1. Casa Templaria, 29 julio de 2012
¡Buen domingo mis semillas amadas!
Os voy a explicar algo muy sencillo, a menudo Servidora tiene la nostalgia del
pasado y me da como apuro en hablar de ello
porque ahora todo está tan robotizado pero me
encanta como antes existían los huertos, los
jardines, las gallinas, los conejos, cuando aquel
tren llegaba a la estación de Ager y se paraba,
siempre estaba en retraso porque los horarios no
podían llevarlos como hoy, decían: “el de las 5
seguro llegará a la 5:30 no lo esperes, el
automotor de las 11 a veces llegará a las 11:15,
11:20, el de la mañana era el mercancías a las 6, de 6 a 7 pasaban dos de mercancías,
eran los que llevaban la carga, ¡no paraban en la estación pasaban de largo! Irse a
bañar al lago de Ager era una maravilla, bebíamos de aquella agua siendo niños,
para resistir más debajo del agua Servidora bebía, bebía, bebía hasta que ya no podía
más, imagínense la pureza de esa agua, no se analizaba, ni siquiera se sabía si tenía
algo, muchas veces bajamos acompañados de los cerditos y ahí se bañaban los niños,
incluida Servidora, con sus chanchos, jugábamos con ellos, se revolcaban en el barro
y nosotros bebíamos agua del río, claro. Son esos momentos de nostalgia subiéndose
a los pinos, hasta la copa que se podía doblar, balanceábamos. Recuerdo que una vez
por semana nos traían el pan, el lunes exactamente y siempre era un saco del molino,
no sé si eran 5 o 7 u 8 panes, tenía que ser para la semana y había que prever, porque
no podía faltarte el pan, con 4 niños era imposible que te faltará, no había tiendas así
que tenías que calcular muy bien. Al final del mes pagabas el pan de todo el mes y ese
día el panadero te regalaba una “coca”.
Una vez vino un monje a la estación y el Sr. Antonio le preguntó: ¿de dónde
viene buen hombre? y dijo, de los Avellanes, es un monasterio muy alto en la cima de
la montaña, casi no vemos a nadie, es un poco de clausura. Cuando era joven me
trajeron a un alumno, tenía 3
añitos, sus padres lo
dejaron a mi cuidado para
que lo formara y más tarde ser
monje. Le enseñé
oraciones, meditaciones,
el bien, las buenas obras,
los Iniciados, le hablé del
respeto a la naturaleza.
Después de 15 años que
estábamos recluidos, decidí bajáramos a la pequeña ciudad. El alumno abrió grandes
2. los ojos y empezó a mirar, nunca había visto tanta gente, a los tres años recordaba
muy poco como vivían sus padres, ni siquiera recordaba el pueblo y le fui explicando,
lo llevé al mercado, mira tienes las hortalizas, aquí los agricultores venden sus
máquinas, tractores, también había bueyes, esos sirven para labrar la tierra, ayudan
mucho al hombre, había caballos y le dije la montura es noble y muy útil, para una
casa; le enseñé los animales domésticos, conejos, cerdos y también gallinas y gallos y
le dije: mira bien siempre a tu alrededor, también le mostré el perro. El gallo es muy
útil al hombre porque es el que despierta a la ciudad al amanecer canta y saben que
es la hora de levantarse; el perro es fiel porque siempre está cerca del hombre para
avisarle cuando hay peligro, cuida la casa, los bienes, la propiedad y siempre está ahí
para alertar. El alumno iba abriendo cada vez más los ojos, vio pájaros de colores,
telas, muchas mercancías que nunca había visto y sobre todo la gente, era algo que
descubría, de pronto el alumno le dijo al monje: maestro, maestro ¿qué es esa especie
que pasa por ahí, qué es? Y éste le contestó: muchacho ten mucho cuidado, esa
especie es el tigre. ¿El tigre? Sí, ten mucho cuidado es muy peligroso. ¡Ah bueno!
Continuaron, le compró unos dulces por la primera vez de su vida y el alumno
continuaba a mirar, admirar, terminaron el día y se fueron de nuevo al monasterio.
Cuando llegaron, el alumno estaba silencioso, pensativo, no decía nada, cenaron en
silencio. El monje le preguntó: ¿de lo que has visto, qué es lo que más te ha marcado
en la ciudad? le contestó: maestro lo que más me ha impactado es el tigre, no me lo
puedo quitar de la cabeza. El maestro lo contempló y le dijo: ha llegado el momento
donde tienes que elegir, o te quedas aquí en el monasterio o bajas a la ciudad, el tigre
simplemente es la mujer. Efectivamente el monje le dio el nombre del tigre a una
niña, a una chica guapísima, bonita, ojos preciosos,
una bella sonrisa y le había marcado y atravesado el
corazón, por eso ese futuro monje tuvo la prueba
final. El tigre tenía que despertar o callar para
siempre todos sus sentidos, nos ha pasado a todos,
sin tener que ir a la ciudad, o salir del pueblo en un
momento siempre viene ese despertar de los
sentidos, el monje comprendió que era el momento
donde el alumno tenía que ir y vivir su vida y decidir
por él mismo su camino, su Misión. Así duró mucho
tiempo y cada día le preguntaba el monje ¿aún piensas? Y el alumno contestaba: sí,
el tigre me impresionó, recuerdo su mirada, era un ser diferente del perro, del gallo,
del caballo. El monje lo miró sonriendo.
Le preparó una bolsa que tenía de cuerda con la herencia que había podido
guardar para él y le dijo: emprende tu camino, ves a tu destino, afronta la realidad,
las pruebas pásalas, no rechaces ninguna, si tienes miedo de afrontarlas volverás, si
cada día aceptas tus pruebas, tus responsabilidades, vencerás, irás creciendo y sin
darte cuenta la gente de la ciudad vendrá a visitarte, durante estos años has
adquirido sabiduría, paciencia y experiencia, sólo faltaba escuchar tus emociones,
escuchar que tu corazón hablase. El joven no comprendía muy bien esas palabras,
3. tomó su saco de tela y se fue a la ciudad, una vez ahí fue a buscar al tigre, al verlo de
nuevo se quedó sorprendido, volvió a mirarlo, lo olfateó
y empezó hablarle. Aquel tigre, que era una niña
preciosa, no comprendía el vocabulario del alumno y le
contestaba: ¿sabes bailar y cantar? Y él contestó: esa
doctrina nunca me la enseñó mi maestro ¿dónde se
aprende? La niña se quedo sorprendida sin saber y le
preguntó: ¿dónde vives? No tengo casa, la niña dijo:
¿cómo que no tienes casa? Sabes muy bien hablar y
respondes a toda la gente que te hace preguntas. El
alumno dijo: es lo único que tengo. La niña sonriendo le
dijo: si quieres ven a mi casa y se lo llevó.
Acostumbrado al silencio, al respeto de la naturaleza, al respeto de los
Iniciados, a sus oraciones, a sus meditaciones aquello le parecía como si fuera una
feria, un mercado, todos chillaban, se reían, se servían y él iba observando, sólo
cuando estaba delante del tigre su corazón no paraba, parecía que iba a explotar.
Hasta que poco a poco la niña se fue acercando y se encontraron un hombre y una
mujer, se realizaron, fue algo maravilloso y de ese niño nació el hombre y le
preguntó: ¿mujer, quieres vivir conmigo? Ella le contestó: sí pero vendrás a mi casa
verdad? Tendrías que intentar venir a la mía, pero, tú no tienes casa, construiremos
una, tengo dos brazos fuertes, dos manos y mis pies que saben andar y no tienen
miedo al sufrimiento, así empezó a construirse su casa y se fueron a vivir. Al tigre
cada vez más le gustaba esa vida tranquila, serena y aquel joven niño cada vez se
acordaba más de su maestro. ¿Cómo podría hacer mi amado maestro? Te echo de
menos y necesito esa paz y esa serenidad, necesitó también su sabiduría, oír sus
sabios consejos y saber que será de nosotros mañana cuando dejemos nuestros
cuerpos aquí. El tigre hecho mujer no comprendía muy bien esas palabras pero poco
a poco necesitaba ir a la ciudad, estar con los suyos y estar con él.
Fueron a verlo y le dijeron maestro aconséjenos, y le explicaron. El maestro
les dijo: en este monasterio, sabéis que es muy
grande, hay sitio para los tres y para aquellos que
desean venir, vivir el tiempo que necesitéis y
después en el invierno bajar a la ciudad, vivir con
vuestra familia, con los vuestros. Aquí en la
montaña el invierno es duro, tenemos mucha
madera pero dura mucho el invierno. La mujer y le
hombre se miraron y se sonrieron y estuvieron de
acuerdo. Así que se quedaron 6 meses en el
convento, escuchando y ayudando al maestro que
tanto les había enseñado y cuando bajaron a la ciudad se dieron cuenta que la
riqueza más grande que tenían era ahí en la cima de esa colina pero que nunca se
puede separar las alegrías, colores, las fiestas, los bailes, el cine, Madagascar, con el
4. silencio y la armonía de la montaña. Es la paz que nuestra alma necesita, es esa
tranquilidad que buscamos en el fondo de nosotros mismos.
Esta historia se la explicaron al Sr. Antonio, él vivía feliz porque estaba
rodeado de montañas y su lago, el pantano de Ager y tenía su
familia y a sus hijos, nunca se olvidaba de hacer su seminario una
vez al año y sabía muy bien que su equilibrio era su familia, su
huerto y cada día ir sacando esas piedrecitas porque así sabía que
avanzaba. No temáis los sentimientos y las emociones, hacen parte
de nosotros y tenemos que aprender a controlarlas, ni tristeza al
extremo ni alegría al extremo, un justo medio y verás que
aprendéis a controlarlas encontraréis vuestro equilibrio, vuestra
felicidad y estaréis bien.
¡Ánimo mis semillas amar que sois Semillas de Luz!
Con todo mi amor
La Jardinera