El conejo originalmente tenía grandes cuernos en lugar de orejas, pero eran muy pesados y le impedían brincar. El venado, cuyas largas orejas hacían que su cabeza se viera pequeña, engañó al conejo para obtener sus cuernos. Más tarde, cuando el conejo persiguió al venado para recuperarlos, el venado le ofreció sus propias orejas a cambio, dejándolo con una nueva característica que le permitió escuchar mejor y brincar con más facilidad.