Este trabajo, sobre la carta conocida como "Querido Jefe" remitida a la Agencia Central de Noticias de Londres presuntamente por Jack el Destripador, autorizo sea utilizado en el artículo titulado "Dear Boss" de Wikipedia en español.
2. La carta “Dear Boss” (“Querido Jefe”)
La Carta
“DEAR BOSS”
3. La carta “Dear Boss” (“Querido Jefe”)
Introducción
La celebérrima carta conocida por su encabezado “Querido Jefe”
(“Dear Boss”, en inglés) habría sido enviada en forma anónima, por un
redactor que se atribuía ser el asesino de Whitechapel, a la Agencia
Central de Noticias de Londres. Lucía fechada al 25 de septiembre de
1888 y, presuntamente, había arribado a dicha agencia de noticias dos
días más tarde, el 27 de septiembre.
El 29 del mismo mes, el periodista Thomas Bulling la hizo llegar al
Oficial Inspector Adolphus Williamson de Scotland Yard, junto con una
nota no firmada, aunque escrita por el referido reportero, donde se
explicaba cómo era que habían recibido esa misiva, y se señalaba que la
habían considerado una broma. (1)
La Agencia Central de Noticias londinense constituía un órgano de
prensa que fungía en carácter de agencia informativa, y en 1888 era la
más importante en su género. Había sido creada en 1870 por el
parlamentario William Saunders, y representaba un servicio mediático
que recogía reportajes, remitidos a través del telégrafo, de corresponsales
en toda Gran Bretaña y desde el exterior del país.
En la época de los crímenes del Destripador, la agencia gozaba de la
reputación de obtener noticias exclusivas donde, por lo común, se
anticipaba a las fuentes informativas de los otros medios de prensa, y
directores y reporteros mantenían una fluida relación con las autoridades.
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4. La carta “Dear Boss” (“Querido Jefe”)
TRASCENDENCIA DE LA MISIVA
En la epístola en cuestión el redactor hacía gala de un lenguaje burlón, se
jactaba de sus anteriores homicidios y prometía nuevas hazañas criminales. Pero,
sobre todo, advertía que en su próximo “trabajo” le cortaría las orejas a la
dama de turno y se las enviaría como regalo a la policía para divertirse.
Esta referencia terminó siendo vital para la perduración de la carta.
Ello fue así, pues muy escasa trascendencia hubiera tenido esta letra si no fuera
porque, al día entrante de su recepción por las autoridades, el asesino volvió a
atacar con consecuencias fatales.
Pero, más allá de esta coincidencia temporal, lo más llamativo consistió en
que una de las dos víctimas de esa ocasión (“el doble evento”), a saber:
Catherine Eddowes, presentó el lóbulo de una de sus orejas rajado, a causa de
una de las tantas cuchilladas frenéticas infligidas sobre su mutilado rostro.
Se rumoreó que, al introducirse el cadáver dentro del ataúd, la oreja se
desprendió parcialmente. El sórdido dato se filtró rápidamente a la prensa, y
dio pábulo a que el mensaje era verdadero. El homicida había cumplido (o
tratado de cumplir) su macabra promesa. (3)
Una postal arribada también a la Agencia Central de Noticias al día
siguiente de aquellos asesinatos, el 1 de octubre de 1888, con caligrafía
idéntica a la de carta “Querido Jefe”, ratificaba que el matador había
intentado cortar una oreja a su víctima, aunque no tuvo tiempo (según
pretendió) para arrancarla y mandarla, a modo de obsequio, a la policía.
Se creyó imposible que alguien que no fuera el auténtico asesino supiera
que a Kate Eddowes le había sido seccionado uno de sus lóbulos.
Por consecuencia, se concluyó que aquella postal únicamente podía provenir
del culpable.
Sin embargo, los estudiosos del caso son escépticos, y argumentan que en
aquella época, cuando el servicio de prensa en Londres era excelente y muy
veloz, tras publicarse la noticia del lóbulo rajado en los periódicos de la
mañana del 1 de diciembre, cualquier lector tempranero pudo conocer esa
información y dispuso de tiempo para redactar y enviar la postal arribada ese
mismo día en horas de la tarde. (4)
5. La carta “Dear Boss” (“Querido Jefe”)
SOSPECHAS SOBRE LA IDENTIDAD DEL AUTOR
¿Fue el verdadero asesino el emisor esa carta en la cual se designaba a sí
mismo con el alias de “Jack el Destripador”?
Si la respuesta a esta pregunta es negativa: ¿Quién o quiénes fueron los
autores? Y: ¿Qué intereses hubo detrás de aquel bulo o engaño?
Los especialistas en el asunto tienen opiniones divididas pero, en general, al
presente prevalece el parecer de que no fue el criminal quien creó la carta,
sino que ésta podría haber sido escrita por periodistas interesados en mantener
la expectativa pública e incrementar las ventas de sus periódicos.
En un libro reciente, el historiador británico Andrew Cook acusa al reportero
del periódico Star, Frederick Best, de haber sido el redactor de la epístola, y de
remitir otros ulteriores mensajes con similar tenor. (5)
Las sospechas de que los periodistas crearon la correspondencia atribuida al
Destripador, incluido el propio apodo criminal, no deviene de nueva data.
El primer jerarca policial en acusar genéricamente a un periodista de estar
detrás de la elaboración de las cartas endilgadas al Destripador fue Sir Robert
Anderson, segundo al mando en la Policía Metropolitana cuando sucedieron
los homicidios en el East End londinense.
En su opinión, conforme expresó en sus memorias de 1910 “The Lighter Side
of My Official Life” (“El lado más agradable de mi vida oficial”), la misiva
conocida como“Dear Boos”: “…era la creación de un emprendedor
periodista de Londres…” (6)
Aunque arguyó que estaba tentado de denunciar la identidad del
periodista, se abstuvo de hacerlo, alegando que si lo denunciaba (sin
disponer de pruebas suficientes) no beneficiaría al público y quebrantaría las
tradiciones de discreción de su departamento de policía (el CID).
Estas revelaciones de Sir Robert fueron conceptuadas como “escasas y
decepcionantes”, pues se estimó que carecía de evidencias firmes, y que su
convencimiento de que algunos periodistas apañaron esa y otras cartas
adjudicadas al matador estaba basado sólo en rumores y prejuicios (7)
Por su parte, Stewart Evans y Keith Skinner, se inclinan por que el
responsable principal del plagio fue Thomas Bulling de la Agencia Central de
6. La carta “Dear Boss” (“Querido Jefe”)
Noticias de Londres, con la anuencia de su jefe de redacción John Moore (8).
Esta versión había sido recogida por el citado Evans en un libro escrito
junto a Paul Gainey, donde mencionan los recelos que ya en 1913 tenía John
Litlechild, Inspector de la Brigada Especial de Scotland Yard.
Aquel jerarca policial refirió, en una carta que dirigiera al dramaturgo
George Sims, que la correspondencia atribuida a Jack el Destripador y, sobre
todo, la misiva fechada al 25 de septiembre de 1888: “fue un buen trabajo
periodístico”.
Él descartaba que esa letra perteneciera al verdadero homicida, y
entendía que, muy probablemente, Thomas Bulling (al cual aludía como “Tom
Bullen” por error ortográfico), en connivencia con su jefe de prensa John Moore,
constituyeron los directos responsables de la fabricación de ese bulo. (9)
7. La carta “Dear Boss” (“Querido Jefe”)
REFERENCIAS
(1) Evans, Stewart y Skinner, Keith, Jack el Destripador. Cartas desde el
infierno, traducción María Teresa de Cuadra, ediciones Jaguar, Madrid,
España, 2003, p. 43.
(2) Begg, Paul, Jack the Ripper. The definitive history, editorial Pearson
Education Limited, Londres, Inglaterra, 2005, pp. 267 y 268.
(3) Pombo, Gabriel, Jack el Destripador. La leyenda continúa, Montevideo,
Uruguay, 2010, pp. 344 a 348
(4) Pombo, Gabriel, El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el Destripador,
editorial Artemisa, Montevideo, Uruguay, 2008, pp. 52 y 53.
(5) Cook, Andrew, Jack the Ripper, case closed, editorial Amberley Publishing,
Londres, Inglaterra, 2009.
(6) Anderson, Robert, The Lighter Side of my Official Life, Londres,
Inglaterra,1910, citado en Jack el Destripador. Cartas desde el infierno, pp.
73 y 74.
(7) Wilson, Colin y Odell, Robin, Jack el Destripador. Recapitulación y
veredicto, traducción Cristina Pagés, editorial Planeta S.A, Barcelona, España,
1989, pp. 96 y 97.
(8) Jack el Destripador. Cartas desde el infierno, pp. 77 a 80.
(9) Evans, Stewart y Gainey, Paul, Jack the Ripper. First american serial killer,
editorial Kodansha International, Londres, Inglaterra, 1998, pp. 177 a 187.