1. El caserón
José B. Adolph
NUESTRO CASERÓN ES REALMENTE GRANDE. Desde mi habitación
normal, en el tercer piso, en el frente de la casa, puedo ver la
plaza San Martín pero mi segundo dormitorio —que llamo
refugio—, en la parte de atrás aunque también en el tercer nivel,
da a la plaza de Armas o Mayor y me enfrenta directamente al
palacio presidencial y, más atrás y más arriba, al viejo cerro San
Cristóbal.
Desde uno de los balcones, cuando no hay demasiada bruma
invernal, veo el mar. Desde otro, los barrios de esteras, adobe o
ladrillo sin enlucir apiñados sobre cerros cuyo suelo ya no es
visible salvo como polvo.
Tengo documentos que me demuestran que nuestro caserón
siempre estuvo en este lugar, aunque no queda claro desde
cuándo. No sólo hay documentos coloniales y republicanos sino
también pinturas, generalmente óleos oscuros y brillosos, de
hombres a caballo y damas con cestos y flores.
No todo en el caserón es, como podría pensarse, oscuro,
húmedo y desgastado. Posee lugares luminosos, coloridos, hasta
alegres. A veces encuentro, en mis andanzas, huellas de pisadas
de un caniche silencioso y deyecciones de aves, probablemente
2. guacamayos.
Las huellas humanas son menos frecuentes. Alguna estría de
barro de garúa, dejada por un zapato, descuidada por la
servidumbre; una vez un breve pañuelo de material muy fino; en
otra oportunidad un anillo sobre el lavatorio de uno de los
inacabables baños de la segunda planta.
Pero lo que encuentro mucho en los tiempos recientes es algo
muy difícil de describir y explicar: una especie de hálito que no es
ni imagen ni sonido, una suerte de suspiro de la memoria que
posee resonancias musicales. Como si un espíritu, quizás el del
mayor de los Bach, hubiese encontrado aquí una patria
permanente, lejos de cualquier acoso amigo o enemigo. Porque,
según he sabido, lo que suele llamarse inmortalidad está en
realidad lleno de acosos, de intentos de asalto, de zancadillas
celosas aunque también —no es un consuelo— de afanes
amorosos. Si esto se supiera, me digo no sin sonreír un tanto
vengativo...
Cuando me sobrevuela un avión o un helicóptero me enfado,
no sé bien porqué. También desconozco la razón para que, en
cambio, no me moleste el ruido de automóviles o los gritos de
personas que venden, protestan o piden algo. El gran gato negro
que me ha adoptado y me acompaña en mis vagabundeos me
sugiere que hay una especie de envidia en mi enfado por lo que el
hombre ha inventado para alcanzar el cielo. Mi gato es muy
inteligente aunque suele disimularlo, al estilo de los gatos. Para
ellos hay sólo dos estados: festejados como divas u ocultos como
ladrones.
En la biblioteca, además, obviamente, de libros —la mayoría
muy hermosos, inclusive los que contienen insensateces— deben
sumar muchos miles los folios que he ido rellenando al paso de las
décadas. En uno de los sótanos, éstos sí mugrientos y un poco
repugnantes, hay toneles enteros de la tinta violeta que utilizo
para escribir. Mi gato afirma, irónico, que aquí el progreso se
detuvo antes de la máquina de escribir, para no hablar de las
computadoras. Estoy informado, no crean, pero vivo inmerso en
una descomunal indiferencia ante lo que los humanos, tan
3. insólitamente ingenuos, llaman progreso.
Relativamente. Más que primitivo, soy arcaico. Utilizo
cubiertos (¡y de plata de 925!), lamparines de algún derivado del
petróleo o de la oliva. Los mismos libros, hasta los hechos a
mano, son o fueron un progreso. Mis pensamientos y algunas de
mis acciones están teñidas de diversos tiempos.
Nunca me he preguntado quién soy. Ni siquiera qué soy. Las
identidades son tan ilusorias como todos los diagnósticos. Una vez
que se descubre cosas como la de que no hay futuro, pierden
interés presente y pasado y, en consecuencia, las definiciones.
¿De qué se trata, entonces?
De vagar. De recorrer pasillos, habitaciones, tejados, sótanos,
huertos y jardines. De orinar sobre tulipanes, de dormir sobre
pianos de cola enmudecidos, de sentarse a comer entre arbustos.
Esto funciona bien. Hay personas que trabajan para esta casa,
no tanto para mí. Sé que una vez al mes van a una institución
bancaria y reciben honorarios. No tengo idea del origen ni de la
cuantía de esos fondos. Ninguno vive en el caserón. Todos tienen
orden de invisibilidad. No puedo agradecer nada a nadie: ni
dinero, ni productos, ni servicios. Ni amor. Esta es la libertad.
Pero debo confesar que, además del gato —que parece ser
tan inmune a la muerte como el caserón y yo—, amo a esta
enorme fortaleza de la indiferencia que es el caserón. Es
maravilloso que él (o sus constructores que, por lo visto, también
siguen vivos) haya desarrollado mecanismos de defensa que
rotan, se modifican y renuevan constantemente. A menudo
aparecen en los alrededores cadáveres desangrados y a veces
decapitados. Cuando un gobierno ha querido invadir el caserón,
ha sido derrocado. Hace años que fue declarado intangible,
inteligente manera de dejar al caserón en paz. La gente cuenta
misterios y anécdotas y los turistas toman fotos y vídeos.
Más de una vez se me ha ocurrido que no soy sino un
apéndice o vocero del caserón. ¿Quién soy para negarlo o
afirmarlo? ¿No dije que las identidades son ejercicios de la
vanidad? Pero algo me dice que si esos de afuera son humanos,
yo no puedo serlo.
4. ¿Y qué contienen esos folios y esos textos en tinta violeta?
Pues listas. Listas de cosas consideradas existentes y, como
comprenderá cualquiera, esas listas son infinitas. Siempre hay
más cosas. Siempre hay que seguir anotando. Ese es el sentido de
la vida: registrar lo que se cree que hay.
Por eso es que hoy he escrito esto. Para que exista un texto
que convierta en realidad que existe este texto.
1. En qué persona gramaticalmente hablando está escrita
esta narración?__________________________.
2. Cómo describirías al personaje de esta historia
físicamente?_____________________________________
_______________________________________________
_______________________________________________
_____________________________________________
3. A qué se dedica este mismo
personaje?______________________________________
_______________________________________________
_____________________________________________
4. En qué lugar se desarrollan los
aciontecimientos?_________________________________
_____________________________________________
5. Cómo describe a la libertad nuestro
personaje?______________________________________
_______________________________________________
_____________________________________________
6. Elabora una lista de palabras que no conozcas, e investiga
su significado en el
diccionario______________________________________
_______________________________________________
_____________________________________________
7. Una vez que conozcas el significado de todas las palabras,
elabora una síntesis del relato en no más de 5
renglones_______________________________________
6. Lo que esconde la niebla___________________
María Aixa Sanz
...a Carlos
LA LUNA LLENA me suelta la lengua y por las noches no puedo
dormir, me desvela, me paso las noches con los ojos abiertos de par
en par, luego llega el día y a media tarde me quedo dormida,
traspuesta, como ahora que me he quedado dormida en el sofá de
terciopelo granate. Imaginaba que estaba acurrucada en tu cuerpo y
me he quedado dormida, he soñado contigo. Soñaba que íbamos en
un barco y he anotado algo en la última cuartilla de mi cuaderno, he
arrancado la hoja y he salido al pasillo del camarote y a un mozo que
pasaba le he dicho: «Désela al hombre del traje azul marino. Dele la
nota». Lo recuerdo perfectamente, sé que te he escrito una nota y sé
que se la he dado a un mozo del barco, tú debías estar en cubierta,
me he puesto un chal sobre los hombros y he mirado la mar por el
ojo de buey, todavía era de día. No sé que esconde esa nota, me lo
tendrás que decir tú. Todo eso he soñado y he sentido frío, frío en mi
7. cuerpo, y también he sentido un beso en la frente y entonces he
despertado. Estoy aquí con los párpados entreabiertos, me has
besado en la frente, tengo la sensualidad de tus labios en mi piel,
pero tú no estás, estoy sola acurrucada en el sofá de terciopelo
granate, aun así te pregunto: ¿Qué he escrito en la nota del sueño?
¿Tienes idea? ¿La has leído? ¿Te la llevó el mozo a cubierta? Me
quedo ensimismada en mis pensamientos, sé que cuántos más años
tengo el desarraigo vive en mí, que no me aferro ni a las gentes ni a
los lugares, que estos van y vienen según las etapas de la vida, que
hay lugares y gentes que son importantes y que un día dejan de
serlo, y borrón y cuenta nueva, y eso no deja de suceder en las
vidas, por lo menos en la mía, miles de gentes, miles de lugares
pasajeros siempre pasajeros, sé con certeza que he echado raíces en
ti, en tu cuerpo en tu forma de ser, sé que mis raíces están en ti, sé
que eres lo único que no es pasajero y de todo ello tienen la culpa
tus ojos. La forma de mirarme que tienes tú. Amor, eres la hoguera
en la que me quiero quemar, así de atractivo y erótico te siento.
¿Qué pone en la nota? ¿Me lo dirás algún día? Probablemente te
equivocaste de chica y te gustan más las mujeres comedidas,
reflexivas, prudentes. Pero muchacho soy valenciana, soy de quemar
la vida, de vivir para el placer, de quemar todos los cartuchos, de
sentir la mascletá en mi piel, soy tremenda y vehemente, sensual,
mediterránea y apasionada. Quemo la vida, la vida está para gastarla
y con los grandes amores estás para cometer imprudencias. Besarte
si tengo ganas de besarte. ¿O no? La reflexión me la guardo yo para
cuando vienen malas, para los problemas. A menudo te asalto sin
permiso, te devoro sin licencia, te acoso a preguntas, juego contigo a
un juego eterno, y es que no puedo vivir sin tu belleza. El ring del
teléfono ha hecho que mis pensamientos vuelen por la habitación
ocultándose de nuevo en el país de los pensamientos no
pronunciados. El ring ha roto mi cavilar, cojo el teléfono y eres tú.
Me dices: «Sí. Sí. Sí» Tres síes y la comunicación se corta. Me
pregunto a qué estabas contestando y caigo que estabas
respondiendo a la nota. A lo que sea que te haya escrito. A saber
cuándo se va a restablecer la comunicación, sé a ciencia cierta que a
veces tarda más de veinticuatro horas. Qué tarde más extraña, miro
8. por la ventana, tu voz resuena en mi cabeza. Tu voz. La tarde es
extraña, el día es extraño. En el exterior la niebla borra el paisaje
pero me guío entre la niebla con el azul de tus ojos, con el brillo de
tu mirada y veo cómo un papel planea en el cielo, entre la niebla y
cae tras una planta crasa. Salgo corriendo descalza tengo que
recoger el papel. Es la nota. Lo sé, sin ningún tipo de duda. La tengo
y sí, es la nota, reconozco el tacto del papel, y al abrirla reconozco
también mi letra y el signo de interrogación. Amor, ya sé a qué has
contestado. Creo que estamos comprometidos. Acabamos de
comprometernos como si esto fuese una historia de una novela
victoriana. Sonrío. Guardo la nota. Esto no es cuento, yo no soy Jane
Austen ni Charlotte Brontë, pero tampoco sabía lo que esconde la
niebla, hasta hoy.
1. Qué relación encuentras entre el título del texto y su
contenido?_________________________________________
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2. Cómo se describe a sí misma el personaje de esta
historia?__________________________________________
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3. De quién está hablando este mismo personaje en el
texto?____________________________________________
_________________________________________________
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4. Cuál es el tema central del texto que acabas de
leer?_____________________________________________
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5. Haz una lista de palabras desconocidas busca su significado
en el diccionario y enseguida realiza una síntesis del relato
leído_____________________________________________
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9. _________________________________________________
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6. Qué diferencia existe entre un resumen y una
síntesis?__________________________________________
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María Aixa Sanz (España, 1973), escritora valenciana.
Tiene publicadas las novelas El pasado es un
regalo (2000), Laescena (2001), Antes del último suspiro(2006)
y Fragmentos de Carlota G. (2008). En mayo de 2008 publica el
ensayo El peligro de releer, recopilatorio de los artículos
literarios, con los que colabora en diversas revistas de España y
Latinoamérica. En junio también de 2008 la Editorial Séneca
publica el libro La escritura del no que recoge sus artículos más
importantes junto a los de una decena más de escritores
profesionales. Ganadora de varios premios de narrativa breve,
relato y cuento en distintos idiomas.
10. Muñeca triste
María Aixa Sanz
MUÑECA TRISTE quién te roba a ti los momentos. Muñeca
triste de apariencia embustera. Quién se cree dueño de quitarte los
instantes que te pertenecen, y ese viento que te da de cara, que roza
tus pómulos, ¿acaso tiene permiso?
Te gustaría ir a Alaska: a contemplar la aurora boreal, eso
lo sé desde tiempo, y pretendes conseguirlo en tu caminar con tacón
de aguja. Muñeca triste cargada de miedo. Podrías alzar la voz para
que alguien te oyera desde ese orificio en que andas metida. El
presente es absurdo pero es lo único que tienes.
¿Por qué te gustan tanto los hombres? ¿Porque te dan de
comer? Aparte de al estómago, también te alimentan el alma. Andas
triste porque una vez te enamoraste como una estúpida y te salió
mal, y ya no has querido volverlo a hacer. Lo de enamorarte digo. Y
vas por la vida luchando y como arma tu cuerpo. Piensas que lo que
sienten es cariño por ti y luego te das cuenta de que no sienten
nada, y te restriegas la piel con la esponja, tan dolorosamente para
quitarle el asco, que te deja rojeces como marcas.
Muñeca triste dime que aún sigues ahorrando para hacer un
11. día ese largo viaje. Sólo un billete de ida, por favor. La vuelta no la
quieres, no quieres volver. Y te preguntas si alguien se cuestionará
dónde te has metido, si a alguien le importará que te largues, que
desaparezcas. Sabes que no es tarde, que siempre existirá el día
oportuno, el señalado, el marcado. Sabes que sólo nunca sería
demasiado tarde. Porque nunca es no existir y lo que no existe no se
añora, no se extraña. ¿Muñeca triste seguirás luchando hasta
conseguirlo? Vengo a pedirte perdón, no me gusta verte llorar, si
quieres llorar hazlo en mi compañía. Nunca has tenido algo tuyo, ni
un querer que quisiera decir tu nombre verdadero. Vas andando por
la vida con un nombre falso que no quieres que yo pronuncie,
prefieres que te llame muñeca triste. Te gusta así más. No tienes
delante de mí que seguir con la farsa. Aunque debes contentarte con
lo que tienes, con este pequeño ratito, en que dejas que yo piense
por ti. Y tú silenciosa puedes dejar de pensar sin cerrar los ojos,
cansados los tienes ya de tanto cerrarlos para no ver lo que te rodea,
pero tus esfuerzos son en vano, alguien te lo sigue susurrando al
oído y el olor, ese olor que te acompaña desde el primer día, que no
te abandona, que te da asco, el olor sucio de ese dinero, se mete por
tu nariz ofendiéndote las entrañas. Pero todo lo haces, recuerda, por
la aurora boreal, que te aguarda en Alaska.
Prométeme muñeca triste que te vas a secar las lágrimas,
que no valen la pena. Atúsate el cabello, píntate los labios y vuelve a
sonreír, eso, así, colócate la máscara y sal de nuevo a patear las
calles.
Persigue tu sueño.
1. Quién es el personaje principal de este
texto?____________________________________________
2. Quién habla de el personaje
principal?__________________________________________
3. Cómo describirías físicamente al personaje
principal?__________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
12. 4. “colócate la máscara”, es una metáfora: Qué significa dicha
metáfora?_________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
5. En este relato existen otras metáforas, localízalas y escríbelas
al igual que su
significado:________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
6. Realiza una síntesis del relato en no más de 3
renglones_________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
13. Los días de ayer
___________________________________
María Aixa Sanz
ELLA ESTÁ SENTADA en una esquina del salón, la han dejado allí
junto a la ventana para que mire al exterior. Está sentada en una
esquina del salón, sola, como un mueble obsoleto o un estorbo.
¿Cuándo se rompió su vida? ¿Cuándo se rompió su memoria? Nadie
la escucha puesto que para todos sus frases no son coherentes, ella
sólo habla de los días de ayer. Todavía conserva en su rostro la
mirada dulce de la niña que fue, la piel de la cara se mantiene tersa,
pura, suave en cambio la piel de sus manos y de sus brazos se han
convertido en algo tan frágil como un papiro guardado en la
Biblioteca de Alejandría. Dicen que no habla, pero no es cierto, dicen
que habla sola o que le habla al aire y no es cierto: ella le habla a
algún ser de su pasado alojado en su memoria, esa que ha olvidado
el presente y se ha refugiado en los días de ayer. Ella está más a
gusto, agazapada en la realidad que no partió, en esa realidad que
se quedó inmaculada y detenida entre su infancia y su última
14. juventud madura. Ella, habla de como corría por las calles de polvo,
de como bebía del agua fresca que discurría por el arroyo del
bosque, ella habla de lobos y de príncipes pastores, de almas
muertas y de niños con la rodillas destrozadas, de hambre, de leche
en polvo, de escasas onzas de chocolate, de lazos en el cabello, de
muñecas de cartón, de veranos de trasiego... Dicen que no habla y
no es cierto, su memoria ha escogido su tiempo porque tal vez no le
gustaba lo que estaban viendo sus ojos o tal vez porque para que
siga existiendo el mundo, algunos seres deben dejar de recordar los
días de hoy, para dejar espacio a los recuerdos jóvenes. Quizás el
Universo sólo tenga una capacidad limitada de memoria, y sea ley de
vida o indispensable que haya gente como ella que olviden, quizás en
el Universo se inventaron los libros donde se escriben y se cuentan
historias con ese mismo fin: el de dejar memoria libre para que el
resto pueda seguir con sus vidas y pensar que el Alzheimer es una
enfermedad caprichosa. Pero ella sigue siendo la mujer de siempre:
suave, ligera como el algodón, ella no es un estorbo, ella es una
mujer a la que a veces se le enciende una luz en su cabecita y
reconoce un rostro, recuerda un nombre o formula un pregunta
sincera y «coherente». Ella es la misma mujer de siempre, que
quizás sólo le está haciendo un favor al Universo. ¿Quién sabe?
1. Quién es “ella”en este
relato?________________________________________
______________________________________________
____________________________________________
2. De qué enfermedad padece “ella” y en qué
consiste?______________________________________
______________________________________________
______________________________________________
______________________________________________
____________________________________________
3. Quién es el personaje que habla de
“ella”?________________________________________
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15. 4. Qué nombre te gustaría ponerle a
“ella”?________________________________________
_____________________________________________
5. Conoces a alguna persona que padezca la misma
enfermedad que
“ella”?________________________________________
16. Mujeres en los árboles___________________
María Aixa Sanz
XX PIENSA QUE a veces dice muchas tonterías. Una ristra infinita de
tonterías. Habla por no callar. Por no oír su voz interior y cuando por
fin calla y deja que salga su voz interior que es la voz que entiende a
la razón y al corazón, a los dos por igual, y es la voz verdadera de
los deseos, cuando la oye, se asombra de lo que en verdad desea
pues nada tiene que ver con todas las tonterías que predica a lo
largo de los días. Sí, a veces piensa que sería mejor tener más
tiempo la boca cerrada. XX no sabe si la verborrea es virtud o
defecto de las mujeres pero piensa que todas tienden a hablar
demasiado, tienden a no saber tener la boca cerrada. Parecen
mujeres en los árboles, sí, en los árboles, como esos pajarillos que
no paran de piar en todo el día y que como ruido de fondo
acompañan la existencia. Las mujeres hablan y cuando hablan un
tanto por ciento de lo que sale por su boca son mentiras, todo para
no oír la voz interior. Todo por no asustarse de lo que en verdad
desean. Quizás la única verdad que sale de su boca es cuando a
escondidas le llaman: «Amor» a su amor. Tal vez es la única ocasión
en que son sinceras. ¿Por qué cuántas veces plantadas con los pies
bien firmes sobre la tierra se han preguntado si la existencia que
viven es la que conocen y no hay más, no hay otra? ¿Si existe otro
tipo de vida para ellas en alguna parte? ¿Si hay otros yos que tengan
vidas completamente distintas a las suyas en otro lugar? XX imagina
17. a veces que ella es ella, pero hay otra ella en algún lugar que es
madre de tres hijos y que lleva una vida muy familiar y también sabe
que hay otra ella que es ingeniera náutica y trabaja entre mástiles y
cascos de barcos. Y a veces le da una especie de locura y cuando oye
piar a los pájaros se subiría a los árboles, porque no se callan al igual
que ella pero teme que si sube pueda encontrarse con la vecina de
enfrente, con su mejor amiga, con su madre, con su tía, con la
mayoría de mujeres que conoce y teme ese momento de sentarse en
una rama poblada y mirar a una de esas mujeres a los ojos y que
ésta le verifique lo que ya sabe que en realidad todas ellas son
mujeres en los árboles difíciles de atrapar y cuando las atrapan es
con ardides aunque no sabe si conocen que se dejan atrapar, que los
ardides, las engañifas, las tretas, las ven venir pero en hacerse las
locas en eso tampoco nadie las gana, son en todo momento
conscientes de toda clase de ardides pues al fin y al cabo ellas fueron
las que los inventaron, y hablan para no oír su voz cuando les dice
en un tibio susurro: «Todo es mentira, no te creas nada», por eso
meten tanto ruido de fondo, por eso al amanecer ya hablan y al
anochecer también. Puesto que todo es mentira. Una gran mentira y
a las primeras a las que mienten es a ellas mismas. Eso es lo más
triste, lo descorazonador, por ello XX se queda de pie frente a un
árbol, mirándolo de hito a hito, sin atreverse a subir, y así un día tras
otro, una hora tras otra. Esperando no sabe qué.
1. Quién es
XX?______________________________________________
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2. Qué opina XX acerca de las
mujeres?__________________________________________
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3. Porqué crees que XX tenga ese concepto de las
mujeres?__________________________________________
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4. Qué nombre te gustaría ponerle a
XX?______________________________________________
5. Con quién compara XX a las
mujeres?__________________________________________
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18. 6. Haz una lista de palabras desconocidas e investiga su
significado en el diccionario y enseguida realiza un resumen
del relato en 10
renglones_________________________________________
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19. La elección
Rosario Alba Álvarez
AQUELLA NOCHEVIEJA con catorce años, tuve que elegir entre Paco,
Jesús o Juan Pablo. Los tres confesaron adorarme. Fue una noche
gloriosa. Paco no debió besarme de aquella manera, ni Jesús tratar
de convencerme de que era la chica más guapa del guateque, ni
tampoco Juan Pablo tenía por qué deslumbrarme con los siete
sobresalientes que le habían coronado como el mejor alumno de
clase.
Se me quitaron las ganas de bailar, tenía que pensar en ellos, me
habían dado un ultimátum. Tuve que elegir entre la pasión de Paco,
los cumplidos de Jesús o el cerebro de Juan Pablo.
No dormí en toda la noche y al día siguiente andaba como
sonámbula por el pasillo de mi casa con sus caras metidas en la
memoria. Creo recordar que al final, después de tanto pensar, elegí
mal. La pasión de Paco me dio miedo, me inquietaba y la sabiduría
de Juan Pablo no me impresionó lo más mínimo, así que le dije a
Jesús que sí, que siguiese diciéndome aquellas cosas tan bonitas,
que insistiera en lo del color de mis ojos y en el tipo de bailarina que
se me estaba poniendo. Pero fue un error, un grandísimo error, al
20. principio estaba encantada con mi elección, pero pronto me cansé de
tener a mi alrededor aquel moscón que no sabía otra cosa que
dorarme la píldora constantemente.
No acerté con el chico de mis sueños pero aprendí la importancia
de las decisiones. Desde aquel día le cogí el gusto a elegir. Elegir
cualquier cosa: un árbol, un bombón, un cuadro, un personaje de
ficción, una casa, una mascota… Desde aquella noche me encantó
para siempre elegir cosas y bautizarlas, hacerlas mías.
Pero no es fácil acertar, hay que pensar un poco antes de
decidirse, el tiempo suficiente para rechazar las ofertas menos
apetecibles y estudiar despacio lo más interesante, tomarse un
tiempo; pero no excederse meditando, porque entonces se llega a un
punto en que ya no se sabe lo que se quiere y seguro, seguro, que
se elige mal.
Así también me pasó el día que mi padre me preguntó que qué
iba a ser de mi vida, que si no quería seguir estudiando que a qué
me iba a dedicar…
—¿Qué posibilidades tengo? —le pregunté.
—¡Y yo qué sé! —me contestó enfadado porque él quería que
fuera a la universidad.
Entonces le pregunté a mi madre: —¿Mamá, si no sigo
estudiando qué podría hacer?
Ella, conociéndome como me conocía me dio tres posibilidades:
—Hija, tú sabrás, pero podrías trabajar con papá en la farmacia,
o meterte en esa Escuela de Teatro de la que tanto hablas, o, o…
—¿O qué, mamá?, dilo de una vez.
—Pues, eso, que también tienes la pizzería de al lado, seguro que
no se te da mal lo de camarera.
Ya tenía las tres posibilidades, ya podía escoger. Me lo pensé
unos minutos y de momento me pareció más atractiva la idea de
estudiar teatro, pero luego también me sedujo el hecho de entrar a
trabajar, de ganar mi primer sueldo.
Rechacé, después de mucho pensar el puesto en la farmacia de
mi padre, así que por eliminación iba a terminar trabajando en la
pizzería. Sin embargo como tampoco estaba muy decidida volví a
replanteármelo todo y tanto lo pensé, tantas vueltas le di, que al
21. final me decidí por la farmacia de mi padre. Otro error, otro
tremendo error del que siempre me he arrepentido.
Y es que mi padre siempre tuvo la mente muy cuadrada y tenía
que ser siempre lo que él dijese. Yo pensaba que los medicamentos
se podrían colocar por el color de la caja, por ejemplo: los azules a la
derecha, los granates a la izquierda, los verdes de frente, o también
se podrían clasificar según su función, por ejemplo: analgésicos al
fondo, ansiolíticos en el centro, antiinflamatorios delante… o, ¿por
qué no?, también por el número de paquete, habría tres
posibilidades… podríamos elegir una de ellas…
Bueno, pues nada, mi padre decía que por alfabeto, que era la
única manera, que no me pusiera pesada, que si no entendía, que
me callara.
A pesar de haber cumplido ya lo veinte años continué teniendo
problemas para elegir a los chicos. Atravesé épocas en que hubiera
sido imposible decantarme por alguno, porque no se me cruzaba ni
una sola posibilidad. Sin embargo otras parecía que todo el barrio
estaba pendiente de mí, entonces le decía a mi madre que Goyo era
muy majo, que menudo tipo tenía, y vaya porvenir el de Sebas,
notario por lo menos… luego pensaba en Paco… madre mía Paco,
como seguía besando Paco, bueno, eso no se lo dije nunca a mi
madre… al final lo único que conseguía era liarle la cabeza a la pobre,
y casi siempre desaprovechaba la buena racha dándole vueltas a la
cabeza, y cuando me había decidido por uno, resultaba que se
habían desperdigado todos y ya no interesaba a nadie.
Pasé unos años muy aburridos, de la farmacia a casa y de casa a
la farmacia. Era tan soporífero todo que pensé en sacarme el permiso
de conducir a ver si me animaba.
Resultó una buena idea. Por fin salí del letargo, iba a todas partes
con el libro de test de maniobras y señales de Tráfico, era el Gran
Mundo de las Tres Posibilidades. Leía la pregunta despacio, me
quedaba pensando y luego cogía el lápiz y me decidía a señalar con
una equis la A, la B o la C… sí, era mejor girar a la derecha, no, no,
dar la vuelta a la glorieta, bueno yo creo que mejor seguir recto.
Todos los problemas tenían tres opciones y una solución acertada, yo
solo tenía que señalarla, estaba encantada, la vida me parecía
22. mucho más fácil, más feliz.
Roberto, mi vecino del 4º, a veces me ayudaba con los test y me
decía donde fallaba, y me explicaba las velocidades a las que se
podía ir en población y las máximas en autopistas. Lo pasábamos
bien y los domingos, cuando me invitaba a salir, siempre me ofrecía
tres posibilidades:
—Podemos ir al cine, me decía, echan una del espacio, pero
bueno, también podemos pasarnos por la cafetería de la Gran Vía,
esa que tiene tantos dulces en el escaparate… lo pasaremos bien,
pero bueno, si no quieres, cogemos el coche y practicamos el
aparcamiento, ¿qué te parece, por cuál te decides?
Cuando Roberto quiso que me casara con él, me lo dijo de tal
manera que tuve que decantarme por una de sus respuestas:
—Mira —me dijo—, he consultado con una agencia y me han
aconsejado estos viajes, a ver que te parecen: un crucero por las
islas del mar Egeo, quince días en un hotel de Ámsterdam y la última
posibilidad: Cartagena de Indias, ¿a ver, tú qué dices?
A mí no se me había pasado por la cabeza casarme y mucho
menos con Roberto, pero las opciones de la agencia eran tan
sugerentes que tuve que decidirme: —Pues yo me perdería por el
mar Egeo, ¿y tú?
—¡Estupendo! —dijo—, mañana después del trabajo nos
pasaremos por la agencia.
Y así fue como decidimos casarnos, de la manera más tonta,
cogiéndome a traición. Aunque debo reconocer que Roberto siempre
fue una gran persona, eso no se le puede negar.
Dos años después, en el paritorio, el médico me dio a elegir entre la
anestesia epidural, general o a pelo. Mi marido me miraba
aterrorizado y me suplicaba que me decidiera de una puñetera vez.
—¡Epidural!, grité aprovechando un paréntesis entre contracción
y contracción.
Tuve trillizos a la media hora, tres maravillas; ya en la habitación
del hospital mi madre lloraba de alegría, mi padre también, y yo no
sabía que hacer si descansar un poco, si pedirle a mi marido que nos
hiciera unas fotos a todos, o rogarle que me dejase mirar aquel
florero con tres rosas blancas que me trajo mi padre. Mi madre decía
23. que qué bonitas, yo le decía que no eran exactamente iguales, que la
tercera empezando por la derecha era la más perfecta, la más
deslumbrante.
Los críos empezaron a llorar y yo le pregunté a la puericultora
que qué podrían tener.
—Hambre —contestó muy segura.
—¿Hambre sólo? —le pregunté desolada esperando oír otras dos
posibilidades.
—Bueno —añadió mi madre—, también pueden tener gases ¿no?,
o sueño…, seguro que tienen sueño.
Todos sonrieron y yo mirando a mis niños se me caía la baba, luego
apoyé la cabeza en la almohada y pensando, pensando, en los tres
nombres más bonitos del mundo… me quedé completamente
dormida.
1. Para iniciar con el análisis de este hermoso relato ponle
nombre a nuestro personaje
principal___________________________________________
2. Cuántas y cuáles fueron las encrucijadas que la vida le
presentó y tuvo que elegir una opción? Descríbelas en los
siguientes
renglones:_________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
24. 3. Alguna vez en tu vida te haz enfrentado a una situación
semejante a la del personaje principal de este
relato?____________________________________________
4. De las decisiones que tomó nuestro personaje principal cuál
consideras que fue la más acertada y cuál fue la más
equivocada?_______________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
5. De acuerdo a tu respuesta anterior; escribe el por qué de
cada una, de acuerdo a tu
opinión:___________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
25. Cat
Luis A. Alcocer
NO LE GUSTABAN LOS GATOS, en realidad no le gustaba ninguno de
los animales llamados «domésticos», sentía animadversión, asco,
hacia sus babas, sus pelos, sus excrementos..., pero, en particular,
desde muy pequeño odiaba a los gatos más que a ningún otro animal
casero. Por eso, cuando un día aparecieron su mujer y su hija con
uno de ellos en una cestita, cogió un cabreo monumental:
—¡Mira, Papá, me lo han comprado Mamá y la abuelita de regalo
de cumpleaños!
—Pero, vamos a ver... ¿no os he dicho mil veces que no quiero
animales en casa...? Y tú, Araceli... ¿Cómo le compras eso a la
niña...? ¡Claro, habrá sido tu madre que siempre anda buscando la
manera de tocarme las narices...!
—¿Te quieres callar, Enrique?... Vas a acabar haciendo llorar a
Toñi... ¿No ves lo ilusionada que está?
Era cierto, la niña había cambiado su sonrisa por un gesto
compungido..., estaba a punto de empezar a llorar.
Enrique era un buen hombre, no soportaba ver triste a un niño y
mucho menos a su única hija. Toñi, sólo tenía nueve años, era su
debilidad, su ojito derecho, nunca había sido capaz de negarle nada.
26. Trató de explicarse:
—Mira, Toñi, es que los animales son un problema dentro de las
casas... Al principio se hará caca en todos los lados, se pondrá
enfermo muchas veces, llenará todo de pelos..., luego, cuando sea
mayor tendrá otros problemas...
—¡Cuidado, Enrique, no seas animal...! ¿A ver que le vas a decir
a la niña?
Miró a su hija, dos pequeñas lágrimas estaban resbalando por sus
mejillas. Acarició su cabeza...
—Bueno, bien está, pero luego no digáis que no os he advertido.
Toñi volvió a alegrar su carita.
—Gracias, Papá... Ya verás como no te vas a enterar de que está
en casa... Va a ser muy bueno... ¿Verdad, Pichín?... Le vamos a
llamar Pichín, ¿sabes...?
Enrique sonrió con un gesto forzado y volvió a su despacho. El
gato, la suegra, su mujer y, sobre todo, su hija le habían ganado la
batalla casi sin esfuerzo. Procuró hacer, a partir de ese momento,
como si el gato, Pichín, no existiera.
Pasaron dos meses casi sin problemas. Él trataba, tal como se
había propuesto, de ignorar al gato... Durante ese tiempo, hizo como
si no viera las mierdas que el tal Pichín iba dejando en cualquier
lugar, se hizo el sordo ante los maullidos nocturnos, se cepillaba los
pelos que permanentemente llevaba pegados a la ropa... Y, como
única venganza, cuando nadie le veía, daba una leve, ligera patada al
gato en el culo; cuando esto pasaba, Pichín le miraba con auténtica
expresión de odio, enseñaba los dientes y bufaba al tiempo que
erizaba sus pelos. Enrique le sonreía, no le tenía ningún miedo, y
repetía su mínima patada. Esa era su única relación con el gato.
Una mañana de domingo, él estaba leyendo el periódico, se
acercó su hija:
—Papá, Pichín me ha dicho que no quiere que le volvamos a
llamar así... Que él es inglés y quiere que le llamemos Cat... Así que
ya sabes...
Enrique procuró esbozar su mejor sonrisa:
—Mira, Toñi, los gatos no hablan, ¿sabes?... Yo creía que sí lo
27. sabías... Los gatos maúllan..., pero, aunque sean tan guapos e
inteligentes como Pichín, no pueden hablar porque...
La niña le interrumpió:
—No seas bobo, Papá... Él habla desde hace mucho, pero sólo
conmigo y, ya te dicho, no vuelvas a llamarle Pichín, no le gusta.
Pensó que lo mejor era seguir la corriente a su hija. Ya se le pasaría,
eran cosas de niños.
Quince días después, su hija, antes de irse a la cama, volvió a
hablarle del gato:
—Papá, Cat me ha dicho que no le gustáis nada ni Mamá ni tú...
Que vosotros hacéis siempre lo que os da la gana y, a mí, no me
dejáis ni respirar... que no sois buenos conmigo.
Como es natural, Enrique se preocupó... Esa misma noche habló
con su mujer:
—Araceli, vamos a tener que regalar el gato... —le explicó lo que
su hija le había contado.
Su mujer, dudaba:
—No sé..., pueden ser cosas sin importancia, ya sabes la
imaginación desbordante que tiene Toñi... Aunque, por otro lado, eso
que dice de nosotros dos... Tal vez tengas razón, déjame que hable
con ella mañana y, si todo es como dic es, nos quitamos al gato de
encima; además, yo ya estoy empezando a cansarme de él...
A la mañana siguiente, Enrique encontró a su mujer muerta en el
suelo de la cocina. Dentro de la pila, había un vaso medio lleno de
líquido y una botella de lejía tumbada, el cuello sobre dicha pila.
—Está muy claro —le explicó la policía—, su mujer ha bebido,
pensando que era agua, de este vaso que por desgracia se había
llenado de lejía... Ha sido una triste casualidad, también es mala
suerte que se vuelque una botella sobre un vaso... No sé como ha
podido pasar...
Enrique estaba atónito, no asimilaba lo que había pasado, no
entendía nada..., hasta que vio, en un rincón de la cocina, al gato,
los ojos brillantes y, no cabía duda, una maligna sonrisa en su boca.
Cuando volvieron del tanatorio, le dijo a su hija:
28. —Toñi, vamos a llevar al gato a la tienda... y, si no le quieren allí,
lo regalaremos a quien sea, pero no puede seguir en casa.
La niña empezó a llorar con una rabia como nunca le había visto.
Temblando y a gritos le contestó:
—¡Ni lo sueñes Papá, si lo haces me escapo de casa... Cat es mi
único amigo, no podría estar sin él, le quiero más que a ti... Además,
no te lo había dicho, me ha asegurado que cuando pase un poco más
de tiempo, nos vamos a ir a vivir juntos los dos solos...!
Le siguió la corriente, ella estaba fuera de sí. Decidió ir al día
siguiente a un médico, a un psiquiatra infantil, su pobre hija no
estaba bien.
Cuando la niña se acostó, Enrique fue en busca del gato. Le odiaba
más que nunca.
Le vio en el pasillo, desafiante, la misma sonrisa de maldad en su
boca, en sus ojos.
—¡Maldito seas, gato! — le intentó dar una patada, pero el animal
se apartó:
—¡Maldito tú, cabronazo!... Y sé más obediente..., te han dicho
que me llames Cat... Ah, el próximo en caer vas a ser tú... —le
respondió, claramente, el gato.
Enrique quedó paralizado, pensó que se había vuelto loco..., pero
no, aquel monstruo asesino hablaba, la pobre Toñi tenía razón...
Estuvo toda la noche en vela; no podía decir la verdad a nadie
porque pensarían que se había vuelto loco, tampoco podía matar o
sacar al gato de la casa, su hija le odiaría siempre y, seguro,
acabaría traumatizada... Y, a él, quién realmente le importaba era su
hija.
A la mañana siguiente, tras dejar a Toñi en el colegio, fue a ver a
un psiquiatra, uno de los más conocidos. Le explicó, como
buenamente pudo, todo lo referente a la niña desde que compraron
el gato.
—Lo de su hija no es frecuente, pero está tipificado dentro de la
psiquiatría. Los niños tienen una imaginación tal que, en cuanto esta
confluye con aspectos emocionales, les hace confundir la realidad,
llegando a creer que aquello que imaginan ha sucedido realmente.
29. Su hija, a la que el cariño hacia su gato le hace suponer que este
habla...
—No, espere, —le cortó Enrique—, tal vez no me he explicado
bien... El gato habla, como usted y como yo..., anoche me llamó
cabronazo y dijo que me asesinaría igual que hizo con mi mujer.
El psiquiatra le miró, se levantó de su asiento:
—Venga, túmbese aquí y vuelva a contarme toda la historia del
gato a partir del día que lo compraron...
Hace dos años que conozco a Enrique. Cuando ingresó en el
Centro le asignaron la celda dónde yo estaba, habitación la llaman.
Yo llevaba allí tres años, desde que denuncié que mi perro hablaba,
había intentado asesinarme y se acostaba con mi mujer.
Enrique y yo hicimos buenas migas, es natural..., ambos
sabemos que el otro no está loco, no miente. El sábado pasado
estaba contento; por primera vez, desde que entró aquí, venía su
hija a verle. Como yo también tenía visita, salimos juntos a la sala de
encuentros. Enseguida reconocí a Toñi, él me había explicado como
era..., además, no cabía duda, llevaba en brazos a un gato que
sonreía maléficamente.
—Hola, Papá...
Miré a Enrique, su cara era una mezcla de dolor, asombro, pena,
estupor... No se puede explicar...
—Pero, Toñi...
—Espera, Papá, no digas nada aún... Él quiere saludarte.
Y el gato habló, lo juro...:
—Hola, cabrón... Procura portarte bien... y a ver que le dices a tu
hija o la próxima será ella... Ah, y no se te ocurra llamarme gato, me
llamo Cat.
Esa noche encontré al bueno de Enrique ahorcado en nuestra
celda... Era lógico, lo esperaba..., yo hubiera hecho igual.
1. Quién es el personaje principal de este
relato?____________________________________________
30. 2. Cuáles son los nombres de los otros personajes del
relato?____________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
3. Cómo describirías física y psicológicamente a cada uno de los
personajes de este
cuento?___________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
4. Qué opinas del personaje principal del
relato?____________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
________________________________________________
5. En qué lugar y cómo terminó
Enrique?__________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
6. Qué opinas de este cuento? : te gusto?___________ Por
qué?_____________________, qué final diferente
propondrías?_______________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
7. Qué le sucedió a
Araceli?___________________________________________
_________________________________________________
31. 8. Qué nombre tuvo originalmente el
gato?_____________________________________________
9. Por qué le cambiaron el nombre al gato y cómo le pusieron la
segunda vez?______________________________________
10. Escribe una síntesis del
cuento____________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
32. Casi un cuento___________________
Carlos Almira Picazo
UNA MAÑANA DE 1944 B. resbaló en la escalinata de una Biblioteca
de Buenos Aires. El golpe en la cabeza, sin revestir gravedad, lo dejó
inconsciente durante varias horas. Nadie, especialmente el propio B.,
puede llenar ese intervalo. Cuando se despertó en el hospital ya era
de noche, y tuvieron que sedarlo porque quería a toda costa saber su
nombre. Le dijeron que se llamaba Jorge Luis Borges y que era un
amante de los libros raros y de Europa. Para demostrárselo, le
enseñaron su cédula y dos volúmenes que llevaba a devolver en el
momento del accidente: sendas antiguas sagas islandesas. Alguien le
mencionó su domicilio en Buenos Aires, sus viajes a Londres, su
vasta familia, su amor por los hoteles y las ruinas italianas.
Apabullado por tanta información, B. se durmió al fin.
Al día siguiente, en un discreto hotel de Buenos Aires, B. dedicó
toda la mañana a anotar su biografía: lo que había oído en el hospital
la víspera, y como fogonazos inverosímiles que le venían de algún
fondo del tiempo. Al cabo de pocas horas tenía una visión completa y
coherente de su vida. Hizo una comida frugal, durmió una corta
siesta, y salió al caer la tarde para familiarizarse con el escenario de
su nueva identidad.
33. El nombre de Jorge Luis Borges, la afición desmedida por los
libros raros y las épocas remotas y heroicas, y el gusto por los viajes,
le colmaron de satisfacción. Tras examinar la escalinata donde había
sufrido el accidente, paseó por los Parques y Avenidas cercanos a su
quinta familiar (donde por una mezcla de pudor y prudencia, decidió
no entrar aún, aunque vio las ventanas amarillas y oyó voces, quizás
de familiares, en lo que debía ser un patio ajardinado). Se sumergió
en un largo paseo por los arrabales, hasta que la noche le aconsejó
volver al hotel donde se había inscrito con un nombre supuesto.
Después de rescribir la biografía del tal Borges, para darle
coherencia y rellenar las muchas lagunas que lo acosaban, decidió
hacer un viaje a Europa. Descubrió con asombro que tenía dinero y
amigos, que la Segunda Guerra Mundial agonizaba, que su padre ya
había muerto, y que era amado por una desconocida.
En el barco una noche cierto camarero, para consolarlo tal vez,
le contó que él mismo había sufrido un accidente parecido años
atrás, y perdido la conciencia durante horas, y que al despertar le
habían tenido que recordar su nombre y su vida. B. cerró el libro de
SnorreSturluson que estaba leyendo: «¿Y usted les creyó?», le
preguntó. «¿Cómo no, quiere usted una manta?».
B. se quedó solo en la cubierta bajo las estrellas sonriendo como
Jorge Luis Borges.
1. De quién habla este
relato?___________________________________________
________________________________________________
2. Investiga la biografía del personaje de este relato y
escríbela_________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
34. ________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
3. Una vez que hayas realizado la actividad 2, compara si lo
que dice el relato coincide con lo que investigaste y escribe
tus
conclusiones______________________________________
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________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________
_____________________
Carlos Almira Picazo, Castellón (España), 1965. Estudió y se doctoró en Historia
Contemporánea en la Universidad de Granada. En 1997 publicó su primer libro, un ensayo
histórico sobre la Dictadura del General Franco, en la editorial Comares. E inició su carrera
de profesor de Enseñanza Secundaria por diversos pueblos de Andalucía. El año 2005
publicó su primera obra de ficción, una novela histórica sobre la figura de Jesús de Nazaret,
con la Editorial Entrelíneas. En 2007 la revista virtual Prometheus le editó en formato
electrónico la novela Todo es Noche, una distopía sobre el posible futuro de un país de
América Latina. En noviembre de 2009 ha visto la luz una segunda novela en
papel, IssaNobunaga, sobre el paso del Japón feudal al Japón moderno, de la mano de la
Editorial Nowevolution. Desde el año 2007 ha publicado un centenar de cuentos y algunos
ensayos en revistas virtuales y en papel, de temática diversa (desde la Ciencia Ficción en
Axxon, hasta el cuento fantástico en El Coloquio de los Perros, realista y humorístico e n
Destiempos, Kiliedro, Fábula, Cuadernos del Minotauro, etcétera). Ha recibido recientemente
el primer premio en el Certamen de Novela Corta Katharsis (2008) por El jardín de los
Bethencourt, y una mención como finalista en el mismo concurso de relatos por el texto No
se lo digas a nadie. Actualmente trabaja en una colección de microcuentos.
35. Flores secas
Thamar Álvarez Vega
AL PRINCIPIO FUERON SÓLO DOS O TRES FLORECILLASesparcidas bajo el
ventanal de la terraza. Estaban marchitas, abandonadas a ese final
seco y descolorido de todas las cosas, pero ella ni siquiera reparó en
su presencia. Descorrió las lánguidas y pesadas cortinas con
parsimonia y se quedó contemplando el frío amanecer de una
mañana más de otoño. Fue una hora después, cuando el sol había
perdido ya la batalla contra el cielo apagado y gris, y el día
comenzaba a emitir esa insinuante humedad de prados verdes y
nieblas sedosas y dispersas. Las percibió entre las perezosas brumas
del pensamiento, sin distinguirlas, mirándolas sin verlas. Entonces su
atención despertó de su indolente letargo y se quedó observándolas
con curiosidad, miró el ventanal por el que plausiblemente habían
entrado a caballo de alguna suave brisa y sonrió con tristeza: no le
gustaban las flores cortadas, las amaba en su sitio, entre espinosos y
frondosos arbustos o sobre mantos eternos de hierba húmeda. Pero
así no. Odiaba las flores cortadas, quizás porque se encontraban
demasiado cerca de la muerte para quererlas mucho tiempo, quizás
porque le recordaban que era a ella a quien no le quedaba ya mucho
36. tiempo para amar la vida. Las recogió una por una y las lanzó por la
ventana con un movimiento preciso: dentro de su casa no quería
flores secas.
Y lo olvidó. El hallazgo de tres flores marchitas no era una
anécdota digna de recuerdo ni de pasar a los anales de la historia
personal de nadie. A menos que, como ella, se encontrara una
semana después con cinco o seis florecillas de iguales características,
pequeñas, marchitas, de pétalos acartonados y tallo frágil y reseco,
junto a la escalera de acceso a las habitaciones del piso superior. Su
mente no relacionó ambos hallazgos, tenía ya setenta y seis años y a
esa edad los acontecimientos cercanos se difuminan en el aire en
idéntica armonía con que los antiguos se fijan a la memoria como
esculturas pétreas e irrompibles; pero al agacharse a recogerlas, se
encontró a sí misma repitiendo un gesto casual y repentinamente
familiar. Entonces recordó: hacía una semana había recogido dos o
tres florecillas al pie del ventanal de la terraza, y ahora tenía seis
unos metros más al interior de la casa.
—«Ha tenido que ser el viento —se dijo un poco malhumorada—
está visto que tendré que cerrar las ventanas».
Y las cerró, no sin antes recoger las seis florecillas mustias y
lanzarlas al vacío, como hiciera con sus predecesoras.
Tres días después, al volver de su paseo vespertino, agobiada por
la llovizna de finales de mayo, y arrastrando aún la amargura de un
paseo solitario y errabundo, se encontró con un pequeño montón de
flores secas en mitad de la escalera. Daba la impresión de que
alguien las hubiera cortado y transportado entre las manos para acto
seguido derramarlas en aquel peldaño de maderas lisas y barnizadas.
Esta vez se sobresaltó. Las ventanas estaban cerradas, la casa en
orden, todo era silencio y penumbra, pero era evidente que alguien
había estado allí y depositado aquel montículo de florecillas secas en
su escalera, y que había estado haciéndolo al menos dos veces,
37. cuando encontró las primeras junto al ventanal y las siguientes
varios metros más adentro. Alguien entraba a su casa, estando o no
ella en su interior, y depositaba aquellas flores mustias y resecas,
cada vez más al interior de la casa, cada vez más arriba. No
importaba cómo ni porqué, ni siquiera quién: lo cierto era que
entraba.
Aquella noche no durmió. Se sentó en su señorial cama adoselada
a esperar pacientemente, sin miedo, sin angustia, sólo a esperar,
atenta a cualquier ruido, a cualquier movimiento o cambio
sospechoso. Fue una espera infructuosa; mientras veía amanecer a
través de las tenues cortinas de su habitación, comenzó a pensar por
primera vez en la posibilidad de buscar ayuda. No le quedaban ya
muchos amigos ni parientes, pero sí más de uno en quien poder
confiar sin el temor de que la mirase con infinita condescendencia y
le recomendara contener su novelesca imaginación.
Se levantó de la cama preguntándose si, después de todo, había
realmente motivos para alarmarse: unas florecillas resecas y
descoloridas no constituían un serio peligro para nadie, pero al abrir
la puerta de su habitación, la pregunta se congeló en su mente: a
sus pies, y a todo lo largo del pasillo, una alfombra de flores
marchitas, más parecidas al papel que a la vida, cubría el suelo con
majestuosa elegancia, inundando el aire con el inconfundible y tétrico
aroma de las coronas funerarias, el aroma a flores muertas.
Ella emitió un sollozo y, convulsionada por el terror, corrió en
dirección a la escalera, percibiendo bajo sus pies descalzos el tacto
cortante y acartonado de las flores secas. Al final del pasillo observó
que el manto imposible se extendía escaleras abajo y culminaba a los
pies del ventanal de cortinas lánguidas. Bajó con cuidado, mareada
por el intenso aroma y agarrada a la baranda con manos poco
firmes; cogió el teléfono con dedos temblorosos, irresolutos. No hubo
nadie que recibiera esa llamada.
Días después, animados por el silencio y la quietud que emanaba
38. la casa, dos niños se introdujeron sin dificultad por el amplio
ventanal abierto. El interior estaba tranquilo, ordenado, silencioso...
Su aspecto era completamente normal a excepción de... de todas
aquellas flores marchitas, a centenares, a miles, cubriendo el suelo
de la entrada, de la cocina, del salón, de las escaleras... Los
pequeños, sin poder contener su naturaleza curiosa, subieron
cautelosamente los peldaños, sintiendo crujir las secas flores a su
paso, un crujido inquietante y claramente audible en el oscuro
silencio de la casa. Cruzaron el pasillo hablando entre ellos a media
voz, ya temerosos, ya asustados frente al estrecho y largo corredor.
A escasos metros vieron la puerta abierta de una habitación, se
asomaron desde el umbral y penetraron en ella. Todo parecía en
orden, en calma, fija cada cosa en su sitio a través del tenue manto
de la penumbra. El tiempo detenido a su suerte y el espacio
abandonado a la quietud de la soledad. Porque la habitación estaba
desierta y no había nada en ella que llamara excepcionalmente la
atención, ni siquiera ese otro manto de flores marchitas y tristes
depositadas encima de la cama, semiocultas bajo las sábanas,
esparcidas entre los pliegues de la almohada y derramadas sobre el
alto y vistoso dosel.
1. En qué lugar se desarrollan los sucesos de este
cuento?___________________________________________
_______________________________________________
2. Quiénes son los personajes de este cuento y qué edad
tienen?___________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
3. En qué estaciones del año suceden los acontecimientos del
relato?____________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
4. A lo largo del relato se mencionan elementos propios de la
naturaleza cuáles son y cómo los
describirías?_______________________________________
39. _________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
5. Qué sucedió al final con el primer personaje de este
relato?____________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
6. Qué motivó a 2 de los personajes a introducirse en la casa y
qué encontraron en la
misma?___________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
7. Escribe un final diferente que tú le darías a este
cuento:___________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_________________________________________________
_______________________________________________
40. Fuera de juego
AnyaAmasova
EN EL DEVENIR VERTIGINOSO DE LAS HORAS, la ansiedad, el café, los
estimulantes a veces no alcanzan. Menos cuando se corre una
carrera vacía contra el tiempo. Parece que la concepción del tiempo
es otra. ¿Cómo podía ser que en un día, en veinticuatro horas todo
hubiera pasado tan velozmente y no se le había caído una sola idea?
Eso se preguntaba Ángel, el encargado del departamento de
creatividad de la agencia «Open minds». «Mentes trabajando», decía
un pretendidamente gracioso cartelito pegado en su puerta, una
especie de caricatura que le habían regalado para un cumpleaños
reciente. Y ya empezaba a mirar ese garabato sin ningún tipo de
humor, ya era una mueca siniestra; y daban ganas de arrancarlo y
hacerlo añicos.
A Ángel le resonaban en su cerebro las palabras de su jefe,
acerca de lo que era «la excelencia», y que competir era la regla.
41. Que no se podía quedar en veremos, que tenía que crear algo si
deseaba seguir perteneciendo a la agencia. Que no había plazos, que
no se podía dejar correr el tiempo como si fuera agua que fluye
eternamente sin destino alguno. «Esto es así, vos lo sabés, en
cualquier momento podés quedar fuera de juego...». Eso le había
dicho la noche anterior, cuando se había retirado agotado, a las 23
h., hacia su departamento.
A veces, vivir solo cuesta vida. A veces, para algunos. Se mira
todo el tiempo por la ventana del piso, se ve la vida desde allí, como
si nada. Los demás son los que hacen el trabajo, los demás ponen en
marcha su brillantez, sus increíbles y superlativas ideas. Otros, sólo
dirigen. Así se sentía Juan Laustro, el jefe. El era «el creador de
todo», todo era mérito de él. La agencia era idea de él, la elección
del personal era idea de él, la decoración del lugar era idea de él...
Estaba sentado en su escritorio mirando y hablando por teléfono,
pero él era «el creador».
La idea esplendorosa, única, sobrevino como una ráfaga hacia
Ángel. ¿Era una idea propia? Esa era otra historia, ¿a quién le
importa cómo se logra «la idea genial»? Así es. Su infinidad de cintas
de video de películas, de clips publicitarios, video clips de bandas de
música, y todo una serie de archivos que tenía en la computadora le
habían dado dividendo.
Su apoteósica idea se corporizó mientras miraba a los apurones
un clip publicitario de mediados de los años ochenta de una
publicidad de gaseosa cola, muy difundida en su momento. Allí
aparecía el cantante David Bowie interpretando a una especie de
científico que «buscaba la mujer perfecta», para lo que introducía en
una máquina ojos, piernas, cabellos, y otras partes del cuerpo de
bellas féminas.
Ángel salió al balcón y respiró aire profundamente, seguro de
haber encontrado la salvación a su puesto en la agencia más
importante de medios y marketing de Argentina. Si en el clip
publicitario se programa «una mujer perfecta», por qué no llevar eso
42. a la realidad. Pero adaptándolo a los realitys shows de música, esos
que tienen en trance a la audiencia, y que generan miles y miles de
llamados por teléfono de línea y teléfonos celulares, generando
millones de ganancia y provocando una manía en adolescentes, amas
de casa, mujeres maduras, abuelas, dueños de pequeños negocios y
cualquier persona, cualquier ser humano, digamos.
Mientras explicaba excitado su increíble idea los demás
escuchaban atentos. Pensaban qué podría funcionar de todo aquello.
Tal vez era el germen del negocio soñado. «Es simple, hay que idear
ya mismo los programas. Desde su casa, los niñas, o quién quiera,
eligen las opciones. Viste que cuando a las mujeres les preguntan
cuál es su hombre ideal hablan de sus ojos, de su pelo, de su físico,
etc... Nadie se va a salir a decir con que quiere a un hombre que
tiene que leer a Shakespeare o conocerse la obra de Borges de
memoria, o leer a Chejov. Es más fácil que soplar y hacer botella,
¿entendés?». «Se tratará de elegir una banda de pop, pero virtual,
nada de personas, sino seres digitalizados, como en los juegos de
computadora, como en el Play Station. ¡Es simple!».
Al jefe Laustro la idea le pareció un hallazgo, una ráfaga de
luminosidad genial. «Listo», pensó, esto es lo que necesitaba, de
aquí al tope de la medición de audiencia, de aquí a la guerra de los
medios y a ganarla sin atenuantes, porque para eso son los
ganadores.
En dos meses, en tiempo récord, ya todo estaba todo listo. Los
programas de computación ya se habían ideado. Laustro decidió que
el programa se llamaría «El gran juego». Sí, dijo, porque eso es la
vida, y el que mejor juega, el más audaz, es el que gana.
El día llegó. El rubio conductor, desbordante de ímpetu, simpatía
e histrionismo se abrió paso entre la iluminación deslumbrante y
empezó la presentación de «El gran juego». Explicó cómo sería el
mecanismo. Se trataba de elegir una banda de pop virtual. No habría
personas para elegir, sino que por medio de un programa uno
debería elegir desde su casa las características físicas de los cuatro
43. participantes de la banda, un nombre para cada uno y también optar
por un nombre para la formación. Todas las opciones estaban
digitadas en un programa (corte de cabello, color de ojos, tipo físico,
altura, etc.). Un grupo de expertos en música luego crearía las
canciones, y estas serían grabadas por cantantes ignotos, pero la
cara sería la de los ídolos virtuales.
En su casa, Laustro celebraba y pensaba en la genialidad de su
agencia, en que por algo ocupaba una buena posición en el mundo
de los negocios, y mientras tomaba Don Perignon en su jacuzzi,
celebraba su conquista...
La vorágine de votación y elección de personajes virtuales
empezó. Era una carrera infernal. Desde sus casas niñas,
adolescentes, mujeres grandes, gays, llamaban para votar por su
personaje preferido: algunos elegían ojos celestes, otros ojos verdes,
otros le ponían nariz respingada, otros le elegían un corte
demechado. Las opciones eran múltiples, y las votaciones no
decaían. También se podían mandar mensajes de texto apostando
quién sería en el programa del día el que saldría primero en la
votación, y así la facturación de las empresas telefónicas trepaban a
cifras siderales.
El programa tenía atrapado, hipnotizado, al país entero. Mientras
subían los precios de los alimentos básicos y los servicios, mientras
había huelgas, manifestaciones y protestas callejeras de todo tipo,
mientras los médicos de los hospitales reclamaban por insumos
básicos, nadie se privaba de hablar del programa: comerciantes,
docentes, médicos, piqueteros, amas de casa, estudiantes,
diputados, trabajadoras de la calle, pseudo delincuentes, dillers,
travestís, políticos part time, trabajadores free lance.
Paralelamente, se abrieron foros en Internet para opinar sobre
los favoritos que se iban creando, o para defenestrar a otros. No faltó
quiénes hablaran mal de un personaje que se iba gestando de piel
negra, al que algunos habían optado por ponerle ojos celestes. Pero
como otros elegían más veces la opción de los ojos verdes, su
44. aspecto actual era de piel negra y ojos verdes. Así es que en la
anarquía absoluta de Internet, alguien bajo el seudónimo de Hades
dejó un mensaje en el foro diciendo que «a quién se le ocurre crear
una estrella así, un negro de mierda, y encima con ojos claros...».
La guerra simbólica en los foros de Internet por la elección de
las características físicas de los integrantes de la banda virtual se
salió de su cauce. Fue como un huracán que avanzaba a pasos
agigantados. De simbólica pasó a ser real: varias adolescentes que
pugnaban por su ídolo creado, un blondo adonis con reflejos oscuros
en su cabello y fuertes brazos que parecían trabajados en un
gimnasio, se citaron con otras que defendían al moreno de ojos
verdes para dirimir la contienda a golpes. La cita fue en una plaza
cercana a un barrio residencial de Buenos Aires, luego de finalizada
la emisión número doce del programa. El enfrenamiento entre las
niñas dejó un saldo siniestro, varias con heridas cortantes,
hematomas, y una, con una fractura de brazo. Sin embargo, en
programas de espectáculos se animaban a adelantar quiénes serían
los ganadores, y cómo terminaría el juego, y hasta apostaban por
dinero. Usando los teléfonos celulares, claro está.
Mientras tanto, la medición de audiencia (rating) se había
disparado. El programa era un éxito arrollador, una bola de nieve
que crecía y crecía. El episodio del enfrentamiento entre jovencitas
disparó el debate: Psicólogos, sociólogos, psiquiatras, neurólogos,
terapeutas grupales, representantes de cultos religiosos discutían
sobre el fenómeno singular, escandalizados, horrorizados. Se
preguntaban, entre otras cosas, a qué se debía semejante
espectáculo dantesco, qué estaba pasando en el mundo, qué mundo
habíamos creado para nuestros hijos para que esto ocurriera, qué
valores reivindicaban estos siniestros emprendimientos, y un rosario
interminable de enigmas.
El país ya era un pandemónium. Hasta muchos casi se habían
olvidado de la contienda política eterna entre grupos hegemónic os
antagónicos. Entonces, sobrevino la solución drástica. Un juez (con
catorce pedidos de juicio político) prohibió por medio de un recurso
45. judicial el programa llamado «El gran juego», argumentando que
«violaba los principios básicos de la moral y las buenas costumbres,
y ponía en evidencia valores ajenos al pueblo argentino».
Final del juego, diría alguien. «Fin de la decadencia», tituló un
periódico conservador. Mejor así, decían muchos, eso ya no tenía
nombre, decían otros.
A Laustro se le derrumbó su sueño de grandeza, de plenitud. Y
lo primero que hizo fue comunicarle a Ángel, el de la radiante idea,
que «estaba fuera de juego...».
REALIZA UNA PARÁFRASIS DE ESTE CUENTO
OJO ( No se vale copiar párrafos del texto original y si
mencionas alguna frase, señálalo en tu propia narración )
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46. El M u r al l ón de
Si n dal er za
Santiago Javier Ambao
47. LOS SOLDADOS EN EL EXTREMO SUR DE LA PLANICIE, refugiados en altas
torres de ventanas diminutas, cubren día y noche la única salida de
la ciudad. Están dispuestos de modo tal que impedirían cualquier
intento de fuga. Las Montañas Nevadas al este y el Océano Infinito al
oeste son barreras naturales a las que nadie desafiaría: son todavía
más aterradoras que los soldados. En el lado norte, detrás del
mercado, del hospital y del barrio pobre,se levanta —descomunal,
severo— el murallón de Sindalerza.
El Murallón tiene una altura de doce metros; se extiende desde
las Montañas Nevadas hasta el Océano Infinito. Es de color gris
plomizo, de textura áspera. Varios remiendos interrumpen la
uniformidad de su aspecto.
Fue levantado hace más de trescientos años por quienes
impusieron el orden aún hoy vigente. Entonces, los primeros
habitantes de nuestras tierras lucharon por sus derechos; pero las
fuerzas imperiales eran superiores, feroces.
El Consejo Imperial no sólo implantó las leyes básicas, también
estableció un canon: a diario arrojamos por el desfiladero de Tankrua
el oro que extraemos de las Montañas Nevadas. Ése es el precio por
no ser saqueados.
Muchos insisten en que deberíamos pelear por la libertad. Otros
aseguran que la libertad es la paz que respiramos, es vivir sin las
incursiones sanguinarias tan comunes décadas atrás. En un punto
coincidimos todos: en una nostalgia por los lugares inaccesibles; es
una nostalgia hija de la imaginación y no de la memoria. Aquí
residen nuestros amigos, nuestras familias; aquí contamos con lo
necesario para vivir tranquilos. Aun así, cuando vemos el horizonte
inalcanzable sobre el océano, cuando sentimos en la piel los vientos
que bajan arremolinados de la montaña, cuando soñamos con el
mundo que existe más allá de las torres de vigía, añoramos lo
desconocido.
El Murallón es el único límite que no se piensa. Los remiendos
demuestran que hay quienes se ocupan de la manutención del muro
siniestro. De allí la certeza popular de que los soldados imperiales (o
quizá otros hombres al servicio de los mismos mandos) patrullan el
lado exterior reparando los daños.
48. A veces, en las noches cálidas de verano, el viento del norte
arrastra el bullicio de una muchedumbre lejana. No hay manera de
tomar contacto con esa gente. Años atrás, mediante un complicado
sistema de espejos y lentes de aumento, vimos el inmenso valle
prohibido: ríos caudalosos lo atraviesan, el verde de los pastizales es
quebrado con armonía por árboles frondosos. Pronto decidimos
abandonar el uso de aquel sistema: suponíamos un peligro en él. Tal
vez, de la misma manera en que recorrer esas tierras nos estaba
vedado, al mirarlas podríamos despertar la ira del Consejo.
Hace veinte años que no sufrimos ninguna incursión, que los
soldados permanecen escondidos en las torres. Eso se debe a que
hemos adquirido la capacidad de anticiparnos a sus designios.
Esta paz que ganamos con esfuerzo depende de todos nosotros.
Ayer, por ejemplo, yo mismo encontré un hueco en el Murallón.
Implicaba un peligro aterrador: a través de él no sólo se accedía a la
vista prohibida de los campos distantes, sino que cualquier persona
de contextura menuda, como yo, hubiera podido atravesarlo y
largarse a las praderas verdes seducido por la fantasía de la libertad.
Hoy al amanecer volví al lugar con algunas piedras y cemento.
Cerré el orificio lo mejor que pude; intenté asemejar el remiendo a
los demás. Después de todo, quizá los hombres al servicio del
Consejo hubieran tardado en detectar la falla y podría haber
sucedido una desgracia.
49. 1.- Cuáles son las barreras naturales a las que se refiere
el texto?
2.- Cuánto mide de altura el murallón de Sindalerza y
describe qué características tiene?
3.- Qué representa un hueco en el murallón y por qué?
4.- Escribe el significado de las siguientes palabras:
1. Descomunal
2. Saquear
3. Inaccesible
4. Vigía
5. Añorar
6. Certeza
7. Incursión
La inocencia
______________________
Luis Amézaga
I
50. Abandonaste lo que en ti hay de niña entre un montón de
muñecas trasnochadas. Tus pómulos se iluminaron de un rojo
azaroso y te creíste rosa del invierno. Fue un descubrimiento el
poder imantado de tus caderas. Aprendiste los trucos de la falsa
sonrisa paseando la somnolencia lisiada por claridades provocativas
que no van a ninguna parte. Ya eres mujer, una pasión mal definida
que se siente centro de la fiesta mientras los fracasos te rompen en
mil pedazos. Descansas exhausta en los márgenes de un campo de
espliego evocando un ayer que no saluda. ¿Qué harás cuando las
arrugas y la flaccidez no acompañen tus movimientos de marioneta
seductora, cuando tus flujos cambien la dulzura por la acidez y nadie
quiera arribar en tu puerto de caricias? Entonces, recuerda a este
anciano con cara adolescente que hoy te susurra en el baúl
escondido bajo tus pestañas, porque donde hubo una niña, siempre
una niña puede resucitar.
II
Te noto excitada por las idas y venidas, por el roce inevitable con
la gente. Torna el atardecer, tus nervios descompensados no
encuentran acomodo. Me llamas y acudo. Vuelcas sobre mí la crónica
del día sin soslayar el más mínimo incidente. Recojo tus desechos e
intento hacerles hueco en mi vertedero mental. Me arrullas y me
dejo, me llenas de besos; te los devuelvo. Con una mano me
desnudas, con la otra desnudas tu cuerpo. Me introduces dentro.
Jadeas. Aprieto los dientes. Te clavo las uñas. Lanzas una bocanada
vaginal como declive de la tensión. Permanezco duro. Reiteras el
beso, ahora con mayor calidez. Me presto a ello como un buen chico
que recibe su premio. Soy tu desahogo, tu medicamento laxante.
Entras en territorio dormido de imágenes en blanco y negro con
música de armoniosos ronquidos. Mientras, mis músculos sufren
agarrotamiento. Estoy nervioso y mal corrido. Hablo con el insomnio,
trato de apaciguar el espíritu y sólo encuentro el silencio profundo,
ese mi alter ego sordo y mudo.
51. III
Te quejas de una extraña disipación que nubla cada uno de mis
actos. Cuando te abrazo dices no sentirme a tu lado, c omo si fuera a
esfumarme con hechizo de polvo. Al pasear percibes mi anhelo del
ocaso que cruza allá detrás los edificios. Cuando hablas me abstraigo
por encima de tu hombro, en un fondo neutro. Se te dilatan las
cuencas de los ojos al enclavarte con glorioso empinamiento.
Mezclamos salvajes alaridos de fatalismo. Pero por gusto estético
omito la eyaculación. Me gritas: —¡Perverso, disoluto! —voces del
ardor carnal. Luego, más tranquila, comentas que cumplo a la
perfección el cuadro del sicótico, porque ando ojeando sinónimos con
la polla tiesa. Aposentas mi cabeza en el canalillo de tus pechos,
pretendes así de tierna recuperarme para la cordura. Quieres saber
en qué pienso, y de quién me acuerdo, y por qué mi melancolía no
es la de un genio. Cómo explicar que su protagonismo depende de
mi discreción.
IV
En algunas refriegas te apreso encima de mí. En otras, debajo.
Ahora ceñida a mis articulaciones inquietas, silbas sueños. Nunca
estoy en realidad contigo. No cuestiono el por qué de la ausencia.
Huyo en cuanto me despierto. Intentas retenerme con brazo
somnoliento, pero es más fuerte el instinto de escapar que la
concupiscencia matinal. Te rindes ante la evidencia de un ánimo que
se escabulle entre tus piernas. ¿Acaso crees que nos conocemos
después de unas cuantas cenas con charla, prolongados paseos tras
extenuantes sesiones de cama, una mano que te eché en la última
mudanza, besos en un millar de lenguas mundanas, y un soporífero
viaje que hicimos a Tierra Santa? Pues no. Al callar voy lejos, lejos
de ti y de tu mundo, cerca de quien soy sin saberlo. Huyo en cuanto
me despierto pues temo despertar un día y comprobar que he
dormido un ensueño tuyo, sumido en el ungüento que subyace en
tus fiestas enceladas. Huyo para escribir mi versión original en medio
52. del común de los mortales. A mucha honra soy transitorio. De lo
común, reniego, me huele a farsa, y lo privado es general epitafio.
V
Las ventanas se proponen como obstáculos a la tullida luz de
diciembre. Caballero me abalanzo a tomarle la mano, y ella con las
rodillas rojas clavadas en la baldosa, frota que frota el templo de
comida dialogada. Me informa, me informa de todo: —Ayer te eché la
baraja gitana y saltó el cangrejo, el libro, y la montaña. Recibirás
noticias a corto plazo… —no atino con el espacio donde insertar un te
quiero. Y aquello que no se nombra pocos visos tiene de seguir
existiendo. Se levanta y me abraza como quien quita el polvo a una
figura de porcelana. Dice que la acompañe a poner un ambleo a San
Judas Tadeo, patrón de los imposibles, muy milagrero. —Un qué —
pregunto en un descuido. —Un cirio de kilo y medio; espero que no
llore la llama —se marcha pasillo abajo goteando un rastro de
inciensos en busca de una falda con vuelo. Se echa al cuello una
colección de fulares excéntricos. Sospecho que es una bruja Maruja
que con pintoresco ritual calma ansiedades y adormece el dolor de lo
tedioso. Regresa con su sombrero teja, me roza la mejilla con
chasquido de morritos. Habla y habla por no estar callada.
VI
En la antigua casa de mis padres prolongo la soltería como sotana
de cura viejo. El agua de la Antártida, recién licuada, casca por el
grifo con mal de gases. El bonito calentador de gas butano hace
siglos que no calienta, pero no lo toco, pues pretende colarse en el
estrellato del nuevo milenio como reliquia. Por suerte, como con las
plantas del vecino cuando marcha de vacaciones, cuido una amante.
Voy y la riego. Me recibe con su depresión endémica, llora por sus
hijos y por su marido. Parlotea de cosas que apenas se sostienen en
la boca. La escucho con los receptores muy bajos. Asiento encogidos
los hombros. Le tomo la mano. La comprendo. Disipada, me suelta
53. los botones de la camisa. Se vuelca en mi pecho y chupetea los
clavos que a martillazos cardiacos traspasan el tabique. Fornicamos
con el santo propósito de columbrar algo de amor entre tanta carne.
Endurezco el culo, grito, y me transformo en lava volcánica.
Reblandecida por el sudor, muy tierna, me ofrece su espléndida
bañera. Qué de agua caliente, qué de burbujas, qué de jabones, qué
disfrute. Me avergüenza reconocerlo, y no lo hago, pero
exclusivamente a esto del baño vine.
Este texto consta de 6 capítulos; en un enunciado describe la
idea principal de lo que trata cada uno:
I.-
II.-
III.-
IV.-
V.-
VI.-
_____________________
Luis Miguel García de Amézaga. Nacido en el año 1965,
en la ciudad de Vitoria. Ahí vive actualmente. Entre lecturas y escrituras
concibe la medida del tiempo. Un escritor con vocación y lector
profesional. Cuenta con varias participaciones en antologías poéticas de
editoriales españolas y latinoamericanas. Ha participado en la antología
de relatos Narrativa contemporánea española. Y en 60 Autores, 60
relatos, de la editorial Beta. También colabora con revistas literarias en
papel como Nitecuento (Barcelona); Resonancias (Suiza); La Nuez
(México); Los Papeles de la Manscupia (México); La Bolsa de Pipas
(Palma de Mallorca) y Cuadernos de Poesía TELIRA. Colaboró en el
último número de la publicación Luces y Sombras de la Fundación María
del Villar Berruezo. Así mismo impulsa con diferentes colaboraciones el
proyecto de la nueva revista El Generador. Colabora en el ambicioso
proyecto de poesía y arte de Amilamia (Vitoria). También escribe para la
revista Destiempos, Almiar-Margen Cero, o Palabras Diversas. Desde hace años cuelga
trabajos en distintas revistas y periódicos virtuales como Luke y Ariadna, y ha dirigido la
54. revista El Verso que Viene. Siglo XXI. Mantiene habitualmente el blog literario, EL POETA
MIRÓN: http://poetamiron.bitacoras.com y Diencéfalo: http://diencefalo.blogspot.com
y la página Asicrán en busca de la palabra (http://asicran.galeon.com)
Ha escrito diversos artículos, y es autor de dos libros de poemas: El Caos de la
Impresión publicado por la editorial madrileña Sinmar, del grupo Vitruvio. Y A Pesar de
Todo...Adelante, publicado por la editorial canaria Baile del Sol.
Una tarde de otoño
Romina Amodei
ERAN LAS CUATRO DE UNA TARDE DE OTOÑO. Gris, lluviosa, y bastante
fresca. Entré al salón donde se servía el té, en él se encontraban
ocho mujeres, entre abuelas y tías abuelas. El murmullo se acalló de
golpe. «Hola Patricia», dijo una de mis abuelas. Y atrás de ella en
coro todas las demás. Intentaron disimular sus caras tensas, pero no
todas lo consiguieron. Aurora la más charlatana me preguntó por las
materias del secundario, mis amigas, los boliches y los
pretendientes. Yo hablaba y todas me miraban calladas. Pregunté si
pasaba algo y en coro lo negaron, no les creí. Tampoco quise insistir
demasiado, parecían inquietas.
Teresa era la más nerviosa y cuando agarraba la taza de té se
salpicaba, enseguida Sara, que estaba al lado, la ayudaba. Era todo
tan extraño... Siempre fueron las ocho hermanas más alegres que yo
había conocido. Me siguieron haciendo preguntas y por un
comentario que hice sobre mi novio, Teresa histérica dijo: «Ven
todos los hombres son iguales. Las épocas no cambian nena».
55. La miré atónita, Teresa tiene un matrimonio increíble junto a mi
tío Ricardo. No la podía entender. El silencio invadió el salón, todas
quedaron perdidas en sus mentes, concentradas sólo en sus tés,
tortas y masitas...
Sara y Josefina se levantaron para traer agua caliente y otras
facturas y tortas. Los tés en esa casa eran de película, y la casa —de
cuando ellas eran chicas— era casi un baluarte y nunca la quisieron
vender. Estaba en una zona exclusiva de San Isidro y ahí siempre se
reunían las ocho a tomar el té. Muchas veces yo me quedaba a pasar
una semana o más.
La mesa, de roble, era muy larga, imponente y rodeada por ocho
rostros —algunos más agradables que otros— cargados de historias.
Cada una de ellas era un mundo.
Me fui a mi cuarto porque tenía que estudiar. Un parcial de
geografía me esperaba al día siguiente. Al cerrar la puerta del salón
el murmullo volvió con fuerza. Quise escuchar de qué se trataba,
pero en ese momento Sara salía a buscar más agua caliente.
—Patricia, necesitas algo, querida.
—No, gracias. Me voy a estudiar al cuarto. ¿Sara qué pasa?
—Nada, ¿por qué?
—Presiento algo extraño, entré y se callaron de golpe. Ninguna
dijo una palabra mientras estuve ahí, sólo habló Aurora. Ustedes no
son así. Me voy del salón y empieza el murmullo de nuevo.
—Pato, te debe parecer a vos. Mi amor, no te preocupes por
nosotras, hace tu vida. Subí tranquila a estudiar.
—Está bien, cualquier cosa avisame.
—Está todo bien.
Al día siguiente, a la misma hora, el murmullo no cesaba. Esta
vez era más escandaloso. Entré al salón. Teresa lloraba desconsola,
estaba despavorida. Aurora se acercó y me dijo: «falleció el marido
hace dos horas».
Mi tío Ricardo estaba internado hacía tres semanas, bastante mal.
Pero lo más extraño era que Teresa fue sólo los primeros tres días y
no quiso volver.
Decía que no lo podía ver así, y que los hospitales la ponían muy
56. tensa.
Susana, mi abuela, se arrimó y me abrazó.
—Abuela ¿por qué Teresa no volvió al hospital a verlo?
—Nena, sos muy jovencita, no creas que puedas entender lo que
pasó.
—No importa. Decímelo igual, esta atmósfera es sofocante.
—Cuando estemos solas y más tranquilas, prometo contártelo,
tesoro.
El clima no mejoraba y el pronóstico era poco favorable, como el
de esta tarde opaca.
Me era imposible suponer o adivinar qué había sucedido y nada
ayudaba para que me sintiera mejor. El pobre viejo muerto y todas
preocupadas en algo que sólo ellas sabían... De alguna manera a
«pedido» de Teresa todas lo habíamos «abandonado».
Ricardo y Teresa estaban casados hacía cuarenta y cinco años, no
tuvieron hijos. Y se culpaban mutuamente por eso.
Mi tía, más rabiosa que de costumbre, no quería ver a ningún
amigo de su marido. Estaba más que dolida, como desgarrada por
algo...
Llegó la noche y con ella el velorio del tío más cariñoso. Para
sorpresa de todos, menos de sus hermanas, Teresa no apareció. La
odié por estar haciéndole eso a su marido. Fue todo un escándalo,
que ninguna de sus hermanas pudo explicar con claridad.
Nos quedamos con las visitas, pero nada se había tranquilizado,
estaban todas alteradas. Llamaban a Teresa cada media hora para
ver cómo estaba.
A las cuatro de la madrugada no pude más y me acerqué a mi
abuela.
—Decímelo ahora, por favor.
—Bueno Patricia, vamos al pasillo.
—¿Qué pasó?
—No sé cómo empezar, es mi hermana...
—Ya lo sé, no des más vueltas.
57. —Ricardo durante treinta años tuvo una amante y la «aventura»
terminó ayer, cuando falleció.
—¿Cómo?, ¿cuándo lo supieron?, ¿están seguras?
—Sí, mi vida. Tu tía se enteró el tercer día que fue a verlo al
hospital.
La otra estaba dormida junto a su cama, con las manos
agarradas a él y la cabeza sobre su brazo. A Teresa le dio un ataque
de nervios y tuvimos que ir a buscarla la hospital.
—Pero Ricardo la quería...
—Sí, las amaba a las dos según él. Se casó con Teresa muy
enamorado, pero la vida al lado de tu tía no es nada fácil, te lo digo
yo que soy su hermana. Pero no lo justifico, de ninguna manera. A
mí se me parte el alma.
—¿Cómo sabes que las amaba a las dos?
—Hoy, cuando veníamos para acá, tu abuelo me lo dijo.
—¿El abuelo lo sabía?
—Era su primo...
—O sea que le guardó el secreto.
—Sí.
—¿Esa mujer hoy vino?
—Sí, está arriba. Llora desconsoladamente.
—¿Alguna habló con ella?
—Sí, Aurora.
—¿Cómo se llama?
—Cristina.
—¿Cómo es?
—Una mujer muy agradable.
—¿Y ahora qué va a pasar con Teresa?
—No sé, Pato. Habrá que esperar a que lean el testamento,
porque a tu tía no le importa otra cosa ahora. Se siente defraudada.
—Por eso está tan loca, ¿no?
—Sí, tiene mucho miedo de haberlo perdido todo. Habrá que
esperar. Él las quería a las dos, y además era una excelente persona.
Hizo lo que hizo, y ella es mi hermana, pero Ricardo no tenía
maldad.
—Es cuestión de esperar...
58. Pasaron dos semanas y en la lectura del testamento estábamos
todos. Fue duro y doloroso. Ricardo, como dijo mi abuela, no tenía
maldad, le dejó la mitad del dinero a cada una. Pero había una carta
dirigida «A mi verdadero amor, Cristina». El silencio congelado que
siguió a su lectura tuvo el poder de la palabra.
Teresa, muy alterada, era un lago de lágrimas. También Cristina,
una mujer frágil, que despertaba ternura, y pude entender a mi tío,
aunque con mucho dolor. Salimos y desapareció como un fantasma.
No me olvido más de esa mañana, parecía un cuento, una
pesadilla... Cualquier cosa, menos algo real.
Yo tenía quince años y el amor me comenzaba a dar temor.
1.- Cuál es el nombre y la edad del personaje que cuenta esta
historia?
_____________________________________________
2.- Cómo describirías psicológicamente a
Ricardo?__________________________________________
____
3.- Cómo te imaginas que es Cristina física y
psicológicamente?__________________________________
____
4.- Quién es Teresa y qué parentesco tiene con
Patricia?__________________________________________
____
5.- Cómo es el ambiente en el cual se desarrolla esta
historia?__________________________________________
_____
59. por
Marcelo Arancibia F.
EL HOMBRE CAMINA LENTO por sobre el crecido pastizal que, con suaves crujidos, se
inclina bajo sus pasos a medida que éste avanza. Carga en sus ojos una mirada
inquisidora que cambia de color por el efecto de la luz solar. Lleva sus manos tomadas
a la espalda; levemente encorvado, su melena leonina acompaña un rostro de
facciones duras, gruesas cejas alzadas y labios cerrados que denotan cierto
sufrimiento. Es agosto, época estival donde los rayos del sol calientan algo más y la
vegetación florece con mucha fuerza. El hombre se ha alejado de la aldea, donde
destaca la alta torre de la iglesia que muestra la quietud de las campanas. Es media
tarde y mientras pasea va sumergido en sus pensamientos, ido del mundo exterior. Su
médico le ha recomendado pasar una temporada en el campo; tal vez esto le ayude en
sus dolencias que no son pocas. La peor de todas es su creciente sordera que él se ha
encargado de encubrir públicamente.
«Qué lejos recuerdo ese primer concierto que di a mis seis años. Aquella vez
sentí que el ruido de los aplausos me aturdía y mi corazón se aceleraba por la
emoción. Y cuando a los trece le ofrecí al príncipe elector mis tres sonatinas, recuerdo
que le dije, altanero: “Desde los cuatro años mi ocupación primera ha sido la música.
No sé si Dios me encontró para llenar mi alma de armonías, o yo lo encontré a Él, para
llenar la suya de tanta belleza musical”.
Hoy en esta quietud me siento protegido; no tengo que ocultar nada a nadie.
No tengo que fingir distracción cuando me hablan y no logro escuchar más que
murmullos. Me consideran un misántropo y no saben la causa de este terrible mal que
me aqueja que me obliga a aislarme de todos. ¡Oh, mi Dios, ten compasión de esta
pobre alma. Ayúdame».
60. Una ligera brisa agita sus cabellos mientras prosigue su paseo con su
soliloquio a cuestas, siempre con sus manos tomadas a la espalda. El hombre, a sus
treinta y dos años siente que ya no vale la pena seguir viviendo, aún cuando una leve
esperanza lo mantiene: Que aquellos seis meses que lleva en el campo pueden hacer
el milagro de recuperar sus deteriorados oídos.
Decide volver a la aldea de Heiligenstadt, donde reside, en las afueras de
Viena. En el camino se topa con un grupo de ovejas cuyo pastor, detrás del piño va
tocando su flauta. El hombre siente que su corazón se agita: no escucha el sonido del
instrumento; luego piensa que el viento a su favor se lleva la melodía lejos de él.
Cerca ya de la aldea observa a una muchacha que, sentada al borde de una
noria, parece cantar una canción a una pequeña que le acompaña. La mujer está
cantando pero el hombre sólo la ve gesticular. Esta vez su corazón se acelera y la
angustia se apodera de su alma. «Pero, no. Ella sólo le está hablando en voz baja a la
pequeña», piensa.
Al entrar a la aldea fija su vista en la torre de la iglesia. Allá arriba, las
campanas oscilan una y otra vez llamando a la misa de la tarde. Pero él no las oye.
Definitivamente no las oye. Esta vez siente que algo, muy dentro de él, se quiebra
definitivamente. Ya no es sólo su mente, es también su alma que reconoce que está
sordo.
Y mientras la dureza de su rostro se acentúa y el rictus de su boca se
prolonga, llegan a su recuerdo, sólo a su recuerdo, las hermosas notas y los aplausos
de su primer concierto.
Ludwig Van Beethoven, el Grande, solloza. En silencio.
1.- Quién es el personaje principal de esta historia?
_________________________________________________________
2.- Qué edad tiene nuestro personaje?
_________________________________________________________
3.- Alguna vez antes había escuchado hablar de este personaje?
_________________________________________________________
4.- Qué es lo que más te gustó de esta historia?
_________________________________________________________
______________________________________________________________
5.- Propón un final diferente para esta historia, cuál
sería?_________________________________________________________
____________________________________________________________
61. ________________
Marcelo Arancibia Febres, tiene 60 años en la actualidad y es Técnico en construcción. Cuenta con algunas
publicaciones en su país y un trabajo incluído en una Antología de Cuentos, por editorial Pez de Plata, en España.
Ramona
Gustavo Arias
LA SIRVIENTA DE UNA CASA BURGUESA aparece todas las noches en
televisión. En sucesivas noches de horror, sus patrones la ven
dándole indicaciones a Michael Jordan en el torneo de la N.B.A.,
entre el Papa y Fidel en La Habana, en el telón de fondo de una
conferencia de prensa del atribulado Clinton departiendo con un alto
funcionario que la escucha con religiosa atención, del brazo del líder
de la O.L.P. en Helsinsky y recibiendo el Premio Nóbel de física en
Estocolmo.
Pese a sus gordas caderas y a su cuerpo tosco y sufriente de
62. fregona, la noche de entrega de los Oscar, Ramona, (que así se
llama la doméstica) baila en un número musical, y luego de un rato,
hace su entrada con un rutilante vestido y de la mano de Pavarotti,
para anunciar el premio al mejor film extranjero del año.
Todas las mañanas, a las seis y media, Ramona llega a su
trabajo, se pone las botas y el uniforme, y lampazo en mano
recomienza su inagotable tarea. Asiste a más de una casa. En total
sirve en siete, una por cada día de la semana y desde tiempos
inmemoriales. Pero hace rato que nota que las patronas la miran con
cierto recelo, los patrones con algo de libidinosa admiración, y que
los niños le hablan en un idioma que sólo entienden los niños de las
patronas, que nacen con los ojos pegados a una pantalla. Ante tales
cambios Ramona sube los hombros hasta las orejas, y continúa con
su trabajo tarareando bailanta.
Las familias burguesas que tienen como común denominador a
Ramona trabajando en sus hogares, se reúnen para comentar entre
sí la alucinación que padecen... Que a este punto no es la locura de
uno solo, ¡sino una alucinación colectiva...! «Demasiadas horas de
televisión, demasiadas deudas, demasiado stress, la culpa la tiene el
ajuste económico del gobierno...» Todos convienen en estos tópicos,
pero para ninguno son suficientes...
Nadie le dice a Ramona nada sobre el fenómeno. Ramona
continúa trabajando silenciosa, respetuosa y diligente para sus
patrones de la zona residencial, que ya no sólo la ven en televisión
todas las noches, sino que hasta graban los programas en los que
aparece, guardando las cintas en las cajas fuertes del banco,
atesorando (desconozco para qué) las pruebas del terrible y
enloquecedor fenómeno.
Encabezados por la tintineante Sra. de Peralta, los burgueses
elucubran un plan de seguimiento de Ramona en horarios fuera del
trabajo. El seguimiento dura una semana de ininterrumpida ausencia
de la empleada en la televisión. Las conclusiones que extraen de tal