El Padre José Benito Cottolengo fundó la Casa de la Divina Providencia en Italia en 1832 para asistir gratuitamente a los enfermos pobres. Dirigió la casa con una confianza absoluta en la providencia de Dios, creyendo que Dios proveería todo lo necesario sin importar cuántos enfermos asistieran. A pesar de no tener recursos financieros, la obra creció para albergar miles de personas. Fue canonizado en 1934 por su dedicación a los más necesitados.