1. De nuestra Autonomía Capítulo II
CON LOS OMEYA LA INDEPENDENCIA DE AL ANDALUS
Detrás de la imponente fachada que presentaba el reino hispánico en el siglo VII, con su rey, sus
leyes y sus concilios de Toledo, sólo había un Estado anémico y desunido. Los nobles eran
ambiciosos, los campesinos cada vez más oprimidos; por otra parte, las diferencias religiosas y la
intolerancia convertirían a judíos, gitanos y no católicos en general en enemigos mortales del
Gobierno. Este era el balance de la España goda en aquel histórico instante en que Andalucía le
abrió las puertas al Islam. Porque así fue, ya que de otra forma no se explica que las fuerzas
árabes desembarcaran en las costas andaluzas con tan ridículo ejército. El mayor contingente de
tropas vino con Muza a Algeciras -no más de 10.000 hombres-, más adelante con algo más de
20.000 expedicionarios casi toda la Península estaba tomada. Si los andaluces y los muchos godos
hartos del sistema del Gobierno no llegan a intervenir, junto al ejército islámico, la mal llamada
"conquista" no se hubiera producido.
Las distintas tribus que componían el nuevo poder fueron tomando posiciones y, considerando
climas y recursos naturales, cada grupo étnico se fue asentando en diversas zonas, constituidas
como "Koras" o provincias: los árabes de linaje puro en el Valle del Guadalquivir, los sirios en
Granada y su Vega, los palestinos en Sevilla y Niebla, y los bereberes en las zonas montañosas.
También, y a pesar de la buena convivencia, existían otras divisiones religiosas, motivo por el que
se fueron formando clanes de muladíes, mozárabes, cristianos, mahometanos, judíos,...Estas
divisiones geográficas y espirituales trajeron como consecuencia no pocas alteraciones de la nueva
sociedad.
La comarcalización como criterio principal para la organización de las koras andalusíes.
Con la insigne dinastía de los Omeya, en el año 756, Al Andalus abre un capítulo largo y profundo,
bello y aleccionador. El primer Emir Abderrahman I logró apaciguar las disputas raciales y
religiosas. La paz y la solidez fueron los cimientos del nuevo Estado, que duraría dos siglos y medio
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2. De nuestra Autonomía Capítulo II
de gloriosos períodos de esplendor. Su principal meta fue crear una nueva unidad nacional: la
andalusí, y cuando ésta se vio amenazada la defendió con todas sus fuerzas.
Aunque los motivos de las guerras intestinas que acontecieron a lo largo de los años de
gobierno Omeya, fueron en su mayoría de carácter religioso, debido al fanatismo de unos y de
otros, y de discordias sucesorias, sólo nos vamos a detener en aquellos casos, pocos, en que el
espíritu andalusí, como pueblo libre, estuvo presente. Acordemos que con la administración
Omeya Al Andalus no recibía su poder del exterior y por tanto sus movimientos nacionalistas
fueron de defensa y estatales, es decir, contra los intentos de disgregación de lo que estaba
PERFECTAMENTE UNIDO.
Según cuenta el historiador magrebí Ibn Idari (siglo XII), Abderrahman I, tras comprobar que
habían aumentado tanto los fieles musulmanes en Córdoba, que apenas cabían en la primera
mezquita que se construyó, mandó comprar a los cristianos el resto de solar que mantenían
como iglesia, para incorporarlo a la Mezquita Aljama (Mezquita Mayor), remunerando a los
cristianos espléndidamente.
El emir dio comienzo a las obras de ampliación en el año 785 d.C. tardando sólo un año en
terminar la sala de oración, gastándose ochenta mil piezas de oro y de plata. Sin embargo la
muerte le sobrevino en el año 788, dejando sin realizar el alminar. De ello se encargó su hijo y
sucesor Hixem, hombre piadoso, que hizo levantar un alminar de cuarenta codos de alto y
construir unas galerías dentro de la mezquita, para que las mujeres pudieran realizar sus
plegarias, instalando también una pila de abluciones al este de edificio.
Interior de la
Mezquita de
Córdoba, la más
importante obra
iniciada por el
primer califa
andalusí e
independiente
Abderrahman I.
En el año 759, los bereberes de Mérida, alentados por el gobernador Yusuf Al Fihri, montan contra
el poder del mandatario cordobés Abderrahman I, siendo derrotados en el valle del Guadalquivir.
Sus pretensiones de anexionarse a Toledo son cortadas por el ejército Omeya con la ayuda
popular. En el 806, los habitantes de Mérida nuevamente con la ayuda bereber y dirigidos por el
walí Ibn Wansus, se sublevan contra el sucesor Al Hakam I. Los intentos centralistas duraron casi
siete años y hasta el 813 no se sometió la ciudad. Los motivos de la insurrección fueron igualmente
intentar federarse con Toledo. Hasta ahora los andalusíes apoyan cualquier defensa de su
integridad territorial, bien sea junto al poder del justo Abderrahman o del déspota y juerguista Al
Hakam I.
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Este último emir tuvo que reprimir otra insurrección en Córdoba: la del Arrabal, promovida por
motivos bien distintos a los que se han dado a conocer. Las aficiones alegres y apego al poder de
Al Hakam le provocaron la enemistad de los faquíes y doctores, en su mayoría altaneros y
orgullosos teólogos. En el arrabal del Sur cordobés se vivía un cierto descontento por parte de los
nuevos conversos a la doctrina mahometana, continuamente excluidos del Gobierno, cuestión que
aprovechan los faquíes, utilizándolos como instrumentos contra el emir. Al Hakam les reprimió
duramente pero lo único que consiguió fue aumentar la hostilidad popular.
En un día de Mayo del 814, un soldado de la guardia del emir encargó a un armero que le arreglara
su espada; se entabló entre ambos tal discusión que acabó con la muerte del artesano a manos del
soldado. La indignación cundió enseguida, todo el barrio se armó con la intención de marchar sobre
el Alkazar -residencia del emir-, donde ni la caballería pudo con tan arrolladora y encolerizada
muchedumbre. Sólo el emir conservó la serenidad, ordenando a su paje le trajese un frasco de
algalia con el que comenzó a perfumarse la barba y el cabello:
"perdona señor, eliges un mal momento para perfumarte, ¿no te das cuenta del peligro que nos
amenaza?
Le inquirió el paje, a lo que contestó el emir:
"el que va a cortarme la cabeza ¿cómo va a reconocerla entre las demás si no es por su
perfume?".
Una vez perfumado, ordenó a su pariente Obaidala que escogiera lo mejor de su tropa, e
incendiara el arrabal amotinado. Los vecinos al ver las llamas corrieron a salvar sus propiedades,
pero fueron cortados de frente por las tropas de Obaidala y por detrás por las que capitaneaba
personalmente Al Hakam. El castigo de Al Hakam sería terrible. Desalojo e incendio del barrio y
más de 20.000 cordobeses abandonaron la ciudad. En el fondo un sentimiento subterráneo de
pueblo que busca su liberación les hizo enfrentarse a quien les estaba oprimiendo con excesos
de impuestos para mantener los elevados gastos de una corte sin gobierno, donde sólo reinaba el
lujo y la desorganización.
Los primeros gobernadores o "Walíes" designados
para cada una de las Koras intentarán en varias
ocasiones federarse y llevar el poder a Toledo,
cuestión que ven con interés los cristianos que se
prestan a colaborar en tales movimientos
centralistas, al fin y al cabo Toledo era la ciudad
donde habitaban mayor número de cristianos y
mozárabes, y su administración se conservaba
independiente del Emirato. Pero lo que de ejemplo se
pretende citar en el presente caso, viene dado por la
postura que adoptó la mayoría de la población
andalusí, con importante apoyo de los astigitanos,
contra esos intentos de centralización, acciones que
hicieron posible el triunfo Omeya varios años más
tarde, con Abderrahman II. Con los Omeya la
identidad andalusí se hace más latente.
Grabado que representa una recepción de los primeros Omeyas, fundadores de un nuevo Estado civilizador y sólido.
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Abderrahman II, hombre de paz, trató de resolver las divisiones entre cristianos y les convocó a un
concilio en Córdoba; durante su mandato protegió a todos los ciudadanos sin discriminación de
credos, construyendo un hospital para los cristianos. Si esas gestiones por la concordia y la
convivencia, sólo trajeron el descontento de los cristianos y las fronteras se vieron salpicadas de
francotiradores contra su mandato, no nos puede extrañar que a la venida del débil emir Mohamed
I, las distintas facciones religiosas encendieran las hogueras de la discordia. Así apareció el rondeño
Omar Ibn Afsun.
Omar, procedente de una rica familia, descendiente directa del conde godo Alfonso, grandes
propietarios de tierras, arrendadas a numerosos campesinos por un alto impuesto. Este individuo
turbulento, de mala cabeza y juerguista, cometió un asesinato y huyó a la serranía de Ronda. Con
la unión de unos cuantos aventureros formó una cuadrilla y se dedicaron al bandidaje.
Las ideas de Omar son compartidas por sus familiares y allegados. Consideraban a las poblaciones
islamizadas de Al Andalus como extranjeras, no teniendo en cuenta que el islamismo llevaba
asentado más de un siglo. Sostenían que había que luchar contra esa raza invasora, era odio
contra el árabe y desmedida y radical fe católica lo que les motivaba.
Ruinas del que fuera
refugio de Omar en
Bobastro, después
convertido en iglesia
rupestre, arquitectura
tallada en la roca, al
convertirse éste al
cristianismo.
Ubicada en el paraje
conocido como Las
Mesas de Villaverde,
entre los cerros de
Tintilla, Castillón y
Encantada en la
provincia de Málaga.
En la montaña de Bobastro, cercana a Antequera, establece Omar el centro de sus operaciones y
desde allí proclama su particular cruzada contra el infiel "moro". Como su poder de convocatoria se
hacía cada vez mayor debido a la adhesión de los enemigos del Islam, tiene un encuentro con el
emir Mohamed, pretendiendo tomar el pulso al enemigo desde sus mismas entrañas. Una vez
informado, utilizó un fútil pretexto y regresó a su fortaleza de Bobastro donde entabló un primer
encuentro con las fuerzas del emir, resultando victorioso, incluso haciendo prisionera a la esposa
del jefe derrotado a la que más tarde convirtió en su favorita.
En otra ocasión fingió sumisión al emir, consiguiendo ser restituido en Córdoba, llegando a luchar
contra los propios cristianos, y es que no reparaba en medios con tal de descubrir los secretos de
su enemigo. Con las informaciones obtenidas y en poder de nuevos adelantos militares, declara
definitivamente la guerra a todo "no cristiano". Desde su refugio de Bobastro ya no permite la
incorporación de sus antiguos compinches bandoleros y declara
"creer a machamartillo en el triunfo del godo como raza superior"
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5. De nuestra Autonomía Capítulo II
En sus primeras acciones se apodera de Mijas, Comares, Archidona y Anta, y con el entusiasmo de
estas victorias hace público su plan de fundar -como Pelayo- al precio que fuera necesario, un reino
cristiano en Al Andalus. Quería volver a la fe de sus antepasados, a la tradición, y en esto le
apoyaron los jeques de Cabra, Jaén y parece que también el de Granada.
En lo más agitado de la campaña contra el reaccionario Omar, muere Mohamed y le sucede su hijo
el guerrero Al Mondhir, que promete vencer la fortaleza de Bobastro. Su formación militar, valentía,
generosidad y amplios conocimientos de la política hacían de Al Mondhir un digno rival de Omar.
Archidona es rescatada y Bobastro sitiada, pero en el preciso momento en que la victoria parecía
inclinarse a favor del emir -29 de Junio del 888-, éste cae víctima de las numerosas heridas
recibidas.
Se hace cargo del Gobierno el hermano del difunto, nuevo emir Abdallah, considerado como uno de
los más representativos prototipos de la raza arábigo-andaluza; como tal, era inteligente y bravo,
pero con tan mala suerte que le coincidieron nuevas rebeliones en las fronteras del norte de Al
Xarq, actual comarca de La Axarquía, protagonizadas por los pro-godos alentados por Asturias y
Pamplona y las victorias de Omar. Ya no se trata de un levantamiento aislado sino toda una
reacción contra la religión contraria, a todas luces una Guerra Santa y racial por desprecio a la "otra
piel".
A mediados de Abril del 891, el caudillo de Bobastro pone sitio a la mismísima ciudad de Córdoba
con un ejército de 30.000 hombres, frente a las defensas del emir, de tan solo 14.000 soldados de
a pié. La victoria andalusí abre nuevos éxitos: se reconquista Écija, Archidona, Granada y Jaén.
Pero una nueva operación política urdió Omar: se hizo acristianar en compañía de su mujer,
tomando los nombres de Samuel y Columba. Acertó, "en nombre de Cristo y de España lucharán
muchos contra la raza y religión enemigas". La guerra la enfocó en el fanatismo, inspirado en la
"lección de los mártires", prestando servicio a los cristianos del Norte en constante lucha contra Al
Andalus.
La muerte del valeroso y sabio Abdallah en el 912 aclama como nuevo emir a su nieto
Abderrahman III, magnífico político, gobernante genial y mejor estratega. En este mismo año
Abderrahman se proclama CALIFA, y con este hecho nace el PRIMER CALIFATO ANDALUSÍ
INDEPENDIENTE.
Califato Independiente de AlAndalus. El escudo está
simbolizado con la torre alminar, rematada con una
granada, puente romano sobre el río que comunica y la
noria que la reina Isabel de Castilla mandó retirar con la
excusa que de que su sonido no le permitía dormir.
Bobastro, antigua guarida de bandidos y convertida en un monasterio, es abandonada por los
restos de leales a Omar. Abderrahman la conquista el 19 de Enero del 928 y evita que la
identidad de Al Andalus fuese borrada, anulada como pueblo libre y soberano.
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6. De nuestra Autonomía Capítulo II
El esplendor andalusí tiene su máximo exponente en la dinastía
Omeya. El cordobés Abderrahman III, fundador del primer Califato
Independiente, de la Primera Academia Mundial de Medicina y de
numerosas bibliotecas, una de las cuales llegó a tener más de
900.000 ejemplares para servicio y estudio público. Córdoba fue la
primera ciudad en el mundo que contó con alumbrado público.
DE LOS ESPLENDORES DE AL ANDALUS
Décima parte de lo que fue capital del estado andalusí y residencia
califal. Medina Azahara, ciudad del azahar, erigida en principio como
monumento al amor del más grande califa cordobés. Centro político y
cultural que llegó a superar en belleza y grandeza a la antigua Babilonia,
Alejandría y a la propia Damasco.
Más de 900 baños
públicos daban servicio
a los habitantes de
Córdoba.
La judería de
Córdoba mantiene
el exorno y el
trazado de vivienda
andalusí.
“Yo enamoro a este jardín donde la margarita
es la sonrisa, el mirto, los bucles,
y la violeta, el lunar”.
De Vida y obra de Ibn Jafaÿa, poeta andalusí.
El agua y su sonido, las plantas aromáticas como el mirto, la alhucema, el azahar o el arrayán;
el color de la azucena, el lirio amarillo o los nenúfares, … estaban contenidos en el Al Andalus
que los Omeya defendieron. Una forma de vida que merecía la pena conservar.
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