El documento compara cómo Robespierre ordenó borrar a una persona de un cuadro durante la Revolución Francesa y cómo Stalin hizo lo mismo décadas después durante la Revolución Rusa, manipulando fotografías para eliminar cualquier rastro de personas caídas en desgracia. Ambos casos ilustran el poder totalitario de reescribir la historia y controlar la memoria colectiva borrando a aquellos que cayeron del favor del régimen.