para el amor es clave. En el Nuevo Testamento y especialmente en Pablo, Cristo es la verdadera Imagen de Dios, revelador del Padre que a su vez revela a la persona, a la propia persona y la lleva a la plenitud. La creación a imagen y semejanza de Dios pasa a ser ahora la creación en Cristo. Según nuestra fe llegamos a la plenitud por la configuración con Cristo vivida en la tensión entre la experiencia de contradicción y pecado y la experiencia de la gratuidad del don de Dios como salvación. Un largo camino que se recorre en una doble dinámica: “Despójense de su vida anterior... y revístanse de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre...” (Ef. 4,20 y 55) y en la acogida del misterio que nos habita: “en nuestro rostro resplandece la gloria de Dios... este tesoro lo llevamos en vasijas de barro.”(1 Cor 3, 18). Pablo considera la existencia humana y a la persona en una dialéctica: “Realmente, mi proceder no lo comprendo puesto que no hago lo que quiero sino que hago lo que aborrezco”16 . Aporta una luz importante en la antropología del pecado y la gracia. El Nuevo Testamento deja claro que en el ser humano conviven el trigo y la cizaña y que no es impedimento para que allí acontezca gratuitamente el Reino, el don que es Jesús como salvación. Los evangelios, una vez más, están hechos a la medida de lo más auténticamente humano. Recorrer sus páginas es recibir las mejores orientaciones para una realización humana verdadera. - La principal fuente de inspiración de la visión de la persona humana de Teresa: La humanidad de Cristo La humanidad de Cristo tiene para Santa Teresa especial importancia en su experiencia de fe y en su pedagogía de la fe. Esta centralidad se sitúa en el contexto de dos preocupaciones que están en el trasfondo: la primera tiene que ver con el parecer de “letrados” y espirituales”, expresado en algunos libros de oración en el sentido de que en los grados más altos de la experiencia mística se debía prescindir de todo objeto corpóreo. Santa Teresa ve aquí peligro de una experiencia de fe que se desentiende –o desvaloriza– la encarnación: Os parecerá que quien goza de cosas tan altas, no tendrá meditación en los misterios de la Sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo, porque se ejercitará ya toda en amor… y que cuando ya han pasado de los principios es mejor tratar en cosas de la Divinidad y huir de las corpóreas, a mí no me harán confesar que es buen camino” (6 M 7, 5). La segunda preocupación tiene que ver con el peligro de entender la vida mística como una experiencia que se distancia de la experiencia cotidiana de la vida, a menudo marcada por lo difícil, lo trabajoso, lo árido. Es el riesgo de pensar que quien está unido a Dios experimentará frecuentemente “gustos” y “consolaciones”, y le serán dispensadas las sequedades de la vida. Santa Teresa lo ejemplifica en la tentación de querer ser María y ya no Marta.
  • 17. 17 Teresa se deja tocar por la humanidad de Cristo, vista con sus propios ojos. Para ella Jesús es luz y camino. Santa Teresa nos dice que si nos apartamos de la humanidad de Cristo no podremos alcanzar los estados más plenos de la experiencia mística, representada en las últimas dos Moradas, “porque si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el camino; harto será si se están en las demás [moradas] con seguridad. Porque el mismo Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede ninguno ir al Padre sino por Él; y ‘quien me ve a Mí ve a mi Padre’” (6 Moradas 7, 6). Esta experiencia de la humanidad de Cristo tiene dos dimensiones importantes de considerar: Vivir con Cristo (traerlo “cabe sí”): Meditar en la divinidad prescindiendo de la humanidad de Cristo es algo que sólo puede ocurrir en ocasiones muy excepcionales, es una experiencia que solo unos pocos hacen. Acercarnos a su humanidad, en cambio, es una manera más simple de estar con Él, de tenerlo junto a nosotros (“traerlo cabe sí”) cada vez que queramos. En esa humanidad se nos revela un Jesús cercano, amigo, esposo. En ese sentido, la humanidad de Cristo para Teresa es la puerta que hace posible la intimidad, la cercanía: “En veros cabe mí, he visto todos los bienes… es ayuda y da esfuerzo; nunca falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad Sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita (Mt 3, 17). Por esta puerta hemos de entrar si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos” (Vida 22, 6). Por eso puede decir: “¿qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajera cabe sí” (Vida 22, 7). Con respecto a esta relación de amistad con el Señor nos cuenta: “Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor en viéndole, como con quien tenía conversación tan continua. Veía que aunque era Dios, que era Hombre que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a muchas caídas por el primer pecado que Él había venido a reparar. Puedo tratar como con amigo, aunque es Señor, porque entiendo no es como los que acá tenemos por señores, que todo el señorío ponen en autoridades postizas” (Vida 37, 5). En esta relación de intimidad quedan dispensadas las formalidades, pues debemos ponernos delante de Cristo tal cual somos; por ello Santa Teresa recomienda: “Puede presentarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos y no olvidarse por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a su deseo y necesidad” (Vida 12, 1). Por otro lado, en la humanidad de Cristo se manifiesta su vulnerabilidad, lo cual hace más fácil aproximarse a Él, porque se nos presenta necesitado: “Tenía este modo de oración, que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí; y hallábame mejor, a mi parecer, de las partes a donde le veía más solo. Parecíame a mí que estando solo y afligido, como persona necesitada, me había de admitir a mí… En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto; allí era mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido. Si podía deseaba limpiarle aquel penoso sudor” (Vida 9, 2). Teresa da un paso más quiere vivir como Jesús; encarnar su humanidad. Para ella no hay nada más grande que Dios puede regalarnos que “darnos vida que sea imitando a la que vivió su Hijo tan amado; y así tengo yo por cierto, que son estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza… para poderle imitar en el mucho padecer” (7 Moradas 4, 4). Es interesante que afirme esto en las séptimas Moradas, cuando se podría pensar que se vive un estado místico separado de lo concreto. Es importante percibir que la humanidad de Cristo no se encierra en sí misma, pues está siempre trascendida hacia Dios, porque en la vida de
  • 18. 18 Cristo encontramos la máxima expresión del amor de Dios por nosotros: “Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y más grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor… recuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar, porque si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo” (Vida 22, 14). Santa Teresa resintió mucho cuando les restringen los libros que puede leer, pues algunos libros religiosos se consideraban peligrosos dado que estaban escritos como novelas y podían ser distractivos. Ahí le dice el Señor: “No tengas pena, que Yo te daré libro vivo’… Después lo entendí muy bien porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que veía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros. Su Majestad ha sido el libro verdadero a donde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja impreso lo que se ha de leer y hacer de manera que no se puede olvidar! ¿Quién ve al Señor cubierto de llagas que no las abrace y las ame y las desee? ¿Quién ve algo de la gloria que da a los que le sirven que no conozca es todo nonada cuanto se puede hacer y padecer, pues tal premio esperamos?” (Vida 26, 5). Teresa nos insiste de uno y otro modo que si queremos vivir como Cristo debemos conocerlo, lo cual es posible aproximándonos a su vida, Pasión y muerte, tal como aparece en las Sagradas Escrituras. Debemos aproximarnos a él en la narratividad de su humanidad, pero, también, en la narratividad que generan esos relatos en la persona, por ejemplo, cuando imaginamos una escena del Evangelio (algo así como una “narratividad imaginativa”). Da la impresión que para Santa Teresa el texto y la imagen van juntos. Este amor de Dios manifestado en Jesucristo se manifiesta en toda su intensidad en su Pasión, en todo lo que tuvo que sufrir por nosotros, por eso la invitación de Santa Teresa: “Poned los ojos en el Crucificado y se os hará todo poco. Si Su Majestad nos mostró el amor con tan admirables obras y tormento, ¿cómo queréis contentarle con solo palabras? ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro, que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue” (7 Moradas 4, 8). En la Pasión de Cristo se manifiesta el amor extremo de Dios por nosotros y, eso, por el valor extremo que cada uno de nosotros tiene delante de Dios: “Mirad lo que costó a nuestro Esposo el amo que nos tuvo, que por librarnos de la muerte, la murió tan penosa como la muerte en la cruz” (5 Morada 3, 12). Mirar este amor extremo de Cristo nos despierta a amar así como Él lo hizo. No se trata sólo de traer al corazón acciones y hechos vividos por el Señor, sino de una aproximación amorosa y personal: “Una gran ganancia saca el alma de esta merced del Señor, que es cuando piensa en Él, o en su vida y pasión, acordarse de su mansísimo y hermoso rostro, que es grandísimo consuelo… hace harto consuelo y provecho tan sabrosa memoria” (6 Moradas 9, 14). La plenitud de esta relación con Cristo es la unión con Él. Santa Teresa recurre a expresiones de San Pablo: “‘Para mí vivir es Cristo y la muerte una ganancia’ (Flp 1, 21); así me parece puede decir aquí el alma, porque es a donde la mariposilla, que hemos dicho, muere y con grandísimo gozo, porque su vida ya es Cristo” (7 Moradas 2, 5). Es una unidad con el Padre y con el Hijo: “Y así, orando una vez Jesucristo nuestro Señor por sus Apóstoles…, dijo que fuesen una sola cosa con el Padre y con Él, como Jesucristo nuestro Señor está en el Padre y el Padre en Él (Jn 17, 21)” (7 Moradas 2, 7)17 . 17
  • 19. 19 Después de lo presentado sobre la humanidad de Jesús es bueno hacerse la pregunta ¿Qué es lo que más me llama la atención de la centralidad de la humanidad de Cristo en la experiencia de Santa Teresa? ¿Qué ha significado en mi vida vivir con Cristo y vivir como Cristo? Siguiendo con la explicitación de todo lo que Teresa recibió por acercarse a Jesús, realización plena de humanidad, la Santa quiere que seamos “almas con arrimo”. Santa Teresa va a combatir la tentación de aquellos que, por pensar que están en un estado elevado de contemplación, pueden olvidarse las cosas de todos los días: las responsabilidades, los trabajos grandes y pequeños, el tedio habitual de la vida cotidiana. Para Teresa el problema era “andarme en aquel embebecimiento, aguardando aquel regalo [los gustos y consolaciones en la oración]. Y vi claramente que iba mal: porque como no podía ser tenerle siempre, andaba el pensamiento de aquí para allí, y el alma me parece como un ave revolando que no haya adónde parar y perdiendo harto tiempo, y no aprovechando en las virtudes ni medrando en la oración” (6 Moradas 7, 15). De este modo se corre el peligro de “andar el alma en el aire… porque parece que no trae arrimo, por mucho que le parece anda llena de Dios” (Vida 22, 9). Si Jesús abrazó esta vida con sus dolores y sequedades, cuánto más nosotros: “¿Y no tenemos vergüenza de querer gustos en la oración y quejarnos de sequedades? Nunca os acaezca, hermanas; abrazaos con la cruz que vuestro esposo llevó sobre Sí y entender que esta ha de ser vuestra empresa: la que más pudiere padecer, que padezca más por Él y será la mejor librada. Lo demás, como cosa accesoria, si os lo diere el Señor, dadle muchas gracias” (2 Moradas 7). En ocasiones este “desarrimo” se debe a que estamos demasiado preocupados de lo grandioso, de nuestros sueños, de grandes ideales, de las hazañas que haremos, por ello Santa Teresa advierte: “Algunas veces nos pone el demonio deseos grandes, porque no echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a nuestro Señor en cosas posibles, y quedamos contentas con haber deseado las imposibles… No hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (7 Moradas 4, 14). Para ejemplifi car esta tentación recurre a la metáfora de Marta y María: “Es un poco de falta de humildad de quererse levantar el alma hasta que el Señor la levante y no contentarse con meditar cosa tan preciosa [la humanidad de Cristo], y querer ser María antes que haya trabajado con Marta” (Vida 22, 9). Por eso nos exhorta: “Creedme, que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no hacerle mal hospedaje, no dándole de comer. ¿Cómo se lo diera María, sentada siempre a los pies, si su hermana no le ayudara?”(7 Moradas 4, 12). Lo fundamental es asumir la vida tal como ella se nos presenta, sin evadir las sequedades ni los sufrimientos. Es una invitación a vivir lo gozoso y lo árido con serenidad, desde una paz fundamental que nos da la confianza de estar con el Señor. Por eso Santa Teresa nos dice que la verdadera pobreza de espíritu “es no buscar consuelo ni gusto en la oración… sino consolación en los trabajos por amor de Él que siempre vivió en ellos, y estar en ellos y las sequedades quieta” (Vida 22, 11). Es interesante cómo la Santa tiene una radical experiencia de la persona humana que, más allá de los límites culturales vivió como mujer y supo ofrecernos intuiciones antropológicas maravillosas y bastantes de ellas con auténticas buenas noticias y válidas para todos los tiempos. Esas experiencias las comunica, sirviéndose de unos símbolos y
  • 20. 20 metáforas muy sencillas y así llega a superar el lenguaje incapaz de expresar su riqueza y hondura vital18 . Teresa de Jesús se sabe mujer situada en un espacio y un tiempo, en la historia. Se experimenta inacabada y por tanto necesitada, vulnerable. Para seguir adelante en nuestra reflexión vamos a ver cómo sus intuiciones antropológicas las expresa mediante imágenes vivas, dinámicas. Hemos elegido algunas más significativas, ya que ponen de relieve dimensiones esenciales de la persona. III. Con cuatro imágenes Nos hemos acercado ya antes a los grandes escritos de la Santa para ahondar en sus grandes intuiciones antropológicas. Ahora lo hacemos de nuevo. En este nuevo intento nos quedamos en las imágenes con las que nos transmite su visión de la persona humana; imágenes a las que sí dejamos hablar. Por sí solas dicen mucho y lo hacen muy bien. En Teresa el lenguaje adquiere una gran densidad porque habla desde el amor; amor que no está en el “yo” sino entre el “yo” y el “tú”. Es como el aire que respiramos. La relación amorosa tal como la presenta hace que entremos en una auténtica relación de intercambio que viene expresada icónicamente por la fuerza que tiene en sí en quien la experimenta. “Quienes han vivido desde lo hondo esa experiencia de cambio: los convertidos, los poetas, los místicos… la han expresado en imágenes y símbolos, que nos cuestionan mucho más que las palabras y que las teorías”. (Tomás Álvarez, ocd). - La persona, castillo habitado La persona, como ya hemos visto, es criatura hecha a imagen y semejanza de Dios; goza de “gran dignidad, hermosura y capacidad”. “No está hueca por dentro” (C. 28,10), sino habitada en su interior por el mismo Dios (I M 1, 1-5), quien pacientemente espera el momento oportuno para el encuentro. Es como un castillo con muchas estancias, que ella misma ha de recorrer, no de forma lineal sino circular. “No habéis de entender estas moradas unas en pos de otras como cosa hilada, sino poned los ojos en el centro, que es la pieza u palacio adonde está el Rey, y considerad como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas, que todo lo sabroso, cercan” (I M 2,8). Las diferentes moradas expresan los distintos niveles de relación personal con Dios y consigo misma, con las personas y con el mundo. La central de todas ellas la unión con Dios: “Pasa esa secreta unión en el centro muy interior del alma que debe ser a donde está el mismo Dios… la comunicación con Dios, la paz y el deleite son inefables… queda el espíritu de esta alma, hecho una cosa con Dios, que como es también espíritu, ha querido su Majestad mostrar el amor que nos tiene en dar a entender a algunas personas hasta dónde llega, para que alabemos su grandeza, porque de tal manera ha querido juntarse con la criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar Él de ella” (VII M, 2,3). 18 A. Vigueras, Teresa de Jesús y la humanidad de Cristo, Rev. Testimonio, núm. 267, “No está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho”, enero 2015, pág. 80-86.
  • 21. 21 Esencial para este viaje hacia el interior es el conocimiento propio. Teresa advierte que “no debemos poner los ojos en nuestra miseria y límites” o en nosotras mismas, sino en “Cristo, nuestro Bien”. Ya que sólo en la relación con él, la persona va reconociendo su identidad, el misterio de su libertad y el deseo, que le hace salir de sí. La Santa nos advierte también de un peligro que ella conoce por experiencia: es posible vivir al margen de nuestra realidad más honda (I M 1,6-8). Podemos incluso negarnos al amor, cerrándonos sobre nosotras mismas. Toda persona experimenta el conflicto, el límite humano, la tentación de autoengaño, el pecado radical. De ahí la necesidad de hacer el camino siempre acompañadas. Dios es quien, desde el centro, dinamiza el proceso. Pero necesitamos testigos que nos ayuden en el discernimiento de lo que Dios va obrando en nosotros. El avance no se produce por nuestros méritos o esfuerzos personales, sino cuando asumimos el riesgo de amar y confiar. Teresa nos sitúa en una antropología de éxodo o de salida, frente a una antropología del autocentramiento19 . Entiende a la persona en un doble movimiento: entrar dentro de sí, tomar conciencia de quién soy y con quiénes vivo; aceptar mi realidad y la del otro/otra. Y a la vez, salir de una misma. Vivir en relación creciente de entrega, de compartir lo mejor de sí generando relaciones nuevas. - La persona, gusano-mariposa La persona creyente está llamada a vivir el amor transformante, la transformación en Cristo. “Y acaba este gusano, que es grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposita blanca, muy graciosa” (V M2, 2). Mediante el símbolo de la crisálida Mariposa, Teresa nos muestra que la gracia supone cambios radicales, auténticos procesos de conversión en el itinerario de la relación con Dios y con la realidad. Todo un camino de muerte-vida, pérdida-ganancia, venta-compra, según la lógica del seguimiento, que se vive con Cristo y en Cristo. Él va centrando todas las potencialidades de la persona. Todas sus dimensiones se van ordenando en la relación vital con Jesús y su Reino. Las crisis, las contradicciones, los fracasos... pueden convertirse en lugar de encuentro. No se trata de vivir desde la ley, el deber, el esfuerzo voluntarista. La persona, sabiéndose amada, se dispone y responde amando. El amor, como la amistad, tiene sus propias condiciones. Para Teresa el amor lo transforma todo. Penetra nuestros sentidos y estos llegan a “sentir” al modo de Dios. Se nos abren los ojos y nuestros oídos atienden y escuchan con claridad e intensidad. Nos ayuda a centrarnos en Jesús y a re-conocerle y amarle y hacer que otros le re- conozcan y le amen. - La persona, huerto, jardín, paraíso. La persona “que comienza a tratar de amistad con Dios ha de hacer cuenta que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor” (V 11,6). Ella misma es huerto que se cultiva, campo a la intemperie, en el que se ha de remover la tierra para que pueda acoger la lluvia y conseguir que lo cultivado crezca y de fruto. 19 J. Masiá Clavel, El animal vulnerable, Univ. Comillas, Madrid, 1997
  • 22. 22 El agua de la vida es la relación con el Dios personal en la que se fundan las demás relaciones. Amistad que es don que se acoge, no conquista. Invitación del Señor, que requiere, por nuestra parte, correspondencia. La persona es también hortelano de su propio huerto. “Hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor, para dar recreación a este Señor nuestro…” (Ídem). Teresa sabe que cada una tiene que hacerse cargo de su vida, de lo que es y puede llegar a ser desplegando sus potencialidades. Un camino que va desde el esfuerzo inicial del hortelano -su disposición y cuidado de las plantas- hasta poder acoger el don. El símbolo del huerto nos educa en una actitud de escucha y agradecimiento. Nos invita a entender a la persona humana como un ser que se recibe de Otro. Que aprende en la escucha, el silencio, la acogida, la espera. Que responde desde el agradecimiento y el reconocimiento del don, sin dejar de asumir su iniciativa responsable. - La persona, amiga y esposa La imagen tan humana de la amistad es quizás la que mejor expresa la experiencia teresiana de la oración, y su sentido profético hoy, como relación viva e interpersonal con Dios. Relación que implica diálogo de amor, intimidad, reciprocidad, realismo, y desarrolla la capacidad de relación con todos y todas. Si no hay diálogo, comunicación, si no se da la amistad, la intimidad, no hay crecimiento personal. La persona es alguien que va descubriendo su dignidad y sentido en la relación. Somos lo que son nuestras relaciones. Nuestra interacción con el mundo circundante, con los demás, implica poner en juego determinadas dimensiones: Afectividad, corporalidad, racionalidad, aspectos que se enriquecen en mutuo intercambio y circularidad. Una mujer tan bien dotada para las relaciones como Teresa vivió una experiencia incomparable de intimidad y amistad con Jesús; una relación esponsal desde la Alianza de amor, concretada en la relación viva, afectiva y creyente con la Humanidad de Cristo. El matrimonio espiritual, en la experiencia teresiana representa la culminación de ese proceso de relación de amistad con Dios y unión auténticamente transformante: “De aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía” (CC 29; VII M 2,1)...Teresa no se cierra en un intimismo: La máxima interioridad es máxima exterioridad, compromiso con todo lo creado y con los preferidos de ese Jesús “amigo verdadero”. La comunidad de fe es lugar de crecimiento espiritual cuando en ella se comparte la experiencia de Dios y se reorienta la vida por el discernimiento y el acompañamiento mutuos. Teresa de Jesús testifica que es posible experimentar a Dios Trinidad en esta vida como gracia que acontece en ese centro personal, como secreta unión esponsal en la que todo el ser se comunica, deleita y sacia, habilitando y liberando a la persona para
  • 23. 23 más amar, conocer y servir. Así llegamos en Teresa al culmen del itinerario espiritual (VII M 4,8). La imagen teresiana nos habla también de pasión. La vida no es sino entrega y donación apasionada y apasionante. Entrega y donación creativa que permite afrontar nuevas relaciones e interrogantes sin respuestas previas, que ayuda a caminar formulando preguntas. Interpretar la aventura humana como historia de amistad es entenderse ante Dios y los demás en solidaridad radical20 . IV. El rostro humano de Teresa. El perfil que nos ofrece Ahora nos acercamos a Santa Teresa desde la perspectiva de su realización humana. Como ya hemos dicho, estaba hecha a la medida de lo más auténticamente humano. Es verdad que rompe todos los esquemas y escapa de todas las casillas en las que pretendamos meterla. Clave en este perfil es el que Teresa fue una mujer apasionada y apasionante. No queda indiferente ante nada. Pone intensidad en todo y a todos. Junta todo y bien; encarna la realidad de una gran soñadora metida en un convento. Este rostro humano de Teresa nace de la visión que ella misma tiene de lo humano, de su visión antropológica; habla del ser humano hablando de sí misma y su discurso es el propio de una mujer autónoma y liberada. Otro rasgo importante en Teresa es la transparencia. Aparece sobre todo en su retrato. En él se podría leer lo que era esta gran mujer. Hay realidades y personas transparentes. A través de ellas podemos intuir el misterio del ser humano, la verdad de la vida y por supuesto de Dios. Uno de esos seres transparentes es Teresa. Una mujer apasionante a cada paso y sorprendente en cada uno de los mil rincones de su alma. Teresa es verdadera. Bien podemos decir, también, de ella que no tenía doblez ni engaño. ¿Qué encontramos si miramos su rostro? Alguien nos diría ¿qué vemos si describimos su personalidad? En ese rostro leemos lo que en él se refleja y la humanidad que transmite. Su personalidad fue muy compleja y rica. No hay ninguna duda que se mejor retrato son sus propias obras; también su estilo literario la refleja. Escribe como es y es como escribe. Es un rostro de mujer. Teresa es mujer y gozó de serlo; lamentó que por serlo en esa sociedad y en esa Iglesia androcéntrica no pudiera ser más libre. A veces se compara con los varones y los admira pero quizás en sus palabras y en sus escritos se refleja una fina ironía y en más de una ocasión les cuestiona por su falta de osadía para emprender las grandes empresas de Dios. A pesar de su mucha racionalidad, Teresa es apasionadamente afectiva. Su conversión definitiva la liberó de dependencias afectivas y la dejó con una gran libertad para amar apasionadamente, sin peligros ni escrúpulos morales. En el arte de amar sacó buena nota21 . Buena nota sacó, también, en la manera de vivir la libertad. Juntar este aspecto a una mujer en el s. XVI es referirnos a algo casi 20 Estas seis últimas páginas están muy inspiradas en el Proyecto de Formación de la Compañía de Santa Teresa. La congregación ha hecho, de manera muy acertada, una propuesta de formación en la que se es muy fiel al gran principio de “humanizar humanizándose”. Las jóvenes religiosas de la Congregación se humanizan con el pensamiento y el testimonio de mujer plena de Santa Teresa. El trabajo es muy valioso. 21 D. De Pablo Maroto, Teresa, doctora de una Iglesia en crisis, Monte Carmelo, Burgos, 1981
  • 24. 24 milagroso. Sin embargo, llegó a una estupenda vivencia de la libertad; más aún, como escritora mística era más libre que sus mismos censores o teólogos. No se calló. Quería dar “voces” y escribir con “muchas manos” para gritar el mundo y a la Iglesia lo que ella sentía de Dios, de Jesús y del ser humano. Fuerte fue en ella, también, el sentido de la verdad. No se cansa de confesar que escribía con verdad, exponiendo lo que sucedía y anticipándose en muchos siglos a proponer ciertos temas. También estuvo enriquecida con muchas cualidades humanas con las que consiguió que varios enemigos se convirtieran en amigos. Su belleza natural era una de ellas; también le sirvió mucho su gran optimismo y talante positivo ante las contrariedades de su salud y de la vida. La ayudó mucho su carácter amable, su buen humor, el hablar sincero y directo, su magnanimidad para compartir o dar; su agradecimiento, suavidad y cercanía al que le tocaba sufrir. Todo esto le llevó a Fray Luis de León a afirmar que su persona atraía a las gentes como el imán al hierro. No hay duda que todo esto le dotó de una gran capacidad para encontrarse con las personas y para derribar las barreras que le venían de las autoridades tanto civiles como religiosas. Le lleva, también, a buscar y hacer vivo el recuerdo de la gran Teresa. Pero va más lejos. Produce un sano e intenso enamoramiento de su persona que es la mejor manera de hacerla presente en la memoria y en el día a día de nuestras vidas. Para completar este perfil de humanidad que supo encarnar, Teresa hace bien en desatar varios aspectos que le llegan a uno espontáneamente después de estar un tiempo en compañía de la Santa como me ha pasado a mí con ocasión de la elaboración de esta reflexión. Vamos ahora a precisar los aspectos más importantes de este perfil y con todos ellos daremos la verdadera imagen de la Santa. - La interioridad. Aspecto clave de la antropología teresiana. Recibe los nombres más diversos: “interioridad disidente”, “espacio interior”, “intimidad sorprendida”, “introspección”, “flujo de conciencia”. No hay duda que en la compañía de Teresa nos convertimos en espectadores de su mundo interior y del nuestro. Para ello lo esencial es lo interior. Es fuerte la expresión en este aspecto de Jesús Cotta: “Teresa es políticamente incorrecta y, además, tan graciosa y natural la puñetera, que uno recibe como agua de mayo sus confidencias”22 . Sabe impactar el alma que camina hacia la morada interior “donde Dios vive”. El centro comienza a ser lo fundamental y una auténtica fuente viva, el “brasero”; un verdadero fuego que enciende otros fuegos. Hacia ese centro converge todo. Estamos llamados a vivir centrados, conectados con Dios y con lo mejor de nosotros mismos. Todo tiene que pasar por el corazón. Por supuesto que el modelo que usa para reconstruir su interioridad es el propio de una mujer del S. XVI. Un gran acierto suyo es juntar ese espacio interior con la intimidad personal. - La autenticidad y verdad 22 J. Cotta, Teresa, mon amour: Teresa de Jesús, Mono Azul Editora, Sevilla, 2008
  • 25. 25 Lo interior es auténtico. La transparencia fue nota distintiva en Teresa de Ávila. Brota de su interioridad. Lleva a conocer y expresar lo que somos con llaneza y simplicidad. Transparencia que permite entrar en lo profundo de sus experiencias de humanidad, de su visión y compartir sobre el ser humano. Bien sabemos que tendemos a vivir en lo epidérmico, alguien ha dicho, como turistas del Espíritu tocándolo todo con los ojos, los oídos y los labios pero sin llegar al corazón y a la meta y entrar en lo profundo. Con harta frecuencia nos falta el silencio, el desierto, la escucha, la contemplación. Poner los ojos en sí misma, en quien verdaderamente eres, procurar conocerse a sí misma es de lo que saldrá el no hincharse como la rana y querer ser buey. Tiene otra expresión todavía más atinada. Esta autenticidad nos hará andar en verdad (6M. 10,7) que nace de un propio y humilde conocimiento (F 5,16). Teresa prefiere lo natural sobre lo artificial y la llaneza frente a la afectación. En ella hay una enorme sinceridad de vida. La naturalidad es la palabra “leitmotiv” que impregna tanto la personalidad como la espiritualidad de esta mujer. Llaneza y claridad son las dos dimensiones que marcan su lenguaje, su persona y su actuar. El camino de la verdad fue su camino (V 1,5); Teresa, no es dada a las ceremonias y al cumplimiento. Es impresionante la cantidad de veces que repite la palabra verdad al final del libro sobre la Vida (V 40, 3-4). Teresa pidió y testimonio coherencia de vida: “ser tales“–dirá con su lenguaje del siglo XVI– que puedan orar con una disposición de su vida consecuente con la oración que dirigen a Dios. De esa forma nos invita a asumir nuestra opción de VC con la máxima coherencia. “Procuremos ser tales que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado para ayudar ahora al Señor” (CP 3, 1-2). “Sería engañar el mundo otra cosa, hacernos pobres no lo siendo de espíritu, sino en lo exterior” (CP 2, 3). Pero no se trata de una respuesta motivada solamente por la fría reflexión de los hechos. Ya hemos visto cómo ella asume la situación con toda su pasión y capacidad de amor. Amor a la humanidad y amor a Dios a quien siente que también esta realidad le afecta. Y además y sobre todo, Teresa recomienda poner en práctica el amor, ya que según ella el verdadero amor “no está ocioso”. - La audacia y la osadía Solo con la verdad se puede llegar a la osadía. Para ella, la audacia y la osadía, son santas y nacen de la fuerza interior que tuvo y, por supuesto, de su experiencia mística. Poseen audacia los que son lúcidos en la comprensión de sí mismos. “Oso decir que no creáis a quien os dijere otra cosa” (M VI, 7,5).Teresa confiesa que “andaban los tiempos recios” (V 33,5), pero no se para; sigue adelante. No hay duda que en todo momento pone de manifiesto un optimismo antropológico. La audacia o determinación es más necesaria que nunca para “aventurar” la vida. A más de uno de Teresa lo que le fascina es justamente el exceso, el autoconocimiento. Ella no se para. La audacia y la osadía teresianas se extienden a todos los ámbitos de la vida; por eso llega con tanta facilidad a la determinada determinación. Habla de “santa osadía” (C 41,4) y de la que lleva a la perseverancia. No hay que pararse, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabaje lo que trabajare, murmure quien murmurare, siquiera
  • 26. 26 llega allá, siquiera se muera en el camino” (C 21,2). A Teresa no le paran las dificultades, las tentaciones y tampoco los peligros. Multiplica el bien. Es atrevida y arriesgada, afrontar lo difícil que para nada le paraliza. El contacto con Teresa lleva a sentir que es la hora de buscar alternativas a tantas propuestas ensayadas que no han sido generadoras de vida; que es bueno apostar por alternativas que giren alrededor de la indignación y creatividad de las nuevas generaciones; alternativas que brotan de la auténtica compasión ante los nuevos rostros de la pobreza; alternativas para vivir en armonía con la creación desde un aprendizaje humilde de la sabiduría de nuestra mejor tradición; alternativas que se empeñan en mantener y desarrollar el gran tesoro de la reflexión teológica desde una perspectiva interdisciplinaria como camino de acompañamiento espiritual hacia una fe cada vez más honda, más alegre, más libre y liberadora; alternativas que apuntan desde una visión de Iglesia como pueblo de Dios a una verdadera comunión eclesial, de respeto y colaboración mutua. Pero hay una alternativa para Teresa que es de vida o muerte. Lo formula con una imagen impactante: El mundo está ardiendo. Atención y urgencia a lo que está pasando: “¡Oh Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin fatigarse mucho! ¿Qué es esto (que sucede) ahora con los cristianos? ¿Siempre han de ser los que más os deben, los que os fatiguen? Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo... ¿Y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia” (CP 1, 5). - La fraternidad Solo con estas cualidades bien vividas se llega a la auténtica fraternidad. A Teresa la audacia le viene de saber que no está sola. Dios me ha dado hermanas. De esa convicción y realidad le viene una fuerza especial. “El Señor nos juntó” y “todas se han de querer” y “se han de juntar”. Todo ello se puede dar cuando haya amor; no un amor abstracto sino concreto como la persona de carne y hueso que está a mi lado. La comunidad se debe convertir en escuela de amistad. Para ello no ayuda la masa sino los pequeños grupos que permiten el ambiente y el trato familiar. Teresa fue una mujer comunitaria y le ayudó mucho en ello su capacidad para comunicar, su simpatía y apertura. “procuren ser amables”, “todas han de ser amigas”. La comunidad se rige por el amor. A la priora la recomienda: “procure ser amada para que sea obedecida” (Cons. 34). La vida comunitaria ha de ser el lugar que ayude a la transformación del ser y en una lucha constante contra el egoísmo y eso en buena parte se consigue poniendo por obra los pequeños servicios que cada día se nos ofrecen. La piedra de toque de nuestras relaciones con Dios serán las relaciones establecidas en el seno de la comunidad que llegan a convertirse en “una estrella que dará de sí gran resplandor” (V 32,11). Una buena intuición antropológica fue juntar la fraternidad a la comunidad y la comunidad a la fraternidad. Amó apasionadamente a sus hermanas; amó con intensidad. De ella también podemos decir que el mal lo hizo mal y el bien lo hizo muy bien. Contagió el bien. Disfrutó con la fiesta, las coplas, el canto y lo lúdico. Todo en ella era, en buena ley, parte del universo teresiano. Nos introduce en el mundo de lo gratuito que es tan importante en
  • 27. 27 la vida. Para Teresa el amor se coloca en el vértice y su práctica incluye la dimensión comunitaria y la actitud fraterna. Esa fraternidad hay que cultivarla. No se consigue recordando insistentemente derechos y deberes. Es importante, también, dedicar tiempo a “lo que más gusto les diere” y a “procurar holgaros” y eso es la recreación (C 7,7). En ella se refresca el corazón. Por lo mismo, ésta no se ha de suprimir cuando comulgan como sugerían algunos visitadores (Carta 144, 2). - La libertad. En la auténtica fraternidad no falta la libertad. Brota espontáneamente. ¡Qué libres son en sus relaciones los que bien se aman! Para Teresa es la ofrenda de sí misma por amor y no tiene nada que ver con el pensamiento de Sartre: “El hombre es condenado a ser libre”. Por el contrario, la libertad en Teresa está en función de la Verdad y del amor; es uno de los atributos más elevados de la persona y la hace a ésta, en cierto modo, semejante a Dios. Ninguna otra criatura está adornada con esta potestad. La libertad es potestad que hace a la persona capaz de elegir entre Dios y lo que no es Dios, ante lo cual hasta el mismo Dios se detiene. Ver la vida en clave de libertad era es mucho para el siglo XVI y para que lo diga una mujer, una monja y abulense. Pero esa libertad es algo muy grande ya que lleva a Teresa a “mirar como desde lo alto”. El vuelo es aquí la gran metáfora de la libertad: ahora le “nacieron alas para bien volar”. La propia interioridad es concebida como espacio de libertad. Pero toma forma frente a los demás y frente a las cosas que tanta veces nos quitan la libertad de espíritu ya que nos atan, nos lían y nos apegan. Por eso la libertad se ha de procurar y para ello un buen camino es “desasirse de lo creado”. El mensaje frente al consumismo actual es muy claro. La personase humaniza, se va haciendo libre en la medida en que opta por amar, aceptando y superando, con realismo y conciencia, el sufrimiento y los límites que le imponen su fragilidad y su situacióni . Desde su propia libertad asume su proceso de dignificación. Somos responsables de las relaciones que vivimos en nuestros contextos, nos forman y los formamos a medida que ahondamos nuestra condición de personas libres y liberadas. - La alegría Si hay algo que es libre es la alegría. Esta no se puede imponer. Ambas dimensiones del ser humano en la Santa están conectadas. “Las cosas del alma siempre se han de considerar con plenitud, anchura y grandeza” (1 M 2,8). Se tiene que caminar con buen ánimo y el cultivo de la mentalidad positiva. Teresa alimenta esa alegría con la mística del gozo; ese gozo que se experimenta en la auténtica contemplación que transciende todo discurso y lleva a disfrutar la vida como puro don y regalo –“allí va guisado lo que ha de comer”. El humor teresiano aflora continuamente y se expresa en el reírse de uno
  • 28. 28 mismo, de la vida y del propio decir. Es expresión de madurez humana y de una felicidad cultivada y contagiada. El contento interior y la alegría son ingredientes claves de la espiritualidad teresiana y también del vivir bien. El contento tiene una dimensión hacia dentro y otra de alteridad, de apertura a los demás. Se trata de dar contento a los otros y por supuesto a sí mismo. “En esto me daba el Señor gracia, en dar contento adondequiera que estuviere” (V 2,8). La santa lo repitió varias veces que “el contento y la alegría a diferencia de los recursos de la vida humana no disminuyen al darse, sino que crecen. Cuanto más felices hacemos a los demás más felices somos. Por lo demás como ocurre con el amor: Y crece la caridad con ser comunicada” (V 7,22). Así escribe y así habla la misma que había escrito que “la vida es una mala noche en una mala posada”. Solía repetir con frecuencia: “Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía” y tenía muy claro que “un santo triste es un triste santo” y añadía: “Dios nos libre de los santos encapotados”. Le gustaba el buen humor y la sencillez y tenía la boca llena de alegría. Esto le ayudó a que se le abrieran muchas puertas y se le facilitaran las diversas relaciones. Pero también le creó dificultades entre los que no creían compatible la santidad y la alegría y hacían del buen humor sinónimo de superficialidad y la ligereza. Teresa ofrece un camino de alegría evangélica. Un claro síntoma de cambio para la Santa fue el ingrediente de la alegría con el que organiza la vida religiosa reformada (F 13, 5). Esta alegría penetra las estructuras, los horarios, el tono formativo. El hecho de ser monja es para ella una fuente de alegría (V 35, 12). En la vida consagrada encuentra fuentes de alegría: la pobreza evangélica, la acogida del pobre, la fraternidad comunitaria, las gracias místicas. Está claro que “la alegría interior” es ingrediente indispensable del humanismo teresiano. La vida consagrada hoy se tiene que hacer eco de la vida de Teresa y asumir su experiencia evangélica de la felicidad. Son enormes las consecuencias que trae una vida religiosa triste y manifiestamente infeliz. La interpelación principal que nos producen las palabras y el testimonio de Teresa es que si no conseguimos estar felices en la vida consagrada hay que cambiar la vida consagrada o dejar la vida consagrada. - La humildad La humildad entra en esta presentación no por la ventana sino por la puerta. No se puede hablar de Teresa sin referirse a la humildad y a continuación de la alegría. Y eso aunque pueda parecer lo contrario. Para Teresa es el ejercicio principal de la oración (C 17,1). Es indispensable para crecer. La humildad para Teresa es “andar en verdad” (6 M 10,7) y andar así regala ánimo y tranquilidad para todo. Es fundamental entender bien la humildad porque si no, se puede bloquear todo el camino y hacer mucho daño. Humildad no es “encogerse” ya que un alma apretada no puede agradar a Dios. A la humildad Teresa le da cuatro dimensiones: andar en verdad delante de Dios, delante de nosotros mismos, delante de los demás y del mundo. Vivir en humildad es una actitud muy noble, profundamente cristiana y humana. Hay que superar la aceptación popular que reduce la humildad a ser una persona apocada, callada y sufrida. La verdadera humildad integra muy bien las diferentes relaciones entre Dios, el mundo, los demás y el yo. Con todo lo que fue e hizo, sin embargo, es grande su insistencia en que hay que cimentarse en la humildad; es la dama ante la que Dios se rinde. Además, para ella no
  • 29. 29 puede haber humildad sin amor ni amor sin humildad (C 16,3). En fin, acertó a ser grande y humilde al mismo tiempo. - La mente abierta y el corazón despierto Teresa tiene siempre delante de si múltiples posibilidades; se le abren muchos caminos por donde ir y llevar a Dios (C 5,5). Jesús busca desenmascarar al Dios de los celosos. Según el evangelio el Dios de Jesús es un Dios que no se deja acaparar por una casta de gentes pías y virtuosas. El desprecio del otro convierte en falsa automáticamente toda relación con Dios y toda espiritualidad. La mente abierta refleja y expresa un sano humanismo y pone en evidencia la calidad humana de esta mujer, Teresa. De forma concreta la persona de mente abierta acierta juntar la relativización y el ser audaces. La mente abierta evita que se encoja el ánimo y se arrincone el ánima (C 41,8). Necesita que todo pase por el corazón. Da horizonte a nuestros insignificantes accidentes de la vida cotidiana y relativiza nuestras pequeñas e inevitables incoherencias diarias. Ensancha nuestra ánima. Es una invitación a vivir siempre con un optimismo que bien le podemos llamar transcendente y al mismo tiempo cordial. Esa mente amplia se la dieron los libros. Tenía una gran adicción a la lectura. Teresa fue una mujer culta23 . “Si no tenía libro nuevo no parece que tuviera contento” (V 2,1). Se formó con mente abierta. Escuchaba a todos y de todo. Es larga la lista de fuentes literarias que llegaron a formar parte del universo religioso teresiano. Teresa fue una mujer muy cultivada y autodidacta; desconfiaba de la ignorancia y de los ignorantes. Leer y escribir fueron para Teresa dos poderosas formas de orar. Esa mente amplia le dio un corazón grande. Todo lo pasaba por él. Amaba lo que creía; y como mujer, sobre todo, enseñaba a amar lo que se creía. Su cordialidad contribuyo a ensanchar su mente y a acoger la verdad. Sin olvidar esta encarnación que ella hizo de los diferentes aspectos de la persona humana vamos a dar un paso más y describir la visión global de la persona humana que Teresa tenía; será una presentación holística de su persona que nos permitirá dar el salto a la persona humana en general. En ese momento haremos antropología pura y nos ayudará la fenomenología, las más altas intuiciones místicas, la hermenéutica y el lenguaje original de la Santa. Nos ayudará, sobre todo, la visión concreta que ella misma tiene del ser humano en toda su amplitud y tanto en su dimensión de interioridad como de apertura. En Teresa la pasión por lo humano es fundamental cuando se analiza su visión antropológica; ella habla del ser humano hablando de sí misma y su discurso es el de una mujer autónoma, libre, audaz, con fuerte interioridad y contemplativa. Contará, también, el buen humor y la sororidad. De todo ello se sirve para entrar en la aventura espiritual en la que Santa Teresa se metió. En ella el hilo para hacer el camino es la determinación. En el crecimiento está en juego algo muy importante: una existencia con sentido. Ahí reside el secreto de la felicidad. 23 T. Álvarez, Cultura de una mujer del s. XVI, el caso de Santa Teresa de Jesús, Monte Carmelo, Burgos, 2006